Hermoso Desastre (+18)

Autor: sabriicullen
Género: Romance
Fecha Creación: 17/10/2013
Fecha Actualización: 24/01/2014
Finalizado: SI
Votos: 23
Comentarios: 108
Visitas: 69424
Capítulos: 23

 

La nueva Bella Swan es una buena chica. No bebe, ni maldice, y tiene un porcentaje adecuado de cardigans en su armario. Bella cree que tiene suficiente distancia entre su oscuro pasado y ella, pero cuando llega a la universidad con su mejor amiga Rosalie, su camino a un nuevo comienzo es rápidamente desafiado por el Chico de Una Sola Noche de la Universidad de Eastern.

Edward Cullen, delgado y cubierto de tatuajes, es exactamente lo que Bella necesita-y quiere-evitar. Él pasa sus noches ganando dinero en el cuadrilátero, y sus días enamorando a sus compañeras. Intrigado por la resistencia de Bella hacia sus encantos, Edward la engaña con un sencillo truco, una simple apuesta.

Si él pierde, él debe mantenerse en abstinencia durante un mes. Si Bella pierde, debe vivir en el apartamento de Edward por la misma cantidad de tiempo. De cualquier manera, Edward no tiene idea de que él ha encontrado a su igual.


Hola volvi con nueva historia...

El relato no es mio ni los personajes, pertenecen a Jamie McGuire y Stephenie Meyer...

espero que les guste y dejen comentario o votito si me lo meresco... si quieren pueden pasar por mi otra historia

"El Chico Malo" se los agradeceria un monton.

Las quiero a todas SabriiCullen...

 

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Capítulo 6: Punto Crucial

La historia y los personajes no me pertenecen. Pertenecen a James McGuire y Stephenie Meyer...


 

La cita por la noche superó todas mis expectativas. Comimos comida china mientras yo reía ante las habilidades de Jacob con los palillos. Cuando él me llevó a casa, Edward abrió antes de que pudiera darme un beso. Cuando salimos el miércoles por la noche, Jacob se aseguró de besarme en el coche. El jueves durante el almuerzo, Jacob me encontró en la cafetería y sorprendió a todos cuando se sentó en el lugar de Edward. Cuando Edward terminó su cigarrillo y entró, caminó pasando a Jacob con indiferencia, sentándose al final de la mesa. Kate se acercó a él, pero se mostró decepcionada cuando él la despidió con la mano. Después de eso, todos en la mesa estaban en silencio y me resultaba difícil concentrarme en cualquier cosa que Jacob decía.

—Asumo que no estaba invitado —dijo Jacob, capturando mi atención.

— ¿Qué?

—He oído que tu fiesta de cumpleaños es el domingo. ¿No estoy invitado?

Rosalie miró a Edward, quien miró a Jacob, como si estuviera a punto de arrancarle la cabeza.

—Era una fiesta sorpresa, Jacob. —dijo Rosalie en voz baja.

—Oh. —dijo Jacob, encogiéndose.

— ¿Me estás dando una fiesta sorpresa? —Le pregunté a Rosalie. Ella se encogió de hombros.

—La idea fue de ED. Es en el lugar de Jasper el domingo. Seis de la tarde. Las mejillas de Jacob se tornaron de un rojo tenue.

—Supongo que ahora realmente no estoy invitado.

— ¡No! ¡Por supuesto que lo estás! —dije, sosteniendo su mano por encima de la mesa.

Doce pares de ojos se centraron en nuestras manos. Pude notar que Jacob estaba tan incómodo con la atención al igual que yo, así que retiré mi mano. Jacob se puso de pie.

—Tengo algunas cosas que hacer antes de clases. Te llamaré más tarde.

—Está bien. —dije, ofreciéndole una sonrisa de disculpa. Jacob se inclinó sobre la mesa y me besó en los labios. El silencio en la mesa se prolongó y Rosalie me dio un codazo después de que Jacob se marchó.

— ¿No es espeluznante cómo todo el mundo te mira? —Susurró. Ella miró a su alrededor con el ceño fruncido—. ¿Qué? —Gritó Rosalie—. ¡Ocúpense de sus asuntos, pervertidos!

Uno por uno se volvieron hacia otro lado y los murmullos continuaron. Me cubrí los ojos con las manos.

—Sabes, antes era patética porque pensaban que era la novia de Edward . Ahora soy mala porque todo el mundo piensa que estoy rebotando entre Edward y Jacob como una pelota de ping pon. —Cuando Rosalie no hizo ningún comentario, la miré—. ¿Qué? ¡No me digas que tú también crees esa mierda!

