Stripper Love(+18)( Edward's in the Air)

Autor: roxy_cullen
Género: + 18
Fecha Creación: 26/02/2010
Fecha Actualización: 17/05/2010
Finalizado: SI
Votos: 35
Comentarios: 57
Visitas: 116798
Capítulos: 16

Propiedad de  Edward's in the Air

Edward Cullen viaja a la ciudad de Las Vegas por la despedida de soltero de su amigo sin esperar encontrarse con una exótica bailarina que le hará ver la vida de una forma completamente distinta.

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Capítulo 7: Chapter 7


Edward

La enorme Lobo se detuvo en la puerta de mi casa, las llantas chirriando, el motor rugiendo; eran los únicos sonidos que provenían del vehículo, ya que los cinco estábamos en completo silencio, sin poder decir las cosas que queríamos escuchar y que sin embargo no iban a suceder, porque todo fue una jodida aventura sin pies ni cabeza. Nuestra vida estaba aquí, en Los Ángeles, muy lejos de los bares de strip tease y cuartos de hoteles destruidos en el Caesar's.

—Hogar, dulce hogar —anunció la voz cantarina de Emmett—. Comienza a ponerte guapo, Eddie.

Le sonreí mientras me bajaba, pero pude ver en el rostro de Emmett que no se tragó mi gesto fingido.

—Edward… —comenzó al verme tan deprimido—, sabías a lo que te atenías.

—Lo sé, créeme —dije bajando mi maleta de la parte trasera—, y te agradezco lo que hiciste… por mí y por Jasper. Estaré bien.

Emmett asomó su cabeza en la ventanilla y me dio la mano.

—Nos vemos dentro de poco, ¿eh? —dijo dándome palmadas en la espalda—. ¿Sigues con la idea de—

—¡Shh! —le advertí mirando hacia la casa—. Tanya podría estar escuchando.

—Bien, bien —se disculpó metiendo la cabeza de nuevo—. A darse la manita de gato.

Me despedí de mis amigos y caminé hacia la casa arrastrando la maleta. Por entre las cortinas pude ver la silueta de Tanya acercándose rápidamente, así que me hice al desentendido y metí las llaves campantemente, como si no supiera porqué recibía esas miradas de reproche que sabía llegarían en algún momento.

—¿Edward? —escuché que preguntó inmediatamente—. ¿Eres tú?

"No, soy Barack Obama," me burlé en mis pensamientos.

—Sí, querida, soy yo.

Apareció en el recibidor con una bata de seda y con tubos en el cabello, el rostro cubierto con una mascarilla de lo que parecía aguacate y los labios embalsamados con algún tipo de hidratante. La sola imagen me asustó, y verla cruzarse de brazos me asustó aún más.

—¿Podrías decirme, por favor, por qué no me contestabas? —demandó enojada.

—Acabo de hacerlo —resoplé fingiendo estar jugando con ella—. Meloncito, no te enojes.

—No me vengas con tu "meloncito" —dijo alejando su cuerpo del mío, ya que traté de darle un beso de bienvenida—. Dime por qué.

—¿En serio quieres discutir esto ahora? —me quejé rascándome la cabeza—. Cariño, la boda de mi primo es en unas cuantas horas y no quiero ir de mal humor.

—¡Pero me molesta no saber qué estabas haciendo! —protestó aporreando su pie al piso como si fuera una niñita—. Sólo quiero que—

—Tanya, basta —ordené alzando una mano y dando por zanjado el tema—. ¿Recogiste mi traje de la tintorería?

Tanya pareció enojarse aún más, pero asintió a regañadientes y señaló nuestra habitación. Le murmuré un "gracias" apenas audible y me dirigí al baño para ducharme. Cerré la puerta con seguro y me senté en el inodoro, mis manos buscando rápidamente mi teléfono celular. Mi desahogo, mi paraíso… reproduje el video incontables veces, recordé con mis manos cómo era estar dentro de ella, tan apretada, tan caliente, tan húmeda.

—¿Edward? ¿Por qué tiene seguro el baño? —demandó Tanya forzando la puerta e intentando abrir.

—Porque yo estoy dentro —le contesté guardando mi móvil y deshaciéndome del resto de mis ropas—. Me voy a bañar.

—Pero tú nunca le pones seguro… ¿por qué ahora sí?

¡Insoportable!

—Porque me acostumbré a hacerlo… Tanya, me voy a dar una ducha.

—Quítale el seguro, necesito entrar por unas cosas.

