Stripper Love(+18)( Edward's in the Air)

Autor: roxy_cullen
Género: + 18
Fecha Creación: 26/02/2010
Fecha Actualización: 17/05/2010
Finalizado: SI
Votos: 35
Comentarios: 57
Visitas: 116802
Capítulos: 16

Propiedad de  Edward's in the Air

Edward Cullen viaja a la ciudad de Las Vegas por la despedida de soltero de su amigo sin esperar encontrarse con una exótica bailarina que le hará ver la vida de una forma completamente distinta.

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Capítulo 2: Chapter 2

Bella

Ahí.

Me revolví en la tina gimiendo suavemente.

Justo ahí.

Coloqué mis caderas en posición mientras me contenía sosteniéndome de los bordes de la bañera. El agua hacía presión, haciéndome retorcer de placer.

Oh, sí. Ahí mismo.

Con aquella sensación en mi clítoris, mi mente comenzó a divagar.

El recuerdo del chico de ojos verdes me mandó una oleada de emociones nuevas que no supe descifrar, pero que sin embargo aproveché para sentirme aún más excitada. Demonios, iba a acabar muy rápido si seguía pensando en esas cosas.

Oprimí el borde de la tina con fuerza.

La sonrisa torcida que me dedicó hizo que mis músculos se tensaran, indicándome que mi orgasmo estaba cerca. Vaya récord. Generalmente me pasaba media hora sintiendo el chorro de agua sobre mi intimidad, pero ahora, con tan sólo quince minutos, ya estaba a la vuelta de la esquina.

"¿Bella?" llamó Alice tocando la puerta con los nudillos. "Bella, salimos en veinte."

La ignoré, disfrutando el placer que sentía en esos momentos. Mis piernas comenzaron a temblar, al igual que el resto de mi cuerpo.

"Bella, ¿te estás masturbando?" pude escuchar la burla en su voz.

"¡Piérdete, Alice!" alcancé a decir entre jadeos.

"Bien, pero asegúrate de terminar pronto. Carlisle se está poniendo impaciente."

Buen Dios, ni el mismo Carlisle me hacía encoger ahora. No me importaba, realmente. Con la punta del pie giré la llave para que el chorro saliera más grueso, y con mi mano abrí los labios de mi intimidad, dejando mi clítoris al aire.

¡Dios mío!

Sentí todo como un destello: ojos verdes, sonrisa torcida, voz aterciopelada. Mi espalda se encorvó con el impacto del orgasmo, como una descarga eléctrica que jamás había sentido. Me dejé caer, exánime y exhausta, respirando agitadamente y recuperando las fuerzas.

"¡Bella!" me urgió Alice. "¡Apresúrate!"

Bueno, de vuelta a la rutina. Me incorporé de la tina desganada pero conciente de que tenía que trabajar. Al fin y al cabo, yo misma había aceptado la oferta de Carlisle y, junto con Alice, era ahora una de las más demandadas.

Sequé mi cuerpo con una toalla mientras me dirigía al espejo del baño. Ahí me quité la bolsa para el cabello y lo dejé caer, como siempre. Me estaba secando el rostro cuando los nudillos volvieron a tocar. Esta vez, eran los de Victoria.

"¡Bella! ¡Carlisle está echando humos!"

Abrí la puerta del baño, en donde una muy preocupada Vic me miraba con impaciencia.

"Apresúrate Bella; tú y Alice salen primero."

"Sí, ya voy," dije sonriéndole.

Me desenrosqué la toalla del cuerpo y caminé hacia mi camerino totalmente desnuda. Las chicas andaban de un lado a otro, colocándose bien las pelucas y acomodándose las botas de plataforma. Paul, o como prefería que lo llamaran, Paula, entró a la habitación con varias prendas.

"Linda, aquí tienes las de hoy," dijo Paula colgando los conjuntos en el perchero. Una mirada me indicó todo lo que tenía que saber.