— ¡No he dicho nada! —dijo. La miré con incredulidad.

— ¿Pero eso es lo que tú piensas?

Rosalie negó con la cabeza, pero no dijo nada más. Las heladas miradas de los otros estudiantes de pronto eran aparentes y me puse de pie, caminando hasta el final de la mesa.

—Tenemos que hablar. —dije, tocando el hombro de Edward. Traté de sonar amable, pero la ira burbujeando dentro de mí provocó un filo a mis palabras. La población estudiantil, incluyendo mi mejor amiga, pensaba que estaba haciendo malabares con dos hombres. Sólo había una solución.

—Pues habla —dijo Edward, lanzando algo empanado y frito en su boca. Me inquieté, notando las miradas curiosas de todos a nuestro alcance. Cuando Edward seguía sin moverse, lo agarré del brazo y le di un buen tirón. Se levantó y me siguió afuera con una sonrisa en su rostro.

— ¿Qué, Pigeon? —dijo, mirando de mi mano a su brazo y luego a mí

. —Tienes que dejarme salir de la apuesta —le supliqué. Su cara cayó.

— ¿Te quieres ir? ¿Por qué? ¿Qué he hecho?

—No hiciste nada, ED. ¿No has notado a todo el mundo mirándonos? Estoy convirtiéndome rápidamente en la paria de la Universidad de Eastern. Edward sacudió la cabeza y encendió un cigarrillo.

—No es mi problema.

—Sí, lo es. Jacob dijo que todo el mundo piensa que tiene deseos de morir porque estás enamorado de mí. Las cejas de Edward se levantaron y se atragantó con el soplo de humo que acababa de inhalar.

— ¿La gente está diciendo eso? —dijo, mientras tocía. Asentí con la cabeza. Miró a lo lejos con los ojos muy abiertos, tomando otra calada.

— ¡Edward! ¡Tienes que dejarme salir de la apuesta! No puedo salir con Jacob y vivir contigo al mismo tiempo. ¡Se ve terrible!

—Deja de salir con Jacob. Lo fulminé con la mirada.

—Ese no es el problema y lo sabes.

— ¿Es esa la única razón por la que quieres irte? ¿Por lo que dice la gente?

—Por lo menos antes yo era la tonta y tú eras el tipo malo. —me quejé.

—Responde la pregunta, Pigeon.

— ¡Sí! Edward miró más allá de mí a los estudiantes que entraban y salían de la cafetería. Él estaba deliberando y me impacienté mientras él tomaba su decisión. Finalmente, se mantuvo firme, resuelto.

—No. Negué con la cabeza, segura de haber entendido mal.

— ¿Disculpa?

—No. Tú misma lo dijiste: una apuesta es una apuesta. Después del mes, estarás con Jacob, él se convertirá en un médico, se casarán y tendrán hijos y nunca te volveré a ver. —Hizo una mueca ante sus propias palabras—. Aún tengo tres semanas. No las dejaré pasar por chismes en el comedor. Miré a través de la ventana de cristal para ver a todos en la cafetería mirándonos. La atención no deseada hizo que mis ojos ardieran. Pasé junto a él para dirigirme a la siguiente clase.

—Pigeon —llamó Edward después de mí.

No me di la vuelta. Esa noche, Rosalie se sentó en el suelo de azulejo del cuarto de baño, balbuceando sobre chicos mientras yo estaba en frente del espejo haciendo de mi pelo en una coleta. Sólo escuchaba a medias, pensando en que tan paciente había sido—para Edward—sabiendo que a él no le gustaba la idea de Jacob recogiéndome de su apartamento casi todas las noches.

La expresión del rostro de Edward destelló en mi mente cuando le pedí que me dejara salir de la apuesta, y nuevamente cuando le dije que la gente decía que él estaba enamorado de mí. No podía dejar de preguntarme por qué él no lo negó.

—Bueno, Emm piensa que estás siendo demasiada dura con él. Él nunca ha tenido a nadie lo suficiente importante para…. Edward asomó la cabeza y sonrió mientras miraba mi cabello alborotado.

— ¿Quieres ir a cenar? —Preguntó. Rosalie se puso de pie para mirarse en el espejo, pasando sus dedos por su pelo dorado.

—Emm quiere visitar el nuevo lugar Mexicano en el centro si ustedes quieren ir. Edward sacudió la cabeza.

