Hermoso Desastre (+18)

Autor: sabriicullen
Género: Romance
Fecha Creación: 17/10/2013
Fecha Actualización: 24/01/2014
Finalizado: SI
Votos: 23
Comentarios: 108
Visitas: 69408
Capítulos: 23

 

La nueva Bella Swan es una buena chica. No bebe, ni maldice, y tiene un porcentaje adecuado de cardigans en su armario. Bella cree que tiene suficiente distancia entre su oscuro pasado y ella, pero cuando llega a la universidad con su mejor amiga Rosalie, su camino a un nuevo comienzo es rápidamente desafiado por el Chico de Una Sola Noche de la Universidad de Eastern.

Edward Cullen, delgado y cubierto de tatuajes, es exactamente lo que Bella necesita-y quiere-evitar. Él pasa sus noches ganando dinero en el cuadrilátero, y sus días enamorando a sus compañeras. Intrigado por la resistencia de Bella hacia sus encantos, Edward la engaña con un sencillo truco, una simple apuesta.

Si él pierde, él debe mantenerse en abstinencia durante un mes. Si Bella pierde, debe vivir en el apartamento de Edward por la misma cantidad de tiempo. De cualquier manera, Edward no tiene idea de que él ha encontrado a su igual.


Hola volvi con nueva historia...

El relato no es mio ni los personajes, pertenecen a Jamie McGuire y Stephenie Meyer...

espero que les guste y dejen comentario o votito si me lo meresco... si quieren pueden pasar por mi otra historia

"El Chico Malo" se los agradeceria un monton.

Las quiero a todas SabriiCullen...

 

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Capítulo 12: El uno para el otro

 La historia y los personajes no me pertenecen. Pertenecen a Jamie McGuire y Stephenie Meyer...


 

Tiré una pequeña pastilla blanca en mi boca y tragué, luego me tomé un gran vaso de agua. Me encontraba en el medio del cuarto de Edward en sostén y pantis, alistándome para ponerme mi pijama.

— ¿Qué es eso? —Preguntó Edward desde la cama.

—Um… mi pastilla. Frunció el ceño.

— ¿Qué pastilla?

—La pastilla, Edward. No has rellenado todavía tu gaveta de arriba, y lo último que necesito es estar preocupándome por si me viene el período o no.

—Oh.

—Uno de nosotros tiene que ser responsable. —dije levantando la ceja.

—Dios mío, eres sexy. —Soltó Edward, apoyando la cabeza en una de sus manos—. La mujer más bella de Eastern es mi novia. Una total locura.

Rodé los ojos y deslicé la seda morada sobre mi cabeza, acurrucándome junto a él. Me senté en su regazo y besé su cuello, riéndome cuando dejó caer la cabeza al respaldo de la cama.

— ¿De nuevo? Me vas a matar, Pigeon.

—No te puedes morir. —dije, cubriendo su cara de besos—. Eres demasiado cruel.

— ¡No, no me puedo morir porque hay demasiados imbéciles por ahí tratando de obtener mi lugar! ¡Puede que viva por siempre, sólo para alejarlos! Reí contra su boca, y me volteó a mi espalda. Introdujo su dedo por entre la delicada cinta atada en mi hombro y la deslizó por mi brazo, besando la piel que dejaba atrás.

— ¿Por qué yo, ED? Se inclinó hacia atrás, buscando mis ojos.

— ¿A qué te refieres?

—Haz estado con todas estas mujeres, negándote a sentar cabeza, negándote siquiera a recibir un número de teléfono… Entonces, ¿por qué yo?

— ¿De dónde viene esto? —Preguntó, su dedo acariciaba mi mejilla. Me encogí de hombros.

—Tengo curiosidad.

— ¿Por qué yo? Tienes a la mitad de los hombres de Eastern solamente esperando que yo meta la pata. Arrugué la nariz.

—Eso no es verdad. No cambies el tema.

—Claro que es verdad. Si yo no hubiera estado detrás de ti desde el principio, tuvieras a más que Jacob Black siguiéndote a todos lados. Él solamente es demasiado engreído como para tenerme miedo.

