Hermoso Desastre (+18)

Autor: sabriicullen
Género: Romance
Fecha Creación: 17/10/2013
Fecha Actualización: 24/01/2014
Finalizado: SI
Votos: 23
Comentarios: 108
Visitas: 69414
Capítulos: 23

 

La nueva Bella Swan es una buena chica. No bebe, ni maldice, y tiene un porcentaje adecuado de cardigans en su armario. Bella cree que tiene suficiente distancia entre su oscuro pasado y ella, pero cuando llega a la universidad con su mejor amiga Rosalie, su camino a un nuevo comienzo es rápidamente desafiado por el Chico de Una Sola Noche de la Universidad de Eastern.

Edward Cullen, delgado y cubierto de tatuajes, es exactamente lo que Bella necesita-y quiere-evitar. Él pasa sus noches ganando dinero en el cuadrilátero, y sus días enamorando a sus compañeras. Intrigado por la resistencia de Bella hacia sus encantos, Edward la engaña con un sencillo truco, una simple apuesta.

Si él pierde, él debe mantenerse en abstinencia durante un mes. Si Bella pierde, debe vivir en el apartamento de Edward por la misma cantidad de tiempo. De cualquier manera, Edward no tiene idea de que él ha encontrado a su igual.


Hola volvi con nueva historia...

El relato no es mio ni los personajes, pertenecen a Jamie McGuire y Stephenie Meyer...

espero que les guste y dejen comentario o votito si me lo meresco... si quieren pueden pasar por mi otra historia

"El Chico Malo" se los agradeceria un monton.

Las quiero a todas SabriiCullen...

 

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Capítulo 2: Cerdo

La historia y los personajes no me pertenecen. Pertenecen a Jamie McGuire y Stephenie Meyer...


 

Caras conocidas ocupaban los asientos de nuestra mesa del almuerzo favorita. Rosalie se sentó en un lado de mí, James en el otro, y el resto de los asientos fueron interceptados por Emmet y hermanos Sigma Tau. Era difícil de escuchar con el ruido dentro de la cafetería, y el aire acondicionado parecía estar descompuesto nuevamente. El aire estaba cargado con el olor de comida frita y piel sudorosa, pero de alguna manera todo mundo parecía tener más energía de lo habitual.

—Hola, Jasper —dijo Emmet, saludando al hombre que estaba sentado delante de mí. Su piel aceitunada y ojos color chocolate contrastaba con la gorra blanda del equipo de futbol de Eastern.

—Te perdí después del partido del sábado, Emm. Bebí una o seis cervezas en tu honor. —dijo con una amplia y blanca sonrisa.

—Te lo agradezco. Llevé a Rose a cenar. —dijo, inclinándose para besar la rubia cabellera de Rosalie.

—Estás sentado en mi silla, Jasper. Jasper se volvió a ver a Edward parado detrás de él, y luego me miró a mí, sorprendido.

—Oh, ¿es ella una de tus chicas, Ed?

—Absolutamente, no. —dije, sacudiendo la cabeza. Jasper miró a Edward, quien lo miraba expectante. Jasper se encogió de hombros y luego tomó su bandeja al final de la mesa. Edward me sonrió mientras se acomodaba en el asiento.

— ¿Qué hay de nuevo, Pigeon?

— ¿Qué es eso? —Pregunté, incapaz de apartar mi mirada de su bandeja. La comida misteriosa en su plato parecía una exhibición de cera. Edward se echó a reír y tomó un sorbo de su vaso de agua.

—Las señoras de la cafetería me asustan. No criticaré sus habilidades culinarias. No puede ignorar las miradas de los que estaban sentados en la mesa. El comportamiento de Edward despertaba su curiosidad, y reprimí una sonrisa al ser la única chica a la que habían visto insistir en sentarse cerca.

—Ugh… el examen de Bio es después del almuerzo, —se quejó Rosalie.

— ¿Has estudiado?—Le pregunté.

—Dios, no. Pasé toda la noche tranquilizando a mi novio de que no dormirías con Edward. Los jugadores de fútbol sentados al final de la mesa detuvieron su desagradable risa para escuchar más de cerca, provocando a los demás estudiantes darse cuenta. Miré a Rosalie, pero ella no le importaba la culpa, empujando a Emmet con el hombro.

—Jesús, Emm. Lo pasas tan mal, ¿eh? —preguntó Edward, lanzando un paquete de salsa de tomate a su primo. Emmet no contestó, pero sonrió con diversión en dirección a Edward. Rosalie frotó su espalda.

—Él va a estar bien. Sólo le tomará un tiempo para creer que Bella es resistente a sus encantos.

—No he tratado de seducirla —resopló Edward, pareciendo ofendido—. Ella es mi amiga. Miré a Emmet.

—Te lo dije. No tienes nada de qué preocuparte. Emmet finalmente me vio a los ojos, y al ver mi expresión sincera, sus ojos se iluminaron un poco.