Me cubrí la cintura desnuda con una toalla, abrí la puerta y le dí la espalda inmediatamente; no quería mirarla a los ojos. Tal vez no era un cuento de hadas, pero sabía que, en el fondo de su controladora y psicótica alma, había amor, y estaba enfocado en mí. Me quería, y eso era suficiente para hacerme sentir culpable, mas no arrepentido.

Abrí la regadera justo cuando Tanya abría la cómoda. Sentir el chorro de agua fría me dio escalofríos, pero me sostuve de la pared, tratando de no desfallecer, de no caer de rodillas y soltar la sopa, de decir que la amaba pero que no me satisfacía sexualmente, de decirle que la había engañado con una estrella porno—la más hermosa estrella porno—y que había cumplido, en menos de un día, todas mis fantasías sexuales. Decirle que a ella la quería, la apreciaba… en cierto punto, la amaba, pero a ella… la necesitaba, me urgía tenerla.

¡¿Por qué coño tiene que ser esto tan complicado?!

Cerré la llave y me comencé a poner shampoo, hasta que unos sonidos demasiados familiares me llegaron a los oídos… y a los de Tanya también.

"—Córrete cariño, yo te recibo."

¡Mierda!

Rápido como un rayo, abrí la puerta corrediza y descubrí a Tanya hurgando entre mis cosas. Si encontraba ese jodido video, estaba más que muerto. Le arrebaté el celular y me dí cuenta que no lo había detenido antes de meterlo a mis pantalones. Las manos me temblaban cuando apretaba los botones adecuados para salir de allí cuanto antes; sentía la mirada de Tanya mientras batallaba con las teclas, pero no dije nada.

—¿Qué es eso, Edward? —preguntó Tanya curiosa.

Entré en pánico. No podía hablar.

—Eh—eso, bueno, es—eh—un video —trastabillé guardando mi móvil después de haberlo protegido con contraseña—. Emmett me lo—eh, envió.

Tanya bufó, y se giró para seguir removiéndose la mascarilla.

—Ya le decía a Rose que Emmett no era buen partido para ella.

—Eso es algo en lo que no te debes meter, Tanya —dije volviendo a entrar a la ducha—. Sus problemas no nos conciernen, y Rose conoce a Emmett a la perfección, y me gustaría que dejaras de hablar mal de mi primo.

Tanya no me respondió: apenas y se alzó de hombros y no volvió a decir ni una palabra más. Le agradecí el gesto mentalmente y terminé de bañarme. Tanya se había encerrado en el cuarto de huéspedes para arreglarse, por lo que yo pude adueñarme del cuarto principal para acicalarme lo necesario. En menos de media hora estuve listo, con el saco de lino color crema y los pantalones a juego bien colocados sobre la camisa blanca y corbata.

—¡Estoy listo! —le grité a Tanya desde la planta baja—. ¡En cuanto termines nos vamos!

Sabía de sobra que no me iba a contestar así que me dirigí a la plasma para ver un poco de TV. El juego de los Chargers contra los Celtics no me llamaba tanto la atención, y más de una vez estuve tentado a sacar el móvil y reproducir ese video glorioso otra vez.

Si tan sólo Tanya revisara el compartimento secreto de la maleta…

Se desmayaría al ver tanta pornografía en tan sólo un lugar. Me resistí a la carcajada que tanto quería salir.

—Estoy lista —anunció su voz. Giré para verla y realmente me sorprendí. Se veía espectacular, su curvilíneo cuerpo antes resguardado bajo la gruesa tela de la bata ahora se mostraba en su más gloriosa expresión con su vestido de coctel sin mangas. Su rojizo cabello estaba recogido en un complicado peinado, dejando expuesto su cuello. Incluso su rostro se veía más humano… más Tanya Denali de hace algunos años.

—¡Guau! —dije mirándola de arriba abajo. El ardor en el bolsillo izquierdo comenzó a cesar, y aunque no supe qué significaba, me valió muy poco. La imagen que tenía frente a mí era increíble—. Te ves hermosa.

Tanya se ruborizó, aunque por el maquillaje no se notó tanto como me hubiera gustado. Sonrió apenada, tomando mis manos que le extendía.

—Ya, vayamos —susurró sonriéndome apenada—. Llegaremos tarde.

—Espera.

La tomé por el rostro, examinando sus pecas, sus facciones. Los ojos color oliva reemplazaron a los chocolate, la melena fuego incineró a la caoba. Acaricié su cuello, y no detuve mis manos hasta que llegaron a sus senos—pequeños, pero bien definidos. Los oprimí y me dio gusto escuchar un gemido casi inaudible.

