Mi cuerpo sin el suyo

Autor: MirosM
Género: + 18
Fecha Creación: 26/04/2014
Fecha Actualización: 03/10/2014
Finalizado: NO
Votos: 3
Comentarios: 6
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Capítulos: 12

Bella, Edward y Nessie vivviran cosas buenas, malas y muy malas. Pero eso si, nunca solos. Pues su familia y sus nuevos amigos y alidados estaran alistados para cualquier cosa que en el futuro se presente.

Pasiones, tristezas, alegrias, enojos e ira, seran algunas de las cosas que tendran que superar y disfrutar para poder estar juntos Edward y Bella. Asi como todos los demás

 

 

Los días se me hacían eternos al no poder rozar mi piel con la suya. Hacía cuatro días que se había marchado para mantener su dieta estable, pero aun no me acostumbraba a tener que separarme de el por temporadas. Trataba de soportarlo lo más que podía, pero no podía vivir sin mi dosis de cada día, tarde y noche, aún no había podido dominar mi abstinencia a él.

 

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Capítulo 3: Sangre en el prado

Capitulo 3: Sangre en el padro
 
 
Ambos estabamos arreglados y listos para lo que sea que Edward había preparado para los dos. Estaba nerviosa, ansiosa y excitada todavía por lo que había sucedido en cuarto de Alice. Mi esposo sabía muy bien como sacarme mi lado salvaje, lujurioso y sensual en la intimidad, fue el primero y definitivamente sabía que sería el ultimo en mi existencia
 
-Te extrañe como si hubieran sido años -me susurro en el oído, sacándome un escalofrío que me recorrió todo el cuerpo.
 
-Vayamos a donde planeas ir, Edward, no quiero arruinar tu lindo traje antes de tiempo -le conteste alejándome de el y dedicándole una mirada coqueta, esas que solo le mostraba a mi marido.
 
Me tomo de la mano y caminos tranquilamente por el bosque sin alguna dirección congruente aun, y debía admitir que esa noche el bosque se veía espectacular con el baño de luz lunar que recibía. Podía escuchar el canto de los grillos y uno que otro ciervo a unos kilometros; te salvaste, pensé. No estaba sedienta, había creado alguna fuerza extraña que me hacía tener un mayor aguante respecto a mi sed de sangre. La luz de la Luna le favorecía a Edward y su cabello cobrizo, brillaba de una manera que solo el podía poseer aun sin tener que mostrar la horrible marca que teníamos todos, la piel de un asesino. Y por si no era poca la belleza que desbordaba, llevaba puesto un pantalón de mezquilla color caqui, a juego con una camiseta blanca y un saco de color azul marino. Un modelo que era y sería todo mío en cualquier sentido.
 
-Deja de torturarme haciéndome tratar de leerte la mente Bella -mientras hablaba me dio un pequeño apretón en mi mano.
 
-Pienso en que te amo -dije con sinceridad.
 
-Hemos llegado.
 
Tarde unos segundo en reconocer el lugar al que acabábamos de llegar, era nuestro prado. Me había consumido tanto en estarlo observando que sin darme cuenta ya estábamos ahí. El lugar no era el mismo de hace años; habían crecido nuevas flores, el pasto estaba un poco crecido, los arboles que la hacían de barrera estaban mejor cuidados y estaban colocadas antorchas de manera que el prado quedaba levemente iluminado por el fuego, también había una sabana amplia color blanco, almohadones y una canasta, todo colocado en el centro del prado.
 
-Edward... Es hermoso -no me alcanzaban las palabras para expresar mi sorpresa. Él no dijo nada, simplemente se limito a tomar mi mano de nuevo y conducirme al lugar. Me senté en la sabana con cuidado y me retire los zapatos para tener una mayor comodidad, mientras que Edward iba hacia la canasta.
 
-Vamos a jugar, Bells -me dijo, enseñándome un antifaz de terciopelo color negro. Se me hubiera cortado la respiración y mi corazón estaría acelerado, si se pudiera. Sin embargo, todo lo que pude hacer fue asentir a su mirada oscura. 
 
Se inclino hacia mi de frente y me coloco el antifaz, para después darme un beso sencillo y pasarme la lengua lentamente por mi labio inferior. Escuche que regresaba a la canasta y olí a fresas, escuche el sonido de una botella al pegar con el suelo y después el sonido sordo de otra. Unos minutos más, Edward se sentó a mi lado y me coloco una fresa en los labios, la saboree con mi lengua y poco a poco fue haciendo un camino con la fresa por donde paso por mi cuello y planto un beso, siguió por en medio de mi escote y planto otro beso, pero no dejo de pasearlo por cuerpo una y otra vez hasta que escuche el sonido de una mordida y el crujir de la fresa.
 
