Stripper Love(+18)( Edward's in the Air)

Autor: roxy_cullen
Género: + 18
Fecha Creación: 26/02/2010
Fecha Actualización: 17/05/2010
Finalizado: SI
Votos: 35
Comentarios: 57
Visitas: 116805
Capítulos: 16

Propiedad de  Edward's in the Air

Edward Cullen viaja a la ciudad de Las Vegas por la despedida de soltero de su amigo sin esperar encontrarse con una exótica bailarina que le hará ver la vida de una forma completamente distinta.

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Capítulo 11: Chapter 11

Bella

Decidimos ir temprano—entre comillas—, ya que de ese modo tendríamos más tiempo de platicar sobre mi tema. Alice y yo llegamos en poco tiempo a un concurrido bar de Los Ángeles, y aunque no era el lugar más apto para hablar sobre la custodia de mi hija y mis pesares emocionales ocasionados por Edward, sí era el perfecto modo para despabilarme un poco, sin hombres y sin cosas que me recuerden a él.

Una vez instaladas en la mesa circular—Alice estaba de espaldas a la puerta, pero yo podía ver a todas las personas que entraban—, ordené una botella de vino y un cenicero, y no fue hasta que nos lo trajeron, que decidí abrir mi bocaza para soltar mis penas. Pensé que sería difícil, ya que no soy una persona muy sentimental que digamos, pero una vez pasado lo peor—esto es, saber cómo comenzar y qué palabras decir—, lo demás fluyó con bastante naturalidad. Dios sabe que estuve a punto de patalear y revolcarme en lágrimas más de una vez, pero mis bien entrenados conductos lacrimales sabían que era una tontera… lo hecho estaba hecho, y nada podía hacer para cambiarlo.

—Pero Bella —dijo Alice una vez sacado todo del pecho—, no te vas a quedar así, ¿verdad? O sea, no permitirás que se lleven a tu hija…

Medité unos segundos tomando de mi copa. —A decir verdad, Alice —dije finalmente—, no lo sé. Tal vez Charlie tiene razón. Carajo, todos parecen tener razón en este mundo menos yo; pero probablemente sea mejor para Ness. Ella no estará bien donde yo esté.

—¡Puedes hacer muchas cosas! —repuso mi amiga—. ¡Puedes contraatacar, eso puedes hacer! ¡Puedes demostrar que no eres como Reneé o Lydia dicen que eres! Si es necesario, yo misma atestiguaré a tu favor…

Le sonreí con tristeza. —Gracias, Al, pero no creo que sea suficiente… tendría que dejar todo para poder hacerme cargo de Nessie, y aún no sé si estoy lista para eso. Además —añadí encogiéndome de hombros—, Reneé podrá conocer a su nieta, ¿no? Es lo que más desea en este mundo.

Alice no contestó. Me examinó con la mirada durante unos segundos, pero no dijo más. Se abstuvo de hacer preguntas acerca de Edward, pero sabía que de momento a otro saldrían a la luz, y dicho y hecho, salieron.

—Sé que no es muy oportuno que digamos —comenzó Alice dudosa—, pero… ¿no crees que Edward en realidad te quería? Digo, ¿qué otra cosa podría significar eso de 'sólo necesitas darte cuenta'?

Tragué con fuerza. —No lo sé… tal vez fue momentáneo, o fue solamente para conseguirme otra vez, ¿no crees? De todas maneras —dije, cambiando el rumbo de la conversación—, no espero que Reneé cambie de opinión de repente sólo porque –en caso de que lo haga–, deje mi vida libertina…

Los ojos de Alice volvieron a analizarme detenidamente, pero al darse cuenta que yo no estaba dispuesta a hablar sobre él, rellenó su copa de vino y picó un poco de las carnes frías que nos habían llevado.

—Definitivamente sería un punto a tu favor —repuso mi amiga—. Ya no serías Bella con profesión actriz porno y desnudista, serías Bella mamá tiempo completo… ¡Tienes que luchar por Nessie, Isabella!

