NO TE BUSCABA PERO TE ENCONTRÉ (+18)

Autor: Yusale
Género: Sobrenatural
Fecha Creación: 31/07/2013
Fecha Actualización: 17/01/2014
Finalizado: SI
Votos: 20
Comentarios: 138
Visitas: 72936
Capítulos: 35

Isabella Swan, una fotógrafa de Boston, celebra el éxito de su última exposición en un exclusivo after hours de la ciudad. Entre el acalorado gentío siente la presencia de un sensual desconocido que despierta en ella las fantasía más profundas. Pero nada relacionado con esa noche ni con ese hombre resulta ser l o que parece. A la salida, Isabella presencia un asesinato y, a partir de ese momento, la realidad se convierte en algo oscuro y mortífero, adentrándose en un submundo que nunca supo que existía, habitado por vampiros urbanos enfrentados.

Edward Cullen es un vampiro, un guerrero de la Raza, que ha nacido para proteger a los suyos -así como a los humanosque existen en una vida paralela a la suya- de la creciente amenaza de los vampiros renegados. Edward no puede arriesgarse a unirse a una humana, pero cuando Isabella se convierte en el objetivo de sus enemigos, no tiene más opción que llevársela a ese otro mundo que él lidera, en el que serán devorados por un deseo salvaje e insaciable

Ni la historia, ni los personajes son mios, la historia le pertenece a Lara Adrian cuyo libro se llama El Beso de la Medianoche, y los personajes por supuesto son de Stephanie Meyer.

 

Aqui les dejo el link de mis otras historias

UN EMBARAZOS DOS AMORES (TERMINADA)

http://www.lunanuevameyer.com/sala-cullen?id_relato=3392

 

 

ENTRE EL ODIO Y EL AMOR (TERMINADO)

http://www.lunanuevameyer.com/sala-cullen?id_relato=3796

+ Añadir a Favoritos
Leer Comentarios
 


Capítulo 10: 9

Como les dije ayer aqui les traiga un nuevo capítulo espero lo disfruten.

Isabella puso otra toalla de papel bajo el chorro de agua fría en el fregadero de la cocina. Había varias toallas más tiradas, ya empapadas de agua y manchadas de sangre, además de sucias del polvo de la calle que se había limpiado de las palmas de las manos y de las rodillas. De pie, en sujetador y braguitas, echó un poco de jabón líquido en la toalla de papel empapada de agua y se frotó con energía las heridas de las palmas de las manos.

—¡Ay! —exclamó, y frunció el ceño. Se había encontrado una pequeña y afilada astilla clavada en la herida. Se la quitó y la tiró al fregadero al lado de toda la gravilla que se había limpiado de las heridas.

Dios, estaba hecha un desastre.

La falda nueva estaba rota y destrozada. El dobladillo del suéter se había estropeado al caer contra el áspero pavimento. Y parecía que las manos y las rodillas pertenecieran a una niña salvaje y torpe.

Y además de todo eso, se había mostrado como una completa estúpida en público.

¿Qué demonios le estaba sucediendo para ponerse histérica de esa manera?

El alcalde, por el amor de Dios. Y ella había huido de ese coche como si temiera que se tratara de...

¿De qué? ¿De alguna especie de monstruo?

≪Vampiro.≫

Las manos de Isabella se quedaron inmóviles.

Oyó la palabra mentalmente, a pesar de que se negó a pronunciarla en voz alta. Esa era la palabra que tenía en el umbral de la conciencia desde el momento en que fue testigo de ese asesinato. Era una palabra que no quería reconocer, ni siquiera cuando se encontraba sola en el silencio de su apartamento vacío.

Los vampiros eran la obsesión de la loca de su madre biológica, no la suya.

Esa adolescente anónima se encontraba en un estado completamente delirante cuando la policía la sacó de las calles, hacía tantos años. Decía que la habían perseguido unos demonios que querían beber su sangre, que, de hecho, lo habían intentado, y ésa había sido la explicación que había dado por las extrañas heridas que tenía en la garganta. Los documentos judiciales que le habían dado estaban salpicados de locas referencias a espectros sedientos de sangre que recorrían la ciudad en completa libertad.

Imposible.

Eso era una locura, e Isabella lo sabía.

Estaba permitiendo que su imaginación y que el miedo que tenía de convertirse en una perturbada como su madre algún día acabaran con ella. Pero ella era demasiado inteligente para permitirlo. Era más sana, por lo menos...

Dios, tenía que serlo.

Haber visto a ese chico de la comisaría de policía ese mismo día —para sumarse a todo por lo que había pasado durante los últimos días— le había disparado sus miedos. A pesar de todo, ahora que lo pensaba, ni siquiera estaba segura de que ese tipo a quien había visto en el parque fuera de verdad el administrativo que había visto en la comisaría.