— ¿Tú estudiaste? —me preguntó Edward. Fruncí el ceño.

—Ninguna cantidad de estudio me va a ayudar con la Biología. Es algo que no puedo entender del todo. Edward se puso de pie.

—Vamos.

— ¿Qué?

—Vamos a tomar tus notas. Voy a ayudarte a estudiar.

—Edward…

—Levanta tu trasero, Pigeon. Vas a aprobar ese examen. Tiré una de las largas trenzas rubias de Rosalie mientras pasaba.

—Nos vemos en clase, Rose. Ella sonrió.

—Te voy a guardar un asiento. Necesitaré toda la ayuda que pueda conseguir. Edward me siguió hasta mi habitación y saqué mi guía de estudio mientras él abrió el libro. Me interrogó sin descanso, y luego aclaró algunas cosas que no entendía. En la forma en que él explicaba, los conceptos pasaron de ser confusos a obvio.

—… Y las células somáticas usan mitosis para reproducirse. Eso es cuando tienes las fases. Suenan como una especie de nombre de mujer: Prometa Anatela. Me eché a reír.

— ¿Prometa Anatela?

—Profase, Metafase, Anafase y Telofase.

—Prometa Anatela, —repetí, asintiendo con la cabeza. Golpeó mi cabeza con los papeles.

—Lo tienes. Ahora sabes esta guía al derecho y al revés. Suspiré.

—Bueno… ya veremos.

—Te acompañaré a clase. Te cuestionaré en el camino. Cerré la puerta detrás de nosotros.

—No te enfadarás si repruebo el examen, ¿verdad?

—No reprobarás, Pigeon. Tenemos que empezar antes del siguiente, sin embargo, —dijo, caminando junto a mí hacia el edificio de ciencia.

— ¿Cómo vas a darme clases particulares, hacer tu tarea, estudiar y entrenar para tus peleas? Edward se echó a reír.

—No entreno para mis peleas. Riley me llama, me dice dónde es la lucha y voy. Sacudí mi cabeza con incredulidad mientras él sostenía el papel delante de él para hacer la primera pregunta. Estuvimos a punto de terminar una segunda ronda de la guía de estudio cuando llegamos a mi clase.

—Patea sus traseros —él sonrió y me entregó las notas apoyándose en el marco de la puerta.

—Hola, Ed. Me volví para a un chico alto, algo desgarbado, sonreírle a Edward en su camino al salón de clases.

—Jacob —Edward asintio con la cabeza. Los ojos de Jacob se iluminaron un poco cuando me miró, y él sonrió.

—Hola, Bella.

—Hola. —dije, sorprendida de que él supiera mi nombre. Lo había visto en clase, pero nunca había hablado con él. Jacob continuó a su asiento, bromeando con los que se sentaban junto a él.

— ¿Quién es? —Le pregunté. Edward se encogió de hombros, pero la piel alrededor de sus ojos parecía más tensa que antes.

—Jacob Black. Es uno de mis hermanos de Sig Tau.

— ¿Estás en una fraternidad? —Pregunté, dudosa.

—Sigma Tau, al igual que Emm. Pensé que ya lo sabías. —dijo, mirando más allá de mí a Jacob.

—Bueno… no pareces el tipo de fraternidad. —le dije, mirando a los tatuajes en sus antebrazos. Edward volvió su atención hacia mí y me sonrió.

—Mi papá es un ex alumno, y todos mis hermanos son Sig Tau… es una cosa de familia.

— ¿Y ellos esperan que jures? —Le pregunté, escéptica.

—En realidad no. Sólo son chicos buenos —dijo, agitando mis papeles—. Es mejor que vayas a clase.

—Gracias por ayudarme —le dije, dándole un codazo. Rosalie pasó y la seguí a nuestros asientos.

— ¿Cómo te fue? —Preguntó ella. Me encogí de hombros.

—Es un buen tutor.

—Es un buen amigo, también. Ella parecía decepcionada, y reí ante la expresión de su rostro. Siempre había sido el sueño de Rosalie que ambas saliéramos con amigos en común, y chicos que fueran primos para ella era sacarse el premio mayor. Ella quería compartir la misma habitación cuando decidió venir conmigo a Eastern, pero veté su idea, con la esperanza de extender mis alas un poco. Una vez que terminó de hacer pucheros, se centró en la búsqueda de un amigo de Emmet al cual presentarme.

El sano interés de Edward hacia mí había superado sus expectativas. Terminé rápidamente la prueba y me senté en las escaleras del edificio, esperando a Rosalie. Cuando ella se dejó caer a mi lado en derrota, esperé a que hablara.

— ¡Eso fue horrible! —Exclamó.

—Deberías de estudiar con nosotros. Edward lo explica muy bien. Rosalie gimió y apoyó la cabeza en mi hombro.

