Bella se incorporó e introdujo la mano en la caja hasta rozar con los nudillos varias capas de papel y cartón.
-¿Está en la otra? -preguntó.
-No, mete la mano hasta el fondo, ya verás.
Y así fue. Tocó con los dedos algo duro y alargado, lo empuñó y lo extrajo.
-¡Es un vibrador!
-No, es un consolador, nena. Mide veinte cinco centímetros de largo y seis de ancho, exactamente lo mismo que mi polla.
Bella se quedó estudiando el aparato mientras le aumentaba el ritmo de los latidos. Aquello era enorme: de goma, recio, curvado y con la punta como la cabeza de un champiñón.
«Exactamente igual que mi polla», había dicho él. Lo recorrió con el dedo, excitada por el tacto casi real de aquellas venas y protuberancias. Con un instrumento así podía hacer como si se tratara de un pene de verdad, fingir que tenía a Justice en sus manos. Aquel pensamiento se tradujo en un chispazo en la entrepierna.
-Quiero que te lo metas en tu sexo e imagines que soy yo.
Bella estrujó la punta: cedía, aunque no mucho.
-Esto es enorme -se quejó con la voz queda.
Justice se mantuvo en silencio durante unos segundos. Cuando empezó a hablar, adoptó un tono amable.
-Isabella, ¿eres virgen? -quiso cerciorarse.
Ella se ofendió al instante.
-Claro que no. Tengo 22 años, ¿es que crees que me pasa algo o qué?
Era cierto que tenía sobrepeso, pero ¿pensaba él que era un bicho raro?
-No, cielo, no es eso, es que quería estar seguro. Escúchame, túmbate y déjame hablar un minuto, ¿Ok?
-Bueno... -accedió rezongando, aún molesta por la pregunta.
Bella se acomodó entre los almohadones y buscó la postura más confortable.
-Quiero que cojas el consolador y que te frotes con él por fuera de tu sexo. Sólo rózate con él moviéndolo arriba y abajo mientras te voy indicando qué hacer.
A Bella ya se le había pasado el enfado. Fue siguiendo sus instrucciones, envolvió el consolador con la mano derecha y empezó a masajearse con la punta redondeada. Las palabras que la voz había pronunciado retumbaron de nuevo en su cabeza: está «dura como un garrote», tiene la punta «completamente morada»... Al imaginar aquella polla tocando su propia piel mientras él le separaba los muslos con las manos, el sexo empezó a palpitarle.
-Estoy recostado en una silla, me estoy empuñando la verga y me encantaría que fuera mi verga y no ése de goma el que jugueteara con tus dulces labios -la voz de Justice acariciaba a Bella como si se tratara de un pañuelo de seda-. Frotaría mi polla contra tu sexo una y otra vez hasta que me rogaras que te follara, pero yo no lo haría.
-¡Ah!,¿no?
-No, no hasta que te corrieras, una vez, para mí. Así estarías empapada y anhelante cuando te penetrara por esa hendidura, pequeña y tensa -su voz era ahora casi un bramido-.
Empujaría, entraría y saldría un poco cada vez hasta que empezaras a correrte de nuevo y, entonces, me clavaría entero dentro de ti para que pudiéramos corrernos a la vez.
Bella se lo imaginó encima de ella. Tendría los hombros anchos; las manos, agradables y experimentadas; el rostro, lleno de amor... Luego se relajó arropada por los cojines del sofá y con la mano izquierda se separó los labios del sexo. Una vez abierta, se pasó el consolador a lo largo de la hendidura con un movimiento lento y rítmico.
-Háblame, Bella -le pidió Justice en un gruñido-, ¿qué estás haciendo ahora?
-Estoy empapando el consolador -respondió.
-¡Oh! Sí..., a mí la polla también me está derramando líquido. Tengo tantas ganas de follarte...
Bella contuvo la respiración, la aspereza de aquella voz la tenía fuera de sí. Sentía el sexo húmedo y el capullo del consolador ya estaba resbaladizo bañado por todos sus fluidos. Cuando intentaba introducirse la punta emitió un gemido al notar el contraste entre la dureza del juguete y su carne mullida.
-Ojalá pudiera saborear tu sexo-continuó Justice-; seguro que es dulce como un caramelo.
Bella tembló antes de atrapar con los muslos la gruesa pieza de goma que t nía apretada contra su sexo. Trató de imaginar la cabeza de Justice entre sus piernas y el tacto de su lengua mientras la lamía. La excitación la invadió por completo.
-¿De qué color tienes el pelo? -quiso saber.
-¿Quieres saber el aspecto que tendría si te estuviera comiendo tu sexo, preciosa? - respondió él entre risas.
-Sí -susurró Bella.