"¿De enfermeras, hoy?" pregunté fastidiada.

"Sí, al parecer les encanta verlas con esos vestiditos," dijo Paula rodando los ojos. "Ahora, ¿cuál vas a usar?"

Lo medité unos instantes. "Me apetece la verde," dije mientras Paula iba en busca de ella. "¿Cuál va a usar Ali?"

"La azul. Bien, aquí están el sostén blanco y las bragas; cuando te vayas a poner las ligas, avísame y de una vez te peino y maquillo," dijo dirigiéndose a la puerta. "Pero apresúrate, chica. Carlisle no tarda en venir."

Me fui colocando las prendas una por una, abrochándome con un poco de dificultad el sostén porque mis senos eran bastante grandes. Eran así al natural, y estaba orgullosa de ellas. La ajustada prenda se cerraba por adelante, apretándolas y haciéndolas ver el doble de su tamaño. Tenía unos pequeños adornos con encaje pero aparte de eso, no era la gran cosa. Me llegaba justo a la mitad de mi pecho, por lo que parecía que en cualquier momento mis senos fueran a salir de golpe.

"¿Se puede, Bella?" llamó Alice. Ella ya estaba vestida con su traje de enfermera y su peluca azul. Su ropa interior era roja, al igual que su pintalabios.

"Adelante."

"¡Paula, ven aquí rápido!" gritó mi amiga mientras se adentraba a mi camerino. "Ten," dijo lanzándome las bragas. Me las coloqué rápidamente y Alice me ayudó a sujetarlas con las ligas. "Bueno, al menos ya es un peso menos… ¡Paula!"

Paula llegó corriendo y al ver que ya estaba lista, tomó la peluca verde. Tras aplicarme la redecilla del cabello, me la colocó y se dirigió al maquillaje. Alice frotaba mi cuerpo con crema destellante al mismo tiempo que Paula me maquillaba. Me colocó una sombra negra líquida y un labial color carne. Parecía una drogadicta.

"Vaya, querida," exclamó Paula dirigiéndose hacia mi clóset. "No hubo necesidad del rubor. Tus mejillas están más coloradas que un rábano."

"Ja," se burló Alice mientras me aplicaba crema en mi espalda. "Bella tuvo una sesión de autocomplacencia en el baño hace unos minutos."

"Oh-oh," siguió el juego Paula colocándome los tacones de plataforma. "¿Y cómo estuvo?"

Le dí un golpe con la cabeza riéndome. Victoria nos comenzó a apresurar, desesperada. Si Carlisle llegaba y no estábamos listas, estábamos muertas.

No toda mi vida fui desnudista. Tuve una infancia normal como el resto de los niños, pero mis padres se divorciaron cuando yo tenía doce, y fue en esa época en la que me descarrié, juntándome con muchachos de dieciocho años, o que incluso me doblaban la edad. Reneé nunca me advirtió sobre ello, así que continué con mis aventurillas hasta que cumplí los dieciséis. Comencé a consumir drogas a temprana edad, y cuando cumplí dieciocho ya no podía vivir sin ella. Alice era una de las tantas personas que me vendían crack y éxtasis, y aunque se supone que un traficante y un drogadicto no deberían llevarse, nos volvimos inseparables.

Reneé se dio cuenta de que algo malo me pasaba, y me metió a rehabilitación. Alice me acompañó, ganándose una buena paliza por parte de su representante, pero no le importó, ya que decía que estaba harta de vender drogas.

Estuvimos en vigilancia médica por seis meses, meses en los que pude alejarme de los narcóticos pero me refugiaba en el alcohol y el cigarro. Si no podía con marihuana, el tabaco me tranquilizaba. Dos ex-novios comenzaron a buscarme, y yo, necesitada de cariño tras pasar ese tormentoso periodo médico, recibí a ambos con los brazos – o más bien, piernas abiertas. Reneé me sacó de la casa cuando me descubrió follando con uno de mis novios en su cama, por lo que me quedé con Alice por bastante tiempo.