—No me llames así —dije recordando a Charlie decepcionado. Me dieron escalofríos—. Supongo que tienes razón… si me llegara a alejar de aquí, si dejara todo lo que fui en el pasado y empezara de nuevo, ¿crees que Charlie y Reneé cambien de opinión?

Alice asintió. —Nunca es tarde para cambiar; yo iría contigo a cualquier lado, lo sabes.

—¿Y alejarte de Jasper? —pregunté sarcástica—. ¡Por supuesto que no!

—Lo entendería —dijo Alice, entristecida—. Sabe que en mi mundo eres tú primero, y después vienen los demás. Aparte, eso no significaría dejarlo de amar, ¿a que no? La llama arde más vivamente cuando la distancia es mayor.

Me reí. —¿Quién diría que Alice Brandon se volvería poética por el amor?

—Tú también te pusiste así —dijo, y mi sonrisa se desvaneció—. No pongas esa cara, Bella. El amor nos vuelve tontos, y no discrimina a nadie.

—Lo mío no es amor, Alice —dije dándole una calada a mis cigarrillos—. Pensé que sabrías eso.

—Lo es —refutó como si nada, con una sonrisa de autocomplacencia—. Será de la forma más retorcida, macabra, superficial y engorrosa posible, pero al fin y al cabo, lo es.

Bajé la mirada por temor a romperme ahí mismo. —Patrañas; no sabes de lo que estás hablando.

—Será como tú quieras, pero recuerda mis palabras, Bella Swan. Te restregaré en la cara cuando te des cuenta.

Me limité a alzar las cejas, un tanto escéptica; en el fondo, sin embargo, mis entrañas estaban en un lío: ¿qué, exactamente, era lo que sentía? ¿Qué me pasaba cuando lo veía? ¿Qué era esa sensación tan delirante y… repulsiva, que sentía al mismo tiempo al poner mis ojos en él? ¿Cómo se le podría llamar, sintiendo cada extremidad de tu cuerpo entumirse? Y cuando éste no respondía los mandatos de tu cerebro, ¿qué mano era la que te guiaba a entregarte a él?

Joder, pensé. ¿Qué carajo siento?

—¿Pensativa? —inquirió Alice sonriendo maliciosamente.

Negué con mi cabeza. —Para nada; sólo pensaba en las chicas.

—Pude localizar a Victoria y a Ángela —dijo Alice—. Aceptaron más que gustosas, y Emily me dijo que vendría una vez que termine con Joshua.

Bufé. —No sé cómo mierda puede aguantarlo tanto tiempo —dije asqueada—. Curtis insiste en estar conmigo más tiempo del necesario, y está comenzando a hartarme.

—Apuesto a que lamentas haberle puesto 'Edward' de nombre artístico —Alice dijo, entre risas—. Me sucede lo mismo con Brandon; es una verdadera molestia.

—Sí —resoplé—. Fue realmente algo muy estúpido. Sólo espero que el verdadero no se entere de eso…

Alice y yo platicamos de otros temas hasta que recibimos la llamada de Victoria, quien nos avisaba que ella y Ángela ya estaban en camino. De Emily no escuchamos palabra, pero es que a nuestra compañera se le hacía muy difícil separarse de su amado Joshua por más de cinco minutos. Decidimos pedir otra botella de vino junto con otra de tequila. Fue muy inconsciente de nuestra parte, porque nunca se debe mezclar lo dulce con el alcohol del tequila, pero esa noche era para olvidar penas…

—Bella, lo dije en serio —insistió Alice—. Si te vas, yo me voy…

—No seas estúpida —escupí con amargura—. ¿Crees que te permitiré alejarte de Jasper justo cuando las cosas entre ustedes dos comienzan a dar frutos? ¡De ninguna manera!

