Sombras De Amor y Pasión (+18)

Autor: bechi
Género: + 18
Fecha Creación: 31/01/2013
Fecha Actualización: 11/04/2013
Finalizado: NO
Votos: 23
Comentarios: 46
Visitas: 25681
Capítulos: 19

advertencia:contenido altamente sexual explicito 

 

 

Cuando sientes la oscuridad en tu vida, sin remedio a ver luz alguna.. Tienes que aprender a vivir en esa oscuridad que tú mismo tomaste como vida… Pero nada es para siempre, todo puede cambiar tarde o temprano, Y sabrás que la vida te tiene algo muy bueno para ti…

 

 

 

 

hola soy bechi y les traigo mi primer fic asu juicio esperando les guste y no sean tan duras pues es el primero... espero sus votos y comentarios para ver si lo estoy haciendo bien... este fic es basado en la trilogia de "50 sombras de grey" pero interpretado por Edward y Bella.... Besos desde el Salvador su Querida Amiga PERVERTIDA...

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Capítulo 16: capitulo 16...

Christian abre la puerta del copiloto del Audi 4 x 4 negro y subo. Menudo cochazo. No ha mencionado el arrebato pasional del ascensor. ¿Debería decir algo yo? ¿Deberíamos comentarlo o fingir que no ha pasado nada? Apenas parece real, mi primer beso con forcejeo.

 

A medida que avanzan los minutos, le asigno un carácter mítico, como una leyenda del rey Arturo o de la Atlántida. No ha sucedido, nunca ha existido. Quizá me lo he imaginado. No. Me toco los labios, hinchados por el beso. Sin la menor duda ha sucedido. Soy otra mujer. Deseo a este hombre desesperadamente, y él me ha deseado a mí. Lo miro. Edward está como siempre, correcto y ligeramente distante.

 

No entiendo nada. Arranca el motor y abandona su plaza de parking. Enciende el equipo de música. El dulce y mágico sonido de dos mujeres cantando invade el coche. Uau… Mis sentidos están alborotados, así que me afecta el doble. Los escalofríos me recorren la columna vertebral. Edward conduce de forma tranquila y confiada hacia la Southwest Park Avenue.

 

—¿Qué es lo que suena?

 

—Es clasica ¿Te gusta?

 

—Edward, es precioso.

 

—Sí, ¿verdad? Sonríe y me lanza una rápida mirada. Y por un momento parece de su edad, joven, despreocupado y guapo hasta perder el sentido. ¿Es esta la clave para acceder a él? ¿La música? Escucho las voces angelicales, sugerentes y seductoras.

 

—¿Puedes volver a ponerlo?

 

—Claro. Edward pulsa un botón, y la música vuelve a acariciarme. Invade mis sentidos de forma lenta, suave y dulce.

 

—¿Te gusta la música clásica? —le pregunto intentando hacer una incursión en sus gustos personales.

 

—Mis gustos son eclécticos,Isabella. De Thomas Tallis a los Kings of Leon. Depende de mi estado de ánimo. ¿Y los tuyos?

 

—Los míos también. Aunque no conozco a Thomas Tallis. Se gira, me mira un instante y vuelve a fijar los ojos en la carretera.

 

—Algún día te tocaré algo de él. Es un compositor británico del siglo XVI. Música coral eclesiástica de la época de los Tudor. —Me sonríe—. Suena muy esotérico, lo sé, pero es mágica. Pulsa un botón y empiezan a sonar los Kings of Leon. A estos los conozco. «Sex on Fire.» Muy oportuno. De pronto el sonido de un teléfono móvil interrumpe la música. Edward pulsa un botón del volante. —Grey —contesta bruscamente.

 

—Señor Grey, soy Aro. Tengo la información que pidió. Una voz áspera e incorpórea que llega por los altavoces.

 

—Bien. Mándemela por e-mail. ¿Algo más?

 

—Nada más, señor. Pulsa el botón, la llamada se corta y vuelve a sonar la música. Ni adiós ni gracias. Me alegro mucho de no haberme planteado la posibilidad de trabajar para él. Me estremezco solo de pensarlo. Es demasiado controlador y frío con sus empleados. El teléfono vuelve a interrumpir la música.

 

—Grey.

 

—Le han mandado por e-mail el acuerdo de confidencialidad, señor Grey. Es una voz de mujer.

 

—Bien. Eso es todo, Rosalie

 

—Que tenga un buen día, señor. Edward cuelga pulsando el botón del volante. La música apenas ha empezado a sonar cuando vuelve a sonar el teléfono. ¿En esto consiste su vida, en contestar una y otra vez al teléfono?

 

—Grey —dice bruscamente.

 

—Hola, Edward. ¿Has tenido una buena noche de sexo?

 

—Hola, Emmet… Estoy con el manos libres, y no voy solo en el coche. Edward suspira.

 

—¿Quién va contigo? Edward mueve la cabeza.

 

—Isabella Steele.

 

—¡Hola, Bella! ¡Bella!

 

—Hola, Emmet.

 

—Me han hablado mucho de ti —murmura Emmet con voz ronca. Edward frunce el ceño.

