PROMESAS CUMPLIDAS-TERMINADA

Autor: rake
Género: Romance
Fecha Creación: 12/12/2010
Fecha Actualización: 31/05/2011
Finalizado: SI
Votos: 26
Comentarios: 86
Visitas: 143415
Capítulos: 56

TERMINADA

ES UNA ESPECIE DE 2ª PARTE DE:DESEOS PROHIBIDOS

FIC RECOMENDADO POR LNM CON 5 VOTOS!!!

Un pecaminosamente futuro caballero ha llegado a Londres?y Bella casi se desmaya cuando se da cuenta de que se trata de Edward Cullen,transformado en un hombre magnífico.Ha regresado para reclamar su título?y para cumplir la promesa que una vez se hicieron dos jóvenes amantes bajo la luna,una escandalosa promesa que ninguna dama decente osaría cumplir.

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Capítulo 42: Cambio de imagen

HOLA CHICAS!!!!!

AQUI TENEÍS UN CAPITULO MÁS LARGO,QUE SE QUE OS GUSTA!!!!!

ESPERO QUE LO DISFRUTEÍS,MIL BESOS!!!!!

Bella contempló los magníficos jardines desde la ventana.Pensó que a su madre le encantaría verlos.Sin duda eran fruto de muchos años de cuidados.Se preguntó si la madre o el padre de Edward habrían influido en su diseño.Probablemente su madre,decidió.Demasiado hermosos para haber nacido del deseo de un hombre con la reputación de crueldad que tenía el padre de Edward.En cambio,todas aquellas esculturas de parejas haciendo cabriolas...ésas seguro que habían sido idea de su padre.

—Jacob y yo estamos al fondo del pasillo—informó Leah.—Pasaremos por tu habitación dentro de una hora,para acompañarte...

—No es necesario.Tengo previsto bajar pronto.

—¿Cómo de pronto?Reajustaré mi horario.

Bella dejó de mirar por la ventana para encarar a su prima.

—Leah,tu labor de carabina es por el bien de mi madre y de la sociedad,no por el mío.

Se acercó a la cama y estudió el vestido que su doncella le había preparado.Perfecto para la velada.

—No esperarás que mire para otro lado mientras te conduces de forma indecorosa,¿verdad?—preguntó Leah.

—Claro que no—respondió Bella con indiferencia—Espero que esperes que me comporte con decoro.Por eso no hará falta que me vigiles de cerca.Relájate y disfruta de tu estancia aquí con Jacob y si estamos todos juntos,estupendo,pero...si no es así,no quiero que te preocupes.

—No tienes intención de comportarte con decoro,¿no es así?

—Tampoco he previsto comportarme de forma indecorosa,pero si se presenta la ocasión,no estoy segura de que vaya a resistirme.

Su prima suspiró.

—Tía Esme me matará si llegas a verte en una situación comprometida.

—Te mataré yo si no es así—replicó Bella con una sonrisa.

—Cielo santo,¿en qué me he metido?—Leah alzó los brazos.—Me rindo.Voy a hacerlo lo mejor que pueda,pero no seré una carabina tan diligente como tenía previsto.Jacob sin duda lo verá de otra forma.Procuraré entretenerlo cuando anochezca.

—Buen plan.

     Mientras estudiaba su reflejo en el espejo,Edward se preguntaba cuándo lo había abandonado el sentido común.

—Se lo puedo recortar un poco más,señor—dijo su asistente.

—No—repuso él al tiempo que movía el labio superior por ver si así su bigote resultaba más presentable.—Me parece que ya está bastante recortado.

—Podríamos levantar un poco más las puntas.

—No,están muy bien así.—Quizá habría sido preferible que se lo afeitara del todo,pero sabía que,sí lo hacía,no parecería lo bastante mayor para dar órdenes,menos aún para dirigir una finca de la magnitud de aquélla.Resistió la tentación de estirárselo con el pulgar y el índice.No se veía más inglés.Se veía...cerró los ojos.No quería seguir mirándose.La próxima vez que pensara en complacer a Bella,se limitaría a regalarle flores,en vez de empeñarse en cambiar su imagen.

—¿Va a terminar de prepararse para la cena?—le preguntó su asistente.

—En efecto.

—Se lo ve cautivador,milord.

