Ángel

Autor: Lily_cullen
Género: Romance
Fecha Creación: 20/09/2016
Fecha Actualización: 01/02/2018
Finalizado: SI
Votos: 3
Comentarios: 18
Visitas: 93779
Capítulos: 38

La hermosa y caprichosa Isabella Devreaux puede ir a la cárcel o casarse con el misterioso hombre que le ha elegido su padre. Los matrimonios concertados no suceden en el mundo moderno, así que... ¿cómo se ha metido Bella en este lío?

 

Edward Mase, tan serio como guapo, no tiene la menor intención de hacer el papel de prometido amante de una consentida cabeza de chorlito con cierta debilidad por el champán. Aparta a Bella de su vida llena de comodidades, la lleva de viaje a un lugar que ella jamás imagino y se propone domarla.

 

Pero este hombre sin alma ha encontrado la horma de su zapato en una mujer que es todo corazón. No pasará demasiado tiempo hasta que la pasión le haga remontar el vuelo sin red de seguridad... arriesgándolo todo en busca de un amor que durará para siempre.

 

Algunos personajes le pertenecen a Stephanie Meyer la mayoría son propiedad de Susan Elizabeth Phillips. Esta historia es una adaptación del libro Besar A un Ángel de Susan Elizabeth Phillips. 

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Capítulo 26: Los odio!

Brady estaba furioso con Sheba. 

— No quiero que metas las narices en esto. 

— Sólo quiero que te tranquilices un poco. Vamos dentro.

Él subió las escaleras y abrió de un tirón la puerta metálica. Estaba demasiado alterado para prestar atención a los lujosos muebles que hacían de la RV de Sheba la caravana más ostentosa del circo.

— ¡Es una ladrona! ¡Mi hija es una puta ladrona! Permitió que se culpase a Bella. —Apartó a un lado un juego de pesas y se dejó caer sobre el sofá, donde se pasó la mano por el pelo.

Sheba cogió una botella de Jack Daniel's del armario de la cocina y llenó dos vasos. Ninguno de los dos era bebedor y Brady se sorprendió cuando ella vació el contenido de uno de los vasos antes de pasarle el otro. Cuando se acercó a él la bata se le ciñó a las caderas, haciendo que Brady se olvidara de su enfado, aunque sólo fuera por un momento.

Sheba tenía la habilidad de nublarle la mente. No era algo que le gustara y había luchado contra ello desde el principio. Era engreída, terca y lo volvía loco. Era de esas mujeres que tenían que estar al mando en cualquier situación, un control que él nunca cedería a una mujer por mucho que lo atrajera. Y no había ninguna duda de que Sheba Vultiri lo atraía. Era la mujer más excitante que había conocido nunca. Y la que más lo irritaba.

Sheba le dio el vaso de whisky y se sentó a su lado. Al hacerlo se le abrió la bata dejando al descubierto un muslo. Era vigoroso y esbelto y Brady sabía, tras haberla observado trabajar con los trapecistas, lo tonificado que estaba. En la RV se encontraba todo el equipo que ella utilizaba para mantenerse en forma. Había instalado una barra de ejercicios sobre la puerta del dormitorio. En la esquina había un banco de entrenamiento con un surtido de pesas de mano.

Sheba se reclinó sobre los almohadones del sofá y cerró los ojos. Arrugó la cara, casi como si fuera a echarse a llorar, algo que nunca le había visto hacer.

— ¿Sheba? —Ella abrió los ojos. —¿Qué te pasa?

La mujer apoyó un tobillo en la rodilla opuesta adoptando una postura típicamente masculina. Era tan descarada que Brady no entendía cómo podía parecer a la vez tan femenina.

Vislumbró un retazo de seda púrpura entre las piernas de Sheba y encontró un blanco para su furia.

— ¡Por qué no te sientas como una señora en vez de como una vulgar mujerzuela!

— No soy tu hija, Brady. Me sentaré como me dé la gana.

Brady nunca le había pegado a una mujer en su vida, pero en ese momento supo que le estallaría la cabeza si no la provocaba. Con un movimiento tan rápido que ella no lo vio llegar, la agarró de la bata y la puso en pie de golpe.

— Te la estás buscando, nena. 

