Love Me (+18)

Autor: Lily_cullen
Género: + 18
Fecha Creación: 07/08/2015
Fecha Actualización: 25/10/2015
Finalizado: SI
Votos: 2
Comentarios: 45
Visitas: 83004
Capítulos: 47

 

Edward Cullen: modelo profesional con un status muy alto y maravillosamente guapo.

Isabella Swan: asistente personal de Tanya Denali de Status Model Management. Y como no enamorada de Edward Cullen.

Edward Cullen tiene una vida muy complicada tanto por sus constantes viajes de trabajo como por su vida personal. Por eso y por otros motivos no está dispuesto a complicarse más la vida empezando una relación con nadie. No está dispuesto a estar en una relación ni a comprometerse. Pero cuando se encuentra con Isabella Swan instantáneamente siente una atracción hacia ella, pero con el tiempo se convierte en algo más. ¿Se dará la oportunidad de amar y de ser amado?  

Isabella Swan ama y odia su trabajo, lo ama porque siempre se puede recrear la vista con los exquisitos especímenes con los que trabaja. Y lo odia porque le toco una jefa de lo más irritante, difícil, y aparte criticona. Pero aparte de eso, cuando conoce a Edward Cullen se siente inevitablemente atraída por él, pero ella sabe que no es conveniente sentirse atraída por un modelo y mucho menos enamorarse, y menos especialmente de él, pero la atracción entre ambos es simplemente inevitable.

 

 

Lo persoajes le pertenecen a Stephanie Meyer, esta historia esta adaptada en el libro Working it de kendall Ryan, yo solo lo adapte con los prsonajes de Edward & Bella 

Espero les guste :)

           

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Capítulo 35: Somos uno solo

Hola chicas!! Si, si lo sé, dije que si no actualizaba el lunes sería el martes, pero todavía no tenía los capítulos listos y apneas me puse a eso. ^^; pero ya estoy aquí!! Les dejo tres capítulos de mientras y al rato subo otros dos  y el adelanto para completar la semana, en dado caso (que lo dudo) de que no los suba, mañana seguro lo subo. ^_^

 

Espero les guste. ^_^        

 

 

 

 

 

 

Había estado tan atento, tan amoroso que me estaba empezando a sentir culpable por hacerlo esperar tanto. Nosotros ya habíamos tenido intimidad, habíamos cruzado ese límite—muchas, muchas veces de hecho— Pero ahora a causa del completo fiasco del embarazo de Tanya, había jurado no tener sexo con él. Probablemente no era justo para él. O para mí. Tal vez eso cambiaría esta noche.

 

Después de la cena, Edward me condujo dentro de nuestra oscura habitación de hotel, presionando mi espalda contra la puerta y tomando mi cara en sus manos. Traté de descifrar el significado de su poseída mirada, pero de repente su boca estaba estrellándose contra la mía, sus labios firmes y demandantes. Separé mis labios y su cálida lengua buscó la entrada, succionando la mía codiciosamente. Su boca se movió arriba y abajo por mi garganta, lamiendo y acariciando la piel con su lengua. Presionando sus caderas contra las mías, sentí la evidencia de su excitación y llevé mis manos a su pecho, arañando con mis uñas sus firmes pectorales y abdominales. Retirando su boca de mi piel, Edward capturó mis muñecas y las clavó por encima de mi cabeza. 

 

— No me toques si no vas a terminar el trabajo, cariño.

 

Sosteniendo mis manos contra la puerta, Edward empujó su erección contra mi vientre y un crudo gemido escapó de mi garganta. Sus ojos se llenaron con deseo, y cuando se presionó contra mí, sentí las rígidas líneas de su cuerpo, olí la crocante esencia de su colonia, y el calor se reunió entre mis piernas.

 

— Joder —maldijo fuerte, dejando caer mis muñecas y alejándose de mí. Como una tormenta cruzó la habitación, ambas manos pasando por su pelo, y azotó la puerta del baño detrás de él.

 

Whoa.

 

¿Qué había hecho para ponerlo así esta noche?