—Pensé que Pigeon y yo podríamos ir solos esta noche.

—Voy a salir con Jacob.

— ¿Otra vez? —dijo, molesto.

—Otra vez —le dije con una voz cantarina. El timbre de la puerta sonó y me apresuré para abrirla. Jacob estaba delante de mí, su negra cabellera ondulada encima de su recién cara afeitada.

— ¿Alguna vez te vez menos que magnifica? —preguntó Jacob.

—Basándome en la primera vez que vino aquí, tendré que decir que sí —dijo Edward detrás de mí.

Puse los ojos en blanco y sonreí, levantando un dedo hacia Jacob, señalándole que esperara. Me volví y eché los brazos alrededor de Edward. Se puso rígido con sorpresa y luego se relajó, tirando fuertemente de mí hacia él. Miré a sus ojos y sonreí.

—Gracias por organizar mi fiesta de cumpleaños. ¿Puedo tomar un vale para la cena? Una docena de emociones se desplazaron por la cara de Edward, y entonces, las comisuras de sus labios se elevaron.

— ¿Mañana? Lo abracé y sonreí.

—Absolutamente. —Me despedí de él mientras Jacob me tomaba de la mano.

— ¿Qué fue eso? —Preguntó Jacob.

—No hemos estado llevándonos bien últimamente. Esa fue mi versión de una rama de olivo.

— ¿Debería preocuparme? —preguntó, abriendo la puerta.

—No. —dije sonriendo, besando su mejilla. En la cena, Jacob habló de Harvard, de la Casa y sus planes de buscar un apartamento. Sus cejas se juntaron.

— ¿Te escoltará Edward a tu fiesta de cumpleaños?

—No estoy muy segura. No ha dicho nada al respecto.

—Si no le importa, me gustaría llevarte. —Él tomó mi mano y me besó los dedos.

—Le voy a preguntar. La fiesta fue su idea, así que…

—Lo entiendo. Si no, te veré allí. —sonrió.

Jacob me llevó al apartamento, aparcando en el estacionamiento. Cuando me beso, sus labios se mantuvieron en los míos. Tiró del freno de mano mientras sus labios viajaron a lo largo de mi mandíbula al oído, y luego hacia mi cuello. Me tomó por sorpresa y dejé escapar un suspiro en respuesta.

—Eres tan hermosa —susurró—. He estado distraído durante toda la noche, con tu pelo retirado fuera de tu cuello. —Él repartió besos por mi cuello y exhalé, un gemido escapando con mi aliento.

— ¿Por qué tardaste tanto? —Sonreí, levantando mi barbilla para darle mejor acceso.

Jacob se enfocó en mis labios. Agarró cada lado de mi cara, dándome un beso un poco más firme que de costumbre. No teníamos mucho espacio en el coche, pero hicimos que el reducido espacio estuviera a nuestro favor.

Se apoyó en mí, doblé mi rodilla cuando me dejé caer contra la ventana. Su lengua se deslizó dentro de mi boca y su mano tomó mi tobillo y luego la deslizó a lo largo de mi pierna a mi muslo. Las ventanas se empañaron en minutos con nuestra respiración dificultosa, pegándose en las heladas ventanas.

Sus labios rozaron mi clavícula y luego su cabeza se elevó cuando el cristal vibró con varios golpes fuertes. Jacob se sentó y yo me enderecé, ajustando mi vestido. Di un salto cuando la puerta se abrió. Edward y Rosalie estaban al lado del coche. Rosalie tenía una expresión simpática y Edward parecía estar a punto de una rabieta.

— ¿Qué demonios, ED? —Gritó Jacob. De pronto, la situación se sintió peligrosa. Nunca había oído a Jacob levantar la voz, los nudillos de Edward estaban blancos mientras él apretaba sus manos en puños a los costados—y yo estaba en medio. La mano de Rosalie parecía minúscula cuando la colocó en el voluminoso brazo de Edward, sacudiendo la cabeza hacia Jacob en una alerta silenciosa.

—Vamos, Bella. Necesito hablar contigo —dijo.

— ¿Sobre qué?

— ¡Sólo ven! —gritó. Miré a Jacob, viendo la irritación en sus ojos.

—Lo siento, me tengo que ir.

—No, está bien. Ve. Edward me ayudó a salir del Porsche y luego pateó la puerta, cerrándola. Me volteé, interponiéndome entre él y el coche, empujando su hombro.