—E-Edward, b-basta —me advirtió Tanya, aunque pude notar su respiración acelerada—. Tenemos que i-irnos.

Hacía tanto que no la tocaba, que no la poseía como yo quería. Me había enamorado de ella tanto por su físico como por su personalidad. Y la quería tener ahora, ahora. No sabía si era por el hecho de que después de haber tenido sexo increíble con una bailarina exótica, necesitaba otra dosis urgente, o si porque realmente había comenzado a encenderse la llama otra vez.

—Te necesito —le susurré entre sus labios—. Ahora.

—Yo—¡ah!—N-no podemos.

Deslicé una mano hacia su sexo, y me deleité al sentirlas húmedas.

Pero no tan húmedas como las de Honey.

Bella. Bella.

"No, no, no pienses en ella," me repetía una y otra vez, apretando mi pulgar en su clítoris por encima de sus bragas. "Tanya está aquí… ella es la que estará siempre. ¡Vas a pedirle que se case contigo!"

—Oh, por Dios, Ed-Edward —gimió Bella.

—Bella…

¿Bella? ¿Qué demonios me pasa?

—¿Bella? —dijo Tanya alejando su cuerpo del mío—. ¿Quién demonios es Bella?

¡Imbécil cara de asno revolcado en mierda!

—Eh—yo—

—¡Dime! —demandó alisándose el vestido. Sus mejillas estaban coloradas, combinación de la excitación y del enojo—. ¿Quién es ella?

—¡No es nadie! —protesté, e increíblemente, sentí un hueco en mi estómago. Ella era, definitivamente, alguien—. Significa—eh, hermosa en italiano.

Patético cara de culo.

—¿Italiano? ¿Desde cuando sabes italiano?

—Desde nunca —confesé acercándome a ella—. En las vacaciones conocimos a unos italianos y nos dijeron algunnas palabras halagadoras… ya sabes, para conquistar chicas.

—Mmmh… bien, perdona. No quiero que pienses que soy una neurótica celosa.

"No, para nada," me burlé mentalmente.

—En lo absoluto, mi amor —le susurré mientras la tomaba por la cintura—. Ahora, ¿en dónde íbamos?

—Edward, s-será mejor q-que nos vayamos —dijo Tanya alejándose con trabajos de mí—. Rose y tu primo nos esperan, pero te prometo que si cuando lleguemos no estamos muy cansados, podríamos tener sexo unos cuantos minutos.

¡¿Unos cuantos minutos?!

¡Yo quería follar por horas! ¡Días! ¡Semanas enteras! ¡No tener que usar ropa en todo un mes!

—Mmmh, bien.

Me acomodé el saco para después frotarme la entrepierna mientras Tanya recogía su bolso y el regalo de bodas. Salimos de la casa como si nada hubiera pasado, tranquilos, campantes, charlando animadamente, y nos subimos a mi Volvo de la misma manera. Parecía estar todo bajo control y en el trayecto hasta la playa de Long Beach nos la pasamos platicando como la primera vez que nos conocimos. Bella no perturbó mis pensamientos en ningún momento, y ni siquiera me acordé de ella hasta mucho después.

:-:-:

Los corchos de los vinos y el champagne volaron a los aires durante la recepción. Emmett y Rosalie estaban en la mesa de honor, resguardados por nosotros—que éramos los padrinos—y las chicas que Rose había seleccionado para que fueran sus damas. La orquesta comenzó a tocar canciones románticas, y siendo ellos la pareja principal, Emmett sacó a Rose a bailar. Todos estaban con sus parejas, meneándose suavemente al ritmo de 'Ice Cream'.

Y de repente, me sentí extremadamente solo.

Tanya estaba platicando con unas cuantas colegas suyas que también habían sido invitadas. Demasiado lejos de mi alcance, por mucho que quiera sacarla a bailar. Y ella no bailaba. Decía que era una pérdida de tiempo y que era mejor conversar que contonearse en una pista de baile. Pero a veces las pláticas pueden llegar a ser aburridas, monótonas, y un baile nunca sería así.

Miré a mi lado para descubrir a mis otros tres amigos, todos cabizbajos. Aunque tenían una sonrisa en los labios, supe que eran falsas. Jasper estaba peor que nunca, demacrado, nervioso, el cabello revuelto y la mirada perdida. James tenía la barbilla apoyada en la mano, y se mordía los labios de vez en cuando. Por otro lado, Jacob parecía bastante normal, si no fuera porque lo conocía demasiado bien y sabía que su 'sonrisa de felicidad' no bastaba para engañarme.

