Hermoso Desastre (+18)

Autor: sabriicullen
Género: Romance
Fecha Creación: 17/10/2013
Fecha Actualización: 24/01/2014
Finalizado: SI
Votos: 23
Comentarios: 108
Visitas: 69421
Capítulos: 23

 

La nueva Bella Swan es una buena chica. No bebe, ni maldice, y tiene un porcentaje adecuado de cardigans en su armario. Bella cree que tiene suficiente distancia entre su oscuro pasado y ella, pero cuando llega a la universidad con su mejor amiga Rosalie, su camino a un nuevo comienzo es rápidamente desafiado por el Chico de Una Sola Noche de la Universidad de Eastern.

Edward Cullen, delgado y cubierto de tatuajes, es exactamente lo que Bella necesita-y quiere-evitar. Él pasa sus noches ganando dinero en el cuadrilátero, y sus días enamorando a sus compañeras. Intrigado por la resistencia de Bella hacia sus encantos, Edward la engaña con un sencillo truco, una simple apuesta.

Si él pierde, él debe mantenerse en abstinencia durante un mes. Si Bella pierde, debe vivir en el apartamento de Edward por la misma cantidad de tiempo. De cualquier manera, Edward no tiene idea de que él ha encontrado a su igual.


Hola volvi con nueva historia...

El relato no es mio ni los personajes, pertenecen a Jamie McGuire y Stephenie Meyer...

espero que les guste y dejen comentario o votito si me lo meresco... si quieren pueden pasar por mi otra historia

"El Chico Malo" se los agradeceria un monton.

Las quiero a todas SabriiCullen...

 

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Capítulo 16: No gracias

La historia y los personajes no me pertenecen. Pertenecen a Jamie McGuire y Stephenie Meyer...

 


 

Rayé el frente de mi cuaderno, haciendo cuadrados en los cuadros, conectándolos entre sí para formar rudimentarias cajas 3D. Diez minutos antes de que la clase comenzara el aula aún estaba vacía. La vida estaba en las primeras etapas de lo normal, pero aun así me tomó unos minutos mentalizarme a mí misma el estar cerca de alguien que no fuera James y Rosalie.

―Sólo porque no estemos saliendo, no significa que no puedas usar la pulsera que te compré ―dijo Jacob mientras se deslizaba en la mesa junto a mí.

―He tenido la intención de preguntarte si la quieres de vuelta. Sonrió, inclinándose para añadir un arco en la parte superior de uno de los cuadros en el papel.

―Fue un regalo, Bells. Yo no doy regalos con condiciones.

La Dra. Ballard volteó su cabeza mientras tomaba asiento a la cabecera de la clase, hurgando en los papeles sobre su desordenado escritorio. La habitación de repente, era un hervidero de parloteo, haciéndose eco de la gran lluvia salpicando contra las ventanas.

―Me enteré de que Edward y tú rompieron hace un par de semanas. ―Jacob levantó la mano al ver mi expresión de impaciencia―. No es de mi incumbencia. Sólo que parecías tan triste, y quería decirte que lo siento.

―Gracias ―dije, dando vuelta a una nueva página en mi cuaderno.

―Y también quería disculparme por mi comportamiento anterior. Lo que dije fue… cruel. Estaba enojado y arremetí contra ti. No fue justo, y lo siento.

―No estoy interesada en salir, Jacob ―le advertí. Se rió entre dientes.

―No estoy tratando de sacar ventaja. Seguimos siendo amigos y quiero asegurarme de que estás bien.

―Estoy bien.

― ¿Vas a casa para las vacaciones de Acción de Gracias?

―Me voy a casa con Rosalie. Usualmente paso Acción de Gracias en su casa.

Jacob comenzó a hablar, pero la Dra. Ballard comenzó su conferencia. El tema de Acción de Gracias me hizo pensar en mis planes anteriores para ayudar a Edward con un pavo. Pensé sobre cómo habría sido, y me encontré preguntándome si pedirían una pizza una vez más. Una sensación de abatimiento se apoderó de mí. Al instante la empujé de mi mente, haciendo mi mejor esfuerzo para concentrarme en cada palabra de la Dra. Ballard. Después de clase, mi rostro enrojeció cuando vi a Edward correr hacia mí desde el estacionamiento. Estaba bien afeitado una vez más, llevaba una sudadera con capucha y su gorra roja de béisbol favorita, agachando la cabeza lejos de la lluvia.

―Nos vemos después de las vacaciones, Bells, ―dijo Jacob, tocando mi espalda. Yo esperaba una mirada airada de Edward, pero no parecía darse cuenta de Jacob mientras se acercaba.

―Hey, Pigeon. Me ofreció una sonrisa incómoda, y metió sus manos en el bolsillo delantero de su sudadera. ―Emmet dijo que vas a ir con él y Rose a Forks mañana.

― ¿Sí?

― ¿Pasarás todas tus vacaciones donde Rosalie? Me encogí de hombros, tratando de parecer casual.

―Soy realmente cercana con sus padres.

― ¿Qué pasa con tu mamá?

―Ella es una alcohólica, Edward. No sabe que es Acción de Gracias.