Alice rió. —Mantengo la esperanza de que él y yo seguiremos en contacto una vez lejos —dijo como si nada—, pero ya te dije que Jasper entenderá; no dejaré de amarlo solamente porque esté lejos.

—Pero sería muy egoísta de mi parte dejarte hacer eso —repuse, tomándola de las manos—, y no quiero que—

—Es que no importa lo que quieras, Bella —carcajeó mi amiga—. Yo ya decidí, y lo haré te guste o no.

—Estás idiota —dije sirviéndonos unos caballitos de tequila—, brindemos por eso.

Empiné el vasito hasta el fondo, pero cuando miré hacia el frente, éste cayó al piso, causando un ligero estruendo. Por Dios, ¿era esto una maldición? ¿No podía estar tranquila una noche, sin recordar su cara o su cuerpo? Caminó dentro del bar con sus cuatro amigos, todos ellos vistiendo elegantemente, pero ¡maldición! Él parecía como sacado de Vogue para hombres, con su traje gris oscuro con corbata a juego…

—Bella, ¿estás bien? —escuché decir a Alice—. ¿Qué sucede, cariño?

Mi mano alcanzó a alzarse un poco para apuntar disimuladamente la entrada. Todo pareció marchar en cámara lenta desde el momento en que comenzaron a caminar hacia nuestra dirección, sin habernos visto enteramente. Mi corazón palpitó con fuerza tras percatarme que él estaba delante de todos, así que sería el primero en verme; no me importaban los otros, realmente, pero saber que me vería, saber que yo estaría ante sus pupilas…

Parecía como si todo estuviese en blanco y negro, y solamente él tuviera color. Su piel blanca pero sonrosada, su cabello revuelto y sus ojos penetrantes… mis músculos se quedaron estáticos cuando me miró, riéndose de algo que Emmett había dicho; su sonrisa se desvaneció lentamente, pero nunca despegó sus esmeraldas de mí. Lento, muy despacio; parecía caminar a paso de tortuga. Yo sabía, sin embargo, que era mi cerebro idiota jugándome malas pasadas, y que una vez que él se perdiera de vista, el ruido y barullo del bar regresarían a la normalidad.

Pasó a mi lado, aún mirándome; inexpresivo, al llegar a la altura de la mesa, bajó su mirada después de lo que parecieron horas, reacio a hablarme o verme más. Pude sentir cuatro pares de ojos clavados en mí, pero poco me importó. Le sonreí tímidamente a Emmett, que era al único que alguna vez le hablé, y éste me la devolvió incómodo, como si no supiera qué hacer. Alice saludó a Jasper con un besito en la mejilla, pero mi vida se había estancado…

Que alguien pare al mundo porque me quiero bajar, dijo una voz en mi interior. De pronto, la alegría de estar con mi mejor amiga—con mi hermana—, de estar a punto de ver a mis compañeras de trabajo que hacía mucho que no veía, de hacer el intento de olvidar las penas y vivir a plenitud… todo se desvaneció en esos diez segundos.

De nuevo el dolor, las penas, la presión en el pecho. Como si me hubiera vuelto una pústula jadeante, adolorida, llena de recuerdos punzantes. Era alérgica a él, eso lo sabía. Tenía reacciones contradictorias cada vez que lo rememoraba, como si no supiera exactamente qué sentir. En esos momentos, sin embargo, mi cuerpo estaba entumido; los oídos me zumbaban y podía sentir millones de hormiguitas en las puntas de mis dedos.

—¿B-Bella? —dijo Alice—. ¿Q-Quieres que nos vayamos? ¿Le hablo a Victoria para ir a otro lado?

A la joda, me dije. No vivirás todo el tiempo huyendo de él.

Negué con la cabeza. —No, Ali… estoy bien. En serio, lo estoy —insistí al ver su rostro inconforme—. Además, las chicas ya deberán estar por llegar.

