Stripper Love(+18)( Edward's in the Air)

Autor: roxy_cullen
Género: + 18
Fecha Creación: 26/02/2010
Fecha Actualización: 17/05/2010
Finalizado: SI
Votos: 35
Comentarios: 57
Visitas: 116800
Capítulos: 16

Propiedad de  Edward's in the Air

Edward Cullen viaja a la ciudad de Las Vegas por la despedida de soltero de su amigo sin esperar encontrarse con una exótica bailarina que le hará ver la vida de una forma completamente distinta.

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Capítulo 9: Chapter 9

Bella.

Edward Cullen, treinta y un años.

El cuerpo se me quedó estático al escuchar su voz grave y rasposa. No pude, sin embargo, juntar las fuerzas necesarias para verlo. Seguía con la mirada clavada en el papel, aunque realmente no veía nada de lo que estaba escrito allí. La pluma se quedó oscilando al terminar de escribir la 'E', pero no dio más… No dí más. Simplemente esto no podía estar pasando.

Alice me apretó la mano por debajo de la mesa. La escuché murmurar un «Yo me hago cargo», así que seguí mirando al folio. Emily soltaba maldiciones en voz baja, bastante vulgares a decir verdad.

—¿Señor Cullen? —preguntó Alice—. ¿Por qué cree usted que debería ser elegido para el film?

—Oh, bueno —dijo Edward. Podía sentir su mirada penetrarme hasta no más, pero seguí con la cabeza baja—. Creo que soy bastante capaz de hacer… lo que sea que vayan a hacer en la película.

—Por mí, está más que contratado —dijo Emily en voz baja. Yo gruñí.

—Entonces —continuó Alice—, ¿cree que por poder mantener una relación sexual por mucho tiempo lo hace capaz de estar con nosotras en una película?

—La película no me interesa —dijo Edward sereno. Sentí mi corazón salirse de control.

—¿No le interesa? —exclamó Alec adelantándose—. Entonces, Sr. Cullen, creo que no tiene nada que hacer aquí.

Edward no respondió enseguida, pero cuando lo hizo, su voz sonaba burlona.

—¿No es usted el instructor de buceo que se revolcó con mi prometida? —preguntó riéndose.

—N-No —dijo Alec nervioso—. Me es-está confundiendo.

—Suficiente —dijo Emily harta—. ¿Dice usted, Sr. Cullen, que no desea participar en la película?

—No —contestó Edward—. No deseo hacerlo en lo absoluto.

Me levanté de golpe: no estaba dispuesta a escuchar más. No cuando estaba dando a entender mentiras, más mentiras. Sin verlo siquiera, alejé la silla y salí caminando lo más rápidamente posible hacia mi camerino.

El corazón me latía más aprisa a cada paso que daba. ¿Qué demonios hacía ahí? Conforme me iba acercando a la habitación, escuché pasos rápidos acercarse a mí, por lo que aceleré un poco más, casi corriendo. La estúpida idea de que Edward me estaba siguiendo me atravesó el cerebro, pero la deseché tontamente. Probablemente era Alice o Alec, que acabarían hostigándome hasta sacarme información.

—¡Bella! —gritó una voz. Giré mi cabeza aterrorizada, porque esa voz no era la de Alec, ni de Alice. Era él, corriendo ya a poca distancia de mí.

—Mierda —susurré antes de correr más a prisa. Las sandalias se me zafaron de lo rápido que iba, pero poco me importó. Necesitaba alejarme de él antes de hacer cosas de las que me arrepentía.

—¡Bella, detente! —gritó de nuevo—. ¡Por favor!

¿Estaba suplicándome? ¿De verdad estaba pidiéndome que me detuviera? ¡Merecía ser lapidado por escupir tantas mentiras! No podía tener esto… no ahora. No cuando iba a comenzar de nuevo.

Abrí la puerta rápidamente y puse toda la fuerza del mundo en tratar de cerrarla, pero Edward llegó e impidió que lo hiciera, interponiendo su cuerpo. Retrocedí hasta llegar a la pared, viendo como él mismo cerraba la puerta. Me hizo frente, y me sentí tan pequeña y tan vulnerable que casi, casi me encojo de miedo. Era como tener una aparición divina que es tan hermosa que no puedes creer que sea verdad…

—¿Por qué me temes, Bella? —dijo acercándose cada vez más. Me fui acercando al teléfono que estaba en el tocador mirándolo retadoramente, pero podía verse a leguas que el miedo me carcomía las entrañas.

