Stripper Love(+18)( Edward's in the Air)

Autor: roxy_cullen
Género: + 18
Fecha Creación: 26/02/2010
Fecha Actualización: 17/05/2010
Finalizado: SI
Votos: 35
Comentarios: 57
Visitas: 116809
Capítulos: 16

Propiedad de  Edward's in the Air

Edward Cullen viaja a la ciudad de Las Vegas por la despedida de soltero de su amigo sin esperar encontrarse con una exótica bailarina que le hará ver la vida de una forma completamente distinta.

+ Añadir a Favoritos
Leer Comentarios
 


Capítulo 13: Chapter 13


Edward

"¿Tanya?" Pregunté en voz alta. Nadie contestó, pero seguí adentrándome cada vez más. "¿Estás ahí?"

Escuché un ruido sordo, y enseguida, unos pasos presurosos acercándose a mí. La cabeza de Tanya se asomó por entre el marco de la puerta, y me sonrió un poco extrañada. Traía una batita de seda que casi nunca se ponía y el cabello revuelto, pero aparte de eso, era la misma persona con la que me iba a casar.

Tanya se aproximó a mí extendiéndome los brazos. "Hola, Ed," me dijo. "No esperaba que vinieras a dormir."

"No, no vengo a dormir." Me quedé en silencio aguzando el oído, pero no se podía oír nada. "Escucha, tenemos que—"

Tanya me puso un dedo en la boca. "Shh. Calla… quiero disculparme contigo."

"¿Conmigo?" Pregunté confundido, dejándome llevar por su mano hasta uno de los sillones. "¿De qué, exactamente?"

"Bueno, de todas las cosas que te he hecho." Me volvió a sonreír con ese tic nervioso que me volvió suspicaz de nuevo. "Ya sabes, mis celos y demás…"

Entrecerré los ojos. "Tanya, ¿qué has hecho?" Me puse de pie enseguida, dispuesto a indagar sobre este asunto. "¿Hay algo que debería saber?"

"¡No, no!" Exclamó ella, colocándose frente a mí para que no pudiera avanzar más. "¡N-No, p-por supuesto que no!"

Me reí sarcástico. "¿Por qué será que no te creo? Te ves tan nerviosa… como si me estuvieras escondiendo nada."

"¡No te estoy escondiendo nada!"

"¿Por qué me estás gritando?" Siempre discutíamos en voz alta, pero ahora Tanya estaba gritando sin sentido.

Parecía aterrorizada. "N-No lo sé… Por favor, n-no— Sólo…"

Negué con la cabeza antes de dirigirme a nuestra habitación. La escuchaba gritar que no fuera, que todo era un error, que me amaba y quería nuestra felicidad… en fin, una lista interminable de cosas que quería para ambos, además de un montón de cosas que no debía hacer. Las hice todas, y no me sorprendió ver una sombra tratándose de escabullir por la ventana, con el pantalón a medio abrocharse y la camiseta en la mano.

Volví a reír sarcástico. "Supongo que tú eres Alec, ¿no? ¿El mismo de hace un año?"

La figura se congeló a medio camino, y desistió de escapar después de unos momentos. Tanya llegó corta de aire y jadeando, y dijo la cosa más estúpida del mundo: "Edward… no es lo que parece."

¿En realidad dijo eso?

"Silencio, Tanya," ordené. Se quedó callada con la cabeza baja mientras la figura de la ventana me hacía frente. Como sospeché, era Alec, a medio vestir y con la pinta de haberlo hecho a la carrera. "Alec, ¿cierto?"

Alec asintió. "Sí… eh— no sé como explicar esto." Se veía avergonzado pero no arrepentido, y supe en ese momento que lo mismo me había pasado con Bella. "En realidad… bueno, lo siento, Edward."

No le creí nada: había cierta sombra de felicidad en su rostro, como si le hubiera pasado la cosa más genial del mundo.

¿Tanya? ¿En serio?

Negué con la cabeza. "No, no lo sientes." No me mostré enojado ni mucho menos alterado: las cosas eran mejor así. "Puedo verlo."

