Love Me (+18)

Autor: Lily_cullen
Género: + 18
Fecha Creación: 07/08/2015
Fecha Actualización: 25/10/2015
Finalizado: SI
Votos: 2
Comentarios: 45
Visitas: 83009
Capítulos: 47

 

Edward Cullen: modelo profesional con un status muy alto y maravillosamente guapo.

Isabella Swan: asistente personal de Tanya Denali de Status Model Management. Y como no enamorada de Edward Cullen.

Edward Cullen tiene una vida muy complicada tanto por sus constantes viajes de trabajo como por su vida personal. Por eso y por otros motivos no está dispuesto a complicarse más la vida empezando una relación con nadie. No está dispuesto a estar en una relación ni a comprometerse. Pero cuando se encuentra con Isabella Swan instantáneamente siente una atracción hacia ella, pero con el tiempo se convierte en algo más. ¿Se dará la oportunidad de amar y de ser amado?  

Isabella Swan ama y odia su trabajo, lo ama porque siempre se puede recrear la vista con los exquisitos especímenes con los que trabaja. Y lo odia porque le toco una jefa de lo más irritante, difícil, y aparte criticona. Pero aparte de eso, cuando conoce a Edward Cullen se siente inevitablemente atraída por él, pero ella sabe que no es conveniente sentirse atraída por un modelo y mucho menos enamorarse, y menos especialmente de él, pero la atracción entre ambos es simplemente inevitable.

 

 

Lo persoajes le pertenecen a Stephanie Meyer, esta historia esta adaptada en el libro Working it de kendall Ryan, yo solo lo adapte con los prsonajes de Edward & Bella 

Espero les guste :)

           

+ Añadir a Favoritos
Leer Comentarios
 


Capítulo 32: Pasando El Día Juntos

Me he equivocado chicas, ayer pensé que había subido los tres capítulos y solo he subido dos, así que van a ser tres capítulos en vez de dos.  ^_^

 

 

 

 

 

Bella

 

 

 

 

 

La habitación estaba demasiado brillante, y mi garganta se sentía en carne viva y rasposa. Parpadeé abriendo mis ojos e intentando tragar.

 

Ouch.

 

Estaba en carne viva e irritada.

 

¿Qué infiernos pasó anoche?

 

Oh Dios. Recuerdos destellaron en mi mente. Tanya con su perfecto pequeño vientre abultado. Yo atracándome el licor. Luchando por recordar que pasó antes de eso.

 

Parpadeé mirando alrededor. Edward estaba acostado a mi lado, durmiendo y descansando plácidamente, su cabello despeinado por dormir y una arruga en una de sus mejillas.

 

Estaba agradecida de estar aquí con él, pero ¿cómo llegué a su cama?

 

Recuerdos de estar enferma en su baño y el cargándome a su cama, danzaron en mi subconsciente.

 

Dios, la cabeza me palpitaba.

 

Aparté las sábanas y salté de la cama sobre mis inestables piernas, tratando de estar lo más quieta posible. Quería dejarlo dormir. Me fui a la cocina por un vaso de agua. Me bebí medio vaso cuando mi estómago gruñó fuertemente. En lugar de terminar el agua como mi seca garganta anhelaba, hice caso al aviso de mi estómago y puse el vaso en la encimera. Necesitábamos tomarnos las cosas con calma el día de hoy.

 

Calenté el agua en la ducha para lavar el maquillaje de la noche anterior y la suciedad de mi piel. El agua se sentía divina, y después de enjabonar mi cabello con el jabón multipropósito para cabello y cuerpo de Edward, ese que olía a ligera y fresca colonia, me envolví con una esponjosa toalla y me dirigí a la habitación. Me vestí con el pijama que él generalmente me daba, bóxers y camiseta.

 

Cuando salté a su lado, Edward rodó hacia mí y cubrió mi cuerpo en un abrazo. 

 

— Mmm, buenos días, nena. . . —murmuró, sus labios frotando el hueso de mi cuello.

