PRISIONERA DE GUERRA (+18)

Autor: lololitas
Género: Aventura
Fecha Creación: 08/07/2013
Fecha Actualización: 17/11/2013
Finalizado: SI
Votos: 24
Comentarios: 74
Visitas: 64643
Capítulos: 26

"FANFIC FINALIZADO"

En un mundo regido por luchas de poder, batallas entre clanes y tratados en los que el amor brillaba por su ausencia, ellos eran solo el jefe del clan y su rehén, pero en aquella noche llena de placer y pasión, Edward había hecho que Isabella se sintiera plena por primera vez y cuando se marchara de allí su corazón siempre estaría con él. Se acabarían las noches en las que parecían hechos el uno para el otro, todo se volvería un recuerdo... o quizá el futuro los llevase por otros caminos.

 

 

Era la prisionera de su clan…

Para recuperar el control de su clan, Edward Masen debía tomar a Isabella MacSwan como rehén y utilizarla como moneda de cambio. Pero Isabella no era una prisionera cualquiera. Era la mujer a la que en otra época había amado… y rechazado por una lesion en su pierna.
Las caricias de Edward quedarían marcadas para siempre en el recuerdo de Isabella y, sin saber que él se había visto obligado a repudiar su amor, ella nunca había olvidado al hombre que le había roto el corazón. Sin embargo, ahora, al mirar a los ojos a su captor, ya no reconocía al imponente líder. Había algo en él que la excitaba y la aterrorizaba a partes iguales…

 

 

adaptacion de "Unico Amor-Terry Brisbin"

 

MI OTRA HISTORIA; "UN AMOR DE LEYENDA"

 

 http://www.lunanuevameyer.com/sala-cullen?id_relato=3909

 

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Capítulo 6: SEIS

CAPITULO DEDICADO ESPECIALMENTE PARA MONICULLEN Y CLAUALELINDA

 

Garrett atravesó el salón en dirección a la torre donde se encontraban sus aposentos y los de Tanya. Subió las escaleras, llegó a su puerta, llamó y abrió sin esperar una respuesta. Furioso por el giro que estaban dando sus planes, no pensaba quedarse en el pasillo esperando como un tonto. Su hermana lo miró con odio, pero no dijo nada. Garrett les dirigió un movimiento de cabeza a las dos doncellas que estaban ayudando a vestirse a Tanya y ambas abandonaron la habitación de inmediato. Su hermana se giró hacia el espejo y se retocó un lazo que acariciaba lánguidamente su mejilla.

 

         ¡Mujeres! ¡Al infierno con todas!

 

         Garrett atravesó la estancia en pocos pasos y le soltó el lazo, lo que hizo que varios mechones de pelo quedaran sueltos. Le lanzó la cinta a la cara y se cruzó de brazos. En vez de asustarse o mostrarle el respeto que merecía, Tanya simplemente sonrió, seleccionó otra cinta de su colección y volvió a recogerse el pelo. ¡Todo sin dirigirle una sola palabra! Cuando Garrett apretó el puño para mostrarle cuál era su lugar, ella habló por fin.

 

         —¿Cómo es la nueva amante de mi prometido, Garrett?

 

         —¿Amante? No le des un título tan elevado, Tanya. No es más que una ramera MacSwan que calienta su cama.

 

         —¿Solo eso? —respondió ella. Garrett arqueó una ceja al ver que Tanya hacía lo mismo con actitud inquisitiva—. ¿Solo una mujer en su cama?

 

         —Ya sabes cómo funcionan estas cosas, hermana. La utilizará hasta que su padre se rinda a nuestras exigencias y entonces se irá de aquí.

 

         —¿Era ese tu plan cuando la trajiste aquí? —su voz sonaba tan tranquila que le dio qué pensar. En vez de gritarle como tenía por costumbre, no había levantado la voz ni parecía enfurecida por lo que había hecho.

         —Mi plan era que fuera mi prisionera, en mi cama, hasta que su padre pagase por su liberación —admitió Garrett.

 

         Al ver a Isabella MacSwan cabalgando por el camino del bosque, se había excitado. Había planeado poseer su cuerpo y utilizarlo como quisiera mientras estuviese bajo sus órdenes. Entonces Isabella se había enfrentado a sus hombres e intentado proteger a su vieja doncella, y aquello le había excitado más aún. Sí, sería una compañera de cama descarada. Solo con pensarlo su cuerpo reaccionaba. Su hermana se aclaró la garganta y le hizo volver a la realidad.

 

         —Ahora es el juguete de Edward. No me gusta esto, Garrett —Tanya se puso en pie, se alisó el vestido y se acercó a él—. Llévatela, Garrett —le susurró al oído—. Sácala de su cama.