Alec miró a Tanya con ojos brillantes, y no pude hacer más que bufar. Miré nuestra cama, revuelta y con signos de haber sido utilizada, pero no me produjo ningún tipo de emoción. No me sentí triste… al contrario.

"Bueno, Alec," comencé, sintiendo que todo esto se estaba convirtiendo en un pésimo triángulo amoroso. "Necesito hablar con Tanya, así que te voy a pedir que te retires."

El aludido asintió, terminándose de colocar bien los pantalones y la camiseta para después buscar sus llaves que se habían caído en el alféizar de la ventana. Se veía incómodo y fuera de lugar, lanzando miradas fugitivas a todos lados, como si sintiera estar a punto de ser emboscado.

"Te acompaño a la puerta," le dije cordialmente. Tanya se levantó inmediatamente, pero la detuve. "Quédate aquí. Tú y yo tenemos que hablar."

Obedeció, sentándose en la cama, temerosa. Le sonreí con amabilidad antes de dirigirme a la puerta principal, caminando atrás de Alec y abriéndole la puerta soltando un suspiro. Alec me dedicó un silencioso 'buenas noches' antes de salir a la calle. Se giró abruptamente a medio camino.

"¿Edward?"

"¿Sí?" Inquirí. "¿Qué deseas? Bueno, aparte de mi prometida."

Alec meneó la cabeza. "No, no es eso. Bueno, quería pedir disculpas de nuevo."

"No tiene caso si no las sientes."

Volvió a negar. "Bueno, además… Perdón por… ya sabes— Honey."

Tragué con fuerza. "¿Qué tiene que ver Bella con todo esto?" Podía sentir mis puños cerrándose y mis uñas clavándose en las palmas. "¿Te la estás tirando también?"

Por favor, supliqué en mi cabeza. Dí que no.

"¡No!" Exclamó. "¡Por supuesto que no!" Realmente se veía ofendido.

"Oh, disculpa. Entonces," dije incómodo. "¿De qué hablas?"

"Lamento lo que pasó," dijo Alec, esta vez sí arrepentido. "Con todo el asunto de la pornografía y demás— Quisiera decir que no tuve nada que ver con eso, pero te estaría mintiendo."

Me encogí de hombros. "No le veo caso hablar de esas cosas, realmente. Pero, ¿cómo sabes que tuve algo que ver con Bella?"

"¿Se te olvida que los descubrí teniendo sexo desenfrenado?" Lo ví sonreír, y eso me trajo remembranzas dolorosas.

"Ah, es verdad. Sí, bueno… ya ha pasado."

Alec se empezó a alejar, dándome la espalda. Estuve a punto de cerrar la puerta cuando lo escuché decir: "¿Sabías que le puso 'Edward' a su co-estrella?"

Me detuve en seco, incrédulo. "N-No, no sabía." ¿En serio había hecho eso?

"Sí," rió Alec. "El pobre Curtis pensó que todo era por él, pero no."

¿Curtis? "¿La mole esa tatuada?" Pregunté, a lo que él asintió. "¿Le puso mi nombre a esa cosa?"

"No la culpes," dijo Alec. "Se arrepintió el mismo día. La escuché decir que de Edward no tenía nada. Supongo que es un halago para ti… Curtis realmente es una jodida molestia."

Se despidió con la mano antes de perderse por la esquina, dejándome apoyado en el marco de la puerta con mil preguntas rondando por mi cabeza. ¿Un actor porno se hacía fama con mi prestigiado nombre, respaldado por decenas de diplomas y certificados médicos? Llegué a pensar que podría dañar mi reputación, pero dudaba que alguno de los médicos que conocía frecuentara la sección XXX en las tiendas de video.

Después de cerrar la puerta con más fuerza de la necesaria, caminé lentamente hacia mi habitación, las palabras de Alec todavía rondando por mi cabeza. Ver su rostro al mirar a Tanya me hizo pensar que probablemente no eran solamente acostones, sino que en realidad sentía algo por ella.

¿Por qué?, me preguntaba constantemente. Siendo ella la persona más odiosa del mundo, ¿qué podría haberle llamado la atención?

