RECHAZO

Autor: HelenaCullen
Género: Romance
Fecha Creación: 30/05/2012
Fecha Actualización: 18/06/2012
Finalizado: NO
Votos: 2
Comentarios: 6
Visitas: 14365
Capítulos: 9

Bella era la segunda de una familia de segunda, su destino no era reinar, se ve rechazada dos veces para casarse pero es en la tercera propuesta donde su destino cambia irremediablemente

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Capítulo 3: Capitulo Tres.

Capítulo 3

 

Algunos episodios entre el matrimonio hicieron que se unieran pero apenas sin que ellos se dieran cuenta pero no por eso eran menos reales.

En los primeros tiempos Bella tan Solo se limitaba a observar atentamente a su alrededor y atender a todo lo que le dijeran, si tenía dudas preguntaba con amabilidad y no pasó mucho para que en palacio se sintieran cómodos y a gusto con la señora. Ella prefería que las cosas fueran sencillas y estar lista para no llevarse una sorpresa que pudiera ser desagradable. Pero con el tiempo suficiente se percató del orden completo del lugar, no estaba mal pero pensaba que podría hacerse mejor pues su planeación era un tanto dispareja. Si quería que fuera diferente tendría que hablar con su esposo al respecto.

Siendo así y como Solo se veían a la hora de la comida en privado ella se decidió a exponer su idea.

-Edward-dijo ella suavemente.

-¿Qué sucede?

Para el de cabello bronce era ya costumbre ver a esa muchachita en el lugar y procuraba tratarla con amabilidad, lo cual no le resultaba difícil, era callada y diligente y en verdad no lo molestaba de ninguna manera además él jamás había podido ser brusco con alguien a quien considerara no pudiera defenderse por sí mismo, por eso a pesar de todo lo pasado en su vida nunca lastimó a una mujer o a un niño. Y su esposa quedaba más o menos de esa manera a sus ojos.

-Pensaba-le dijo Bella-Que el orden de las tareas en palacio es un poco dispar, creo que unas leves modificaciones harían que estuviera mejor organizada y las tareas se realizaran en menos tiempo.

-¿Te parece?

-Sí, no sería un cambio radical, Solo unos pequeños cambios.

-Dime más.

Entonces la de cabello castaño le expuso lo que veía y lo que pensaba, no le exigía de ninguna manera, simplemente le proponía la manera de hacer las cosas de otra forma, él la escuchaba en silencio y con atención de principio a fin y tuvo que reconocerle que ella había dedicado tiempo a su plan y como después de todo se daba cuenta que era una buena idea supo que Solo debía dar una respuesta.

-Es tu casa  también Bella-dijo él-Si lo deseas puedes poner en marcha tus planes, yo no me opondré.

-Muchas gracias Edward.

Esa misma semana Bella reunió a la servidumbre y les explicó la nueva manera en que se harían algunas cosas, al principio en palacio parecían un poco desconcertados pero como les llegó la orden de Edward de obedecer lo hicieron sin decir una palabra; las cosas terminaron con dos situaciones en claro: los cambios funcionaron y la señora de la casa contaba con el apoyo de su esposo.

 

 

Entre otras cosas que pasaron una fue mucho más notable para el principado y eso se debió a que Bella sabía que su esposo daba una especie de audiencia abierta una vez al mes para la gente del principado, se podía acceder Solo con una especie de invitación, no se daban muchas y era difícil conseguirlas pero se consideraba un honor pues se podía hablar directamente con el príncipe.

Desde su llegada Bella no había presenciado una sola de esas audiencias, tan Solo llegó a escuchar de ellas pero le interesaba, la verdad le llamaba mucho la atención el presenciar una y por eso le dijo a Edward.

-Me gustaría estar presente...si no es un problema-dijo ella.

-No es algo entretenido-respondió él-Es más bien pesado.

-Pero ¿podría estar ahí?

-Si quieres.

