PRISIONERA DE GUERRA (+18)

Autor: lololitas
Género: Aventura
Fecha Creación: 08/07/2013
Fecha Actualización: 17/11/2013
Finalizado: SI
Votos: 24
Comentarios: 74
Visitas: 64637
Capítulos: 26

"FANFIC FINALIZADO"

En un mundo regido por luchas de poder, batallas entre clanes y tratados en los que el amor brillaba por su ausencia, ellos eran solo el jefe del clan y su rehén, pero en aquella noche llena de placer y pasión, Edward había hecho que Isabella se sintiera plena por primera vez y cuando se marchara de allí su corazón siempre estaría con él. Se acabarían las noches en las que parecían hechos el uno para el otro, todo se volvería un recuerdo... o quizá el futuro los llevase por otros caminos.

 

 

Era la prisionera de su clan…

Para recuperar el control de su clan, Edward Masen debía tomar a Isabella MacSwan como rehén y utilizarla como moneda de cambio. Pero Isabella no era una prisionera cualquiera. Era la mujer a la que en otra época había amado… y rechazado por una lesion en su pierna.
Las caricias de Edward quedarían marcadas para siempre en el recuerdo de Isabella y, sin saber que él se había visto obligado a repudiar su amor, ella nunca había olvidado al hombre que le había roto el corazón. Sin embargo, ahora, al mirar a los ojos a su captor, ya no reconocía al imponente líder. Había algo en él que la excitaba y la aterrorizaba a partes iguales…

 

 

adaptacion de "Unico Amor-Terry Brisbin"

 

MI OTRA HISTORIA; "UN AMOR DE LEYENDA"

 

 http://www.lunanuevameyer.com/sala-cullen?id_relato=3909

 

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Capítulo 22: VEINTIDOS

Con sus hombres detrás, Edward condujo a Renee hacia las puertas.

 

         Cuando Charlie llegó aquella mañana, Edward comprendió por qué Carlisle estaba retrasándose; o sabía o sospechaba que Charlie no se echaría a un lado y permitiría que nadie interviniese por él. En cierto modo, aunque el peligro era alto, por fin hablaría con Charlie por primera vez en más de cuatro años. Si acaso lo había dudado, la voz de Charlie gritando su nombre por encima del muro lo confirmó.

 

         Jasper sujetó a la dama detrás de Edward y él asintió para que abrieran una de las puertas de madera. Con los guardias en posición preparados para defenderla y cerrarla inmediatamente si era necesario, Edward caminó hacia delante y encontró a Charlie al otro lado.

 

         —Laird Masen —dijo con esa voz estruendosa que infundía miedo y terror en aquellos que se enfrentaban a él—, tenéis algo mío.

 

         Edward asintió y Jasper guio a Renee hacia delante. Charlie sacó su espada, pero Edward simplemente puso la mano en la empuñadura de la suya sin desenfundarla. Charlie estiró el brazo, agarró a Renee y tiró de ella con brusquedad. La besó antes de empezar a hablar con ella entre susurros. Segundos más tarde, Renee le dirigió una mirada de odio y se perdió entre la multitud de guerreros MacSwan.

 

         —Y mi hija —dijo Charlie. Al ver que Edward no reaccionaba, la Bestia continuó—. Prenderé fuego a esta fortaleza y la derribaré piedra por piedra si no me devolvéis a mi hija —avanzó unos pasos hasta situarse a escasos centímetros de la entrada.

 

         Por mucho que lo intentara, al verse cara a cara con el hombre que era más un padre para él de lo que lo había sido el suyo, el hombre que había desempeñado un papel tan importante en destruir la vida de Isabella, Edward no pudo contenerse. A pesar de haber jurado que las necesidades de su clan eran lo primero, su necesidad de venganza o absolución despertaba su furia. No podía consentirle aquello a su mentor, de modo que se acercó a él y habló en voz baja para que solo Charlie pudiera oírlo.

 

         —Me parece que no. Si hieres a un solo Masen hoy, tu adorada hija descubrirá el papel que desempeñaste hace cuatro años.

 

         Una expresión sombría apareció en la mirada de Charlie, pero desapareció en un segundo.

 

         —¿No se lo has dicho? —preguntó.

 

         —Dejaré que piense lo que quiera, siempre y cuando tú pagues el oro que te pedí y te marches.