Me embaracé – no sé de quién – a mis diecinueve, dando a luz a una hermosa niña a la que llamé Nessie poco antes de cumplir los veinte. Alice era de mi misma edad sólo que meses más joven, pero ninguna tenía un trabajo fijo. Afortunadamente, ambas poseíamos un cuerpo envidiable, por lo que decidimos sacarle provecho. Hicimos audiciones para todo tipo de películas, desde infantiles hasta para adultos, teniendo más resultado en las últimas.

¡Al demonio! Grabamos un par, siendo todo un éxito total. Nos pidieron que hagamos una lésbica. Lo hicimos. Por nuestra larga amistad, teníamos muy "buena química" como dirían los directores, así que cuando decían '¡acción!' dejábamos a un lado las inhibiciones y nos volvíamos amantes.

Nos crearon nombres artísticos. Alice se llamaba Pixie, porque era idéntica a un duendecillo: tenía cuerpo pequeño pero bien formado, con pechos lo bastante grandes como para que los hombres tuvieran una erección. Su cabello azabache apuntaba a todas direcciones, y cierta vez se tiñó las puntas de distintos colores. Tenía pura energía por las venas, y se entusiasmaba cuando decías la palabra 'compras'.

A mí me llamaron Honey. Alice sugirió ese apodo porque según ella, mis ojos marrones eran de color miel cuando el sol les daba de frente. A los productores les encantó y accedieron gustosos, y me aceptaron inmediatamente al ver mis enormes pechos. 'Beneficios de la maternidad', los llamaba Alice.

Así que en ese entonces, casi todas las cujas de DVD para adultos tenían nuestros nombres, con nosotras en las portadas, dándonos besos o tocando nuestros senos con cara de placer. Dejé de acostarme con hombres para dedicarme solamente a los actos lésbicos que tenía con Alice o con Emily, una morocha de cuerpo curvilíneo. Practicábamos escenas y poses para nuevas ideas y a veces, cuando el alcohol nos llenaba el sistema, veíamos nuestras películas mientras nos tocábamos las unas a las otras. Eran épocas locas que nos dejaron un sinfín de dinero, con lo cual compramos un departamento bien ubicado y con unas cuantas películas y shows en vivo, pudimos costearnos coches último modelo. Alice se compró un Porsche amarillo canario, y yo un Audi color azul pavo.

En uno de nuestros shows, el dueño de un club desnudista nos vio y tras platicar con nosotras unos momentos, nos dio su tarjeta. Era el mejor club de Las Vegas donde no te acostabas con los clientes, pero si ellos lo pedían, tenías que hacerle un privado de veinte minutos. La cantidad recibida por privado era ridículamente enorme, y era eso más propinas. No se tocaba, no se besaba, no se masturbaba. Era única y exclusivamente para ver, y eso fue lo que me animó. Lo platiqué con Alice aquella noche, y cuando ella accedió, fuimos directamente Pure, donde Carlisle nos esperaba.

¿Cómo explicarlo? Fue como si el sueño de ambas se hubiera hecho realidad.

Nos volvimos un éxito total, ya que la mayoría de los clientes nos reconocía por las películas. '¿Ey, no eres tú la de Lamiendo Miel?', o '¿Eres la Honey? ¿La Honey de Honey y Pixie?', y yo divertida les contestaba que sí, quitándome la tanga tan despacio que ellos acababan viniéndose encima. Eran escenas muy graciosas, en realidad.

Ahí conocí a Victoria, quien tenía de nombre Jade por sus ojos verdes, a Jessica 'Topacio' Stanley, a Irina 'Celeste' Szhor, a Angela 'Rubí' Webber, quien tenía unos labios tan pulposos que daban ganas de succionarlos. Cuando le lanzaba elogios acerca de ellos, se ruborizaba y me daba un suave pero ardiente beso, haciendo que las demás se rieran. Alice ponía ese puchero tan lindo propio de ella, diciendo que ya la había cambiado y que ya no la deseaba como antes. Le mostraba lo contrario en los baños. Pero que quede claro que no era lesbiana, y mucho menos tendría novia. Alice era mi mejor amiga, pero teníamos nuestras aventurillas ocasionales.