—N-No te temo —respondí—. ¿P-Por qué habría de hacerlo?

Edward sonrió, dando un paso más cerca. Con sólo estirar la mano, podría levantar el auricular y marcar 003, que era la extensión de seguridad.

—No pareces feliz de verme —dijo Edward. El maldito se estaba burlando de mí, pero no pude hacer más que responderle como él me respondió.

—N-No lo estoy —dije, y la sonrisa de Edward se ensanchó aún más.

—Veo que no has olvidado nada —rió.

—Edward, márchate —dije tomando el teléfono—. Llamaré a seguridad.

Enarcó una ceja antes de dar un paso más hacia mí, y cuando marqué el primer cero, sus manos me despojaron del aparato y lo lanzó a un lado. Quedé de espaldas a él, frente al espejo del tocador. El espacio entre los dos era mínimo, y a pesar de que el miedo incrementó aún más, comencé a sentirme increíblemente urgida. Lo necesitaba de nuevo, maldita sea.

—No hay necesidad de eso, Bella —susurró Edward pegándose a mí—. Si no quieres, dime y me voy.

—¿Por qué? —pregunté incapaz de decir otra cosa más coherente—. ¿Por qué viniste?

—Ví los panfletos —respondió deslizando sus manos por delante de mi cintura—. Necesitaba verte… otra vez. No puedo dejar de pensar en la otra noche, Bella.

Los ojos se me pusieron en blanco cuando me mordió el lóbulo de la oreja, succionando un poco la piel. Instintivamente, enterré mi trasero en su erección. Lo escuché gruñir pero se hundió más en mí, haciendo la distancia prácticamente inexistente.

—¿Ves? —preguntó con voz pastosa—. Me necesitas… tu cuerpo me reclama.

El recorte del anuncio del periódico anunciando su boda fue perdiendo poder en mí, pero a pesar de la gloriosa sensación que tenía en mi parte trasera, la poca voluntad que me quedaba hizo clic en mi cerebro: él se casaría, y me buscó solamente para un rato más de diversión. No podía permitir eso otra vez… no cuando mi corazón se estaba recuperando todavía.

—N-No… Edward —dije casi en un gemido—. A-Aléjate…

Su respuesta fue una serie de besos en mi cuello mientras acariciaba mi abdomen por debajo de la blusa. Solté pequeños gemidos que parecían endurecerlo cada vez más, y yo misma me sentía humedecer a cada segundo.

—D-Detente, por favor —rogué cuando ya no podía más—. ¡Detente!

—No lo haré —dijo bajando sus manos hasta mis piernas—. Lo quieres tanto como yo…

Sus dedos subieron lentamente mientra él hundía su cara en mi cuello. La respiración de Edward junto con el trayecto de sus manos ascendiendo me hizo perder el equilibrio. Los gemidos se volvieron más pesados, e incluso tuve que entreabrir mi boca todo el tiempo porque simplemente no dejaban de salir. Traté de retenerlos, claro está, pero Edward parecía estar empeñado en hacerme gritar… y temí que no se detuviera hasta lograrlo.

—¿Paro? —gruñó, lamiéndome disimuladamente la piel del cuello. Gemí en respuesta, arqueándome contra él—. ¿Quieres que pare?

Al no responderle, sus manos abandonaron mis piernas y subieron por mis brazos, llegando hasta los tirantes de la blusa que llevaba puesta. Los bajó simultáneamente, y junto con ellos bajó toda la blusa, descubriendo mis pechos. A pesar de que llevaba sostén, la tela no era suficientemente gruesa para ocultar la emoción que sentía.

—No me has respondido, Bella —dijo cubriéndome con sus grandes manos—. Te pregunté si querías que me detenga.

—S-Sí —gemí dificultosamente. Aún abordada por la terrible excitación, no podía permitir que se aprovechara de mi cuerpo, pero bueno, eso era algo que poco a poco iba pasando en un segundo plano—. D-Detente.

Ronroneó en mi cuello al mismo tiempo que bajaba los bordes del sostén, y cuando sentí sus dedos enredarse en mis pezones, la cordura se escapó por la ventana, al igual que todos los pensamientos coherentes. Solo importaba Edward, y que siguiera haciendo esas cosas tan increíbles con sus manos.