Admito que era un tanto hipócrita decir eso cuando yo estaba a un día de casarme con ella, pero las cosas hay que decirlas con certeza: ella era un dolor en el culo. Supe pasar por alto su descontrolado temperamento y concentrarme en sus días buenos; soporté practicar la necrofilia—hacerlo con Tanya era hacerlo prácticamente con un muerto—, aunque últimamente me permitía hacerle un poco de sexo oral.

No era la gran cosa, sin embargo. Sí, Tanya es hermosa; tan hermosa que cualquier hombre la volteaba a ver. Pero pasa un día con ella y huirás despavorido.

"Edward," dijo una vez que entré a la habitación. Se puso de pie tan rápido que me asusté un poco. "Edward, en verdad— realmente lo siento muchísimo."

Alcé una mano para cortar su verborrea. "Basta, sólo— sólo quédate callada un momento." No quería tener que decir eso en medio del insulso palabrerío.

"¡Pero es que—!"

"Silencio, Tanya."

Volvió a obedecer, sentándose de nuevo y cruzando las manos en su regazo. Me miraba apenada, murmurando ciertas cosas que no me molesté en descifrar y que en realidad no me importaban. Me paseé por varios momentos frente a ella, revolviéndome el cabello y tratando de decir algo coherente.

Finalmente, me senté a su lado. "Así que… estabas a punto de volver a engañarme, ¿cierto?" Tanya no me contestó, mirando al piso con inseguridad. "Aunque sea dame eso, ¿no crees? Un poco de honestidad."

Lentamente, movió su cabeza de arriba abajo. Sonreí. "¿Qué vez ha sido esta? ¿La segunda?"

Sus dedos indicaron el número cuatro; no parecía querer verme a la cara. "¿Antes o después de lo del bote?"

"Antes," dijo quedamente. "Pero Edward, de verdad, lo siento muchí—"

"No te preocupes, Tanya," le dije con cariño. "No es tu culpa."

Me miró incrédula. "¿Qué? ¡Por supuesto que ha sido mi culpa!" Tomó mi brazo y me sacudió un poco, como tratando de hacerme reaccionar. "¡Soy una mujer horrible! ¡Te engañé! ¡A ti, que siempre me has amado, y—!"

"Y es ahí donde te equivocas," la corté. "No siempre… A decir verdad, no sé si alguna vez te amé."

Tanya frunció el ceño. "Pero tú me decías—"

"Dije muchas cosas, Tanya, y siento hacerlo de este modo, pero creo que es lo mejor." Miré el anillo áureo que le entregué meses atrás, dándole a entender que me refería justo a eso.

Muy contrario a mis predicciones, me sonrió con cariño, tomándome de la mano con suavidad. Podía ver en sus ojos una pizca de tristeza, pero la sonrisa que estaba enmarcada en sus labios me dio la confianza de no echarme para atrás. Le cubrí su pequeña mano con la mía, oprimiéndosela con cariño.

Ella sabe, me dije. "Es por ella, ¿cierto?" Preguntó, tomándome con la guardia baja. "La chica… la— la desnudista."

No contesté: la tranquilidad con la que me lo estaba diciendo, la serenidad en su rostro, lo amable que se veía y escuchaba… me sorprendió de tal modo que mi boca se quedó atascada, y no pude decir nada.

"Un poco de honestidad," dijo, imitándome con pomposidad. Finalmente, asentí. "¿Puedo saber cómo se llama?"

"Bella…" dije, y mis huesos calaron hasta no más.

Tanya me sonrió. "Lo supe, ¿sabías?" Inquirió, haciéndome verla confundido. "Una noche, revisé tu celular—siento eso, por cierto—, y lo ví."

Traté de hablar, pero ella me calló. "No digas nada; no debí haberlo hecho, pero me dí cuenta de que ella era para ti lo que Alec es para mí."

"Lamento hacer esto justo un día antes de la boda." ¡Y el dinero desperdiciado!, quise añadir, pero no lo hice. "Puedes quedarte con el anillo, si quieres."

Meneó su cabeza. "No, es tuyo." Se quitó al alhaja lentamente, mirándola con cariño. Me la entregó antes de mirarme con curiosidad. "¿Puedo preguntarte algo, Edward?"

