Love Me (+18)

Autor: Lily_cullen
Género: + 18
Fecha Creación: 07/08/2015
Fecha Actualización: 25/10/2015
Finalizado: SI
Votos: 2
Comentarios: 45
Visitas: 83002
Capítulos: 47

 

Edward Cullen: modelo profesional con un status muy alto y maravillosamente guapo.

Isabella Swan: asistente personal de Tanya Denali de Status Model Management. Y como no enamorada de Edward Cullen.

Edward Cullen tiene una vida muy complicada tanto por sus constantes viajes de trabajo como por su vida personal. Por eso y por otros motivos no está dispuesto a complicarse más la vida empezando una relación con nadie. No está dispuesto a estar en una relación ni a comprometerse. Pero cuando se encuentra con Isabella Swan instantáneamente siente una atracción hacia ella, pero con el tiempo se convierte en algo más. ¿Se dará la oportunidad de amar y de ser amado?  

Isabella Swan ama y odia su trabajo, lo ama porque siempre se puede recrear la vista con los exquisitos especímenes con los que trabaja. Y lo odia porque le toco una jefa de lo más irritante, difícil, y aparte criticona. Pero aparte de eso, cuando conoce a Edward Cullen se siente inevitablemente atraída por él, pero ella sabe que no es conveniente sentirse atraída por un modelo y mucho menos enamorarse, y menos especialmente de él, pero la atracción entre ambos es simplemente inevitable.

 

 

Lo persoajes le pertenecen a Stephanie Meyer, esta historia esta adaptada en el libro Working it de kendall Ryan, yo solo lo adapte con los prsonajes de Edward & Bella 

Espero les guste :)

           

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Capítulo 17: Una Noche En Italia

 

Hola chicas aquí les traigo el otro capítulo. Espero lo disfruten. ^^

 

Más abajo encontraran otro adelantito. ^^;

 

  

 

 

 

 

Él iba vestido con pantalones vaqueros y una camiseta, pero su pelo estaba húmedo, como si acabara de salir de la ducha.

¿Se había duchado con Tanya? Mi estómago se agobió violentamente ante la idea. 

La mano de Edward se trasladó al marco de la puerta, bloqueándome la entrada. —Estoy hablando de algo con Tanya. Ahora no es un buen  momento. —Su voz era baja y su postura tensa. Definitivamente interrumpí algo.

Echando un vistazo detrás de él, vi a Tanya sentada en su cama, sus tacones lanzados y su bolso derramado a su lado.

Siempre me imaginé que Tanya era emocionalmente indestructible, sin embargo, allí estaba, con los ojos rojos e hinchados, con lágrimas corriendo libremente por sus mejillas. Apresuradamente se secó la cara con el dorso de la mano. Edward se aclaró la garganta y mis ojos volvieron de nuevo a él. El ambiente era tenso y estaba claro que yo era una intrusa.

— Te llamo en un rato —dijo, hablando en voz baja mientras me miraba con ojos tristes.

Asentí y me tragué el nudo en la garganta. Edward cerró la puerta, dejándome sola en el pasillo.

Mierda. 

 

 

 

 

 

 

Edward

 

 

 

Tanya me había tirado por un maldito bucle. Llegando a mi puerta, llorando como nunca la había visto hacerlo. La había escuchado y abrazado mientras ella lloraba y me contaba todo sobre sus intentos fallidos de tener un bebé. Nunca había tomado a Tanya por el tipo maternal. Pero a los treinta y ocho años, estaba al parecer desesperada por tener un bebé, con o sin un hombre en su vida. Era admirable de su parte ―su deseo de ser madre―. Por supuesto había poco que yo pudiera hacer para ayudar, aparte de abrazarla y tratar de acallar sus sollozos. Pero luego, cuando ella había vaciado el contenido de su bolso sobre mi cama, revelando la jeringa llena de medicamentos para la fertilidad que quería que le inyectara, enseguida supe por qué había venido a mí. 

Ella dijo que no quería que nadie lo supiera en caso de que no funcionara. Y estaba demasiado asustada para inyectarse a sí misma.

Justo cuando ella me estaba guiando por las instrucciones, un golpe en la puerta nos sobresaltó.

No podía decirle a Bella sobre esto. Respetaba los deseos de Tanya de mantenerlo en privado. Estaba esperanzada de que la haría quedarse embarazada con su próxima inseminación artificial programada, y nadie necesitaría saber sobre sus luchas.

La boca fruncida de Tanya me dijo que no era una ingenua, era muy consciente de la visita nocturna de Bella a mi habitación.

— Te estás acercando demasiado a mi asistente —dijo después de un minuto de silencio.

— ¿Quién? ¿Bella? —Me hice el tonto.

— Sí, Isabella. ¿Quién más?  Y no te hagas el sorprendido. Puedo ver que hay algo entre ustedes dos. —Permanecí tranquilo, desembalando las jeringas y las toallitas de alcohol sobre la cama a nuestro lado.

— Edward, hablo en serio. No me gusta eso. Cuando te dije que no te follaras a mi asistente, lo dije en serio.

— Relájate Tanya. No puedes estar tensa para lo que voy hacer.

Ella hizo una respiración profunda, tratando de calmarse. —Está bien, ¿pero te das cuenta de que si hay algo sucediendo, puedo despedirla y enviarla a casa? —Mi mandíbula se tensó, pero no le dije que si despedía a Bella, yo simplemente la mudaría a mi habitación y ella permanecería aquí conmigo.

— No harías eso. Quieres que te continúe ayudando, ¿no? —Destapé la jeringa y Tanya asintió dócilmente. Ambos sabíamos que yo tenía las de ganar aquí.