—¿Eso quieres? —dijo alejando su cara, pero sin detener los apretones. Meneé la cabeza, ya resignada—felizmente resignada—a ser ultrajada una vez más. Su mano izquierda dejó uno de mis pechos y bajó hasta mi zona sur, donde masajeó suavemente, de atrás hacia delante estrujando mi clítoris en movimientos circulares. Este Edward se parecía tanto al Edward de mis fantasías, donde sólo me tentaba y me hacía llegar al orgasmo únicamente con sus dedos—. Eso pensé, porque francamente, Bella… no tienes cara de querer parar.

Otro gemido, esta vez más audible que los anteriores, se escapó de mis labios y me hundí más en su erección. Ya no podía más… estaba empapada y eso Edward podía notarlo. Sus gruñidos extremadamente sensuales me deshacían al igual que el contacto de sus frías manos.

—P-Por favor —rogué girando un poco mi cabeza—… P-Por f-favor, Edward…

Imitó a Carlisle y rompió mi tanguita de un solo movimiento, pero esta vez no sentí dolor. El placer y la excitación recorrían velozmente mis venas, por lo que no sentí ni ardor ni nada. Sólo disfrutaba el contacto de sus dedos rozando mi piel mientras me subía la falda, haciéndome soltar pequeños gemidos.

Sus manos tomaron mis caderas y me giraron para encararme con él. Sus ojos, negros de lujuria, me perforaban con la mirada mientras me deshacía de su cinturón y pantalones con las manos temblorosas. Las de él se posaron en mis senos, masajeándolos suavemente, atrapando mis pezones con leves pellizcos que me hacían volver los ojos hacia atrás.

Cuando tomé su miembro excitado por debajo de sus bóxers—todos los hombres deberían usar un SEXLife al menos una vez en su vida—, Edward se inclinó sobre mí, encerrándome con sus brazos. Comencé a masajearlo, de arriba abajo, pero no pude continuar más: me alzó de la cintura colocando mis piernas alrededor de él, y con un movimiento bastante delicado, se adentró en mí.

—Dios…

Edward entraba con fuerza pero delicadamente, manteniendo su boca muy cerca de la mía. No me besó, sin embargo. Eso fue algo que apunté en mi diario mental para reclamarle después. Pero en esos momentos, lo único que tenía rondando por mi cabeza era qué tan bien se sentía tenerlo dentro...

El ritmo se aceleró, al igual que mi respiración. Pronto dejaron de ser simples gemidos los que salían de mi boca, si no que eran gritos implorantes por más, de él y de la deliciosa fricción que tenía en mi interior. Depositó mi trasero en el tocador donde siguió embistiéndome continuamente. Pero algo dentro de mi cerebro hizo clic y entendí que ya no podía seguir rebajándome a esto… no cuando no era trabajo. El auricular estaba tan cerca del alcance de mi mano…

—Te necesito, Bella —ronroneó con voz grave.

Aunque estuve a punto de derretirme ahí mismo, mi mente comenzó a trabajar a mil por hora: había venido aquí para obtener otra follada—la cual estaba teniendo—, reclama mi cuerpo como fuera el suyo, ¡dice que me necesita, cuando va a casarse dentro de unos meses! Eso fue todo lo que necesité para que la furia deshiciera poco a poco la excitación… pero eso no significó que yo dejara de sentir lo que estaba sintiendo en esos momentos.

Alejé mi mano de su cuello en donde se había enredado y, sabiendo que el auricular estaba descolgado, marqué los números rápidamente. Edward comenzó a acelerar el ritmo, y se hundió más dentro, ya rozando sus labios con los míos. Quitó de un solo tirón mis manos del teléfono, colocándolas de vuelta en su cuello. Fue ahí donde se me ocurrió gritar.

—¡Edward! —gemí audiblemente, y ahogó el resto de mis besos con sus labios, haciéndome sacar la bandera blanca y entregarme completamente a él. No había forma de poder resistir eso, no cuando sabía tan bien y tan rico—. ¡Dios, Edward!

Continuó entrando en mí rítmicamente. Sólo podía estrujarle su cabello conforme el placer iba en aumento, y ya divisaba las explanadas de lavanda formándose para recibir mi crisis. La lengua de Edward se adentró en mi boca, enredándola con la mía al gruñir cada vez más salvajemente. Podía adivinar que él igual estaba cerca, ya que su miembro dentro de mí comenzaba a palpitar con fuerza, listo y preparado para liberarse conmigo.

