NIGHT SCHOOL; tras los muros de Cimmeria.

Autor: Honey
Género: Misterio
Fecha Creación: 29/04/2013
Fecha Actualización: 29/10/2013
Finalizado: SI
Votos: 16
Comentarios: 40
Visitas: 46951
Capítulos: 31

El mundo de Bella se viene abajo: odia su escuela, su hermano ha desaparecido y ella ha sido arrestada. Otra vez.

No puede creer que sus padres hayan decidido enviarla a un internado. Aunque Cimmeria no es una escuela normal: no permiten ordenadores ni teléfonos móviles, y sus alumnos son superdotados, o de familias muy influyentes. Pero hay algo más: Bella se da cuenta de que Cimmeria esconde un oscuro secreto, un secreto que solo comparten algunos profesores y los alumnos de las misteriosas clases nocturnas de la Night School.

A pesar de todo, Bella parece feliz. Ha hecho nuevos amigos y uno de los chicos más atractivos de la escuela le dedica toda su atención. Y, claro, también está su relación con Edward, ese chico solitario con el que siente una inmediata conexión.

Todo parece ir bien hasta el momento en que Cimmeria se convierte en un lugar terriblemente peligroso donde nadie parece a salvo. Bella tendrá que elegir en quién confiar mientras descubre los secretos de la escuela.

_

La historia es de C. J. Daugherty y los personajes pertenecen a Stephenie Meyer.

Definitivamente, esta historia no me pertenece. Es una adaptación de un libro y recien saga llamada Nigth School. Este es el primer libro y pronto saldrá el segundo. La adaptación la hago por simple ocio, intercambiando los nombres de los personajes de la obra original por los de la Saga Crepusculo.Si hay algun problema de verdad avisenme, ya vere como me las arreglo o si se deberá eliminar.

Chicas y chicos; si la historia les gusta, por favor no duden en dejar su voto y su comentario. Sus comentarios son muy importantes ya que así sabre lo que opinan ¿De acuerdo?

 **ACTUALIZARE TODOS LOS LUNES**

Los capitulos son largos, esa es la razón.

 

Por cierto, debo aclarar que elimine mi ultimo FanFic llamado: El Silencio de la Luna, por favor disculpenme si lo estaban leyendo, les prometo que despues lo subire, solo que ahorita no estoy muy entregada al cien por ciento al fic y sinceramente no me siento bien dejarlos abandonados mucho tiempo.

Tengo mi primer FanFic en proceso, se llama UNA VIDA DISTINTA y si le das click en el siguiente link [http://www.lunanuevameyer.com/sala-cullen?id_relato=3612] te llevara en directo a el.

Bueno pues espero que la adaptación sea de su agrado. :)

 

 

+ Añadir a Favoritos
Leer Comentarios
 


Capítulo 8: Preguntas pero no respuestas.

*Recomendable escuchar The Bitter End-Placebo y Veneno-Zoé

__

 

Alice se puso en pie tan precipitadamente que tiró las piezas de ajedrez al suelo.

 

— ¿Qué? —estaba confusa, asustada.

 

—Está herido. Sam también. Ha salido mal.

 

Bella se levantó para acudir junto a su amiga.

— ¿Qué ha pasado? ¿Dónde están?

 

Leah miró a Alice como si no supiera qué hacer. Bella creyó advertir que esta asentía con un gesto casi imperceptible.

—En el cenador —contestó Leah.

 

—Vamos —propuso Bella al mismo tiempo que cogía a Alice de la mano y la arrastraba hacia la puerta de la sala común. Leah permaneció donde estaba.

 

Juntas, las dos chicas cruzaron el gran vestíbulo de entrada a toda velocidad hasta la pesada puerta de madera, que empujaron con fuerza. Fuera, la lluvia arreciaba. Sin dudarlo un instante, Bella se precipitó al exterior. Al llegar al pie de la escalinata se volvió a mirar a Alice.

 

— ¿Por dónde? —tuvo que gritar para hacerse oír por encima de la lluvia y de los truenos que retumbaban en el cielo. La otra señaló más allá del ala oeste.

 

Corrieron por la avenida y sobre la hierba mojada para internarse después en los bosques. Bella oía el eco de su propia respiración entrecortada, el sonido de la lluvia… y nada más.

 

Pocos minutos después divisó entre los árboles una recargada glorieta victoriana. Estaba vacía. Subieron las escaleras a toda prisa y miraron a su alrededor, jadeando. Bella apoyó las manos en las rodillas para recuperar el aliento.

 

Alice señaló en dirección a los bosques.

—Allí.