— ¿Qué te pasa? ¡Basta! Rosalie parecía nerviosa. No tomó mucho tiempo saber por qué. Edward olía a whisky; ella había insistido en acompañarlo o él le había pedido que viniera. De cualquier manera, ella era un elemento de disuasión a la violencia. Las ruedas del Porsche de Jacob chillaron fuera del estacionamiento y Edward encendió un cigarrillo.

—Puedes entrar, Rose. Ella tiró de mi falda.

—Vamos, Bella.

— ¿Por qué no te quedas, Bells? —Bulló. Asentí con la cabeza para que Rosalie siguiera adelante y de mala gana ella cumplió. Me crucé de brazos, lista para una pelea, preparándome para arremeterlo contra la inevitable charla. Edward tomó varias caladas de su cigarrillo y cuando fue obvio que él no iba a explicar nada, mi paciencia se agotó.

— ¿Por qué hiciste eso? —Le pregunté.

— ¿Por qué? ¡Porque estaba follándote delante de mi apartamento! —Gritó. Sus ojos estaban desenfocados y podía ver que él era incapaz de tener una conversación racional. Mantuve mi voz tranquila.

—Puede que esté quedándome en tu casa, pero lo que hago, y con quien lo haga, es mi problema. Tiró el cigarrillo al suelo.

—Eres mucho mejor que eso, Pigeon. No dejes que te folle en un coche como una barata cita de graduación.

— ¡No iba a tener relaciones sexuales con él! Hizo un gesto hacia el espacio vacío donde el coche de Jacob estaba.

— ¿Qué estaban haciendo, entonces?

— ¿Nunca has besado a alguien sin que llegue a nada más? Frunció el ceño y sacudió la cabeza como si estuviera hablando galimatías.

— ¿Cuál es el punto en eso?

—Es el concepto que existe para mucha gente… sobre todo para aquellos que tienen citas.

—Todas las ventanas estaban empañadas, el coche se estaba sacudiendo… ¿Cómo iba yo a saber? —dijo, agitando sus brazos en la dirección del estacionamiento vacío.

— ¡Tal vez no deberías espiarme! Se frotó la cara y sacudió la cabeza.

—No puedo soportar esto, Pigeon. Siento que me estoy volviendo loco. Tiré mis manos al aire y las dejé caer golpeando mis muslos.

— ¿No puedes soportar qué?

—Si tú duermes con él, no quiero saberlo. Iré a la cárcel por mucho tiempo si me entero que… simplemente no me lo digas.

—Edward —bullí—. ¡No puedo creer que hayas dicho eso! ¡Eso es un gran paso para mí!

— ¡Eso es lo que todas las chicas dicen!

— ¡No me refiero a las putas con las que lidias! ¡Me refiero a mí! —Dije, sosteniendo mi mano contra mi pecho—. ¡Yo no he… ugh! No importa. Me alejé de él, pero me agarró del brazo, girándome hacia él.

— ¿Tú no qué? —preguntó. No le respondí; no tenía que hacerlo. Podía ver el reconocimiento atravesar su rostro y se rió una vez—. ¿Eres virgen?

— ¿Y qué? —dije, la sangre arremolinándose en mis mejillas. Sus ojos se dirigieron a los míos.

—Es por eso que Rosalie estaba tan segura que no irías tan lejos.

—Tuve el mismo novio los cuatro años de escuela secundaria. ¡Él era un aspirante a ministro bautista! ¡Esto nunca fue un tema para nosotros! La ira de Edward se desvaneció y el alivio era evidente en sus ojos.

— ¿Un ministro de la juventud? ¿Qué pasó después de toda la dura abstinencia?

—Él quería casarse y quedarse en… Forks. Yo no lo hacía. —Estaba desesperada por cambiar de tema. La diversión en los ojos de Edward era lo suficientemente humillante. No quería que él cavara más lejos en mi pasado. Dio un paso hacia mí y sostuvo cada lado de mi cara.

—Virgen —dijo, sacudiendo la cabeza—. Nunca me lo hubiera imaginado con la forma en que bailaste en The Red.

—Muy gracioso. —le dije, dirigiéndome a las escaleras. Edward intentó seguirme, pero tropezó y cayó, volviéndose boca arriba y riendo histéricamente.

— ¿Qué estás haciendo? ¡Levántate! —dije, ayudándolo a ponerse de pie.