 

— Buenos días —Me acurruqué contra él, enredando mis piernas con las suyas.

 

— ¿Cómo te sientes?

 

— Bien. Un poco mareada —admití.

 

— Puedo hacerte unas tostadas si quieres.

 

— Eso está bien. Probablemente debería ir a casa. —Nada como ser bienvenida. Estaba acostumbrado a tener su propio espacio, paz, y tranquilidad, estaba segura.

 

Sus brazos se apretaron a mí alrededor. —Hoy no vas a ninguna parte.

 

— Oh, ¿En serio?

 

— Eres mía hoy. Quiero que pasemos el día juntos.  

 

Sonreí ante su convicción. Me encantaba saber que era suya. Esperaba no haber hecho nada vergonzoso cuando estaba ebria anoche. 

 

— Gracias por cuidar de mí.

 

— Seguro, nena. Eras de alguna manera linda.

 

Mi ceño se frunció, luchando por recordar que pude haber hecho o dicho. 

 

— ¿Hice, um, dije algo embarazoso anoche?

 

Su cuerpo se tensó sobre el mío. —No te preocupes por eso. Estabas ebria.  —Saltó de la cama, lanzando una camiseta sobre su cabeza y dejándome, preguntándome que fue lo que posiblemente dije que lo tenía actuando distante.

 

Mierda.

 

— ¿Edward?

 

 

 

Miró la alfombra de felpa. —Tú, ah, mencionaste algo sobre nosotros teniendo lindos bebés.

 

— Oh. —Bien, eso fue estúpido. ¡Joder!, ¿Por qué no podía mantener mi boca cerrada? El alcohol para mí era como un suero de la verdad. Cosas que no debería decir, aparentemente, solo las vomitaba—. Lo siento por eso —me disculpé débilmente.

 

Sacudió la cabeza. —Voy a hacerte algo de comer.

 

— Está bien. —No me perdí que no siguió con el comentario sobre bebés. Pudo, pero solo huyó de la habitación. Maldición.

 

Me aventuré en el baño, cepillé mi cabello, y lo aseguré en una trenza sobre mi hombro. Sabía que estaba en un estancamiento, pero necesitaba un momento antes de enfrentarlo. No habíamos salido en largo tiempo, y ahora estaba hablando sobre tener un bebé con él. Señor, ayúdame. No podía culparlo si quería correr hacia las colinas. Varios minutos más tarde me uní a él en la cocina.

 

Había preparado café y estaba hurgando en su refrigerador vacío. —Esa taza es para ti, nena. Estoy tratando de ver qué puedo hacerte.

 

Envolví mis manos alrededor de la taza caliente con café y me asomé sobre el hombro de Edward. El refrigerador contenía una extraña colección de condimentos y botellas de agua caras.

 

— Se ve como que debería ir a cazar y reunir comida para alimentar a mi mujer. —Edward sonrió cálidamente, presionando un tierno beso en mi frente—. ¿Algo en particular que se te antoje?

 

Sacudí la cabeza. Tolerar cualquier comida con mi estómago revuelto, sería un milagro.

 

— Solo tengo una cosa: pasta. La mejor comida para curar una resaca. Confía en mí. Estaré de vuelta en un momento.

 

— Es dulce de tu parte el ofrecimiento, pero tal vez solo debería irme a casa. No creo ser muy buena compañía el día de hoy. Tengo resaca, síndrome premenstrual. . . —hice una pausa. Ups. Realmente no debí haber dicho esa parte en voz alta.

 

Edward elevó una ceja. —No. Hoy cuido de ti. No voy a tardarme mucho en agarrar la comida.

 

Estaba segura de que su paladar era más aventurero que el mío. Él había viajado, y había vivido en la ciudad de Nueva York por muchos años, una de los lugares con más diversidad cultural en el mundo. No creía que mi mareado estómago retendría un curry o algo demasiado picante o algo aventurero ahora mismo. Pero solo asentí. Confiaba en él. Simplemente no confiaba en mi estómago.