Ella me guio a través de las instrucciones que la enfermera le había dado, como empapar un lugar cerca de su ombligo con un paño con alcohol y luego pellizcar la piel antes de golpear rápidamente la aguja.

Después de administrarle la inyección a Tanya y despacharla, me hice una bebida fuerte.

Ahora, con un vodka con tónica en mi mano, envié un mensaje de texto a Bella y esperé su respuesta.

Estaba considerando verter otro trago cuando mi teléfono vibró contra la mesita de noche:

Bella: ¿Sigues con ella?

Me di cuenta de que estaba enojada. Ni siquiera quiso decir el nombre de Tanya. Supongo que no podía culparla.

Intuía que tenía alguna cosa extraña de celos femeninos y no era algo que yo quisiera alentar.

Yo: No, ella se ha ido. ¿Has comido?

Bella: No tengo hambre.

Yo: Ven arriba. Deja que te prepare una copa.

Le tomó varios minutos responder.

Bella: De acuerdo.

Su respuesta fue menos que entusiasta, pero iba a venir. Unos minutos más tarde, justo cuando había regresado de llenar el cubo de hielo, ella llamó suavemente a mi puerta. La abrí y tiré de ella hacia el interior, besándola suavemente en la boca.

Bella estaba tensa al principio, pero a medida que mis manos se cerraron alrededor de su cintura y se deslizaron hacia abajo para ahuecar su culo, la sentí relajarse contra mí. Dios, su culo se sentía increíble en mis manos. Sabía que le debía algún tipo de explicación, pero maldita sea mi cuerpo reaccionaba en conocimiento cuando ella estaba cerca. Habría tiempo para hablar más tarde. La quería a ella. Profundicé el beso, tirando de ella aún más cerca, hasta que su pecho estuvo presionado plano contra mí, y su lengua suavemente parpadeó contra la mía. Era perfecta.

— Necesito estar dentro de ti, nena.

Bella dejó escapar un gemido y mi polla saltó. Me encantaban sus suaves sonidos femeninos. La llevé a través de la habitación mientras mi lengua coqueteaba con la de ella, le di un empujón juguetón a Bella en la cama. Se extendió atrás, una pequeña sonrisa tirando de sus labios.

Sus ojos bailaron en los míos mientras su sonrisa se hacía aún más amplia. Me encantaba ver sus reacciones honestas hacia mí. El rubor de su piel, la forma en que se mordía el labio inferior. Ella era hermosa, natural. Y algo dentro de mí amaba eso. Tal vez era por el demasiado crítico, demasiado sentencioso negocio en el que estaba, pero admiraba su simplicidad. Tal vez era su educación de pueblo ―infiernos, quizá era sólo ella―. Pero fuera lo que fuese, Bella Swan se estaba metiendo rápidamente en mi piel y en mi corazón. Cuando me paré frente a ella, sus ojos vagaron por los míos, por mi pecho, y descansaron en la erección abombando mis pantalones. Se mordió el labio de nuevo.

— Ven aquí. —Extendí una mano hacia ella, y aceptó, puso su pequeña mano contra la mía, y se arrastró sobre la cama hacia mí.

Bella se arrodilló frente a mí, esos grandes ojos chocolates observando mis movimientos mientras liberaba la hebilla de mi cinturón.

Se lamió los labios mientras yo desabrochaba mis pantalones y luego tiré lentamente de mi cremallera. Apoyándose sobre sus rodillas, las manos de Bella se adelantaron para ayudar. Apreté sus manos en las mías, colocándolas firmemente a sus costados. 

— Compórtate.

Sus ojos se abrieron ante mi advertencia, pero obedeció. Ella era naturalmente luchadora, y sin embargo tan sumisa en el dormitorio. Era jodidamente excitante. Empujé mis pantalones y bóxers por mis piernas y luego agarré mi longitud. Su pulso se agitaba de forma errática en su cuello y sus ojos se concentraron en mi polla. Perezosamente acaricié mi longitud, lentamente pasando mi mano desde la base hasta la punta. El deseo en sus ojos me sacudió jodidamente duro.

Ahuequé la mejilla de Bella. —Ven aquí, chica bonita.

Mirándome con completa lujuria, Bella se inclinó hacia delante y abrió la boca.

Jodeeerrr.

La cálida caricia de su lengua era un jodido éxtasis. Bella abrió más la boca, con los ojos aún fijos en los míos mientras yo empujaba hacia delante, llenándola. Cuando la cabeza de mi polla golpeó la parte trasera de su garganta, se atragantó ligeramente y me retiré, arrastrándome fuera a regañadientes. Aún cubierto de su saliva, Bella me acarició, sus pequeñas manos masajeando y acariciándome. Se sentía increíble. No quería que se detuviera pero ella todavía tenía demasiada ropa. Quería ver sus hermosas tetas, besarla por todas partes, hacer que se corriera, follarla hasta que se quedara sin sentido.

Agarrando el borde de su camisa, la levanté y ella obedientemente elevó los brazos por encima de su cabeza, permitiéndome quitarla. Llevaba un sujetador de encaje lavanda que no había visto antes. Me gustaba que hubiera tantas cosas que descubrir aún. Era una cosa bonita, con volantes, pero quería quitarla de su cuerpo. Llegando detrás de ella para liberar el cierre, el sujetador cayó por sus brazos y lo quité lentamente mientras me inclinaba para besar toda su boca. No creo que pudiera cansarme de besar su boca. Los pequeños sonidos entrecortados que hacía, la forma en que sus manos tiraban de mí nerviosamente, tratando de acercarme. Ella era tan sexual y dulce a la vez. Era el paraíso. 

