PRISIONERA DE GUERRA (+18)

Autor: lololitas
Género: Aventura
Fecha Creación: 08/07/2013
Fecha Actualización: 17/11/2013
Finalizado: SI
Votos: 24
Comentarios: 74
Visitas: 64633
Capítulos: 26

"FANFIC FINALIZADO"

En un mundo regido por luchas de poder, batallas entre clanes y tratados en los que el amor brillaba por su ausencia, ellos eran solo el jefe del clan y su rehén, pero en aquella noche llena de placer y pasión, Edward había hecho que Isabella se sintiera plena por primera vez y cuando se marchara de allí su corazón siempre estaría con él. Se acabarían las noches en las que parecían hechos el uno para el otro, todo se volvería un recuerdo... o quizá el futuro los llevase por otros caminos.

 

 

Era la prisionera de su clan…

Para recuperar el control de su clan, Edward Masen debía tomar a Isabella MacSwan como rehén y utilizarla como moneda de cambio. Pero Isabella no era una prisionera cualquiera. Era la mujer a la que en otra época había amado… y rechazado por una lesion en su pierna.
Las caricias de Edward quedarían marcadas para siempre en el recuerdo de Isabella y, sin saber que él se había visto obligado a repudiar su amor, ella nunca había olvidado al hombre que le había roto el corazón. Sin embargo, ahora, al mirar a los ojos a su captor, ya no reconocía al imponente líder. Había algo en él que la excitaba y la aterrorizaba a partes iguales…

 

 

adaptacion de "Unico Amor-Terry Brisbin"

 

MI OTRA HISTORIA; "UN AMOR DE LEYENDA"

 

 http://www.lunanuevameyer.com/sala-cullen?id_relato=3909

 

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Capítulo 23: VEINTITRES

 

         Edward había pasado las semanas posteriores a la marcha de Isabella recogiendo los pedazos de su vida y siguiendo hacia delante. Aquel descanso temporal de la realidad había acabado, igual que había acabado su esperanza de corregir alguna vez sus errores del pasado.

 

         Ahora que los mayores le apoyaban, había liberado a Garrett, pero seguía teniéndolo vigilado. Sin el peligro de un ataque por parte de los MacSwan, había empezado a hablar un acuerdo con los MacDenali. Aquel clan, grande y poderoso, tenía mucho que ofrecerles, se decía a sí mismo una y otra vez. Pero eso no hacía que se sintiera menos desleal mientras planeaba cómo enfocar el asunto.

 

         Dado que gran parte de su vida había estado ligada a los MacSwan, aún le costaba un gran esfuerzo renunciar al deseo de formar parte de ellos. Tampoco era que pudiera. Y menos con lo que le había hecho a Isabella. De modo que vivió aquella farsa hasta una noche en la que por fin entró en razón, pero estuvo a punto de perder la cabeza.

 

         Edward oyó su nombre susurrado y se despertó. Tanya estaba arrodillada junto a él en su cama con un enorme cuchillo en su cuello.

 

         —Estoy cansada de tratar con tontos, Edward —le dijo. El cuchillo le tembló en la mano cuando se inclinó hacia él—. Has interferido por última vez —Edward intentó incorporarse, pero ella presionó con la hoja en su cuello.

 

         Al fijarse en ella, se dio cuenta de que estaba contemplando la cara de la locura.

 

         —¿Cómo he interferido, Tanya? Dímelo para que podamos llegar a un entendimiento —eso pareció calmar sus nervios de algún modo, así que continuó—. ¿Qué quieres que haga? —levantó las manos y comenzó a apartarse de ella.

 

         —Se suponía que tenías que morir. Tenías que morir —repitió Tanya—. ¿Por qué regresaste? ¿Por qué no moriste? —muchas cosas encajaron en aquel momento, y se dio cuenta de que Tanya estaba detrás del extraño comportamiento de Garrett.

 

         —Tanya —dijo suavemente mirando hacia la puerta con la esperanza de que alguien la hubiese visto entrar—, deja que me vista para poder solucionar esto —en cuanto saliera de la cama, podría agarrar la daga, pero no en aquella posición. Con una mínima presión, se desangraría hasta morir.