— Por desgracia, tú no eres lo suficiente hombre para darme lo que quiero.

Brady no pudo recordar ninguna otra ocasión en la que se sintiera tan furioso y Sheba se convirtió en el blanco de todas las emociones que estaban a punto de explotar en su interior.

— ¿Me estás provocando, Sheba? ¿Es que no tienes a mano a nadie mejor que yo? Soy el hijo de un carnicero de Brooklyn, ¿recuerdas?

— Lo que eres, es un bastardo deslenguado. Lo insultaba a propósito. Era como si ella misma quisiera que la lastimara, y él estaba dispuesto a complacerla. Le abrió la bata y se la arrancó de un tirón.

Sheba se quedó desnuda salvo por unas provocativas bragas de seda color púrpura. Tenía los pechos grandes y los pezones oscuros del tamaño de una moneda de medio dólar. Ya no tenía el vientre plano y sus caderas eran más redondeadas de lo que deberían ser. Era voluptuosa y madura en toda la extensión de la palabra, y Brady nunca había deseado tanto a una mujer.

Ella no hizo ningún intento por cubrirse, sino que le sostuvo la mirada con un descaro tal que le dejó sin aliento. Sheba arqueó la espalda y colocó la pierna izquierda delante de la derecha con un movimiento elegante. Luego plantó la mano sobre la cadera. Sus pechos se balancearon ante Brady y éste perdió el control. —Que te jodan. Ella siguió provocándole.

— Eso intento, Brady. Eso intento.

Intentó cogerla, pero olvidó lo veloz que era. Sheba se alejó con rapidez, con el pelo rojo flotando a su espalda y los pechos rebotando. Brady se abalanzó tras ella, pero se le volvió a escurrir entre los dedos. Sheba se rio, pero no fue un sonido agradable.

— ¿Estas mayor para esto, Brady?

Iba a domesticarla, no importaba lo que tuviera que hacer. Impondría su voluntad sobre esa mujer.

— No tienes ni la más mínima oportunidad —se burló él.

— Ya veremos. —Sheba le arrojó una de las pesas, que cayó rodando al suelo como si fuera un bolo.

A pesar de la sorpresa, él la esquivó con facilidad. Vio un destello de desafío en los ojos de Sheba y cómo le brillaban los pechos por el sudor. El juego había comenzado.

Brady hizo una finta a la izquierda y luego se volvió a la derecha. Por un momento, la tomó por sorpresa, pero cuando él le rozó el brazo con los dedos, ella dio un salto y se colgó de la barra de ejercicios que había en el dintel de la puerta.

Con un grito triunfal, Sheba comenzó a balancearse, hacia delante y atrás. Arqueó la espalda y encogió las piernas, usándolas para golpearlo. Sus pechos se movían como una invitación y aquellas diminutas bragas púrpuras se deslizaron a un lado, revelando el vello rojizo que cubrían. Brady nunca había visto nada más hermoso que Sheba Cardoza Vulturi, la reina de la pista central, actuando para él en esa representación privada.

Aquello sólo tenía una salida posible. Brady se quitó la camiseta y los zapatos. Ella siguió meciéndose mientras observaba cómo él se quitaba los pantalones cortos. A Brady no le gustaba llevar ropa interior y estaba desnudo debajo de ellos.

Los ojos de la mujer escrutaron cada centímetro de su cuerpo; Brady sabía que ella apreciaba lo que veía.

Cuando se acercó, Sheba le dio una patada, pero él la sujetó por los tobillos.

— Bueno, a ver qué tenemos aquí. Le separó lentamente las piernas formando un arco.

— Eres un demonio, Brady Pepper. 

— Ya deberías saberlo. —Le recorrió las curvas con los labios y siguió explorando, ascendiendo por el músculo del interior del muslo. Cuando alcanzó el retazo de seda púrpura, se detuvo un momento para mirarla a los ojos, luego inclinó la cabeza y la mordisqueó a través de la delicada tela.

Ella gimió y apoyó los muslos en sus hombros. Él aferró las nalgas de Sheba con las palmas de las manos y continuó con su húmeda caricia. Sheba cambió de posición y se soltó de la barra. Brady profundizó la presión de su boca mientras ella cabalgaba sobre sus hombros y se apretaba contra él.