 

Cruzando la habitación con las piernas temblorosas, hice una pausa en el sofá y removí mis sandalias de tiras, luego con los pies desnudos crucé el suelo de mármol. Toqué con indecisión la puerta del baño.

 

— ¿Edward?

 

Silencio.

 

— ¿Va todo bien? —pregunté.

 

— Jodidamente bien —respondió con voz dura.

 

Ash. No sé qué inicio su temperamental pataleta pero estaba casi segura de que no había hecho nada malo. 

 

— Edward, por favor, habla conmigo. —Tiré de la manija de la puerta y la encontré desbloqueada. Abriendo la puerta lentamente, lo encontré inclinado sobre el lavamanos, sus manos agarrando la encimera de mármol y su cabeza echada hacia adelante.

 

Mi estómago se revolvió nerviosamente. Mi mente saltó al peor escenario. . . ¿le estaba carcomiendo la culpa sobre algo más que necesitaba confesar sobre él y Tanya? Que el cielo me ayudara porque sabía que no podría aguantar más. Y estaba a dieciocho horas de casa.

 

Quería facilitar su ansiedad, decirle que fuese lo que fuese lo afrontaríamos juntos, pero no pude formar las palabras. En su lugar, esperé, dándole vueltas al brazalete en mi muñeca. Finalmente se dio la vuelta.

 

— No puedo hacer esto.

 

Mi estómago cayó. Dios, ¿Por qué había pensado que era buena idea comer mousse de vieira? Eso estaba amenazando con hacer una aparición.

 

Se paró más cerca, elevándose sobre mí con mis pies descalzos. 

 

— No puedo compartir esta habitación contigo, dormir en la misma cama, y esperar que no te toque. Te amo, Bella. Eres mía. Toda tú. Tu corazón, cuerpo y alma. Y soy tuyo.

 

— ¿Q-qué estás diciendo? —tartamudeé.

 

— Sólo que no puedo soportar más —dijo, liberando un suspiro con frustración reprimida.

 

— ¿No me quieres? —pregunté.

 

Se rió, el bastardo realmente se río, una rica y gutural risa rodo de su perfecta boca. 

 

— Tengo el caso más grande de pelotas azules desde que volvimos juntos. Estoy cerca de romper el maldito Libro Mundial de Record Guinnes. Tengo que ver un doctor para asegurarme de que esto no me vaya a causar daño permanente, en caso de que quieras tener hijos algún día.

 

Mi corazón se expandió. Él nunca había discutido si quería niños, y de repente encontré su pequeño berrinche increíblemente lindo.

 

Sus manos inconscientemente fueron al bulto en sus pantalones e hizo una mueca al ajustarse.

 

Mis ojos siguieron su movimiento. Oh. Cielos, esa cosa me dejo sin aliento. ¿Escapó al baño para lidiar con eso por sí mismo? ¿Era de eso de lo que se trataba?

 

Todo me golpeó a la vez. Edward me quería. Me amaba. Necesitaba esto —tener intimidad conmigo— que lo aceptara a él con todo su equipaje. Y se lo estaba negando.

 

Llevando mi mano hacia él, froté ligeramente su hombría a través del fino material de sus pantalones de vestir. Sus ojos se movieron rápido a los míos y un gruñido bajo retumbo en su pecho.

 

— ¿Necesitas que te ayude con eso, tal vez pueda hacerte sentir mejor? —susurré.

 

Su aliento vaciló en su pecho. —No me provoques, nena. No puedo soportarlo.

 

Una lenta sonrisa se curvó en mi boca. Estaba lista. Y no sólo por su comportamiento berrinchudo. Incluso en la cena me lo había estado preguntando, y ahora sola con él en esta habitación era obvio. Lo quería, también. Todo de él. Tenía razón, era mío y yo de él. No tenía sentido esperar más. Liberé su cinturón, tomándome mi tiempo para tirar del broche mientras mis ojos danzaban con los de él.

 

— Nena, para, para —Sus manos sostuvieron las mías, evitando que bajará la cremallera—. No así. No quiero que te sientas presionada.