— ¡Tú no fuiste ayuda en absoluto! ¿No podrías haberme dado un guiño de cortesía o algo así? —Enganché mi brazo alrededor de su cuello y caminé con ella hasta nuestro dormitorio. Durante la siguiente semana, Edward me ayudó con mi trabajo de historia y me tuteó en Biología. Nos paramos juntos escaneando la lista de calificaciones fuera de la oficina del profesor Campbell. Mi número de estudiante estaba a tres puntos de la cima.

— ¡La tercera calificación más alta en el examen! ¡Bien hecho, Pigeon! —Dijo, abrazándome. Sus ojos brillaban de emoción y orgullo, y un sentimiento extraño me hizo dar un paso atrás.

—Gracias, Ed. No podría haberlo hecho sin ti. —le dije, tirando de su camiseta. Él me tiró sobre su hombro, abriéndose camino entre la multitud detrás de nosotros.

— ¡Abran paso! ¡Muévanse, gente! ¡Vamos a darle paso a esta pobre mujer con un desfigurado, horrible y descomunal cerebro! ¡Ella es un jodido genio! Me reí ante las expresiones divertidas y curiosas de mis compañeros de clase. Como pasaban los días, nos vimos involucrados en los rumores sobre una relación. La reputación de Edward ayudó a calmar los chismes.

Él nunca se había quedado con una chica más de una noche, así que cuantas más veces se nos veía junto, más gente entendía nuestra platónica relación por lo que era. A pesar de las constantes preguntas de nuestro compromiso, el flujo de atención que Edward recibía de sus compañeros no cedió. Él siguió sentándose a mi lado en historia y comiendo conmigo en el almuerzo. No tomó mucho tiempo darme cuenta que me había equivocado sobre él, incluso mostrándome defensiva ante a los que no conocían a Edward como yo lo hacía. En la cafetería, Edward puso una lata de jugo de naranja delante de mí.

—No tenías por qué haberlo hecho. Yo iba a tomar uno —dije, quitándome la chaqueta.

—Bueno, ahora no tienes que hacerlo. —dijo, mostrando el hoyuelo en la mejilla izquierda. Jasper dio un resoplido.

— ¿Ella te convirtió en mandilón, Edward? ¿Qué sigue después, abanicarla con una hoja de palmera, mientras usas un Speedo*? Edward le lanzó una mirada asesina y salté a su defensa.

—Tú no podrías llenar un Speedo, Jasper. Cierra tu estúpida boca.

— ¡Tranquila, Bella! ¡Estaba bromeando! —dijo Jasper, levantado sus manos.

—Sólo… no hables así de él. —le dije, frunciendo el ceño. La expresión de Edward era una mezcla de sorpresa y gratitud.

—Ahora sí que lo he visto todo. Acabo de ser defendido por una chica, —dijo, poniéndose de pie. Antes de irse con su bandeja, ofreció una mirada de advertencia a Jasper, y luego salió para reunirse junto a un pequeño grupo de fumadores fuera del edificio. Traté de no mirarlo mientras reías y hablaba. Todas las chicas en el grupo sutilmente competían por el lugar al lado de él, Rosalie me golpeó con el codo en las costillas cuando se dio cuenta de que mi atención estaba en otra parte.

— ¿Qué ves, Bella?

—Nada. No estoy mirando nada. Apoyó la barbilla en la mano y sacudió la cabeza.

—Son tan obvias. Mira a la pelirroja. Ella ha pasado sus dedos por el pelo tantas veces como parpadea. Me pregunto si Edward se cansa de eso. Emmet asintió con la cabeza.

—Lo hace. Todo el mundo piensa que es un imbécil, pero si supieran la cantidad de paciencia que hace frente a todas las chicas que piensan que lo pueden domar… él no puede ir a ninguna parte sin ser molestado. Confía en mí; él es mucho más amable de lo que yo lo sería.

—Oh, como si no te gustaría. —dijo Rosalie, besando la mejilla de Emmet. Edward estaba terminado su cigarrillo fuera de la cafetería cuando pasé.

—Espera, Pigeon. Te acompaño.

—No tienes que acompañarme a todas las clases, Edward. Sé cómo llegar por mí misma. Edward fue fácilmente distraído por una chica con pelo largo y negro y una falda corta caminando mientras le sonrió. Él la siguió con la mirada y asintió con la cabeza en la dirección de la chica, arrojando su cigarrillo.

—Te veré más tarde, Pigeon.

—Sí. —dije, poniendo los ojos en blanco mientras él trotaba hacia la chica.

El asiento de Edward permaneció vacío durante la clase, y me encontré a mí misma un poco enfadada con él por perder la clase por una chica a la que no conocía. El Profesor Chaney terminó la clase temprano, y me apresuré por el césped, consciente de que tenía que encontrarme con James a las tres para entregarle las notas de La Música de Sherri Cassidy. Miré mi reloj y apresuré el paso.

— ¿Bella? Jacob corrió por el césped hasta llegar a mi lado.

—No creo que nos hemos conocido formalmente, —dijo, tendiéndome la mano—. Jacob Black. Tomé su mano y sonreí.

—Isabella Swan pero prefiero que me digan bella.

