Ella ladeó liger amente la cabeza:
-¿Algo de mí que no sepa nadie? Dame un momento para hacer memoria.
-No, no; dime lo primero que te venga a la cabeza.
Bella esbozó una sonrisa de arrepentimiento.
-Bueno, después de pasarme los últimos minutos tratando de pensar en algo que decir, lo primero que se me ha ocurrido es que me he leído la serie completa de Sthepanie Mayer.
-¿Sthepanie Mayer? -Justice frunció el ceño, sorprendido-, ¿te refieres a la escritora de novelas de Vampiros?
Ella asintió al tiempo que acariciaba con un dedo la botella de cerveza.
-Cuando tenía doce años, estaba loca por mi vecino, Tim Shores, al que le encantaban las obras de Sthepanie Mayer, de modo que empecé a leérmelas con la intención de tener un tema de conversación para hablar con él.
Justice sonrió.
-¿Funcionó?
Bella negó con la cabeza entre risas.
-Me temo que no. Creo que fue porque no logré dar con la forma de transformar Jinetes de la pradera roja en una conversación que pareciera espontánea.
La risa de Justice era agradable, cálida y amable.
-Te toca -le recordó Bella -, cuéntame algo de ti que no sepa nadie.
El inclinó la silla hacia atrás de modo que sólo quedó apoyada en las patas traseras.
-Bueno, pues ya que hablamos de amores de la infancia, te contaré que estuve totalmente enamorado de alguien a los dieciséis años. Era una rubia preciosa y también era mi vecina.
Bella se obligó a mantener la sonrisa.
-¿Y tú le gustabas a ella?
-¡Qué va! Yo era un niñato para ella, que tenía treinta años y era una madre soltera con dos hijos. Yo solía pasar ratos fuera lavando y sacando brillo al coche para poder verla cuando volvía a casa después del trabajo.
-Así que nunca le contaste que te gustaba.
-Entonces no. Tiempo después, cuando acabé la Escuela Militar, me la encontré un día en el supermercado y salimos a tomar algo. Bella arqueó las cejas.
-¿Y llegaste a consumar esa pasión? Su masculina sonrisa resultaba aún más sexy que el sonido de su risa.
-Sí. Parece que a las mujeres de cuarenta les encanta enterarse de que provocaron la lujuria de un adolescente.
Ambos empezaron a carcajearse.
-Esto no es justo -protestó Bella -; se supone que tenías que contarme algo que no supiera nadie y parece obvio que tu señora Robinson en esta nueva versión de El graduado conoce de sobra la historia.
Justice volvió a negar con un gesto.
-No, hay otra parte de la historia que ella nunca llegó a conocer; yo solía hacer de canguro de sus niños porque quería que ella me viera como un adulto responsable y... -bajó la mirada- porque quería que ellos se acostumbraran a verme y evitar así que no acabaran estropeando los planes de boda entre su madre y yo en un futuro.
Dijo esto justo en el momento en que Bella bebía el último sorbo de cerveza, de modo que al empezar a reírse acabó tosiendo y casi se atragantó.
Angela apareció con otro par de cervezas y le preguntó a Bella si quería un vaso de agua.
Ella rechazó la oferta moviendo la cabeza mientras las lágrimas le resbalaban por las mejillas. En cuanto se recuperó, dirigió una mirada de reproche a Justice.
-Lo has hecho a propósito.
-Te juro que no. Sólo estaba intentando compartir contigo algo que no sabe nadie más.
El intercambio de secretos había roto el hielo y la conversación fluía ahora de forma menos forzada.
Charlaron otro rato y luego volvieron a bailar. De vuelta ya a la mesa, él se inclinó hacia delante y le preguntó al oído.
-¿Qué llevas debajo de ese vestido?
Aquellas palabras le resultaron a Bella tan excitantes como una descarga eléctrica que le recorriera la columna. Se quedó mirándolo.
-Nada -respondió con la boca casi seca.
Comprobó que aquel dato iluminaba los ojos de Justice y supo que el fuego había prendido.
-Bella , cielo, ¿te apetece que vayamos ahora a tu casa?
-Si aún no te has terminado la cerveza -replicó ella.
Justice sacó su cartera, extrajo un billete de 100 dólares que depositó en la mesa y añadió:
-Ahí esta eso. Solucionado. ¡Vámonos!
Luego tomó a Bella del brazo y ella se dejó guiar hasta la puerta. Justice la abrió y, antes de que ella pudiera pasar, un hombre se le adelantó y se cruzó con Bella .
-Usted... -musitó ella, situada cara a cara con el dominador por primera vez.
El dominador mostró una amplia sonrisa al mirarla de arriba abajo.
-Me temo que estoy en desventaja. ¿Nos conocemos?
Luego entró en el bar seguido de la chica a la que Bella había apodado la muñequita. Aún desencajada, Bella seguía boquiabierta. Justice tiró de ella para alejarla de aquel tipo.
-No, es sólo que le encantan los hombres bien vestidos. Vamos, cielo, tenemos que irnos a casa.
Sin darle tiempo a responder, Justice pasó por delante del dominador para salir con Bella a rastras. En cuanto se hubo cerrado la puerta tras ellos, é l empezó a caminar a toda velocidad en dirección sur por la avenida McKinney mientras mantenía cogida por el codo a Bella , que todavía tardó otros tres o cuatro pasos en recuperarse y retirar el brazo. De repente, se quedó parada en medio de la acera.
-Mi casa está en el otro sentido.
Al echar la mirada atrás,Bella vio al dominador que, desde fuera del bar, los miraba mientras se alejaban.
-Ya lo sé. Tú sigue caminando. ¡Vamos! -Justice tiró de ella con fuerza-. ¡No mires hacia atrás, por lo que más quieras!
Bella decidió no discutir y permitió que él la guiara a toda velocidad por la calle. Estaba confundida, primero por aquel inesperado encuentro con el dominador y luego por el hecho de que parecía claro que Justice lo conocía. Si bien por un lado le agradecía que la hubiera ayudado a salir del paso sacándola de allí antes de que quedara totalmente en ridículo, por otro, quería saber qué era lo que estaba ocurriendo.
Un par de manzanas más adelante, él giró a la izquierda y se metió en una heladería. Había unos cuatro o cinco clientes esperando a que les sirvieran un helado italiano y ninguno de ellos les prestó atención.
-Justice, ¿qué ocurre? ¿Qué es lo que pasa?
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