Pero ¿y qué si lo era? Quizá se encontraba en el parque para tomar su comida y para disfrutar del tiempo igual que lo estaba haciendo ella. Eso no era ningún crimen. Quizá, si la estaba mirando era porque también le había parecido que ella le resultaba familiar. Quizá él se hubiera acercado para saludarla si ella no hubiera cargado contra él como una psicópata paranoide, acusándole de estar espiándola.

Oh, ¿y no sería perfecto que él fuera a la comisaría y les contara a todos que ella le había perseguido por varias manzanas en Chinatown?

Si Edward se enteraba de eso, ella iba a morirse de la humillación.

Isabella terminó de limpiarse las heridas de las palmas de las manos e intentó apartar todo lo que había ocurrido ese día de su cabeza. Todavía tenía la ansiedad en el punto máximo y el corazón le latía con fuerza. Se limpió los golpes del rostro y observó un delgado reguero de sangre que le bajaba por la muñeca.

Ver su sangre siempre la tranquilizaba, por alguna extraña razón. Siempre había sido así.

Cuando era más joven y las emociones y las presiones internas eran tan fuertes que ya no sabía qué hacer con ellas, lo único que tenía que hacer para calmarse era hacerse un pequeño corte.

El primero había sido por accidente. Isabella se encontraba pelando una manzana en uno de sus hogares de acogida cuando el cuchillo le resbaló y le hizo un corte en la base del dedo pulgar. Le dolió un poco, pero Isabella no sintió ni miedo ni pánico al observar cómo la sangre salía y dibujaba un reluciente remolino escarlata.

Se había sentido fascinada.

Había sentido una increíble especie de... paz.

Al cabo de unos cuantos meses de ese sorprendente descubrimiento, Isabella volvió a cortarse. Lo hizo de forma deliberada y en secreto, sin intención de hacerse daño de verdad. A medida que el tiempo transcurrió, lo hizo más a menudo, siempre que necesitaba sentir esa profunda sensación de calma.

Y ahora lo necesitaba porque estaba ansiosa y nerviosa como un gato atento a cualquier pequeño ruido que oyera en el apartamento o fuera de él. Le dolía la cabeza. Tenía la respiración agitada y apretaba las mandíbulas.

Sus pensamientos saltaban desde el destello del flash ante la escena de la noche fuera de la discoteca al inquietante psiquiátrico donde había estado haciendo fotos la mañana anterior y al miedo irracional, profundo y perturbador que había sentido esa tarde.

Necesitaba un poco de paz después de todo eso.

Sólo aunque fueran unos cuantos minutos de calma.

Isabella dirigió la mirada hacia el contenedor de cuchillos de madera que se encontraba, allí cerca, sobre el mármol. Alargó la mano y tomó uno de ellos. Hacía años que no lo hacía. Se había esforzado tanto en controlar esa compulsión extraña y vergonzante.

Pero ¿la había hecho desaparecer de verdad?

Los psicólogos que la administración le había puesto y los trabajadores sociales, al final, se habían convencido de que así era. También los Swan.

Ahora, mientras se acercaba el cuchillo a la piel del brazo y sentía cómo una oscura emoción despertaba dentro de ella, Gabrielle lo dudó. Apretó  la punta de la hoja contra la piel del antebrazo, aunque todavía sin la fuerza suficiente para cortarse.

Ése era su demonio privado, y era una cosa que nunca había compartido abiertamente con nadie, ni siquiera con Jacob, su amigo más querido.

Nadie lo comprendería.

Casi ni ella misma lo comprendía.

Isabella echó la cabeza hacia atrás y respiró profundamente. Mientras volvía a bajar la cabeza y exhalaba lentamente, vio su propio reflejo en el cristal de la ventana de encima del fregadero. El rostro que le devolvió la mirada tenía una expresión agotada y triste, sus ojos estaban apagados y angustiados.

—¿Quién eres? —le susurró a esa imagen fantasmal que veía en el cristal. Tuvo que reprimir un sollozo—. ¿Qué es lo que va mal contigo?

Abatida consigo misma, tiró el cuchillo en el fregadero y se apartó de allí mientras el sonido del acero resonaba en la cocina.

.

.

.

El constante sonido de las aspas de un helicóptero atravesaba el cielo de la noche en el viejo psiquiátrico. Desde el camuflaje de una nube, un Colibrí EC120 negro descendió y se posó con suavidad en una zona plana del tejado.

—Apaga el motor —ordenó el líder de los renegados a su subordinado piloto cuando el aparato se hubo posado en el improvisado helipuerto—. Espérame aquí hasta que vuelva.

Saltó fuera de la cabina y recibió el inmediato saludo de su teniente, un individuo bastante desagradable a quien había reclutado en la Costa Oeste.