Después de los platillos y el pastel, los cinco amigos nos fuimos a un lugar alejado de la gente. Caminamos en silencio hasta el muelle aflojándonos las corbatas y revolviéndonos el cabello. James fue el primero en hablar.

—Muchas felicidades, Emmett —dijo solemnemente—. De verdad me alegro que hayas sido tú el hombre para mi hermana.

—Sí, Em —corroboró Jacob dándole palmadas en el hombro—. Has demostrado ser el más cuerdo de todos.

—No digan estupideces…

—De verdad —insistió Jacob—, lo eres. Nosotros somos una bola de fracasados que pasarán el resto de su vida atormentándose hasta morir de dolor.

Escuché a Jasper soltar un bufido, pero sabía—y todos lo hacíamos—que pensaba igual que Jacob.

—Bueno, Edward no lo hará —dijo zarandeándome—. Será el siguiente en casarse.

Jacob abrió la boca para hablar, pero se lo pensó mejor y la volvió a cerrar. Pasamos unos cuantos minutos mirando el horizonte, ya que el crepúsculo estaba a todo su esplendor.

Y entonces me la tuvieron que recordar.

—Edward —llamó la voz de mi primo—, no quiero abrir la herida… pero quisiera hacerte una pregunta.

—¿Sí? Dime, primo —dije totalmente perdido en el color del cielo. Me recordaba tanto a la cabellera rojiza de Tanya.

—¿Qué pasó con Honey? ¿Hoy en la mañana?

De pronto, el atardecer dejó de tener magia. De pronto, Tanya se esfumó. De pronto, sólo recordaba a Bella. De pronto, comencé a sentir el dolor otra vez.

—¿P-Por qué?

—No sé —dijo Emmett, como inseguro de seguir—. Se fue llorando.

¡¿Qué mierda…?!

Me giré para mirarlo a la cara. James lo miraba con reproche, al igual que Jacob, pero Jasper tenía la cara hundida en las manos. Al parecer, hablar de Honey—perdón, Bella—le recordaba a Pixie. Perdón, Alice. No sé porqué me entraba eso de llamarles por su verdadero nombre.

—¿L-Llorando, dices? —tartamudeé. Emmett asintió, incómodo.

—S-sí… bueno, no estaba echa un mar de lágrimas —dijo tratando de remediar el daño. Demasiado tarde, me temo—. Cuando mucho, una que otra lagrimita.

¡Pero estaba llorando! ¡Y no sabía porqué! ¡Y ahora Bella se me iba a quedar metida en el cerebro por el resto de la noche! ¡Y si Tanya pensaba tener sexo—aunque sea unos minutos—conmigo, recordaría a Bella! ¡Y ahora me veía tentado a sacar mi móvil y poner ese condenado video!

¡Que me trague la faringe de Satán!

Me sentía el peor hombre del mundo… por mucho.

Y recordé cuando me miró a ver después de haberle dicho que estaba comprometido, sus ojos húmedos, su labio tembloroso. Y recordé lo que me dijo. "No puedo hacer esto," me susurró. ¿Es que acaso me quería? ¡Apenas y me conocía! ¡Ni siquiera sabía su verdadero nombre—dudaba que se llamara 'Bella' a secas—y qué decir de su apellido! Ni su edad, ni su color favorito, ni su música favorita, ni su cumpleaños, ni nada.

Y me golpeó la realidad: no sabía nada de ella.

Y quería saberlo todo. Absorberla, secarla, sacarle toda información posible.

—¿Edward? ¿Estás bien?

Me desperté de un sobresalto. No había movido un dedo, y aún tenía en la cara esa expresión estúpida, lamentable.

—¿Qué—ah, disculpa Em. ¿Decías algo?

—¿Ves, idiota? —le recriminó James—. Estaba bien cuando llegó y lo has vuelto a joder.

—N-no, no —dije tratando de sonar casual—. No pasa nada. ¿Dijiste que estaba llorando?

Emmett dudó, pero decidió hablar.

—S-sí, pero no mucho. Pixie —dijo mirando a Jasper, quien tembló terriblemente al escuchar el nombre—, igual lloraba… tal vez un poco más que Honey.

—Alice… —murmuró Jasper entre sus manos—, su nombre es Alice.

James lo tomó por el hombro, tratando de darle apoyo.