 

         —Garrett debería ser el jefe del clan. Yo puedo controlarle —dijo ella—. Le controlaba hasta que interferiste.

 

         —¿Por qué no llamamos a Garrett y hablamos los tres de este asunto? —sugirió él. Con ella inclinada de aquella manera, cualquier movimiento brusco por su parte haría que cayese hacia abajo, con el cuchillo por delante.

 

         —Ya le he llamado. Estarás muerto cuando llegue aquí, pero me aseguraré de que él cargue con la culpa. Así me libraré de vosotros.

 

         ¡Santo Dios! Entonces Garrett ya no tenía razón de ser para ella. Tenía que hacer que siguiera hablando hasta que pudiera actuar.

 

         —¿Y qué harás entonces, Tanya? Seguro que tendrás un plan —intentó relajar su cuerpo junto a ella, con la esperanza de que se apartara un poco.

 

         —Con el nuevo acuerdo firmado y con nuestra alianza con los MacDenali, me casaré con Gavin, como siempre hemos planeado.

 

         —¿Casarte con Gavin? —preguntó él. Conocía a Gavin y sabía que estaba prometido con una heredera de Sutherland. Tal vez ya estuvieran casados.

 

         —Lo hemos planeado durante años. Mi padre empezó a hablar con su padre hace mucho tiempo. Con tu muerte, nuestro compromiso quedará anulado y yo podré casarme con él.

 

         Edward advirtió cierto movimiento tras ella y se dio cuenta de que había alguien más en la habitación con ellos. Decidió que era el momento y miró abiertamente por encima de su hombro.

 

         —Garrett —dijo sin saber quién estaba allí. Como había imaginado, eso la distrajo lo suficiente para poder empujarla, y la persona que había tras ella la agarró antes de que pudiera cortarle el cuello.

 

         Resultó que sí era Garrett, que tiró a su hermana al suelo y le arrebató la daga mientras ella gritaba. Después apuntó a Edward de nuevo con el arma.

 

         Se preguntó si no habría salido de un problema para meterse en otro peor.

 

         Pero entonces Garrett le dio la vuelta a la daga y se la ofreció con el mango por delante. Edward se levantó de la cama y llamó a los guardias. Cuando regresó, Garrett había levantado a Tanya del suelo. Su hermana se había calmado un poco, pero sus murmullos resultaban inquietantes. Viendo a Garrett con otros ojos, se dio cuenta de que había sido manipulado por su hermana enloquecida para que sospechara de él.

 

         —Llévatela al almacén y enciérrala allí hasta que resolvamos esto —dijo—. Buscaré a una de las mujeres para que se quede con ella esta noche.

 

         —Yo me quedaré con ella, Edward —dijo Garrett.

 

         —Creo que tenemos que hablar, Garrett —llegaron los guardias y se los llevaron a los dos.

          

          

         Con la crisis evitada y el verdadero culpable descubierto, aún tardaron semanas en resolver las cosas. Registraron las pertenencias de Tanya, tanto las que estaban al descubierto como las que encontraron escondidas, y descubrieron hasta dónde llegaban sus delirios. Edward tenía suerte de no haber muerto junto con Isabella como había planeado. Al escuchar sus divagaciones incoherentes quedó claro que Ailean y su padre habían sido víctimas de su violencia maníaca. Probablemente su propio padre también.

 

         Garrett y él llegaron a un entendimiento. Aunque a veces resultaba una molestia, Edward se alegraba de que no hubiese estado involucrado en los planes de Tanya. Los mayores también parecían satisfechos con eso, y fue recibido en el consejo cuando regresó de llevar a Tanya con una prima suya que era abadesa en un convento. Quedaría confinada allí y no podría herir a nadie más.

 

         Y, tras intercambiar varios mensajes con Gavin MacDenali, Edward estaba convencido de que el jefe del clan no había desempeñado ningún papel en todo aquello, salvo el de haber tratado a una joven con amabilidad.

