Tenia ganas de echarle algo…y no precisamente un escupitajo, deseaba matarlo…muy lentamente.
Pero…yo no podía, matar era un pecado, aunque lo deseaba con todas mis fuerzas...desearía cambiar este mundo, hacer que los hombres respetasen a las mujeres, pero yo sabia perfectamente que una sola mujer no iba a cambiar el curso de la historia.
Coloque los vasos en la bandeja, y desganada volví de nuevo al salón con ese trío de imbéciles, me sentía mas a gusto sola, yo no era una persona muy social que digamos…
Inspire profundamente y entre al amplio salón…
No me atreví a mirarle, no podía ver su mirada penetrante en mi o aquella sonrisa maliciosa en sus labios…
Deje la bandeja en una mesa del salón…
Y me dirigí a la puerta…pero aquella voz amenazadora volvió a inundar la habitación.
-¿acaso te he dicho que puedas irte…Scarlett?-pregunto William en un tono amenazador.
Negué con la cabeza…
Y me senté en una silla lo mas lejos de ellos, ya tenia suficiente con permanecer en la misma sala de ellos…
No se cuantas horas pasaron exactamente puede que dos o tres horas, que a mi se me hacían eternas, y solo deseaba que esta tortura acabara…observe como el reloj avanzaba muy lentamente, tanto…que parecía que no pasaba el tiempo.
Por fin se fueron los amigos de mi marido…eso me hizo sonreír tenuemente…
-Scarlett…acompáñame…quiero hablar contigo en nuestra habitación.
Asentí lentamente…
Subí las escaleras detrás de el como si fuese su sombra, o peor como si fuese su perrito faldero…
Llegamos a la enorme habitación con la gran cama de matrimonio… ¿para que me había llevado allí? ¿Tendría que dormir con él? Esa idea hizo sentir de nuevo arcadas, como podía tener William la conciencia tranquila después de lo que me hizo.
-cierra la puerta…-ordeno con una voz autoritaria y cortante.
Yo le obedecí al instante…no quería sufrir mas solo quería vivir en paz, y en esa casa jamás lo iba a conseguir, pero no tenia a donde ir…