— ¡Estás evitando mi pregunta! Y pobremente, debo añadir.

— ¡De acuerdo! ¿Por qué tú? —En su cara se asomó una sonrisa, y rozó mis labios con los suyos—. Sentí algo por ti desde aquella primera pelea.

— ¿Qué? —Dudé.

—Es cierto. ¿Tú en esa chaqueta llena de sangre? Te veías absolutamente ridícula. —Rió.

—Gracias. Su sonrisa se desvaneció.

—Fue cuando me miraste. Ese fue el momento. Tenías los ojos bien abiertos, tu mirada inocente… sin pretensiones. No me miraste como si fuera Edward Cullen —dijo, rodando los ojos a sus propias palabras—, me miraste como si yo fuera… una persona, supongo.

—Noticia de última hora, Ed. Tú eres una persona. Sacudió el flequillo de mi cara.

—No, antes de ti, Emmet era el único que me trataba como cualquier otro. Tú no te pusiste toda rara ni coqueteaste, ni te pasaste los dedos por el cabello. Tú me viste a mí.

—Fui una completa perra contigo, Edward. Besó mi cuello.

—Eso fue lo que cerró el trato. Deslicé mis dedos por su espalda hasta llegar adentro de sus bóxers.

—Espero que esto se vuelva viejo pronto. No me veo a mí misma cansándome nunca de ti.

— ¿Lo prometes? —Preguntó sonriendo. Su teléfono sonó en la mesa de noche, y lo llevó a su oído.

— ¿Sí? ¡Demonios, no! Tengo a Pigeon aquí conmigo. Nos arreglamos para ir a la cama… Cierra la boca, Trent, eso no es gracioso… ¿En serio? ¿Qué hace en la ciudad? —Me miró y suspiró—. De acuerdo, estaremos allí en media hora… Me escuchaste, imbécil. Porque no voy a ningún lugar sin ella, es por eso. ¿Quieres que te rompa la cara cuando llegue? —Edward colgó y sacudió la cabeza. Levanté una ceja.

—Esa fue la conversación más extraña que he escuchado.

—Era Trent. Thomas está en la ciudad y hay noche de Póker en casa de mi papá.

— ¿Noche de Póker? —Tragué.

Sí, usualmente toman todo mi dinero. Esos bastardos tramposos.

— ¿Voy a conocer a tu familia en treinta minutos? Miró su reloj.

—Veintisiete minutos para ser exactos.

— ¡Oh Dios mío, Edward! —Chillé, saltando de la cama.

— ¿Qué estás haciendo? —Suspiró.

Revoloteé el closet y saqué un par de jeans, saltando de arriba abajo para ponérmelos, y luego tiré de mi pijama hacia a arriba, tirándoselo a la cara de Edward.

— ¡No puedo creer que sólo me dieras veinte minutos de anticipación antes de conocer a tu familia! ¡Podría matarte ahora mismo! Se quitó mi pijama de la cara y rió de mi desesperado intento por lucir presentable. Tomé una camisa de cuello en V y la puse en su lugar, luego corrí al baño, cepillándome los dientes y pasando un cepillo por mi pelo. Edward caminó detrás de mí, completamente vestido y listo, y rodeó sus brazos por mi cintura.

— ¡Soy un desastre! —Me quejé, frunciendo hacia el espejo.

— ¿Te das cuenta de lo hermosa que eres? —Preguntó, besándome el cuello. Resoplé, volviendo al cuarto a ponerme un par de tacones, luego tomé la mano de Edward quien me guió a la puerta. Me detuve, subiendo el cierre de mi chaqueta y agarrando mi pelo en un moño suelto, preparándolo para el viaje a la casa del padre de Edward.

—Cálmate, Pigeon. Son sólo un grupo de chicos sentados alrededor de una mesa.

—Esta la primera vez que voy a ver a tu papá y a tus hermanos… todos al mismo tiempo… ¿Y quieres que me calme? —dije, subiéndome a la moto detrás de él. Torció su cuello, tocando mi mejilla mientras me besaba.

