Ángel

Autor: Lily_cullen
Género: Romance
Fecha Creación: 20/09/2016
Fecha Actualización: 01/02/2018
Finalizado: SI
Votos: 3
Comentarios: 18
Visitas: 93797
Capítulos: 38

La hermosa y caprichosa Isabella Devreaux puede ir a la cárcel o casarse con el misterioso hombre que le ha elegido su padre. Los matrimonios concertados no suceden en el mundo moderno, así que... ¿cómo se ha metido Bella en este lío?

 

Edward Mase, tan serio como guapo, no tiene la menor intención de hacer el papel de prometido amante de una consentida cabeza de chorlito con cierta debilidad por el champán. Aparta a Bella de su vida llena de comodidades, la lleva de viaje a un lugar que ella jamás imagino y se propone domarla.

 

Pero este hombre sin alma ha encontrado la horma de su zapato en una mujer que es todo corazón. No pasará demasiado tiempo hasta que la pasión le haga remontar el vuelo sin red de seguridad... arriesgándolo todo en busca de un amor que durará para siempre.

 

Algunos personajes le pertenecen a Stephanie Meyer la mayoría son propiedad de Susan Elizabeth Phillips. Esta historia es una adaptación del libro Besar A un Ángel de Susan Elizabeth Phillips. 

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Capítulo 36: Déjame ir

 

Mientras daba vueltas esa noche por el recinto, Bella se dio cuenta de que hubiera preferido seguir actuando con Edward. Al menos hubiera estado ocupada. Cuando le había dicho que no iba a volver a la pista con él, no sintió ni alegría ni decepción. Le dio igual. En las últimas semanas había descubierto un dolor mucho más profundo que cualquiera que pudiera provocarle con el látigo.

Observó el bullicio de la multitud al otro lado del recinto. Los niños cansados se aferraban a sus madres y los padres llevaban en brazos a los más pequeños con manchas de manzana de caramelo en las bocas. Antes, ver a esos padres hubiera hecho que los ojos se le llenasen de lágrimas de emoción, pues imaginaba a Edward llevando en brazos a su hijo. Pero ahora tenía los ojos secos. Junto con todo lo demás, había perdido la capacidad de llorar.

Como el circo permanecería allí esa noche, los empleados tenían la tarde libre y se habían dirigido al pueblo en busca de comida y alcohol. El recinto se fue quedando en silencio. Mientras Edward se ocupaba de Misha, ella se puso una de las viejas sudaderas de su marido y se movió entre los elefantes dormidos hasta llegar a Tater. Se arrodilló y se acurrucó entre las patas delanteras del animal y dejó que le apoyase la trompa en las rodillas.

Se arrebujó dentro de la sudadera de Edward. La suave prenda olía a él, a esa particular combinación de jabón, sol y cuero que ella habría reconocido en cualquier parte. ¿Llegaría a perder todo lo que amaba?

Oyó unos pasos. Tater se incorporó sobre los cuartos traseros y Bella vio un par de piernas enfundadas en vaqueros que no tuvo ninguna dificultad en reconocer.

Edward se puso en cuclillas a su lado y apoyó los codos en las rodillas, dejando colgar las manos entre ellas. Parecía tan triste que por una fracción de segundo quiso consolarlo.

— Por favor, sal de ahí —susurró él. —Te necesito tanto.

Bella apoyó la mejilla contra la arrugada piel del pecho de Tater.

— Creo que me quedaré aquí un rato más.

Edward hundió los hombros y pasó un dedo por el suelo.

— Mi casa. . . es grande. Hay una habitación de invitados con una buena vista del bosque que hay al sur.

Bella soltó el aliento con un suave suspiro.

— Hace frío esta noche. Va a nevar.

— He pensado que podríamos convertirla en una habitación infantil. Es una estancia agradable, soleada, con un gran ventanal. Tal vez podríamos tener allí una mecedora.

— Siempre me ha gustado la nieve.

Los animales se movieron y uno de ellos bufó en sueños. Tater levantó la trompa de la rodilla de Bella y la pasó por los hombros de Edward. El tono suave de Edward no disimuló su amargura.

— ¿No vas a perdonarme nunca? —Ella no dijo nada. —Te amo, Bella. Te amo tanto.

Ella oyó el sufrimiento en su voz, vio la vulnerabilidad en su cara y, si bien sabía que era debido a lo culpable que se sentía, Bella había sufrido demasiado dolor para encontrar placer en infligírselo a otro, en especial a alguien que era tan importante para ella.

— Tú no sabes cómo amar, Edward.

— Puede que eso fuera cierto antes, pero ya no lo es.

Tal vez fuera por lo cómoda que se sentía bajo el corazón de Tater, o tal vez fuera el dolor de Edward, pero Bella sintió que la gélida barrera que rodeaba su corazón comenzaba a agrietarse. A pesar de todo, todavía lo amaba. Se había mentido a sí misma cuando se dijo que no lo hacía. Él era su alma gemela y su corazón siempre le pertenecería. Con esa certeza llegó un conocimiento más profundo y amargo. Si volvía a caer víctima del amor que sentía por él, podría acabar destruida y, por el bien del bebé, no podía permitir que eso ocurriera.

— ¿Es que no lo ves? Sólo te sientes culpable.

— Eso no es cierto.

— Eres un hombre orgulloso. Has violado tu código del honor e intentas arreglarlo. Lo entiendo, pero no voy a dejar que mi vida se base en unas palabras que no sientes de verdad. Este bebé es demasiado importante para mí.

— El bebé también es importante para mí. 

Ella hizo una mueca de dolor. 

— No digas eso, por favor.

— Te probaría mi amor si pudiera, pero no sé cómo hacerlo.

— Tienes que dejarme ir. Sé que eso heriría tu orgullo y lo siento, pero vivir contigo así es demasiado duro para mí.

Él no dijo nada. Ella cerró los ojos e intentó ocultarse tras la helada barrera que la había mantenido en pie hasta entonces, pero Edward había provocado demasiadas grietas.

— Por favor, Edward —susurró entrecortadamente. —Por favor, deja que me vaya.

La voz de Edward apenas era un susurro.

— ¿Es eso lo que quieres de verdad?

Bella asintió con la cabeza. Jamás había pensado que lo vería tan derrotado, pero en ese momento la chispa que ardía en el interior de Edward pareció apagarse.

— Vale —dijo con voz ronca. —Que sea como tú quieras.

Si eso era lo que quería, ¿por qué le dolía tanto?

A su lado se movió una sombra, pero los dos estaban demasiado absortos en su sufrimiento para darse cuenta de que alguien más había escuchado la conversación.

 

 

Capítulo 35: Ya no sé que hacer Capítulo 37: Un final maravilloso

 
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