Hermoso Desastre (+18)

Autor: sabriicullen
Género: Romance
Fecha Creación: 17/10/2013
Fecha Actualización: 24/01/2014
Finalizado: SI
Votos: 23
Comentarios: 108
Visitas: 69412
Capítulos: 23

 

La nueva Bella Swan es una buena chica. No bebe, ni maldice, y tiene un porcentaje adecuado de cardigans en su armario. Bella cree que tiene suficiente distancia entre su oscuro pasado y ella, pero cuando llega a la universidad con su mejor amiga Rosalie, su camino a un nuevo comienzo es rápidamente desafiado por el Chico de Una Sola Noche de la Universidad de Eastern.

Edward Cullen, delgado y cubierto de tatuajes, es exactamente lo que Bella necesita-y quiere-evitar. Él pasa sus noches ganando dinero en el cuadrilátero, y sus días enamorando a sus compañeras. Intrigado por la resistencia de Bella hacia sus encantos, Edward la engaña con un sencillo truco, una simple apuesta.

Si él pierde, él debe mantenerse en abstinencia durante un mes. Si Bella pierde, debe vivir en el apartamento de Edward por la misma cantidad de tiempo. De cualquier manera, Edward no tiene idea de que él ha encontrado a su igual.


Hola volvi con nueva historia...

El relato no es mio ni los personajes, pertenecen a Jamie McGuire y Stephenie Meyer...

espero que les guste y dejen comentario o votito si me lo meresco... si quieren pueden pasar por mi otra historia

"El Chico Malo" se los agradeceria un monton.

Las quiero a todas SabriiCullen...

 

+ Añadir a Favoritos
Leer Comentarios
 


Capítulo 9: Promesa

La historia y los personajes no me pertencen. Pertencen a Jamie McGuire y Stephenie Meyer...

 

 


 

N/A: poner a gusto si quieren el tema "Satisfaction de los Rolling Stones"

...............................................................

James sacudió la cabeza.

 

—Está bien, así que, ¿estás con Jacob o con Edward? Estoy confundido.

—Jacob no me habla, así que, eso está en el limbo por ahora —dije, rebotando para reajustar mi mochila. Él lanzó una bocanada de humo, y después sacó un poco de tabaco de su lengua.

—Así qué, ¿Estás con Edward?

—Somos amigos, James.

—Te das cuenta de que todo el mundo piensa que ustedes dos están teniendo algún tipo de extraña relación de amigos-con-beneficios que no están admitiendo, ¿verdad?

—No me importa. Pueden pensar lo que quieran.

—¿Desde cuándo? ¿Qué pasó con la Bella nerviosa, misteriosa y cautelosa que conozco y amo?

—Murió por el estrés de todos los rumores y suposiciones.

—Eso es muy malo. Voy a extrañar el señalarla y reírme de ella. Golpeé el brazo de James, y él se rió. —Bien. Ya era hora de que dejaras de fingir —dijo.

—¿Qué quieres decir?

—Cariño, estás hablando con alguien que vivió la mayor parte de su vida fingiendo. Te detecté a una milla de distancia.

—¿Qué estás tratando de decir, James? ¿Que soy una lesbiana en el closet?

—No, que estás escondiendo algo. Las chaquetas, la sofisticada y recatada chica que va a elegantes restaurantes con Jacob Black… esa no eres tú. O eras una stripper de pueblo o has estado en rehabilitación. La última, supongo yo. Me reí fuertemente.

—¡Eres terrible para suponer!

—Entonces, ¿Cuál es tu secreto?

—Si te lo dijera, no sería un secreto, ¿no es así? Sus facciones se afilaron con una sonrisa pícara.

—Yo te mostré el mío, ahora muéstrame el tuyo.

—Odio ser la portadora de malas noticias, pero tu orientación sexual no es exactamente un secreto, James.

—¡Mierda! Y yo que pensaba que tenía lo de misterioso gatito del sexo a mi favor —dijo, tomando otra calada. Me encogí antes de hablar.

—¿Tuviste una buena vida en casa, James?

—Mi mamá es genial… mi papá y yo teníamos muchos problemas que resolver, pero estamos bien ahora.

—Yo tuve a Charlie Swan por padre.

—¿Quién es ese? Me reí.

—¿Ves? No es tan importante si no sabes quién es.

—¿Quién es él?