Ese término le hizo pensar en rejas y grilletes.

—Gracias—contestó.

     Bella llegó a la biblioteca antes que nadie,gracias a las indicaciones de los diversos lacayos y sirvientes a los que había preguntado.Como se había criado en la casa de los Quileaute,la grandiosidad y el servicio abundante ya no la impresionaban tanto como cuando había llegado a Inglaterra,pero podía imaginar que a Edward le habría parecido como mínimo abrumador.La biblioteca era una estancia inmensa,con paredes forradas de estanterías y en un rincón,una escalera de caracol que conducía a otro piso,asimismo forrado de estanterías,con una pequeña salita delante de una ventana,desde la que se veía la vista de los jardines y el campo circundante sería tan asombrosa como la que se disfrutaba desde la habitación de invitados en la que la habían instalado.

Curioso que ahora considerara imponentes aquellas interminables colinas verdes que siempre había ignorado.

Delante de la gran chimenea había un escritorio muy grande en el que imaginó a Edward trabajando,examinando los libros de cuentas,mientras ella,acurrucada en una silla próxima, leía.La habitación rezumaba tranquilidad,como si no hubiera retenido un ápice de la aspereza y la crueldad por las que era famoso su antiguo dueño.Quizá no hubiera ocupado aquella estancia muy a menudo.Tal vez fuera la favorita de la madre de Edward.No podía haberla frecuentado la anterior lady Forks,dado que hacía poco que había aprendido a leer.

Oyó cómo la puerta se abría despacio y al abandonar sus meditaciones y volverse,vio entrar a Edward,con paso firme,vestido con chaqué y pantalón negro,todo lo demás,chaleco de seda,camisa y pañuelo,de un blanco inmaculado que resaltaba su tez morena.Se preguntó si,con los años,el bronceado de su piel se desvanecería por pasar cada vez más tiempo en interiores o si siempre sería un hombre de exteriores,incluso allí.

Cuando Edward se fue acercando,Bella notó que había algo distinto en él...

—¡Oh!—Se llevó la mano a la boca para evitar que se le escapara una carcajada ofensiva.

Se había recortado el bigote y lo llevaba levantado por los extremos y a juzgar por la fuerza con que apretaba los labios,no se sentía precisamente satisfecho con el resultado de su esfuerzo por agradarla.Había sido un funesto error.¿Cómo se le había ocurrido sugerírselo siquiera?No lo hacía parecer más inglés o menos americano,sino sencillamente,menos Edward.

Bella se mordió el labio inferior para no hacer ningún comentario que pudiera incomodarlo,aunque,por el rubor repentino de su rostro,podía decirse que ya se sentía algo abochornado.

—¿Dónde están los otros?—inquirió él.

—Supongo que aún se están arreglando.

Pasó por delante de ella en dirección a una mesa donde había alineadas varias licoreras.

—¿Coñac?—le preguntó.

—Un poquito—contestó.

Se acercó a donde estaba él y observó la tuerza con que sujetaba la licorera mientras servía las copas.Cuando dejó el recipiente de cristal en la mesita,Bella le tocó el brazo y él se volvió.

—No está tan mal—comentó.

—Es espantoso.Me hace parecer ridículo.Ahora entiendo cómo se sintió Sansón cuando le afeitaron la cabeza:débil y...

—Tú no eres débil,Edward.Tu fuerza no depende del vello de tu rostro.—Alargó la mano para tocarle el labio superior y notó cómo su cálido aliento le acariciaba los nudillos mientras recorría despacio lo que le quedaba de bigote hasta llegar a los extremos rizados y con mucho cuidado,se los desenroscaba para que volvieran a enmarcarle las comisuras de los labios.Vio cómo la nuez le subía y bajaba al tragar.Al levantar la vista,observó que sus ojos se habían oscurecido hasta adquirir el tono de un cielo sin estrellas.—No tardará mucho en volver a estar como estaba,¿no?—le preguntó,sorprendida por el tono ronco de su voz.

—No.—La de él era grave,áspera.—En este instante,nos vendría bien no tener carabina.

Ella retrocedió un paso,el aroma de él tan embriagador como la bebida que acababa de servir.

—Por desgracia,aparecerá en cualquier momento.

Edward asintió con la cabeza,cogió la copa,se bebió el contenido de un trago largo y se dispuso a servirse otro.

