Hermoso Desastre (+18)

Autor: sabriicullen
Género: Romance
Fecha Creación: 17/10/2013
Fecha Actualización: 24/01/2014
Finalizado: SI
Votos: 23
Comentarios: 108
Visitas: 69413
Capítulos: 23

 

La nueva Bella Swan es una buena chica. No bebe, ni maldice, y tiene un porcentaje adecuado de cardigans en su armario. Bella cree que tiene suficiente distancia entre su oscuro pasado y ella, pero cuando llega a la universidad con su mejor amiga Rosalie, su camino a un nuevo comienzo es rápidamente desafiado por el Chico de Una Sola Noche de la Universidad de Eastern.

Edward Cullen, delgado y cubierto de tatuajes, es exactamente lo que Bella necesita-y quiere-evitar. Él pasa sus noches ganando dinero en el cuadrilátero, y sus días enamorando a sus compañeras. Intrigado por la resistencia de Bella hacia sus encantos, Edward la engaña con un sencillo truco, una simple apuesta.

Si él pierde, él debe mantenerse en abstinencia durante un mes. Si Bella pierde, debe vivir en el apartamento de Edward por la misma cantidad de tiempo. De cualquier manera, Edward no tiene idea de que él ha encontrado a su igual.


Hola volvi con nueva historia...

El relato no es mio ni los personajes, pertenecen a Jamie McGuire y Stephenie Meyer...

espero que les guste y dejen comentario o votito si me lo meresco... si quieren pueden pasar por mi otra historia

"El Chico Malo" se los agradeceria un monton.

Las quiero a todas SabriiCullen...

 

+ Añadir a Favoritos
Leer Comentarios
 


Capítulo 21: Jet

La historia y los personajes no me pertenecen. Pertenecen a Jamie McGuire y Stephenie Meyer...

 


 

Los números en la pantalla fueron remplazados por un nombre cuando el teléfono empezó a sonar, y los ojos de Edward se ampliaron cuando leyó la pantalla. Con un borroso movimiento, él ya tenía el teléfono junto a su oreja.

— ¿Trent? —Una risa de sorpresa se escapó de sus labios, y una sonrisa estalló en su rostro mientras me miraba—. ¡Es Trent! —Abrí la boca y apreté su brazo mientras él hablaba—. ¿Dónde estás? ¿Qué quieres decir con que estás en lo de Morgan? Estaré allí en un segundo, ¡ni se te ocurra moverte!

Me lancé hacia adelante, mis pies luchando para mantenerse al paso de Edward mientras corría a través del campus, arrastrándome detrás de él. Cuando llegamos a lo de Morgan, mis pulmones gritaban por aire. Trent bajó corriendo las escaleras, chocando contra nosotros.

— ¡Jesús H. Cristo, hermano! ¡Pensé que estabas tostado! —dijo Trent, abrazándonos con tanta fuerza que no me dejaba respirar.

— ¡Idiota! —dijo Edward empujando a su hermano lejos—. ¡Pensé que estabas malditamente muerto! He estado esperando por los bomberos para llevar tu cuerpo carbonizado desde Keaton!

Edward le frunció el ceño a Trent por un momento y luego lo empujó en un abrazo. Su brazo salió disparado, buscando a tientas hasta que encontró mi camisa, y entonces me empujó en un abrazo también. Tras unos momentos, Edward liberó a Trent, manteniéndome cerca, a su lado. Trent me miró con un gesto de disculpa.

—Lo siento, Bella. ¡Me entró el pánico! Yo sacudí la cabeza.

—Sólo estoy feliz de que estés bien.

— ¿Yo? Hubiera sido mejor estar muerto si Edward me hubiera visto salir de ese edificio sin ti. Traté de encontrarte después de que saliste corriendo, pero luego me perdí y tuve que encontrar otra manera. Caminé alrededor del edificio para encontrar esa ventana, pero me encontré con unos policías y me obligaron a salir. ¡Me he estado volviendo loco por aquí! —dijo él, pasándose una mano por el corto cabello. Edward amplió mis mejillas con sus pulgares, y entonces levantó su camiseta, usándola para sacar el hollín de su rostro.

—Salgamos de aquí. Los policías van a estar arrastrándose por aquí pronto. Después de abrazar a su hermano una vez más, nos dirigimos al Honda de Rosalie. Edward miraba la hebilla del cinturón de seguridad y luego fruncía el ceño cuando tocía.