—Estaba detrás de ti cuando recibiste tu calificación de biología. Felicidades. —sonrió, metiendo las manos en los bolsillos.

—Gracias. Edward ayudó, o habría estado al final de la lista, créeme.

—Oh, ustedes son…

—Amigos. Jacob asintió y sonrió.

— ¿Te dijo que hay una fiesta este fin de semana?

—Por lo general sólo hablamos de biología y comida. Jacob se echó a reír.

—Eso suena como Edward. En la puerta de Morgan Hall, Jacob escaneó mi cara con sus grandes ojos negros. —Deberías venir. Será divertido.

—Hablaré con Rosalie. No creo que tengamos ningún plan.

— ¿Son un paquete?

—Hemos hecho un pacto este verano. No asistiremos a ninguna fiesta sin la otra.

—Inteligente. —asintió con la cabeza en señal de aprobación.

—Ella conoció a Emm en la clase de orientación, por lo que en realidad no he tenido que estar junto a ella tanto. Esta será la primera vez que necesitaré preguntarle, estoy segura que estará feliz de venir.—Me regañé internamente. No sólo estaba balbuceando, sino que había hecho obvio que yo no era invitada a fiestas.

—Genial. Nos vemos allí. —dijo. Él mostró su perfecta sonrisa de modelo de Banana Republic con su mandíbula cuadrada y su piel naturalmente bronceada, caminando por el campus. Lo vi alejarse; él era alto, limpio, con una camisa apretada de vestir a rayas y jeans. Su cabello ondulado y negro oscuro rebotaba cuando caminaba. Me mordí el labio, halagada por su invitación.

—Ahora, él es más tu tipo. —dijo James en mi oído.

—Él es lindo, ¿eh? —Le pregunté, sin poder dejar de sonreír.

—Diablos, sí, él es lindo… en la posición de misionero o algo así.

— ¡James! —Grité, golpeándolo en el hombro.

— ¿Obtuviste las notas de Sherri?

—Sí, —dije, sacándolas de mi bolso. Él encendió un cigarrillo, lo sostuvo entre los labios y miró hacia los papeles.

—Jodidamente brillante. —dijo, escaneando las páginas. Él las dobló y guardó en su bolsillo—. Lo bueno es que las calderas de Morgan no están funcionando. Necesitarás una ducha de agua fría después de recibir miradas lascivas por ese alto chico.

— ¿Los dormitorios no tienen agua caliente? —Gemí.

—Eso es lo que cuentan. —dijo James, deslizando su mochila sobre su hombro—. Me voy a Algebra. Dile a Rose que dije que no se olvide de mí este fin de semana.

—Yo le diré. —me quejé, mirando las paredes de ladrillo antiguo de nuestro dormitorio. Caminé a mi habitación, abrí la puerta y dejé caer mi mochila al suelo.

—No hay agua caliente. —murmuró Jessica desde su lado del escritorio.

—He oído. Mi celular sonó, lo abrí para encontrarme con un mensaje de Rosalie maldiciendo las calderas. Unos minutos después se oyó un golpe en la puerta. Rosalie entró y se dejó caer sobre la cama, sus brazos cruzados.

— ¿Pueden creer esta mierda? ¿Cuánto no estamos pagando y ni siquiera podemos tomar una ducha con agua caliente? Jessica suspiró.

—Deja de quejarte. ¿Por qué no te quedas con tu novio? ¿No has estado quedándote con él, de todos modos? Los ojos de Rosalie se enfocaron en Jessica.

—Buena idea, Jessica. El hecho de que seas una perra es útil a veces. Jessica mantuvo sus ojos en el monitor de su computadora, sin inmutarse por el golpe de Rosalie. Rosalie sacó su teléfono celular y envió un mensaje de texto con una velocidad y precisión asombrosa. Su teléfono sonó, y ella me sonrió.

—Nos vamos a quedar con Emm y Edward hasta que arreglen las calderas.

— ¿Qué? ¡No me quedaré! —Grité.

—Oh, sí que lo harás. No hay ninguna razón para que te quedes atrapada aquí, congelándote en la ducha cuando Edward y Emm tienen dos baños en su apartamento.

—No he sido invitada.

—Yo te estoy invitando. Emm ya dijo que estaba bien. Puedes dormir en el sofá… si es que Edward no lo está utilizando.

— ¿Y si lo está usando? Rosalie se encogió de hombros.

—Entonces puedes dormir en la cama de Edward.

— ¡De ninguna manera! Ella puso los ojos en blanco.

—No seas un bebé, Bella. Ustedes son amigos, ¿verdad? Si él no ha intentado nada hasta ahora, no creo que lo hará. Sus palabras hicieron que mi boca se cerrara. Edward había estado a mí alrededor en una u otra manera todas las noches durante semanas. Había estado tan ocupada asegurándome de que todos notaran que sólo éramos amigos, que no se me había ocurrido que él realmente sólo estaba interesado en nuestra amistad. No estaba segura por qué, pero me sentí insultada. Jessica nos miró con incredulidad.