Enganchó su brazo alrededor de mi cuello y le ayudé a subir las escaleras. Emmet y Rosalie ya estaban en cama, por lo que sin ayuda a plena vista, me quité los tacones para evitar romperme los tobillos al guiar a Edward a la habitación. Cayó de espaldas a la cama, tirando de mí con él. Cuando aterrizamos, mi cara estaba a pocos centímetros de la suya. Su expresión era repentinamente seria. Se inclinó, casi besándome, pero lo alejé. Las cejas de Edward se elevaron.

—Ya basta, ED —dije. Me abrazó fuertemente contra él hasta que dejé de luchar y luego alejó la correa de mi vestido, haciendo que ésta colgara de mi hombro.

—Desde que la palabra virgen salió de tus labios… tengo una urgencia repentina de ayudarte a salir de este vestido.

—Qué mal. Estabas dispuesto a matar a Jacob por la misma razón hace veinte minutos, así que no seas un hipócrita.

—Al diablo con Jacob. Él no te conoce como yo.

—Anda, Edward. Vamos a quitarte la ropa y meterte a la cama.

—De eso es de lo que estoy hablando. —rió entre dientes.

— ¿Cuánto has bebido? —pregunté, consiguiendo finalmente poner mi pie entre sus piernas.

—Lo suficiente. —sonrió, tirando del dobladillo de mi vestido.

—Probablemente superaste lo suficiente hace mucho, —le dije, dándole una palmada en la mano. Coloqué mi rodilla en el colchón junto a él y tirando de su camisa sobre su cabeza. Intentó tomarme otra vez pero lo agarré de la muñeca, oliendo el hedor de acre en el aire—. Dios, ED, apestas a Jack Daniels*.

—Jim Beam* —corrigió con una inclinación ebria.

—Huele a madera quemada y productos químicos.

—Sabe así, también. —dijo riendo. Abrí la hebilla de su cinturón y tiré de los bucles. Se echó a reír con las sacudidas del movimiento y luego levantó la cabeza para mirarme—. Es mejor que cuides tu virginidad, Pigeon. Sabes que me gusta duro.

—Cállate. —dije, desabrochándole los pantalones vaqueros, deslizándolos hacia abajo sobre sus caderas y luego sus piernas.

Tiré los vaqueros al suelo y me paré con las manos en mis caderas, mi respiración era dificultosa. Sus piernas estaban colgando de la cama, sus ojos cerrados y su respiración profunda y pesada. Se había quedado dormido. Tomé una respiración profunda y caminé al armario. Sacudiendo mi cabeza mientras revolvía la ropa. Abrí la cremallera del vestido y lo empujé hacia abajo sobre mis caderas, dejándolo caer hasta los tobillos.

Lo pateé a la esquina, deshice la cola de caballo, sacudiendo el pelo. El armario estaba lleno de su ropa y la mía, solté una respiración, soplando mi cabello fuera de mi rostro mientras buscaba a través del desorden por una camiseta.Mientras que retiraba una de la percha, Edward se estrelló contra mi espalda, envolviendo sus brazos alrededor de mi cintura.

— ¡Me asustaste hasta la mierda! —Me quejé. Deslizó sus manos sobre mi piel. Me di cuenta de que se sentían diferentes; lentos y pausados. Cerré los ojos cuando tiró de mí contra él y enterró su cara en mi pelo, acariciando mi cuello. El sentir su piel desnuda contra la mía, hizo que me tomara un momento para protestar.

—Edward… Tiró de mi pelo a un lado y rozó sus labios a lo largo de mi espalda, de un hombro a otro, soltando el broche de mi sujetador.

Besó la piel desnuda en la base de mi cuello y cerré los ojos, la cálida suavidad de su boca se sentía demasiado bien para detenerlo. Un silencioso gemido escapó de su garganta cuando él apretó su pelvis contra la mía, y pude sentir lo mucho que me deseaba a través de sus bóxers. Contuve la respiración, sabiendo que lo único que nos mantenía de ese gran paso que hace momentos estaba en contra eran sólo dos piezas de tela delgada.

Edward me volvió hacia él y luego presionó contra mí, inclinando mi espalda contra la pared. Nuestros ojos se encontraron, y pude ver el dolor en su expresión mientras analizaba mi piel desnuda. Lo había visto persuadir a las mujeres, pero esto era diferente. Él no me quería conquistar; él quería que le dijera que sí. Se inclinó para besarme, deteniéndose a tan sólo una pulgada de distancia. Podía sentir el calor radiando de su piel contra mis labios, y tuve que detenerme a mí misma de atraerlo el resto del camino.