 

         Garrett casi dio un paso atrás ante la vehemencia de su voz. Casi. Pero él era el hombre y, aunque Tanya fuese su hermana mayor, no aceptaría órdenes de una mujer.

 

         —Hazme caso, Tanya —le dijo en voz baja. No había necesidad de que los sirvientes oyeran la conversación—. Isabella MacSwan no es más que una piedra temporal en el camino. El medio para llegar al fin. Cuando tengamos el oro de MacSwan, desaparecerá y nosotros seremos más ricos. Podré arrebatarle el puesto a ese bastardo. Nuestros planes tendrán éxito —Tanya se dispuso a darse la vuelta, pero él la agarró del brazo para detenerla.

 

         —Yo seré el jefe del clan, así que será mejor que vayas con cuidado y hagas lo que te digo. No seré tan manejable como Edward a la hora de dejar que te salgas con la tuya si me desobedeces en esto.

 

         Algo brilló por un instante en los ojos de Tanya antes de que lo disimulara. Algo que no logró identificar. Algo dormido.

 

         —Por supuesto, hermano —respondió agachando la cabeza—. Valoro tu consejo por encima de todas las cosas.

 

         Garrett resopló y la soltó. Siempre y cuando Tanya se diese cuenta de que estaba en deuda con él por su posición, las cosas saldrían bien. Garrett levantó el pestillo y tiró de la puerta antes de mirar hacia atrás. La expresión de Tanya era de humildad y obediencia, pero eso no era lo que había visto allí antes.

         En absoluto.

          

          

         Tanya se quedó mirando al vacío hasta que Garrett abandonó sus aposentos, y entonces se dejó inundar por la ira. Apretó los puños y buscó algo que poder romper. La necesidad de estrellar algo contra el suelo o la pared se volvió incontrolable, y finalmente divisó el objeto idóneo; su espejo.

 

         Un regalo de su padrastro, el padre de Garrett. Agarró el pesado objeto de metal con ambas manos, lo lanzó contra el suelo y lo hizo pedazos. El pedazo de cristal más grande se deslizó satisfactoriamente por el suelo de madera hasta estrellarse contra la pared.

 

         Tanya estaba furiosa. Los hombres siempre controlaban su vida. Su padre, después su padrastro, su hermano y ahora el nuevo jefe del clan, que había accedido a casarse con ella. Accedido, sí, después de que los mayores le convencieran. Y sin embargo ahora no dudaba en acostarse con otra mujer delante de todos ellos. Sin darle una mínima explicación a ella, nada que pudiera suavizar el golpe que suponía para su orgullo. Simplemente esperaba que ella aceptase la situación como algo natural y que le estuviese agradecida.

 

         Pero sentirse agradecida no era algo que se le diese bien.

 

         ¡Maldito Garrett! Aquella acción había frustrado sus propios planes. Si hubiese permitido que los mayores que estaban de acuerdo con él expulsaran a Edward, todo habría ido bien y su futuro seguiría siendo el que deseaba. Ahora, sin embargo, Edward estaba ejerciendo presión sobre los mayores, y los MacDenali parecían cada vez menos interesantes como aliados frente a las represalias de los MacSwan.

         ¡Maldito Garrett!

 

         Al oír pisadas acercándose a su puerta, recordó que tenía que mantener el control. Es posible que los hombres no supieran controlarse, pero Tanya no permitiría que sus planes fracasaran por culpa de las emociones excesivas. Respiró profundamente, se obligó a relajar la cara y dejó la mente en blanco hasta que logró sonreír.

 

         —Pensaba que pesaba menos —le dijo con tono de disculpa a su doncella, que se apresuró a recoger los pedazos de metal.

 

         —Oh, milady —susurró Margaret al levantar el espejo roto—. ¡Es el que os regaló vuestro padrastro por vuestro cumpleaños!

 

         —Tal vez el herrero pueda repararlo. ¿Te importaría llevárselo y preguntarle? —preguntó Tanya con una sonrisa.

 

         —Oh, sí, milady —respondió Margaret, siempre intentando complacer a su señora, dado que, igual que los demás, esperaba que sería la que gobernara en aquella casa dentro de poco.

 

         Tanya esperó a que se marchara para sentarse a la mesa donde antes estaba el espejo. Se apartó el pelo de la cara y se estiró las mangas del vestido. Tendría que aparecer en el salón y actuar como si nada hubiese ocurrido. Como si no le importara que su prometido se acostara con otra mujer y que todo el clan lo supiera. Como si estuviera encantada con la idea de convertirse en la señora de la casa. Como si aquella fuese su vida perfecta y su futuro perfecto.

 

         Hacía tiempo que había aprendido a esperar su oportunidad; era una lección que había aprendido por las malas y que no había olvidado. Todo lo que planeaban aquellos idiotas no serviría de nada, y al final ella gobernaría en la casa de su amado; Gavin MacDenali, heredero de la riqueza y de las tierras de los MacDenali.