 

— Ve a relajarte. —Me dio una suave palmada en el trasero—. Las Advil están en el gabinete del baño. Estaré de regreso pronto.

 

Me acosté en la cama en posición fetal cuando Edward se fue, y aunque no había esperado quedarme dormida, el sonido de la puerta cerrándose me despertó un poco más tarde.

 

Me aventuré en la cocina y encontré a Edward desempacando cartones de comida en una tabla de cortar, en la isla de la cocina. Fragantes aromas de ajo, pollo salteado y vegetales gratinados me saludaron. Olía estupendo y mi estómago gruñó ante el pensamiento de algo caliente llenándolo.

 

Edward sacó tazones de los gabinetes y vació el contenido de los contenedores. 

 

— Te encantará la comida de este lugar. Es uno de mis favoritos cuando estoy en Nueva York. Solo no le digas a Tanya. —Su mirada de repente fue a la mía, sus ojos abiertos, como si no pudiera creer que había dicho su nombre.

 

Involuntariamente me estremecí, pero rápidamente me recuperé, encogiéndome de hombros. 

 

— Mis labios están sellados. —Sonreí.

 

La sonrisa despreocupada de Edward volvió mientras se recuperaba de su metida de pata al mencionar a esa que no debía ser mencionada.

 

La visión de fideos delgados en una salsa ligera con el pollo y los vegetales en corte juliana me hicieron agua la boca. No era un desayuno convencional, pero considerando que era medio día, era perfecto.

 

Edward llenó cada vaso con agua helada de una jarra del refrigerador y tomamos nuestros tazones de fideos a la sala de estar. Acomodándome en el sofá, tomé un gran bocado. Edward me observaba, esperando mi reacción.

 

— Maravilloso, ¿no?

 

—Oh mi Dios —gemí con la boca llena—. Esto está delicioso. —Sostuve una mano en alto, masticando lentamente, degustando los sabores—. Buen Dios, que bueno está esto —confirmé, alcanzando otro bocado.

 

Edward se rió entre dientes y tomó un bocado del suyo. —Te lo dije. Juraría que ellos ponen droga en su comida. Es jodidamente adictiva.

 

Asentí, llevando felizmente otro bocado de mis deliciosos fideos a mi boca. Una vez que el tazón había quedado vacío, me obligué a no lamer la salsa del fondo del plato y dejé que Edward lo pusiera en el lavaplatos. Descansando mi espalda contra el sofá, froté mi estómago lleno. Exhalé, esta cosa podría hacerme casi rivalizar con Tanya, ahora mismo. Mi pequeño vientre abultado.

 

Decidí mandarle un texto a Rose para hacerle saber que estaba con Edward.

 

Yo: Estoy con síndrome premenstrual. Y con resaca. Él está consintiéndome, así que, voy a estar aquí. 😊

 

Rose: Chica suertuda. Los chicos con los que he salido quieren sexo anal cuando estoy con mi período. ¡Es muy consentidor! LOL.

 

Me reí entre dientes y metí mi teléfono de nuevo en mi bolso. Señor, esa chica me hacía perder el control.

 

— ¿Está todo bien? —preguntó Edward, con una expresión de diversión en su cara.

 

Me di cuenta de que solo había estado riendo para mis adentros.  

 

—Bien. 

 

No quería decirle sobre el comentario de Rose sobre sexo anal. No tenía sentido darle ideas. Pero ella tenía razón, él era consentidor.

 

 

 

 

 

 

 

* * * *

 

 

 

 

 

Salir en Nueva York fue divertido, exótico, y exhaustivo. Estuvimos en el Museo Metropolitano de Arte, cenamos en un auténtico restaurante étnico en Chinatown y Little Italy, visitamos Broadway y el Teatro Americano de Ballet, y pasamos todo un domingo relajante en el Zoológico de Central Park, donde Edward había estado una vez cuando era un niño el cual por supuesto nunca había visto.