De repente se sintió nervioso, y mi estómago arrancó con la posibilidad de una segunda ruptura pública. Un trueno retumbó por encima de nosotros y Edward miró hacia arriba, entrecerrando los ojos mientras gruesas gotas caían sobre su rostro.

―Necesito pedirte un favor ―dijo―. Ven aquí. ―Me arrastró bajo el toldo más cercano y yo accedí, tratando de evitar una nueva escena.

― ¿Qué clase de favor? ―Pregunté, recelosa.

―Mi uh… ―cambió su peso de un pie a otro―. Papá y los chicos todavía te están esperando el jueves.

―Edward―me quejé. Miró a sus pies.

―Dijiste que ibas a venir.

―Lo sé, pero… es un poco inapropiado ahora, ¿no crees? No pareció afectarle.

―Dijiste que ibas a venir.

―Todavía estábamos juntos cuando estuve de acuerdo con ir a casa contigo. Tú sabías que no iba a ir.

―Yo no lo sabía, y ya es demasiado tarde, de todos modos. Thomas está volando hacia acá y Tyler dejó el trabajo. Todo el mundo está deseando verte. Me encogí, girando las hebras de mi pelo húmedo alrededor de mi dedo.

―Ellos iban a venir, de todos modos, ¿no?

―No todo el mundo. No hemos estado todos nosotros ahí para Acción de Gracias en años. Todos hicieron un esfuerzo por estar allí ya que les prometí una comida real. No hemos tenido una mujer en la cocina desde que murió mamá y…

―Eso no es sexista ni nada. Él inclinó la cabeza.

―Eso no es lo que quise decir, Pigeon, vamos. Todoste queremos allí. Eso es todo lo que estoy diciendo.

―No les has dicho sobre nosotros… ¿verdad? ―dije en el tono más acusador que podía manejar. Se inquietó por un momento, y luego negó con la cabeza.

―Papá preguntaría por qué, y no estoy dispuesto a hablar con él sobre eso. Nunca podré sacarme de la cabeza lo estúpido que soy. Por favor, ven, Pigeon.

―Tengo que poner el pavo a las seis de la mañana. Tendríamos que salir de aquí alrededor de las cinco…

―O podríamos quedarnos allí. Mis cejas se alzaron.

― ¡De ninguna manera! Ya es bastante malo que vaya a tener que mentirle a tu familia y pretender que todavía estamos juntos.

―Te comportas como si te estuviera pidiendo prenderte en fuego.

― ¡Deberías haberles dicho!

―Lo haré. Después de Acción de Gracias… les diré. Suspiré, mirando a otro lado.

―Si me prometes que este no es un truco para tratar de volver a estar juntos, yo lo haré. Él asintió con la cabeza.

―Te lo prometo. A pesar de que estaba tratando de ocultarlo, podía ver una chispa en sus ojos. Apreté los labios, tratando de no sonreír.

―Te veré a las cinco. Edward se inclinó para besar mi mejilla, sus labios persistentes en mi piel.

―Gracias, Pigeon. Rosalie y Emmet me encontraron en la puerta de la cafetería y entramos juntos. Tiré la vajilla de su soporte y luego dejé caer mi plato sobre la bandeja.

― ¿Qué te pasa, Bella? ―preguntó Rosalie.

―No voy a ir con ustedes mañana. La boca de Emmet cayó abierta.

― ¿Vas a ir donde Cullen? Los ojos de Rosalie se lanzaron a los míos.

― ¿Tú qué? Suspiré y le entregué mi dinero a la cajera.

―Le prometí a ED que iría cuando estábamos en el avión, y él les dijo a todos que yo estaría ahí.

―En su defensa ―comenzó Emmet―, él realmente no creía que ustedes iban a romper. Pensó que volverías. Era demasiado tarde en el momento en que se dio cuenta de que ibas en serio.

―Eso es mentira, Emm y lo sabes ―hirvió Rosalie―. No tienes que ir si no quieres, Bella.

Ella estaba en lo cierto. No era como si yo no tuviera otra opción. Pero no podía hacerle eso a Edward. Ni siquiera si lo odiaba. Y no lo hacía.

―Si no voy, va a tener que explicarles por qué no me presenté, y no quiero arruinar su Acción de Gracias. Todos están volviendo a casa pensando que voy a estar ahí. Emmet sonrió:

―Realmente les gustas a todos, Bella. Carlisle estaba hablando con mi padre acerca de ti el otro día.

―Genial ―murmuré.

―Bella tiene razón, bebé ―dijo Emmet―. Si ella no va, Carlisle pasará el día quejándose con ED. No hay sentido en arruinar su día. Rosalie puso su brazo alrededor de mis hombros.

―Todavía puedes venir con nosotros. Ya no estás con él. No tienes que continuar salvándolo.

―Lo sé, Rose. Pero es lo que hay que hacer. El sol se fundió en los edificios fuera de la ventana, y me paré en frente de mi espejo, cepillándome el pelo mientras trataba de decidir cómo iba a fingir con Edward.

―Es sólo un día, Bella. Puedes manejar un día ―le dije al espejo.

