PRISIONERA DE GUERRA (+18)

Autor: lololitas
Género: Aventura
Fecha Creación: 08/07/2013
Fecha Actualización: 17/11/2013
Finalizado: SI
Votos: 24
Comentarios: 74
Visitas: 64655
Capítulos: 26

"FANFIC FINALIZADO"

En un mundo regido por luchas de poder, batallas entre clanes y tratados en los que el amor brillaba por su ausencia, ellos eran solo el jefe del clan y su rehén, pero en aquella noche llena de placer y pasión, Edward había hecho que Isabella se sintiera plena por primera vez y cuando se marchara de allí su corazón siempre estaría con él. Se acabarían las noches en las que parecían hechos el uno para el otro, todo se volvería un recuerdo... o quizá el futuro los llevase por otros caminos.

 

 

Era la prisionera de su clan…

Para recuperar el control de su clan, Edward Masen debía tomar a Isabella MacSwan como rehén y utilizarla como moneda de cambio. Pero Isabella no era una prisionera cualquiera. Era la mujer a la que en otra época había amado… y rechazado por una lesion en su pierna.
Las caricias de Edward quedarían marcadas para siempre en el recuerdo de Isabella y, sin saber que él se había visto obligado a repudiar su amor, ella nunca había olvidado al hombre que le había roto el corazón. Sin embargo, ahora, al mirar a los ojos a su captor, ya no reconocía al imponente líder. Había algo en él que la excitaba y la aterrorizaba a partes iguales…

 

 

adaptacion de "Unico Amor-Terry Brisbin"

 

MI OTRA HISTORIA; "UN AMOR DE LEYENDA"

 

 http://www.lunanuevameyer.com/sala-cullen?id_relato=3909

 

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Capítulo 15: QUINCE.

Isabella oyó que llamaban a la puerta, pero su cuerpo se resistió a despertarse. Al retirar las sábanas, descubrió que estaba completamente desnuda. Intentó recogerse el pelo, pero lo tenía revuelto alrededor de los hombros. Se deslizó a un lado de la cama y miró a su alrededor en busca de algo que pudiera usar de bata. Al no encontrar nada, se puso el vestido.

 

         Antes de que pudiera encontrar el cepillo que necesitaba para domar su melena, la puerta se abrió y Sue dejó entrar a un grupo de sirvientes tras ella. Dos hombres hicieron entrar la bañera de madera y la colocaron junto a la chimenea. En aquella habitación más grande, había más espacio para moverse. Después llegó el turno de los cubos de agua caliente. También le llevaron ropa de cama y otros objetos para el baño antes de marcharse y dejarla sola; salvo Sue, que se quedó junto a la puerta y le dirigió una mirada de complicidad.

 

         —Dejad que os mire la cabeza, querida —dijo la anciana mientras se acercaba—. Edward ha dicho que anoche sangró.

 

         ¿Sangrar? La cabeza no le había sang…

 

         Aunque eso explicaría cualquier rastro de sangre en la cama, si acaso había alguno. De modo que se sentó y dejó que Sue le echara un vistazo.

 

         —Los puntos están bien, pero tendré que quitarlos dentro de poco —declaró la mujer sin dejar de mirarla con una expresión extraña—. Ahora dejad que os ayude a entrar en la bañera. Edward ha insistido en que os dierais un baño esta mañana.

 

         —Puedo yo sola, Sue —dijo Isabella, se levantó de la silla en la que estaba sentada y caminó hacia la bañera. Se dio la vuelta para indicarle a la curandera que podía marcharse y vio que la miraba con el ceño fruncido.

 

         —He visto vuestra pierna, así que no hay razón para que intentéis esconderla de mí.

 

         Ah. Mientras estaba inconsciente. Debería haberlo sabido.

 

         —¿Edward también la ha visto? —preguntó. Sue chasqueó la lengua con desaprobación mientras recorría la habitación recogiendo la ropa sucia y quitando las sábanas usadas de la cama.

 

         —A cualquiera que haya visto las heridas de una batalla le parecería una tontería en comparación.

 

         —Solo Isla ha visto la marca recientemente. Antes de eso, la curandera y mis padres cuando sucedió. No es algo que me guste enseñar a la gente —si su voz sonó algo brusca, sin duda Sue comprendería la naturaleza privada de su lesión.