 

         Y entonces sabrían que nunca deberían haberla subestimado.

          

 

         Lairig Dubh

          

         A Renee aquello no le gustaba nada.

 

         Algo pasaba y nadie le decía qué era. Emmett, que normalmente era el primero en dar las noticias, simplemente la miraba en silencio. Carlisle, el negociador del clan, entraba y salía de sus reuniones con Charlie sin dirigirle la mirada.

 

         Oh, sí, algo malo pasaba en el clan MacSwan.

 

         Charlie había enviado a un sirviente a buscarla al pueblo, pero, al llegar a Lairig Dubh, la había tenido esperando. Su paciencia, casi inexistente cuando estaba preocupada por su familia, se agotó en aquel momento, así que se puso en pie, dejó su cesta sobre la mesa y se dispuso a averiguar la verdad.

 

         —Renee —dijo Charlie al abrirle la puerta—. Entra. Tenemos que hablar.

 

         Toda su rabia se esfumó al ver su cara. ¿Malo? Aquello no era malo; era un desastre. Renee se esforzó por controlar su respiración mientras intentaba recordar dónde estaban todos sus hijos. Dónde estaban todos los familiares de Charlie. Dónde estaban en ese momento todas las personas a las que quería. Pero nada de eso la ayudó en ese momento.

 

         Charlie le dio la mano y la acompañó a una estancia privada. La condujo a una silla, pero ella se zafó y se negó a sentarse.

 

         —Dímelo, Charlie.

 

         —Isabella ha sido… —Charlie hizo una pausa para buscar la palabra adecuada y a ella se le detuvo el corazón. ¿Su hija había muerto? Juntó las manos y aguantó la respiración—… secuestrada.

 

         —¿Secuestrada? ¿Está viva? —Renee se sentó entonces en la silla, porque sus piernas eran incapaces de sujetarla—. ¿Quién ha sido?

 

         —Edward Masen.

 

         Negó con la cabeza. ¿Edward? No podía ser.

 

         —Eso no puede ser. Tú fuiste el padre de acogida de Edward. Era hijo de tu amigo, tu aliado. Amaba a… —se detuvo antes de acabar la frase porque sabía que eso desataría la ira de Charlie.

 

         —Todo eso forma parte del pasado —gruñó su marido—. Uno de los hombres que la acompañaba a casa sobrevivió y llegó hasta aquí para contarnos lo sucedido. Pero primero siguió a los hombres que la secuestraron y dice que la llevaron a la fortaleza Masen.

 

         —Esto no tiene sentido, Charlie —dijo ella retorciendo las manos en su regazo al pensar en su hija mayor—. ¿Por qué iba a secuestrarla? Está prometido a otra mujer, así que no buscará casarse. Tú y él no tenéis ninguna desavenencia.

 

         Se calló al darse cuenta de que las cosas entre su marido y su hijo de acogida no estaban bien en absoluto. Tal vez sus desacuerdos hubieran empezado por Isabella, pero los cambios más recientes se debían a que los Masen habían estado negociando con los adversarios que tenían en común, los MacDenali.

 

         —¿Qué vas a hacer? —su corazón de madre latía descontrolado, preocupado por las posibles y terribles consecuencias de aquella situación. Charlie la miró y ella aguantó la respiración.

 

         —Ahora está prisionera. Su secuestro es un preludio a la guerra.

         Renee levantó la cabeza y notó que le temblaban las piernas. Charlie se colocó junto a ella en un instante y la abrazó con fuerza.

 

         —Charlie, debes…

 

         Podría haberle ofrecido todo tipo de soluciones, pero su marido, su laird, le puso un dedo en los labios y negó con la cabeza.

 

         —Sé todo lo que vas a decirme, Renee —dijo—. Recuerda que es la hija de un conde y de un jefe del clan. La viuda del líder de los MacBlack. Está relacionada con dos de las familias más poderosas en las montañas de Escocia. Los Masen serían estúpidos si la maltrataran.

 

         “En este momento”.

 

         Renee oyó las palabras como si Charlie las hubiese dicho en voz alta. Su hija estaba a salvo de momento, aunque podrían discutir sobre lo que significaba estar a salvo.

 

         —De momento voy a enviarle a Edward un mensajero preguntando por sus condiciones.

 

         —¿No vas a atacar? —aquello era lo que más temía.

 

         —Siempre puedo atacar —respondió él. La sed de sangre que se notaba en su voz revelaba que la bestia aún estaba allí, dispuesta a saltar cuando fuese necesario—. Primero agotaré la vía diplomática.

 

         —Yo podría verla —sugirió Renee—. Podría acompañar a Carlisle a Keppoch y asegurarme de que está bien —Carlisle sería la primera opción para manejar un asunto tan delicado y peligroso.