Finalmente las cosas quedaron de acuerdo y ambos estuvieron listos a la hora y el lugar señalado, era en una de las alas del palacio, una de las abiertas que quedaba cercana a los jardines, no muy espectaculares pero bien cuidados. El matrimonio estaba presente y si bien era ya conocido para las personas su príncipe su nueva señora les llamaba bastante la atención.

No era común que en ese sitio estuviera presente una mujer y mucho menos al lado del príncipe pero ahí estaba esa muchachita con una suave sonrisa de amabilidad y su cabello trenzado muy interesada en todo lo que escuchaba como una niña. La verdad la gente que la veía se preguntaba cómo era posible que estuviera al lado de un hombre tan cerrado y adusto como lo era Edward pero así era la vida.

Entre las personas que se presentaron había alguien que particularmente llamó la atención de ella aunque no así de su esposo. Se trataba de un hombre joven de hermosos ojos celestes que parecía haber recorrido varias cortes antes de llegar con ellos pero no por eso perdía las esperanzas. El joven les explicaba que tenía un proyecto por medio del cual se podrían obtener fibras naturales que podían tejerse y hacerse cuerdas y telas con ellas de las ortigas pero para llevar a cabo el proyecto se necesitaba dinero y eso era justamente lo que buscaba el que hablaba.

Sin embargo Edward no parecía convencido de nada de lo que escuchaba y despidió al de ojos celestes sin mayores ceremonias. Siendo la voluntad del príncipe no había nada que hacer...a menos que su esposa encontrara interesante lo que escuchaba. Bella se mostró muy interesada, era una buena idea a su parecer aunque sin duda debía saber más del proyecto para resolverse a algo y fue por eso que pidió que el caballero aguardara un poco y hablaría con él.

El de ojos celestes espero en los jardines, esa entrevista podría significar mucho para sus planes, de salir bien por supuesto, hasta ese momento no había pasado de apenas ser escuchado por algunos y que la esposa del príncipe le pidiera esperar para escuchar de su proyecto era un avance bastante notable. Fue en eso que vio a Bella acercarse, se inclinó respetuosamente y esperó a que le hablara.

-Muchas gracias por aceptar esperar-dijo Bella.

-Agradezco que me escuche.

-Por favor, dígame su nombre.

-Aro mi señora.

-Me gustaría que me dijera más sobre su proyecto por favor.

-Será un placer.

Se quedaron en las afueras del jardín, Edward fue informado de inmediato sobre lo que sucedía pero no se lo tomó a mal, quizás ella necesitaba algo en que distraerse; por las horas siguientes escuchó la muchacha de la trenza atentamente a Aro que sin duda había trabajado bastante en su idea y estaba seguro de que resultaría si podía echarla a andar pero necesitaba de dinero para eso. A ella le gustaba la idea pero estaba consciente de que el dinero era vital para hacerlo...pero no dejaba de ser buena idea.

-Creo que sería algo que crearía buenas ganancias-decía Aro-Solo se requeriría de tiempo y trabajo.

-Si-decía ella pensativa-Creo que es un buen proyecto ¿Cuánto necesitaría para empezar?

Al de ojos celestes le brillaron los ojos al escucharla, era definitivamente mucho más de lo que esperaba, dijo la cantidad mínima que había contemplado para empezar pues sabía que primero debía demostrar resultados, ella guardó silencio por unos instantes pero finalmente respondió.

-Tendré la mitad en unos días y el resto se lo daré en cuotas.

-¿No será un problema?-preguntó él.

-No, aunque tenga que vender mis joyas seguiré con este proyecto.

Y así fue, Bella inició lo que parecía un pequeño proyecto personal pero que en unos meses se mostró como una buena idea de negocios, las telas hasta ese momento eran de precios medios pero las que se obtenían de las fibras de ortigas eran resistentes, manejables y económicas, las familias adineradas no la usaban pero la demás gente si e incluso tenían variedad pues podía teñirse. Una pequeña inversión que se pagó a sí misma y creó valiosas fuentes de trabajo además que puso a un agradable compañero de charlas cerca de Bella.