 

         La mente retorcida de Tanya le había atribuido todo tipo de connotaciones a esa amabilidad, e incluso había falsificado cartas que, en su mente, convertían a Gavin en su cómplice.

          

          

         Dos meses después de que Isabella lo abandonase, su vida había vuelto a lo que era antes de que Garrett la llevara allí y el clan estaba a salvo. Las cosas nunca habían sido tan prometedoras para el clan Masen. Ni tan vacías para su laird.

 

         Edward estaba de pie en las almenas frente a la torre en ruinas cuando Jasper le llevó la carta.

 

         Renee MacSwan le había escrito una vez más.

          

 

 

          

         —Estoy cansada, madre —explicó Isabella—. Creo que ayer caminé demasiado y ahora mi pierna se resiente.

 

         Su madre sospechaba, lo sabía, pero Isabella no podía hablarle aún de su estado. Tras haber tenido una falta, esperó a que le volviese el periodo. Pero ya había tenido dos faltas y, junto con otros síntomas, sabía que no podía estar equivocada. Estaba embarazada.

 

         Y aunque no se lo había confesado a Ciara, sabía que su prima había averiguado la verdad.

 

         —Dentro de unos días tendremos visita, Isabella —le dijo su madre—. Los Murray, de Perth —explicó. La esposa de James Murray, Elizabeth, era una MacSwan y se había criado siendo amiga de Ciara y de Isabella. Tras fugarse para casarse en la época en la que se casaron Ciara y Tavis, Elizabeth y James los visitaban varias veces al año.

 

         —Será agradable ver a Elizabeth —admitió Isabella—. Yo no estaba aquí la última vez que vinieron.

 

         Su matrimonio con Jacob acababa de tener lugar y ella iba de camino hacia sus tierras cuando llegaron los Murray. Elizabeth no podía viajar antes y se perdió su boda porque estaba a punto de dar a luz a su primer hijo.

 

         Renee barrió el espacio con un simple movimiento de cabeza y Isabella empezó a temer los próximos minutos. No había manera de evitarlo y, para ser sincera consigo misma, necesitaba el consejo de su madre.

 

         —Entonces, ¿piensas decirle a Edward que estás embarazada o no? —preguntó su madre.

 

         —¿Lo sabías, verdad?

 

         —Bueno, el maravilloso tono verdoso de tu piel por las mañanas casi se iguala al de tus ojos, y todos los días te vas a descansar después de comer —su madre entornó los párpados y Isabella se preparó para lo peor—. Y además no has tenido el periodo desde que regresaste. Dado que en tu carta mencionabas que no estabas embarazada de Jacob, eso significa que… —su madre no terminó la frase; no hacía falta.

 

         —No, no pienso hacerlo —dijo Isabella finalmente en respuesta a la primera pregunta.

 

         —Es su hijo, Isabella. Debería saberlo —su madre se acercó a ella y se arrodilló a su lado—. ¿Qué vas a hacer?

 

         —No lo sé —susurró ella—. Padre se pondrá furioso —era su mayor temor.

 

         —Podrías irte a vivir con Elizabeth hasta que naciera el bebé.

 

         Isabella miró a su madre a los ojos. «Y regresar después del parto… sola», esa era la parte que no dijo.

 

         —Tengo una única opción, sí.

 

         —Podríamos concertar un matrimonio —sugirió su madre para darle otra opción—. Muchas familias desean aliarse con los MacSwan.

 

         «Y no prestarían mucha atención a su estado en la boda», eso tampoco lo dijo.

 

         —Otra opción.

 

         —Si estás segura de que no hay nada entre Edward y tú —su madre se mostraba implacable cuando deseaba saber algo.

 

         Isabella se apartó de la silla y caminó hasta la ventana para mirar al patio. Contempló cómo los que vivían en Lairig Dubh realizaban sus tareas cotidianas, se encogió de hombros y finalmente dejó escapar la rabia que sentía.

 

         —¿Por qué iba a desearlo, madre? —apretó los puños mientras hablaba—. Me humilló, no una, sino dos veces, ante mi familia y ante la suya. Sé que no planeó mi secuestro y que no me prometió una vida en común, pero no dudó en aceptar mi…

 

         —¿Amor?