 

         —¿Isla es vuestra doncella? —preguntó Sue. Mientras se acercaba, la anciana señaló el vestido que llevaba y Isabella asintió para permitirle acercarse.

 

         Era cierto. La curandera ya le había visto la pierna, así que no tenía ningún sentido ocultársela. Y tener ayuda durante el baño sería todo un lujo. Se puso de pie mientras la mujer le quitaba el vestido y después la sujetó mientras se metía en la bañera. Al meterse en el agua se dio cuenta de que el dolor de la pierna no era el único que tenía.

         —Lo era. Hasta que murió asesinada cuando Garrett me atacó —no le parecía real que Isla se hubiese ido.

         Sue se limitó a ayudarla a bañarse, a desenredarle el pelo y a ocuparse de sus necesidades.

          

          

         Más tarde, cuando Isabella estaba sentada junto al fuego, vestida y cepillándose el pelo, llamaron a la puerta y esta se abrió de inmediato. Entró Edward y ella esperó a ver si las cosas entre ellos habían cambiado ahora que sabía la verdad.

 

         —¿Puedes bajar a la cocina? —le preguntó—. Hay algo que creo que deberías ver.

 

         Se quedó de pie con la mano estirada, y Isabella no pudo averiguar mucho de su expresión ni de sus palabras. Sabiendo lo difícil que le resultaba subir y bajar las escaleras, no se lo habría pedido por capricho. Sue le entregó un chal de cuadros y ella siguió a Edward hacia las escaleras. Le llevó algo de tiempo, pero tampoco le metió prisa. Cuando llegaron al piso de abajo, aguardó a que recuperase el aliento.

 

         —Debería haber ordenado el baño después de que hicieras esto —le dijo con una sonrisa.

 

         —No. Me he dado un buen baño y me siento bien.

 

         Se preguntaba si hablaría de otros asuntos más íntimos. Caminaron en silencio, aunque Edward le permitió caminar sola cuando atravesaron el salón y se dirigieron hacia las cocinas. Fue muy diferente a la última vez que recorrió ese camino. Aunque había muchas personas en el salón, nadie parecía prestarle atención. Acompañada por Edward entró en la cocina, donde Carmen estaba esperándola.

 

         —¿Voy a trabajar aquí de nuevo? —preguntó Isabella, sin entender cuál era el plan.

 

         —No —respondió Edward mientras seguían a Carmen por un pasillo más pequeño hacia una habitación situada al final.

 

         Carmen abrió la puerta y les permitió entrar. Aunque ninguno había dicho nada alarmante, Isabella aguantó la respiración al entrar en la estancia. Allí, tendida en un pequeño camastro, yacía una mujer mayor. ¿Isla?

 

         ¡No podía ser!

 

         Pero era ella, y tenía los ojos cerrados. Isabella se agachó junto a ella, le dio la mano y susurró su nombre una y otra vez hasta que la doncella abrió los ojos y la miró.

 

         —Isla. Me alegro de que estés viva —dijo—. ¿Cómo te sientes?

 

         —Un poco débil, milady —respondió Isla—. Pero pronto estaré en pie y cuidaré de vos, lo prometo.

 

         —Shh, ahora debes descansar y recuperarte, Isla. Yo estoy bien.

         Isla cerró los ojos una vez más y pareció quedarse profundamente dormida, pero Isabella no podía soltarle la mano. Se dio la vuelta con lágrimas en los ojos y vio a Edward observándola desde la puerta.

 

         —Creí que había muerto.

 

         —Lo sé. Y hasta esta mañana, cuando Sue ha dicho que viviría, no sabíamos si sobreviviría —Edward se acercó a ella—. No quería que tuvieras que llorar su pérdida dos veces si no era necesario —le susurró al oído.

 

         Ella asintió porque le resultaba imposible hablar en ese momento.

 

         —Puedes quedarte con ella hasta que anochezca. Llama a un guardia si necesitas volver a mis aposentos antes de eso.

 

         Isabella se dio la vuelta para darle las gracias, pero ya se había marchado y solo quedaba Carmen.

 

         —¿Cuánto tiempo lleva aquí?

 

         —La encontraron el día después de que tú llegaras. Tenía una herida en la cabeza muy parecida a la tuya.

 

         —¿Y has estado cuidando de ella? —preguntó Isabella.

 

         —Junto con algunas de las demás mujeres —respondió Carmen.