—Un desastre. Las apuestas, la bebida, el mal temperamento… es hereditario en mi familia. Rosalie y yo vinimos aquí para que yo pudiera empezar de nuevo, sin el estigma de ser la hija de un borracho rehabilitado.

—¿Un apostador rehabilitado de Forks?

—Todo lo que Charlie tocaba se convertía en oro en ese entonces. Cuando cumplí trece, su suerte cambió.

—Y te culpó a ti.

—Rosalie renunció a muchas cosas para venir aquí conmigo, así yo podía escapar, pero llegué aquí y me doy de bruces contra Edward.

—Y cuando ves a Edward…

—Es demasiado familiar. James asintió, tirando su cigarrillo al suelo.

—Mierda, Bella. Eso apesta. Entrecerré mis ojos.

—Si le dices a alguien lo que acabo de decir, llamaré a La Mafia. Conozco a algunos de ellos, sabes.

—Mentira. Me encogí de hombros.

—Cree lo que quieras. James me miró suspicazmente, y después sonrió.

—Eres, oficialmente, la persona más genial que conozco.

—Eso es triste, James. Deberías salir más —dije, deteniéndome en la entrada de la cafetería. Él levantó mi barbilla.

—Todo va salir bien. Soy un firme creyente del refrán las-cosas-pasan-por-una-razón. Llegaron aquí, Rosalie conoció a Emm, tú encontraste tu camino hacia El Círculo, algo sobre ti puso el mundo de Edward Cullen de cabeza. Piensa en ello —dijo, plantando un rápido beso en mis labios.

—¡Oye, ya! —dijo Edward. Me agarró por la cintura, levantándome en el aire, y regresándome al suelo detrás de él—. ¡Tú eres la última persona por la que tendría que preocuparme sobre esa mierda, James! ¡Ten cuidado! —bromeó. James se inclinó hacia el lado de Edward y me guiñó un ojo.

—Nos vemos, Cookie. Cuando Edward se giró para enfrentarme, su sonrisa se desvaneció.

— ¿Por qué ese gesto? Yo negué con la cabeza, tratando de dejar que la adrenalina siguiera su curso.

—Simplemente no me gusta ese apodo. Tiene algunos malos recuerdos adheridos.

—¿Expresión de cariño del aspirante a pastor bautista?

—No —refunfuñé. Edward golpeó su palma.

—¿Quieres que vaya a golpear a James? ¿Qué le enseñe una lección? Lo mataré. No pude evitar sonreír.

—Si quisiera matar a James, simplemente le diría que Prada quebró, y él terminaría el trabajo por mí. Edward se rió, acercándose a la puerta.

—¡Vamos! ¡Estamos perdiendo el tiempo aquí! Nos sentamos juntos en la mesa del almuerzo molestándonos con pellizcos y codazos en las costillas.

El humor de Edward era tan optimista como la noche en que perdí la apuesta. Todos en la mesa lo notaron, y cuando instigó una mini-guerra de comida conmigo, atrajo la atención de los que estaban sentados en las mesas a nuestro alrededor. Rodé mis ojos.

—Me siento como un animal de zoológico. Edward me miró por un momento, notó esas miradas, y después se puso de pie.

— ¡I CAN‟T! —gritó. Observé con asombro como el cuarto entero levantó la cabeza de un tirón en su dirección. Edward movió la cabeza un par de veces a un ritmo en su cabeza. Emmet cerró los ojos.

—Oh, no. Edward sonrió.

—Get no… sa… tis… faction —cantó—, I can‟t get no…. sat-is-fac-tion. „Cuz I‟ve tried… and I‟ve tried… and I‟ve tried… and I‟ve tried…—se subió a la mesa mientras todo el mundo miraba—, ¡I CAN‟T GET NO! Apuntó a los jugadores de fútbol al final de la mesa y ellos sonrieron

—, ¡I CAN‟T GET NO! —Gritaron al unísono.

Todo el cuarto aplaudió al ritmo, entonces. Edward cantó en sus puños.

— ¡When I‟m drivin‟ in my car, and a man comes on the… ra-di-o… he‟s tellin‟ me more and more… about some useless in-for-ma-tion! ¡Supposesd to fire my im-agin-a-tion! ¡I CAN‟T GET NO! ¡Uh no, no, no!

Bailó junto a mí, cantando en su micrófono imaginario. Toda la sala estaba cantando en armonía,

— ¡HEY, HEY, HEY! — ¡That‟s what I‟ll say! —Cantó Edward.