 

Sacudí mi cabeza. —No es así.

 

Retiró un mechón de cabello de mi cara, acunando mi mejilla. —En serio, tomaré una ducha de agua fría y dormiré en el sofá. No voy a dejar que hagas algo que no quieres. Querías esperar. Esperaremos.

 

— No voy a esperar.

 

Su manzana de Adán se movió de arriba abajo mientras tragaba. — ¿Y eso por qué? —preguntó, todavía con mis manos en su lugar.

 

— Porque. . . —Me incliné hacia adelante para poner un beso en su boca—. . . Soy una mujer. Y soy emocional y a veces insegura y cambio de opinión sobre las cosas. A menudo —Lo besé otra vez, su labio inferior sobresaliendo en un pequeño atisbo de mueca—. Y ya decidí. Estoy lista. —Beso—. Para esto. Para ti. Nosotros. —Beso.

 

Todavía acunando mi cara en sus grandes cálidas palmas, su pulgar acarició ligeramente mi mejilla. 

 

— ¿Estas segura de esto? Te dije que no puedo soportar más si solo estás jugando.

 

— No hagas pucheros —regañé, sacando mis manos de su agarre así podría desabrochar su botón y bajar la cremallera.

 

Obedientemente dejo caer sus manos al costado. Buen chico. Estaba cooperando. Entendía que mis cambios de humor podrían estar causándole un traumatismo, pero realmente estaba lista, a pesar de su repentina vacilación. Tiré de sus pantalones y calzoncillos abajo sobre sus caderas, Edward se quitó el resto de la parte de arriba por la cabeza y miró asombrado, sus labios separados ligeramente.

 

Me dejé caer de rodillas como último gesto de sumisión. Empujando el resto del material por  sus piernas, su polla se liberó, brincando a saludarme. Había olvidado lo grande que era. Mi piel se calentó ante la vista y mi boca se hizo agua por probarlo, por complacerlo. Estaba hinchado y tenía una vena gruesa pulsando a lo largo de su asta. Envolviendo mi puño alrededor de su larga polla dura, Edward dejó salir un gemido estrangulado. Aparentemente no iba a durar mucho esta noche. Lo mantuve esperando mucho tiempo. Unos simples toques y estaba cerca.

 

Con las manos hechas puños y todavía apoyadas en la cima de su cabeza,  empujó sus caderas hacia delante, invadiendo mi boca profundamente. Acomodé su longitud, deslizando mi boca todo el camino hasta que mis labios se encontraron con su base. Sus rodillas se inmovilizaron y su cuerpo entero se contrajo en respuesta. Me encantaba complacerlo así. Incluso aunque estaba sobre mis rodillas sometiéndome a él, me sentí sexy y poderosa.

 

Sus manos se movieron por la línea de mi barbilla y acunó mi cara mientras se liberaba. —Vas hacer que me corra enseguida.

 

Le sonreí, mis labios hinchados y mis rodillas protestando por el inolvidable piso de mármol. Edward me levantó por los brazos y no paró hasta que me colocó en la encimera de modo que estuve frente a él. En esta posición estábamos casi a la misma altura, y presionó sus caderas contra las mías. 

 

— Necesito estar dentro de ti, nena. Necesito follarte.

 

Sin esperar mi respuesta, sus manos fueron bajo mi vestido y tiró de la tanga de encaje que estaba llevando. La sentí arrastrarse por mis rodillas, mientras Edward me besaba profundamente. Sus dedos me separaron e introdujo uno. Rompí el beso para dejar salir un pequeño gemido.

 

— Joder. Estás tan mojada, bebé. 

 

Se llevó el dedo a la boca y lo chupó avariciosamente, probándome, y vi que su polla se sacudió entre nosotros en el momento en que cerró su boca alrededor de su dedo. Se acarició unas cuantas veces, y se paró entre mis piernas, abriéndome. Guiándose a mi entrada, Edward presionó hacia adelante. Su boca chocó contra la mía en un beso hambriento.