 

         —Me quedaré con ella ahora. ¿Hay algo que deba saber sobre sus cuidados?

 

         Carmen le señaló varios objetos, un brebaje preparado por Sue y algunas vendas limpias por si las necesitaba. Se marchó tras indicarle que mantuviera la puerta cerrada a todas horas. También había una bandeja con comida para que desayunara, así como caldo para Isla.

 

         Cuando se quedó a solas con Isla, acercó un taburete y recolocó la mesa de la comida y de las vendas para poder tenerlo todo a su alcance sin soltarle la mano a Isla. Comió mientras escuchaba la respiración de su doncella. Al menos estaba viva. Cuando llegara su padre, intentaría convencer a Edward para permitir que la anciana regresara a Lairig Dubh.

          

          

         El día avanzaba despacio y, mientras tanto, los recuerdos de la noche anterior seguían filtrándose en sus pensamientos. Lo revivía todo en su mente; cada caricia, cada beso, todo. Por suerte no había nadie allí que pudiese verla, o se preguntaría a qué se debería el constante rubor en su rostro. La mujer lasciva se había salido con la suya y había quedado satisfecha con lo ocurrido entre Edward y ella. Pero, ¿y ahora? ¿Qué sucedería después?

 

         Carmen regresaba de vez en cuando con ropa que remendar y pequeñas tareas que pudiera realizar estando al lado de Isla. Isabella hablaba con su doncella, aunque no sabía si la oía. Isla se despertaba de vez en cuando, murmuraba algunas palabras y volvía a dormirse. Cuando los ruidos de la cocina se intensificaron, supo que se acercaba la caída de la noche y que estarían preparando la cena.

 

         Quedaba poco para regresar a los aposentos de Edward.

 

         ¿Cómo serían las cosas entre ellos a partir de ese momento? ¿Le exigiría la verdad? Isabella sospechaba que a un hombre le gustaría saber si era el primero o no, pero, ¿acaso importaba ya?

 

         Mientras esperaba a que llegase el guardia, pensaba en sus propios sentimientos al respecto. Había sido apasionante. Más placentero de lo que se habría atrevido a imaginar. Sabía cómo se unían un hombre y una mujer, pero le había sorprendido su manera de usar la boca. ¿Quién habría pensado que algo así era posible? Su cuerpo se estremeció al recordar lo maravilloso que había sido.

 

         ¿Sería ese el final?

 

         Se había convencido a sí misma para aprovecharse de la oportunidad de estar con él antes de que todo acabara, pero, ¿y después? ¿Debía regresar a la pequeña cama solitaria de la habitación del laird y aferrarse al poco honor que le quedaba? ¿O debía vivir como deseara mientras durase aquella fantasía y regresar a su vida real con recuerdos suficientes para pasar el resto de su vida?

 

         Primero debía hablar con Edward, pero, ¿cómo podría admitirle que a su marido le había resultado tan desagradable que no había podido consumar su matrimonio? Aunque los hombres ignorarían cualquier cosa por un poco de sexo, como le había advertido su padre, Jacob MacBlack no había podido. De modo que había soportado aquella vergüenza ella sola hasta aquel momento. ¿Cómo podría admitirle algo así en voz alta? ¿Se lo preguntaría?

 

         Se despidió de Isla y la dejó al cuidado de una joven sirvienta. Isabella esperaba que Edward le permitiese regresar al día siguiente. El guardia debía de haber recibido órdenes, pues caminaba despacio mientras recorrían el pasillo, y además se metieron por una puerta diferente que les hizo rodear el salón sin pasar por él. Dado que ella no quería más interacciones con Tanya, se alegraba de aquella novedad.

 

         Pero, justo antes de girar para subir las escaleras, se asomó a la entrada del salón y vio a Edward sentado a la mesa solo con Tanya. Garrett no estaba por ninguna parte. El salón estaba lleno, de modo que no había manera de que pudiera oírla. Pero en ese momento él giró la cabeza y sus miradas se encontraron. Incluso en la distancia, Isabella pudo notar el deseo que sentía por ella. Se estremeció con tanta fuerza al recordarlo que el guardia se acercó para estabilizarla.

 

         Se envolvió los hombros con el chal y lo siguió escaleras arriba para esperar el regreso de Edward… y todo lo que significaría para ellos aquella noche.