Carlisle resultó ser un jefe muy estricto pero tuvo razón: definitivamente era la mejor decisión que pudimos haber tomado. Tenía un ayudante, Mike Newton, que no dejaba de mandarme indirectas muy directas que quería follar conmigo. Hacía mucho (más de tres años) que no me acostaba con ningún hombre, y no lo iba a hacer con el primero que se me ponga enfrente. Además de que Newton era muy asqueroso, con panza prominente y olor penetrante. Gracias, pero no, gracias.

Nessie estaba a ya a punto de cumplir los seis años de edad, y era mi imagen: cabello castaño, los mismos ojos cafés y la misma boca carnosa. Tenía algunos rasgos que no pude identificar, pero no me importaba: era mi princesita y la amaba más que nadie en este mundo. Alice iba en segundo lugar.

Cuando teníamos que trabajar y ni Alice ni yo podíamos cuidar a Ness, Laureen, una muchachita muy agradable que rondaba nuestra edad, aceptaba gustosa cuidar de ella. Se iba a las cinco de la mañana, que era la hora promedio en la que llegábamos al departamento. Ver a mi angelito dormido después de una noche muy ajetreada era lo mejor del mundo.

Reneé aún no me había perdonado por haber practicado la posición número Sesenta y Nueve en su cama – que tenía edredón nuevo en ese entonces – pero había tratado de localizarme para ver a la niña. Le dije que lo pensaría, y cuando salí al escenario, vestida de enfermera con ropa interior blanca casi transparente, todavía reflexionaba sobre esa propuesta que me había hecho hacía ya una semana.

Alice me mandó desde el otro extremo un gesto de ánimo con la mano, mientras el presentador nos elogiaba relatando nuestra carrera artística. Rodé los ojos y Alice se rió en voz baja.

"… y ahora, aquí, en vivo y en directo," decía el presentador Eric Yorkie desde la cabina de sonido. "las únicas, ardientes, fogosas y sublimes… ¡Honey y Pixie!"

Salimos a escena cuando 'Love Game' comenzó a sonar, entre un mar de vítores y chiflidos que nos impedían escuchar la canción. Pero Alice y yo siempre practicábamos nuestras rutinas por lo que nos la sabíamos de memoria, así que no tuvimos ningún problema. Caminamos en la pista principal, mirándonos a los ojos con lascivia y tomando al mismo tiempo el tubo que se alzaba al final de la pasarela. Comenzamos a bailar por separado, Alice encaramándose en el tubo y subiendo cada vez más, mientras yo me comenzaba a despojar de mi traje de enfermera. Los gritos y aullidos de los hombres eran cada vez más fuertes.

Cuando Alice bajó, se colocó en el piso con las piernas totalmente abiertas y enseñando sus diminutas bragas que enloquecieron al público. Puso cara de inocente mientras se incorporaba y ponía cara de placer al sentir mis manos sobre sus piernas, recorriéndolas suavemente. Le abrí de un golpe su vestidito, dejando al aire su mínima ropa interior. Tomé sus pechos y se los apreté suavemente, y me reí cuando Alice dejó salir un pequeño gemido.

Pasé por debajo de ella, poniéndome de espaldas al público y de frente a Alice, quien se vengó y alzó lo poco que quedaba de mi traje, revelando mi tanga blanca. Me empiné juguetonamente, meneando las caderas al ritmo de la canción. Hice un puchero cuando mi amiga me dio una nalgada.

Nos despojamos completamente de nuestros vestidos, quedándonos en ropa interior. Los hombres gritaban enloquecidos, pero no los veíamos: nuestro secreto era mirarnos fijamente a los ojos para no perder el hilo del baile.