—Te van a amar, justo como yo lo hago. Cuando llegamos solté mi pelo y pase mis dedos por él varias veces, antes de que Edward me llevara hacia la puerta.

— ¡Santo Cristo! ¡Es el idiota! —Uno de los chicos gritó.

Edward asintió. Trató de verse enojado, pero pude ver que estaba emocionado de ver a sus hermanos. La casa estaba gastada, con papel tapiz amarillo y marrón en las paredes y distintos tonos de café en las alfombras. Caminamos por un pasillo hasta una puerta abierta de par en par. El humo de cigarro salía de la habitación, y allí estaban su padre y hermanos, sentados alrededor de una mesa con sillas disparejas.

—Hey, Hey… Cuiden el lenguaje frente a la señorita. —dijo su papá, moviendo el cigarro en su boca al hablar.

—Pigeon, éste es mi papá, Carlisle Cullen. Papá, ésta es Pigeon.

— ¿Pigeon? —Preguntó Carlisle, divertido.

—Bella. —Sonreí, sacudiendo su mano. Edward apuntó a sus hermanos.

—Trenton, Taylor, Tyler, y Thomas. Todos asintieron, y todos menos Thomas lucían como versiones mayores de Edward; sus cabellos casi rapados, ojos verdes y camisas estiradas en los trabajados músculos, y cubiertos en tatuajes. Thomas llevaba una camisa de vestir y la corbata suelta, sus ojos eran verde avellana, y su cabello rubio oscuro era un poco más largo.

— ¿Bella tiene apellido? —Preguntó Carlisle.

—Swan. —Asentí.

—Es un placer conocerte, Bella. —dijo Thomas, sonriendo.

—Un gran placer. —dijo Trent, mirándome de arriba abajo. Carlisle lo golpeó en la nuca y él saltó.

— ¿Qué dije? —Preguntó, sobándose la cabeza.

—Siéntate, Bella. Míranos quitarle el dinero a Edward. —Uno de los gemelos dijo.

No supe quién era quién; ambos eran una total copia del otro, hasta sus tatuajes coincidían. La habitación estaba decorada con fotografías antiguas de juegos de póker, fotos de leyendas posando con Carlisle y a quién asumía era el abuelo de Edward, y cartas viejas en los estantes. Los ojos de Carlisle brillaban.

— ¿Sabes quién es Stu Unger? Asentí.

—Mi papá es un fan también. Se levantó, apuntando hacia la fotografía junto a él.

—Y ese de allí es Doyle Brunson. Sonreí.

—Mi papá lo vio jugar una vez. Es increíble.

—El abuelito de Edward era un profesional… Nos tomamos el póker muy en serio por aquí. —Sonrió Carlisle.

Me senté en medio de Edward y uno de los gemelos, mientras Trenton mezclaba las cartas con moderada habilidad. Los chicos pusieron su dinero y Carlisle dividió las fichas. Trenton levantó una ceja.

— ¿Quieres jugar, Bella? Sonreí educadamente y sacudí la cabeza.

—No creo que debería.

— ¿No sabes cómo? —Preguntó Carlisle.

No pude evitar sonreír. Carlisle se veía tan serio, casi paternal. Sabía la respuesta que él esperaba, y odiaba decepcionarlo. Edward besó mi frente.

—Juega… Yo te enseño.

—Deberías darle un beso de despedida a tu dinero en este momento, Bella. —Thomas rió.

Presioné mis labios y busqué en mi bolso, sacando dos billetes de cincuenta. Se los tendí a Carlisle y esperé pacientemente a que me los cambiara por fichas. La cara de Trenton se estiró en una sonrisa satisfecha, pero lo ignoré.

—Tengo fe en las habilidades para enseñar de Edward. —dije. Uno de los gemelos aplaudió.

— ¡Demonios, sí! ¡Me voy a ser rico esta noche!

—Empecemos con poco esta vez. —dijo Carlisle, tirando una ficha de cinco dólares. Trenton repartió, y Edward jugó mi mano por mí.