 

Mientras su longitud se deslizaba dentro de mí, exquisita y lentamente, echó su cabeza hacia atrás y un gruñido bajo se deslizo de su boca. El sonido era crudo con placer. Eso encendió todos mis sentidos y me contraje a su alrededor. Agarrando mis caderas, Edward golpeo más duro, más fuerte, hasta que los sonidos de la carne húmeda golpeándose se amplificaron en la pequeña habitación. Me folló duro, sin piedad, mi primer orgasmo se estrelló a través de mí en una repentina ola de calor.

 

— Joder. . . había olvidado como de bueno es tu coño. Joder. Jodeeer. — Inesperadamente se salió y se acarició hasta que se vino sobre mi rosada carne con un gemido y luego se metió dentro de mí. Los jugos con los que me marcó lo hicieron deslizarse profundamente dentro y fuera de mí hasta que me robo el aliento.

 

— Edward —Mi mano se prendió de sus abdominales contraídos—. Eso es muy profundo.

 

Disminuyó su ritmo, arrastrándose dentro y fuera de mí lentamente, y llevó sus labios a los míos. 

 

— Quiero que me sientas profundo dentro de ti, nena. Por completo.

 

Se empujó hasta que nada separaba a dos personas de ser una, compartiendo contacto visual, moviéndose juntas, respirando el mismo aire. Las repentinas sensaciones casi eran demasiado. Succioné una gran cantidad de aire y la retuve, liberándolo lentamente.

 

— Tu coño me pertenece.

 

Deje caer mi mano, sin querer mantenerlo lejos. Necesitaba todo de él. Amaba la forma en que me pertenecía por completo. Una vez que me di a las sensaciones y dejé el control, lo sentí increíble. Estaba estirándome, llenándome por completo, pero me encantaba. 

 

— Más rápido. . . bebé. . . casi estoy ahí. . . —Arqueé mi espalda, presionando mis caderas más cerca de las suyas. Mi segunda liberación floreció en lo profundo de mí. Me aferré a sus hombros y me sostuve apretadamente mientras golpeaba dentro de mí.

 

— Eres mía —Respiró—. Solo mía.

 

— Siempre —susurré.

 

Edward me levantó de la encimera y envolvió mis piernas alrededor de su cintura. Un brazo agarrado alrededor de mi trasero y el otro en la parte trasera de mi cuello, presionando mi boca con la suya. Sin romper nuestra conexión, nos llevó a la cama y me recostó suavemente, liberándose momentáneamente de mi cuerpo, mientras acomodaba la almohada debajo de mi cabeza. Gemí ante la pérdida. Ya me había venido dos veces y él una, pero la mirada en los ojos de Edward me dijo que estábamos lejos de terminar. La hambrienta mirada posesiva  que vi reflejada en sus ojos calentó mi piel e hizo mi pulso saltar erráticamente.

 

Se unió a mí en la cama, recostándose sobre mí para atraparme contra el colchón. Acunó mi cara en sus manos, bajando su boca a la mía y murmurando palabras reconfortantes entre dulces besos. 

 

— Lo siento, nena. Tenía la intención de ir lento. Quería tomarme mi tiempo contigo y hacerte sentir bien.

 

¿Se estaba disculpando? Se suponía que la encimera del baño no era el lugar más romántico para tener sexo, pero no iba a quejarme. No del todo. Sentí su erección empujando contra mi vientre y me retorcí debajo de él, tratando de acercarnos más.

 

Edward arregló los mechones de cabello salidos de mi frente y plantó suaves besos ahí. 

 

— Necesito hacerte el amor —susurró, con su profunda y sexy voz.

 

Solo asentí. No lo había escuchado usar esas palabras antes. Usualmente su lenguaje era más crudo, favoreciendo la palabra con F en nuestros actos físicos. Siempre sentí que había más entre nosotros, incluso desde el principio cuando sabía que no debía enamorarme de él. Lo hice. Total y completamente, a pesar de todas las cosas que había en nuestra contra, lo amaba. Lo necesitaba. Este hombre me consumía y no había cómo negar ese hecho. Salté encima de él, queriendo mostrarle que realmente estábamos bien. Su cuerpo se unió al mío y la lenta y dulce forma en que hicimos el amor me llenó por completo el corazón y el alma con tanta emoción, que tuve que agarrarme de sus hombros fuertemente para no combustionar de felicidad.