—¿Qué te parece la casa?—preguntó volviendo a llenar la copa y sirviendo otra para ella.Cogió las dos y le ofreció a Bella la suya.

—«Casa» no es palabra suficiente para este lugar.Mansión,residencia...

—Pero no «hogar»—señaló él mientras se acercaba a la ventana,consciente del peligro de tenerla demasiado cerca mucho más tiempo,de que sus huéspedes entraran en la habitación y encontraran a Bella en una situación comprometida.

—No,hogar no.Pero podría serlo,creo.

—Hace frío,el aire siempre es fresco.

—Eso es corriente en las mansiones antiguas.Como si absorbieran el invierno y lo fueran soltando poco a poco durante el verano.Yo solía llevar un chal o una manta por encima de los hombros en casa de Quileaute y se encendía el fuego en casi todas las habitaciones,incluso en verano.—Dio un sorbo a su coñac.—Tienes un jardín precioso.

—No puedo atribuirme el mérito.Casi nada de lo que hay aquí es mérito mío.

—Lo que era no es mérito tuyo,pero sí lo que llegará a ser con tus hábiles manos.

Él la miraba tan fijamente que llegó a preguntarse el sentido que podían haber tenido sus palabras...Entonces se dio cuenta:sus hábiles manos.Sí,tenía unas manos muy hábiles y lo sabía bien y sin duda estaba recordando lo que ella no podría olvidar jamás.

—¿Es un retrato de tu madre?—preguntó Bella,refiriéndose al cuadro de marco dorado colgado en la pared que había sobre la chimenea,ansiosa por apartar de su mente los pensamientos que la llevarían irremediablemente por el camino de la seducción.

—Sí.

—Era muy guapa.

—Pero tenía una mirada triste,¿no te parece?—La gente no suele sonreír cuando posa para un retrato,Edward.

—No es que no sonría;son sus ojos.Se la ve desgraciada.Me pregunto por qué no lo dejaría,por qué no se quedaría en América,por qué volvió.

—Tal vez le gustaba vivir aquí y pensó que lo echaría mucho de menos.—Negó con la cabeza incluso mientras iba pronunciando las palabras.—No puedo imaginar nada que echara más de menos que a su hijo.

—Entonces,¿crees que me habría preferido a mí antes que Inglaterra?

Bella percibió algo en su tono de voz y se sintió como si se hubiera lanzado de cabeza a una trampa,una trampa que ella misma había ideado y colocado.¿Preferir un lugar a una persona?Elegir un modo de vida...

Negó con la cabeza.Hablaban de su madre,no de ella.

—Tal vez temiera que tu padre fuera a buscarla,que fuera a buscarte a ti.Cielo santo,Edward,le dijo a todo el mundo que habías muerto.Encontró una forma de hacerte desaparecer de la vida de tu padre,pero de la de ella no pudo.—Volvió a mirar el retrato.—Tienes sus ojos,pero sin su tristeza.

—Supongo que tengo menos razones para estar triste.Bella lo miró,él ya la estaba mirando,con aquellos preciosos ojos de un pardo oscuro,siempre intensos.

—Recuerdo el día en que te conocí.Entonces me parecieron tristes.

—Porque tu madre apareció en la parte trasera de la tienda sin darme tiempo a desabrocharte el corpiño.

—No,ya contenían tristeza antes de eso.¿Cuántos años tenías cuando te subieron al tren de los huérfanos?

—Catorce.Cuando murieron quienes me cuidaban...yo los llamaba padre y madre...—Meneó la cabeza.—Ahora me siento estúpido,pero no supe ver que el que lleváramos apellidos distintos era importante.Pensé que era especial...

—Eres especial—dijo ella.

—Bueno,eso es discutible.El caso es que cuando murieron los que me cuidaban,nadie sabía qué hacer conmigo.No tenían más familia,de modo que los de protección de menores me dieron una maleta de cartón para que guardara en ella mis cosas y en cuanto me quise dar cuenta,estaba en un tren.Casi todos los chavales eran más pequeños que yo,mucho más pequeños,Bella.Lloraban asustados porque no sabían lo que iba a ocurrirles.

—Me contaste que habías llegado a Tejas a pie,pero nunca te pregunté desde dónde.