—Podría llamarlas, ya te dije…

—No, no… Alice, voy a hacerte una pregunta, y quiero que seas lo más discreta posible —dije acercándome a ella. Alice asintió inclinándose hacia mí—. ¿Puedes ver en dónde están sentados?

Mi amiga suspiró en reproche—yo misma me reprendí por mostrar tan poca voluntad—, pero su mirada se paseó por todo el lugar disimuladamente; sus ojos se abrieron un poco, y supuse lo peor. Alice confirmó mis pesares: Estaban a unas pocas mesas de la nuestra, en el mismo pasillo, y Edward estaba sentado en la misma posición que yo, por lo que estaba a su vista. Dijo que no miraba hacia aquí, así que me sentí un poco más relajada.

Sabría, muy a mi pesar, si tenía los ojos puestos en mí. Mi piel fue entrenada para eso.

—¡Chiiiiicas! —escuchamos decir. Nuestro letargo nos impidió estar pendientes de la puerta, así que las dos nos sobresaltamos cuando Victoria y Ángela aparecieron a nuestro lado.

—¡Vic! —chilló Alice, quien fue la primera en reaccionar—. ¡Ángela! ¡Cuánto tiempo, señoritas!

—¡Bella! ¡Oh, Bella! —dijo Victoria abrazándome tras abrazar a Alice—. ¡Te he extrañado tanto!

Saludé a todas con efusividad, pero mi mente estaba en otro lado; a unas cuantas mesas, a decir verdad. Alice se dio cuenta y me fulminó con la mirada, así que decidí cederle mi lugar a Ángela y me arrimé en el sillón circular, quedando fuera de la vista de Edward. Tras brindar por nuestro reencuentro, comenzaron los reproches por parte de nuestras amigas.

—¡Se fueron tan de pronto! —recriminó Victoria—. ¡Y sin avisar!

Nos reímos, incómodas. —Bueno, tuvimos una oferta de trabajo —dije por las dos—. No pudimos dejarla pasar.

—Sí, ya ví la nueva película —dijo Ángela alzando las cejas—. Ben me la enseñó una noche en casa, y créeme cuando te digo esto, Bella: no paramos por más de dos horas.

—Tomaré eso como un cumplido —dije riéndome.

—¡Y Alice! ¡Dios, Alice! ¡Increíble con ese tal Jasper!

Alice se ruborizó como rábano. —Oh, bueno… gracias, también.

Nos informaron después que nuestro queridísimo Mike Newton sufrió —por algún extraño motivo—, una fractura en su órgano viril. Alice y yo comenzamos a reírnos, y tras reclamar el crédito por su dolor, brindamos por eso y por muchas cosas más.

—¿Han visto quién está ahí sentado? —dijo Victoria meneando su cabellera rojiza—. ¡Es James!

—¿James? —inquirí, y mis músculos derrotaron, tras una corta y obvia batalla, a mi cerebro; así que me paré 'disimuladamente', y era cierto: en el lugar donde antes estaba Edward, ahora estaba James, mirando furtivamente a Victoria—. Pensé que…

Alice volvió a asesinarme con la mirada, así que me callé y calmé mis penas con otro caballito.

—Fue toda una dulzura —dijo Vic sonriendo—. Me esperó hasta mi cierre de turno en Pure e insistió en invitarme a un trago… hemos estado saliendo, ¿saben? Cada vez me gusta más.

CofcofPerraCofcof —fingí toser, y las demás rieron.

—¿Esperamos a alguien más? —inquirió Ángela.

Alice asintió. —Vendrá Emily, una compañera de la película.

—La conozco —dijo Ángela—. Bueno, en la película… De hecho, aquí viene ella. Y está acompañada.

Pensando que probablemente era Joshua el que la acompañaba, me paré para saludarla; una vez de pie, sin embargo, deseé haberme quedado sentada. Curtis venía con ella, y al verme sonrió como estúpido, apresurando el paso. ¡Oh, no!, pensé.