Sus dedos se clavaron en mi piel mientras él deliberaba, y luego sus manos se deslizaron desde mi espalda hasta el dobladillo de mi ropa interior. Su dedo índice se deslizó por mis caderas, entre mi piel y el tejido de encaje, y en el momento en que estaba a punto de tirar hacia abajo los delicados hilos, dudó. Justo cuando abrí la boca para decir sí, cerró los ojos.

—No así. —susurró, rozando sus labios contra los míos—. Te deseo, pero no sucederá así.

Se tambaleó hacia atrás, cayendo sobre su espalda en la cama, y yo me quedé por un momento con los brazos cruzados a través de mi estómago. Cuando su respiración se reguló, metí mis brazos a través de la camisa que aún tenía en la mano y tiré de ella sobre mi cabeza. Edward no se movió y dejé escapar una respiración de alivio, sabiendo que no podría contenernos a cualquiera de nosotros si él se despertaba con una menos honorable perspectiva.

Me apresuré al sillón reclinable y me desplomé en él, cubriendo mi cara con mis manos. Sentí las capas de frustración danzando de un lado a otro para luego estrellarse en sí dentro de mí. Jacob se había ido sintiéndose menospreciado, Edward esperó hasta que yo estaba viendo a alguien—alguien quien realmente me gustaba—para mostrar un interés en mí y yo parecía ser la única chica con la cual no era capaz de dormir, incluso, cuando estaba ebrio.

A la mañana siguiente, serví el jugo de naranja en un vaso grande y tomé un sorbo mientras sacudía la cabeza al ritmo de la música que descendía de mi iPod. Me había despertado antes de que saliera el sol, y luego me retorcí en el sillón hasta las ocho. Después de eso, decidí limpiar la cocina para pasar el rato hasta que mis menos ambiciosos compañeros se despertaran. Había cargado el lavavajillas, barrido y trapeado, y luego limpié los mostradores.

Cuando la cocina estaba reluciente, agarré la cesta de ropa limpia y me senté en el sofá, doblándola hasta que hubo más de una docena de pilas de ella rodeándome. Murmullos provinieron de la habitación de Emmet. Rosalie rió y luego se quedó en silencio unos minutos más, seguido por ruidos que me hicieron sentir un poco incómoda estar sentada sola en la sala de estar.

Apilé los montones de ropa doblada en la cesta y la llevé a la habitación de Edward, sonriendo al ver que no se había movido del lugar donde cayó la noche anterior. Dejé la cesta en el suelo y tiré de la sábana sobre él, ahogando una risa cuando se dio la vuelta.

—Ven, Pigeon —dijo, murmurando algo inaudible antes de que su respiración se tornara lenta y profunda. No pude evitar verlo dormir, sabiendo que él estaba soñando sobre mí envió una emoción a través de mis venas que no podía explicar.

Edward se quedó en silencio, así que tomé una ducha, esperando el sonido de que alguien despierto calmaría los gemidos de Emmet y Rosalie y los crujidos y los golpes contra la pared. Cuando apagué el agua, me di cuenta de que ellos no estaban preocupados de quién los pudiera escuchar. Me peiné, poniendo los ojos en blanco ante los gritos de Rosalie, más pareciendo a un perro de lana que a una estrella de porno.

El timbre de la puerta sonó y agarré mi bata azul y ajusté el cinturón, trotando a través de la habitación hacia la puerta. Los ruidos de la habitación de Emmet se detuvieron de inmediato y abrí la puerta para encontrarme con un Jacob sonriente.

—Buenos días —dijo. Retiré mi pelo mojado hacia atrás con los dedos.

— ¿Qué estás haciendo aquí?

—No me gustó la forma en que nos despedimos ayer por la noche. Salí esta mañana para buscar tu regalo de cumpleaños, y no podía esperar para dártelo. Así que —dijo, sacando una caja brillante del bolsillo de la chaqueta—, feliz cumpleaños, Bells. Puso el paquete en mi mano y me incliné para besarlo en la mejilla.

—Gracias.

—Ábrelo. Quiero ver tu cara cuando lo hagas. Metí el dedo por debajo de la cinta en la parte inferior de la caja y luego retiré el papel, entregándoselo. Una pulsera de brillantes diamantes reposaba en la caja.

—Jacob. —susurré. Sonrió.

— ¿Te gusta?

—Por supuesto —dije sosteniendo el brazalete en frente de mi cara en admiración—, pero es demasiado. No podría aceptar esto aunque hubiésemos estado saliendo por un año, mucho menos a la semana. Jacob hizo una mueca.