 

 

 

 

* * * *

 

 

 

Bella

 

 

 

Pasaron varias semanas y Edward y yo continuamos viéndonos con regularidad. Sabía que estaba siendo delirante, sabía que no éramos novios. No salías con un hombre como Edward Cullen. No podía ser domesticado. Él era como Clooney. Pero habíamos estado teniendo sexo regular, disfrutando de comidas juntos, y hablando; él compartió cosas conmigo, como yo lo hice con él. No tenía ni idea de a dónde nos llevaba todo esto. La pregunta era, ¿importaba? Un hombre como Edward tenía el potencial para destruirme. Lo supe desde esa primera vez que había estado en mi interior, moviéndose por encima de mí, raspando su rastrojo de barba contra mi cuello, su cálido aliento en mi hombro. Estábamos más cerca de lo que yo había estado con nadie. Mi cuerpo era adicto, mi corazón estaba comprometido, pero mi cabeza sabía que esto probablemente terminaría mal.

Tenía una debilidad en lo que a él se refería. No podía permanecer lejos. Su relación con Tanya aún me preocupaba. Nunca habíamos hablado de ese momento con lágrimas en su habitación del hotel. Edward no me ofreció la información sobre lo que Tanya estaba haciendo allí esa noche, y yo nunca le pregunté.

Cualquiera que fuera su historia, no estaba segura, pero él era su chico de oro y yo era su asistenta paleta. Ella se asustó cuando él pasó por alto tomar sus vitaminas. No dudaría en pensar que yo tocándolo lo contaminaría de alguna manera.

Edward tenía castings y pruebas durante el día, lo que estaba bien, porque Tanya me mantenía corriendo.

Me envió inesperados textos dulces mientras estaba en el trabajo para hacerme saber que estaba pensando en mí. En uno se quejaba de un traje que un diseñador le había puesto. Después de alguna insistencia, me había enviado una imagen divertida. El traje parecía una pantalla de lámpara. Pero él todavía se veía caliente. Mi caliente pantalla de lámpara.

La Semana de la Moda de París se acercaba y sabía que Edward iba a desfilar en shows de varios diseñadores. 

Estaba emocionada de verlo en la pasarela, con todos los ojos clavados en él y sabiendo que era mío. Me sentía como la Cenicienta que había capturado de alguna manera la atención del Príncipe Encantador.

Eché un vistazo a mi reloj, no podía esperar para volver al hotel y verlo. Era ridículo como de unida a él me había vuelto.

 

 

 

* * * *

 

 

 

Edward agitó un billete de avión hacia mí. —Milán mañana. ¿Quieres venir?

Tanya no había mencionado nada de Milán, lo tomé como que no estaba invitada. —No puedo simplemente ir contigo. Tengo que trabajar.

Cruzó  la habitación del hotel, su cálida mano rodeándome para ahuecar mi trasero. —Oh, voy a ponerte a trabajar. Su mano acarició mi trasero, acercándome para plantar un beso suave en mis labios.

Tirando hacia atrás antes de perderme en sus besos, puse una mano en su pecho. —Tanya no me dejará ir con ustedes sólo por gusto.

— Ella no va a venir. Sólo yo. Y tú, si te unes a mí. Es sólo una noche.

Lo miré con escepticismo. ¿Ella no iba a venir?

— Ella tiene citas con el médico. No te preocupes, yo me encargo de Tanya —dijo.

El hecho de que estaba dispuesto a discutir con Tanya era un gran problema. Plantó un suave beso en mi frente antes de alejarse y sacar su teléfono de su bolsillo. Marcó y continuó embalando una pequeña bolsa de cuero marrón que estaba abierta en su cama.

— Hey. Soy yo —dijo por teléfono—. Bien, ¿y tú? ―Continuó empujando artículos en la bolsa mientras yo paseaba por la habitación. Tanya iba a enloquecer—. Me gustaría que Bella se una a mí en Milán. ¿Puedes estar sin ella una noche?

Hizo una pausa, mientras contuve la respiración.

— Gracias, eso sería genial.

Terminó la llamada y tiró el teléfono en la cama. —Empaca tus cosas, nena. Nos vamos a Italia.

Me quedé allí, estupefacta. — ¿Dijo que sí?

Él me lanzó una hermosa sonrisa. —Está llamando a la línea aérea ahora para conseguirte un boleto.

¿Tanya estaba llamando para organizar mi boleto? ¿Había entrado en un universo alternativo? Evidentemente Edward tenía poderes de persuasión con ella. Algo en la forma ciega en que ella le obedecía no se sentía bien para mí, pero asentí y me aventuré a mi habitación.

Cuando llegamos al mostrador de boletos de la línea aérea el buen humor de Edward desapareció. El agente le dijo que mi billete había sido reservado en turista, parte trasera del avión, asiento del medio. Con él sentado en primera clase, no estaríamos sentados juntos. Parecía que Tanya se había cobrado su venganza.

Edward comenzó a conversar con la mujer en francés mientras yo estaba parada inútilmente a su lado. Su mandíbula se tensó mientras ella clickeaba en su teclado.

Tiré de su brazo. —No pasa nada si no estamos juntos. Es un vuelo rápido.

— Estoy viendo si te puedo conseguir un asiento en primera clase conmigo, y si no, me voy a cambiar a turista.

— Edward, no, es una tontería. Estoy bien en turista. —Era la manera de Tanya de señalar mi clase.

Él y la agente intercambiaron unas cuantas palabras tensas más y entonces él sacó su tarjeta de crédito.

— No tienes que hacer esto; primera clase es cara.