—N-no, no sé porqué lloraba.

Todos nos callamos, tal vez porque el tema causaba demasiado daño, tal vez porque Emmett debería estar con su esposa, tal vez porque Tanya comenzó a timbrarme al móvil. Muchas cosas, muchas cosas. Y hablando de Tanya, aún tenía en anillo guardado en el bolsillo.

—¿Lo harás, eh? —me preguntó en voz baja Jasper cuando estábamos sentados otra vez en la mesa de honor—. ¿Pedirle matrimonio?

Asentí brevemente, tratando de no mostrarme muy distraído. Los brindis ya estaban dando lugar, y al finalizar le pediría a Tanya que sea mi esposa. Se lo pediría sin muchos rodeos, sin embargo. No estaba de humor para explayarme.

—Te envidio —dijo Jasper aplaudiéndole a un colega de la oficina de Emmett—. Yo apenas puse un pie en loft, le hablé a María para terminar con ella. Simplemente no me puedo sacar a Pixie de la cabeza.

—¿Entonces —pregunté aprovechando el barullo de la gente— piensas volver a verla?

—Oh, sí. La volveré a ver… la volveré a tener. No la dejaré ir tan fácilmente.

—En ese caso —dije amargamente—, yo soy el que te tiene envidia. Debería hacer lo mismo.

Jazz se rió, meneando la cabeza.

—No, Edward. Lo que tú tienes con Tanya es muchísimo más grande e importante que lo que yo tenía con María. Tú amas a Tanya… a mí sólo me gustaba.

Estaba meditando las palabras de Jasper cuando me tocó decir mi brindis. Lo dije un poco alterado, pero fue lo suficientemente conmovedor como para que Rosalie se parara y me abrazara con lágrimas en los ojos. Emmett me dio un abrazo; juré haber escuchando un "todo va a estar bien".

Al finalizar todos los brindis, comencé a prepararme para proponerle matrimonio a Tanya. Me paré y pedí un micrófono. Mis cuatro amigos empezaron a dar vítores, pero las demás personas no tenían idea de lo que sucedía. Caminé hacia Tanya, quien estaba hablando con unas señoras de edad avanzada, y no se dio cuenta de mi presencia hasta que le toqué un hombro desnudo.

—Querida —la llamé, y ella se giró sorprendida—. Quisiera hacer un anuncio.

Todos se removieron de sus asientos, expectantes.

—Quisiera que tú, Tanya Denali —dije suavemente arrodillándome y sacando el anillo—, la mujer de mi vida, seas mi esposa.

Abrí la cajita, y pude ver los ojos de Tanya humedecerse. Asintió, llorando y riéndose al mismo tiempo.

—¿Te casarías conmigo, Tanya?

—S-sí, c-claro que sí.

Hubo más aplausos y más gritos. Traté de mostrarme natural, pero no me pude sacar a Bella de la cabeza. Y así estuve todo el resto de la velada, hasta que llegamos a la casa, Tanya todo el trayecto admirando el ostentoso anillo.

—Eres increíble, Edward —dijo colgando su bolso en el perchero—. Nunca imaginé que—

La callé dándole un beso. Ella no repuso y seguí besándola, cada vez más salvajemente. La apoyé en la pared, posición en la cual tuve un doloroso Deja Vu. Tanya se alejó de mí jadeando.

—Edward, ¿qué haces?

—Calla, y déjame hacer esto.

Le bajé el cierre del vestido con las manos temblorosas. Una vez que estuvo en el piso, le deshice el peinado y la volví a pegar a la pared, esta vez con un poco más de fuerza. Tanya se mostró sorprendida. Sabía esto porque en ningún momento cerré los ojos… iba a verla mientras la tomaba como un animal. Esta vez yo iba a tener el control.

—¿Te gusta así? —le pregunté frotándome en su entrepierna.

—S-sí.

Sus manos desabrocharon mi pantalón y sacó mi miembro. Pateé mis bóxers hacia un lado y en un dos por tres, con un golpe sordo, estuve dentro de ella.

—¡Edward!

Su voz no sonó como la de ella… estaba un poco más grave, más rasposa. Abrí los ojos y casi me atraganto cuando ví unos labios carnosos, rosados, chorros de cabello castaño cayendo sobre su cara. Estaba allí, conmigo… otra vez. La podía sentir, la podía oler. En vez del olor al almizcle típico de Tanya, olía a fresas. A fresas y a manzanas. A ella, a Bella.

—Bella…

—¡Ed-Edward!