 

Compartimos cócteles en bares acogedores, y Edward me enseñó el arte de sorber ostras frescas en un pintoresco bar de comida de mar. Él conocía la ciudad de Nueva York y llevo “salir en citas e ir lento” al siguiente nivel, nunca había estado tan llena de comida y vino. Y aun así frustrada sexualmente.

 

Estaba lista para llevar las cosas al siguiente nivel pero cada noche después de nuestras citas o me llevaba a casa con Rose o me ponía en su cama con un dulce beso de buenas noches las noches en las que me quedaba. Nada más.

 

Decidiendo tomar el asunto en mis manos, planeé esta cita para el domingo por la noche. Después de consultarle a Rose en qué tipo de cita en la noche podría llevar a fluir la sangre de Edward en la dirección correcta, y declinando su idea de visitar un club de striptease juntos, lo reservé a él para el postre. Chocolate fundido, específicamente.

 

Planeé la cita romántica y esta noche se suponía que seríamos solo él y yo, pero después de pasar todo mi domingo buscando en internet y aplicando para trabajos, estaba frustrada y cansada. Me sentí deprimida. Para todo el trabajo que había hecho hasta ahora, había tenido solamente dos llamadas en mi currículo. Y tampoco parecía prometedor.

 

Estaba a mitad de una disculpa con Rose por mi falta de habilidad para pagar la mitad de la renta cuando Edward llegó. Su toque en la puerta interrumpió el momento tenso y respondí, dándole un beso rápido en la mejilla.

 

— Te ves maravillosa, nena. —Su mano se posó en mi cadera—. ¿Estás lista?

 

— Lo siento, pero, ¿puedes darnos solo un minuto? Estaba discutiendo algo con Rose.

 

— Por supuesto. —Palmeó mi espalda mientras retrocedía un poco.

 

Rose sacudió la cabeza. — ¿Por favor, podrías llevarte a tu chica, emborracharla y decirle que deje preocuparse? Dale la polla o algo porque seriamente necesita relajarse de tanto estrés.

 

— Rose —advertí.

 

— Y desde que escuché que eres como un hipopótamo, estoy suponiendo que un largo palillo de amor sería el truco.

 

Cruzando la habitación, golpeé mi mano sobre la boca de Rose y le disparé una mirada de preocupación a Edward.

 

Su expresión era de diversión, y ni siquiera un poco avergonzado. 

 

— ¿Ella dijo eso? ¿Cómo un hipopótamo? —Una lenta sonrisa apareció en su boca mientras sus labios se torcían hacia arriba. Era maravilloso cuando sonreía.

 

Dándole una mirada de disculpa, mordí mi mejilla. La sonrisa de Edward me dijo que no era tímido al momento de compartir su información. 

 

— Veré que puedo hacer para quitarle el estrés, pero primero dime sobre qué va esto. —Metió las manos en los bolsillos y esperó.

 

Rose removió mis manos de su boca. —Bella se está volviendo loca porque aún no ha encontrado un trabajo. Le dije que no se preocupara por la renta. Trabajé un tiempo extra y lo tengo cubierto.

 

La sonrisa fácil de Edward desapareció, volviéndose un ceño fruncido. Había evadido involucrarlo en mi drama. Sabía que encontraría un trabajo eventualmente, simplemente no sabía porque me estaba tardando tanto. 

 

— ¿De cuánto es la deuda? Yo me haré cargo —dijo, su tono duro e inflexible.

 

— No. Edward no vas a pagar mi parte de la renta. —Sabía que él tenía dinero pero eso era ridículo. Hizo un ademán con la mano hacia mí, todavía mirando directamente a Rose, esperando por su respuesta.

 

— Su mitad son novecientos —chilló.

 

Traidora. Maldita sea. Él era intimidante cuando te miraba con esa mirada. Sabía eso por experiencia. Parecía que Rose tampoco era inmune a ella.

 

Lo encaré, plantando mis manos en mis caderas. —Edward, no te preocupes por eso. Voy a encontrar un trabajo. —Lo haría. Pronto. Incluso si tenía que trabajar en la tienda de café en la calle. Me las arreglaría.