La mujer echó la cabeza hacia atrás mientras la llevaba por el pasillo hacia la enorme cama de la parte trasera. Se dejaron caer sobre ella. Sheba perdió el control cuando Brady le quitó las bragas y hundió los dedos en su interior mientras se recreaba en sus pechos.

Sheba se retorció para colocarse encima y montarle, pero él se lo impidió. 

— Aquí mando yo. 

— ¿De verdad crees eso?

— Por supuesto que lo creo. —La puso boca abajo, luego la colocó de rodillas para poder penetrarla desde atrás, pero se dio cuenta de que no podía tomarla de ese modo. No quería negarse a sí mismo el placer de observar la arrogante cara de Sheba cuando se hundiera en ella.

Antes de que pudiera hacer nada, ella emitió un gruñido que se convirtió en un gemido. Con un poderoso movimiento, Sheba se volvió y pasó la pierna por encima de la cabeza de Brady para quedarse boca arriba. Él pudo sentir un deseo tan poderoso como el suyo.

El pecho de Sheba subía y bajaba agitadamente.

— No vas a doblegarme.

— Quizá no quiera.

Aquellas palabras los tomaron a los dos por sorpresa y, por un momento, no dijeron nada más.

Sheba se humedeció los labios.

— Bien. Porque no podrías hacerlo. —Extendió las manos hacia él y agarró los poderosos brazos de Brady para atraerlo hacia ella. Eso lo colocó en la posición dominante pero, como era ella quien lo había dispuesto así, él no se sintió tan dominante como quería y la castigó con un envite profundo y duro.

Sheba respondió alzando las caderas para recibirlo y su gutural susurro resonó en los oídos de Brady.

— Ya puedes tomártelo con calma, bastardo, o te mataré.

Él se rio.

— Eres desquiciante, Sheba Vulturi. Realmente desquiciante.

Ella cerró el puño y lo golpeó en la espalda. Se desató una batalla por el poder y, por un mudo acuerdo, se decidió que el primero que alcanzara el éxtasis sería el perdedor. Una trapecista y un equilibrista; la flexibilidad de sus cuerpos otorgaba infinitas posibilidades a su manera de hacer el amor. Celebraban la necesidad de conquistar, pero cada castigo erótico que se infligían el uno al otro también se lo infligían a sí mismos. Esto los obligó a utilizar sus afiladas lenguas como armas de batalla. Ella dijo:

— Sólo me acuesto contigo para que no lastimes a Heather.

— Ha sido lo único que se me ha ocurrido para que te tranquilizaras.

— Mentirosa. Necesitabas un semental. Todos saben cuánto necesita a sus sementales la pequeña Sheba.

— No eres un semental. Sólo un caso de caridad.

— ¿Es Edward el único al que quieres como semental? Lástima que él no te quiera a ti.  

— Te odio.

Y así siguieron, hiriéndose y castigándose hasta que, de repente, dejaron de decirse aquellas crueles palabras. Se unieron, escalando juntos hasta la cima y, en un momento arrebatador, se olvidaron de todo.

Después Sheba intentó salir apresuradamente de la cama, pero Brady no la dejó.

— Quédate aquí, nena. Sólo un momento.

Por una vez, la dueña del circo contuvo su afilada lengua y se giró en los brazos de Brady. Los mechones de su pelo rojizo se esparcieron como cintas relucientes sobre el pecho masculino.

— Bella será ahora una heroína. —Brady sintió cómo se estremecía al decirlo.

— Se lo merece.

— La odio. Le odio.

— No tiene nada que ver contigo.

— ¡No es verdad! No sabes nada. Las cosas iban bien cuando todos pensaban que Bella era una ladrona. Pero ahora no. Ahora Edward pensará que ha ganado.

— Olvídalo, nena. Simplemente olvídalo.

— No me das miedo —le dijo desafiante.

— Lo sé. Lo sé.

— No me da miedo nada.

Él la besó en la sien pero no la llamó mentirosa. Sabía que Sheba tenía miedo. Por alguna razón, la reina de la pista central ya no se reconocía a sí misma y eso la asustaba muchísimo.

 

 

Capítulo 25: El tiempo pasa y las cosas cambian Capítulo 27: Lo siento

 
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