—¡Nena! —dijo Curtis, abrazándome—. No me dijiste que saldrías esta noche.

Miré a Emily, quien puso cara de '¡perdóname!-no-fue-mi-intención', pero solamente negué con la cabeza y le devolví forzosamente el beso que Curtis exigía. Me obligó a sentarme a su lado, corriendo a Victoria y quedando frente a la mesa de Edward. Afortunadamente, Curtis estaba en la punta, así que rogué al cielo que no estuviera a la vista de Edward.

Con la presencia de Curtis, la noche fue un poco incómoda. Sí hablábamos, pero ya no había la confianza de hacerlo como antes, ni de hablar de los hombres que estaban a pocas mesas de la nuestra; mis hombros eran estrujados en los salvajes abrazos que me daba Curtis, y pronto comencé a hartarme de estar a su lado. Batallaba su cuerpo, tratando de mantenerme lo más alejada posible de él.

Mi corazón dio un vuelco al ver un desorden cobrizo alzarse en su mesa, y supe a ciencia cierta que Edward se había incorporado, e iría a no sé qué lugar, y entonces me tendría que ver enjaulada con Curtis. Traté de zafarme de él, pero fue imposible. Sus dedos parecían tenazas alrededor de mi brazo, y sentí mi mundo desvanecerse cuando los ojos de Edward se posaron en los míos, para después examinar con la mirada a Curtis. Comencé a desesperarme; quería ir tras él y era poco probable que Curtis me dejara, así que cuando Edward negó con la cabeza medio riendo, supe que todo había acabado.

Parecía Charlie; parecía decepcionado, pero a la vez, su rostro tenía una pizca de humor negro, como si hubiera previsto esto. Como si mi infortunio le causara risa, confirmándole la poca persona que era yo y el poco autorrespeto que me tenía.

Lo que pasó después aún está borroso en mi mente. No puedo recordar con exactitud algunas cosas; ni siquiera supe de qué demonios hablaron durante todo ese tiempo. La mano de Curtis aún atenazaba mi brazo, por lo que comencé a sentirlo entumido. Solamente recuerdo que, tras alzar la vista por enésima vez en un pobre afán de ver a Edward, finalmente lo encontré en su antiguo lugar, mirándome a la cara con rostro inexpresivo.

Fue todo lo que necesitó mi boca para pedirle a Curtis que me trajera algunas bebidas del bar. Pedí muchas, para que de ese modo tardara más y tuviera más oportunidad de hacer lo que iba a hacer. ¿Qué era lo que iba a hacer, de todos modos? No tenía una respuesta para eso.

—En un momento vuelvo —dije alisándome el vestido negro—. No tardo.

Ignoré la mirada de Alice; caminé hacia su mesa con andar decidido, tal vez un poco arrogante, pero sabía que una vez sola con él, volvería a ser la misma estúpida insegura de siempre. Pude ver que me miró de reojo, pero fingió estar ocupado fumando su cigarrillo, riéndose de alguna broma. Dios… su risa.

—Hola.

Él alzó la mirada al escucharme; sus ojos eran como dos cuchillos clavándose en mi cuerpo sin cesar, mas no estaba dispuesta a romperme frente a un centenar de personas. Alzó las cejas, saludándome con un breve asentimiento con la cabeza. Después se giró, negándose a seguir mirándome. Me ignoró, y aunque dolió como la puta madre, me enderecé.

—¿Podría hablar contigo un momento? —solté sin más. Sus otros amigos pretendían no estar pendientes de nosotros, por lo que Edward se enfrentó con un dilema—. A solas.

Suspiró, mirando las puntas de sus pies. Mi voluntad fue perdiendo poder a cada segundo que pasaba, y cuando finalmente se incorporó—un poco brusco, a decir verdad—, estuve a punto de soltarme a chillar de la emoción y el alivio. No me dirigió la palabra al darme paso, así que caminé un tanto nerviosa, pero tratando de hacerlo sensualmente para… ¿para qué? ¿Qué caso tenía ahora?