 

 

Gracias al éxito de ese primer negocio no pasó mucho para que se supiera que si se tenían proyectos interesantes se podía acudir a la corte del príncipe de Masen o para ser más exactos con su esposa que era una jovencita inteligente y dispuesta a apoyar proyectos. Uno de los proyectos que le presentaron era aparentemente sencillo pero le gustó porque le pareció útil y bonito.

Hasta ese momento las vajillas y otros objetos similares eran fabricados en metal pero justamente apareció alguien, un extranjero, que podía hacerlos de cristal, curiosamente el apellido del caballero era justamente Crystal y según decía tenía un proceso para mezclar y fusionar arena silícea, mirio y potasio y con eso obtener un material fino y transparente, algo frágil, pero que sustituía a los metales en crear piezas y se veían hermosas.

Cuando se lo mostraron a Bella quedó encantada, era tan lindo ver una vasija transparente que se informó sobre todo el proceso y accedió a patrocinarlo, tenía su propio dinero para hacerlo y como Edward no ponía objeciones cuando ella le exponía sus planes pues lo hacía de manera concisa y con razonamientos justos y demostraba que eran funcionales pues no tardó en ser un hecho que el principado de Masen empezó a producir piezas de cristal.

Primero fueron copas, copas finas de largas patas y formas que dejaban pasar el brillo de la luz y destellar, justamente fueron esas piezas las que colocó en la mesa durante la comida para Edward y ella, a él le gustó bastante. Las siguientes se las envió a Sam como un regalo y desde ese instante fue Solo cuestión de tiempo para que se pidieran más y más piezas, algunas hechas por encargo y eso era algo bueno pues el negocio crecía.

A Edward le llamaba la atención que su joven esposa pudiera ser tan organizada y centrada a pesar de sus cortos años, todas esas rarezas como las llamaban sus familiares en realidad era que se trataba de una persona contemplativa y que veía las posibilidades en lugar de Solo ver los hechos, además parecía más animada gracias a esos planes en los que se involucraba y que le daban una notoriedad en el lugar bastante amplia. Fue también por darse cuenta de que ella sabía moverse tan bien para resolver asuntos que le pidió que lo apoyara en algunas cuestiones que a él debido a su estado le costaba un poco atender pero todo lo hizo perfectamente y con resultados favorables para el principado.

Todo eso creaba una cercanía entre los dos que bien podría ser simple familiaridad pero creaba otro tipo de vínculos entre los dos, lazos de los que no se dieron cuenta sino un tiempo después, bastante después de que se casaran, más de tres años pasarían para que fuera así.

 

 

A Edward lo atendían asiduamente por la cuestión de que no caminaba, tenían que atenderlo y ayudarlo para que estuviera lo mejor posible físicamente hablando, al no caminar se debía evitar que subiera aparatosamente de peso o que se atrofiaran los músculos al grado que fuera más doloroso de lo que ya era el no poder moverse. Sobre su condición física Bella sabía bastante pero no la comentaba pues no tenía idea de lo que él diría si tocaba el tema.

Sin embargo hubo una ocasión en que tuvieron que charlar directamente al respecto.

A Edward le dolían las piernas, era un dolor intenso que lo atravesaba pero no lo demostraba, en esos momentos era mejor estar a solas y por eso se quedaba en su habitación, trataba de calmarse pero era imposible y no pensaba tomar nada contra el dolor, ese tipo de cosas lo adormecían y él quería estar despierto ante todo lo que pasaba a su alrededor.

En ese instante llamaron a su puerta privada y Solo una persona podría ser.

-Adelante-dijo con voz seca.

-Buen día-saludó Bella.

-¿Qué sucede?

-Tengo lo que me pediste.