Edward movió sus caderas, y algunos silbidos y chillidos de las chicas en la sala se encendieron. Caminó hacia mí otra vez, cantando el coro al otro lado de la sala, los jugadores de fútbol sus coristas.

— ¡Yo te voy a ayudar! —Gritó una chica desde el fondo.

— …cuz I‟ve tried, and I‟ve tried, and I‟ve tried… —cantó.

— ¡I CAN‟T GET NO! ¡I CAN‟T GET NO! —Cantaron sus coristas. Edward se paró enfrente de mí y se inclinó.

— ¡When I‟m watchin‟ my tv… and a… man comes on and tells me… how White my shirts can be! Well he can‟t be a man, cause he doesn‟t smoke… the same cigarettes as me! ¡I can‟t…get no! ¡Uh no, no, no!

Todo el mundo aplaudió al ritmo y los jugadores de fútbol cantaron.

— ¡HEY, HEY, HEY! — ¡That‟s what I say! —cantó Edward, apuntando a su audiencia que aplaudía.

Algunos se pararon y bailaron con él, pero la mayoría sólo observó con divertido asombro. Saltó a la mesa de al lado y Rosalie gritó y aplaudió, dándome un codazo. Yo negué con la cabeza; había muerto y despertado en High School Musical. Los jugadores de fútbol estaban tarareando la base,

— ¡Na, na, nanana! ¡Na, na, na! ¡Na na, nanana! Edward levantó su puño-microfono,

— ¡When I‟m… ridin‟ „round the world… and I‟m doin‟ this… and I‟m signin‟ that!

Se bajó de un salto, y entonces se inclinó a través de la mesa hacia mi cara,

—And I‟m tryin‟ to make some girl…. tell me, uh baby better come back, maybe next week, „cuz you see I‟m on. ¡A losin‟ streak! ¡I CAN‟T GET NO! ¡Uh no, no, no!

El cuarto aplaudió al ritmo, el equipo de fútbol gritó su parte,

— ¡HEY, HEY, HEY! — ¡I can‟t get no! ¡I can‟t get no! ¡Satis-faction!15 —me canturreó, sonriendo y sin aliento.

La sala entera explotó en aplausos, e incluso algunos silbidos. Me sacudí después de que besó mi frente, y entonces se enderezó para hacer una reverencia. Cuando volvió a su asiento en frente de mí, se echó a reír.

—¿No están mirándote, ahora, o sí?—Jadeó.

—Gracias. Realmente, no hacía falta —Sonreí.

—¿Bells? Levanté la mirada para ver a Jacob parado al final de la mesa. Todos los ojos estaban sobre mí una vez más. —Tenemos que hablar —dijo Jacob, parecía nervioso. Miré hacia Rosalie, Edward, y luego a Jacob—. ¿Por favor? —Preguntó, metiendo las manos en sus bolsillos. Asentí con la cabeza, siguiéndolo afuera. Pasó por las ventanas hacia la privacidad del otro lado del edificio.

—No quería atraer la atención hacia ti otra vez. Sé cuánto odias eso.

—Entonces, simplemente deberías haberme llamado si quieras hablar —dije. Asintió, mirando el suelo.

—No era mi intención encontrarte en la cafetería. Vi la conmoción, y después a ti, y me acerqué. Lo siento. Esperé, y él habló otra vez, —No sé qué pasó contigo y Edward. No es asunto mío… tú y yo sólo hemos tenido un par de citas. Estaba enojado al principio, pero entonces me di cuenta de que no me hubiera molestado si no sintiera algo por ti.

—No dormí con él, Jacob. Él sostuvo mi cabello mientras lanzaba medio litro de Petron en su inodoro. Eso es a lo más romántico que llegó. Se rió una vez.

—No creo que hayamos tenido una oportunidad justa… no contigo viviendo con Edward. La verdad es, Bella, me gustas. No sé qué es, pero parece que no puedo dejar de pensar en ti. —Sonreí y tomó mi mano, pasando sus dedos sobre mi brazalete—. Probablemente te asusté con este ridículo regalo, pero nunca he estado en esta situación antes. Siento como si estuviera constantemente compitiendo con Edward por tu atención.

—No me asustaste con el brazalete. Él apretó los labios.

—Me gustaría que salgamos otra vez en un par de semanas, después de que terminé tu mes con Edward. Entonces podemos concentrarnos en llegar a conocernos sin la distracción.