— ¿Has jugado cartas alguna vez?

—Ha pasado un tiempo. —Asentí.

—No se vale el Go Fish*, Pollyanna. —dijo Trenton, mirando sus cartas.

—Cierra la boca, Trent. —Soltó Edward, mirando a su hermano antes de volver su vista a mi mano—. Estás buscando cartas altas, números consecutivos, y de la misma clase si eres muy afortunada.

En la primera mano Edward miró mis cartas y yo las suyas. Básicamente asentía y sonreía, jugando cuando me decían que lo hiciera. Ambos, Edward y yo perdimos, y mis fichas habían disminuido para el final de la primera ronda. Luego de que Thomas repartiera, no le permití a Edward ver mis cartas.

—Creo que lo tengo. —dije.

— ¿Estás segura? —Preguntó.

—Estoy segura, bebé. —Sonreí.

Tres manos después, ya había recuperado mis fichas y bajado la de los demás con un par de Ases, una escalera y la carta más alta.

— ¡Mierda! —Se quejó Trenton—. ¡La suerte de principiantes apesta!

—Tienes a una chica que aprende rápido, ED. —dijo Carlisle, moviendo la boca alrededor de su cigarro. Edward tomó un sorbo de su cerveza.

— ¡Me estás haciendo orgulloso, Pigeon! —Sus ojos estaban brillantes de emoción, y su sonrisa era diferente a la que siempre le había visto.

—Gracias. —Sonreí.

—Aquellos que no pueden, enseñan. —Thomas sonrió satisfecho.

—Muy gracioso, imbécil. —Murmuró Edward. Cuatro manos después, tomé lo último de mi cerveza y encogí los ojos hacia el único hombre en la mesa que no se había rendido.

—Está de tu parte, Taylor. ¿Vas a seguir siendo un bebé o vas a dar la cara como un hombre?

— ¡Que se joda! —dijo, poniendo lo último de sus fichas. Edward me miró, animado. Me recordó a la expresión de aquellos cuando lo venían pelear.

— ¿Qué tienes, Pigeon?

— ¿Taylor? —Pregunté. Una gran sonrisa cruzó su cara.

— ¡Flush*! —Gritó, abriendo sus cartas en la mesa. Cinco pares de ojos se dirigieron a mí. Escaneé la mesa y luego tiré mis cartas.

— ¡Acepten su derrota y lloren, chicos! ¡Ases y ochos! —dije, riendo.

— ¿Un Full House*? ¿Qué demonios? —Trent lloró.

—Lo siento. Siempre quise decir eso. —dije, tomando mis fichas. Los ojos de Thomas se encogieron.

—Esto no es sólo suerte de principiantes. Ella juega. Edward miró a Thomas por un momento y luego giró la vista hacia mí.

— ¿Has jugado alguna vez, Pigeon?

Junté mis labios y me encogí de hombros, dando mi mejor mirada inocente. La cabeza de Edward se fue hacia atrás dejando escapar una gran risotada. Trató de hablar, pero no pudo, y enterró su puño en la mesa.

— ¡Tu novia nos acaba de estafar! —dijo Taylor, apuntando en mi dirección.

— ¡DE NINGUNA JODIDA MANERA! —Se quejó Trenton, levantándose.

—Buen plan, Edward. Traer un tiburón de cartas a la noche de póker. —dijo Carlisle, guiñándome.

— ¡No lo sabía! —dijo él, sacudiendo la cabeza.

— ¡Tonterías! —Me miró Thomas.

— ¡En serio! —Soltó entre risas.

—Odio decirlo, hermano. Pero creo que me enamoré de tu chica. —dijo Tyler.

—Hey, ya. —Soltó Edward, su sonrisa inmediatamente convirtiéndose en una mueca.

—Ya está bueno. Estaba solamente dejándotela fácil, Bella, pero quiero mi dinero de vuelta, ahora. —Advirtió Trenton.