Alice recorrió mi cuerpo con su lengua desde mi estómago hasta mi cuello, mientras yo me frotaba en el tubo. Deshizo el broche de mi sostén con un movimiento rápido, haciendo que mis pechos saltaran libres. Le bajé la tanga por completo y jugué con su intimidad por unos minutos, hasta que sentí su mano posarse en mi nuca. Ésta era la señal de que estaba a punto de volverse loca, y que si no paraba, me tumbaría en el piso y me follaría con su lengua. Bien, a cambiar posiciones.

Se colocó detrás de mí y tras apretar mis pechos por unos momentos, comenzó a jugar con las tiras de mi tanga haciendo que ésta se internara más en mi trasero. Me jaló por el cabello y me dio un beso largo y apasionado, terminándolo con un jugueteo de lenguas que excitó en demasía a la audiencia. Nos estábamos divirtiendo a lo grande y nos divertía aún más ver a los hombres volverse locos.

Me tumbó en el piso y se colocó encima de mí, deslizando mis bragas por mis piernas y despojándome de ellas, lanzándolas hacia el público quien se peleó por ellas. Lo que no sabían era que Newton iría en su búsqueda: todo lo que usaban las desnudistas era propiedad del club. Estaba completamente desnuda y Alice se colocó detrás de mí, haciendo que me recostara sobre sus pechos y abriendo mis piernas hacia los hombres. Comenzó insertando un dedo, frotando mi clítoris con su pulgar. Después insertó otro, metiéndolos y sacándolos con frenesí: estaba a punto de volverme loca, así que le dediqué una mirada de advertencia. Ella sonrió y sacó sus dedos, lamiéndolos suavemente.

Probablemente dos o mas hombres habrán tenido una eyaculación muy potente.

Cuando terminó la canción y los juegos lésbicos dieron a su fin, recogimos nuestras ropas y tras despedirnos de los hombres, fuimos a nuestros camerinos para hacer el cambio de vestuario.

"Maldita Alice Brandon," le susurré al oído. "Por poco y me haces venir."

"Lo mismo digo, Swan. Contrólate a la próxima."

Me guiñó un ojo y tras darme un besito en los labios, se dirigió a su camerino para cambiarse. Paula fue directamente al mío y me dio mi próxima vestimenta: un sostén con estampado de leopardo que combinaba con mi peluca y unos bóxers a juego. Usaría de zapatos unas plataformas negras con un tacón de quince centímetros, lo que probablemente me causaría un dolor de pies al día siguiente.

Alice terminó de alistarse antes de mí, claro.

"Ya está Vic en escena, Bella. Tenemos que subir."

Después de retocarme el maquillaje, subimos al segundo piso que conectaba al club por medio de los tubos. Victoria estaba haciendo sus acrobacias en el de en medio, ya que era la más alta de las tres y su melena roja llamaba mucho la atención. Nos acomodamos las pelucas y cuando comenzó 'Blanco', Alice y yo nos deslizamos por los tubos dando vueltas y volviendo a enloquecer a la multitud.

Mientras nos enredábamos en los postes de metal, lancé una mirada hacia el público. Allí, en primer plano, estaba el hombre que me había hecho alcanzar el orgasmo más rápido en la historia de mis masturbaciones en la bañera. Mi mano se soltó al verlo, y casi se me doblan los pies cuando lo descubrí mirándome. Me perforaba con la mirada y parecía no tener ojos para nadie más.

Alice, Victoria y yo nos arrastramos por la pasarela en busca de propinas, y me tuve que contener cuando lo ví acercarse a mí despacio, como hipnotizado. Le abrí mis piernas, invitándolo a acercarse.

"Hola de nuevo," dijo arrastrando las sílabas. Tenía cuatro billetes de cien dólares en la mano.

"Hola, extraño," le ronroneé seductoramente. "¿Estás de generoso?"