—Me parece justo. Se inclinó hacia abajo y cerró los ojos, presionando sus labios contra los míos.

—Te llamaré pronto. Lo despedí con la mano, y luego volví a la cafetería, pasando a Edward. Él me agarró, empujándome a su regazo.

— ¿Romper es tan difícil de hacer?

—Él quiere volver a intentarlo cuando vuelva a Morgan.

—Mierda, voy a tener que pensar en otra apuesta—dijo, poniendo mi plato frente a mí.

Las dos siguientes semanas volaron. Aparte de las clases, pasé cada momento despierta con Edward, y la mayoría del tiempo lo pasamos solos. Me llevó a cenar, por tragos y a bailar al Red, a los bolos, y fue llamado a dos peleas. Cuando no estábamos riéndonos de nuestras tonterías, estábamos jugando a la lucha libre, o acurrucados en el sofá con Toto, mirando una película.

Él hizo un punto por ignorar a cada chica que bateó sus pestañas, y todo el mundo hablaba del nuevo Edward. Mi última noche en el apartamento, Rosalie y Emmet estaban inexplicablemente ausentes, y Edward elaboró una cena especial de Última Noche. Compró vino, puso servilletas, e incluso trajo a casa cubiertos de plata nuevos para la ocasión.

Ubicó nuestros platos en la barra del desayuno y puso su silla al otro lado para sentarse enfrente de mí. Por primera vez, tuve la clara sensación de que estábamos en una cita.

—Esto es muy bueno, ED. Me lo has estado ocultando —dije mientras masticaba la pasta de pollo Cajún que él había preparado. Forzó una sonrisa, y pude ver que estaba trabajando duro para mantener la conversación ligera.

—Si te lo hubiera dicho antes, lo hubieras esperado todas las noches. —Su sonrisa se desvaneció, y sus ojos cayeron a la mesa. Jugué con la comida en mi plato.

—Yo también voy a extrañarte, ED.

—Vas a seguir viniendo, ¿verdad?

—Sabes que lo haré. Y tú estarás en Morgan, ayudándome a estudiar, justo como hiciste antes.

—Pero no va a ser lo mismo —suspiró—. Estarás saliendo con Jacob, vamos a estar ocupados… iremos en direcciones diferentes.

—No va a cambiar tanto. Logró una sola risa.

— ¿Quién hubiera pensado en esa primera vez que nos vimos que estaríamos sentados aquí? No podrías haberme dicho, hace tres meses, que yo estaría así de miserable al decirle adiós a una chica. Mi estómago se hundió.

—No quiero que seas miserable.

—Entonces no te vayas —dijo. Su expresión era tan desesperada que la culpa formó un nudo en mi garganta.

—No puedo mudarme aquí, Edward. Es una locura.

—¿Quién lo dice? Acabo de tener las dos mejores semanas de mi vida.

—Yo también.

—¿Entonces por qué siento como si nunca fuera a volver a verte?

Yo no tenía una respuesta. Su mandíbula se tensó, pero no él no estaba enojado. La urgencia de ir hacia él creció insistente, así que me paré y caminé alrededor de la barra, sentándome en su regazo. Él no me miró, así que abracé su cuello, presionando mi mejilla contra la suya.

—Te vas a dar cuenta del dolor en el trasero que soy, y entonces, olvidarás todo sobre extrañarme —dije en su oído. Resopló una bocanada de aire mientras frotaba mi espalda.

—¿Lo prometes?

Me incliné hacia atrás y miré en sus ojos, tocando cada lado de su cara con mis manos. Acaricié su mandíbula con mi pulgar; su expresión era desgarradora. Cerré mis ojos y me incliné para besar la comisura de sus labios, pero él se giró para que atrapara más de sus labios de lo que yo había intentado. Incluso cuando el beso me sorprendió, no me alejé de inmediato. Edward mantuvo sus labios en los míos, pero no lo llevó más lejos. Finalmente me alejé, jugando con una sonrisa.

—Tengo un día pesado mañana. Voy a limpiar la cocina, y después me voy a ir a la cama.

—Te ayudo —dijo él.

Lavamos los platos en silencio, con Toto durmiendo a nuestros pies. Él secó el último plato y lo puso en el estante, y después me llevó por el pasillo, sosteniendo mi mano un poco demasiado apretada. La distancia desde la boca del pasillo hasta la puerta de su habitación parecía durar el doble de tiempo. Los dos sabíamos que el adiós estaba sólo a unas pocas horas de distancia. Él ni siquiera intentó pretender no mirar esta vez mientras me cambiaba a una de sus camisetas para dormir.