 

—No te creas una palabra de lo que te cuente Kate —agrego Bella. Emmet se ríe.

 

—Estoy llevando a Isabella a su casa —dice Edward recalcando mi nombre completo—. ¿Quieres que te recoja?

 

—Claro.

 

—Hasta ahora. Edward cuelga y vuelve a sonar la música.

 

—¿Por qué te empeñas en llamarme Isabella?

 

—Porque es tu nombre.

 

—Prefiero Bella.

 

—¿De verdad? Casi hemos llegado a mi casa. No hemos tardado mucho.

 

—Isabella… —me dice pensativo. Lo miro con mala cara, pero no me hace caso.—Lo que ha pasado en la acera y en el ascensor… no volverá a pasar. Bueno, a menos que sea premeditado —dice él. Detiene el coche frente a mi casa. Me doy cuenta de pronto de que no me ha preguntado dónde vivo. Ya lo sabe. Claro que sabe dónde vivo, porque me envió los libros. ¿Cómo no iba a saberlo un acosador que sabe rastrear la localización de un móvil y que tiene un helicóptero? ¿Por qué no va a volver a besarme? Hago un gesto de disgusto al pensarlo.

 

No lo entiendo. La verdad es que debería apellidarse Enigmático, no Grey. Sale del coche y lo rodea caminando con elegancia hasta mi puerta, que abre. Siempre es un perfecto caballero, excepto quizá en raros y preciosos momentos en los ascensores. Me ruborizo al recordar su boca pegada a la mía y se me pasa por la cabeza la idea de que yo no he podido tocarlo. Quería deslizar mis dedos por su pelo alborotado, pero no podía mover las manos. Me siento, en retrospectiva, frustrada.

 

—A mí me ha gustado lo que ha pasado en el ascensor —murmuro saliendo del coche. No estoy segura de si oigo un jadeo ahogado, pero decido hacer caso omiso y subo los escalones de la entrada. Kate y Emmet están sentados a la mesa. Los libros de catorce mil dólares no siguen allí, afortunadamente. Tengo planes para ellos. Kate muestra una sonrisa ridícula y poco habitual en ella, y su melena despeinada le da un aire muy sexy. Edward me sigue hasta el comedor, y aunque Kate sonríe con cara de habérselo pasado en grande toda la noche, lo mira con desconfianza.

 

—Hola, Bella. Se levanta para abrazarme y al momento se separa un poco y me mira de arriba abajo. Frunce el ceño y se gira hacia Edward. —Buenos días, Edward —le dice en tono ligeramente hostil.

 

—Señorita Kavanagh —le contesta en su envarado tono formal.

 

—Edward, se llama Kate —refunfuña Emmet.

 

—Kate. Edward asiente con educación y mira a Emmet, que se ríe y se levanta para abrazarme él también.

 

—Hola, Bella. Sonríe y sus ojos azules brillan. Me cae bien al instante. Es obvio que no tiene nada que ver con Edward, pero, claro, son hermanos adoptivos.

 

—Hola, Emmet. Le sonrío y me doy cuenta de que estoy mordiéndome el labio.

 

—Emmet, tenemos que irnos —dice Edward en tono suave.

 

—Claro.

 

Se gira hacia Kate, la abraza y le da un beso interminable. Vaya… metanse una habitación. Me miro los pies, incómoda. Levanto los ojos hacia Edward, que está mirándome fijamente. Le sostengo la mirada. ¿Por qué no me besas así? Emmet sigue besando a Kate, la empuja hacia atrás y la hace doblarse de forma tan teatral que el pelo casi le toca el suelo.

 

—Nos vemos luego, nena —le dice sonriente. Kate se derrite. Nunca antes la había visto derritiéndose así. Me vienen a la cabeza las palabras «hermosa» y «complaciente». Kate, complaciente. Emmet debe de ser buenísimo. Edward resopla y me mira con expresión impenetrable, aunque quizá le divierte un poco la situación. Me coge un mechón de pelo que se me ha salido de la coleta y me lo coloca detrás de la oreja. Se me corta la respiración e inclino la cabeza hacia sus dedos. Sus ojos se suavizan y me pasa el pulgar por el labio inferior. La sangre me quema las venas. Y al instante retira la mano.

 

—Nos vemos luego, nena —murmura. No puedo evitar reírme, porque la frase no va con él. Pero aunque sé que está burlándose, aquellas palabras se quedan clavadas dentro de mí. —Pasaré a buscarte a las ocho. Se da media vuelta, abre la puerta de la calle y sale al porche. Emmet lo sigue hasta el coche, pero se vuelve y le lanza otro beso a Kate. Siento una inesperada punzada de celos.

 

—¿Por fin? —me pregunta Kate con evidente curiosidad mientras los observamos subir al coche y alejarse.

 

—No —contesto bruscamente, con la esperanza de que eso impida que siga preguntándome. Entramos en casa.