Edward no jugó en las próximas rondas, viendo a sus hermanos luchar por recuperar su dinero. Mano tras mano, les gané sus fichas, y mano tras manos, Thomas me miraba más de cerca. Cada vez que mostraba mis cartas, Edward y Carlisle reían, Taylor maldecía, Tyler proclamaba su innegable amor por mí, y Trent soltaba una rabieta.

Una vez sentados en el salón, cambie mis fichas por dinero y le di cien dólares a cada uno. Carlisle se negó, pero los hermanos aceptaron con gratitud. Edward tomó mi mano y caminamos a la puerta. Pude ver que estaba triste, así que apreté mi mano en la suya.

— ¿Qué sucede, bebé?

— ¡Acabas de regalar cuatrocientos dólares, Pigeon! —Frunció el ceño.

—Si esto hubiera sido en una noche de póker en Sig Tau, me los hubiera quedado. No les puedo robar a tus hermanos la primera vez que los conozco.

— ¡Ellos se hubieran quedado con tu dinero! —dijo.

—No lo hubiera dudado ni por un segundo, tampoco. —Rió Tyler. Thomas me miraba en silencio desde la esquina de la habitación.

— ¿Por qué sigues mirando a mi chica, Tommy?

— ¿Cuál fue que dijiste era su apellido? —Preguntó Thomas.

Apoyé mi peso en la otra pierna, nerviosa. Edward notando mi incomodidad, volteó la mirada a su hermano y abrazó mi cintura. No estaba segura si lo hizo como una reacción protectora o si se estaba preparando para lo que su hermano podría decir.

—Es Swan. ¿Por qué?

—Puedo entender por qué no lo averiguaste antes de esta noche, ED, pero ya no tienes ninguna excusa. —dijo Thomas, satisfecho.

— ¿De qué mierda estás hablando? —Preguntó Edward.

— ¿Por casualidad no estarás emparentada con Charlie Swan? —Preguntó Thomas. Todas las cabezas se voltearon en mi dirección, y nerviosamente recogí mi pelo hacia atrás.

— ¿De dónde conoces a Charlie? Edward torció su cabeza para poder mirarme.

—Es uno de los mejores jugadores de póker que haya existido. ¿Lo conoces? Me estremecí, sabiendo que finalmente había sido arrinconada para contar la verdad.

—Es mi padre.

Toda la habitación explotó.

— ¡DE NINGUNA JODIDA MANERA!

— ¡LO SABÍA!

— ¡ACABAMOS DE JUGAR CON LA HIJA DE Charlie Swan!

— ¿Charlie Swan? ¡SANTA MIERDA! Thomas, Jim y Edward eran los únicos que no gritaban.

—Les dije que no debía jugar. —dije.

—Si nos hubieras dicho que eras la hija de Charlie Swan, tal vez te hubiéramos tomado más en serio. —dijo Thomas. Miré a Edward, quien me miraba con asombro.

— ¿Tú eres Lucky Thirteen*? —Preguntó, sus ojos estaban un poco nublados. Trenton se levantó y me apuntó, su boca se abrió en asombro.

— ¡Lucky Thirteen está en nuestra casa! ¡De ninguna manera! ¡No lo creo, joder!

—Ese fue un apodo que la prensa me dio. Y la historia no era exactamente correcta. —dije.

—Necesito llevar a Bella a casa, chicos. —dijo Edward, todavía mirándome. Carlisle me miró por encima de sus lentes.

— ¿Por qué no era correcta?

—Yo no le quité la suerte a mi papá. Es decir, que ridículo. —Reí, enredando un mechón de pelo alrededor de mi dedo, nerviosa. Thomas sacudió la cabeza.

—No, Charlie dio esa entrevista. Dijo que a la media noche de tu decimotercer cumpleaños su suerte se acabó.

—Y la tuya empezó. —Añadió Edward.

— ¡Fuiste criada por mafiosos! —dijo Trent, riendo con emoción.

—Oh… no. —Reí una vez—. Ellos no me criaron. Sólo estuvieron alrededor… bastante.

—Es una pena, Charlie soltándole tu nombre a la mafia por medio de la prensa. Eras sólo una niña. —dijo Carlisle, sacudiendo la cabeza.