Lo guié hasta un área poco transitada. En realidad, no estaba nada transitada. Estaba alejada, lejos de las miradas de los curiosos. Tuve que contener un chingo de valor para encararlo, lo cual acabé haciendo inconscientemente. Edward estaba frente a mí, y se metió las manos a los bolsillos de su pantalón, mirando a otro lado.

—Hola —volví a decir como estúpida.

Sus esmeraldas se clavaron en mí momentáneamente. —Hola.

—¿Cómo estás? —pregunté cruzando mis brazos por mi pecho, como tratando de protegerme del frío.

—Eh, bien —dijo, encogiéndose de hombros—. ¿Tú?

—Nada mal —respondí, imitándolo—. Celebrando con algunas amigas…

—Me alegro… Bueno, dijiste que tenías que hablar conmigo.

—¿N-No podríamos platicar un poco primero?

—Vamos, Bella —dijo exasperado—. Ya platicamos lo necesario. Ahora dime lo que tienes que decir para que vaya a seguir celebrando mi despedida de soltero…

Oh, mierda, pensé sintiéndome una estúpida. Es en serio, entonces.

—Bien… bien. Bueno, q-quería decirte que—lamento haberme comportado como me comporté… la última vez que nos vimos —Dije todo eso muy rápidamente, mirando hacia el piso.

Edward rió un poco. —Bueno, fue comprensible. De todos modos, es lo que haces, ¿no? Trabajas comportándote así.

—¿De qué hablas? Mi trabajo no tiene nada que ver en esto.

—Oh, Bella… tiene todo que ver. Tú debes saberlo mejor que nadie —dijo sonriendo… ¿con lástima?—. Tuve que aprenderlo a la mala, pero finalmente, lo hice.

—Aún no te entiendo. ¿Insinúas que me comporté así por mi trabajo? ¿Crees que me gusta lo que hago?

—¿No lo haces? —preguntó asombrado, pero con el dejo de esa risa burlona en su rostro. Realmente, comenzaba a odiar ese nuevo Edward—. Pareces muy feliz bajo el brazo de el tal Curtis… pude verlo. Tan dispuesta a hacer lo que sea que te pidan… pero eso no es raro de ti.

¡Plaf!

—¿C-Cómo te atreves? —pregunté falta de aire. La mano me ardía por la bofetada, pero estaba dispuesta a darle ésa y más por imbécil—. ¿Cómo te atreves a echarme en cara lo que hago? ¡Si te refieres a los acontecimientos de meses pasados, créeme que todo—y escúchalo bien, Edward: todo—, lo hice por ti!

Edward tardó en contestar, pues se masajeaba la mejilla golpeada.

—¿Por mí? —preguntó finalmente—. ¿Qué fue lo que hiciste por mí, Bella? Dime aunque sea una cosa que hayas hecho por mí.

—¡Todo! ¡Todo lo que me pasó fue por ti! Por ti perdí me trabajo, por ti ahora hago lo que hago… Me despidieron, me ultrajaron, estoy a punto de perder a mi hija… ¡Todo es por ti!

En parte no estaba bien reclamarle; finalmente, ¿qué culpa se tenía él por mi estilo de vida? La rabia acumulada simplemente escapaba como verborrea, así que no pude detenerme ni aunque quisiera. Algunas cosas, sin embargo, eran ciertas: si hubiera retenido mi lujuria burbujeante, aquella noche en el privado, nada de lo que pasó hubiera pasado, y entonces aún sería desnudista, y Nessie no estaría con Charlie…

—¿A qué te refieres con eso de… que te ultrajaron? —preguntó con el rostro tenso—. ¿Qué te hicieron, Bella?

Me reí. —Ah, ahora te preocupas… no fue nada, en caso de que te interese. Solamente los gajes del oficio, como dirías.