—Tal vez debería llevarte al hospital y conseguir que te chequeen.

—Estoy bien —dije, entrelazando mis dedos con los suyos. Miré hacia abajo, y vi un profundo corte a través de sus nudillos—. ¿Es eso de la pelea o de la ventana?

—La ventana —respondió, frunciendo a mis uñas ensangrentadas.

—Salvaste mi vida, sabes —Sus cejas se juntaron.

—No me hubiera ido sin ti.

—Sabía que vendrías. —Sonreí, apretando sus dedos entre los míos.

Nos sujetamos las manos hasta que llegamos el departamento. No podría haber dicho de quién era la sangre mientras lavaba el color carmesí y las cenizas de mi piel en la bañera. Cayendo en la cama de Edward, pude aún oler el humo y la piel ardiente.

—Aquí –dijo él, alcanzándome un pequeño vaso con un líquido ámbar—. Te ayudará a relajarte.

—No estoy cansada. Mantuvo el vaso cerca para mí. Sus ojos lucían exhaustos, inyectados de sangre y pesados.

—Sólo trata de descansar un poco, Pigeon.

—Estoy casi asustada de cerrar los ojos —dije, tomando el vaso y tragándome el líquido.

Tomó el vaso de mis manos y lo puso sobre la mesita de noche, sentándose a mi lado. Nos sentamos en silencio, dejando que las horas pasaran nadando. Cerré los ojos con fuerza cuando los recuerdos de los gritos aterrorizados de las personas atrapadas en el sótano, llenaron mi mente. No estaba segura de cuánto tiempo me tomaría para olvidar, o si lo haría alguna vez. La mano cálida de Edward sobre mi rodilla me sacó de mi sueño consciente.

—Una gran cantidad de gente murió esta noche.

—Lo sé.

—No sabremos hasta mañana cuántos fueron. Trent y yo pasamos a un grupo de chicos en el camino. Me pregunto si ellos lo hicieron. Parecían muy asustados…

Sentí las lágrimas llenar mis ojos, pero antes de que tocaran mis mejillas. Los sólidos brazos de Edward me rodearon. Inmediatamente me sentí protegida, cálida contra su piel. Sintiéndome tan como en casa en los brazos que una vez me aterrorizaron, pero sólo en ese momento. Estaba tan agradecida de poder sentirme tan segura después de experimentar algo tan horroroso. Sólo había una razón para que yo me pudiera sentir de tal forma con una persona. Pertenecía a él. Fue ahí cuando lo supe. Sin ninguna duda en mi mente, sin preocupación de lo que otros podrían pensar, y no teniendo miedo de los errores o consecuencias, sonreí por las palabras que iba a decir.

— ¿Edward? —dije contra su pecho.

— ¿Qué, nena? —susurró en mi cabello. Nuestros teléfonos sonaron al unísono, alcancé el suyo para él mientras contestaba el mío.

— ¿BELLA? —chilló Rosalie.

—Estoy bien, Rose. Estamos todos bien.

—Lo acabamos de escuchar. ¡Está todo en las noticias!

Pude escuchar a Edward explicándole a Emmet junto a mí, y traté de hacer lo mejor para tranquilizar a Rosalie. Contestando miles de sus preguntas, tratando de mantener mi voz tranquila mientras recordaba los momentos más horripilantes de mi vida, me relajé cuando Edward cubrió mi mano con la suya. Parecía como si estuviera contando la historia de alguien más, sentada en el cómodo departamento de Edward, un millón de millas lejos de la pesadilla que pudo habernos matado. Rosalie lloró cuando terminé, dándome cuenta de cuán cerca estuvimos de haber perdido nuestras vidas.

—Voy a empezar a empacar ahora. Estaremos en casa a primera hora de la mañana —susurró Rosalie.

—Rose, no te vayas tan pronto. Estamos bien.

—Tengo que verte. Tengo que abrazarte para saber que estás bien —lloró.

—Estamos bien, puedes abrazarme el viernes. Ella sorbió por las narices otra vez.

—Te amo.

—Yo también. Diviértanse. Edward me miró y apretó más el teléfono contra su oreja.

—Mejor abraza a tu chica, Emm. Suena enojada. Lo sé, amigo… yo también. Te veo pronto.

Colgué segundos antes de que Edward lo hiciera, y nos sentamos en silencio por un momento, todavía procesando lo que había ocurrido. Después de un tiempo, Edward se inclinó sobre su almohada, y me puso contra su pecho.