"Mucho, ¿me permites?" y alzó la mano en la que tenía el dinero. Me puse a cuatro patas y oprimí mis pechos con los brazos.

No pude explicar lo que sucedió: fue como si me aplicaran energía eléctrica en mi piel, dilatando mis pupilas y despertando a la fiera dormida que había dentro de mí. Moría por romperle la camisa, bajarle el pantalón y meterme ese miembro que fantaseé enorme dentro de mí. Profundamente, infinitamente. Me puso los billetes entre mis senos, sus ojos ennegrecidos por la saciedad y la pasión. Me encantó pensar que sentía lo mismo por mí.

"Gracias, desconocido," le susurré suavemente encima de 'Lollipop'. "Asegúrate de regresar."

El abrió sus ojos y asintió suspirando. "Lo haré, puedes estar segura."

Por mucho que me costó, logré alejarme de él sin volver la mirada. No podía mostrar debilidad alguna por un cliente, porque entonces todos querrían acostarse conmigo y mi vagina no podría contra cuatrocientos penes. Me dirigí hacia los camerinos, buscando a Alice con la mirada, pero al no encontrarla me serví unos shots de tequila.

"¡Bella! ¿Cómo te fue?" preguntó mi amiga cuando llegó. Le pasé un vasito bien cargado. "¿Y esto?"

"Necesito hablar contigo… por favor…"

"¿Qué sucede?" preguntó contrariada al ver mi expresión de desesperanza.

La jalé hacia el cuarto de descanso y nos sentamos en la cama. Traté de encontrar las palabras exactas para describir lo que sentía, fallando estrepitosamente. No sabía lo que sentía, y mucho menos sabía que hacer… unas cuantas horas fueron suficientes para que ese hombre me volviera loca, y no me quería imaginar lo que pasaría si llegaba a cogérmelo. Oh, por Dios, de tan sólo pensarlo me humedecía.

"Hay un chico…" empecé. Pésimo y patético comienzo, pero no doy para más.

"Ajá…"

"Me gusta," puntualicé. Bueno, al fin y al cabo si me gustaba, sólo que no había tenido la oportunidad de probarlo. De hecho, no había probado a nadie desde hace más de tres años o más.

"¿En él pensabas en la bañera?" preguntó divertida. Me sonrojé, pero decidí que era mejor admitirlo.

"Sí, a decir verdad, sí…"

"¿Estaba aquí?"

Asentí, con lo cual Alice soltó un silbido, alzando las cejas.

"Ha de haber colapsado con nuestro numerito," dijo ella riéndose.

"Alice, ni siquiera sé si le gusto," dije encogiéndome de brazos. "No me sé ni su nombre."

"Obviamente le gustas, Bella. Les gustas a todos, lo sabes… Igual a mí me gusta un chico, lo acabo de ver…" alcé una ceja, interesada, pero ella se veía triste; decepcionada, casi. "Se ve diferente a todos, no sé si me entiendes."

Asentí, recordando a Ojos Verdes.

"Pero en fin," continuó Alice. "Somos desnudistas, no nos tomarán en serio."

"Sí," dije maldiciendo mi profesión por primera vez en muchos años. "¡Qué mala pata!"

"Pero bueno, Bels," dijo abrazándome y dándome un besito. "Al menos nos tenemos la una a la otra, y sabes que nadie te lo hace como yo."

Tardé en entender, y cuando lo hice le devolví el beso y el abrazo. Alice siempre tan positiva, tan optimista. Había veces en las que deseaba ser como ella, tan alegre y llena de vida. El beso comenzaba a calentarse de más cuando un golpeteo en la puerta hizo que nos separáramos.

"Honey, privado en el A; Pixie, privado en el B; quince minutos, por favor."

Suspiramos, y tras darle una nalgada a Alice, nos dirigimos a los respectivos cuartos, dispuestas a tener otro cliente satisfecho una vez más.


Capítulo 1: Chapter 1 Capítulo 3: Chapter 3

 
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