Rápidamente, coloqué sus piernas alrededor de mi cintura y me encaminé hacia mi habitación… siempre dentro de ella, siempre en ella. Hundí el rostro en su cuello, y la sentí menos estrecha, menos caliente. No podía ser… la había visto… era ella. La lancé a la cama y el alma se me vino a los pies: no, no era ella. La melena rojiza apareció otra vez, desparramándose desarregladamente en el edredón.

Bella no estaba conmigo. Siempre fue Tanya.

Pero siempre apareció, siempre estuvo conmigo. Algunas veces, la miraba a los ojos y aparecían los orbes chocolate, las pestañas castañas, el rostro en forma de corazón. Tanya gritó como nunca en su vida, zarandeándose debajo de mí, exclamando mi nombre. Definitivamente le había gustado, y cuando la sentí tensarse por cuarta vez, me corrí también. El último grito había sonado tan parecido al "¡Mierrrrrda!" de Bella…

—¡Joder! —murmuré cayendo sobre ella. ¿Bella? ¿Tanya? ¡Qué importaba!

Escuché a quien estaba debajo de mí jadeando descontroladamente.

—Eso—fue—increíble.

No contesté. Acaba de tener sexo con mi prometida pensando en una jodida actriz porno. Perdón… la más hermosa actriz porno. Rodé a un lado y me tendí junto a Tanya, las manos cruzadas encima de mi estómago.

Hablé sin siquiera pensar.

—Tuve sexo con una stripper.

Quise taparme la boca justo después de haber dicho eso, pero lo echo, hecho estaba. Tanya se incorporó apoyándose en su codo, mirándome con el ceño fruncido y la mirada encolerizada.

—¿Qué acabas de decir?

—Me acosté con una stripper… quien resultó ser una actriz porno increíblemente famosa.

Tanya bufó, incrédula.

—¡No puedo creer que me lo estés diciendo tan naturalmente!

—Tú me lo hiciste hace algunos años…

—¿Entonces esto fue una venganza?

—No —respondí honestamente—. Simplemente no le ví nada de malo.

Se quedó callada. De hecho, no dijo ni una sola palabra en algunos minutos.

—¿Era la del video? —preguntó.

—¿Video?

—¡El de tu celular! —exclamó enfadada—. No te hagas al pendejo.

—Ah —dije recordando el video casero—. Sí, es la del video. Lo hicimos en Las Vegas.

—¡¿Las Vegas?! —gritó—. ¡¿Qué mierdas hacías en Las Vegas?!

—Ahí fue la despedida de soltero. Te mentí.

Tanya se incorporó y se encerró en el baño. Salió cuando yo estaba colocándome un nuevo par de bóxers, apoyándose en la pared y cruzándose de brazos. No la miré a los ojos mientras ordenaba el desastre que habíamos dejado… me sentía tan culpable, pero lo digo de nuevo: no arrepentido.

—¿Cómo se llamaba?

—Tanya…

—¡Dime! —demandó aporreando un pie en el piso.

—No te va a gustar —le advertí.

Tanya se rió amargamente y bajó la cabeza.

—¿Bella?

Asentí en silencio.

—Bien —dijo ella colocándose un par de jeans de mezclilla y una camiseta simple—. Le diré a Kate que me quedaré con ella algunos días. No romperé el compromiso porque yo también te engañé, pero necesito… digerir esto.

Volví a asentir, y la observé salir del cuarto. Escuché el motor de su Lincoln encenderse, y tras un chirrido, el coche desapareció de la vista. Me paseé por la casa, demasiado solitaria ahora que ella se había ido. Traté de entretenerme mirando la televisión… nada. Leí el periódico de hace dos días… nada. Abrí el refrigerador a pesar de no tener hambre. Alimenté a los peces que estaban a punto de morir. Terminé de desempacar en mi habitación…

Desempacar…

Abrí la maleta y ahí, en el compartimento secreto, estaba toda la jodida colección de Honey… pero yo quería a Bella primero. Quería a la Bella que había conocido antes de Honey la actriz porno lesbiana. Conecté mi celular a la televisión, y la aparición de su cabello castaño moviéndose al compás de las bombeadas que me daba hizo que me sentara hipnotizado en la cama.

No iba a estar solo, después de todo.


Hola chicas gracias por sus comentarios y visitas me hacen feliz que les encante la historia.

¿Comentarios? Bexos de parte de Ana y mios.

 

 

Capítulo 6: Chapter 6 Capítulo 8: Chapter 8

 
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