—Pensé que dirías eso. Busqué de arriba a abajo toda la mañana por tu perfecto regalo de cumpleaños, y cuando lo vi, supe que sólo había un lugar donde debía pertenecer —dijo, tomándolo de mis dedos y colocándolo alrededor de mi muñeca—. Y tenía razón. Se ve increíble en ti.

Levanté mi muñeca y sacudí la cabeza, hipnotizada por el brillo de colores que desprendían a la luz del sol.

—Es lo más hermoso que he visto. Nadie nunca me había dado algo tan… —caro vino a mi mente, pero no quería decir eso—, elaborado. No sé qué decir. Jacob se echó a reír y luego besó mi mejilla.

—Di que lo llevarás mañana. Sonreí de oreja a oreja.

—Lo llevaré —le dije, observando mi muñeca.

—Me alegro que te guste. La expresión en tu rostro vale la pena por las siete tiendas a las que fui. Suspiré.

— ¿Fuiste a siete tiendas? —Él asintió con la cabeza y tomé su rostro entre mis manos—. Gracias. Es perfecto —le dije, besándolo rápidamente. Me abrazó fuerte.

—Tengo que irme. Tengo un almuerzo con mis padres, pero te llamo después, ¿de acuerdo?

—Está bien. ¡Gracias! —Llamé detrás de él, mirándolo trotar por las escaleras. Me apresuré a entrar en el apartamento, sin poder apartar los ojos de mi muñeca.

— ¡Mierda, Bella! —Dijo Rosalie, tomando mi mano—. ¿De dónde sacaste esto?

—Jacob lo trajo. Es mi regalo de cumpleaños —le dije. Rosalie me miró boquiabierta y luego hacia a la pulsera.

— ¿Él te compró una pulsera de diamantes? ¿Después de una semana? Si no lo supiera mejor, ¡diría que tienes una entrepierna mágica! Me reí en voz alta, comenzando un ridículo festival de risa en la sala de estar. Emmet salió de su habitación, viéndose cansado y satisfecho.

— ¿Sobre qué están chillando los pastelitos de frutas? Rosalie levantó mi muñeca.

— ¡Mira! ¡Su regalo de cumpleaños de Jacob! Emmet entrecerró los ojos y después se agrandaron.

—Vaya.

— ¿Verdad que sí? —dijo Rosalie, asintiendo con la cabeza. Edward tropezó en la vuelta de la esquina, pareciendo un poco enfermo.

—Ustedes son jodidamente ruidosos —gimió, abotonándose sus vaqueros.

—Lo siento —le dije, tirando de mi mano del agarre de Rosalie. Nuestro casi-momento se deslizó en mi mente y parecía que no podía verlo a los ojos. Se tomó el resto de mi jugo de naranja y luego se secó su boca.

— ¿Quién diablos me dejó beber tanto ayer por la noche? Rosalie se burló.

—Tú lo hiciste. Te fuiste a comprar un quinto después de que Bella se fuese con Jacob y arruinaste todo el asunto cuando ella regresó.

—Maldita sea —dijo, sacudiendo la cabeza—. ¿Te divertiste?—Preguntó, mirándome.

— ¿Hablas en serio? —Pregunté, mostrando mi ira antes de pensarlo.

— ¿Qué? Rosalie se echó a reír.

—La sacaste del coche de Jacob, viendo todo rojo cuando los sorprendiste acaramelados como estudiantes de secundaria. ¡Empañaron las ventanas y todo! Los ojos de Edward se desenfocaron, buscando los recuerdos de la noche anterior en su mente. Traté de sofocar mi temperamento. Si él no recordaba sacándome del coche, entonces no recordaría que estuve a punto de entregarle mi virginidad en una bandeja de plata.

— ¿Qué tan cabreada estás? —preguntó, haciendo una mueca.

—Bastante. —Estaba furiosa de que mis sentimientos no tenían nada que ver con Jacob. Apreté la bata y pisoteé por el pasillo. Los pasos de Edward estaban detrás de mí.

—Pigeon —dijo, capturando la puerta cuando la cerré en su cara. Poco a poco la abrió y se puso delante de mí, esperando para sufrir ante mi ira.

— ¿No recuerdas nada de lo que me dijiste la noche anterior? —Le pregunté.

—No. ¿Por qué? ¿Fui grosero contigo? —Sus ojos inyectados de sangre estaban cargados de preocupación, lo que sólo sirvió para amplificar mi ira.