— ¿Rosalie está bien? —preguntó, mirando el celular.

—Está molesta. Pero está bien.

—Estoy feliz de que no estuvieran allí.

Choqué mis dientes. Ni siquiera había pensado sobre qué hubiera pasado si ellos no se estuvieran quedando con los padres de Emmet. Mi mente me dio una imagen fugaz de las asustadas expresiones de las chicas en el sótano, peleando con los chicos para poder escapar. Los ojos asustados de Rosalie reemplazaron los rostros sin nombre de las chicas en esa habitación. Sentí nauseas al pensar acerca su hermoso cabello rubio sucio y quemado junto con el resto de los órganos tendidos en el césped.

—Yo también —dije con un temblor.

—Lo siento. Has pasado por mucho esta noche. No debería agregar nada más a tu matrícula.

—Tú estabas allí también, ED. Estuvo callado por algunos minutos, y justo cuando abrí mi boca para hablar otra vez, él tomó un profundo respiro.

—No me asusto muy a menudo —dijo, finalmente—. Estaba asustado la primera mañana en que desperté y tú no estabas allí. Estaba asustado cuando me dejaste después de Las Vegas. Estaba asustado cuando pensé que iba a tener que decirle a mi papá que Trent había muerto en esa construcción. Pero cuando te vi a través de las llamas en ese sótano… estaba aterrorizado. Llegué a la puerta, estaba a pocos metros de la salida, y no pude irme.

— ¿Qué quieres decir? ¿Estás loco? —dije, mi cabeza dando vueltas cuando miré sus ojos.

—Nunca había estado tan seguro de nada en mi vida. Me di la vuelta, hice mi camino a ese cuarto donde estabas, y allí estabas. Nada más importaba. Ni siquiera sabía si lo lograríamos o no, sólo quería estar donde tú estuvieras, donde sea que eso signifique. De la única cosa de la que estoy asustado es de una vida sin ti, Pigeon. Me levanté, besé sus labios tiernamente.

—Entonces no tienes nada de qué estar asustado. Estaremos juntos para siempre. Él suspiró.

—Lo haría todo otra vez, sabes. No cambiaría ni un segundo si eso significara que estaríamos aquí, en este momento.

Mis ojos se sintieron pesados, y tomé un respiro profundo. Mis pulmones protestaron, seguían quemando por el humo. Tosí un poco, y luego me relajé, sintiendo los cálidos labios de Edward contra mi frente. Su mano se deslizó por mi cabello húmedo y pude escuchar el latido constante de su corazón contra su pecho.

—Esto es —dijo con un suspiro.

— ¿Qué?

—El momento. Cuando te veo dormir… ¿esa paz en tu rostro? Eso es. No lo he tenido desde que mi madre murió, pero lo puedo sentir nuevamente. —Tomó otra profunda respiración y se acercó más—. Yo supe en el momento en que te conocí que había algo en ti que yo necesitaba. Resultó que no era algo de ti. Eras sólo tú. La esquina de mi boca se levantó mientras enterraba mi rostro en su pecho.

—Somos nosotros, ED. Nada tiene sentido a menos que estemos juntos. ¿No has notado eso?

— ¿Notarlo? ¡Te he estado diciendo eso todo el año! —él bromeó.

—Es oficial. Bimbo, peleas, rompimientos, Jacob, Las Vegas… incluso incendios… nuestra relación puede soportar cualquier cosa.

Levanté mi cabeza una vez más, y noté la alegría en sus ojos mientras me miraba. Era similar a la paz que había visto en su rostro luego de haber perdido la apuesta sobre quedarme con él en su departamento, después de que le dije que lo amaba por primera vez, y de la mañana de baile de San Valentín. Era similar, pero diferente. Esta era absoluta y permanente. La cautelosa esperanza había desaparecido de sus ojos, la confianza incondicional tomaba su lugar. Lo reconocí sólo porque sus ojos reflejaban lo que yo estaba sintiendo.

— ¿Las Vegas?

Frunció el ceño al no saber dónde me dirigía.

— ¿Sí?

— ¿Has pensado en volver? Sus cejas se alzaron.

—No creo que sea una buena idea para mí.

— ¿Y qué si fuéramos sólo por una noche? Miró alrededor de la oscura habitación, confuso.

— ¿Una noche?

—Cásate conmigo —dije sin vacilar. Me sorprendió la rapidez y la facilidad con que las palabras salieron. Su boca se expandió en una gran sonrisa.