Sin embargo…

—Bella, ¿estás—? ¡Oh, por Dios!

Alec entró al camerino de golpe, y Edward volteó a verlo completamente petrificado. Yo hice lo propio, sin soltar su cuello y con las piernas aún enredadas en su cintura.

—¿Practicando un poco para la película? ¡Ya puedo ver que tienen química!

El clic en mi cerebro se volvió a conectar—demasiado tarde, me supongo—, y saqué su pene de mi interior. Me costó mucha voluntad hacerlo, porque una vez en mi mano, lo único que quise hacer fue metérmelo en la boca y acabar con él de una vez, pero sabía que no era posible… Me puse de pie con dificultad, ya que estaba temblorosa y sentía la humedad recorrerme las piernas, pero fingí estar bien conforme iba acomodándome el brassiere.

—No, no hay nada de química —dije secamente. Podía sentirlo mirándome al colocarme bien mi blusa—. Por favor, Alec, sácalo de aquí.

—Bien, ya escuchó a la dama, Sr. Cullen —dijo Alec abriéndole la puerta—. Ya se puede ir.

Edward terminó de guardarse su miembro debajo de sus pantalones y se cerró el cinturón. Mientras me arreglaba un poco la cara en el espejo, lo ví mirarme antes de que me hablara.

—Quiero decirte, Bella —dijo con voz amable—, que no sólo me gustas por el sexo… sólo necesitas darte cuenta.

Me sujeté fuertemente del tocador cuando lo ví salir, pero no podía darme el lujo de desfallecer ahí mismo. Estuve a punto de llorar, pero justo cuando los ojos comenzaron a nublarse, me recordé el porqué de mi decisión y con eso las contuve por un rato más.

—¿Vas a decirme qué acaba de suceder, Bella? —preguntó Alec cerrando la puerta y sentándose—. Los de seguridad me llamaron diciendo que escuchaban unos gemidos por el teléfono…

Aunque me ruboricé notablemente, meneé la cabeza antes de sonreírle.

—No, no es nada, Alec —dije abrazándolo—. Es… solo un compañero del pasado.

—¿No era él el prometido de Tanya?

—Síp —respondí alzando las cejas—. Ése era él.

—¡Vaya! —dijo Alec sorprendido—. El mundo está lleno de infieles.

Después de hacerle prometer a Alec que no diría ni una sola palabra a Alice, nos fuimos de vuelta a la sala de Castings para decidir quiénes serían nuestros acompañantes—entre ellos Joshua y los tres que me habían gustado—, dimos por finalizado el día y comenzamos a prepararnos para la Convención que sería al día siguiente. Ahí anunciaríamos a los hombres escogidos, posaríamos para unas cuantas fotos, firmaríamos autógrafos y daríamos una conferencia de prensa.

Súper.

********************

Alice y yo nos terminamos de alistar para asistir a la Expo-Porno, donde se mostrarían los últimos y mejorados juguetes sexuales, los sados darían a conocer algunas de sus técnicas en demostraciones públicas e interactivas, e incluso habrían varias camas con cortinas transparentes por si alguien le apetecía tener relaciones sexuales ahí—«sin distinción de sexo,» decía el cartel. También habían equipado el lugar con cañones para proyectar películas para adultos en las paredes, y Alec nos dijo que pasarían toda nuestra trayectoria si nosotros queríamos.

—¿Estás segura de que esto va a funcionar, Ali? —pregunté mirándome al espejo.

—Claro, Bells —dijo Alice. Estaba terminándose de acomodar los triángulos del bikini para cubrir sus pechos—. Esa gente nos ha visto desnuda, por el amor de Dios…

Bueno, en eso tenía razón. Me acomodé los pantalones de cuero rotos en lugares clave antes de salir del cuarto de hotel. Anoche no había dormido bien… incluso tuve que meterme a la ducha a las cuatro de la mañana porque Edward no se salía de mi cabeza, pero lo único que conseguí fue acabar tirada en la bañera repitiendo la acción que hice la primera vez que lo conocí.