Se desvistió hasta sus bóxers, y se subió debajo de las mantas, esperándome a que lo acompañara. Una vez que lo hice, Edward apagó la lámpara, y luego me acercó a él sin pedir permiso o disculparse. Tensó sus brazos y suspiró, y yo acurruqué mi cara en su cuello. Cerré los ojos fuertemente, tratando de saborear el momento.

Sabía que iba a desear volver a este momento cada día de mi vida, así que lo viví con todo lo que tenía. Él miró por la ventana. Los árboles arrojaron una sombra a través de su rostro. Edward apretó sus ojos cerrados, y la sensación de hundimiento se instaló en mí. Era agonizante verlo sufrir, sabiendo no sólo que yo era la causa de ese sufrimiento… yo era la única que se lo podía quitar.

—¿ED? ¿Estás bien? —Pregunté. Hubo una larga pausa antes de que hablara finalmente.

—Nunca he estado mejor en toda mi vida. Presioné mi frente contra su cuello, y él me apretó más fuerte.

—Esto es tonto —dije—. Nos vamos a ver todos los días.

—Sabes que eso no es verdad.

El peso de la tristeza que sentíamos los dos era aplastante, y una necesidad incontenible se apoderó de mí para salvarnos a los dos. Levanté mi barbilla, pero dudé; lo que estaba a punto de hacer lo cambiaría todo. Razoné que Edward no veía la intimidad como algo más que una forma de pasar el tiempo, y cerré mis ojos otra vez y me tragué mis miedos.

Tenía que hacer algo, sabiendo que los dos permaneceríamos despiertos, temiendo por cada minuto que pasara hasta la mañana. Mi corazón latía fuertemente cuando toqué su cuello con mis labios, y luego probé su carne en un lento y tierno beso. Bajó la mirada con sorpresa, y entonces sus ojos se suavizaron comprendiendo lo que yo quería.

Se inclinó hacia abajo, presionando sus labios contra los míos con una delicada dulzura. El calor de sus labios viajó todo su camino hasta mis pies, y lo atraje más cerca de mí. Ahora que habíamos dado el primer paso, no tenía intención de detenerme ahí. Separé mis labios, dejando que la lengua de Edward encontrara su camino hacia la mía.

—Te deseo.

De repente, el beso se hizo más lento, y él intentó alejarse. Determinada a terminar lo que había empezado, mi boca trabajó contra la suya más ansiosamente. En reacción, Edward se alejó hasta que estaba de rodillas. Me levanté con él, manteniendo nuestras bocas fusionadas. Agarró cada uno de mis hombros para mantenerme a raya.

—Espera un segundo —susurró con una sonrisa divertida, respirando fuertemente—. No tienes que hacer esto, Pigeon. Esto no es de lo que se trata esta noche.

Lo estaba escondiendo, pero pude verlo en sus ojos, su auto-control no iba a durar mucho. Me incliné de nuevo, y esta vez sus brazos cedieron sólo lo suficiente para que rozara mis labios contra los suyos.

—No me hagas rogar —susurré contra su boca.

Con esas cuatro palabras, sus reservas se desvanecieron. Me besó, duro y con ganas. Mis dedos bajaron a lo largo de su espalda y se instalaron en el elástico de sus bóxers, recorriendo nerviosamente las arrugas de la tela. Sus labios se impacientaron, entonces, y caí contra el colchón cuando se estrelló contra mí. Su lengua se abrió camino a la mía de nuevo, y cuando gané el valor de deslizar mi mano entre su piel y sus bóxers, gimió.

Edward tiró de la camiseta por encima de mi cabeza, y luego sus impacientes manos recorrieron mi costado, agarrando mi ropa interior y deslizándola por mis piernas con una mano. Su boca regresó a la mía una vez más mientras su mano se deslizaba hacia arriba por el interior de mi muslo, y dejé salir un suspiro largo y entrecortado cuando sus dedos vagaron donde ningún hombre me había tocado antes. Mis rodillas se arquearon y temblaron con cada movimiento de su mano, y cuando clavé mis dedos en su carne, se posicionó encima de mí.

—Pigeon —dijo, jadeando—, no tiene que ser esta noche. Esperaré hasta que estés lista.