-Soy blanco y llevo el pelo algo largo, color bronce, despeinado -respondió Justice con seriedad- . La lengua la tengo larga y caliente, y se muere por chuparte por todas partes.
Bella quería aquella boca, quería aquella polla, quería clavarse aquel maldito consolador. Ya. Tomó aliento y se lo introdujo.
Todo parecía desvanecerse, nada importaba y a. Todas las sensaciones de su cuerpo se concentraron en un único lugar.
-Háblame -insistió Justice.
Bella hizo caso omiso de su petición. Con el consolador ya en su interior, trataba de acomodarse a aquella intrusión. Tras un cambio de postura, la incomodidad inicial se transformó en placer . La fricción del instrumento estimulaba cada una de sus terminaciones nerviosas de modo que, una a una, las radiaciones de calor fueron recorriéndole el cuerpo, encendiéndole los muslos, las rodillas y, finalmente, los dedos de los pies.
-La tengo dentro -le informó en un gemido.
-Así me gusta, preciosa... -le agradeció Justice en un ronroneo-. Clávate mi pollón caliente hasta el fondo de ese precioso coñito. Déjame follarte, nena.
Dirigida por la magia de aquella voz, Bella empezó a mecer las caderas, adelante y atrás, al tiempo que manejaba el pene artificial. Así fue sumergiéndose en oleadas de placer.
-Oooh... -gimió.
-Muy bien, cielo, lo has hecho muy bien. Noto tu sexo, apretado y estrecho, me está poniendo a cien...
La voz de Justice perdió fuerza. Bella podía escucharlo jadear y masturbarse. Deseosa de acompasar el ritmo, empezó a meterse y sacarse el consolador con más rapidez. El fuego que se había iniciado en sus genitales se le extendió entonces por cada palmo del cuerpo.
-¡Qué placer!
-Sí-resopló Justice-, placer...
Bella continuó follándose con el falo ficticio, con mayor confianza y avidez, con cada nueva embestida. Los líquidos la habían lubricado hasta tal punto que los movimientos resultaban notablemente más fáciles. Dobló las piernas y apoyó las plantas de los pies contra el brazo del sofá. El ardor se había transformado en un verdadero infierno. Tensó las nalgas y los muslos con la intención de disfrutar de cada sensación. Olía el aroma almizclado de su propia exaltación. Se imaginaba a Justice empujando contra ella, y a sí misma arañándole la espalda, amplia y musculosa. Cerró los ojos para retener aquella visión.
-¿Estás a punto de correrte, Swam? -la tensión en su voz era evidente.
-Aún no. Quiero prolongarlo -respondió ella, antes de recoger con la lengua el sudor que le empapaba los labios.
-Está bien. Esperaré -las palabras no iban al ritmo de los rugidos que Bella escuchaba-; ¡Dios, encanto! ¡Me muero por follarte! ¡Quiero clavarme en tu cuerpo!
-Yo también me muero por que lo hagas -corroboró ella en un tono ahogado.
Bella tenía la sensación de que el calor que notaba en el ombligo provenía de unas ascuas al rojo vivo que la abrasaban por dentro. Empezó a arquear el tronco en busca del clímax.
-Isabella, ya no puedo aguantar más -la voz de Justice sonaba anhelante y exigente-: Córrete conmigo. ¡Ah! ¡Ahora!
Aquello precipitó el ritmo de Bella, la idea de que él estuviera perdiendo el control, de ser ella la que había conseguido que él se desbocara, la embriagaba hasta tal punto que la sumió en una melopea de excitación. En la oscuridad que se hizo bajo sus párpados cayeron relámpagos luminosos. El arco iris no tardaría en aparecer.
-¡Me corro! -gritó mientras se producía un estallido de color, liberada por fin de aquella ceguera.
El mundo de Bella explotó en una mancha vaga y brillante. Su cuerpo empezó a dar sacudidas mientras las caderas se balanceaban adelante y atrás contra el pene de goma. Los músculos del sexo se pinzaron sobre el consolador como si quisieran exprimirlo, aunque fue éste el que quedó bañado, al igual que la mano que lo sostenía, por los líquidos que manaban del interior de Bella.
Nunca había experimentado una sensación tan intensa. Se había pasado la adolescencia soportando los torpes y tentativos titubeos de los chicos de su edad y había tenido que esperar hasta los 20 años, para llegar al clímax por primera vez. Y aunque había tenido varias relaciones desde entonces, nunca había disfrutado del sexo pasional del que hablaban sus amigas. Nada la había preparado para este momento. Sencillamente, lo de que una voz incorpórea y un trozo de goma rígido le proporcionaran el orgasmo más fuerte de su vida, era totalmente nuevo para ella.
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