Para ser sincero, no tengo la menor idea de cómo comenzar esto aunque estoy seguro de que ya lo estoy haciendo. Supongo que decir mi edad sería estúpido viendo lo complicada que es mi historia, pero para ser amable te lo contare. Tengo alrededor de 132 años, algo aproximado puesto que perdí la cuenta cuando deje de celebrarlo hace ya mucho. Hace un par de meses que me he encontrado perdido, vagando por las calles sin rumbo. He caminado más que nunca y he ansiado poder sentir algo más que en los años de cólera. He tenido días difíciles, en donde la sangre es más tentadora que otras veces, pero también días fáciles en donde no beber nada es mejor que sentir el elixir en tu boca. Hace ya mucho que el “original” no se contactaba conmigo, por lo que tener un objetivo en mi existencia no era probable. Ya me había decidido a abandonar esa traicionera promesa a permanecer en las sombras y temerle la luz del sol. El “original” había sido muy estricto con respecto a que nunca dejara que la luz me tocara la piel, pero de verdad ya no lo soportaba. Salir solo por las noches me hacía sentir abandonado, las únicas personas con las que me encontraba, eran asquerosamente de la estirpe melodramática de la prostitución, psicópatas, asesinos y uno que otro joven que era rescatado por mí para que no fuera asesinado. Ser el villano para mis adentros y el héroe para los humanos, era molesto. No quería llamar la atención pero era inevitable no salvarles la vida, ellos al menos podían vivirla, yo solo existía.
Una mañana soleada en la pampa de Holanda, me encontré solitario, caminando sin siquiera darme cuenta. El viento era fuerte y no había señales de algún ser vivo que pudiera proveerme sangre, así que solo camine. Llegue a un bar que parecía restaurante, en donde personas de todas las edades estaban almorzando. Sopas, pastas, guisados y más cosas se me antojaron. Los aromas eran increíbles, pero sabía que no podía comer nada de eso. Mi estómago resonaría como un tanque vacío arrojándole rocas como bocadillos. Entre despacio, alejándome una vez más de la orilla de la ventana y sumergiéndome en una de las tantas mesas al interior del restobar (restaurante, bar). Una muchacha pálida y de aroma dulzón me dio la abofeteada inicial, sumergí mi rostro dentro de la capucha y escuche.
-Buenas tardes, ¿Que desea comer? –Supuse que de día servían a la multitudinaria población de 10 personas y que durante las noches el lugar se volvía un bar, ya que el olor era pestilente.
-Uhm… Solo consumiré líquidos. Quiero un jugo natural de naranja. En lo posible, que este muy helado. –Ella buscaba mi rostro, presentí como observaba al dueño del lugar que la esperaba atento desde la entrada a la cocina.
-Señor, disculpe… -Ella se retiraba, fue como si le hubieran llamado la atención solo con la mirada. Arroje mi billetera repleta de dinero sobre la mesa, ella se detuvo a obsérvala.
-Supongo que ese no es el problema ¿Verdad? –Ella me observo nuevamente, trago saliva.
-No tiene que ver con usted… -Ella camino tastabillando hasta cuando el hombre apretó su brazo y la lanzo dentro de la cocina. Escuche toda su burda conversación y la obligación que le plateaba. No había lavado la loza como él deseaba, y como forma de pago, ella debía acostarse con él. Ella se reusó, pero no pudo resistir demasiado cuando él la estaba obligando y arrinconado en contra de la pared. Me picaban las manos por estrechar mi puño en contra de su rostro, pero había público, no podía hacer eso. Deje que la rabia me corrompiera y simplemente omití el sonido. Luego de un par de minutos -unos muy cortos-, la chica volvió con su blusa desgarrada y ojos llorosos.
-Aquí está su jugo, tal como lo pidió. –Ella entrego el jugo congelado y lo puso frente a mí.
-Hubiera deseado otra cosa en este momento… Pero gracias. –Supuse que mi tono era solo para ella, pero lo había dicho muy alto.
-Si necesita algo más, puede decírmelo… Lo que sea. –Deslizo una manta blanca que traía entre sus manos y mostró los moretones que le afligían. Tenía el brazo dislocado, y a pesar de que le dolía mucho, ni siquiera se quejaba. Ella estaba acostumbrada al dolor.
-Si te pido lo que quiero, vas a terminar muerta. –Ya quería alejarla, estaba pasando demasiado tiempo a mi lado y su aroma me tenía poseído. Su jefe nos observaba nuevamente.
-En ese caso… Es mejor que lo que tengo que vivir. –Se inclinó a mi lado y recordé esa frase, esa era mi frase. La misma que le había relatado al “original” cuando me cambio. Supe que estaba molestándome, supe que estaba controlando a la chica para que dijera lo que el quería; Tome de un solo trago el jugo y deje el dinero. La chica no se movió hasta que yo comencé a caminar por el pasillo.
-Hasta pronto señor. –El hombre sucio y la chica dijeron al unísono.
-Hasta nunca. –No deseaba volver a ese lugar, jamás.