 

—Pero es evidente que tú sí —le digo. No puedo disimular la envidia. Kate siempre se las arregla para cazar hombres. Es irresistible, guapa, sexy, divertida, atrevida… Todo lo contrario que yo. Pero la sonrisa con la que me contesta es contagiosa.

 

—Y he quedado con él esta noche. Aplaude y da saltitos como una niña pequeña. No puede reprimir su entusiasmo y su alegría, y yo no puedo evitar alegrarme por ella. Será interesante ver a Kate contenta.

 

—Esta noche Edward va a llevarme a Seattle.

 

—¿A Seattle?

 

—Sí.

 

—¿Y quizá allí…?

 

—Eso espero.

 

—Entonces te gusta, ¿no?

 

—Sí.

 

—¿Te gusta lo suficiente para…?

 

—Sí. Alza las cejas.

 

—Uau. Por fin Bella Steele se enamora de un hombre, y es Edward Grey, el guapo y sexy multimillonario.

 

—Claro, claro, es solo por el dinero. Sonrío hasta que al final nos da un ataque de risa a las dos.

 

—¿Esa blusa es nueva? —me pregunta. Le cuento los poco excitantes detalles de mi noche.

 

—¿Te ha besado ya? —me pregunta mientras prepara un café. Me ruborizo.

 

—Doa veces.

 

—¡DOs Veces! —exclama. Asiento bastante avergonzada.

 

—Es muy reservado. Kate frunce el ceño.

 

—Qué raro.

 

—No creo que la palabra sea «raro», la verdad.

 

—Tenemos que asegurarnos de que esta noche estés irresistible —me dice muy decidida. Oh, no… Ya veo que va a ser un tiempo perdido, humillante y doloroso.

 

—Tengo que estar en el trabajo dentro de una hora.

 

—Me bastará con ese ratito. Vamos. Kate me coge de la mano y me lleva a su habitación.

 

Aunque en Clayton’s tenemos trabajo, las horas pasan muy lentas. Como estamos en plena temporada de verano, tengo que pasar dos horas reponiendo las estanterías después de haber cerrado la tienda. Es un trabajo mecánico que me deja tiempo para pensar.

 

La verdad es que en todo el día no he podido hacerlo. Siguiendo los incansables y francamente fastidiosos consejos de Kate, me he depilado las piernas, las axilas y las cejas, así que tengo toda la piel irritada. Ha sido una experiencia muy desagradable, pero Kate me asegura que es lo que los hombres esperan en estas circunstancias. ¿Qué más esperará Edward? Tengo que convencer a Kate de que quiero hacerlo. Por alguna extraña razón no se fía de él, quizá porque es tan estirado y formal. Afirma que no sabría decir por qué, pero le he prometido que le mandaría un mensaje en cuanto llegara a Seattle.

 

No le he dicho nada del helicóptero para que no le diera un pasmo. También está el tema de Jacob. Tengo tres mensajes y siete llamadas perdidas suyas en el móvil. También ha llamado a casa dos veces. Kate no ha querido concretarle dónde estaba, así que sabrá que está cubriéndome, porque Kate siempre es muy franca. Pero he decidido dejarle sufrir un poco. Todavía estoy enfadada con él.

 

Edward comentó algo sobre unos papeles, y no sé si estaba de broma o si voy a tener que firmar algo. Me desespera tener que andar conjeturando todo el tiempo. Y para colmo de desdichas, estoy muy nerviosa. Hoy es el gran día. ¿Estoy preparada por fin? La diosa que llevo dentro me observa golpeando impaciente el suelo con un pie. Hace años que está preparada, y está preparada para cualquier cosa con Edward Grey, aunque todavía no entiendo qué ve en mí… la timida Bella Steele… No tiene sentido.

 

 Es puntual, por supuesto, y cuando salgo de Clayton’s está esperándome, apoyado en la parte de atrás del coche. Se incorpora para abrirme la puerta y me sonríe cordialmente.

 

—Buenas tardes, señorita Steele —me dice.

 

—Señor Grey. Inclino la cabeza educadamente y entro en el asiento trasero del coche. Taylor está sentado al volante. —Hola, Taylor —le digo.

 

—Buenas tardes, señorita Steele —me contesta en tono educado y profesional. Edward entra por la otra puerta y me aprieta la mano suavemente. Un escalofrío me recorre todo el cuerpo.

 

—¿Cómo ha ido el trabajo? —me pregunta.

 

—Interminable —le contesto con voz ronca, demasiado baja y llena de deseo.

 

—Sí, a mí también se me ha hecho muy largo.

 

—¿Qué has hecho? —logro preguntarle.

 

—He ido de excursión con Emmet. Me golpea los nudillos con el pulgar una y otra vez. El corazón deja de latirme y mi respiración se acelera. ¿Cómo es posible que me afecte tanto? Solo está tocando una pequeña parte de mi cuerpo, y ya se me han disparado las hormonas.

 

 

ufff nenas es un poco corto pero esque estoy muy cansada esto de esperar bebé no es facil jajajaja!!!...

 

bueno como ven la noche de pasión esta llegando...

besos

 

 

Capítulo 15: capitulo 15... Capítulo 17: capitulo 17...

 
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