Fingir nunca había sido un problema para mí, es por lo que iba a pasar cuando estuviésemos fingiendo por lo que estaba preocupada. Cuando Edward me dejara después de la cena, iba a tener que tomar una decisión. Una decisión que podría estar sesgada por una falsa sensación de felicidad que se presentaría para su familia.

Toc, toc. Di media vuelta, mirando hacia la puerta. Jessica no había vuelto a la habitación en toda la noche, y sabía que Rosalie y Emmet ya estaban en la carretera. No me podía imaginar quién podría ser. Puse mi cepillo sobre la mesa y abrí la puerta.

―Edward ―suspiré.

― ¿Estás lista? Levanté una ceja.

― ¿Lista para qué?

―Dijiste que te recogiera a las cinco. Crucé los brazos sobre mi pecho.

― ¡Quise decir cinco de la mañana!

―Oh ―dijo Edward, parecía decepcionado―. Creo que debería llamar a papá y hacerle saber que no vamos a estar ahí después de todo.

― ¡Edward! ―Gemí.

―Traje el coche de Emm, así que no tenemos que lidiar con las maletas en la moto. Tienen un dormitorio disponible en el que puedes dormir. Podemos ver una película o…

― ¡No me quedo en casa de tu padre! Su cara cayó.

―Está bien. Yo eh… te veré en la mañana.

Dio un paso atrás y cerré la puerta, apoyada contra ella. Todas las emociones que tenía se mesclaron dentro y fuera de mi interior, y lancé un suspiro de exasperación. Con la expresión decepcionada de Edward fresca en mi mente, abrí la puerta y salí, vi que estaba caminando lentamente por el pasillo, marcando su teléfono.

―Edward, espera ―giró y la mirada esperanzada en sus ojos hizo que me doliera el pecho―. Dame un minuto para empacar algunas cosas.

Una sonrisa de alivio, agradecida, se dibujó en su cara y me siguió hasta mi habitación, mirándome meter un par de cosas en una bolsa frente a la puerta.

―Todavía te amo, Pidge. No levanté la vista.

―No lo hagas. No estoy haciendo esto por ti. Él contuvo el aliento.

―Lo sé.

Viajamos en silencio a la casa de su padre. El coche iba cargado de energía nerviosa, y era difícil quedarse quieta frente a los fríos asientos de piel. Una vez que llegamos, Trenton y Carlisle salieron al porche, todos sonrientes. Edward llevó nuestro equipaje desde el coche, y Carlisle le dio unas palmaditas en la espalda.

―Es bueno verte, hijo ―su sonrisa se amplió cuando me miró―. Bella Swan. Estamos viendo si adelantamos la cena de mañana. Ha sido mucho tiempo desde que… bueno. Ha sido un largo tiempo.

Asentí con la cabeza y seguí a Edward a la casa. Carlisle puso la mano sobre su vientre protuberante y sonrió.

―Los puse a ambos en el dormitorio de invitados, ED. No pensé que quisieras pelear con el gemelo en tu habitación. Miré a Edward. Era difícil verle luchar para hablar.

―Uh Bella… ella va a… va a tomar la habitación de invitados. Yo voy a quedarme en la mía. Trenton hizo una mueca.

― ¿Por qué? Ella se ha estado quedando en tu apartamento, ¿no es cierto?

―No últimamente ―dijo, tratando desesperadamente de evitar la verdad. Carlisle y Trenton intercambiaron miradas.

―La habitación de Thomas ha sido el almacén por años, por lo que iba a dejar que tomara tu habitación. Supongo que él puede dormir en el sofá ―dijo Carlisle, mirando los raídos cojines descoloridos en la sala de estar.

―No te preocupes por eso, Calisle. Estábamos tratando de ser respetuosos ―sonreí, tocándole el brazo. Su risa rugió en toda la casa, y me acarició la mano.

―Has conocido a mis hijos, Bella. Tú debes saber que es casi malditamente imposible ofenderme.

Edward asintió con la cabeza hacia las escaleras, y yo lo seguí. Abrió la puerta con el pie y dejó nuestras bolsas en el suelo, mirando a la cama y luego se volvió hacia mí. La habitación estaba llena de paneles de color marrón, la alfombra marrón más allá del desgaste normal. Las paredes eran de un blanco sucio, la pintura desconchada en algunos lugares. Sólo vi un cuadro en la pared, encerraba una imagen de Carlisle y la madre de Edward. El fondo era un retrato tipo estudio de color azul, luciendo plumas en el pelo y rostros jóvenes, sonriendo. Tenían que haber sido tomadas antes de que tuvieran los niños, ninguno de ellos podría haber tenido más de veinte años.

―Lo siento, Pigeon. Voy a dormir en el suelo.

―Por supuesto que dormirás en él ―le dije, agarrándome el pelo en una coleta―. No puedo creer que me metieras en esto. Se sentó en la cama y se frotó la cara con frustración.

―Esto va a ser una mierda. No sé en qué estaba pensando.

―Yo sé exactamente lo que estabas pensando. No soy estúpida, Edward. Él me miró y sonrió.

―Pero aun así viniste.

―Tengo que tener todo listo para mañana ―le dije, abriendo la puerta. Edward se puso de pie.

―Yo te ayudaré.