 

Su mirada recorrió mi cuerpo, acariciando mis curvas. —Bella.

 

La manera delicada en la que mi nombre salió de su boca y la suave advertencia en su tono envió un poco de conocimiento por mi espina dorsal. Encontré difícil desobedecerlo de cualquier manera. Necesitando su aprobación, e inconscientemente quería complacerlo. En todas las cosas. Mis manos cayeron de mis caderas en obediencia silenciosa. Lo había extrañado mucho durante el tiempo que nos separamos.

 

Eso había cambiado algunas cosas en mí.

 

— Hay algo sobre lo que te quiero hablar —dijo.

 

— Está bien. ¿Ahora?

 

— No. Esperemos a que lleguemos y tomemos algo.

 

Mi estómago dio una pequeña voltereta. Esperaba que no fuera nada malo. ¿Pero por qué más quería que me sentara con una bebida en mi mano? 

 

— Está bien. —Tomé mi bolso y abrigo y dejé que me llevara afuera.

 

Henry nos llevó al café que había escogido y nos lanzamos dentro, lo cual estuvo bien porque afuera estaba helando.

 

Pronto Edward y yo estuvimos sentados en acogedores asientos en la esquina trasera de un café de vinos y postres. Gigantes copos de nieve, los primeros de la temporada, caían contra el cielo oscuro afuera. Era lindo, mágico, y romántico.

 

Me quité mi abrigo y Edward los colgó en los ganchos de nuestra mesa. Estaba vestida con unos pantalones tobilleros y una blusa de burdeos. Edward se veía delicioso, como siempre. Su camisa estaba desabotonada en el cuello, enrollada en las mangas, y solo un botón de la parte inferior estaba desabotonado mostrando su cinturón y el bulto en sus jeans, lo cual era bastante impresionante. ¡Concéntrate Bella! Esta noche se trataba de mostrarle que estaba lista para más.

 

Nos sentamos con vasos de vino color rubí, sorbiéndolo mientras hablábamos y me preguntaba sobre que era de lo que quería hablarme. Tuvimos una pequeña charla sobre su último set, dónde hubo un tigre vivo. Era más que todo para lujo de los hombres de los que nunca había escuchado, pero aparentemente usando un tigre era lo último en la masculinidad.

 

Cuando nuestro chocolate llegó, ambos nos inclinamos hacia adelante para inspeccionar los bienes: Dos pares de grandes piezas de pastel de ángel, puntiagudos tenedores, deliciosas fresas rojas y maduras, rebanadas de banano, y brownies en cuartos. Umm. Edward tomó un pedazo de banano mientras que yo fui por las fresas.

 

El primer mordisco explotó en mi boca. Suave y cálido chocolate bailó en mi boca y dulces gotitas de jugo de la fresa se mezclaron de una manera tentadora. Era la comida perfecta, en mi opinión. Tomando un sorbo de vino rojo, dejé que los sabores se mezclaran. Cuando abrí los ojos Edward seguía mirándome, su oscura mirada penetrante y posesiva. Hizo que una ola de calor recorriera por todo mi cuerpo.

 

Tomó una pieza de brownie, colocándola en su plato. —Buena elección, este lugar. 

 

— Gracias. —Sonreí ante el pequeño cumplido, feliz de que pudiera traer a Edward a un lugar en el que no hubiera estado. . . después trague otro sorbo de vino para tomar valor y pregunté—: ¿Sobre qué me querías hablar?

 

Edward no vaciló. —De que me acaban de reservar un trabajo en Fiji. Quiero que vengas.

 

Su tono no dejó ni un poco de negociación. Sabía que debería haber señalado que necesitaba estar aquí, buscando trabajos, con suerte yendo a entrevistas, pero eso no fue lo que inmediatamente salto a mi mente.

 

 — ¿Tanya estará allí contigo? —No quería dejarlos sin supervisión de nuevo.