— ¿Edward Cullen no ha intentado dormir contigo?

—Somos amigos. —le dije en tono defensivo.

—Lo sé, pero él ni siquiera ha… ¿intentado? Él ha dormido con todo el mundo.

—Excepto nosotras. —dijo Rosalie, mirándola—. Y tú. Jessica se encogió de hombros.

—Bueno, nunca lo he conocido. Sólo he oído rumores.

—Exactamente. —le espeté—. Ni siquiera lo conoces. Jessica regresó a su monitor, ajena a nuestra presencia. Suspiré.

—Muy bien, Rose. Tengo que hacer las maletas.

—Asegúrate de empacar por unos días, quién sabe cuánto tiempo llevará arreglar las calderas. —dijo, muy emocionada. El temor se apoderó de mí como si estuviera a punto de entrar al territorio del enemigo.

—Ugh… bien. Rosalie saltó cuando me abrazó.

— ¡Esto será tan divertido! Media hora más tarde empacamos nuestras cosas en su Honda y nos dirigimos al apartamento. Rosalie muy apenas tomó una respiración entre sus divagaciones mientras conducía. Ella sonó la bocina cuando se estacionó frente al apartamento. Emmet corrió por las escaleras, y sacó nuestras maletas del maletero, siguiéndonos por las escaleras.

—Está abierto. —resopló. Rosalie abrió la puerta y la mantuvo abierta. Emmet gruñó cuando puso nuestro equipaje en el suelo.

— ¡Jesús, Bebé! ¡Tú maleta pesa nueve kilos más que la de Bella! Rosalie y yo nos quedamos inmóviles cuando una mujer salió del cuarto de baño, abotonándose la blusa.

—Hola. —dijo ella, sorprendida. Sus ojos llenos de rímel corrido nos examinaron antes de observar el equipaje. La reconocí como la morena de piernas largas que Edward había seguido de la cafetería. Rosalie miró a Emmet. Él levantó las manos.

— ¡Ella está con Edward! Edward apareció en la esquina en un par de calzoncillos y bostezó. Él miró a su invitada, y luego le dio unas palmaditas en el espada.

—Mis invitados están aquí. Es mejor que te vayas. Ella sonrió y echó los brazos alrededor de él, besando su cuello.

—Voy a dejar mi número de teléfono en el mostrador.

—Eh… no te preocupes por eso. —dijo Edward en tono casual.

— ¿Qué? —Preguntó, inclinándose hacia atrás para mirarlo a los ojos.

— ¡Otra vez! —dijo Rosalie. Ella miró a la mujer—. ¿Cómo es que estás sorprendida por esto? ¡Él es Edward follador Cullen! Él es famoso por esto mismo, y aun así se sorprenden. —dijo, volviéndose a Emmet. Él puso su brazo alrededor de ella, haciendo un gesto para que se calmara. La chica entrecerró los ojos hacia Edward y luego agarró su bolso y salió, cerrando la puerta detrás de ella.

Edward caminó a la cocina y abrió la nevera como si nada hubiera pasado. Rosalie negó con la cabeza y caminó por el pasillo. Emmet la siguió, balanceando su cuerpo para compensar el peso de la maleta mientras caminaba. Me dejé caer sobre el sillón y suspiré, preguntándome si estaba loca por haber aceptado venir. No sabía que el apartamento de Emmet era una puerta giratoria para chicas cabezas huecas. Edward estaba detrás de la barra de desayuno, cruzó sus brazos sobre su pecho y sonrió.

— ¿Qué pasa, Pigeon? ¿Día duro?

—No, estoy profundamente disgustada.

— ¿Conmigo? —Él estaba sonriendo. Debería haber sabido que él esperaba esta conversación. Eso sólo me hizo menos dispuesta a detenerme.

—Sí, contigo. ¿Cómo puedes usar a alguien así como así y tratarlas de esa manera?

— ¿Cómo la traté? Ella ofreció su número, yo me negué. Mi boca se abrió ante su falta de remordimiento.

— ¿Tendrás relaciones sexuales con ella, pero no tomarás su número? Edward se inclinó sobre el mostrador con los codos.

— ¿Por qué iba a querer su número si no la iba a llamar?

— ¿Por qué dormir con ella si no la vas a llamar?

—No prometo nada a nadie, Pigeon. Ella no estipuló una relación antes de extender sus piernas en mi sofá. Miré el sofá con repugnancia.

—Ella es la hija de alguien, Edward. ¿Qué pasa si, en un futuro, alguien trata así a tu hija?

—Mi hija sabrá algo mejor que quitarse las bragas por un imbécil que acaba de conocer, vamos a decirlo de esa manera. Me crucé de brazos, enfadada de que él tuviera razón.

—Así que, además de admitir que eres un imbécil, estás diciendo que porque ella se acostó contigo, ¿ella merecía ser desechada como un gato callejero?