 

Lo monté rítmicamente, subiendo y bajando lentamente así podía sentir cada pulgada de él invadiéndome. Las sensaciones florecían en mí cada vez que estaba completamente sentada. El ritmo era agonizantemente lento, pero me dejaba mantenerlo. Sus manos se movieron a mis caderas, levantándome y bajándome contra él, me encantaba sentir su fuerza, comandando mi cuerpo para darse placer. Y él sabía exactamente lo que hacía.

 

 

 

 

 

 

 

Edward

 

 

 

 

 

 

 

El sonido de alguien tocando la puerta me despertó de un profundo sueño. Levanté a Bella del lugar que había reclamado en mi pecho, la coloqué suavemente a mi lado, retiré las sábanas y me puse de pie.

 

Bella rodó en el lugar que había desocupado y tiró de mi almohada entre sus brazos. Enrolló sus piernas envolviendo la almohada en un abrazo completo. Maldita almohada con suerte. Ella dejó escapar un pequeño murmullo somnoliento. Del mismo modo en que consideraba arrastrarme de nuevo en la cama, el sonido tocando la puerta capturó de nuevo mi atención. Con mi cerebro aún sin despertarse completamente, me esforcé en hacer que mi cuerpo dejara de lado a Bella, así que me puse un par de jeans y fui a abrir la puerta.

 

— Maldita sea, ya voy —murmuré, pasándome una mano por el cabello.

 

Un encargado del hotel me saludó y luego empujó un carrito de servicio a la habitación a través de la puerta y la sala de estar. 

 

— Firme aquí, por favor. —Deslizó un comprobante en mi dirección.

 

— Lo siento, pero no recuerdo haber pedido nada —Nos habíamos quedado la mayor parte de la noche hablando y teniendo relaciones sexuales, por lo que mi cabeza estaba un poco borrosa esta mañana, pero no recordaba haber llamado al servicio de habitaciones.

 

— No, no lo hizo —Señaló el papel—. Fue ordenado por una señorita Tanya Denali. Todo pagado.

 

Firmé el recibo y se lo devolví. —Gracias —murmuré y lo observé, confundido, mientras salía por la puerta.

 

Bella salió pisando suavemente de la habitación, un momento después, vestida con tan sólo una camiseta sin mangas y un par de mis bóxers. Me tomé un momento para simplemente asimilarla. Piernas delgadas, caderas curvilíneas, pechos llenos, y el cabello enredado y suelto sobre sus hombros. Exquisitamente hermosa. Y era mía.  

 

— Ven aquí, cariño.

 

Cruzó la habitación con los pies descalzos y envolvió sus brazos alrededor de mi cintura, acurrucada en mi pecho.

 

La abracé, saboreando la sensación de su pequeño y suave cuerpo, presionado contra el mío firme. 

 

— Me has robado mi ropa interior —le susurré en su cabello.

 

— Lo siento, ¿quieres que te los devuelva? —dijo con dulzura, con ese pequeño acento sureño en su voz apenas evidente.

 

Incliné mi cabeza hacia abajo y le robé una mirada. —No, se ven mejores en ti.

 

Mis manos se deslizaron de su cintura a su trasero, ahuecándolo en mis palmas y apretándolo suavemente. Sentí que mi chica temblaba ligeramente

 

— Llenas la parte de atrás muy bien —murmuré cerca de su oído.

 

Ella se rió y fue el sonido más dulce, ligero y sin preocupaciones. —Sí, pero tú llenas la parte delantera de una manera que nunca lo haré.

 

— Espero que jodidamente nunca. No creo que me gustes con una polla, cariño.

 

Se echó a reír de nuevo. — ¿Qué es todo esto? —preguntó, señalando el carrito de servicios.

 

— Uh, el desayuno, supongo.