          

          

         Tanya siguió su mirada. Aunque tampoco le hacía falta para saber lo que estaba mirando… o más bien a quién. Supo que la ramera estaba al fondo del salón por el modo en que su mirada se suavizó. Se había detenido con la mano levantada a medio camino hacia la boca, como si fuera el tonto del pueblo, incapaz de comer por sí solo. Debió de recomponerse y darse cuenta de lo que parecía, pues tosió, dejó el pan en la mesa y levantó su jarra.

 

         Tanya respiró profundamente. Estaba agotada de esperar durante horas a que Edward la castigara por desobedecer sus órdenes. Había dejado más que claro que la mujer MacSwan era suya y que nadie más podría tocarla. Aunque imaginaba que sería como un perro marcando su territorio para evitar intrusismos, no se engañaba a sí misma pensando que abofetear a esa perra no era desobedecerle.

 

         De modo que estuvo todo el día preparándose para su llamada o para su interrupción iracunda. El laird Edward Masen. Ella entendía el poder; sus usos y sus abusos. Entendía que había traspasado las barreras que él había fijado alrededor de su pequeña ramera. Lo entendía después de vivir con un padre que no permitía que nadie desobedeciera su palabra, o sería castigado severamente por aquel insulto.

 

         Consideraba a Edward con los mismos cánones con los que consideraba a su padre y a su hermano; si la golpeaba, sería mejor para él que la matara, o sería la última en caer. Su padre se había reído de aquellas mismas palabras, pero ella estaba allí y él estaba enterrado junto a la capilla. Su hermano solía pensar que él estaba al mando, y ella le dejaba pensar eso; era más fácil controlarlo y guiarlo de ese modo. ¡El muy idiota!

 

         Ahora era el turno de Edward.

 

         Así que, cuando la recibió con una sonrisa en su mesa, un escalofrío le recorrió la espalda. Aquella sonrisa y aquella voz suave le preocupaban más que cuando su padre se enfurecía y gritaba. Cuando la tocó suavemente en el hombro al pasar junto a ella para ir a su silla, se le puso el vello de punta. La cena se volvió tensa mientras esperaba a que la castigara.

 

         Dado que todos en la fortaleza Keppoch sabían que había abofeteado a Isabella MacSwan, lo razonable sería pensar que Edward la castigaría en público para que todos pudieran presenciarlo. Era lo que hacían los hombres poderosos. Sin poder evitarlo, Tanya se había puesto muy nerviosa. Cada vez que Edward levantaba la mano, se preparaba. Cada vez que centraba su atención en ella, esperaba sus palabras crueles y sus amenazas.

 

         Y la cena transcurrió en paz. La conversación era agradable, sobre todo porque su hermano no estaba presente.

 

         Y ahora Edward estaba allí sentado con esa sonrisa estúpida en la cara, viendo cómo la chica subía las escaleras hacia sus aposentos. Pero probablemente debiera sentirse agradecida de que la hija de MacSwan fuese el objetivo de su lujuria en vez de ella. Siendo su prometido, nadie le habría negado sus derechos sobre ella incluso antes de haber pronunciado los votos. De hecho, muchos prometidos anticipaban sus votos con frecuencia. Su propia madre estaba embarazada de ella al casarse con su padre.

 

         Si Edward hubiera elegido llevársela a la cama en los meses anteriores a la boda, nadie le habría cuestionado. El hecho de que eligiera a Isabella MacSwan como si fuera una perra en celo era algo bueno en su opinión. Hacía que su vida fuese más fácil, le proporcionaba y tiempo y hacía que él estuviese lo suficientemente distraído como para permitirle elaborar sus planes.

 

         Así que se permitió saborear una victoria momentánea; no había sido reprendida por su incidente con Isabella aquella mañana. Respiró tranquila por primera vez en todo el día, pero entonces sus palabras le sorprendieron.

 

         —Pareces pensar que mis órdenes no son válidas para ti, pero sí lo son. Claro que lo son —dijo en voz baja para que nadie más fuera de la mesa pudiera oírle. Se inclinó hacia ella con una sonrisa tan falsa como la que solía poner ella—. Si te acercas a ella, si envías a alguien a por ella, si hablas de ella o con ella, me libraré de ti de una vez por todas.