Me enojaba el hecho de que no pudiera resistirme a sus encantos, pero la verdad es que yo misma creía que nadie podría hacerlo. Digo, si su prometida llegara a enterarse que él y yo habíamos cogido dos veces—o bueno, una vez y media—, la furia no sería suficiente para enojarse con él. Porque bueno, con tan sólo una mirada podía hacerte retractar inmediatamente, y deshacer el enojo con sus palabras sucias y su voz rasposa… Oh, Dios, ahí voy de nuevo.

Las palabras que me dijo antes de marcharse aún rondaban mi cabeza mientras íbamos a la parte posterior del escenario. '¿Sólo necesitas darte cuenta?' ¿De qué demonios hablaba? ¡Me daba cuenta de que quería inmiscuirse en mi orificio todas las veces posibles, y eso era algo que definitivamente no iba a suceder!

—¡Y están de vuelta, señores! —anunció la voz del presentador, Herbie—. ¡Las legendarias Isabella Swan y Alice Brandon, mejor conocidas como Honey y Pixie, están aquí! ¡Démosle un aplauso a estas hermosuras!

Caminamos hacia la tarima enfocadas por un reflector, y en todas las paredes del edificio estaban siendo proyectadas, como bien dijo Alec, nuestras primeras películas. Se podía ver la diferencia: antes no teníamos tanta confianza entre las dos, por lo que éramos muy tímidas. Ahora, teníamos sexo al menos dos veces a la semana. Pero era solamente para desestresarnos.

La imagen que habían seleccionado para 'el muro' fue una en donde ambas portábamos únicamente unos calzoncitos rosados. Estábamos de perfil, frente a frente, los pechos de ambas encontrados, mientras agarrábamos el trasero de ambas fuertemente. Teníamos los labios unidos en un suave beso, pero aparte de eso, la foto no tenía nada de extraordinario. La audiencia pensaba otra cosa, por lo que se podía ver.

Ahí solamente posamos de formas provocadoras, estrujando nuestros pechos, sacando las lenguas, rasgándonos el pantalón entre las dos y dejando al aire nuestros traseros, contoneándolos al gentío… era como estar en Pure otra vez, sólo que no nos desvestimos por completo. Quedamos en tanga, claro está, pero no nos deshicimos de nuestros bikinis. Mandamos algunos besos volados y después de unos minutos más, bajamos de la tarima y nos fuimos a cambiar.

El vestuario que utilizamos en la conferencia de prensa—que tomaría lugar antes de que la firma de autógrafos—, consistía en un vestido ajustado que contenía pocas lentejuelas en la parte superior pero aumentaban conforme llegaban al dobladillo de la tela, por lo que nuestros pezones estaban a la vista de todos. Decidimos ponernos cinta negra para ocultarlos, y batallé con la prenda de ropa todo el trayecto hasta la tarima en donde se firmarían los autógrafos: el vestido llegaba abajo del trasero, pero el lado izquierdo se alzaba, revelando todo el muslo.

—Bien —dijo Alec una vez que estuvimos sentadas—. Ahora anunciaremos a los ganadores de la audición que tomó lugar ayer por la tarde.

Mientras Alec recibía el sobre que contenía los nombres de los actores, distinguí entre la multitud a Edward, quien miraba fijamente apoyando en un reflector. Me perforaba con los ojos, como enojado… tenía el ceño ligeramente fruncido. Sonreí nerviosamente mirando para otro lado. Los dedos de Alice se estrujaron con los míos: al parecer, ella lo había visto también.

—De acuerdo —anunció Alec—, el primer ganador es Joshua Johnson… Que pase al frente, por favor.

El susodicho del pene de quince centímetros de largo subió a la tarima bastante complacido consigo mismo. Nos otorgó un beso a las tres, cosa que a Emily pareció encantarle. Se puso detrás de nosotras a la espera de sus otros compañeros.

—Guy Snide —dijo Alec, y un muchacho de cabellera color paja y buen físico se unió a Joshua. Lo imitó con lo del beso, demorándose bastante conmigo—. Curtis Gregson —Una mole calva color marrón cubierto de tatuajes se unió a Joshua y a Guy; esta vez, el beso fue únicamente para mí. La multitud aulló cuando lo finalizó con un jugueteo de lenguas que terminó poniéndome a mil—. Brandon Harrison, favor de unirse a estos tres sementales —dijo Alec una vez más. Un rubio de bucles desarreglados se abrió paso entre la multitud, y se abalanzó contra Alice en un beso apasionado y bastante excitante. Mi amiga quedó sonrojada mientras trataba de recuperar el aliento—, y por último, Jason Rampal.