Pelamos a una montaña de patatas, cortamos las verduras, pusimos el pavo a que se descongelara, y comenzamos la masa de los pasteles. La primera hora fue más que incómoda, pero cuando llegaron los gemelos, todo el mundo parecía congregarse en la cocina. Carlisle contaba historias sobre cada uno de sus muchachos, y nos reímos de los cuentos de otras desastrosas Acciones de Gracias cuando intentaron hacer algo más que pedir una pizza.

―Esme era un infierno de cocinera ―reflexionó Carlisle―. Edward no recuerda, pero no tenía sentido tratar después de su muerte.

―Sin presiones, Bella ―Trenton se rió entre dientes, tomando una cerveza de la nevera―. Vamos jugar a las cartas. Quiero intentar recuperar algo de mi dinero que Bella tomó. Carlisle apuntó con el dedo a su hijo.

―Nada de póker este fin de semana, Trent. Bajé las fichas de dominó, ve a ordenarlo. Nada de apuestas, maldita sea. Lo digo en serio. Trenton negó con la cabeza.

―Está bien, viejo, está bien. Los hermanos de Edward serpenteaban de la cocina, y siguiendo a Trent, deteniéndose para mirar hacia atrás.

―Vamos, ED.

―Estoy ayudando a Pigeon.

―No hay mucho más por hacer, bebé ―le dije―. Adelante. Sus ojos se suavizaron ante mis palabras, y me tocó mi cadera.

― ¿Estás segura?

Asentí con la cabeza y se inclinó para besar mi mejilla, apretando mi cadera con los dedos antes de seguir a Trenton a la sala de juegos. Carlisle vio a sus hijos desfilar por la puerta, negando con la cabeza y sonriendo.

―Esto es increíble, lo que estás haciendo, Bella. No creo que te des cuenta de lo mucho que lo aprecio.

―La idea fue de la ED. Me alegro de poder ayudar. Se inclinó sobre el mostrador, tomando un trago de cerveza mientras reflexionaba sobre sus siguientes palabras.

―Edward y tú no han hablado mucho. ¿Están teniendo problemas?

Apreté el jabón para lavar platos en el fregadero mientras lo llenaba con agua caliente, tratando de pensar en algo que decir que no fuera una descarada mentira.

―Las cosas están un poco diferente, supongo.

―Eso es lo que yo pensaba. Tienes que ser paciente con él. Edward no recuerda mucho al respecto, pero era cercano a su madre, y después de haberla perdido nunca fue el mismo. Pensé que él crecería sin eso, ya sabes, con él siendo tan joven. Fue difícil para todos nosotros, pero ED… dejó de tratar de amar a la gente después de eso. Me sorprendió que te trajera aquí. La forma en que actúa a tu alrededor, la manera en que te mira; yo sabía que eran algo especial.

Sonreí, pero mantuve mi mirada en los platos que estaba fregando. ―Edward tendrá un tiempo duro. Va a cometer un montón de errores. Creció en torno a un montón de niños sin madre y con un solitario y malhumorado hombre viejo como padre. Todos estábamos un poco perdidos después de Esme murió, y creo que no ayudé a los niños hacer frente en la forma en que debía hacerlo. Sé que es difícil no echarle la culpa, pero tienes que amarlo, de todos modos, Bella. Tú eres la única mujer que ha amado, además de su madre. No sé lo que voy a hacer con él si lo dejas, también.

Me tragué las lágrimas y asentí con la cabeza, incapaz de responder. Carlisle apoyó su mano en mi hombro y apretó. ―Nunca lo he visto sonreír como lo hace cuando está contigo. Espero que todos mis hijos tengan una Bella algún día.

Sus pasos se desvanecieron en el pasillo y me agarré al borde de la pileta, tratando de recuperar el aliento. Sabía que pasar las vacaciones con Edward y su familia, sería difícil, pero no pensé que mi corazón se rompiera de nuevo. Los hombres bromearon y se rieron en la habitación de al lado mientras yo lavaba y secaba los platos, poniéndolos a un lado. Limpié la cocina y luego me lavé las manos, haciendo mi camino a las escaleras para pasar la noche. Edward me agarró la mano.

―Es temprano, Pigeon. ¿No vas a la cama, o si?

―Ha sido un día largo. Estoy cansada.

―Estábamos a punto de ver una película. ¿Por qué no bajas y pasas el rato? Miré hacia arriba a las escaleras y luego a su esperanzada sonrisa.

―De acuerdo. Me llevó de la mano al sofá, y nos sentamos juntos mientras pasaban los créditos de apertura.

―Apaga esa luz, Taylor ―ordenó Carlisle.

Edward pasó su brazo por encima de mí, apoyándolo sobre el respaldo del sofá. Estaba tratando de seguir fingiendo, mientras me apaciguaba. Había sido muy cuidadoso de no tomar ventaja de la situación, y me encontré en conflicto, agradecida y decepcionada. Sentada tan cerca de él, oliendo la mezcla de tabaco y su colonia, era muy difícil para mí mantener distancia, tanto física como emocional. Tal como me temía, mi decisión estaba vacilando y luché para bloquear todo lo que Carlisle había dicho en la cocina. A mitad de la película, la puerta principal se abrió y Thomas rodeó la esquina, con maletas en la mano.