 

Él asintió, su mirada bajando a su plato. Tomo la pieza de brownie, sumergiéndola en el chocolate derretido, luego la trajo a mis labios. 

 

— Abre —susurró.

 

Obedecí y Edward me alimentó con el postre. Algo sobre la manera en la que me miró mientras masticaba tenía mis nervios cocinándose. ¿Podría realmente ir con él a Fiji?

 

¿Podría manejar estar alrededor de ella? — ¿Cuánto tiempo estarás allá?

 

— Seis días. Nos vamos el miércoles.

 

Nos. Parte de mí odiaba cuan seguro estaba. Y estaba a solo unos días. En su mayoría lo encontré sexy. Él es tan confiado y estaba en control todo el tiempo. Y aparentemente era una tonta para un macho alfa, la humedad creciente en mis bragas era una indicación. 

 

— No sé. ¿Realmente crees que sea buena idea que estemos alrededor del otro?

 

— Eres mía y quiero que estés conmigo. Así de simple.

 

Mi estómago se tensó del deseo. Yo también quería estar con él. Dónde sea que estuviera.

 

Se estiró por la mesa y tomó mi mano. —No estoy jugando con Tanya. Ella tendrá que acostumbrarse a que nosotros estemos juntos, no quiero estar sin ti, así que espero por mí bien que vengas.

 

Asentí. —Pensaré en ello. —Probablemente debería quedarme en Nueva York para estar disponible para entrevistas pero me encontré aturdida ante el pensamiento de escapar del amilanado clima frío a uno cálido y tropical con él.

 

No dijimos nada por un largo momento, simplemente continuamos sonriéndonos mutuamente como dos idiotas enamorados. Edward rompió el hechizo riendo y sacudiendo la cabeza.

 

― Si hubiera sabido que estaría en un bikini en dos días, probablemente hubiera escogido algo que engordara menos para nosotros esta noche.

 

— Tonterías. Tu cuerpo es perfecto, nena. Come.

 

Amaba cuánto apreciaba Edward mis curvas. No que necesitara su permiso para disfrutar este postre. De ninguna manera esto sería un remordimiento. 

 

— El chocolate es afrodisiaco, ¿sabes? —Lamí la gotita cálida de chocolate derretido en mi labio inferior luego dejé que mis dientes saborearan la carne de allí.

 

Él me observó con una mirada aún más caliente, recordando estar derecho y parecía inafectado. Aumenté la apuesta inicial, deslizando mi zapato por debajo de la mesa y poniendo mi pie en su regazo. Sus ojos se bloquearon en mi boca y su manzana de Adán se movió mientras tragaba. 

 

— Ten cuidado con lo que haces, Bella. Te tomaré y te follaré en el baño si no te comportas.

 

Mi corazón latió erráticamente en mi pecho y mi cuerpo instintivamente respondió al tono oscuro en su voz. Había sido mi idea esperar y ahora él lo estaba usando en mi contra.

 

— Dijiste que querías esperar. ¿Cambiaste de opinión?

 

Encontré su mirada, mi respiración de repente atorándose en mi garganta. —N-no estoy segura —murmuré.

 

— Sé lo que estás tratando de hacer —dijo, su voz baja y seductora.

 

— ¿Y eso es?

 

— El chocolate, el vino, el romance. Me quieres. Está bien, entiendo. —Me dio una de sus sonrisas quita bragas y reí nerviosamente. —Si quieres que te folle, todo lo que tienes que hacer es rogarme.

 

Santa madre. Presioné mis muslos juntos. No le rogaría. ¿Lo haría? Pero como que rompí cada regla cuando vine a él. Salté en su cama y dentro de esta turbulenta relación con él. Había tenido un trío con él y su amigo simplemente porque no podía soportar la idea de que Tanya tuviera algo que yo no. Mi cerebro no trabajaba muy bien cuando estaba cerca de él. El pensamiento lógico se fue por la ventana, y en su lugar seguí los instintos de mi cuerpo. Aun así, no podía creer lo mucho que él me encendía con una caliente mirada y un poco de charla sucia. Eso realmente no era justo.