El muchacho de origen francés subió al estrado con una sonrisa radiante. Besó a Emily primero antes de besarnos a nosotras dos, pero aparte de eso, no pasó nada emocionante. Aún sentía un nudo en el estómago por el beso de Curtis. Nos había enseñado su pene en las audiciones y no pude evitar relamerme los labios… No podía esperar a tenerlo dentro de mí.

—Bueno, felicidades a estos cinco muchachotes que serán los encargados de hacer a nuestras estrellas porno favoritas gritar en la siguiente película, que por cierto —dijo Alec medio riendo al escuchar a los chicos aullar—, comenzará a grabarse dentro de poco. Esperamos que la película salga en unos meses. Ahora, ¿quién comienza con las preguntas?

Edward y su presencia perturbadora no me molestaron en lo absoluto mientras los periodistas nos interrogaban a mí, a Alice y a Emily. Algunas preguntas iban dirigidas a Alec, y una que otra vez, les hacían preguntas a las nuevas estrellas porno. Más de una vez nos pidieron un beso entre las tres, cosa que aceptamos, ya que no era muy escandaloso que digamos, pero la temperatura del lugar aumentó cuando el representante de Playboy hizo su pregunta:

—Ésta va para Honey y Pixie —dijo el encargado llamado Jack—. Bueno, ustedes dos a diferencia de Coco han estado muy alejadas del mundo de las películas al dedicarse completamente a ser desnudistas, así que me preguntaba si serán capaces de causar la misma cantidad de erecciones que ocasionaban antes.

Alice y yo nos reímos con ganas. Pude ver a Edward alzando las cejas, casi, casi escéptico. La llama de venganza se encendió en mi interior al recordar sus intenciones nada respetables hacia mi cuerpo, así que le jugaría sucio… le sacaría provecho a mi trabajo y le demostraría que no podía pararse en mis terrenos y esperar que sea suya en un dos por tres, a la hora que se le pegaba en gana… podía hacerlo, de hecho, pero me las pagaría de una manera muy, muy cara.

—Bueno, Jack —dije sonriendo—, yo creo que sí. O al menos eso espero.

—¿Podría mostrarnos un poco? —preguntó Jack, y los demás periodistas asintieron entusiasmados—. Queremos ver de lo que son capaces.

—¿Acaso me estás retando, pequeño Jacky? —dije traviesa. Edward pareció tensarse y se paró bien, pendiente de mis movimientos—. ¿Qué quieres de mí?

—Bueno —dijo Jack divertido—, trata de hacer algo que nos… excite… para ver si aún tienes el toque.

Me reí mirando a Alice, quien estaba tan incrédula como yo. Pero se me ocurrió algo…

—En ese caso, que Pixie también lo haga, ¿no crees Jack?

Jack asintió animándonos, y pronto sus compañeros lo imitaron. Alice me miró asesinamente, pero accedió a participar en el reto.

—¡Pero esperen! —dijo el corresponsal de la revista H—. ¡Ya que la siguiente película no va a ser lésbica, tampoco pueden incitarnos con juegos lésbicos!

Fingimos estar ofendidas pero en realidad me la estaba pasando en grande. Edward tenía la boca abierta, y buscaba desesperado una manera de detener tal cosa. Pero como no tenía gafete de periodista ni era participante en el concurso, tuvo que mantenerse alejado. Ahora venía la parte divertida.

—Bueno, entonces —dije mirando a los cinco muchachos que tenía detrás de mí—. Escojo a Curtis… bebé, ven aquí.

Curtis soltó un rugido emocionado, haciendo movimientos callejeros con sus brazos mientras iba caminando hacia mí.

—Caballeros —dije a la audiencia—, este muñeco de aquí fue seleccionado por su enorme virilidad…

—¿Exactamente qué tan grande? —dijo Jack.

—Bueno, no quiero alardear —dijo Curtis sonriendo maliciosamente—, pero supongamos que esta muñequita —apretó mi trasero con fuerza—, no encontrará otro como yo.

—¡Que lo muestre! —dijo una muchacha con los ojos bien abiertos.

—¡Sí, sí! ¡Que lo muestre!

—Curtis, bebé —dije plantándome y sacando un poco mis pechos al tiempo en que ondeaba mi cabello—. La audiencia quiere conocerte.