Miré por encima de mi cabeza y alcancé el primer cajón de su buró, abriéndolo. Sintiendo el plástico entre mis dedos, toqué la esquina con mi boca, abriendo el paquete con mis dientes. Su mano libre dejó mi espalda, y se bajó los bóxers, sacándoselos rápidamente como si no pudiera soportar que estuvieran entre nosotros. El paquete crujió en la yema de sus dedos, y después de unos momentos, lo sentí entre mis piernas. Cerré los ojos.

—Mírame, Pigeon.

Lo miré, y sus ojos estaban decididos y suaves al mismo tiempo. Movió la cabeza, inclinándose para besarme tiernamente, y entonces su cuerpo se tensó, empujándose dentro de mí en un pequeño y lento movimiento. Cuando se alejó, mordí mi labio con incomodidad; cuando se meció en mí otra vez, apreté mis ojos cerrados por el dolor. Mis piernas apretadas alrededor de sus caderas, y me besó de nuevo.

—Mírame —susurró.

Cuando abrí mis ojos, se presionó dentro de mí otra vez, y grité por la maravillosa combustión que provocó. Una vez que me relajé, el movimiento de su cuerpo contra el mío fue más rítmico. El nerviosismo que había sentido al principio había desaparecido, y Edward agarraba mi carne como si no pudiera tener suficiente. Lo atraje hacia mí, y gimió cuando el placer que sintió fue demasiado.

—Te he deseado por tanto tiempo, Bella. Eres todo lo que quiero —musitó contra mi boca.

Agarró mi pierna con una mano y se levantó con su codo, sólo unos centímetros por encima de mí. Una fina capa de sudor comenzó a crearse en nuestra piel, y arqueé la espalda mientras sus labios trazaban mi mandíbula y después seguían una sola línea hacia mi cuello.

—Edward —suspiré.

Cuando dije su nombre, apoyó su mejilla contra la mía, y sus movimientos se volvieron más rígidos. Los ruidos de su garganta se hicieron más fuertes, y finalmente se presionó dentro de mí una última vez, gimiendo y temblando encima de mí. Después de unos momentos, se relajó, dejó que su respiración fuera más lenta.

—Ese fue un gran primer beso —dije con una expresión cansada y satisfecha. Él escaneó mi rostro y sonrió.

—Tu último primer beso.

Estaba demasiado sorprendida como para responder. Él colapsó a mi lado sobre su estómago, extendiendo un brazo sobre mi cintura, y descansando su frente contra mi mejilla. Pasé mis dedos por la piel desnuda de su espalda hasta que escuché que su respiración se equilibraba.

Permanecí despierta durante horas, escuchando las profundas respiraciones de Edward y al viento moviéndose entre los árboles afuera. Rosalie y Emmet entraron por la puerta principal silenciosamente, y los escuché caminar de puntillas por el pasillo, murmurando entre ellos. Habíamos empacado mis cosas más temprano ese día, y me encogí ante cuán incómoda iba a ser la mañana.

Había pensado que una vez que Edward se acostara conmigo habría satisfecho su curiosidad, pero en cambio, él estaba hablando de un para siempre. Mis ojos se cerraron de golpe ante el pensamiento de su expresión cuando entendiera que lo había pasado entre nosotros no era una comienzo, era un cierre. Yo no podía ir por ese camino, él me odiaría cuando se lo dijera. Salí de debajo de su brazo y me vestí, cargando mis zapatos por el pasillo hacia la habitación de Emmet. Rosalie se sentó en la cama, y Emmet estaba sacándose su camisa enfrente del armario.

—¿Está todo bien, Bella? —Preguntó Emmet.

—¿Rose? —dije, indicándole que viniera al pasillo conmigo. Ella asintió, mirándome con ojos cautos.

—¿Qué está pasando?

—Necesito que me lleves a Morgan ahora. No puedo esperar hasta mañana. Un lado de su boca se levantó con una conocida sonrisa.

—Nunca pudiste manejar las despedidas.

Emmet y Rosalie me ayudaron con mis bolsos, y miré por la ventana del auto de Rosalie en mi viaje de vuelta a Morgan Hall. Cuando dejamos el último de mis bolsos en mi cuarto, Rosalie me agarró.

—Va a ser tan diferente el apartamento, ahora.

—Gracias por traerme a casa. El sol saldrá en unas pocas horas. Mejor vete —dije, apretando su agarre una vez antes de dejarla ir.