― ¡Feliz Día de Acción de Gracias! ―dijo, poniendo su equipaje en el suelo. Carlisle se levantó y abrazó a su hijo mayor, y todo el mundo, menos Edward, se puso de pie para saludarlo.

― ¿No vas a saludar a Thomas? ―susurré. No me miró mientras hablaba, mirando a su familia abrazarse y reír.

―Tengo una noche contigo. No voy a perder ni un segundo de ella.

―Hola, Bella. Es bueno verte de nuevo ―sonrió Thomas.

Edward me tocó la rodilla con su mano y miré hacia abajo, y luego a Edward. Al darse cuenta de mi expresión, Edward sacó su mano de mi pierna y entrelazó sus dedos sobre su regazo.

―Uh oh. ¿Problemas en el paraíso? ―preguntó Thomas.

―Cállate, Tommy ―se quejó de Edward.

El estado de ánimo en la sala cambió, y yo sentía todos los ojos en mí, esperando una explicación. Sonreí nerviosa y tomó la mano de Edward entre las mías.

―Estamos cansados. Hemos estado trabajando toda la noche en la comida ―dije, inclinando mi cabeza en el hombro de Edward. Miró nuestras manos y luego apretó, sus cejas tirando un poco.

―Hablando de cansado, estoy agotada ―suspiré―. Voy a la cama, bebé ―miré a los demás―. Buenas noches, muchachos.

―Buenas noche―dijo Carlisle. Todos los hermanos de Edward me desearon buenas noches y me fui por las escaleras.

―Voy a la cama, también ―oí decir a Edward.

―Apuesto a que sí ―se burló Trenton.

―Bastardo suertudo ―se quejó Tyler.

―Hey. No vamos a hablar de tu hermana de esa manera ―advirtió Carlisle.

Mi estómago se hundió. La única familia real que había tenido en años fueron los padres de Rosalie, y aunque habían estado pendientes de mí con verdadera bondad, eran prestados. Los seis rebeldes, mal hablados y adorables hombres de abajo me habían recibido con los brazos abiertos, y mañana les diría adiós por última vez. Edward cogió la puerta de la habitación antes de que yo la cerrara y luego se congeló.

― ¿Quieres que espere en el pasillo mientras te vistes para dormir?

―Voy a saltar a la ducha. Me vestiré en el baño. Se frotó la nuca.

―Está bien. Voy a hacer una cama, entonces.

Asentí con la cabeza, haciendo mi camino hacia el baño. Me fregué fuertemente en la ducha en mal estado, centrándose en las manchas de agua y espuma para luchar contra el miedo abrumador que sentía tanto por la noche como por la mañana. Cuando volví a la habitación, Edward lanzó una almohada en el suelo en su improvisada cama. Ofreció una débil sonrisa antes de pasar por mi lado para tomar su turno en la ducha. Me metí en la cama, tirando de las sábanas hasta mi pecho, tratando de ignorar las mantas en el suelo. Cuando Edward regresó, miró a la improvisada cama con la misma tristeza que yo, y luego apagó la luz, situándose en su almohada. Estuvo en silencio por unos minutos, y luego escuché a Edward dar un miserable suspiro.

―Esta es nuestra última noche juntos, ¿no? Esperé un momento, tratando de pensar en lo que debía decir.

―No quiero pelear, ED. Sólo ve a dormir. Al oírle voltear, me volví en un lado para mirarlo hacia abajo, presionando mi mejilla en la almohada. Apoyó la cabeza con su mano y me miró a los ojos.

―Te amo. Lo observé por un momento.

―Lo prometiste.

―Prometí que no era un truco para volver a estar juntos. No lo era ―levantó su mano para tocar la mía―. Pero si eso significa estar contigo otra vez, no puedo decir que no lo consideraría.

―Me preocupo por ti. No quiero que salgas lastimado, pero deberías haber seguido mi instinto en primer lugar. No podría haber funcionado.

―Me amabas, sin embargo, ¿no? Apreté los labios.

―Todavía lo hago. Alzó la vista con ojos llenos de lágrimas y apretó mi mano.

― ¿Puedo pedirte un favor?

―Estoy como en medio de lo último que me pediste que hiciera ―sonreí. Sus rasgos fueron enseñados, no afectados por mi expresión.

―Si esto es real… si estás realmente terminando conmigo… ¿me dejas abrazarte esta noche?

―No creo que sea una buena idea, ED. Su agarre se apretó.

― ¿Por favor? No puedo dormir sabiendo que estás sólo a unos centímetros de distancia, y nunca voy a tener la oportunidad de nuevo. Miré sus desesperados ojos por un momento y luego fruncí el ceño.

―No voy a tener sexo contigo. Él negó con la cabeza.

―Eso no es lo que estoy pidiendo.

Busqué en la poco iluminada habitación con mis ojos, pensando en las consecuencias, preguntándome si podía decirle que no a Edward si él cambiaba de opinión. Cerré los ojos con fuerza y luego me aparté de la orilla de la cama, bajando la manta. Se arrastró en la cama a mi lado, tirando de mí a toda prisa apretándome en sus brazos. Su pecho desnudo subía y bajaba con respiraciones irregulares, y me maldije por sentirme tan pacífica contra su piel.