 

         —Mi consejo. Mi ayuda. Mis favores —concluyó—. Juró que la primera vez era joven y estúpido. Dijo que no era por mis… cicatrices. Y entonces volvió a hacerlo —las lágrimas le colmaron los ojos y resbalaron por sus mejillas. Se las secó con la mano antes de mirar a su madre—. Volvió a hacerlo.

 

         —Eso es lo más claro que has dicho de él desde que regresaste con nosotros.

 

         —Me duele, madre. Me duele —su madre abrió los brazos y la envolvió en ellos.

 

         —Claro que te duele. Amar a alguien no es fácil.

 

         Podría haber contradicho a su madre, pero, ¿para qué? No podía negar que amaba a Edward, lo amaba a pesar de todo, pero eso no significaba que fuese a actuar como una idiota y a rogarle. Dejando a un lado el apretón de manos que había sellado su trato, Edward no se merecía saber lo del bebé. Al pensarlo se pasó la mano por el vientre, aún plano.

 

         —Creo que deberías hablar con tu padre de esto, Isabella. Debería saberlo de ti y no por los rumores, cosa que sucederá si lo postergas.

 

         —Lo sé —dijo ella—. Tengo otras preguntas que hacerle sobre algo que dijo Edward, pero no me atrevo.

 

         —¿Qué pasa con Edward? —preguntó su madre—. Tal vez yo pueda ayudarte. También era mi hijo de acogida.

 

         —Ah, sí —dijo Isabella riéndose—. Tú eras la encargada de enseñarle modales —sabía que su madre se acordaba de su reencuentro con Edward, cuando le había dicho que recordaba sus modales, pero que había perdido la cabeza—. Hay algo que ocurrió entre padre y él, pero se negaba a hablar del tema. Y sospecho que padre tampoco querrá.

 

         —¿Por qué no se lo preguntas? —dijo su padre desde la puerta. ¿Cómo un hombre tan grande podía actuar con tanto sigilo cuando quería? Le dio un beso en la frente y le frotó la espalda—. ¿Qué es lo que deseas saber?

 

         ¿Se atrevería? ¿Deseaba saber la verdad a pesar de todo? Sí.

         —¿Qué ocurrió cuando Edward vino a pedirte permiso para casarse conmigo?

 

         Su madre dio un grito ahogado y se giró hacia su padre.

 

         —¿Charlie? ¡Por favor, dime que no hizo eso! —su padre parecía avergonzado y Isabella supo que averiguaría la verdad—. ¿Edward te pidió su mano?

 

         —Sí, lo hizo —contestó su padre—. Y dije que no.

 

         —¿Cuándo? Nunca me lo habías dicho —añadió su madre. Al ver que su padre dudaba, su madre le agarró del brazo y tiró. Isabella sabía que su madre podría obtener más verdades que ella, así que esperó en silencio.

 

         —Vino a verme después de que yo me enterase de lo que andabais haciendo juntos. Os veían mucho juntos, y después alguien le oyó fanfarroneando de… —hizo una pausa y la miró a los ojos—… de haber disfrutado de tus favores, Isabella. Fanfarroneaba de lo que hacíais juntos.

 

         —¡Estábamos prometidos! —exclamó ella.

 

         —¿Prometidos? Yo no di permiso para tal cosa. Sobrepasó las barreras que yo le impuse —se cruzó de brazos y la miró intensamente—. No tenía suficiente estatus para ti.

 

         —¿Porque es un bastardo? —preguntó ella.

 

         —¡Porque no te merece! —gritó su padre.

 

         —¿No me merece? Vino a ti como hijo de acogida y tú lo aceptaste. Lo entrenaste como guerrero y como hombre. No iba a arrebatarme el honor antes de nuestra boda, padre. ¡Yo se lo ofrecí y él se negó! Después fue a verte para hacer las cosas de manera honorable.

 

         —Y, cuando me negué, se marchó.