—En todo caso, fue suerte de principiantes. —dije, tratando de esconder mi humillación.

—Fuiste enseñada por Charlie Swan —dijo Carlisle, sacudiendo la cabeza en asombro—. Estabas jugando profesionalmente y ganando a la edad de trece años, por Cristo santo. —Miró a Edward—. No apuestes en su contra, hijo. Ella no pierde. Edward me miró entonces, sus ojos aún sorprendidos y desorientados.

—Uh… Nos tenemos que ir, papá. Adiós, chicos.

La profunda y emocionada voz de la familia de Edward se desvaneció cuando él me arrastró por la puerta hasta su moto. Me agarré el cabello en un moño, y ajusté mi chaqueta, esperando a que hablara. Se subió a la moto sin palabras, y yo me monté en el asiento detrás de él. Estaba segura que sentía que no había sido honesta con él, y probablemente estaba avergonzado de haberse enterado de una parte tan importante de mi vida al mismo tiempo que su familia.

Esperaba una gran discusión al llegar a su apartamento, e inventé una docena de disculpas para el momento en que llegamos a la puerta. Me llevó por el pasillo de la mano, y me ayudó con la chaqueta. Tiré del gancho color caramelo que ataba mi cabello, el cual calló por mis hombros en gruesas ondas.

—Sé que estás enojado conmigo —dije sin poder mirarlo a los ojos—. Discúlpame que no te lo dije, pero no es algo de lo que hablo.

— ¿Enojado contigo? —dijo—. Estoy tan caliente que no puedo ver claramente. Le acabas de robar el dinero a los imbéciles de mis hermanos sin siquiera pestañear, lograste asombrar a mi papá, y estoy bastante seguro de que perdiste a propósito aquella apuesta que hicimos antes de mi pelea.

—Yo no diría eso… Levantó la barbilla.

— ¿Pensaste que ibas a ganar?

—Bueno… no, no exactamente. —dije, quitándome los tacones. Edward sonrió.

—Entonces, querías estar aquí conmigo. Creo que me acabo de enamorar de ti de nuevo.

— ¿Cómo es que no estás enojado en este momento? —Pregunté, tirando mis zapatos al closet. Suspiró y asintió.

—Es algo bastante importante, Pigeon. Debiste habérmelo dicho. Pero entiendo por qué no lo hiciste. Viniste aquí para apartarte de todo eso. Es como si el cielo se abriera… ahora todo tiene sentido.

—Bueno, eso es un alivio.

—Lucky Thirteen. —dijo, sacudió la cabeza y me sacó la camisa.

—No me llames así, Edward. No es algo bueno.

— ¡Eres jodidamente famosa, Pigeon! —Soltó, sorprendido por mis palabras. Desabotonó mis jeans y los bajó hasta mis tobillos, ayudándome a sacarlos.

—Mi padre me odió luego de eso. Todavía me culpa por todos sus problemas. Edward se arrancó la camisa y me abrazó a él.

—Todavía no puedo creer que la hija de Charlie Swan está parada frente a mí, he estado contigo todo este tiempo y no tenía ni idea. Lo empujé lejos.

—No soy la hija de Charlie Swan , Edward. Eso fue lo que dejé atrás. Soy Bella. ¡Sólo Bella! —dije, caminando al closet. Arranqué una camisa de su gancho y me la puse. Suspiró.

—Lo siento. Estoy un poco sorprendido.

— ¡Solamente soy yo! —Llevé las palmas de mis manos contra mi pecho, desesperada porque entendiera.

—Sí, pero…

—Pero nada. La manera en que me estás mirando en este instante. Es justamente por eso que no te lo había dicho. —Cerré los ojos—. No voy a vivir así de nuevo, ED. Ni siquiera contigo.

— ¡Whoa! Cálmate, Pigeon. No nos dejemos llevar. —Sus ojos se concentraron y caminó hacia mí, envolviéndome en sus brazos—. No me importa lo que fuiste o lo que ya no eres. Sólo te quiero a ti.