―Voy a extrañar esto ―le dije.

Besó mi pelo y tiró de mí hacia él, incapaz de acercarse lo suficiente hacia mí. Hundió la cara en mi cuello y yo apoyé mi mano en su espalda en comodidad, a pesar de que estaba tan afligida como él lo estaba. Respiró hondo, y presionó su frente contra mi cuello, presionando sus dedos en la piel de mi espalda. Tan miserables como estábamos la última noche de la apuesta, esto era mucho, mucho peor.

―Yo… yo no creo que pueda hacer esto, Edward. Tiró de mí más fuerte y sentí la primera lágrima cayendo de mi ojo por mi sien. ―No puedo hacer esto ―le dije, apretando los ojos cerrados.

―Entonces, no lo hagas ―dijo sobre mi piel―. Dame otra oportunidad.

Traté de impulsarme por debajo de él, pero su agarre era demasiado sólido para cualquier posibilidad de escape. Me cubrí la cara con ambas manos mientras mis sollozos nos sacudían a los dos. Edward me miró, sus ojos grandes y húmedos. Con sus dedos grandes, suaves, sacó mi mano de mis ojos y me besó en la palma dela mano. Tomé una respiración escalonada mientras miraba a mis labios y luego de vuelta a mis ojos.

―Nunca voy a amar a nadie de la forma en que te amo, Pigeon. Inhalé y toqué su cara.

―No puedo.

―Lo sé ―dijo, con voz rota―. Nunca me convencí de que yo fuera lo suficientemente bueno para ti. Mi rostro se arrugó y sacudí la cabeza.

―No eres sólo tú, ED. No somos buenos el uno para el otro.

Sacudió su cabeza, queriendo decir algo, pero pensándolo mejor. Después de un largo y profundo suspiro, apoyó la cabeza contra mi pecho. Cuando los números verdes del reloj de la habitación dieron las once, las respiraciones de Edward finalmente se hicieron más lentas y niveladas. Mis ojos se abrieron grandes, y parpadeé varias veces antes de caer fuera de la conciencia.

― ¡Ay! ―Grité, sacando mi mano de la estufa y automáticamente atendiendo la quemadura con mi boca.

― ¿Estás bien, Pigeon? ―preguntó Edward, arrastrando los pies por el suelo y deslizando una camiseta sobre su cabeza―. ¡Mierda! ¡Los pisos están jodidamente helados! ―ahogué una risita mientas lo veía saltar en un pie y luego al otro hasta que las plantas de sus pies se aclimataron a las baldosas frías.

El sol apenas asomaba entre las cortinas, y el resto de los Cullen dormían plácidamente en sus camas. Empujé la bandeja de hojalata antigua en el horno y luego cerré la puerta, girando para enfriar mis dedos debajo del fregadero.

―Puedes volver a la cama. Sólo tengo que poner el pavo dentro.

― ¿Vienes a la cama? ―preguntó, envolviendo sus brazos alrededor de su pecho para protegerse del frio en el aire.

―Sí.

―Muéstrame el camino ―dijo, barriendo su mano hacia las escaleras.

Edward se arrancó la camisa mientras ambos empujábamos las piernas bajo las sábanas, tirando de la manta hasta el cuello. Apretó sus brazos alrededor de mí mientras tiritábamos, esperando a que nuestro calor corporal calentara el pequeño espacio entre nuestra piel y las mantas. Sentí sus labios contra mi pelo, y luego su garganta se movió mientras hablaba.

―Mira, Pigeon. Está nevando. Me volví para hacer frente a la ventana. Los copos blancos sólo eran visibles a la luz de la lámpara de la calle.

―Es algo que se siente como Navidad ―dije, mi piel finalmente calentándose contra la suya. Suspiró y me volví para ver su expresión.

― ¿Qué?

―No vas a estar aquí para la Navidad.

―Estoy aquí, ahora ―levantó unas de las esquinas de su boca y se inclinó para besar mis labios. Me eché hacia atrás y sacudí la cabeza.

―ED… Su agarre se apretó y bajó la barbilla, sus ojos verdosos determinados.

―Tengo menos de veinticuatro horas contigo, Pigeon. Voy a besarte. Voy a besarte un montón hoy. Todo el día. Cada vez que pueda. Si quieres que me detenga, sólo di la palabra, pero hasta que lo hagas, voy a hacer que cada segundo de mi último día cuente.

―Edward…―Pensé en ello por un momento, y razoné que él no tenía ninguna desilusión sobre lo que sucedería cuando me llevara a casa.

Yo había llegado allí para fingir, y tan duro como fuera para los dos más tarde, no quería decirle que no. Cuando me vio mirando sus labios, la comisura de su boca se elevó otra vez, y se inclinó para presionar su suave boca contra la mía. Comenzó dulce e inocente, pero en el momento en que sus labios se abrieron, acaricié su lengua con la mía.