 

         —¿Oro? —Charlie se carcajeó—. Así que esto tiene más que ver con tu codicia que con tu honor, como sospechaba —Edward apretó la empuñadura de su espada con más fuerza y luchó por no desenvainarla.

 

         —Y hay una condición más —agregó.

 

         —¿Otra? —preguntó Charlie—. No creo que estés en condiciones de hacer más exigencias.

 

         —Lo estoy. Tengo a tu hija y quiero que siga sin saber que me obligaste a repudiarla. No quieres que sepa que exigiste que la humillara para que no hubiera esperanza de un futuro en común. Y tampoco quieres que Renee lo sepa. Y lo sabrán a no ser que encuentres un modo honorable de ponerle fin a esto.

 

         Cuando Charlie dejó escapar el aliento, pareció mucho mayor de lo que a Edward le había parecido nunca. Y mucho más vulnerable.

         —No buscarás castigar a mi clan por este incidente. Cuando te marches, cuando Isabella se marche, se habrá acabado.

 

         Por alguna razón, Edward sabía que aceptaría. En el fondo, aquella bestia de hombre amaba a su esposa y a su hija, y daría cualquier cosa por protegerlas. Y si era para protegerlas de la verdad de sus decisiones en el pasado, Charlie lo haría. Edward comenzó a apartarse, con la intención de ir a buscar a Isabella él mismo, pero entonces Charlie lanzó su ataque como solo él podría.

 

         —Yo también tengo una condición, Masen.

 

         Edward miró al padre de Isabella y esperó con un mal presentimiento.

 

         —Debes poner fin a tu relación con ella. Como hiciste antes. No quiero que vaya por ahí llorando, pensando que podrá salir algo de todo esto.

 

         Edward cerró los ojos por un momento e intentó ignorar los gritos de su corazón y de su alma. Si iba a ser jefe del clan allí, si quería demostrar su valía para ser líder y ganarse el respeto de su gente, entonces debía serles leal. Si hacía lo que Charlie le exigía, su clan quedaría tranquilo y podrían aliarse con quien quisieran. Si no lo hacía, Charlie regresaría y los destruiría más tarde.

 

         Si quería ser el líder que debía ser, tenía que dejar ir a Isabella por completo.

 

         Otra vez.

 

         Se dio la vuelta y empezó a caminar hacia la fortaleza. Jasper lo siguió murmurando furioso, pero él le apartó con la mano. Atravesó el salón silencioso y la cocina hasta la estancia donde Isabella le esperaba. Abrió la puerta, preparado para hacer algo de lo que se arrepentiría durante el resto de su vida.

 

         —Isabella, tu padre te espera fuera —dijo—. Tus cosas ya están allí.

 

         Ella empezó a negar con la cabeza.

 

         —Edward, déjame hablar con él. Esto puede arreglarse. Estabas dispuesto a sellar el trato con un apretón de manos y estoy segura de que él aceptará que…

 

         —Se acabó, Isabella. Ahora, ven conmigo.

 

         No esperó una respuesta, simplemente la agarró del brazo y la condujo fuera. Caminó deprisa para que ella tuviese que concentrarse en poder seguirle y de ese modo no discutiera más. Una cobardía, sí, pero era una nimiedad en comparación con lo que tendría que hacer después.

 

         Atravesaron el patio y se dirigieron hacia la puerta donde esperaba Charlie, que no se había movido de su sitio desde que Edward se marchara. Solo sus ojos revelaron cierta emoción al ver a Isabella acercarse. Preparándose mentalmente para lo que debía hacer, Edward le soltó el brazo a pocos metros de la puerta.

 

         —Edward. Padre. Deberíamos hablar en privado —dijo Isabella.

 

         —Eso no es necesario, Isabella. Tu padre te llevará a casa —dijo Edward.

 

         —Pero, Edward, hemos… —Edward sabía que iba a revelar sus votos, así que la interrumpió y comenzó su descenso al infierno en que se convertiría su vida.

 

         —Hemos pasado momentos memorables juntos, cariño. Echaré de menos tenerte calentando mi cama —dijo con una carcajada de desprecio—. Estuve encantado de saciar las necesidades de una viuda, pero no podemos tener nada más. Tu padre comprende que aceptara lo que me ofrecías, pero ahora debo casarme con quien me dice mi clan. Tanya ya ha esperado suficiente.

 

         Isabella se quedó con la boca abierta y empezó a tambalearse.