— Quiero hacerlo, nena. Déjame hacer esto. —Su mano encontró la mía y entrelazó nuestros dedos.

Asentí, viendo que no iba a ser disuadido. Se sentía bien ser atendidos de esta manera, sin embargo. Nunca me había sentado en primera clase antes.

Pronto estábamos sentados en los amplios asientos de cuero de primera del avión, bebiendo champán en copas de cristal. Primera clase me dejó atónita. En lugar de tener un estrecho asiento maloliente con alguien golpeando mi brazo y robando mi reposabrazos, Edward y yo descansamos y charlamos, bebimos champán, y mordisqueamos almendras saladas. Antes de darme cuenta, estábamos desembarcando y en ruta a nuestro hotel.

— Hay alguien que quiero presentarte —dijo Edward, quitándose los zapatos.

Había visualizado una romántica cena a la luz de las velas en el corazón de Milán, pero asentí.

— De acuerdo.

— Carmen y Eliot poseen una bodega a las afueras de la ciudad. No los he visto en años. Haremos un tour y cenaremos, si eso suena bien para ti.

— Sí. Por supuesto. Solo necesito una ducha.

Él asintió.

— ¿Bastará una hora? Avisaré más adelante.

— Una hora está bien. —Tendría que darme prisa; también necesitaba depilarme.

Cincuenta minutos más tarde, salí del cuarto de baño de mármol, me maquillé, me vestí en una falda de tubo negra, tacones con tiras, y un plateado top con cuentas. Edward estaba recostado en la cama, leyendo una novela que había cogido en el aeropuerto. Cogí los pendientes adornados por pequeños diamantes que me quedaron de mi abuela y me puse de pie frente el espejo de la cómoda para ponérmelos. Edward se levantó de la cama, acercándose por detrás para ponerme el pelo sobre un hombro, y plantó delicados besos contra la parte posterior de mi cuello.

— Mmm, eso se siente genial. —Dejé caer la cabeza para apoyarla en su hombro y sus brazos me rodearon.

— Te ves preciosa.

Nuestros reflejos mirándome eran un estudio en contrastes. Edward era un pie más alto que yo he impresionantemente guapo. La simple morena a la que vi con él no era preciosa para mí, pero estaba contenta de que él pensase eso.

Edward se deslizó en el mocasín. Su ritual de dos minutos para prepararse lo dejo viéndose increíble, como siempre.

Estaba vestido en unos oscuros chinos y una camiseta de polo con las mangas arremangadas. Se veía normal además de maravilloso.

Llamamos a un taxi y estuvimos en la ruta hasta la campiña sosteniéndonos las manos en el asiento de atrás. Casas y edificios se desperdigaban por las onduladas colinas, las cuales pronto se convirtieron en una expansión de frondosos árboles verdes diferentes a cualquiera de los que teníamos de regreso a casa.

— Entonces, ¿cómo conoces a Carmen y Eliot? —pregunté

— Carmen es una amiga de mi madre desde hace tiempo. Solían modelar juntas durante la Semana de la Moda de Milán. Y ahora dirige una bodega con su hermano. Suelo intentar visitarla cuando estoy en la ciudad.

— Me giré para enfrentarlo.

— ¿No es con la que. . . perdiste la virginidad, verdad?

Edward se rió en alto, captando la atención de nuestro taxista en el espejo.

— No. —No estaba segura de qué era tan divertido en eso, pero cuando llegamos treinta minutos después y Carmen nos saludó en la entrada, lo entendí. Tenía aproximadamente cincuenta años y con el tiempo no habría sido de su tipo. Era una mujer alta. Probablemente había sido muy atractiva en su juventud, pero ahora su rostro estaba alineado con profundas arrugas por trabajar en el sol.

Me empujó en sus brazos mientras le estaba hablando en italiano a Edward. Él rió y conversó con ella, aunque podría decir que el lenguaje no procedía con tanta naturalidad de él como el francés. Se encogió de hombros antes las palabras y asintió al lado. Me preocupaba que de por sí tendría que marcharse esta noche si ella y su hermano hablaban solo en italiano. Entonces habría vino extra para mí. Carmen me sostuvo en sus largos brazos, inspeccionándome de pies a cabeza.

— Encantada de ver a Edward con una mujer real —dijo al final, su inglés pesadamente acentuado.

No estaba segura de sí debería ofenderme o agradecerle por el cumplido. Elegí lo segundo. El brazo de Edward envolviéndose en torno a mi cintura sellaba el trato. Estaba orgulloso de presentarme a personas que consideraba amigos de la familia.

— Bella es tan real como se puede ser. —Presionó un suave beso en mi frente.

Eliot vino dando un rodeo por la casa, llevaba puesto un sombrero de paja sobre su cabeza, y se unió a nosotros, abrazando y besando tanto a Edward como a mí.

Su inglés no era tan claro como el de Carmen, pero al menos no tendría dificultad esta noche.

— ¿Todo montado? —preguntó Edward, asintiendo hacia un granero en la distancia. Me preguntaba qué era lo que había planeado.

— Sí, por favor, vayan, disfruten —dijo Eliot—. Y los veremos para cenar en una hora o así.

Después de presentarnos, regresaron a la bodega para atender a sus clientes. Era un hermoso día y había varios coches en el aparcamiento. Edward dijo que cenaríamos con ellos más tarde, una vez que el tour por la bodega terminase por el día. Tomó mi mano y me condujo hacia un antiguo granero al extremo de la propiedad.