Rosalie no miró hacia atrás cuando dejó mi cuarto, y yo mastiqué mi labio nerviosamente, sabiendo cuán enojada estaría cuando se diera cuenta de lo había hecho. Mi camiseta crujió cuando me la saqué por la cabeza, la estática en el aire se había intensificado con la llegada del invierno. Sintiéndome un poco perdida, me hice un ovillo debajo mi grueso edredón, e inhalé por la nariz; el perfume de Edward aún persistía en mi piel.

La cama se sintió fría y desconocida, un agudo contraste con el calor del colchón de Edward. Había pasado treinta días en un pequeño apartamento con el mujeriego más infame del Eastern, y después de todas las discusiones y las suposiciones de última hora, era el único lugar en el que quería estar. Las llamadas empezaron a las ocho de la mañana, y después cada cinco minutos durante una hora.

— ¡Bella! —Gruñó Jessica—. ¡Contesta el estúpido teléfono!

Me estiré y lo apagué. No fue hasta que escuché los golpes en la puerta que me di cuenta que no me iban a dejar pasar el día escondida en mi cuarto como planeaba. Jessica tiró de la perilla.

— ¿Qué? Rosalie pasó a su lado, y se paró al lado de mi cama.

—¿Qué demonios está pasando? —Gritó. Sus ojos estaban rojos e hinchados, y todavía estaba en pijama. Me senté.

—¿Qué, Rose?

—¡Edward es un maldito desastre! No quiere hablar con nosotros, está destrozando el apartamento, arrojó el estéreo a través de la habitación… ¡Emm no puede hacerlo entrar en razón! Me froté los ojos con las palmas de mis manos, y parpadeé.

—No lo sé.

—¡Mentira! Vas a decirme que demonios está pasando, ¡Y vas a decírmelo ahora! Jessica tomó su bolso para la ducha y huyó. Cerró la puerta fuertemente detrás de ella, y yo fruncí el ceño, con miedo de que le diga a la consejera de residencias, o peor, al Decano de Estudiantes.

—Baja la voz, Rosalie, Jesús —susurré. Ella apretó los dientes.

—¿Qué hiciste?

Supuse que él estaría enojado conmigo; no sabía que entraría en cólera. —Yo… no lo sé —tragué.

—Intentó golpear a Emm cuando se enteró que te ayudamos para que te fueras. ¡Bella! ¡Por favor dime! —Suplicó, sus ojos brillando—. ¡Me está asustando! El miedo en sus ojos me obligó a decir sólo la verdad parcial.

—Simplemente no pude decir adiós. Sabes qué difícil es para mí.

—Es algo más, Bella. ¡Él está absolutamente loco! Lo escuché gritar tu nombre, y después recorrió todo el apartamento buscándote. Irrumpió en el cuarto de Emm, demandando saber dónde estabas. Entonces intentó llamarte. Una, y otra, y otra vez —suspiró—. Su rostro estaba… Jesús, Bella. Nunca lo había visto así. Arrancó las sabanas de la cama, y las arrojó, arrojó sus almohadas, destrozó el espejo con su puño, pateo su puerta… ¡rompiendo las bisagras! ¡Fue la cosa más aterradora que he visto en mi vida!

Cerré mis ojos, obligando a las lágrimas agrupadas en mis ojos correr por mis mejillas. Rosalie me empujó su celular.

—Tienes que llamarlo. Por lo menos tienes que decirle que estás bien.

—Está bien, lo voy a llamar. Me volvió a dar su teléfono.

—No, vas a llamarlo ahora. Tomé su teléfono en mi mano y toqué los botones, tratando de imaginar qué podría decirle. Ella lo arrebató de mi mano, marcó, y me lo pasó. Sostuve el teléfono en mi oído, y respiré hondo.

—¿Rose? —Respondió Edward, su voz llena de preocupación.

—Soy yo. La línea estuvo en silencio por varios minutos antes de que finalmente hablara.

—¿Qué mierda pasó contigo anoche? Me desperté esta mañana, y no estabas y tú… ¿sólo te fuiste y no dijiste adiós? ¿Por qué?

—Lo siento. Yo…

—¿Lo sientes? ¡Te has vuelto loca! No contestas tu teléfono, te escapaste y, qué… ¿por qué? ¡Pensé que finalmente teníamos todo resuelto!

—Sólo necesitaba algo de tiempo para pensar.

—¿Sobre qué? — Hizo una pausa—. ¿Te lastimé?