 

— Edward. . . esa palabra. . .

 

— ¿Follar?

 

— Sí. Es simplemente muy. . .

 

— ¿Muy qué?

 

— Vulgar. Grosera.

 

— Si quieres ser follada duramente, o hacer el amor, estoy feliz de hacer lo que quieras. —Se inclinó más cerca, su intensa mirada verde en la mía—. Pero creo recordar que te gustaba duro. Solo trato de ser de ayuda. 

 

La sangre corrió a mi cara caliente. Era como si el tratara de matarme. Junté más mis muslos y enderecé mi espalda, reenfocándome en la comida sin comer de mi plato.

 

Edward rió bajo su aliento.

 

Poco después pagó la cuenta y me guio afuera hacia donde Henry estaba parqueado y esperando por nosotros. Edward abrió la puerta del pasajero y me deslicé dentro. Sabía que sin preguntar nos dirigíamos a su casa a pasar la noche. Y no tenía planes de decir lo contrario.

 

Henry se alejó de la acera y Edward entrelazó sus dedos con los míos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Edward

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Cuando llegamos a mi apartamento, dirigí a Bella dentro, mi mano descansando en la parte baja de su espalda. Encendí las luces, dándole a mi apartamento un cálido resplandor. Bella se acomodó en el sofá mientras yo recogía una botella de vino, un sacacorchos, y vasos de la cocina. Cuando me uní a ella en el sofá, le tendí un vaso de vino. Pude leer la vacilación en sus ojos, esa que decía que ella probablemente no debería tomar otra, aunque tomó el vaso. No me había respondido directamente sobre Fiji pero el interés en sus ojos cuando lo mencioné había sido inconfundible. Aunque odiaba que su primera pregunta hubiera sido sobre Tanya. Quería ganarme nuevamente su confianza, pero esa simple declaración, me decía que no.

 

— Salud. —Choqué mi vaso con el suyo—. Por Fiji. —Sonreí torcidamente, esperando que ella me diera una respuesta en este momento.

 

Su boca se apretó. —Edward.

 

— ¿Si, cariño? —Sonreí, inocentemente.

 

La boca de Bella se curvó hasta que no se pudo resistir reírse de mi expresión.

 

— ¿Vendrás?

 

Sus ojos se abrieron. —Dije que lo estaba pensando. Solo dame tiempo. —Su tono era bajo, serio—. No quiero apresurar nada con nosotros otra vez.

 

Hice puños mis manos a mis costados y solté una lenta exhalación. Bella se negó a encontrarse con mi mirada y acomodó su vaso de vino en la mesa de centro. Dentro del restaurante había estado abierta a la idea de unirse a mí. Ahora, después de haberlo pensado más, se estaba cuestionando las cosas otra vez. No me gustaba el ceño en su frente o la forma en que sus ojos evitaban los míos. 

 

— Bella, cariño, habla conmigo. Por favor. —Suavicé con mi pulgar la arruga en su frente.

 

Liberó un pesado suspiro y encontró mi mirada. —Tiempo, Edward. Eso es todo. Eso va a tomar tiempo. —Se puso de pie—. Y ahora necesito irme. Necesito ver algunos trabajos.

 

¿Qué mierda?

 

— ¿Ahora? Son. . . —Miré mi reloj—. . .las diez y media.

 

— Sí. Ahora. —Agarró su bolso del lado de la mesa y se apresuró a la puerta.

 

La atrapé en el pasillo, agarrando ligeramente sus brazos y dándole la vuelta hacia mí. —Espera. Si necesitas irte, al menos déjame llamar a Henry.

 

Miró el piso entre nosotros. —No, está bien. Preferiría tomar el tren. Va a darme tiempo de pensar.

 

Estuvo fuera de mi agarre y dirigiéndose al elevador antes de que tuviera tiempo de reaccionar. Mis piernas saltaron a la acción y la inmovilicé contra la pared donde estaba de pie. 