-Que magnifica vista estoy teniendo en este momento -terminando de decir esto, me beso con deseo y pasión. Si con la fresa me había subido mi libido, con este beso me estaba volviendo loca este hombre. Lo necesitaba ya, pero sabía que su diversión aun no acababa, Edward me había demostrado su lado sexual y cuanto se había reprimido cuando yo era humano, ahora podía disfrutar de él completamente. Cuando soltó mis labios, sentí la necesidad de quitarme el antifaz y terminar toda esta tortura. Necesitaba sentir sus manos en mi cuerpo, sentirlo dentro de mi ser solo como el sabía que me gustaba. 
 
-Edward, te necesito. Ahora. -comenzaba a subir mis manos al antifaz, cuando sentí sus enormes manos encima de las mías y como las bajaba para ponerlas a mis costados
 
-No, Bella, aun no.
 
-¿Qué estas esperando? -estaba desesperada por este hombre.
 
-Volverte loca mi amor -volvió a besarme con fuerza y esta vez nos tendimos en la sabana. Liberó mis manos para que pudiera tocarlo y el pudiera tocarme. Paso un dedo por entre medio de mi escote y toco mis pezones por encima de mi delgado vestido, gemí, pero eso no lo detuvo al contrario, tomo mi pecho con su mano y comenzó a masajearlo de una manera lenta y agonizadora, su otra mano se encargaba de subir mi vestido y así abrirse paso entre mis piernas, cuando su mano sintió la falta de ropa interior.
 
-Gracias amor, me haz facilitado las cosas -dicho esto, introdujo dos dedos dentro de mi húmedo interior, grite su nombre y con eso aumento el ritmo que comenzaba a iniciar dentro de mi. Con mis senos desnudos, uno siento torturado por sus dedos y el otro con sus labios y lengua, más las entradas y salidas que hacia con sus dedos, estaba haciendo que llegara a mi limite y como que si hubiera leído mi mente, me soltó y se alejo de mi. Escuche como tomaba una botella.
 
-Que lastima por ese vestido nuevo -no entendí su comentario, hasta que olí a sangre, caliente y energizante. 
 
-Delicioso -vertió un poco en mi boca para que pudiera probarla y el resto me lo limpio con su lengua, se había extendido a una parte de mi cuello y todo éste había quedado marcado ya con su saliva. Vértió un poco más en mis pechos y hay fue donde más ímpetu le puso a la limpieza. Más que limpiar, torturo mis pezones con sus labios al presionar, con su lengua al lamber y jugar, y con dientes al morderme un poco y estirarlos.
 
Había levantado mi sed de sangre y mi sed de él, y Edward lo sabía perfectamente. Era tan cruel conmigo a veces.
 
-¿Quieres que entre dentro de ti, Isabella? -me susurro en mi boca.
 
-Si, lo necesito Edward.
Escuche como se deshacía de sus ropas para después levantarme un poco para retirarme el vestido desgarrado y machado de sangre. Por último me quito el antifaz. Aun siendo mi marido quede pasmada por la desnudez exorbitante que poseía, era perfecto en todos los sentido. Se tumbo encima de mi y comenzó a tocar mi clítoris mientras hacía magia lujuriosa con mis senos, tome la botella de sangre y le eche en el hombro para poder tomar un poco y así el pudiera lamberla mientras caía por mi pecho. Sin esperármelo, entro en mi ser de una manera ruda y posesiva, continuo ese ritmo destructor que me estaba llevando a la cima rápidamente cuando cambiamos de posición y me coloca encima de él, me toca levar el control y yo también lo hago rudo, le aruño la espalda y le susurro 'más, más, más...', me embiste las pocas veces que me faltan para poder sentir ese hermoso climax que ambos disfrutamos...
 
-Eres perfecta Bella -me dice mientras sigue bebiendo la sangre de las dos botellas de la manera que más me encanto, la vierte en mi para después recorrer mi cuerpo con su devastadora boca. 
 
-Aun no terminamos cariño -le dije, mientras le quitaba la botella de sangre y colocaba mi rostro muy cerca de su miembro, que al contacto con mi respiración comenzaba a despertar por las ganas.
Capítulo 2: Su llegada Capítulo 4: Un día llevadero

 
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