—Te acuerdas de muchas de las cosas que te conté.

—Creo que de todo.¿Hasta dónde te llevó el tren de los huérfanos?—insistió,pensando que tal vez él eludía la pregunta.Tenía muchísimas.Quería lo que siempre había querido:saberlo todo de su vida.

—Se me quedó una familia de Alaska.

—¿Se te quedó?

—Por decirlo de algún modo.Era humillante.Nos subían a una tarima desvencijada.La gente que pasaba por allí nos estrujaba los brazos para ver lo fuertes que estábamos,nos abría la boca para mirarnos los dientes,como si fuéramos ganado.Y yo creo que,para algunos,eso es lo que éramos.Supongo que la protectora de menores tenía buenas intenciones,quería encontrarnos un buen hogar a los niños huérfanos,pero muchos no veían en nosotros más que mano de obra barata.

—Después de inspeccionarnos,cuando ya estaban satisfechos,bajaban a un niño o a una niña de la tarima.A pesar de lo horrible que era viajar en el tren de los huérfanos,casi todos bajaban de la tarima gritando y dando patadas.

Con la mirada perdida,Edward probablemente no se dio cuenta de la fuerza con que agarraba la copa hasta que se le pusieron blancos los nudillos.

—Pero te escapaste y te fuiste a Tejas.

—Sí,eso hice—le respondió él con una sonrisa triste.

—Siento que te trataran mal,Edward,que hayas tenido una vida tan dura.

Su mirada se hizo más cálida y la tristeza desapareció de sus ojos.

—De no ser así,jamás te habría conocido.Mereció la pena,querida,para poder pasar una noche en tus brazos.Y no me importaría pasar otra.

Antes de que ella pudiera replicarle,él le acarició la mejilla con la mano que tenía libre,se inclinó hacia adelante y la besó,con pasión,con intensidad,como besa un hombre que no hace nada a medias.

En ese momento se abrió la puerta y los dos dieron un brinco al ver a Leah y Jacob entrar como si nada en la habitación,cogidos del brazo,en apariencia completamente ajenos a la tensión sexual que había empezado a propagarse sólo unos segundos antes.Quizá Bella se había equivocado al juzgar su habilidad para controlar a Edward,su convicción de que no precisaba carabina.Por el sudor que se le acumulaba entre los pechos como consecuencia del acaloramiento que el deseo le producía,muy bien podía necesitar más de una carabina.

—Perdona nuestra tardanza,milord—se excusó Leah.—He decidido dormir una pequeña siesta y Jacob no ha querido despertarme,aunque debería haberlo hecho.

—¿Os apetece beber algo?—preguntó Edward,con una voz casi normal y sólo una leve insinuación de aspereza.

—Yo me tomaré un coñac—respondió Jacob,dirigiendose a la mesa de las licoreras,donde Edward se unió a él.Bella se acercó a Leah.

—El rubor te sienta bien—le dijo su prima,frunciendo la boca para reprimir la sonrisa.

—Es el coñac—contestó ella.—Me acalora.

—Por el brinco que habéis dado los dos cuando hemos entrado,yo diría que no es eso precisamente lo que te acalora.

Bella se acercó un poco más para susurrarle al oído:

—Bueno,yo tampoco he creído ni por un instante lo de que has estado durmiendo la siesta.

—Cree lo que quieras.

—No soy yo la única que está sonrojada.

—Sí,prima,pero la diferencia es que yo estoy casada,por lo que el rubor en mi caso,es perfectamente aceptable.

Bella meneó la cabeza.

—Me cuesta creer que en algún momento haya llegado a pensar que somos amigas además de primas.

—Yo empiezo a sospechar que,igual que no se les debe pedir dinero a los amigos,tampoco se les debe pedir que hagan de carabinas.Quizá tenga que incluir tan sabio consejo en la próxima edición de mi libro.

Las carcajadas de los hombres resonaron por la habitación.

—¿Crees que están hablando de lo mismo que nosotras?—preguntó Bella.

—Seguramente no.Lo que hemos deducido no es motivo de risa.Tal vez se estén contando algún chiste.

—Quizá deberíamos unirnos a ellos—propuso Bella.

—Quizá.

Capítulo 41: Llegada Capítulo 43: Resistencía

 


 


 
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