El granero parecía tener cien años. Estaba mínimamente iluminado y frío por dentro. Edward me llevó a la parte trasera, donde bajamos varios pasos hasta un sótano rustico de vino. Los suelos de piedra y las unidades de estanterías amontonadas con botellas de vino se alineaban en las paredes. Había una pequeña mesa redonda situada en el centro de la habitación, dos taburetes de bar, y la brillante luz de las luces blancas de Navidad tensadas del techo hacían de la habitación romántica y atrayente. Encima de la mesa había una botella fría de vino blanco descansando en un cubo de hielo de mármol junto con un surtido de variados quesos y de carne en rodajas.

Miré a Edward.

— ¿Tu organizaste esto?

Asintió, observándome en silencio.

Un tipo de degustación privada se alojó en su rostro. —Pensé que esto podría ser más relajante que unirnos a uno de sus tours.

Muy considerado de su parte. Sacó un taburete y me indicó que me sentara. Una vez que ambos estuvimos sentados, Edward descorchó la botella y nos sirvió a cada uno una copa de vino.

— Salud. —Chocó la copa con la mía, sus oscuros ojos aun observándome.

— Salud —murmuré, llevándome la copa a los labios. Me recordaba a nuestra primera cita, compartiendo una botella de vino y alguna conversación educada. Por supuesto, ahora era mucho más conocido. Y me sentía levemente más cómoda a su alrededor, a pesar de que aun enviaba a mi pulso girando fuera de control.

Sorbimos el vino y mordisqueamos los deliciosos quesos mientras que Edward me contaba algo de la historia de la bodega. Había estado en la familia durante seis años y se administró por varios parientes durante ese tiempo. Me gustaba que los valores de esa familia pareciesen estar vivos y coleando en Italia. Grandes cenas familiares y administraciones juntas de negocios eran lo normal. Me recordaba al sur en algunas cosas. Pronto la botella estuvo vacía y Edward se levantó de su asiento para seleccionar otra de las cientos rodeándonos en la habitación.

Me aventuré por donde él estaba inspeccionando de cerca una botella.

— Estoy imaginando que te gustaría este rosato.

La palabra rodó de su lengua con su pronunciación italiana.

— Es afrutada y suave.

— Y es rosado —añadí, con brillantez.

— Sí, lo es. —Me sonrió con dulzura—. Mi color favorito.

Levanté una ceja.

— ¿El rosa es tu color favorito?

Su mano presionó entre mis muslos, acariciandome delicadamente.

— El rosa definitivamente es mi color favorito. —Sonrió diabólicamente.

Wow.

Situando la botella en el estante, Edward se inclinó más cerca, llevando la mano a mi nuca para poner mis labios en los suyos. Me besó mucho tiempo en la boca, mandíbula, y mejillas. Sintiéndome mareada por el vino y la oleada de sangre bombeándome en las orejas, me aferré a sus músculos. Estaba caliente y solido bajo mi palma.

Situó dulces y tiernos besos sobre mis labios y cuello. Se tomó su tiempo seduciéndome. Era imposible no caer bajo su hechizo. Permaneció en mi cuello, trazando besos por la curva de mi garganta, parando en mi pecho. Sentí sus dientes raspar la clavícula, y dardos de placer lanzados a mis pechos, donde desesperadamente quería sentir su boca. Me retorcí contra él, aun aferrándome a sus bíceps, frotando los pechos contra su pecho.

— Edward. . . no podemos aquí. . . —respiré contra su boca.

— ¿Eres lo bastante valiente como para burlarte de mí mediante un mensaje de texto? —Pasó un dedo a lo largo de mi mandíbula—. ¿Dónde está tu coraje, chica sexy?

No era sexy o preciosa. Pero Edward me hacía sentir como si pudiera serlo. Miré a nuestros alrededores. Al menos parecía semiprivado. Y si nuestros anfitriones estaban ocupados con los clientes. . .

Arrastró los dedos por mi columna, sus nudillos rozando al pasar cada vertebra, iluminando mi piel con fuego mientras él me mordía los labios. Era tranquilo, tan sexy y controlado, mientras yo sentía que estaba ardiendo.

Le cogí a través de los pantalones y le encontré ya duro. Cuando mi mano se envolvió en torno a él, ambos dejamos salir un gemido simultáneo. Edward me quitó con rudeza el top, revelando mi sujetador de encaje negro, y presionó un beso en mi pecho. Mi corazón latió continuamente cuando mire abajo y observé. Sus labios llenos viajaban por mi esternón, presionando deliciosos besos. Agarro las copas de mi sujetador, exponiendo mis pechos en su boca. Su lengua caliente rodeó un pezón mientras sus ojos se levantaban para ver mi respuesta. Su lengua lamió de atrás a adelante sobre el pico sensitivo y deje salir un gemido. Edward respondió al succionar mi pecho en su boca, besándome y lamiéndome codiciosamente.

— Sabes tan jodidamente bien, nena. —Su mano acaricio uno de mis pechos mientras su lengua acariciaba el otro.

Estaba perdida en las sensaciones, mis bragas creciendo en humedad y mis rodillas ya temblando. Mis dedos se enrollaron de camino a su pelo, manteniéndole devoto a mis pechos.

Su teléfono sonó, interrumpiendo nuestro gozo. Gimió un frustrado gruñido y lo sacó del bolsillo.

— Joder. Un segundo, nena. Es Tanya. Probablemente solo queriendo revisar.

Respondió el teléfono, dejándome de pie frente a él con los pechos mojados y expuestos. Edward me observaba mientras hablaba, situando una mano en mi cintura, su pulgar levemente acariciando mi cadera. Le preguntó sobre su visita al doctor, y a pesar de que sabía que solo estaba siendo educado, me frustraba.