Procedió a entregarle algunos informes que necesitaba de una región en la que se cosechaba y deseaba que le dijera que pensaba al respecto, la verdad era que Edward respetaba sus opiniones, algo que resultaba completamente revolucionario para su tiempo. Ella le expuso de forma concisa lo que pasaba y pensaba y él quedó conforme con sus sugerencias hasta que parecía que no había nada más que decir, no para él al menos.

En un primer momento Bella iba a retirarse pero se dio cuenta de lo tenso que parecía el de cabello bronce y por eso se animó a hablarle.

-¿Puedo ayudarte Edward? Con tus piernas.

-No Bella.

-Pero parece que te duele.

-No importa.

-Solo...perdona, no quise interrumpir.

Ella bajó la mirada y él no resistía que hiciera eso.

-Es que no puedes hacer nada Bella.

-Puedo darte un masaje.

El de cabello bronce tuvo la impresión de que no dejaría de preocuparse hasta que aceptara y por eso sus siguientes palabras fueron:

-Está bien.

La joven se acercó a él con calma y tomó con cuidado una silla para acercarse y acomodar una de las piernas de él sobre las suyas y empezó a darle el masaje, movimientos suaves y firmes que aparentemente no ayudaban en nada pero después de unos momentos algo empezó a suceder; Edward sintió un cosquilleo y poco a poco la sensación de dolor disminuyó, fue como un adormecimiento y después no quedó el dolor, tan Solo una leve sensación de cansancio. De verdad fue un alivio.

-¿Te sientes mejor?-preguntó ella.

-Sí, gracias. Bella tus manos son...son especiales.

-Que bueno que te sientes mejor.

Después de ese día los masajes fueron constantes pues de verdad ayudaban a que él se sintiera mejor. Y no Solo por los masajes.

Lo cierto fue que en esas veces que se encontraban completamente a solas en una habitación y ella lo tocaba con tanto cuidado y dulzura que a él le gustaba, no acostumbraba que la gente fuera amable y sin una segunda intención detrás de esa amabilidad pero con esa gentil muchacha simplemente no tenía motivos para desconfiar y se encontró a si mismo esperando esos encuentros a solas en los que charlaban de todo y nada se ocultaba.

Sin embargo lo más importante sucedió un día en el que parecía que nada sucedería.

 

 

Estaban en una de esas reuniones en la habitación de él y no porque le doliera, el dolor hacía mucho que había cedido y no se presentaba pero no le dijo a nadie, ni siquiera a Bella pues necesitaba seguir con esas reuniones a solas; estaban justamente charlando y era casi momento de que se alistaran para cumplir con algunos planes personales cuando ella se incorporó y empezó a ayudarlo a que estuviera más cómodo.

-Es mejor que me apresure-decía ella-Aro dice que necesita ampliar los talleres, piden demasiada tela y cuerdas.

-Al menos parece que sigue siendo un buen negocio-dijo él.

-La gente quiere una tela resistente y que no es de mala calidad.

-¿Qué pasa con el cristal?

-Todo va bien Edward, Crystal sigue recibiendo pedidos, aunque ahora le piden de cosas muy distintas.

-¿Distintas? ¿Qué piden?

-Candelabros.

-¿Candelabros de cristal?

-Sí, él dice que es posible pero quiere darlos a un costo más elevado.

-¿Estás de acuerdo con eso Bella?

-Son para la corte de Atlántida.

-Ah.

Era mejor cambiar el tema, ella nunca hablaba demasiado de su familia y Nessie y Jessica no era un tema que él supiera cómo tratar así que prefería guardar silencio.

-Me gustaría un lobo-dijo ella de repente-Para mí hermano.

-Dile a Crystal, él sin duda podrá lograrlo.

-Sí.

Mientras siguieron con la conversación Bella había acomodado las almohadas de Edward y justamente cuando se inclinó sobre él para acomodar la última sus senos rozaron suavemente el pecho de él. Por unos instantes el de cabello azul tan Solo sintió el tibio cuerpo de ella contra él y casi juraba que podía oler su piel pero no fue todo, lo siguiente fue desconcertante. Bella alisaba las sábanas con sus manos que él colocaba sobre sus piernas y una de esas femeninas manitas lo acarició por los muslos con suavidad. Él se quedó muy tenso y ella se dio cuenta.