—N-No quise decir eso —dijo rápidamente—, pero necesito saber qué te pasó… por favor.

Sacudí la cabeza —Es inútil. Me has insultado de todas las maneras posibles y por haber; no pretendas preocuparte por mí.

—¡Es que —exclamó en un arranque de desesperación—, no sé qué demonios quieres! ¡Seguí adelante, Bella! ¡Sin ti! ¡Me sumergí en un pozo sin fondo por más de un mes, pero aquí estoy, dispuesto a vivir de nuevo! ¡Ya me has lastimado lo suficiente, ya he llorado lo suficiente!

Me quedé impávida. —¿L-Lloraste?

—No debí haber dicho eso —dijo en un susurro—. Bella, olvídalo, ¿quieres? Simplemente no podemos, lo sabes.

Asentí. —Creo que es mejor que te vayas —dije resignada—. Es tu despedida de soltero y nosotros no llegamos a nada discutiendo por nimiedades.

—Sí, tienes razón —concordó él—. Nos vemos, Bella.

Lo observé alejarse por el corredor hasta perderse de vista. Mis manos temblaban, al igual que todo mi cuerpo, pero mi mente, como siempre, trabajaba a mil por hora, recolectando cuanto dato podía recordar. Lentamente, caminé hacia mi mesa tratando de ignorar la suya, estrepitosamente. Su cabellera cobriza se giró un poco, mirando hacia el piso, pero supe que me vio de reojo… pude sentirlo.

Como un robot, me senté en la punta, lejos de Curtis, quien trató de indagar mi paradero durante mi ausencia. Lo ignoré, mirando hacia las botellas de alcohol, perdida en mis pensamientos, tratando de pasar por alto las insistentes y preocupantes miradas que Alice me otorgaba. Simplemente habían pasado muchas cosas, y mi sistema aún no podía digerirlo.

Edward había llorado. Por mí. Por mi estupidez y mi rechazo. Por haberlo visto feo en la convención, por haberme visto con Curtis en poses comprometedoras. Le importaba. De eso estaba segura, porque nada más si no eso podría explicar sus intentos de no verme, pero sabía, sabía que aún había una llama esperando ser encendida otra vez.

Pero se iba a casar.

Me derrumbé al recordar eso. Estaba allí, celebrando su última noche de soltería, con sus mejores amigos que conocían a la novia, que era hermosa, preciosa… Edward la había preferido, de otro modo no hubiera mantenido el compromiso. Supo que yo era un alma perdida, y decidió darse por vencido y continuar con su vida, por lo que me dijo. Lo sufrió de algún modo—mi pérdida, quiero decir—, pero se había levantado de los escombros, dispuesto a ser feliz con alguien que no era yo. Guau, qué egoísta se escuchaba, pero era, a ciencia cierta, verdad. Él se sacudía los restos de ceniza mientras yo aún ardía envuelta en el fuego.

No sentí nada al tener la mirada fija en la mesa, pero cuando algo rozó mi hombro, reaccioné: sus dedos tocaron disimuladamente mi piel, y alcé mi vista demasiado tarde. Él se iba… ya se iba. Sus cuatro amigos lo siguieron—Jasper se despidió de Alice sonriéndole—, y entonces la realidad me cayó de frente, como un aluvión de agua helada que me caló hasta los huesos. Mi mano temblorosa se dirigió a mis ojos, en donde dos líneas delgadas caían desde ellos hasta mi quijada: estaba llorando.

Mis dedos tocaron incrédulos las lágrimas que caían disimuladamente, mientras yo misma me decía que no podía ser. No después de tantos años. No por él…

Después de ser despedida, violada, reemplazada como madre… después de pasar por situaciones menos intrascendentes, venía a llorar por perder a un hombre. No cualquier hombre, debo decir, pero sí era una estupidez de la que pensé liberarme al momento en el que salí del condenado privado. Mis lágrimas, desafortunadamente, pensaban lo contrario. Decidieron salir por él, muy por encima de todo lo demás.