Su cuerpo se tensó instantáneamente, y tomó una respiración profunda por la nariz, apretándose contra mí. Dejé caer la rodilla hacia el lado y él se movió por encima de mí, sin apartar su boca de la mía. No perdió el tiempo en desnudarme, y cuando no había más tela entre nosotros, se apoderó de las viñas de hierro de la cabecera de la cama con las dos manos, y en un rápido movimiento, estaba dentro de mí. Me mordí fuerte el labio, ahogando el grito que estaba arañando su camino hasta mi garganta.

Edward se quejó contra mi boca, y yo apreté los pies contra el colchón, anclándome, de ese modo podía levantar las caderas para encontrar las suyas. Una mano en el hierro y la otra en mi nuca, se mecía contra mí una y otra vez, y mis piernas temblaban con sus firmes y determinados movimientos.

Su lengua buscó mi boca, y podía sentir la vibración de sus profundos gemidos contra mi pecho mientras seguía a su promesa de hacer memorable nuestro último día juntos. Podría pasar miles de años tratando de bloquear ese momento de mi memoria, y seguiría grabado en mi mente. Había pasado una hora cuando apreté mis ojos cerrados, cada uno de mis nervios se centró en el temblor de mis entrañas.

Edward contuvo el aliento mientras empujaba dentro de mí una vez más, me dejé caer sobre el colchón, completamente agotada. Edward exhaló con respiraciones profundas, mudas y bañado en sudor. Podía escuchar las voces abajo y me tapé la boca, riendo por nuestra mala conducta. Edward se volvió de lado, escaneando mi cara con sus dulces ojos verdes.

―Dijiste que sólo ibas a besarme ―sonreí.

Mientras estaba tirada al lado de su piel desnuda, viendo el amor incondicional en sus ojos, deje ir mi decepción y mi rabia y mi obstinada determinación. Yo lo amaba, y no importa cuales eran mis razones para vivir sin él, sabía que no era lo que quería. Incluso si no hubiera cambiado de opinión, era imposible para nosotros mantenernos alejados el uno del otro.

― ¿Por qué no nos quedamos en la cama todo el día? ―sonrió.

―Yo he venido aquí a cocinar, ¿recuerdas?

―No, viniste aquí para ayudarme a cocinar, y no me presentaré a trabajar durante ocho horas.

Toqué su cara, las ganas de terminar nuestro sufrimiento se hicieron insoportables. Cuando le dije que había cambiado mi opinión y que las cosas volvieron a la normalidad, no tendríamos que pasar el día fingiendo. Podríamos pasar celebrando, en su lugar.

―Edward, creo que…

―No lo digas, ¿de acuerdo? No quiero pensar en eso hasta que tenga que hacerlo ―se levantó y se puso los calzoncillos, caminando hacia mi bolso. Tiró la ropa sobre la cama y tiró de su camisa sobre su cabeza―. Quiero recordar esto como un buen día.

Hice los huevos para el desayuno y sándwiches para el almuerzo, y cuando el juego comenzó, empecé a comer. Edward estaba parado detrás de mí en cada oportunidad, sus brazos alrededor de mi cintura, sus labios en mi cuello. Me sorprendí a mí misma mirando el reloj, impaciente por encontrar un momento a solas con él para decirle mi decisión. Estaba ansiosa por ver la expresión de su rostro, y para volver a donde estábamos. El día estuvo lleno de risas, conversación, y un flujo constante de quejas de Tyler sobre la constante muestra de afecto de Edward.

― ¡Consigue una habitación, Edward! ¡Jesús! ―Gimió Tyler.

―Estás volviéndote una espantosa sombra verde ―bromeó Thomas.

—Es porque me están enfadando. No estoy celoso, idiota. —se burló Tyler.

—Déjenlos en paz, Ty, —advirtió Carlisle.

Cuando nos sentamos a cenar, Carlisle insistió en que Edward cortara el pavo, y sonreí con orgullo cuando él se puso de pie para hacerlo. Estaba un poco nerviosa hasta que los elogios llegaron a mí. En el momento en que serví el pastel, no había ninguna pisca de comida sobre la mesa.

— ¿Hice suficiente? —Reí. Carlisle sonrió, tomando su tenedor para estar listo para el postre.

—Hiciste un montón, Bella. Sólo queríamos abastecernos hasta el próximo año… a menos que quieras hacer esto de nuevo en Navidad. Eres un Cullen, ahora. Espero que estés con nosotros en cada día de fiesta, y no para cocinar. Miré a Edward cuya sonrisa se había desvanecido, y mi corazón se hundió. Tenía que decirle pronto.

—Gracias, Carlisle.

—No le digas eso, papá, —dijo Trenton—. Ella tiene que cocinar. ¡No he tenido una comida decente desde que tenía cinco años! —Se llevó un bocado de pastel de nuez a la boca, gimiendo con satisfacción.

Me sentía como en casa, sentada en una mesa llena de hombres recostados en sus sillas, frotándose la barriga. La emoción me embargó cuando fantaseé con la idea de Navidad y la Pascua, y cada otro día de fiesta que pasaría con ellos. No quería nada más que formar parte de esta rota y fuerte familia que adoraba. Cuando los pasteles se terminaron, los hermanos de Edward comenzaron a limpiar la mesa y los gemelos se dirigieron al fregadero.

—Yo lo hago. —dije, poniéndome de pie. Carlisle sacudió la cabeza.