-¿Qué sucede Edward? ¿Te duele?

-No, estoy bien, atiende tus obligaciones-dijo él con la voz seca.

Ella prefirió no decir nada más y se retiro, Solo al escuchar que la puerta se cerraba él se animo a respirar y supo exactamente lo que había sucedido, algo que se suponía no podía pasarle. Estaba excitado.

Desde su accidente del cual había sobrevivido casi milagrosamente no había recuperado ninguna función, no caminaba y no sentía los pies, tampoco podía excitarse pero eso había cambiado. Había cambiado por la presencia de Bella. El dolor se había ido y a veces sentía como un cosquilleo en la planta de sus pies pero lo de ese instante era nuevo y era demasiado para no tomarlo en cuenta.

El de cabello bronce respiraba con fuerza, tenía mucho en qué pensar.

Las meditaciones del príncipe de Masen eran sencillas y no tardó mucho tiempo en darse cuenta de lo que sucedía. Edward sentía un amor profundo y ardiente por Bella, cuando pensaba en ella algo en su interior se estremecía. La verdad era que esa pálida y modesta muchacha tenía un encanto sencillo que a él lo ayudaba a ser un nuevo hombre y justamente era ese pensamiento el que lo llevó a una decisión: sería un hombre de nuevo y lo sería para ella. No le interesaba cuanto costara conseguirlo, caminaría y conquistaría a esa mujercita para sí mismo.

Como esos eran los planes no pasó mucho para que se vieran cambios.

 

 

Esos días Edward los usó para llamar a varios médicos, gente que podría examinarlo de nuevo y darle un veredicto, el que esperaba por supuesto. Dos de los galenos se mostraron contrarios a una recuperación pero otros dos dijeron que era posible así que echó a los dos primeros y se quedó con los otros dos y empezó la lucha. La gente del principado fue testigo que un nuevo brío había alcanzado al de cabello bronce y tenía su voluntad plena en caminar de nuevo, estaba convencido que iba a curarse y no descansaría hasta lograrlo.

Los primeros pasos fueron lentos y tortuosos pero los progresos eran asombrosos, a Edward no le interesaba cuanto tuviera que esforzarse ni que pareciera que a veces llegaba más allá de sus propios límites, tan Solo tenía en mente recuperarse y lo haría...lo haría por Bella. En cuanto a ella se alegraba sinceramente de verlo tan interesado en su recuperación pero no tenía ni la menor idea de lo que él pensaba, lo supo después.

Una tarde cuando él estaba haciendo un ejercicio con sus piernas que sin duda le costaba trabajo y mucho esfuerzo ella se presentó y le llevó personalmente algo de beber.

-¿Por qué no descansas un poco Edward?

-No puedo hacerlo Bella.

-Qué bueno que te dedicas tanto a tu salud pero...

-De verdad debo seguir.

-No te interrumpo más entonces.

Ella iba a salir pero él la llamó.

-Bella.

-¿Si?

-Voy a recuperarme.

-Ruego porque lo logres.

-Quiero curarme Bella...para ti.

Ella no le dijo nada pero se quedó sorprendida de sus palabras, sin saber qué decirle, Solo permaneció en pie por unos instantes pero después se acercó rápidamente a él y sin una sola palabra lo beso en la mejilla cerca de los labios para después salir casi corriendo. El de cabello bronce tan Solo sonrió pero la muchacha de la trenza sentía su corazón latir velozmente y no se explicaba esa emoción que la llenaba.