 

         Aunque una parte de ella quería reírse como si estuviera bromeando, otra parte se asustó por su actitud. Esperó de nuevo el golpe, más nerviosa que nunca.

 

         —¿Entiendes mis palabras, Tanya? —preguntó Edward con un tono más amenazador que antes

.

         Por miedo a echarse a llorar, Tanya simplemente movió la cabeza en respuesta. Él lo aceptó y se recostó de nuevo en su silla.

 

         —Buenas noches entonces, milady —le dijo en voz alta para que todos le oyeran—. Podéis retiraros y os deseo dulces sueños.

 

         Tanya se obligó a sonreír mientras se levantaba. No cometió el error de apartar la mirada de él mientras hacía su reverencia y se daba la vuelta para marcharse.

          

          

         De vuelta en sus aposentos, Tanya despidió a sus doncellas y se preparó para irse a la cama. Mientras preparaba su siguiente movimiento. Garrett había estado a punto de aceptar el ofrecimiento de amistad del bastardo y el puesto en su consejo. El muy idiota aceptaría las migajas, pero ella no.

 

         La desconfianza sería un arma poderosa para mantenerlos separados. Tanya sabía lo que tenía que hacer. Ya estaba todo preparado. Ejecutar la siguiente parte de su plan sería relativamente fácil.

 

         «Ejecutar», pensó. Riéndose ante aquella palabra, aquella noche se quedó dormida con facilidad.

          

         Lairig Dubh

          

         Charlie contemplaba el patio desde su lugar favorito en lo alto de los muros. Era el lugar donde Renee le esperaba y donde pasaban tantos momentos de placer. Ahora estaba allí reconsiderando su plan, algo que no hacía a menudo. Tras enviar a Emmett, Carlisle y Renee a Keppoch a recuperar a Isabella, se preguntaba si los pecados de su pasado estarían regresando para atormentarle.

 

         Parecía estar obsesionado con el tema, pues había sido incapaz de dormir muchas noches de la última semana. Una parte de él se preguntaba si habría tomado la decisión correcta al obligar a su hijo de acogida a repudiar su amor por Isabella y marcharse. Se preguntaba si, al no haber estado a la altura de su desafío, Edward habría demostrado no ser merecedor. Y otra parte de él había albergado la esperanza de que Edward desafiara sus órdenes y se quedara con Isabella. Ahora parecía que el destino se burlaba de él una vez más al obligarle a interceder de nuevo entre Edward y Isabella.

 

         Lo que verdaderamente le preocupaba era que Edward hubiera hecho aquello solo para recuperar a Isabella. Y para demostrar que podía vencer a la Bestia en una lucha de voluntades y habilidades.

 

         ¿Sería solo por Isabella entonces? Edward no había mostrado ningún interés por ella desde que se marchara. Ni cuando se habló de entregar su mano en matrimonio. Ni cuando se habló de poner fin a la alianza entre sus dos clanes. Y tampoco ahora. Lo único que le había pedido a cambio de devolvérsela sana y salva era oro. Nada de matrimonio.

 

         Así que parecía que Edward no era merecedor de su hija; ni entonces, ni ahora. ¿O sí lo era?

 

         Charlie dejó que el viento le zarandeara mientras pensaba en aquel asunto. La luna estaba alta en el cielo cuando salió de su refugio y llamó a uno de los hombres de abajo.

 

         Aquello era algo más que un clan contra otro clan. Era un asunto personal entre su hijo de acogida y él, un asunto al que tendría que enfrentarse cara a cara. Reunió a sus capitanes y se preparó para viajar a Keppoch.

 

         Y llevaría consigo a los hombres suficientes para poner fin a aquello de una vez por todas.

 

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¿QUE LES PARECIO CHICAS? !AAA! ESO LE PASA A TANYA POR MALDITA, AUNQUE YO LE HUBIERA DADO UNOS CUANTOS TORTASOS JAJAJA, UUUUUUUUUY CHARLIE IRA A VERLOS, !!!!!ESO ES MALO!!!!! EDWARD & LA BESTIA FRENTE A FRENTE AAAAAAA QUE EMOCION.

GRACIAS POR ACOMPAÑARME EN ESTA AVENTURA.

 

ACTUALIZACIONES: UN CAPITULO CADA DIA.

 

BESITOS GUAPAS

Capítulo 14: CATORCE. Capítulo 16: DIECISEIS.

 
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