 

— Que considerado. —Me besó en la boca antes de salir de mis brazos—. Sólo quiero tomar mi portátil y ver si me puedo conectar a la red Wi-Fi antes de comer.

 

Asentí con la cabeza y la vi agacharse para recoger su bolso para la portátil. Su trasero se veía lo suficientemente bueno para follarlo. Se aclaró la garganta y mis ojos se encontraron con los suyos.

 

— ¿Qué tal si me sirves un poco de café mientras enciendo esto? ¿Hay café?, ¿Verdad?

 

— Uh. . . —Examiné rápidamente el carrito y encontré una jarra de plata de lo que supuse era el café—. Sí. —Serví dos tazas de café, le añadí leche, y las puse sobre la mesa redonda del comedor. Me hice el ocupado mientras Bella encendía su portátil. Llevé los platos, cubiertos, y las raciones de comida a la mesa. Serví cada vaso con lo que parecía ser jugo de piña—. ¿Está funcionando, nena? — pregunté sobre mi hombro. Sabía que ella se estaba tomando en serio su nuevo trabajo como asistente. Encontraba atractivo su ética de trabajo, aunque por supuesto no me importaría en lo más mínimo si este viaje se trataba como unas vacaciones y descansar en la playa toda la semana. Ella se merecía un descanso después de toda la mierda que la había hecho pasar recientemente.

 

— Sip. Tengo una señal. Y parece que Tanya envió un correo electrónico con los detalles de la sesión de mañana. En la playa a las nueve a.m. Adjunta una página con las instrucciones de los previos.

 

— ¿Sí? ¿Qué dice?

 

Ella se echó a reír en voz baja. —Guau. Hay una asombrosa cantidad de detalles sobre la forma en que tu vello púbico debe estar recortado. Básicamente corto. . . Oh Dios mío. ¿Esto es en serio? —Ella dejó escapar una breve carcajada.

 

Honestamente, no era tan sorprendente. A menudo recibía instrucciones específicas para afeitarme la cara, el pecho y los abdominales. Esto era un poco fuera de lo normal, pero no tan inesperado. Era una sesión de traje de baño, después de todo.

 

— ¿Qué otra cosa dice? —pregunté.

 

Sus ojos se abrieron de par en par y se sentó en silencio parpadeando en la pantalla. —Tanya dejó una nota debajo de las instrucciones. —Su voz era temblorosa.

 

— Léemela.

 

Bella respiró hondo. —Nos vemos mañana, amor. Y P.D. Sé que estas instrucciones no plantean una dificultad para ti, teniendo en cuenta que siempre te has mantenido a sí mismo preciso y limpio. Con amor, Tanya.

 

Demonios, Tanya tenía que entender de una vez por todas que estaba con Bella. Y que por nada del mundo me separaría otra vez de ella. La amaba, y lucharía por esta relación. No dejaría que nada nada ni nadie (ni siquiera Tanya) lo estropeara otra vez.  

 

Me levante en cuestión de segundos, había cruzado la habitación, alejándola de la computadora por los hombros. —No le hagas caso. Ambos sabemos que ha sido un intento fallido para conseguir alejarme de ti. Soy tuyo. Sólo tuyo. ¿De acuerdo?

 

Ella asintió con la cabeza, con sus ojos fijos en los míos.

 

Me incliné y la besé suavemente. —Siéntate, nena. Disfruta de tu café. — Empujé la taza hacia ella y ella se sentó en la silla—. Come —insté, sentado frente a ella—. Tenemos todo el día para jugar antes de que el trabajo comience mañana. —Quería alejar de su mente el puto mensaje de Tanya.

 

— ¿Qué vamos a hacer?

 

 

 

—Cualquier cosa que quieras. Buceo superficial, buceo profundo, tomar el sol, tomar una siesta, ir de excursión, oh, y aparentemente tenemos que afeitarme las bolas en algún momento también.

 

Ella se rió. — ¡Edwaaard!

 

— ¿Qué? Me gusta seguir las reglas, nena. Y tú eres mi asistente ahora, así que creo que debes ayudar. A supervisar, por lo menos.