— ¿Cuándo? —Me encogí de hombros.

—Podemos fijar un vuelo para mañana. Son las vacaciones de primavera. No tengo nada para mañana. ¿Y tú?

—Yo me encargaré de todo —dijo él, alcanzando su teléfono—. American Airlines —dijo él, observando mi reacción de cerca mientras estaba al teléfono—. Necesito dos boletos para Las Vegas, por favor. Mañana, humm. —Me miró, esperando a que cambiara de opinión—. Dos días, ida y vuelta. Lo que tenga.

Descansé mi mejilla contra su pecho, esperando a que terminara de reservar los boletos. Cuanto más tiempo le permití quedarse en el teléfono, más amplia se hacía su sonrisa.

—Sí, uh, espere un minuto —dijo él, apuntando a su billetera—. Podrías alcanzar mi tarjeta, Pigeon? —Él espero nuevamente por mi reacción.

Con mucho gusto me incliné, saqué su tarjeta de crédito de su billetera y se la entregué. Edward leyó los números para el agente, mirándome después de terminar cada serie. Cuando le dio la fecha de vencimiento, él apretó los labios.

—Er, sí señora. Los recogeremos en el mostrador. Gracias. Me dio su celular y me senté en la mesa de noche, esperando a que hablara.

— Me acabas de pedir que me case contigo —dijo él, aun esperando que yo admitiera algún tipo de truco.

—Lo sé.

—Ese es un asunto real, sabes. Sólo pedí dos boletos para mañana temprano. Entonces eso significa que nos casaremos mañana en la noche.

—Gracias. —Sus ojos se achicaron.

—Vas a ser la Señora Cullen cuando empieces las clases el lunes.

—Oh —dije, mirando a todas partes. Edward levantó una ceja.

— ¿Tienes dudas?

—Tendré que cambiar serios papeles la próxima semana. Él asintió con lentitud, con una esperanza cautelosa.

— ¿Te vas a casar conmigo mañana? —Sonreí.

—Uh huh.

— ¿Hablas en serio?

—Sip.

— ¡Te amo, maldita sea! —Agarró cada lado de mi cara, cerrando sus labios con los míos—. Te amo demasiado, Pigeon —dijo él, besándome una y otra vez.

—Sólo recuerda que en cincuenta años todavía estaré pateando tu trasero en el Póker —bromeé. Él sonrió triunfante.

—Si significan sesenta o setenta años contigo, nena… tienes todo mi permiso para hacer lo que quieras. Levanté una ceja.

—Tú no quisiste decir eso.

— ¿Quieres apostar? Apareció en mi rostro la sonrisa más perversa que pude hacer.

— ¿Estás lo suficientemente confiado como para apostar la brillante moto que está afuera? Sacudió su cabeza, una expresión seria reemplazando la sonrisa burlona que tenía unos segundos antes.

—Pondría todo lo que tengo en tus manos. No me arrepiento de ningún segundo contigo, Pigeon, y nunca lo haré. Le tendí la mano y él la tomó sin vacilar, agitándola una vez y luego llevándola a su boca, y presionando sus labios tiernamente contra mis nudillos. La habitación estaba en silencio, sus labios dejando mi piel y el aire que escapa de sus pulmones era el único sonido.

—Bella Cullen —dijo, con una sonrisa radiante a la luz de la luna. Apreté mi mejilla contra su pecho desnudo.

—Edward y Bella Cullen. Tendrá un bonito anillo para ella.

— ¿Anillo? —dijo él, frunciendo el ceño.

—Nos preocuparemos de los anillos después, bebé. En cierto modo te arrojé esto encima.

—Uh… —se interrumpió, observando a que reaccionara de la forma que él esperaba.

— ¿Qué? —dije, sintiéndome tensa.

—No te enojes —dijo mientras se movía nervioso. Su agarre apretado a mí alrededor—. Yo… como que ya me hice cargo de esa parte.

— ¿Qué parte? —dije, estirando mi cuello para mirarle la cara. Se quedó mirando el techo y suspiró.

—Vas a enloquecer.

—Edward…

Fruncí el ceño mientras él alejaba un brazo de mí, agarrando el cajón de la mesita de noche. Él toqueteó adentro por un momento y yo soplé el flequillo húmedo fuera de mis ojos.

— ¿Qué? ¿Compraste más condones? Él rio una vez.