—Entonces, supongo que tenemos eso en común. Me llevó hacia la cama, sonriéndome.

—Somos sólo tú y yo contra el mundo, Pigeon. Me acurruqué junto a él, acomodándome en el colchón. Nunca planeé que nadie excepto Rosalie se enterara de Charlie, y nunca esperé que mi novio perteneciera a una familia de aficionados al póker. Suspiré profundo, presionando mi mejilla contra su pecho.

— ¿Qué sucede? —Preguntó.

—No quiero que nadie se entere, ED. No quería que tú te enteraras.

—Te amo, Bella. No lo volveré a mencionar, ¿de acuerdo? Tu secreto está a salvo conmigo. —dijo, besando mi frente.

—Sr. Cullen, ¿Cree que puede bajar el tono hasta después de la clase? —dijo el Profesor Cheney, refiriéndose a mi risa mientras Edward enterraba su nariz en mi cuello. Aclaré mi garganta, sintiendo como mis mejillas se encendían en vergüenza.

—No lo creo, Dr. Cheney. ¿Le ha echado un buen vistazo a mi chica? —dijo Edward, señalándome. La risa inundó el salón, y mi cara se incendió. El Profesor Cheney me miró con cara medio divertida y medio incomoda, y luego le sacudió la cabeza a Edward.

—Sólo haga lo mejor que pueda. —dijo Cheney. La clase se volvió a reír, y yo me hundí en mi asiento. Edward recostó su brazo en la espalda de mi silla, y la clase continuó. Luego de que terminara la hora, Edward me acompañó a mi próxima clase.

—Perdóname si te avergüenzo. No lo puedo evitar.

—Inténtalo. Jacob caminó junto a nosotros, y cuando le devolví su asentimiento con una sonrisa educada, sus ojos brillaron.

—Hola, Bella. Te veo adentro. —Caminó al salón, y Edward lo fulminó por unos tensos segundos.

—Oye —Jalé su brazo hasta que me miró—. Olvídate de él.

—Le ha estado diciendo a los chicos en la fraternidad que aún lo llamas.

—Eso no es verdad. —dije, inafectada.

—Yo lo sé, pero ellos no. Dice que sólo está esperando su turno. Le dijo a Seth que tú sólo estás esperando por el momento correcto para dejarme, y que lo llamas para decirle cuán infeliz eres. Me está empezando a molestar.

—Tiene una gran imaginación. —Miré a Jacob, y cuando se encontró con mis ojos lo fulminé con la mirada.

— ¿Te enojarías si te avergüenzo una vez más?

Me encogí de hombros, y Edward no perdió tiempo en meterme al salón. Se detuvo en mi mesa, poniendo mi bolso en el piso. Miró a Jacob y luego me jaló hacia él, y me besó, profundo y determinado. Trabajó mis labios en su usual manera reservada sólo para el dormitorio, y no pude evitar tomar su camisa con ambos puños. Los murmullos y las risas se volvieron más fuertes luego de que era claro que Edward no se iba a apartar pronto.

— ¡Creo que la dejó embarazada! —Alguien desde el final del salón gritó, riéndose. Me separé con los ojos cerrados, tratando de recuperar mi aliento. Cuando miré a Edward, él me devolvía la mirada con la misma fuerza retenida.

—Sólo intentaba probar un punto. —Murmuró.

—Buen punto. —Asentí.

Edward sonrió, besó mi mejilla y luego miró a Jacob quien estaba echando humo en su asiento.

—Te veo en el almuerzo. —Guiñó.

Caí en mi silla y suspiré, tratando de disipar el hormigueo en medio de mis piernas. Soporté toda la clase de Cálculo, y cuando la hora terminó, vi a Jacob apoyado en la pared junto a la puerta.

—Jacob. —Asentí. Determinada en no darle la reacción que él quería.

—Sé que estás con él, no tiene que violarte en frente de toda una clase para mostrármelo. Me detuve de inmediato y me preparé para atacar.