—No, no lo harás. Los chicos pueden encargarse de eso. Edward y tú vayan al sofá a descansar. Has trabajado duro, hermana.

Los gemelos se salpicaron el uno al otro con el agua y Trenton maldijo cuando se resbaló en un charco y dejó caer un plato. Thomas les llamó la atención, tomando la escoba y el recogedor para barrer los vidrios. Carlisle les dio unas palmaditas a sus hijos en los hombros y luego me abrazó para retirarse a su habitación. Edward puso mis piernas sobre su regazo y me quitó los zapatos, masajeando las puntas de mis pies con los pulgares. Incliné mi cabeza hacia atrás y suspiré.

—Este ha sido el mejor Acción de Gracias que hemos tenido desde que mamá murió. Levanté la cabeza para ver su expresión. Estaba sonriendo, pero estaba teñida de tristeza.

—Me alegro haber estado aquí para verlo.

La expresión de Edward cambió y me preparé para lo que estaba a punto de decir. Mi corazón latía con fuerza con mi pecho, con la esperanza de que me preguntara que volviera con él para poderle decir que sí. Lo que sucedió en Las Vegas parecía una eternidad, sentada en el hogar de mi nueva familia.

—Soy diferente. No sé lo que me pasó en Las Vegas. Ése no era yo. Estaba pensando en todo lo que podría comprar con ese dinero, y eso fue en todo lo que estaba pensando. No vi lo mucho que te dolía el de volver allí, pero en el fondo, creo que lo sabía. Merezco que me dejes. Merecía todas las noches sin dormir y todo el dolor que he sentido. Necesitaba eso para darme cuenta de lo mucho que te necesito y lo que estoy dispuesto a hacer para mantenerte en mi vida.

Me mordí el labio, impaciente por llegar a la parte en la que diría que sí. Quería que me llevara de regreso al departamento y pasar toda la noche celebrando. No veía la hora de relajarme en su nuevo sofá con Toto, ver películas y reír como antes. —Has dicho que has terminado conmigo, y lo acepto. Soy una persona diferente desde que te conocí. He cambiado… para bien. Pero no importa cuánto lo intente, parece que no puedo hacer las cosas bien contigo. Fuimos amigos primero, y no te puedo perder, Pigeon. Siempre te amaré, pero si no puedo hacerte feliz, no tiene sentido tratar de recuperarte. No puedo imaginarme estar con alguien más, pero voy a ser feliz siempre y cuando seamos amigos.

— ¿Quieres ser amigos? —Pregunté, las palabras quemándome la garganta.

—Quiero que seas feliz. Sin importar qué.

Mis entrañas se contrajeron antes sus palabras, y me sorprendió el dolor abrumador que sentía. Me estaba dejando libre y era exactamente cuando no lo quería. Le podría haber dicho que había cambiado de opinión y él retiraría todo lo que acababa de decir, pero sabía que no era justo para ninguno de los dos volver justo en el momento en el que él me había dejado salir. Sonreí para luchar contra las lágrimas.

—Cincuenta dólares a que me lo agradecerás cuando conozcas a tu futura esposa.

—Esa es una apuesta fácil. La única mujer con la cual deseo casarme acaba de romperme el corazón. No pude fingir una sonrisa después de eso. Me sequé los ojos y luego me levanté.

—Creo que es hora de que me lleves a casa.

—Vamos, Pigeon. Lo siento, eso no fue gracioso.

—No es eso, ED. Estoy cansada, y estoy lista para ir a casa.

Él respiró hondo y asintió con la cabeza, poniéndose de pie. Abracé a sus hermanos despidiéndome de ellos, le pedí a Trenton que le digiera adiós a Carlisle por mí. Edward estaba en la puerta con nuestros bolsos mientras todos se ponían de acuerdo para volver a casa para Navidad, y yo contuve la sonrisa el tiempo suficiente hasta salir por la puerta.

Cuando Edward me acompañó a Morgan, su expresión todavía era de tristeza, pero el tormento había desaparecido. Este fin de semana no fue un truco para ganarme de vuelta, después de todo. Era una clausura. Se inclinó para besar mi mejilla y sostuvo la puerta abierta para mí, mirando mientras caminaba al interior.

—Gracias por hoy. No sabes lo feliz que hizo a mi familia. Me detuve en la puerta inferior de las escaleras.

—Les dirás mañana, ¿no?

Él miró hacia el estacionamiento y luego a mí.

—Estoy casi seguro que ya lo saben. No eres la única con una cara de póquer, Pigeon.

Lo miré fijamente, sorprendida, y por primera vez desde que lo había conocido, se alejó de mí sin mirar atrás.


Hola mis pollitas! tarde pero seguro! nuevo capitulo!

Triste en verdad, Bella le iba a decir de estar juntos y Edward la deja libre y ella toma la decicion de dejarlo ir, muy triiiiste :(

Espero que mejore, toda queremos eso! :)

Bueno dejando la tristeza atras, FELIZ AÑO NUEVO! pollitas espero que sus deseos y expectativas se cumplan! :) 

Nos vemos, las quiero a todas SabriiCullen<3

 

 

Capítulo 15: Hogar Capítulo 17: La caja

 
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