Las cosas continuaron y Edward no vacilaba en seguir con sus planes de caminar de nuevo y por lo que se daban cuenta los demás iba a lograrlo. Pasaba diariamente un rato al sol, andaba por el jardín al principio con apoyo de una especie de andadera, después lo hizo con muletas, luego fue un bastón y recuperó su fuerza, un buen día simplemente pudo caminar por su cuenta, despacio pero firmemente. La noticia no tardó en saberse: Edward príncipe de Masen caminaba de nuevo.

Aunque lo que más interesaba al de cabello bronce de eso era lo que pensaba Bella, la muchacha ciertamente se mostró contenta, alegre y feliz por verlo caminar de nuevo pero también un poco ansiosa, seguía recordando lo que él le había dicho. Más cuando se encontraron a solas una noche pues se habían quedado conversando sobre algunas cuestiones con respecto al palacio.

-Solo creo que debería ampliarse-decía ella.

-Hay asuntos más urgentes-respondió él.

-Yo lo costearía.

El asunto era que ella deseaba la construcción de una biblioteca, su esposo no se oponía pero en algún momento dejó de importarle eso pues lo que en verdad quería que comentaran no había salido a la luz.

-Bella.

-¿Qué sucede?

Pero él ya no le dijo nada, tan Solo se acercó y la hizo levantarse delante de él, Edward no vaciló en tomar a Bella entre sus brazos y empezó a besarla con pasión, ella no se oponía pero él la sentía estremecer contra su cuerpo y la estrechó aún más contra su pecho. Al tomarla en sus brazos y besarla desaparecía el silencio y el dolor. Se separó suavemente y con calma y vio en sus ojos brillantes que le había gustado pero también parecía un poco desconcertada. Y eso era porque la muchacha de cabello castaño no sabía del todo como corresponder cuando él se mostraba tan apasionado.

-Será mejor que descansemos-dijo él.

-Si-respondió ella débilmente.

Cada uno fue en dirección opuesta pero estaban consientes que eso de un matrimonio en blanco no iba a durar mucho tiempo.

A esas alturas el de cabello bronce sabía que si hubiera querido hacerlo podría haber jugado su carta de "Soy tu esposo" y ella tendría que mostrarse más complaciente pero no lo hacía, no quería que ella se le entregara Solo porque era un deber de esposa, lo que anhelaba era que se le entregara por su propia voluntad y deseándolo como él la deseaba a ella. Esperaba ver esos ojos marron que se mostraban como los de un animalito asustado brillantes de deseo por él.

 

 

Como las cosas eran de esa manera Edward no dejaba pasar la oportunidad de estar con su esposa porque para él era lo más importante, la cortejaba de manera asidua y solícita, charlaban con frecuencia y más de una vez él la había besado y buscaba acariciarla pero no pasaba de eso, no la presionaba pero no se negaba que la deseaba como a ninguna mujer en toda su vida. Esa situación no podía hacerse perpetua y terminó una noche en la que parecía que nada sucedería.

Durante la noche el de cabello bronce leía unos informes sobre los gastos del palacio y ya que estaban bien detallados sabía que las cifras eran correctas pero se dio cuenta de que Bella estaba bastante comprometida con algunos de los gastos, parecían un poco elevados. Era mejor que hablaran al respecto, los gastos estaban bien pero a Edward le parecía un poco excesivo lo de ampliar también el ala este del palacio, era mejor tratar de encontrar un punto medio, después de todo sabía que Bella era razonable tratándose de dinero. Siendo así se dirigió a sus habitaciones con pasos un poco veloces pues tenía que hablar con ella antes de que se acostara.

Llegó a la puerta de la habitación de ella y no lo pensó, tal vez por la prisa, quizás simplemente por descuido pero entró sin más. Bella estaba ahí ciertamente, sentada ante una mesita leyendo lo que parecía un informe de algo pero él no supo mucho de eso. Tan Solo la miraba con su cabello suelto cayendo por su espalda y sus hombros y que llevaba un camisón muy ligero que se abría insinuantemente del cuello a su pecho.

-¿Qué sucede Edward?-preguntó ella al verlo-¿Ocurre algo importante?