 

— Para. No huyas de mí, maldición. Dime que está pasando. —Se negó a mirar mis ojos, su repentina necesidad de alejarse, tenía mi corazón martillando contra mi pecho—. ¿Qué es esto? ¿Por qué te vas realmente?

 

— Tengo que ir a la biblioteca en la mañana. Estarán dando un seminario de recursos para carreras al que quiero asistir a las diez. Quiero estar en mi apartamento para estar lista en la mañana, ya tengo la ruta del tren para ir ahí.

 

— Henry te llevará a la biblioteca mañana.

 

— No tengo ropa aquí.

 

— Tengo personal trabajando para mí, nena. Los enviaré a recoger lo que sea que necesites. —Como si yo fuera a dejar que ella se fuera.

 

Sacudió la cabeza. —Edward, no todo gira a tu alrededor.

 

Hasta que sintiera que realmente estaba conmigo, no iba a dejar pasar esto. No le iba a permitir mantenerme alejado. Estábamos juntos en esto. Necesitaba que supiera eso.

 

— Es solo que no quiero hacer algo de lo que me voy a arrepentir por la mañana. . . y tú me tientas —admitió, su voz como un susurro.

 

Pensó que quería llevarla a la cama. Tenía razón, pero no iba a forzarla. — Cuando te tome otra vez, te lo dije. . . será porque tú rogaste por ello.

 

Gimió y tomó una estremecedora respiración.

 

Llevando mi índice y dedo medio dentro de su boca, Bella los chupó con avidez, haciendo que mí pene se elevara. Sus ojos se mantuvieron en los míos mientras su lengua dibujaba círculos alrededor de mis dedos. El gesto en sí mismo era inocente pero ambos sabíamos lo que yo quería, deslizar esos dedos dentro de su caliente y apretada pequeña abertura.

 

Retiré mi mano y capturé su boca en un beso. Y no solo un beso. Un beso que dejaba claro cuánto la necesitaba. Si me iba a dejar, quería que al menos me dejara con algo para recordar más tarde. Sus hormigueantes labios y sus bragas mojadas se asegurarían de que me recordara. Metiendo mi mano en la delantera de sus pantalones, empujé mis dedos en sus bragas. Caliente, suave y mojada. Mi polla se alargó y empujó contra mi cremallera. 

 

— Dices que no quieres follar, pero este lindo coño esta mojado por mí, nena.

 

Bella gimió y enterró sus manos en mi cabello, atrayéndome contra su boca. —Sin sexo, Edward. Aún no.

 

Me pregunté si ella quería escuchar los resultados de mis pruebas de ETS2, el cual había dado negativo, o si solo. . . esperaba algún momento en el futuro. No veía el punto de esperar. Yo sabía que la amaba, sabía que quería estar con ella, pero si eso era lo que quería, lo respetaría. Incluso si la burlaba un poco.

 

Hice círculos en su clítoris, provocándole un pequeño gemido, pero no me detuvo. Me pregunté sí me usaría para obtener su orgasmo y luego se iría. Si ese era el caso, no tenía problema en acariciar mi propia polla hasta terminar. Solo quería tocarla. Verla terminar.

 

Sus caderas empujaron hacia mí y cuando sintió mi erección rozar contra su vientre, un bajo gemido escapó de sus labios entreabiertos. Mis dedos siguieron masajeándola. Sus mejillas rosadas y su respiración entrecortada me dijo que estaba cerca.

 

De repente, consciente de que todavía estábamos en el pasillo, aparté mi mano de sus pantalones y la arrastré a mi apartamento. Me aseguraría de que nadie escuchara a Bella cuando se viniera. Ella gimiendo mi nombre era el mejor sonido en el mundo. Y solo yo tenía el derecho a escucharlo.

 

Capítulo 31: Es Una Tortura Capítulo 33: Necesito Una Asistente

 


 


 
14439201 visitas C C L - Web no oficial de la saga Crepúsculo. Esta obra está bajo licencia de Creative Commons -
 10756 usuarios