—Estoy diciendo que fui honesto con ella. Ella es un adulto, fue de mutuo acuerdo… ella estaba un poco ansiosa al respecto si quieres saber la verdad. Actúas como si he cometido un crimen.

—Ella no parecía entender tus intenciones, Edward.

—Las mujeres suelen justificar sus acciones con lo que sus cabezas les dicen. Ella no me dijo por adelantado que esperaba una relación más de lo que yo le dije que esperaba sexo sin compromiso. ¿Cómo es diferente?

—Eres un cerdo. Edward se encogió de hombros.

—Me han llamado peor. Miré el sofá, los cojines todavía ladeados y amontonados por su uso reciente. Retrocedí ante la idea de cuántas mujeres se han ofrecido a sí mismas sobre esa tela.

—Creo que dormiré en el sillón reclinable. —me quejé.

— ¿Por qué? Lo miré, furiosa por su expresión confusa.

— ¡No dormiré en esa cosa! ¡Dios sabe sobre lo que estaría acostándome! Levantó mi equipaje del piso.

—No dormirás en el sofá o en el sillón reclinable. Tú dormirás en mi cama.

—La que es más antihigiénica que el sofá, estoy segura.

—Nunca ha estado nadie en mi cama aparte de mí. Puse los ojos en blanco.

— ¡Dame un descanso!

—Hablo absolutamente en serio. Las bolseo en el sofá. No las dejo entrar a mi habitación.

— ¿Entonces por qué se me permite a mí en tu cama? Una de las esquinas de su boca se levantó en una sonrisa traviesa.

— ¿Estás planeando tener sexo conmigo esta noche?

— ¡No!

—Por eso. Ahora levanta tu trasero malhumorado, toma tu ducha con agua caliente, y después podemos estudiar algo de Bio.

Lo miré por un momento y luego a regañadientes hice lo que él ordenó. Me quedé bajo la ducha por mucho tiempo, dejando que el agua lavara mis molestias. Masajeando el champú en mi pelo, suspiré por lo maravilloso que era tomar una ducha en un baño no comunitario una vez más—sin sandalias, sin neceser, sólo la mezcla relajante de agua y vapor. La puerta se abrió y salté.

— ¿Rose?

—No, soy yo. —dijo Edward. Automáticamente envolví mis brazos sobre las partes que no quería que él viera.

— ¿Qué estás haciendo aquí? ¡Fuera!

—Olvidaste una toalla y he traído tu ropa, cepillo de dientes y una crema extraña para el rostro que encontré en tu bolsa.

— ¿Buscaste entre mis cosas? —Grité. Él no respondió. En su lugar, oí girar el grifo y el sonido de un cepillo de dientes contra dientes. Me asomé por la cortina de plástico, sosteniéndola contra mi pecho.

— ¡Fuera, Edward! Él me miró, con los labios cubiertos de espuma de pasta de dientes.

—No puedo ir a la cama sin cepillarme los dientes.

—Si te acercas a un metro de la cortina, te sacaré los ojos mientras duermas.

—No voy a mirar, Pigeon. —rió. Esperé bajo el agua con los brazos bien envueltos sobre mi pecho. Él escupió, gorgoteó y escupió de nuevo, luego la puerta se cerró. Enjuagué el jabón de mi piel, me sequé tan rápido como me fue posible, y luego me puse la camiseta y shorts, colocándome mis gafas y cepillé un peine a través de mi cabello. La crema hidratante de noche que Edward había traído llamó mi atención, y no pude evitar sonreír. Él era atento y agradable cuando lo quería ser. Edward abrió la puerta otra vez.

— ¡Vamos, Pigeon! ¡Me estoy haciendo viejo! Arrojé el peine en su dirección y él se agachó, cerrando la puerta y riéndose durante el camino a su habitación. Me lavé los dientes y arrastré mis pies por el pasillo, pasando el dormitorio de Emmet en el camino.

—Buenas noches, Bella. —llamó Rosalie desde la oscuridad. Dudé antes de golpear dos suaves golpes en la puerta de Edward.

—Entra, Pigeon. No tienes que tocar.

Él abrió la puerta y entré, viendo su cama de hierro negro paralela a la línea de ventanas en el extremo de la habitación. Las paredes estaban desnudas a excepción de un solitario sombrero encima de la cabecera. Casi esperaba que su habitación estuviera cubierta de posters de mujeres semi desnudas, pero ni siquiera vi un anuncio para una marca de cerveza. Su cama era negra, su alfombra gris, todo lo demás en la habitación era blanco. Parecía como si acabara de mudarse.

—Bonita pijama. —dijo Edward, notando mi short a cuadros color amarillo y azul marino y mi camisa de Eastern. Se sentó en la cama y le dio unas palmaditas a la almohada a su lado —. Bien, ven. No voy a morderte.

—No te tengo miedo. —le dije, acercándome a la cama y dejando el libro de biología junto a él—. ¿Tienes una pluma? Él asintió con la cabeza hacia su mesa de noche.