En un primer momento ella se sintió desconcertada de que entrara de esa manera pues siempre llamaba y nunca a esas horas iba a sus habitaciones.

-Pues yo...

Pero el de ojos verdes vacilaba en hablar, era extraño para él encontrarse como en ese instante pero ver a Bella de esa manera simplemente lo había dejado sin estar seguro de nada, parecía que Solo se concentraba en la manera que la tela que la cubría llegaba justamente a sus pechos. Ella iba a decirle algo más pero se dio cuenta de la forma en la que la miraba y simplemente se quedó sin palabras, no tenía idea de qué decirle, le dio la impresión de que sentía un escalofrío pero no era desagradable.

-Bella.

Se acercó a ella sin dejar de mirarla ni un momento y le daba la impresión de que tan Solo una cosa importaba en ese instante, no vaciló en llevar su mano directamente donde quería, de un movimiento algo rápido metió su mano por la abertura del camisón de ella y acariciándolo se apoderó de uno de sus menudos pechos, casi en el acto deseo besarla pero no pudo seguir con sus planes pues ella al sentirlo se estremeció y su primer impulso fue el de intentar alejarse.

Edward se detuvo y se apartó viendo que Bella llevaba sus manos a la prenda que usaba y parecía unirla con sus manos hasta su cuello, ya no lo miraba de frente, no pudieron decirse nada, él tan Solo prefirió marcharse de inmediato a sus propias habitaciones dejándola con preguntas más bien confusas.

Al llegar a su apartado el de cabello bronce se puso a pensar en lo sucedido. El príncipe de Masen sabía que las cosas tardarían aún, sin duda Bella necesitaba algo de tiempo, por todos los cielos, era Solo una adolescente y él no podía actuar como un animal en celo, no podía lastimarla ni obligarla, no podía. Tenía esas ideas en mente observando por la ventana como la noche cubría el cielo, era una linda noche, oscura como el cabello de ella.

En cuanto a Bella estaba inquieta y la verdad no estaba segura del porqué había actuado de la manera en que lo había hecho pero se sorprendió de que él la tocara así de forma tan repentina aunque no creía que fuera para tanto, bueno, estaban casados, se gustaban, al menos a ella le gustaba cuando él la acariciaba y la besaba aunque a veces era tan apasionado que sencillamente no sabía cómo responderle. Pensaba en si debió actuar de la forma que lo hizo pero estaba un poco confundida aún.

Mientras seguía con sus ideas Edward no prestó mucha atención a nada hasta que un ligero toque en su puerta lo hizo volver a la realidad.

-Adelante-dijo sin voltear.

-Edward.

Al escuchar esa voz volteó de inmediato, Bella se había vestido pero aún llevaba su cabello suelto y estaba delante de él.

-Yo Solo quería decirte que lo siento-dijo ella-No debí asustarme.

-No te disculpes-dijo él de inmediato-No tenía porque tocarte así.

-Si quieres...-pero se detuvo antes de terminar.

-¿Qué?

-Si quieres me quedo contigo-dijo con un hilo de voz-Toda la noche.

El de cabello bronce no estaba seguro de qué decirle pero se acercó a ella hasta que se miraron de frente, vio esos ojos cafés tan brillantes como estrellas fijos en él, una sombra de temor habitaba en ellos pero también el anhelo de algo más. Estaba consciente de que una muchacha como Bella no diría directamente algo, le daban pena ciertas cosas y sin duda tampoco estaba segura de cómo expresar otras, sin embargo tenía delante de él a la joven y eso era bastante para él.

-Quédate conmigo toda la noche Bella...toda mi vida.

Ella le sonrió un poco ruborizada sin poder decirle una sola palabra pero no hizo nada por evitar que él la tomara de la mano y la guiara sin perder el tiempo a su recámara.

Capítulo 2: Capitulo Dos. Capítulo 4: Capitulo Cuatro.

 


 


 
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