—No, nena. —Sus cejas se juntaron cuando hizo más esfuerzo para alcanzar algo en el cajón. Una vez que encontró lo que él estaba buscando, su enfoque cambió y él me miró mientras sacaba una pequeña cajita de su escondite secreto. Miré hacia abajo mientras colocaba la pequeña cajita cuadrada de terciopelo sobre su pecho, y descansó su cabeza sobre su brazo.

— ¿Qué es eso? —pregunté.

— ¿Qué es lo que parece?

—Está bien. Déjame volver a decir la pregunta… ¿Cuándo conseguiste eso? Edward inhaló, y mientras lo hacía, también la cajita rosa con su pecho, y sentí cuando espiró el aire de sus pulmones.

—Hace un tiempo.

—ED…

—Sólo lo vi un día… y supe que sólo había un lugar al que podía pertenecer… en tu perfecto dedo meñique.

— ¿Un día, cuándo?

— ¿Importa? —rebatió. Se retorció un poco, y yo no podía dejar de reír.

— ¿Puedo verlo? —Sonreí, repentinamente sintiéndome un poco mareada. Sonrió también, y miró la caja.

—Ábrelo.

La toque con un dedo, sintiendo el exuberante terciopelo debajo de mi yema. Agarré el sello de oro con las dos manos, poco a poco fui tirando de la tapa para abrirla, hasta que un destello me llamó la atención. Y cerré la tapa.

— ¡Edward! —me lamenté.

—Sabía que ibas a enloquecer —dijo, sentándose y poniendo sus manos sobre las mías.

Podía sentir la caja presionando contra las palmas de mis manos, sintiendo como si fuera una granada espinosa que podía detonar en cualquier momento. Cerré los ojos y sacudí la cabeza.

— ¿Es que estás loco?

—Lo sé, sé lo que estás pensando, pero tenía que hacerlo. Era único. ¡Y tenía razón! No he visto uno así que sea tan perfecto como este. Mis ojos se abrieron y en lugar del ansioso par de ojos que me esperaba, él estaba lleno de orgullo. Gentilmente él levantó la tapa de la caja con sus manos, y tiró el anillo de la pequeña ranura que lo mantenía en su lugar. El gran diamante redondo brillaba aún en la penumbra, captando la luz de la luna en todas sus facetas.

—Es… Dios mío, es increíble —le susurré mientras tomaba mi mano izquierda en la suya.

— ¿Puedo ponerlo en tu dedo? —preguntó, mirándome.Cuando asentí, él presionó sus labios, deslizando la banda de plata por mi dedo, sosteniéndolo en el lugar por un momento y luego soltándolo—Ahora es increíble.

Ambos observamos mi mano por un momento, igualmente sorprendidos por el contraste del gran diamante puesto en mi pequeño y delgado dedo. La banda se extendió por la parte inferior de mi dedo, partiéndose en dos en cada lado hasta que se juntaba y hacían una, diamantes más pequeños revestían cada franja de oro blanco.

—Tú pudiste haber pagado la cuota inicial de un auto con esto —dije en voz baja, incapaz de inculcar ninguna fuerza en mi tono de voz. Mis ojos siguieron a mi mano mientras Edward se la llevaba a los labios.

—Me había imaginado cómo se vería en tu mano un millón de veces. Ahora que está ahí…

— ¿Qué? —sonreí, observando cómo miraba mi mano con una sonrisa emocionada. Miró hacia mi rostro.

—Pensé que iba a tener que sudar cinco años antes de sentirme de esta manera.

—Lo quería tanto como tú. He tenido un infierno con la cara de póquer. —Sonreí al presionar mis labios contra los suyos.


Hola!!!!!

antes que me maten por no actualizar el sabado, tengo escusa. me fui de joda con unos amigos :) bueno no es la mejor escusa pero es valida jaja!

se creyeron que iba a morir el hermano de Edward! no no no!!!

bien no salio con una grande Bella. Casamiento en puerta! :) 

Bien como se que no actualize el Sabado, actualizo mañana :) por un lado es bueno, por el otro... es el ultimo capitulo :( se termina lo bueno... 

Bueno, nos vemos Mañana pichones !!! besitos SabriiCullen<3

 

Capítulo 20: Humo Capítulo 22: Nota de autor

 
14443397 visitas C C L - Web no oficial de la saga Crepúsculo. Esta obra está bajo licencia de Creative Commons -
 10760 usuarios