La conversación se hizo eterna —algo sobre la Semana de Moda de Milán— después la frente de Edward se arrugo en concentración. Se apartó el teléfono de la oreja y murmuro, solo unos minutos más. . .

Intenté no enfadarme. Sabía que era una tontería, pero odiaba que Tanya le hubiese llamado, interrumpiendo nuestro tiempo privado juntos. Una repentina idea me asió.

Avivada por las tres copas de vino y una saludable dosis de lujuria, me dejé caer de rodillas frente a él.

Su cuerpo estaba tan tenso como un alambre. Los ojos de Edward se ampliaron cuando cogí la cremallera y la baje. No pude evitar la sonrisa curvándose en mi boca. Me gustaba que él sacase mi lado temerario. No solo estábamos en un lugar público donde alguien podría descubrirnos en cualquier momento, sino que él estaba al teléfono con mi jefa. Su mano acarició mi pelo y me miró con una sonrisa malvada.

Le deslice los pantalones y boxers hasta las rodillas. No estaba completamente duro, pero cuando mi mano lo envolvió, tocandolo lentamente, le sentí engrosarse y extenderse en mi agarre. Observé su cara mientras yo trabajaba.

El placer sobrepaso sus rasgos, sus ojos estaban poniéndose oscuros de deseo.

— Sí, aún estoy aquí —dijo rudamente al teléfono—. Lo siento, ¿qué decías?

Quería reclamarle, apropiarme de él.

¿Me diría que parase… o se correría al teléfono con Tanya? No estaba segura de que era lo más posible, pero me sonreí a mí misma al pensar en este pequeño experimento. Necesitaba ver a quien elegiría. Si ella era más importante para él, me pararía para que continuara con su conversación. Rezaba para que se inventase una excusa y le colgase.

Ahora completamente duro y largo, lo toque más rápido y sentí sus rodillas temblar. Mi boca se cerró a su alrededor y un suspiro se escapó de sus labios. Envolví ambas manos alrededor de su gruesa longitud y chupé el calor de su punta, usando la lengua para prodigarle en amplias estocadas antes de empujarle por la parte posterior de mi garganta. Le escuché decir algo por teléfono, pero toda mi atención estaba en él. Adoré su polla, completamente disfrutando. Un estrangulado grito escapó de la parte trasera de su garganta mientras luchaba por el control.

Cuando ambas manos cubrieron la línea de mi mandíbula, supe que había terminado la llamada, y estaba inundada de emociones mientras Edward disparaba hacia adelante, llenándome la boca. Levanté los ojos para mirarle. Empujó las caderas hacia adelante, invadiendo mi boca abierta, y se retiró, arrastrándose dentro y fuera de mi boca con lentitud pero profundamente. La expresión en su rostro era de puro placer. Sus parpados eran pesados, su respiración acelerada. Suaves gemidos escapaban de sus labios apartados cada vez que empujaba adelante y bombeaba en el fondo de mi garganta.

— Joder nena, esto es genial. —Las calientes manos de Edward me apartaron el pelo de la cara mientras sus ojos seguían mis movimientos—. Me encanta ver mi polla enterrada en tu boca.

Me di cuenta de que nunca había terminado este comienzo para acabarlo por él, y de repente quise hacerle correrse. Abrí la boca para acomodarle, aun agarrando su longitud en mis manos.

— Bella, joder, joder. . . —Su respiración se incrementó y un suave retumbo en su pecho me dijo que estaba acercándose.

— Nena. . . voy a. . . nena. . . oh joder. . .

Cubriendo la parte trasera de mi cabeza con una mano, presionó hacia adelante cuando llego, enviando chorros calientes de semen deslizándose por el fondo de mi garganta con el mínimo esfuerzo de mi parte. Él sabía lo que estaba haciendo, eso estaba claro.

Edward llegó a mí, poniéndome de pie, y me besó la frente antes de meterse en los pantalones.

— Eso fue. . . Wow. —Sonrió con dulzura.

Disfruté de su cumplido, feliz y orgullosa por haberle dado placer.

— ¿Estuvo bien?

— Estoy a punto de ponerme sobre una rodilla. —Se rió entre dientes.

Había poco tiempo para reflexionar lo que significaba su comentario porque casi tan rápido como me había arrastrado a sus pies, su boca estaba viajando por mi garganta y sus manos se movían por el borde de mi falda. No me había dado cuenta de cuan mojada el proceso de placer de él me había puesto, pero no había que negarlo.

Estaba empapada. Su largo dedo índice me invadió, y deje salir un suspiro. Le agarré por los hombros, besándolo con entusiasmo mientras incesantemente me llevaba más y más cerca.

Las voces al exterior de la bodega rompieron nuestro beso cuando ambos miramos a la puerta. ¡Mierda! Me esforcé por arreglarme la falda y cubrirme, pero las manos de Edward detuvieron las mías. ¿Estaba loco? Eliot y Carmen estaban, aparentemente, conduciendo a su grupo a través del granero.

— Déjame terminar, cariño. —Su boca se estrelló contra la mía y sus dedos continuaron su dulce asalto, enviándome más cerca del borde. No sabía si era la sensación de peligro, la posibilidad de ser descubiertos, o la dominancia de Edward sobre mi cuerpo, pero me desmoroné por completo, sin vergüenza balanceando las caderas contra su mano para sobreponerme a la sensación. Edward me beso para acallar los gemidos cayendo de mis labios.

Las voces se fueron apagando, y de alguna manera no fuimos descubiertos.

Después, nos metimos dentro de la casa y Edward me mostró el cuarto de invitados donde me lavé y me puse presentable.