Asentí, tomando la argolla y guardándola en mi bolsillo. "¿Por qué hoy? ¿Por qué no huiste como hacen todos los hombres en las películas, dejando a la novia sola y devastada?"

"Las mujeres huyen dejando al novio solo y devastado," la corregí. "Son muy contadas las veces en que nosotros hacemos eso."

Tanya me fulminó con la mirada juguetonamente, así que le contesté: "No me hubiera gustado hacerte pasar un mal rato, vestida y todo. Se me hace muy injusto para cualquier mujer." Y tampoco que gustaría que me lo hicieran a mí, dije en mi mente.

"Gracias por pensar en mis sentimientos cuando yo no pensé en los tuyos al hacer… esto." Podía ver como un rubor adorable cubría sus mejillas. "Fue muy inconsiderado de mi parte."

Nos quedamos en silencio por bastante tiempo. Hablar con Tanya de este modo era increíblemente relajante: era como estar con mi mejor amiga, compartiendo mis pesares de corazón. Apoyó su cabeza en mi hombro, lanzando un suspiro que yo no tardé en imitar.

"¿Ya te di el anillo?" Preguntó mirando su dedo desnudo. Asentí, palpando mi bolsillo dándole a entender que ahí estaba. "¿Se lo propondrás a Bella? ¿Algún día?"

"¡Tanya!" Dije asombrado. Ella rió infantilmente, pero siguió perforándome con sus ojos esperando una respuesta. "Yo— N-No lo sé… Supongo— Algún día, sí. Tal vez."

Me dio un abrazo, revolviéndome el cabello. "Pero no te atrevas a darle el mismo, Edward Anthony Cullen," dijo amenazante. "Sería una grosería."

"¿Y qué se supone que voy a hacer con éste?"

"Mándalo a derretir y hazle una pulsera o algo," sugirió. "Se pueden hacer moldes con nombres… Podrías hacer un dije con su nombre."

Me imaginé a mí mismo colocándole el collar a Bella, con el dije colgando de la cadena y descansando sobre su tórax blanquecino. Se vería hermosa… más hermosa aún.

"¿Edward?"

"¿Mm...?"

No habló enseguida, pero cuando lo hizo, me sorprendió la fortaleza de sus palabras. "¿La amas?"

Suspiré, oprimiéndola más en mi abrazo. "Sí, eso creo."

"¿Crees o estás seguro?" Demandó Tanya. "No dejaré que te vayas si no estás seguro de lo que sientes por ella."

La amo. "Sí, lo hago."

"¿Has ido ya a verla?" Volvió a inquirir. "¿A Bella?"

"No, no he ido."

Un golpe en la parte trasera de mi cabeza me hizo soltar un quejido de dolor: Tanya acababa de darme un porrazo en la nuca. "¡¿Y qué demonios crees que estás haciendo aquí?"

"Yo— Vine a hablar contigo…"

"¡No importa, no importa!" Exclamó, dándome empujones hasta hacerme pasar por la puerta de la habitación. "¡Apresúrate! ¡Ve y dale unos buenos besos!"

Me reí mientras me sacaba de la casa, utilizando su poca fuerza para guiarme hasta mi Volvo y forzarme a subir en él.

Le sonreí desde adentro. "Gracias," dije.

"No, Edward." Su voz sonaba trémula, pero su sonrisa no desaparecía. "Gracias a ti por haberme enseñado tantas cosas. Lamento haber sido una desagradecida."

Sus ojos comenzaron a humedecerse mientras pedía disculpas por su conducta, así que la abracé con fuerza por unos momentos, dejando que descargase todas las emociones guardadas.

"Todo va a estar bien," murmuré, dándole un beso en la frente. "Lo prometo."

Asintió, secándose las lágrimas. "Es que me emociono," se excusó. "¿Me la presentarás?"

"Tanya…"

"¡Oh, vamos!" Comenzó a hacer unos pucheros que nunca había visto en mi vida. "¡Por favor, por favor!"

La miré sorprendida. "¿Quién eres y qué has hecho con Tanya Denali?"

"Es Alec," volvió a excusarse. "Su espíritu infantil me hace mal."

"Deberías frecuentarlo más a menudo." Ella rió conmigo y me volvió a abrazar. "En serio… te hará bien."