—Pero no estoy excitado —dijo Curtis encogiéndose de hombros—. Necesito un buen incentivo.

Era cierto: cuando le pedimos, ahí en las audiciones, que nos probara de qué largo lo tenía, tuve que enseñarle mis senos y dejárselos tocar para que estuviera a todo su esplendor.

—¿Qué quieres que haga esta vez, precioso? —dije rozando mi boca contra sus gruesos labios—. Dile a mami lo que quieres.

—Un poco de actividad lésbica no me haría nada mal —dijo lamiendo los míos—. ¿Qué tan con Coco? Pixie parece ocupada.

Alice estaba montada de Brandon con el vestido hacia arriba y dejando al aire su trasero, mientras lo cabalgaba ficticiamente. Era inocente a primera vista, pero más de un cuarto de hombres comenzaban a apretarse la entrepierna.

—Coco —dije bajándome la parte superior de mi vestido—, ven aquí.

La multitud aulló excitada cuando comencé a masajearle sus pechos y la besaba a boca abierta. Coco se deshizo lentamente de la cinta adhesiva descubriendo mi pezón y le enroscó la lengua, mirando a la audiencia.

—¡Y miren! —dijo Alec asombrado—. ¡La magia de Honey parece funcionar!

En efecto, cuando Emily dejó de lamer mi pezón, me giré hacia Curtis quien tenía una tremenda erección. Me invitó a acercarme y liberé su miembro de sus pantalones ajustados, haciendo los usuales movimientos. Saqué la lengua a la multitud, como si me cohibiera que me vieran de ese modo, pero al toparme con los ojos de Edward, mi ego se incrementó: si uno decía que estaba enojado, mentiría. Estaba echando humos. Sus cejas estaban tan arrugadas que casi se unían, y mantenía su boca fruncida volviendo sus labios dos líneas blancas.

Aquí tienes, Eddie.

—Bueno, bueno, señores —dijo Alec—. Antes de que las cosas pasen al siguiente nivel, ¿alguna otra pregunta?

Como todos los hombres tenían una preocupación de la cual hacerse cargo, la conferencia dio fin y comenzó la firma de autógrafos. No fue tan terrible: se acercaban a nosotras con los afiches de nuestras mejores películas, los firmábamos—pósters, barrigas, brazos o traseros—, nos tomábamos fotos con los admiradores y les dábamos un besito en la mejilla. A los guapos les permitíamos besarnos en la boca, pero únicamente labios. Hubo uno que se quiso propasar con Alice y en un abrir y cerrar de ojos, cinco miembros de seguridad se le echaron encima, aprisionándolo.

Edward no apareció.

Joshua, Guy, Curtis, Brandon y Jason se unieron a nosotras tres al área VIP para tomarse unos tragos. Aunque algunas veces se abobaban viendo las películas que proyectaban en las paredes, la plática fluyó con facilidad, y comenzó a ponerse caliente cuando el alcohol nos destruyó las pocas neuronas que teníamos. Sin darme cuenta, acabé sentada en el regazo de Curtis, muy cerca de su boca.

—¡Ey, Honey! —dijo Alice entretenida con Brandon—. ¡No te adelantes a la película!

—¡Lo mismo digo, Pixie! —contesté riéndome. El tequila se me chorreó por el cuello al tomármelo de golpe, llegando hasta mis pechos—. ¡Ups!

—Muñeca —dijo Curtis quitándome el vasito—, déjame limpiarte.

Me recostó en el sillón colocándose entre mis piernas, y su larga y húmeda lengua se deslizó por mi cuello, descendiendo lentamente. La respiración se me agitó conforme llegaba a mis senos, quienes se erizaron al tener el contacto de él

—Hmm, sabes delicioso —dijo masajeándome uno, mientras su otra mano se internaba en mis piernas—. Muero por follarte como loco, bebé.

Sus palabras sucias acabaron humedeciéndome más de lo debido. Mierda, mi vida sexual iba a incrementar a mil sobre cien de la noche a la mañana, cosa a la que me había desacostumbrado cuando entré a Pure. Si este… semental cogía conmigo, no iba a poder dejar de hacerlo. Acostarme con desconocidos era algo usual en mi vida de actriz porno, pero haberme acostado con Edward no lo sentía como si fuera uno más… el maldito cara de culo fue especial en mi vida, aunque el momento hubiera tardado unas cuantas horas solamente.