— ¡No, no fuiste grosero conmigo! Tú… nosotros… —Cubrí mis ojos con mis manos y luego me congelé cuando sentí la mano de Edward en mi muñeca.

— ¿De dónde salió esto? —dijo, mirando la pulsera.

—Es mía. —le dije, alejándome de él. Él no quitaba los ojos de encima de mi muñeca.

—Nunca la había visto antes. Parece nueva.

—Lo es.

— ¿De dónde la has sacado?

—Jacob me la dio hace unos quince minutos —le dije, mirando su expresión pasar de la confusión a la ira.

— ¿Qué diablos estaba haciendo ese imbécil aquí? ¿Pasó la noche aquí? —Preguntó, levantando la voz con cada pregunta. Me crucé de brazos.

—Él fue de compras en busca de mi regalo de cumpleaños esta mañana y lo trajo.

—No es tu cumpleaños, todavía. —Su rostro se volvió en un intenso color rojo mientras intentaba mantener su temperamento bajo control.

—No podía esperar. —dije, levantando la barbilla con orgullo.

—No es de extrañar que tuve que arrastrar tu trasero de su coche, parece que tú… —Se detuvo, presionando sus labios. Entrecerré los ojos.

— ¿Qué? Parece como si estuviera, ¿Qué? Su mandíbula se tensó y tomó una respiración profunda, soplando a través de su nariz.

—Nada. Estoy cabreado e iba a decir algo que no quería decir.

—Nunca te has detenido antes.

—Lo sé. Estoy trabajando en ello —dijo caminando hacia la puerta—. Dejaré que te vistas. Cuando tomó el pomo, se detuvo, frotándose el brazo. Tan pronto como sus dedos tocaron el morete purpura que se acumulaba bajo su piel, levantó su codo y vio la contusión. Él la miró por un momento y luego se volvió hacia mí.

—Me caí en las escaleras la noche anterior. Y tú me ayudaste a llegar a la cama… —dijo, analizando las imágenes borrosas en su mente. Mi corazón latía con fuerza y tragué saliva cuando noté que lo había recordado. Sus ojos se estrecharon. —Nosotros —comenzó, dando un paso hacia mí, mirando el armario y luego a la cama.

—No, no lo hicimos. No pasó nada —dije, sacudiendo la cabeza. Se encogió, la memoria, obviamente, repitiéndose en su mente.

—Empañaron las ventanas de Jacob, te saqué del coche y después traté de… —dijo, sacudiendo la cabeza. Se dio la vuelta hacia la puerta y cogió el pomo, sus nudillos blancos—. Estás volviéndome en un jodido psicópata, Pigeon —gruñó sobre su hombro—. No puedo pensar bien cuando estoy cerca de ti.

— ¿Así que es mi culpa? Se dio la vuelta. Sus ojos se posaron en de mi rostro a mi bata, a mis piernas y luego a los pies, después volviendo a mis ojos.

—No sé. Mi memoria es un poco confusa… pero no recuerdo que dijeras que no. Di un paso adelante, dispuesta a discutir ese hecho irreverente, pero no pude. Él estaba en lo cierto.

— ¿Qué quieres que diga, Edward? Miró la pulsera y luego a mí con ojos acusadores.

— ¿Estabas esperando que no lo recordara?

— ¡No! ¡Estaba furiosa porque se te olvidó! Sus ojos verdes se clavaron en los míos.

— ¿Por qué?

—Porque si yo… si nosotros… ¡No sé por qué! ¡Sólo lo estaba! Él atravesó por la habitación, deteniéndose a centímetros de mí. Sus manos tocaron cada lado de mi rostro.

— ¿Qué estamos haciendo, Pigeon? Mis ojos comenzaron en su cinturón y luego se deslizaron sobre los músculos y tatuajes de su estómago y pecho, reposando, finalmente, en el cálido color verde de sus ojos.

—Tú dímelo.

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Jack Daniels: Es una marca de Whisky del sur de Tennesse el cual es uno de los mas vendidos.

Jim Beam: Es otra marca de Whisky.


Hola mis pollitas! :)

Estubimos casi casi a que Bella Y Edward se acuesten, pero no nos quedamos con las ganas! 

Espero que les guste como esta llendo la historia! Meresco algun comentario o votito... Las quiero a todas SabriiCullen<3

PD: si quieren pueden pasarse por mi one-shot se llama: Mi Ultima Cita A Ciegas... 

Capítulo 5: Jacob Black Capítulo 7: Diecinueve

 
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