—Primer cajón. Me estiré sobre la cama y abrí el cajón, encontrando tres bolígrafos, un lápiz, un tubo de jalea KY, y un tazón de cristal lleno de paquetes de diferentes marcas de condones. Asqueada, tomé una lapicera y cerré el cajón.

— ¿Qué? —Preguntó, dándole vuelta a una página del libro.

— ¿Robaste la clínica de salud?

—No. ¿Por qué? Quité la tapa de la pluma, incapaz de mantener la expresión de asco fuera de mi rostro.

—Tu suministro de preservativos para toda la vida.

—Más vale prevenir que lamentar, ¿no? Puse los ojos en blanco.

Edward regresó al libro, una irónica sonrisa apareció en sus labios. Él leyó las notas para mí, resaltando los puntos principales, mientras él me hacía preguntas y pacientemente explicaba lo que yo no entendía. Después de una hora, me quité las gafas y froté los ojos.

—Estoy muerta. No puedo memorizar una macromolécula más. Edward sonrió, cerrando el libro.

—Muy bien. Hice una pausa, sin estar segura sobre nuestros arreglos para dormir. Edward salió de la habitación y caminó por el pasillo, murmurando algo en la habitación de Emmet antes de encender la ducha. Me envolví en la colcha y la tiré hasta mi cuello, escuchando el ruido agudo del agua corriendo a través de las tuberías. Diez minutos más tarde, el agua se cerró y el piso crujió bajo los pasos de Edward. Echó a andar por la habitación con una toalla alrededor de sus caderas.

Él tenía tatuajes en ambos lados de su pecho, el arte tribal oscuro cubriendo cada uno de sus abultados hombros. En su brazo derecho, las líneas y los símbolos negros se extendían desde su hombro hasta la muñeca, en el izquierdo, los tatuajes se detenían en su codo, con sólo una línea de escritura en la parte inferior de su antebrazo. Intencionalmente me mantuve de espaldas a él mientras que él se paró frente a su tocador y dejó caer la toalla para ponerse un par de bóxers. Después de apagar la luz, se metió en la cama junto a mí.

— ¿Dormirás aquí también? —Pregunté, volviéndome para mirarlo. La luna llena fuera de la ventana oscureció su rostro.

—Bueno, sí. Esta es mi cama.

—Lo sé, pero… —Hice una pausa. Mis otras opciones eran el sofá o el sillón reclinable. Edward sonrió y negó con la cabeza.

— ¿Aún no confías en mí? Me comportaré mejor que bien, lo juro.—dijo, levantando los dedos que estaba segura los Boy Scouts de Estados Unidos nunca habían considerado usar. No discutí, simplemente me di vuelta y puse mi cabeza en la almohada, metiendo las sábanas detrás de mí para que hubiera una clara barrera entre su cuerpo y el mío.

—Buenas noches, Pigeon. —susurró en mi oído. Podía sentir su aliento a menta en mi mejilla, ocasionando que la piel se me pusiera de gallina. Gracias a Dios que estaba lo suficientemente oscuro para que no pudiera ver mi embarazosa reacción, o el rubor de mis mejillas. Parecía que acaba de cerrar los ojos cuando escuché el reloj despertador. Estiré la mano para apagarlo, pero me sorprendí con horror cuando sentí piel cálida bajo mis dedos. Traté de recordar dónde estaba. Cuando la respuesta llegó, me mortificó el hecho que Edward pensara que lo había hecho a propósito.

— ¿Edward? La alarma —susurré. Él aún no se movía—. ¡Edward! —Dije, dándole un codazo. Cuando todavía no se movía, me estiré a través de él, buscando a tientas en la penumbra hasta que sentí la parte superior del reloj. Sin saber cómo apagarlo, golpeé la cima del mismo hasta que pulsé el botón de dormitar, y luego caí sobre mi almohada nuevamente. Edward se echó a reír.

— ¿Estabas despierto?

—Te prometí que me portaría bien. No dije nada al respecto de permitirte acostarte sobre mí.

—No me acosté sobre ti, —protesté—. No podía alcanzar el reloj. Esa tiene que ser la alarma más molesta que he oído. Suena como un animal moribundo. Estiró su mano y presionó un botón.

— ¿Quieres desayuno? Lo miré fijamente y luego sacudí la cabeza.

—No tengo hambre.

—Bueno, yo sí. ¿Por qué no vienes conmigo a la cafetería que está cerca?

—No creo que pueda soportar tu falta de habilidad para conducir temprano por la mañana. —le dije. Levanté mis pies por el lado de la cama y los metí en mis pantuflas, arrastrándome a la puerta.

— ¿A dónde vas? —Preguntó.

—A vestirme e ir a clase. ¿Necesitas un itinerario mientras estoy aquí? Edward se estiró y luego caminó hasta mí en sus bóxers.

