6 de octubre de 1722
Querido diario:
Estoy muy asustada, los días van pasando demasiado rápido, sin poder evitarlo…
Cada día esta más cerca la fecha de mi boda, mi boda con un hombre al que realmente no amo, y al que ni siquiera conocía.
No deseo...pasar el resto de mi vida, con un hombre treinta años mayor que yo, al menos no hasta que este preparada…pero mis padres dicen que ya estoy completamente desarrollada y eso es lo que cuenta…yo apenas había cumplido los dieciséis y ya estaba a punto de casarme…
Las pocas amigas que tenia ya llevaban varios años casadas…pero yo no deseaba atarme tan rápido a un hombre…deseaba ser libre.
Ser libre…vivir mi propia vida, sin las estupidas normas de educación para ser una buena esposa, que consistía simplemente en obedecer a tu marido en todo…eso me parece una barbaridad, las mujeres deberían tener los mismos derechos que los hombres, pero sabia perfectamente que eso jamás pasaría…los hombres seguirán utilizando a la mujeres a su antojo.
La puerta se abrió bruscamente haciendo que diera un respingo, y la tinta se desparramara manchando mi apreciado diario, con mis sentimientos, emociones, y mis más profundos sueños…que anhelaba que algún día se cumplieran.
- disculpe mi intromisión señorita, pero le están esperando abajo para cenar.-murmuro cabizbaja Marian una de mis muchas criadas.
Asentí con la cabeza… me levante de la delicada silla de caoba y con un trapito seque la gran mancha de tinta que cubría la pagina del diario.
Estaba a punto de salir de la puerta cuando Marian me detuvo con un débil susurro.
- ¿piensa bajar así?-mientras señalaba mi blanco y delicado camisón de seda.
Inspire profundamente, y a regañadientes cogi uno de los pomposos y ridículos vestidos que me había comprado mi madre…yo por mi bajaría en camisón perfectamente, pero claro eso no estaba bien visto en una mujer de mi condición social.
-deje que le ayude-dijo mientras cogía ella el ostentoso vestido azul que tenia en mis manos.
- no es necesario…yo…
- es mi trabajo.- me interrumpió mientras me mostraba una tenue sonrisa.
Dejo el vestido en mi cama y cogío la prenda que más odiaba de todas…el corsé.
Eso más que una prenda parecía una maquina de tortura del siglo XV.
-permítame- indicó mientras me colocaba el corsé.
Ahogue un gemido, cuando empezó a apretármelo.
Sentía como el corsé me comprimía el pecho, haciendo que el aire pasara con dificultad a mis pulmones.
- eleve los brazos…-me ordeno Marian, yo le obedecí desganada…y me coloco aquel horrible vestido.
Me senté en la silla que se encontraba enfrente del lujoso tocador. Me coloco unos carísimos zapatos de tacón a juego con el vestido…
Marian empezó a cepillarme suavemente mi largo cabello castaño oscuro…
Comenzó a rizarme el pelo, con unos gordos y llamativos tirabuzones.
Continuo arreglándome poniéndome toda clase de joyas y abalorios, ahora solo faltaba aquel horrible maquillaje, empezó a embarrarme la cara con los polvos de talco, para resaltar más mi tez blanquecina.
Me pinto los labios de un llamativo rojo oscuro.
Me mire al espejo…parecía una de las muñecas de porcelana de Annabelle, mi hermana pequeña… esa idea hizo que mi estomago se revolviera.
-odio esto…-murmure entre dientes.
Marian me mostró una amplia sonrisa…y me palmeo el hombro.
-venga señorita…no es para tanto.
Inspire profundamente y salí de mi habitación...
Camine a través del pasillo.
Me quede paralizada en las antiquísimas escaleras de madera que bajaban al piso inferior, donde se hallaba mi madre con ojos expectantes.
Suspire para mis adentros y coloque mi mano izquierda en la barandilla de caoba, y comencé a bajar una a una las escaleras.
-¡Oh! querida estás… radiante.- chillo mi madre emocionada.
Mostré una tenue sonrisa, pero la felicidad no llego a mis ojos negruzcos.
Baje el ultimo escalón y me reuní con mi madre en el amplio y lujoso hall, decorado con carísimos cuadros, cada uno de los pequeños y caros detalles que decoraban la sala…y una enorme lámpara de cristal que colgaba del techo iluminando la sala.
Mi madre me dio un beso en la mejilla.
Acerco sus labios a mi oído y me susurró:
-Espero que te comportes como es debido.
No entendí a que se refería así que solo asentí con la cabeza ligeramente…
Caminamos por el amplio pasillo, hasta llegar al amplio comedor.
Mi padre me observó y me mostró una amplia sonrisa.
Algo iba mal, muy mal…. mi mayor temor se hizo realidad cuando observe al hombre que se hallaba al lado de mi padre.
-vaya…era cierto…-murmuro el hombre alto y de pelo negro.-es una mujer muy bella.
Los latidos de mi corazón se aceleraron descontroladamente, como si deseara salir de mi agitado pecho.
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