Cuando entramos en el gran salón con una rustica mesa de plataforma de madera, los olores de ajos, tomates y carne asada nos dio la bienvenida. Eliot descorchó una botella de vino rojo y Carmen colocó varios platos de porciones grandes en el centro de la mesa.

¡Grazie! —Nos saludó con calidez, metiéndonos a cada uno en una silla.

No me di cuenta antes, pero ahora que podía oler la comida, estaba famélica.

Los ojos de Edward permanecieron en los míos a lo largo de la comida, probablemente porque no pude evitar los gemidos cada vez que probaba un nuevo plato.

No puedo decir que la conversación fluyó exactamente, porque bueno, no lo hizo. Ni Eliot ni Carmen hablaban un gran inglés. Pero la comida estuvo deliciosa. Algunas de las mejores cosas que jamás había probado ―carne asada, raviolis frescos rellenos con queso ricota y albahaca, todos combinados con riquísimos vinos locales. Nuestros anfitriones eran cálidos, amables y fue una comida encantadora.

Al final de la cena, Edward pidió nuestro coche y nuestros anfitriones nos condujeron a la puerta. Carmen me empujó en un abrazo, agradeciéndomelo y diciéndome que Edward era un buen hombre y que necesitaba una buena chica.

Estaba claro que era una figura maternal para Edward, y me sentí honrada de que él hubiera pensado en presentarme.

— Gracias por venir —dijo Edward una vez que nos metimos en el coche.

Sonreí y apoyé la cabeza en su hombro.

El viaje de regreso a Milán fue oscuro y estuve dormida. Me acurruque contra él, completa y feliz. Tenía la esperanza de que nada cambiara.  

 

 

 

****

 

 

Al día siguiente tuvimos un vuelo muy tardío, pero primero Edward tuvo una sesión de fotos. Me instó a que me quedara en el hotel, durmiera, ordenara el desayuno, y tomara un buen baño en la bañera. Él volvería a buscarme en unas pocas horas. No discutí. Después de todo el vino de anoche, un poco de sueño extra era exactamente lo que yo quería.

Cuando me desperté una hora más tarde, llamé al servicio de habitación y dejé que la bañera se fuera llenando, añadiendo un generoso chorro de baño de burbujas. Era agradable tener una mañana para mí para relajarme. Por lo general, Tanya me hacía correr temprano, así que esto era algo muy raro de lo que pudiera disfrutar.

Después de un baño tranquilo, me vestí con la esponjosa túnica de hotel y me comí mi huevo escalfado y pan tostado. Entonces, mientras esperaba a Edward, me arrastré a la cama y miré los canales de televisión en francés.

Miré la hora, y dándome cuenta de que sería la última hora de la tarde en Tennessee, decidí llamar a mi mamá.

El acento de mi mamá entró por el teléfono. —Hola cariño, ¿cómo estás? Te extraño mucho, cielo ¿Dime, cómo es París, cariño? ¿Están siendo los franceses unos snobs?

Me eché a reír. Dios, necesitaba esto. Necesitaba oír su voz. Era como un pequeño pedazo de casa y de inmediato me conectó a la tierra. 

— Oh mamá, aquí es increíble. He estado en las oficinas de Yves Saint Laurent y castings de Versace y tengo muestras de Louis Vuitton. Y estoy en Milán en estos momentos. —No mencioné a Edward.

Ella estaba en silencio en el otro extremo, y me pregunté si conocía los nombres de los famosos diseñadores que había nombrado.

— No te dejes atrapar por ese mundo. Esas personas no son como nosotros, cariño. 

Sus palabras me detuvieron. Ella tenía razón. Nunca me había sentido tan fuera de lugar, pero con Edward no tenía que fingir ser alguien que no era.

— No te preocupes, mamá. Sigo siendo yo. —Sonreí, sabiendo que era verdad.

— Bien. No puedo esperar a que llegues a casa para una visita. Con tu padre tanto en la carretera, me siento sola.

Mi padre era un conductor de camión y desaparecía gran parte de la semana. Escuché mientras ella seguía hablando sobre la comida comunitaria de la iglesia y sus preciados tomates, de vez en cuando me hacía preguntas y exploraba más profundo. Fue bueno, sólo escuchar su voz. Me recordó que había un mundo más allá de la ostentación y el glamour de la Semana de la Moda, que estaba destinada para más en la vida.

Esta era una aventura temporal y darme cuenta me inquietó. Había estado tan atrapada en este torbellino, que me pregunté qué pasaría una vez que estuviera de vuelta en casa. ¿Seguiría Edward todavía interesado en mí una vez que estuviéramos en Nueva York? Traté de imaginármelo en mi pequeño y sórdido apartamento, pasando el rato conmigo y Rose. Era como tratar de imaginar a Tanya vestida de alta costura del año pasado. Nunca iba a suceder.

— Iré pronto a casa, mamá. Saluda a papá de mi parte. Te quiero.

Ella parecía tan lejana, mi casa de la infancia en el campo era un recuerdo lejano en el bullicioso mundo de la moda de París y Milán. Y mi romance con Edward consumía cualquier cosa, todo pensamiento de vigilia, e incluso inspiraba mis sueños. Sabía que probablemente no era saludable, pero era mi realidad. Me había aspirado en su burbuja, y no quería que terminara.

Después de despedirnos, me acurruqué en la cama para esperar la llegada de Edward.

¿Era yo realmente tan superficial que un atractivo ―aunque increíblemente atractivo― hombre me podía convertir en un montón de gelatina? Pero era más que eso, me recordé a mí misma. Por mucho que me gustara su aspecto exterior, me gustaba por todas sus cualidades que no tenían nada que ver con su buena apariencia.