—Entonces, tal vez deberías dejar de decirle a tus hermanos de fraternidad que yo todavía te llamo. Lo vas a molestar demasiado, y no me voy a sentir mal cuando entierre su bota en tu trasero. Arrugó la nariz.

—Escúchate. Te has estado juntando demasiado con Edward.

—No, está soy yo. Es solamente un lado de mí que no conocías.

—No fue como si me hubieras dado la oportunidad, ¿cierto? Suspiré.

—No quiero pelear contigo, Jacob. Simplemente no funcionó, ¿está bien?

—No, no está bien. ¿Crees que disfruté siendo el hazme reír de Eastern? Edward Cullen es el tipo que apreciamos sólo porque nos hace lucir bien. Él usa a las chicas, las bota, e incluso los mayores idiotas de Eastern parecen Príncipes Azules frente a Edward.

— ¿Cuándo vas a abrir los ojos y vas a ver que él es diferente ahora?

—Él no te ama, Bella. Solamente eres un brillante juguete nuevo. Aunque luego de la escena que hizo en el salón, asumo que ya no eres tan brillante. Mi mano voló a su cara antes de darme cuenta que lo había hecho.

—Si hubieras esperado dos segundos, te hubiera ahorrado el esfuerzo, Pigeon. —dijo Edward, empujándome detrás de él. Tomé su brazo.

—Edward, no. Jacob se veía un poco nervioso, mientras el perfecto contorno rojo de mi mano aparecía en su mejilla.

—Te lo advertí. —dijo Edward, empujando a Jacob violentamente contra la pared. La mandíbula de Jacob se tensó, y me fulminó con la mirada.

—Considera esto un cierre, Edward. Ahora puedo ver que ustedes dos están hechos el uno para el otro.

—Gracias. —dijo Edward, llevando su brazo a mis hombros. Jacob se separó de la pared y caminó inmediatamente al otro lado del pasillo, hacia las escaleras, cerciorándose de que Edward no lo seguía con una rápida mirada.

— ¿Estás bien? —Preguntó Edward.

—Me duele la mano. Sonrió.

—Eso fue asombroso, Pigeon. Estoy impresionado.

—Probablemente me va a demandar y terminaré pagando su carrera en Harvard. ¿Qué estás haciendo aquí? Pensé que nos íbamos a encontrar en la cafetería. Un lado de su boca se levantó en una sonrisa maliciosa.

—No me podía concentrar en clases. Todavía estoy sintiendo ese beso. Miré por el pasillo y luego a él.

—Ven conmigo. Sus cejas se unieron sobre su sonrisa.

— ¿Qué?

Caminé hacia atrás, arrastrándolo hasta que sentí la manilla del laboratorio de Física. La puerta se abrió, y con una mirada hacia atrás, vi que estaba solo y oscuro. Jalé su mano, riéndome por su expresión confusa, y luego tranqué la puerta, empujándolo contra ella. Lo besé y se rió.

— ¿Qué estamos haciendo?

—No quiero que no seas capaz de concentrarte en clases. —dije, besándolo de nuevo. Me levantó y enredé mis piernas a su alrededor.

—No estoy seguro de qué hice sin ti todo este tiempo —dijo, sosteniéndome con una mano y desabotonándose el cinturón con la otra—. Pero nunca lo quiero averiguar. Eres todo lo que siempre he querido, Pigeon.

—Solo recuerda eso cuando tome todo tu dinero en el próximo juego de póker. —dije, quitándome la camisa.

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Go fish: juego de cartas en donde los jugadores piden las cartas que necesitan y se las intercambian.

Flush: mano de cartas en donde todas son de la misma clase.

Full house: mano de cartas que contiene tres cartas de un rango y dos de otro rango.

Lucky thirteen: trece afortunado.

 


Ahhhh se merecia esa cachetada Jacob!!

Que tiernos!... holas mis pollitas como estan!!!

sigo viva, de milagro creo jaja. se que todavia me quieren matar, solo les digo que no duela tanto :( jajaa!

Nos vemos el Miercoles, mis pollitas. Beso SabriiCullen<3

 

Capítulo 11: Celos Capítulo 13: Casa llena

 
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