"Maldición, volveré a llorar," se quejó, oprimiéndose los ojos. "Vete de aquí antes de que comporte como una niñita."

Le sonreí una vez más. "Quiero verte hacerlo," me burlé. "Nunca te he visto de ese modo."

Tanya rió con ganas antes de darme un golpe juguetón.

"Prometo irme de aquí lo más rápido posible," me dijo mirando a la casa. "Encontraré un departamento para mí misma."

"Nah, puedes quedártela." No quería vivir en ella… no quería estar en Los Ángeles. Quería estar lejos, muy lejos… con Bella y con nadie más. "Me conseguiré otra."

"No, no sería justo. No puedo—"

"No es cuestión de que puedas o no," la corté. "Quiero que te quedes con ella. No la necesito. Alec y tú estarán bien acá."

Tanya me miró con ojos tristes antes de acariciarme el cabello. "Edward, en serio. Lamento tanto las cosas que te he hecho. Mi conducta, mis celos, mis obsesiones… No sabes cuánto—"

Negué con la cabeza. "Y yo ya te dije que basta con eso. Ya pasó. Punto y aparte."

"Bien," dijo, dando un paso hacia atrás. "No contestaste mi pregunta, Edward: ¿me la presentarás?"

Resoplé, pero al final asentí con la cabeza. Tanya se despidió agitando la mano, sonriendo y con una mano en el pecho: estaba llorando. Saqué mi mano y sacudí la mía, perdiéndome por la esquina en donde Alec había desaparecido anteriormente.

Me detuve en un 7 Eleven. No para comprar, si no para descubrir qué demonios había en ese condenado papelito que Jasper me entregó. Lo miré furtivamente antes de tomarlo y desdoblarlo, y una pequeña llave cayó en el asiento del copiloto.

Blvd. Rodeo, 285.
Los Ángeles, Ca.


Didn't anyone tell you
you're supposed to break my heart?
I expect you to, so why haven't you?


Bella

"Lo siento," dijo, perforándome con sus ojos. "No puedo hacer esto."

Aunque traté de concentrarme fríamente en las palabras que me acababa de decir, la sola presencia de Edward calentaba la habitación entera, y no podía hablar. Mi lengua se atascó fijamente en mi boca, y además de decir su nombre al verlo pasar, no pude emitir ningún otro sonido. Quedé en shock absoluto al verlo frente a mí, la corbata deshecha y con bastantes ojeras que ensombrecían su hermoso rostro.

Mi velada fue súbitamente interrumpida. Dispuesta a tomar un baño nocturno, planear mi vida en Nueva York, imaginar mi nuevo empleo y pasar lo que restaba de mi vida ahí—con Alice, claro—, Edward se aparece, pidiéndome disculpas por algo que no sabía. Aún no, de todos modos. Me lo dirá eventualmente… o al menos eso esperaba.

"¿No vas a decir nada?" Inquirió, dando un paso al frente.

Tragué con fuerza, retrocediendo temerosa al verlo cerrar la puerta de mi habitación. Me cubrí con mi bata, incómoda.

Edward me miró curioso. "¿Por qué te tapas, Bella?" Sus ojos recorrieron mi bata hasta llegar a mis piernas, visibles bajo el dobladillo de la prenda. "No voy a hacerte daño."

"¿C-Cómo entraste aquí?" Pregunté. "¿Forzaste la cerradura? Sabes que puedo llamar a la Policía por eso." Realmente… ¿la Policía? ¡Patética!

"Estaba abierto," dijo. "Y de cualquier forma, tengo una llave." Sacó del bolsillo de su pantalón la dorada llave, restregándomela en la cara… dejándome sin defensas.

Edward volvió a mirarme con curiosidad. Comenzaba a sentirme como un bicho raro. "¿En serio no vas a decirme nada, Bella?"

"¿Qué quieres que te diga?" Gruñí, sintiéndome desconfiada. "¿Quieres volver a escucharme rogando por ti? ¿Quieres que diga esas dos palabras de nuevo?"

"No," dijo. No sé por qué, pero me sentí peor. "Con dos veces fue suficiente."