—¡No! ¡No es nada por el estilo! En verdad… en verdad lo siento. Estoy segura que Rosalie te lo dijo. Yo no me despido.

—Tengo que verte —dijo, su voz desesperada. Suspiré.

—Tengo mucho que hacer hoy, ED. Tengo que desempacar y tengo pilas de ropa que lavar.

—Te arrepientes —dijo él, su voz rota.

—No es… no es eso. Somos amigos. Eso no va a cambiar.

—¿Amigos? ¿Entonces qué mierda fue anoche? —dijo, la ira fluyendo a través de su voz. Cerré mis ojos fuertemente.

—Sé lo que quieres. Yo simplemente no puedo… hacer eso ahora mismo.

—¿Así que sólo necesitas tiempo? —preguntó con una voz más calmada—. Podrías haberme dicho eso. No tenías que escaparte de mí.

—Sólo parecía la forma más fácil.

—¿La más fácil para quién?

—No podía dormir. Seguía pensando en cómo sería en la mañana, cargando el auto de Rose y… no pude hacerlo, ED —dije.

—Ya es suficientemente malo que no vas a estar más aquí. No puedes simplemente salir de mi vida. Forcé una sonrisa.

—Te veré mañana. No quiero que las cosas estén raras, ¿de acuerdo? Sólo necesito solucionar algunas cosas. Eso es todo.

—Está bien —dijo—. Puedo hacer eso. Terminé la llamada y Rosalie me miró fijamente.

—¿DORMISTE con él? ¡Perra! ¿Ibas a decírmelo siquiera? Rodé mis ojos y caí contra la almohada.

—Esto no es sobre ti, Rose. Esto sólo se convirtió en un complicado desastre.

—¿Qué tiene de complicado? ¡Ustedes dos deberían estar delirantemente felices, no rompiendo puertas y escondiéndose en sus cuartos!

—No puedo estar con él —susurré, manteniendo mis ojos en el techo. Su mano cubrió la mía, y habló suavemente.

—Edward necesita trabajar. Créeme, entiendo cada una de las reservas que tienes sobre él, pero mira cuánto ha cambiado por ti hasta ahora. Piensa en las últimas dos semanas, Bella. Él no es Charly.

—¡Yo soy Charlie! Me involucré con Edward y todo por lo que hemos trabajado… ¡poof! —Troné mis dedos—. ¡Justo así!

—Edward no dejará que eso pase.

—No depende de él, ¿no es así?

—Vas a romper su corazón, Bella. ¡Vas a romper su corazón! La única chica en la que confía lo suficiente como para enamorarse, ¡Y vas a clavarlo a la pared! Me giré lejos de ella, incapaz de ver la expresión que iba con el tono de súplica en su voz.

—Necesito el final feliz. Por eso vinimos aquí.

—No tienes que hacer esto. Podría funcionar.

—Hasta que mi suerte se esfume. Rosalie levantó sus manos, dejándolas caer en su regazo.

—Jesús, Bella, no empieces con esa mierda otra vez. Ya hablamos sobre esto. Mi teléfono sonó, y miré la pantalla.

—Es Jacob. Ella negó con la cabeza.

—Todavía estamos hablando.

—¿Hola? —Respondí, evitando la mirada de Rosalie.

—¡Bells! ¡Día uno de libertad! ¿Cómo se siente? —dijo.

—Se siente… libre —dije, incapaz de reunir un poco de entusiasmo.

—¿Cena mañana en la noche? Te he extrañado.

—Sí —me limpié la nariz con mi manga—. Mañana es genial. Después de colgar el teléfono, Rosalie frunció el ceño.

—Él va a preguntarme cuando regrese —dijo ella—. Va a querer saber de qué hablamos. ¿Qué se supone que le diré?

—Dile que voy a mantener mi promesa. Para a esta hora mañana, él no me extrañará.


Hola mis pollitas

Como estan? le gusto el capitulo, al fin  paso lo que tanto habiamos esperdo, pero Pff la burbuja exploto,  quien quiere matar a Bella ._./ jajaja

Gracias  a todas las que comentan, y  a las silenciosas tambien...

Como lo prometi, nos vemos el Sabado.

Besitos SabriiCullen<3

 

Capítulo 8: Rumores Capítulo 10: Cara de Póker

 
14443392 visitas C C L - Web no oficial de la saga Crepúsculo. Esta obra está bajo licencia de Creative Commons -
 10760 usuarios