 

         Renee se apartó de los brazos de su esposo, decidida a ir a por su ropa y a por sus cosas para emprender el viaje. Otras esposas y ella habían viajado con sus maridos y familiares en asuntos de estado y asuntos del clan, y aquello no tenía por qué ser una excepción.

 

         —Te quedarás aquí ocupándote de tus obligaciones.

 

         Renee se tensó al oír sus palabras y el tono de su voz. Se volvió para mirarlo y vio que no estaba bromeando. Esperaba que se quedara allí mientras el destino de su hija estaba en la balanza. Esperaba que siguiese con sus labores y actuara como si nada hubiese ocurrido. Esperaba que…

 

         —Sí, así es, Renee.

 

         Llevaban tanto tiempo viviendo juntos y amándose que Charlie podía leer sus pensamientos, aunque probablemente fuese su expresión la que le había delatado. Nunca se le había dado bien disimular sus sentimientos; no se le había dado bien al conocerse y no se le daba bien ahora que llevaban casi veinte años casados.

 

         Apartó entonces la mirada e intentó contener las lágrimas y la rabia que amenazaban con poseerla. No le sería de ninguna ayuda a su marido ni a su hija si se derrumbaba como deseaba hacer en aquel momento. Apretó los labios para no decir nada y pensó en cómo lograr su objetivo pese a la resistencia de Charlie.

 

         —Creo que prefiero la expresión de madre devastada antes que la expresión de MacDwyer amotinada que estás poniendo ahora —comentó él cruzándose de brazos.

 

         Renee se encogió de hombros y negó con la cabeza.

 

         —No sé a qué te ref…

 

         —Vamos, Renee. Hemos pasado muchas cosas juntos y me ofende que pienses que no sé lo que significa esa mirada y esa inclinación de barbilla… —estiró la mano, le acarició la barbilla y bajó suavemente por el cuello. Renee sintió un escalofrío. Como siempre que la tocaba, fuese cual fuese la situación—. Significa que piensas desafiarme en esto.

 

         —Charlie, seguro que…

 

         —Creo que preferiría no escuchar una mentira de tus labios —admitió Charlie. Su mirada severa no parecía indulgente, solo comprensiva. Sin embargo, su marido era un hombre inteligente que tomaría las decisiones adecuadas. Ella esperó y, tras varios segundos, oyó que suspiraba—. No hagas nada que disminuya nuestras probabilidades de lograr lo que necesitamos. Haz caso a Carlisle y a Emmett.

 

         ¿Carlisle y Emmett? Si iba a enviar a ambos, entonces estaba preparándose para la guerra y haciendo una demostración de fuerza. Aquella maniobra podía impresionar a los Masen o hacerles actuar precipitadamente. Rezó para que fuera lo primero y no lo segundo.

 

         —¿Cuándo?

 

         —Debemos esperar a los mensajeros que he enviado antes de enviar a hombres armados a sus tierras. Darle la oportunidad de entrar en razón y liberarla sin más. Yo calculo una semana. Mientras estés allí, no harás nada que Carlisle y Emmett no te den permiso para hacer. Te mantendrás en nuestro campamento y… —cuando comenzó a enumerar una larga lista de órdenes y prohibiciones, Renee le detuvo de la única manera que sabía que funcionaría; se puso de puntillas y lo besó.

 

         Él le puso las manos en los hombros y la acercó a su cuerpo mientras la miraba a los ojos.

 

         —Estarás a salvo, Renee —dijo al soltarla. Ella asintió y él se dio la vuelta para marcharse, pues había mucho que planear—. Y una cosa más. Te permito ir por si Isabella te necesita —explicó.

 

         Aquellas últimas palabras la atormentarían durante días hasta que pudiera ver a su hija y asegurarse de que no hubiera sufrido daños a manos de los Masen.

 

         Pobre de Edward Masen si su hija estaba herida. ¡Pobre de él si despertaba la ira de una madre! Ni siquiera Charlie podía ser tan peligroso como eso.

 

 

 

HOLA CHICAS, ESPERO LES ESTE GUSTANDO, AHORA SI SE VA A PONER BUENO, A QUE LE TENDRA MAS MIEDO EDWARD A LA IRA DE LA BESTIA CHARLIE SWAN O LA IRA DE UNA MADRE JAJAJAJA.

POBRE BELLA LO QUE LE ESPERA Y MAS CUANDO TANYA Y GARRET LA QUIERAN VER HUMILLADA, ¿CREEN QUE EDWARD LO PERMITA?.

GRACIAS CHICAS POR DARLE UNA OPORTUNIDAD A LA HISTORIA.

RECUERDEN ACTUALIZACIONES "LUNES" "MIERCOLES" "VIERNES" "DOMINGO"

Capítulo 5: CINCO Capítulo 7: SIETE

 
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