"¿Entonces…?" Inquirí. "No le veo el punto a todo esto."

"Acabo de pedirte disculpas, Bella." Su rostro inexpresivo me inquietó más. "¿Qué tienes que decir acerca de eso?"

Aunque me dolía en el alma, debía encarar los hechos: me estaba pidiendo perdón por haberme ilusionado—cosa que nunca debí haber hecho—, y para aclararme que se casaría con Tanya de un modo u otro.

Bufé con sarcasmo. "Diré que no tenías que molestarte en venir hasta acá. Ya me había quedado claro desde hace mucho."

"Acabo de hablar con Tanya," dijo con voz monótona. "Vengo de allá."

Sentí la primera daga hundiéndose en mi corazón. Ridícula. "F-Felicidades, entonces."

"¿De qué hablas?" Inquirió.

"De la boda," concluí. Me tapé bien con la bata y caminé a su lado, abriéndole la puerta e invitándolo a salir. "Realmente espero que sean muy felices."

Edward se quedó parado justo donde estaba. No movió ni un solo músculo, y yo me negaba a verlo a los ojos. Solamente miraba al piso, con la mano sobre el pomo de la puerta y esperando a que se fuese. Sentí las primeras lágrimas asomándose por mis ojos, pero las retuve. Cuando se vaya, me dije. Cuando se vaya, Bella…

Escuché una risita. "No, no creo que eso sea posible."

"Bueno, entonces," dije con voz seca, Realmente estaba a punto de colapsar, y nunca quise tanto verlo salirse de la casa. "Entonces que sean muy infelices… Márchate, por favor."

Su mano se enredó en la mía, instándome a soltar el pomo. Mi piel lo reconoció instantáneamente, erizándose y enviando miles de hormiguitas por todos lados. Era como estar cerca de una hoguera… cálida y agradable. Mis ojos se cerraron ante el contacto.

"No podremos ser felices o infelices, Bella." Lo escuchaba cada vez más cerca, y ya mi cuerpo no respondía. "Porque no me voy a casar con ella."

¿Qué?

"¿Qué?" Espeté. "¿Qué quieres decir con—? Pero tú dijiste que—"

"Nunca dije nada."

"¡Dijiste—!" exclamé, sintiendo mi mente descontrolándose. "¡Dijiste que era tu despedida!"

Asintió. Sus manos se enredaron en mis muñecas, aprisionándome con firmeza pero sin llegar a ser brusco. Mis palabras perdieron sentido y ya no supe qué más decir. Edward estaba allí, soltero, probablemente buscando un poco más de sexo antes de irse a quién sabe dónde.

"Tú dijiste eso, ¿recuerdas?" Dijo cerrando de nuevo la puerta. "Cuando te marchaste de mi habitación, ahí en Las Vegas."

Mi mente divagó hasta ese momento. "¿Por qué lo dijiste, Bella?" Inquirió, acercándose peligrosamente a mí. "¿Por qué dijiste 'No puedo hacer esto'?"

"No podía dejarte." Ups.

"No me dejaste," susurró. "No del todo."

Su aliento abanicó mi rostro como un huracán. El olor a menta de su boca, combinado con la leve pizca de whiskey, más su perfume masculino con esencia de madera revuelto con el tabaco emanante de su ropa… Perdí los sentidos. Me volví loca.

Me acerqué a su boca desesperada, queriendo besarlo.

"¿Me amas, Bella?"

Asentí, con los ojos cerrados y tratando de guiar mis labios hacia los suyos, pero nunca los encontré.

"Lo siento," dijo otra vez. "No puedo hacer esto."

¡Oh, realidad!

Me sentí tan enojada. Me enfurecí. ¿Acaso estaba jugando conmigo? ¿No le fue suficiente todo lo que me hizo pasar? '¡Oh, estoy soltero pero solamente quiero follarte hasta el cansancio!'. O en otras palabras, quería hacerlo tanto conmigo hasta llegar a un punto en el que mi cuerpo le aburra. No estaba para eso… no en esta condición.

Quería abofetearlo allí mismo, pero me contuve. "¡¿Qué carajo quieres decir, Edward?" Y sin embargo, era demasiado como para mantenerme serena. "¿Te molestaría explicarme?"