— ¿Siempre eres tan temperamental o ese malestar disminuirá una vez que creas que no estoy creando algún elaborado plan para meterme en tus pantalones? —Sus manos sujetaron mis hombros y sentí sus pulgares acariciar mi piel al unísono.

—No soy temperamental. Se inclinó me susurró en mi oído.

—No quiero acostarme contigo, Pigeon. Te aprecio demasiado. Pasó junto a mí para ir al baño, y que quedé allí, aturdida. Las palabras de Jessica se repetían en mi mente. Edward Cullen dormía con todas; no pude evitar sentirme deficiente al saber de qué él no tenía ganas de intentar dormir conmigo. La puerta se abrió de nuevo y Rosalie entró.

— ¡Arriba, arriba, levántate y brilla! —Sonrió, bostezando.

—Te pareces a tu madre, Rose. —me quejé, rebuscando en mi maleta.

—Oh… ¿alguien no durmió bien anoche?

—Él apenas respiró en mi dirección. —le dije mordazmente. Una sonrisa iluminó el rostro de Rosalie.

—Oh.

— ¿Oh, qué?

—Nada. —dijo ella, volviendo a la habitación de Emmet. Edward estaba en la cocina, tarareando una canción al azar mientras cocinaba huevos revueltos.

— ¿Estás segura que no quieres desayunar? —Me preguntó. Edward y Rosalie entraron y Emmet tomó dos platos del gabinete, sosteniéndolos mientras Edward servía una porción en cada uno. Emmet puso los platos en la barra, él y Rosalie se sentaron juntos, satisfaciendo el apetito que probablemente gastaron la noche anterior.

—No me mires así, Emm. Lo siento, sólo que no quiero ir. —dijo Rosalie.

—Bebé, la Casa tiene una fiesta de parejas dos veces al año. —dijo Emmet mientras masticaba—. Aún falta un mes. Tendrás tiempo de sobra para encontrar un vestido y hacer todas esas cosas de chicas.

—Lo haría, Emm… es muy dulce… pero no voy a conocer a nadie allí.

—Muchas de las chicas que estarán no conocen a los demás. —dijo, sorprendido por el rechazo. Ella se dejó caer en su silla.

—Las chicas perras de la hermandad son invitadas a esas cosas. Todas se conocerán entre sí… será extraño.

—Vamos, Rose. No me obligues a ir solo.

—Bueno… ¿tal vez podrías buscar a alguien para que invite a Bella? —Dijo ella, mirándome y luego a Edward. Edward levantó una ceja y Emmet negó con la cabeza.

—Ed no va a fiestas de parejas. Es algo a donde llevarías tu novia… y Edward no… ya sabes. Rosalie se encogió de hombros.

—Podemos conseguirle a alguien. Entrecerré mis ojos en su dirección.

—Te puedo escuchar, sabes. Rosalie usó la cara que ella sabía que no podía decir no.

— ¿Por favor, Bella? Vamos a encontrarte un buen tipo que sea divertido e ingenioso, y podrás asegurarte que sea guapo… ¡te prometo que pasarás un buen rato! Y, ¿Quién sabe? Tal vez hasta se lleven bien. Edward lanzó el plato al fregadero.

—Yo no he dicho que no la llevaría. Puse los ojos en blanco.

—No me hagas ningún favor, Edward.

—Eso no es lo que quise decir, Pigeon. Las fiestas de parejas son para chicos con novias, y todo el mundo sabe que yo no hago eso de novias. Pero no tendré que preocuparme de que tú esperes un anillo de compromiso después. Rosalie hizo un puchero.

— ¿Por fis, Bella?

— ¡No me mires así! —Me quejé—. Edward no quiere ir, yo no quiero ir… nosotros no seremos muy divertidos. Edward se cruzó de brazos y se apoyó en el fregadero.

—Yo no dije que no quería ir. Creo que sería divertido si los cuatro asistimos, —se encogió de hombros. Los ojos de todos se centraron en mí y yo retrocedí.

— ¿Por qué no pasamos el rato aquí? Rosalie puso mala cara y Emmet se inclinó hacia adelante.

—Porque tengo que ir, Bella. Soy un estudiante de primer año; tengo que asegurarme de que todo pase sin problemas, que todo el mundo tenga una cerveza en mano, y cosas así. Edward cruzó la cocina y envolvió el brazo alrededor de mis hombros, tirando de mí hacia él.

—Vamos, Pigeon. ¿Quieres ir conmigo? Miré a Rosalie, luego a Emmet y, finalmente, a Travis.

—Sí. —suspiré. Rosalie chilló y me abrazó, y sentí la mano de Emmet en mi espalda.

—Gracias, Bella. —dijo Emmet.

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Speedo: famosa marca de trajes de baño caracterizados por ser extremadamente estrechos y pegados como una segunda piel.

 


Hola segundo capitulo de la historia.. les gusta como esta llendo... 

meresco algun votiito o comentario.. nos vemos en el otro capi...

las kiero SabriiCullen<3

 

Capítulo 1: Bandera roja Capítulo 3: Trago barato

 
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