—Todo está en orden, señor.

Las espesas cejas marrones del renegado se hundieron encima de sus fieros ojos amarillos. En la enorme calva todavía se veían las cicatrices de las quemaduras de electricidad que le habían infligido los de la raza durante un interrogatorio por el que había pasado hacía medio año. Pero, entre el resto de los repugnantes rasgos de su rostro, esas numerosas marcas de quemaduras eran solamente un detalle. El renegado sonrió, dejando ver unos enormes colmillos.

—Vuestros regalos han sido muy bien recibidos esta noche, señor. Todo el mundo espera con ansia vuestra llegada.

El líder de los renegados, con los ojos escondidos detrás de unas gafas de sol, asintió con la cabeza brevemente y, con paso relajado, se dejó conducir hasta el piso de arriba del edificio y luego hasta un ascensor que le llevaría al corazón de las instalaciones. Se hundieron por debajo del nivel del piso del suelo, salieron del ascensor y se internaron por una red de túneles que rodeaban una parte de la fortaleza de la guarida de los renegados.

En cuanto al líder, éste había estado instalado en su cuartel privado en algún punto de Boston durante el último mes, supervisando en privado algunas operaciones, determinando obstáculos y estableciendo las principales ventajas que tenían en el nuevo territorio que querían controlar. Ésta era su primera aparición en público: era todo un evento, y ésa era exactamente su intención.

No era algo frecuente que él se aventurara a salir en medio de la porquería de la población general; los vampiros que se convertían en renegados eran una gente ruda, indiscriminada, y él había aprendido a apreciar cosas mejores durante sus muchos años de existencia. Tenía que recordarles a esas bestias quién era y a quién servían y por eso les había ofrecido una muestra del botín que les esperaba al final de su última misión. No todos ellos sobrevivirían, por supuesto. Las víctimas acostumbraban a acumularse en medio de una guerra.

Y una guerra era lo que iba a vender ahí esa noche.

Ya no habría más conflictos insignificantes en el terreno. No habría más luchas internas entre los renegados, ni más actos absurdos de venganza individual. Iban a unirse y a pasar página de una forma que todavía nadie había imaginado en esa antigua batalla que había dividido para siempre a la nación de los vampiros en dos. La raza había mandado durante demasiado tiempo y había llegado a un acuerdo no hablado con esos humanos inferiores al tiempo que ansiaban eliminar a sus hermanos los renegados.

Las dos facciones de la estirpe de los vampiros no eran tan distintas la una de la otra, solamente les separaba una cuestión de grado. Lo único que diferenciaba a un vampiro de la raza que saciaba su hambre de vida y  a un vampiro constantemente sediento de sangre y adicto era una cuestión de litros. Las líneas sanguíneas de la estirpe se habían desdibujado con el tiempo desde la época de los antiguos y los nuevos vampiros se convertían en adultos y se apareaban con las compañeras de raza humanas.

Pero no había forma de que la contaminación de genes humanos destruyera por completo los genes de los vampiros, más fuertes. La sed de sangre era un espectro que perseguiría a la raza para siempre.

Desde el punto de vista del líder de esa guerra que se acercaba, uno tanto podía luchar contra el impulso innato propio de su estirpe o utilizarlo para beneficio propio.

En ese momento, él y su teniente habían llegado al final del pasillo y la vibración de una música estridente reverberaba en las paredes y en el suelo, bajo sus pies. Se estaba llevando a cabo una fiesta detrás de una doble puerta de acero abollado y maltrecho. Ante ella, un vampiro renegado que se encontraba de guardia se hincó de rodillas pesadamente en cuanto sus rasgadas pupilas registraron quién estaba esperando delante de él.

—Señor. —El tono de su rasposa voz fue reverente y mostró deferencia al no levantar la vista para encontrarse con los ojos que se ocultaban detrás de esas gafas oscuras—. Mi señor, su presencia nos honra.

De hecho, sí les honraba. El líder hizo un rápido movimiento afirmativo con la cabeza en cuanto el vigilante se puso en pie de nuevo. Con una mano mugrienta, el que estaba de guardia empujó las puertas para permitirla entrada a su superior a la estridente reunión que se llevaba a cabo al otro lado de las mismas. El líder despidió a su acompañante y quedó libre para observar en privado el lugar.

Se trataba de una orgía de sangre, sexo y música. En todos los rincones donde mirara veía machos renegados que manoseaban, perseguían y se alimentaban de un variado surtido de seres humanos, tanto hombres como mujeres. Sentían poco dolor, tanto si se encontraban en ese evento de forma voluntaria como si no. La mayoría habían sufrido, por lo menos, un mordisco, y les habían extraído tanta sangre que se sentían como en una nube de sensualidad y ligereza. Algunos de ellos hacía mucho rato que se habían ido, y sus cuerpos se encontraban inertes como los de unos bonitos muñecos de ropa encima del regazo de sus depredadores de ojos salvajes, que no cesaban de alimentarse hasta que no quedaba nada más que devorar.