 

         —No se marchó sin más, Charlie —dijo su madre—. Por favor, dime que no tuviste nada que ver con cómo… abandonó a Isabella.

 

         No hicieron falta palabras, pues su padre llevaba la culpa escrita en la cara.

 

         —¿Le obligaste a hacerlo? —preguntó Isabella—. ¿Cómo? ¿Por qué?

 

         —Le desafié. Le dije que me había desobedecido a mí y a mi autoridad. Le había dicho que tú no eras ninguna perra a la que pudiera ir olisqueando. Pero me desobedeció y rompió nuestro vínculo. Le dije que entraríamos en guerra si no cortaba su relación contigo por completo. En cierto modo eso garantizaría que no querrías tener nada que ver con él nunca más.

 

         —¡Oh, Dios santo! —exclamó su madre.

 

         —Y lo hizo, ¿verdad? Si hubiera sido merecedor, me habría dicho que me fuera al infierno y se habría quedado contigo. Pero no lo hizo.

         —Charlie, no era más que un chico.

 

         —Lo suficientemente mayor para relacionarse con mi hija.

 

         —Él nunca te habría plantado cara. Tus hombres te temen. Él era demasiado joven —incluso Isabella podía oír la tristeza en la voz de su madre. Tristeza y decepción, no con Edward, sino con su padre. Isabella comprendió que estaba presenciando algo entre ellos que no había visto antes.

 

         —Tuvo otra oportunidad y, una vez más, no te eligió a ti, Isabella. Eligió a su clan y se quedó con mi oro en vez de contigo —explicó su padre—. Sigue sin merecerte.

 

         Isabella sintió un vuelco en el estómago y supo que iba a vomitar. No sabía si era por lo que acababa de descubrir o por el embarazo, pero no le importaba. Sin decir palabra, salió corriendo de la sala y se fue a sus aposentos.

 

         Isabella descubrió que sus aposentos eran el peor lugar para aliviar el dolor de cabeza y de corazón. Estaba embarazada de Edward, algo que años atrás le habría parecido imposible, pero ahora era una realidad y era una responsabilidad. Para su vergüenza, una parte de ella habría aceptado a Edward en ese momento si hubiese regresado y se lo hubiese pedido. Otra parte de ella le hizo levantar la cabeza y querer rechazarlo sin importar cuál fuese su estado. Pero ahora tenía que pensar en el bebé, otra vida, su hijo. Tenía que cuidar de él, y eso le hacía ver las cosas de otra manera.

 

         Subió a las almenas situadas sobre sus aposentos y, con los ojos cerrados, dejó que el viento la empujase hasta el rincón. Se dio cuenta de que aquel era el lugar favorito de sus padres para contemplar el patio, y allí se quedó, esperando una idea, un plan.

 

         Horas más tarde ya tenía la cabeza despejada, pero el corazón le pesaba más que antes. Pero, dado que Edward había tenido dos meses para ir a buscarla, no le quedaba más remedio que mirar hacia otro lado para buscar soluciones a su dilema.

 

         Y una vez más, su corazón pagaría el precio de haberle entregado su amor a un hombre que no lo quería.

 

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PORFINNNNN SE LE CALLO LA MASCARA A LA BRUJA LOCA DE TANYA JAJAJA, GARRET SOLO RESULTO SER UN IDIOTA AL QUE SU HERMANA MANIPULABA MUY FACIL......PORFIN CHARLIE CONFESO, ¿AHORA QUE SUCEDERA?, AHORA EDWARD SI RECIBIO LA CARTA DE RENNE, ¿QUE LE DIRA ESTA MUJER? PERO SOBRE TODO QUE ARA EL TARADO DE EDWARD, Y LA PREGUNTA DEL MILLON ES: ¿ISABELLA LO PERDONARA ALGUNA VEZ?

 

GRACIAS POR ACOMPAÑARME EN ESTA AVENTURA QUE ESTA A PUNTO DE TERMINAR :(

BESITOS GUAPAS.

Capítulo 22: VEINTIDOS Capítulo 24: VEINTICUATRO

 
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