 

         —Edward, dijiste que…

 

         —Bueno, laird MacSwan —gritó mientras la empujaba hacia Charlie—, ya tenéis a vuestra hija. ¿Dónde está el oro?

 

         Isabella se tambaleó los pocos pasos que había hasta llegar a su padre. Charlie la abrazó y le susurró algo que Edward no pudo oír. Después llamó a uno de sus soldados, que se acercó con un cofre. Charlie agarró el cofre y lo lanzó a los pies de Edward.

 

         —Vuestro oro, laird Masen.

 

         Edward se quedó helado al oír los llantos de Isabella en el patio. Charlie se la llevó de vuelta hacia sus hombres y él ordenó que cerraran las puertas. No podía hablar con nadie en ese momento, o empezaría a pedirle perdón, así que subió las escaleras hasta lo alto de la muralla y vio cómo los MacSwan comenzaban a marcharse.

          

          

         Tres horas más tarde, cuando el sol del mediodía estaba en lo más alto, ya se habían marchado todos.

 

         Durante la cena de aquella noche, una cena que no probó, los mayores brindaron por cómo se había enfrentado a MacSwan, y brindaron por él como digno merecedor del difunto jefe del clan.

 

         Pero Edward nunca se había sentido menos merecedor que en aquel momento, porque una vez más había sido incapaz de desafiar a Charlie MacSwan. Y le había hecho a Isabella más daño del que merecía.

          

          

         Isabella no supo cómo llegó a casa. De pronto estaba en la fortaleza de Keppoch, pensando en cómo convencer a su padre para que aceptara sus votos con Edward, y al instante estaba en la misma habitación en la que había dormido antes de casarse. Recordaba partes del viaje, pero apenas nada después de que Edward la humillara de nuevo despreciando el tiempo que habían pasado juntos.

 

         Y su amor.

 

         A lo largo de esa semana, sus hermanos y primos fueron a visitarla para darle la bienvenida. De vez en cuando su padre la informaba de que habían llegado cartas de los MacBlack preguntando por ella después del desafortunado incidente. Aparte de eso, no podía enfrentarse a él. Había sido tan tonta como para creer las palabras de Edward en dos ocasiones, y esas dos ocasiones él la había humillado delante de su padre.

 

         Incluso cuando veía que su padre la miraba expectante, no podía hablar con él. Su madre pasaba tiempo con ella y nunca mencionaba a Edward ni el tiempo que había estado en Keppoch…

 

         Ni la pasión que habían compartido.

 

         Ni el amor que juró y después repudió.

 

         Ni que había hecho que se sintiese completa de una vez por todas.

 

         Vencer al abatimiento era difícil, porque Edward regresaba a ella en sueños, y ella se despertaba llorando desesperada, o estremeciéndose de placer mientras su cuerpo y su alma recordaban cada momento. En aquellas semanas Isabella se convirtió en la maestra de la mentira; se mentía a sí misma y a los demás diciendo que no le importaba.

 

         Pasaba los días leyendo, cosiendo o ignorando la tristeza que sentía en su corazón. Pasaba las noches soñando con estar de vuelta en sus brazos.

 

         Para escapar de las miradas compasivas, empezó a pasar tiempo en el pueblo con su prima Ciara, que esperaba el nacimiento de su segundo hijo. Dado que ya no podía viajar con su padre en nombre del jefe del clan, Ciara hacía cualquier trabajo en casa, en una casa construida por su marido, Tavis.

 

         Ciara era inteligente y tenía un sentido del humor parecido al de Isabella, de manera que pasar los días con ella suponía una gran distracción. Y precisamente gracias a un comentario de Ciara, unas dos semanas después de que regresara a Lairig Dubh, Isabella se dio cuenta de que no le había bajado el periodo.

 

         Y de que estaba embarazada de Edward.

 

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AAAAAAAAAA !QUE LO MATO! !JURO QUE LO MATOOOOO! SERA TONTO, ANIMAL, BESTIA, ¿COMO EDWARD FUE HACER ESO??????? !DIOSSSSSS! QUE YO AGARRABA UN PALO Y SE LO ESTAMPABA EN LA CABEZA. !QUE HORROR! AHORA QUE PASARA???????????

 

GRACIAS POR ACOMPAÑARME EN ESTA AVENTURA.

ACTUALIZACION: UN CAPITULO DIARIO

BESITOS GUAPAS

Capítulo 21: VEINTIUNO Capítulo 23: VEINTITRES

 
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