"Te deseo, Bella," dijo con voz rasposa. "Te deseo tanto."

"Ya me has dicho eso antes," le recordé, haciendo caso omiso a su afán de agarrarme. "Y no terminamos muy bien."

Edward meneó la cabeza. "No, no… Bella, ardo por dentro. ¿No puedes verme?" Estiró sus brazos, mostrándose aún más desgastado. "¿No puedes ver cómo agonizo?"

"No es suficiente." Le volvía a proclamar mi amor, y me decía cosas meramente carnales.

"Entonces… ¿no te importa mi inquietud? ¿Te divierte ver como me mortifico?" Su voz sonaba ya a un reclamo, pero no me inmuté. "Bella, dí algo, por el amor de Dios."

En ese momento, recordé una pequeña plática. "No metas a Dios en nuestras porquerías, Edward."

"No son porquerías."

"Oh, lo son. Ni tú ni yo sabemos qué queremos, y mientras seamos tan retorcidos como ahora, las cosas que hagamos serán porquerías."

Sus ojos perforaron los míos con decepción. "¿Consideras porquería aquella noche?" Me quedé callada, mirando al piso. "¿O aquella tarde, en tu camerino?" Mi poca fuerza se fue desvaneciendo poco a poco, las lágrimas amenazando con salir otra vez. "¿O el beso que me diste, las palabras que me dijiste?"

Meneé la cabeza obstinada a no dejarme derretir por sus frases baratas. "Vete."

"No."

"Por favor…"

"Dijiste que me amabas."

"Y claramente no te importó en lo absoluto, así que no dejaré que juegues más conmigo. Te ruego que por favor, me dejes en paz."

"No funciono bien cuando me ruegas, Bella. ¿Recuerdas?"

Cerré los ojos, tratando de no dejarme caer allí mismo. Por supuesto que lo recordaba: le rogué que me hiciera suya todas las veces necesarias, y obedeció tan perfectamente… justo como me lo imaginé.

"Lo siento."

Oh, vete a la mierda.

"¿Lo sientes, no puedes hacer esto?" Espeté con sequedad. La rabia volvía a subir de nuevo.

"No puedo dejarte."

Mi cabeza se alzó tan repentinamente que los tendones se tensaron hasta dolerme. Lo miré con los ojos desorbitados, viendo cómo él se iba deshaciendo en pedazos con cada segundo que pasaba. Sin embargo, había visto a muchos de mis exnovios—si es que puedo llamarlos de ese modo—haciendo exactamente lo mismo, para después abandonarme tras una buena follada.

Faltaba algo.

"Bella…" Mi cabeza había vuelto a bajarse, decepcionada. Ya la primera lágrima le había ganado a mi fortaleza, y poco faltaba para que las demás la siguieran. Mis puños temblaban del coraje y del nerviosismo, mis piernas volviéndose gelatina al escucharlo hablar tan ronco y tan grave. "Bella, mírame."

Sin más ímpetu que el que él me proporcionaba, lo obedecí. Sus ojos verdes flamearon al observarme, recorriendo la lágrima que ahora se perdía por mi quijada, directo hacia mi cuello. La secó con su pulgar, acariciando mi mejilla con suavidad. Tomó mi rostro con ambas manos, haciéndome suspirar al contacto de sus dedos rozando mi cuello y mis pómulos… Edward sabía cómo destrozarme, cómo volverme pedazos en cuestión de segundos. Sin conocer mi vida, sin conocer mi pasado, sin saber enteramente de mí, parecía tener una habilidad especial para hacer de mi vida miserable y, encima, hacerme disfrutar mientras lo hacía.

"¿Bella?" Sus labios besaron mi frente con suavidad.

Mi mente estaba en blanco, pero pude contestar. "¿Sí?"

"Yo también te amo."

Y ante mi sorpresa, sus manos alzaron mi rostro, acercando su boca a la mía.


Capítulo 12: Chapter 12 Capítulo 14: Chapter 14

 
14450038 visitas C C L - Web no oficial de la saga Crepúsculo. Esta obra está bajo licencia de Creative Commons -
 10764 usuarios