Camine nuevamente por la calle hasta perderme otra vez por el campo. Cada vez que comenzaba a tener contacto por demasiado tiempo con un humano, o con cualquier ser que pudiera tener algún contacto de comunicación conmigo, el “original” siempre me arruinaba. No me dejaba ser independiente aun cuando él ni siquiera estaba cerca, me hundía en la soledad y por lo mismo ya había aprendido a guardar silencio, a no decir absolutamente nada. Muchas veces esa era la razón por la cual me odiaban, solo les escuchaba mientras casualmente les dirigía una mirada, nunca podía responder más de una palabra porque siempre estaba siendo monitoreado. Por más que camine y me aleje de la sangre humana, la chica del bar me había seguido durante horas, y su olor ya me tenía más que sediento, hambriento. Ella se sorprendió al tiempo que desaparecí, ya estaba decidido, ella sería mi cena. Esa noche fue tranquila, ya no tenía sed y tampoco deseaba pensar mucho en eso. Me perdí observando las estrellas como lo hacía siempre.
-¿Tengo que estar siempre tan solo? –La luna no me respondió. Últimamente, o más bien nunca lo hacía, pero siempre tenía la esperanza de poder escucharle. -¿Por qué yo? ¡Dime! ¿Acaso no soy lo suficientemente bueno para ti? ¿Eh? Ya no lo soporto ¡Luna! Ya no lo soporto. –Me dolía saber y asumir que estaba solo, completamente solo. Quizás no era el único con la maldición pero al menos podía imaginarme que ellos eran menos miserables que yo.
Esperé a la mañana para emprender viaje nuevamente. Cuando ya comencé a ver la ciudad, me sumergí dentro de mi traje y mi gorra. El sol no podía tocarme por ningún lugar a pesar de que lo quisiera. Varias veces había intentado tocar el sol para ver que me sucedía, pero siempre terminaba por arrepentirme. Era un cobarde, y me lo decía a cada momento que pasaba. Llegue a un sitio en donde mucha gente se aglomeraba, ya estaba dentro de la ciudad y sus aromas eran cálidos para mí. Sufrir era sentir, ya que no solía tener ese sentimiento todo el tiempo, eso era placentero. Un joven se acercó a mí, supe que era como yo por la forma en como atravesó a la multitud y se acercó a mí, toda la gente parecía conocerle, como que no estaban ni siquiera aterrorizados.
-Bienvenido forastero. –El joven tenía una voz profunda, sombría.
-¿Forastero? –Impulsivamente mi boca se cerró.
-Supongo que estas sediento… Te ofrezco a mis sirvientes, quizás alguno de ellos te llame la atención. –Todas las personas se detuvieron a nuestro alrededor, tenían miedo. Me observaron suplicantes. Rogué para que ninguno de ellos cortara sus venas y me obligara a resistirme. No me equivocaba, el joven tenía ojos envueltos en llamas. El quería que me uniera a él, él tenía un tipo de “iniciación” para apoderarse de personas como yo. Lo sabía, podía sentirlo dentro de mí.
-¿Qué acaso no habla? –Una chica de cabello castaño y liso saltó a su lado.
-Le tienen que haber comido la lengua los ratones. –Un hombre bajo y rubio, muy pequeño y con cicatrices de mordidas en su rostro, mordió a una mujer adulta a un costado. Soltó su cuerpo, y este sonó como si los huesos se hubieran destrozado.
-¿No tienes sed? –El joven principal se acercó preocupado.
-No. –Apreté mis dientes.
-¿No nos vas a dar en el gusto? –El rubio se me acerco.
-No. –Todos se intimidaron, estaban alerta.
-¿Ni siquiera a mí? –La mujer olía a desagüe, realmente era atroz.
-Menos a ti. –Susurre. Los humanos comenzaron a moverse, a correr. La situación me tenía molesto, al borde del cataclismo. Sabía que si intentaban atacarme, los destruiría en segundos. El “original” había sido muy amable conmigo, me había enseñado a defenderme.
-¿A dónde vas? ¿Crees que podríamos acompañarte? –El joven nuevamente.
-A donde voy, no admiten a más de un monstruo. –Mentí, como si tuviera destino.
-¿Monstruo? ¿Quién te crees que eres?.. –El rubio se acercó amenazante, yo ya estaba preparado para atacarle pero algo me detuvo, unos aromas. Eran 4, con capas negras y largas y con forros rojos como la sangre. Los tres vampiros se arrodillaron con dolor, como si les estuvieran clavando una espada ardiente en el estómago. Una chica rubia y de mediana estatura, con enormes y fervientes ojos de color rojo se me acerco. No me moví, los otros con capas aniquilaban a los pobres jóvenes que ahora, me daban lastima. No quería terminar como uno de ellos, pero sabía que ella tenía otro objetivo para mí.
-¿Te unirías a la realeza Vulturi? –La chica ofreció su mano, una mano que toco la luz del sol sin desintegrarse, sino que para convertirse en une hermosa pieza de brillantes.
-¿Vulturi? –Susurre, estaba confundido.
-Supongo que el “otro” no te hablo de nosotros… Quizás Aro pueda decirte de donde provienes y a donde te diriges. No eres miserable, ni tampoco estas solo… Ahora, estas con nosotros. –Apretó mi mano con la suya, estábamos conectados por algún motivo, podía sentir como su mente deseaba algo que yo tenía, quizás hacerme sufrir.
-Que consuelo. –Dije sarcástico. Corrimos hasta un punto en el cual me sentía obligado a cumplirles. Eran manipuladores al extremo de hacerme creerles. No lo hacía, pero ellos creían que me habían manipulado a la perfección. Si ese tal Aro tenia respuestas, a él me dirigiría.
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