El espectáculo que las tres estábamos dando había llamado la atención de todos y ahora éramos observados mientras jugueteábamos con nuestras respectivas parejas: Curtis había alcanzado mi clítoris con sus largos y gruesos dedos, oprimiéndolo con fuerza y haciéndome gemir mientras su lengua se enredaba con la mía; Alice tenía el vestido abajo y Brandon lamía uno de sus pechos mientras le apretaba el trasero con las dos manos; y Emily estaba enredada con Joshua y con Jason, gimiendo audiblemente.

Los flashes lejanos comenzaron a cegarnos, por lo que decidimos llevar los jueguitos sexuales a nuestras habitaciones. Me incorporé del sillón con la sensación de cosquilleo entre mis piernas todavía azotándome; Alice y Emily me imitaron y nos disponíamos a salir del área VIP cuando, al girarme, me topé con el que menos quería toparme en esos momentos.

Edward.

Se veía más enojado que nunca: temblaba de ira y mantenía sus puños apretados mientras me asesinaba con la mirada. Lo miré de igual manera, sólo que prácticamente lo reté a que dijera algo en su defensa. No pudo hacerlo, porque Curtis llegó en ese momento, tomándome de la cintura.

—Ey, nena, ¿quién es éste? —preguntó mirando a Edward con curiosidad—. ¿Te está molestando?

—No, Curtis —dije abrazándolo—. No es nadie… Vámonos… Quiero que me tomes ahora mismo.

—Oh, muñeca —dijo olvidándose de Edward por completo—. Voy a hacerlo de todas las maneras posibles.

Nos alejamos de Edward—quien pareció bastante afectado por las palabras de Curtis—, dirigiéndonos a la limosina que nos esperaba fuera. Nos subimos y seguimos bebiendo champán hasta quedar completamente ebrios. Fuimos a la casa en donde nos alojábamos para tener más privacidad, los cinco hombres y nosotras tres.

—Pixie —dije tropezando por el estado alcoholizado—, ¿con quién estarás?

—Yo voy a estaaaar —dijo Alice tomando de la mano a Brandon, quien estaba bastante excitado—, con mi amigo Brandon… ¿te parece lindo 'Jazz' como nombre artístico? Creo que te quedará muy bien.

La puerta de la habitación de Alice se cerró de golpe mientras Brandon le contestaba que le agradaba mucho ese apodo. Me reí en mis adentros antes de girarme a Curtis y a Guy, a quienes les alcé una ceja sugestiva.

—Bueno, chicos —dije tomándolos por las camisas y guiándolos a mi cuarto—, dejemos a Coco y a sus dos muchachotes divertirse.

Una vez dentro, ambos hombres me despojaron de mi ropa mientras apretaban cada centímetro de mi piel. No estaba excitada en ese momento, a decir verdad. El alcohol inmunizó todos mis sentidos y lo único que sí sentía era un terrible dolor de cabeza y unas ganas inmensas de llorar: estaba siendo ultrajada… otra vez, por hombres que no eran Edward. Extrañé su boca caliente y sus manos frías y masculinas recorrerme al besarme conforme Curtis y Guy se alternaban mi centro o mis senos, haciéndome sentir peor.

—Oh, Honey —decía la voz de Curtis entrando por atrás—. Eso, nena… eso.

Mordí la almohada ante la presión que se formaba en la parte baja de mi estómago. No iba a llegar majestuosamente, pero no había que menospreciar el tremendo miembro que se mandaba. Murmuré el nombre de Edward conforme el orgasmo me derrumbaba, llamando la atención de Curtis y de Guy.

—¿Nena? —preguntó el primero—. ¿Quién es Edward?

—Oh —dije recuperando el aliento. Mierda—. Es… un nombre artístico que pensé para ti. ¿Te gusta?

—Si lo vas a gritar cada vez que termine contigo, bien.

Al menos, eso era un peso del cual ya no tendría que preocuparme. Pensar en Edward cada vez que era sometida por un negro inmenso y un caucásico de igual dimensión era tal vez no la mejor solución a mis problemas, pero sí un enorme alivio al no tener que decir nombres que no precisamente pasan por mi cabeza al momento de un orgasmo.


 

Capítulo 8: Chapter 8 Capítulo 10: Chapter 10

 
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