 

Negó con la cabeza, con una bonita sonrisa en su boca. —Gracias por pedir el desayuno. Esto esta delicioso. —Mordisqueó una pastelería de albaricoque rociada con miel. Una parte de mí quería guardar silencio, dejar que asumiera que había sido yo, pero una vocecita molesta en la parte de atrás de mi cabeza señaló que era probable que Tanya mencionara algo sobre el envío del desayuno. Necesitaba demostrarle a Bella que podía ser honesto acerca de las cosas grandes, así como las pequeñas.

 

— En realidad, Tanya lo envía —murmuré entre sorbos de café.

 

Las cejas de Bella se dispararon y bajó la pastelería a medio comer a su plato como si de repente perdiera su apetito. Casi se tragó el bocado que había estado masticando, la comida visiblemente se vio obligada a bajar por su garganta. 

 

— Oh. —Se levantó de la mesa—. Voy a la ducha.

 

Mierda.

 

Después de haber perdido también el apetito,  llamé al conserje y le pedí que sacara la comida de inmediato, así se habría ido antes de que Bella saliera de la ducha.

 

Le habría pedido su desayuno y alimentado en la cama si Tanya no hubiera interferido. Cristo, era un lío estar atrapado entre estas dos mujeres. Pero sobre todo por Tanya queriendo constantemente crear problemas en nuestra relación. Aparentemente Tanya, después de todo tal vez no tuviera la mejor de las intenciones para con Bella.

 

 

 

 

 

* * * *

 

 

 

Cuando Bella salió de la habitación vestida con un par de pantalanes cortos, camiseta roja y sandalias doradas, parecía que su buen humor había vuelto. Se veía adorable y sexy al mismo tiempo. Una sonrisa se posó en mi boca. —Ven aquí, preciosa.

 

Ella vaciló, mirándome insegura.

 

— Bella. —Le tendí la mano y ella cruzó la habitación y la tomó—. ¿Estás bien?

 

Ella asintió con la cabeza, pensativa, pero no habló.

 

—No dejemos que nos estropee esta mañana, ¿sí? Estaba tan feliz anoche y ésta mañana al despertar contigo —Llevé su mano a mi boca y le besé los nudillos—. Soy tuyo, nena, solo tuyo. ¿De acuerdo?

 

Asintió con la cabeza otra vez, parpadeándome con lágrimas no derramadas. Ahuequé su mandíbula y alineé mi boca con la de ella. Sentí sus brazos alrededor de mi cintura. Encajábamos perfectamente juntos. Sólo tenía que seguírselo recordando. Y la única manera que parecía saber cómo hacerlo era con el afecto físico. No era bueno con las palabras bonitas. Era bueno follando y hablando sucio.

 

Se veía bastante bien en estos pequeños pantalones, mis manos se deslizaron por los lados de sus muslos. —Necesito fuera estos y tus bragas.

 

Sus ojos se posaron en los míos y arrastró su lengua por su labio superior. — Pensé que íbamos a salir.

 

Su voz era tranquila, tímida. Tenía que demostrarle que ella era mía y que yo era suyo, y que la amaba. El deseo se encendió dentro de mí y le contesté de la única manera que podía.

 

—Déjame follarte —le susurré cerca de su oído y la sentí estremecer.

 

Tranquilicé sus temores acerca de nosotros, acerca de Tanya, de la mejor manera que sabía, despejándole de la cabeza todos los pensamientos, excepto uno, de tenerme dentro de ella. No estaba seguro de por qué, pero me encantaba escucharle rogar porque mi polla la llenara. Verla venirse era la mejor jodida vista en el mundo. Y la forma en que se ajustaba a mí alrededor como un guante era irreal.

 

Cuando empecé a deslizar sus pantalones cortos y bragas por sus caderas, Bella ya se retorcía por mi toque, lista para hacer esos pequeños gemidos que me encantan.

 

 

Capítulo 34: Bella Vs Tanya Capítulo 36: Desconfianzas e Inseguridades

 


 


 
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