Y ahora, viéndolo perderse en la puerta de la salida, me dije a mi misma: díselo.

Alice me miró cuando me levanté, al igual que Curtis y las otras chicas, pero ella se percató de mi llanto disimulado, y sus ojos se abrieron tanto que pensé iban a salírseles de un momento a otro. Curtis trató de detenerme, pero me liberé de sus brazos más brusca de lo que normalmente era; lo escuché llamarme por mi nombre, mas yo ya estaba lejos, lejos, dispuesta a cometer la locura más grande de mi vida… o al menos, una de ellas.

Mis zapatos se quedaron en algún lugar recóndito del bar; era lo que menos me importaba. Salí a la noche, mirando por todos lados: miré a la derecha, y ví a los cuatro de ellos caminando lentamente, platicando. Miré a mi derecha, y observé su desorden color ocre desaparecer por la esquina, y fue ahí cuando comencé a correr, dándole alcance cuando estaba a punto de subirse a su Volvo.

—¡Edward! —grité, y alzó la cabeza con una mirada que… no supe descifrarla—. ¡Espera!

Avancé un poco más, sintiendo las lágrimas deslizarse por mis mejillas con más fluidez que antes. Aún él estaba lejos de mí, así que me detuve hasta estar aproximadamente a unos diez metros, para soltarlo.

—Te amo —dije cansada; la frase salió de la nada, como una explosión después de la calma, inadvertida. Sin embargo, decirlas no fue lo difícil: lo difícil era saber qué demonios hacer después de decirlas. Fue un dulce escape, porque enseguida sentí un peso menos—un enorme peso menos—, saliendo de mi pecho como una bala.

Edward pareció recibirla, porque su rostro ya no era inenarrable.

—¿Qué? —escupió, pareciendo sentir un yunque sobre los hombros.

No pensé más, corrí hacia él, más rápido que antes. El asfalto me lastimaba, pero si él se iba, si él finalmente se iba a ir, entonces yo ya no podía tener todo esto dentro de mí. Edward se mostró asustado… incluso trató de defenderse pensando que probablemente le asestaría otra buena bofetada—se merecía otra el perro, por hacerme sufrir—, pero yo únicamente me acerqué con rapidez, lo tomé de la corbata, lo jalé hacia mí, y lo besé.

Sus labios no supieron que hacer al principio; mientras los míos aclamaban con fuerza su boca, ésta se quedó inmóvil por un momento… hasta que lo sentí reaccionar. Sus manos tomaron mis caderas, pegándome a él, y los labios que tanto deseaba me devolvieron el beso, fuerte, exigente. Estrujé su cabello con más rudeza al sentir más lágrimas derramarse, y en un movimiento rápido, su cuerpo giró y me pegó a su vehículo, acorralándome. Estuve a punto de desmayarme conforme el beso incrementaba en pasión, porque Edward no parecía querer despegarse de mí. Me alejé un poco para tomar aire, mas sus labios me siguieron impacientes.

Sabía, muy a mi pesar, que tenía que ponerle un fin a esto. Ya era muy tarde para ambos, y los dos lo sabíamos. Él mismo me dijo que no se podía, que él ya no podía conmigo. En estos momentos, contradictoriamente, parecía pensar diferente, y por más feliz que eso me ponía—¿qué tan egoísta sonó eso?—, por mi bien y por el suyo, me escabullí de su jaula. Edward me retuvo con un brazo, pero me alejé lentamente, mirándolo a los ojos.

—Te amo —volví a repetir, y tras sentirme acuchillada por sus ojos tristes y desesperados, arranqué a correr, de vuelta con Alice.


Hola niñas o niños! Aqui con un  nuevo capitulo, espero que les guste.

Capítulo 10: Chapter 10 Capítulo 12: Chapter 12

 
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