Pero eso era lo que uno debía esperar si lanzaba unos tiernos corderos a un pozo lleno de bestias voraces.

Mientras se dirigía hacia la parte más abigarrada de esa reunión, le empezaron a sudar las manos. La polla se le endureció bajo la cuidada  caída del pantalón confeccionado a medida. Las encías empezaron a dolerle y a latirle, y tuvo que morderse la lengua para evitar que los colmillos se le alargaran de hambre, al igual que había hecho su sexo, en respuesta a la lluvia de estímulos eróticos y sensoriales que le golpeaban desde todos los ángulos.

La mezcla del olor a sexo y a sangre derramada le llamaba como el canto de una sirena. Ése era un canto que él conocía bien, aunque eso había sido en su pasado, ahora muy distante. Oh, todavía disfrutaba con un buen polvo y con una jugosa vena abierta, pero esas necesidades ya no le gobernaban. Había tenido que recorrer un camino muy difícil desde el punto en que se encontraba antiguamente, pero, al final, había vencido.

Ahora era señor de sí mismo y pronto lo sería de mucho, mucho más.

Una nueva guerra iba a comenzar y él estaba preparado para ofrecer la última batalla. Estaba educando a su ejército, perfeccionando sus métodos, reclutando aliados que más tarde serían sacrificados sin dudarlo ni un momento en el altar de su capricho personal. Iba a infligir una sangrienta venganza a la nación de los vampiros y al mundo de los humanos que solamente existía para servir a los suyos.

Cuando la gran batalla hubiera terminado y las cenizas y el polvo hubieran sido finalmente barridos, no habría nadie que pudiera interponerse en su camino.

Él sería un maldito rey. Ése era su derecho de nacimiento.

—Mmmm... eh, guapo... ven aquí y juega conmigo.

Esa invitación realizada en voz ronca le alcanzó por encima del estruendo de la sala. Desde un montículo de cuerpos retorcidos, desnudos y húmedos había aparecido la mano de una mujer que le sujetó por el muslo en el momento en que él pasaba por su lado. Él se detuvo, bajó la mirada hasta ella con una clara expresión de impaciencia. Percibió una belleza oculta bajo el oscuro y destrozado maquillaje, pero ella tenía la mente completamente perdida en ese profundo delirio de la orgía.

Un par de reguerillos de sangre le bajaban por el bonito cuello y llegaban hasta las puntas de sus pechos perfectamente formados. Tenía otras mordeduras en otros puntos del cuerpo: en el hombro, en el vientre, y en la parte interior de uno de los muslos, justo debajo de la estrecha banda de vello que le ocultaba el sexo.

—Únete a nosotros —le suplicó ella, levantándose de entre la jungla enredada de brazos y piernas de los vampiros renegados en celo. A esa mujer casi le habían extraído toda la sangre, solamente le quedaban unos litros antes de morir. Tenía los ojos vidriosos, perdidos. Sus movimientos eran lánguidos, como si sus huesos se hubieran vuelto de goma—. Tengo lo que deseas. Sangraré para ti, también. Ven, pruébame.

Él no dijo nada; simplemente apartó los pálidos dedos manchados de sangre que tiraban del fino tejido de sus caros pantalones de seda.

Verdaderamente, no estaba de humor.

Y, al igual que todo líder con éxito, nunca tocaba su propia mercancía.

Le puso la mano plana encima del pecho y la empujó contra la bullente refriega. Ella chilló: uno de los renegados la había atrapado sin contemplaciones y, con rudeza, le dio la vuelta encima de su brazo, la colocó debajo de él y la penetró por detrás. Ella gimió en cuanto él la atravesó, pero se quedó en silencio al cabo de un instante mientras el vampiro sediento de sangre le clavaba los enormes colmillos en el cuello y le chupaba la última gota de vida de su cuerpo consumido.

—Disfrutad de estos restos —dijo uno que iba a ser rey con una voz profunda que se elevaba en tono magnánimo por encima de los rugidos animales y el estruendo atronador de la música—. La noche se está levantando y pronto conoceréis las recompensas que tengo a bien ofreceros.

__________________________________________________________________________________

¿Qué les pareció?, ¿Por que creen que Bella se cortaba antes?, ¿Estará mal de la cabeza?, espero con ánimo sus comentarios 

Chaito y cuidense

Capítulo 9: 8 Capítulo 11: 10

 
14446955 visitas C C L - Web no oficial de la saga Crepúsculo. Esta obra está bajo licencia de Creative Commons -
 10762 usuarios