Él había sido honesto y directo conmigo acerca de sus metas. La forma de hablar acerca de su futuro y su sabiduría financiera era sexy. Demostró su habilidad para planificar el futuro y prepararse. Puso mis necesidades primero cuando habíamos intimado, que era más de lo que hubiera esperado basada en mis decepcionantes experiencias anteriores. Por no hablar de que el hombre tenía el gen de hablar sucio. Lo que significaba que a largo plazo, él sería del tipo que mantiene las cosas interesantes. Sólo lo suficiente para que la espontaneidad mantenga el fuego encendido. Sabía que estaba adelantándome a mí misma, sin embargo. Maldita sea, estaba lista para elegir los vestidos de dama de honor y él ni siquiera me había dicho aún que éramos exclusivos. Si esto era sólo sexo, ¿por qué se sentía mucho más?  

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Quien se iba a imaginar que con ese genio que se carga Tanya, deseaba ser madre, verdad? :P   Y bien que les ha parecido el cap?  

Aqui les dejo el adelantito ;P    

 

Cruzando la habitación, me dirigí directamente a la zona del salón VIP iluminado más débilmente. Con espejos como paredes y bolas de discoteca arrojando pequeñas manchas de color que rebotaban por la habitación. El efecto era desorientador.

Vi a Edward en el extremo opuesto de la habitación sentado con un grupo de chicos y chicas en uno de los blancos sofás de cuero. Aún no me había notado, y cuando me acerqué vi líneas finas de polvo blanco dibujado en la mesa delante de ellos. Aunque Edward y yo nunca habíamos discutido el uso de las drogas, yo había asumido que él no las consumía. Ahora ya no estaba tan segura.

Sostenía un vaso de licor de color ámbar y tenía los ojos un poco vidriosos. El pánico se apoderó de mí y mi estomagó cayó a mis pies. Tal vez yo no lo conocía en absoluto. Cuando sus ojos se encontraron con los míos, el reconocimiento cruzó sus rasgos. Se enderezó en su asiento, alejándose ligeramente de la chica esquelética escondida a su lado.

— Nena. Ven acompáñame. —Extendió una mano hacia mí y la tomé, metiéndome entre él y la modelo junto él. No sabía su nombre, pero su rostro me era familiar. Estaba bastante segura de que la había visto en el show de Prada de antes. En lugar de apretarme entre ellos yo misma, me quedé de pie, encajada entre el sofá y la mesa baja de café cerca de las rodillas de Edward. Él me miró, su sonrisa un tanto sombría.

De repente, no quería estar allí. Yo no era parte de esa escena. Las drogas no estaban bien conmigo, y sentarme y disfrutar de una bebida se sentía como que estuviera justificando el consumo de cocaína llevándose a cabo a nuestro alrededor. Y ciertamente yo no lo hacía. Llámenme aguafiestas, mojigata o lo que quieras, pero volver a mi habitación y tomar un baño de espuma parecía mucho más atractivo que salir con esa gente.

— Creo que me voy a ir. 

Edward se levantó, inestable sobre sus pies. —Entonces te llevaré de regreso.

Lo agarré de su bíceps, manteniéndolo estable. Parecía que sería yo quien lo llevaría de vuelta a él. Nunca lo había visto estando borracho. Y algo en mí no le gustaba. Me preocupaba por él. ¿Cuánto había bebido? ¿Y él podía estar bebiendo si estaba consumiendo medicamentos? Le ayudé a maniobrar desde donde estábamos en el espacio entre la mesa y sofá.

A medida que nos abrimos paso por el centro de la habitación, enrosqué uno de mis brazos alrededor de su cintura para mantenerlo caminando recto. Nunca lo había visto tan destrozado, y no podía decir que era una fan. Yo sabía, por experiencia, que no había nada divertido sobre cuidar de alguien borracho, y que era propenso a enfermarse más tarde.

Edward se tambaleó hacia la puerta, apretando una mano alrededor de mi cadera. —Gracias, bebé. 

Estaba dispuesta a adivinar que no había comido nada en todo el día. Lo juro, nadie alimentaba a estos modelos. Por lo menos yo esperaba que eso fuera todo, demasiado alcohol para un estómago vacío. Luché por mantenernos a ambos encabezados en la dirección correcta, manteniendo mi agarre sobre Edward, mi bolso y tratando de mantener el equilibrio sobre mis tacones de aguja.

Sentí una gran mano cerrarse alrededor de mi codo.

— Ya lo tengo. —La profunda voz familiar de Emmett dijo detrás de mí.

Solté mi dominio sobre Emmett y le permití el paso entre nosotros. Arrojó un brazo por debajo del  hombro de Edward, guiándolo con facilidad hasta el ascensor.

Me arrastré detrás de ellos, un poco avergonzada.

— ¿Demasiada bebida, Eddie? —le preguntó Emmett una vez estuvimos todos dentro del ascensor.

Edward asintió, el reconocimiento parpadeando en sus ojos mientras observaba al hombre de pie delante de él.

— Emm.

Emmett se acercó, tirando de mí dentro de las puertas, manteniendo su control sobre Edward.

La mano de Emmett permaneció pegada a mi cadera, sosteniéndome cerca de él. El calor de su mano estaba a fuego lento a mi lado, empujando mis pezones contra el encaje de mi sujetador. Mi cuerpo sentía curiosidad por él, incluso si mi mente estaba envuelta con Edward.

— ¿Vas a compartirla conmigo? —le preguntó Emmett a Edward, con los ojos todavía en los míos.

Hasta mañana chicas!!

Besos y cuídense ^_^

 

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