 

Bella escrutó las tinieblas envueltas en lluvia, pero no alcanzaba a ver nada.

Justo entonces oyó un grito que parecía proceder de lo más profundo del bosque. Miró a Alice para comprobar si su amiga lo había escuchado también. Esta, por su parte, escudriñaba la foresta con los labios entreabiertos, aguzando los sentidos.

 

— ¿Has oído eso? —susurró Bella. La otra asintió sin despegar los ojos de los árboles.

 

—Es Jasper —musitó.

 

Estaban petrificadas, oteando a su alrededor. Oyeron más gritos, pero seguían sin ver nada. Transcurridos algunos minutos distinguieron por fin unas figuras borrosas que salían de entre los árboles. Bella reconoció a Edward y a Jasper. Parecía como si transportaran a un tercero, pero no alcanzaba a distinguir quién era.

 

—Oh, Dios mío.

Alice seguía hablando en susurros. Ambas se irguieron.

Cuando los chicos remontaron las escaleras de la glorieta, Bella advirtió que estaban heridos.

Edward llevaba un corte en la frente que sangraba en abundancia.

Jasper tenía sangre en las manos y en la camisa. Este último fulminó a Bella con la mirada.

 

— ¿Qué demonios haces tú aquí?

Edward se volvió hacia Jasper.

 

—Ahora no, tío. Ya tenemos bastantes problemas.

Con cuidado, depositaron en el suelo al chico que transportaban. Bella no lo reconoció, pero Alice exhaló un gemido.

 

—Oh, no. Es Sam.

 

Jasper alzó la mirada hacia ella con expresión consternada.

—Creo que se recuperará. Jacob ha ido a buscar ayuda.

 

Alice le dio la mano a Jasper para ayudarlo a levantarse. Al tomarle el brazo, descubrió un corte en la muñeca que sangraba copiosamente.

 

—Jasper —dijo con un hilo de voz mientras el color desaparecía de sus mejillas.

 

¿Qué demonios está pasando?, pensó Bella, que contemplaba desde fuera la terrible escena que se desplegaba ante sus ojos. ¿Y por qué nadie más se está haciendo esta pregunta?

 

Arrodillado junto a Sam, Edward se arrancó una tira de la camisa y la ató con fuerza a la pierna del chico inconsciente. Luego rasgó otra tira y se la tendió a Alice.

—Toma, venda la muñeca de Jasper con esto.

Alice, sin embargo, parecía incapaz de moverse. Se quedó con la tela en la mano como si no supiera qué hacer con ella.

 

Advirtiendo que su amiga estaba paralizada, Bella se ofreció:

—Yo lo haré.

 

Cuando tendió el brazo para coger la tela, Alice la dejó caer.

Mientras sujetaba con fuerza el jirón que revoloteaba al viento, Bella se volvió hacia Jasper.

 

—Estira el brazo.

Jasper obedeció y Bella, como una experta, le envolvió la muñeca y la mano con un vendaje prieto. Para terminar, ciñó la venda remetiendo el cabo de la tela.

 

—Mantén la mano por encima del corazón hasta que deje de sangrar —recitó de memoria.

 

Al darse la vuelta para atender a Sam, advirtió que Edward la miraba.

—Tú también estás sangrando —le dijo Bella.

 

—Estoy bien.

 

—Ya lo veo. Alguien debería mirarte ese corte.

 

Al oír un ruido de pasos que se aproximaban, Bella alzó la vista y vio a un grupo de personas corriendo hacia ellos. A medida que se fueron acercando pudo reconocer a Jacob, que encabezaba la marcha seguido de cerca por Banner y Eleazar. Banner miró a Bella con expresión irritada.

 

— ¿Qué hace ella aquí? —preguntó en tono acusador.

 

Los ojos de Jacob se posaron en los de Bella durante un segundo, pero enseguida se volvió hacia el profesor para tranquilizarlo.

 

—Ya lo averiguaremos más tarde. Primero debemos ocuparnos de esto.

 

— ¿Es grave? —preguntó Eleazar mientras examinaba el torniquete.

 

Edward parecía preocupado.

—No tiene buen aspecto. Debería verlo un médico. Está sangrando mucho.

 

— ¿Y tú cómo estás? —siguió preguntando el profesor.

La sangre caía profusamente por el rostro de Edward empapando su camisa blanca, pero él no levantó la vista.

 

—No me pasa nada. Solo necesito un par de puntos.

 

—Muy bien, Jasper y tú id a la enfermería. Jacob, ayúdame con Sam. Todos los demás, adentro. Ahora.

 

El tono de Eleazar no admitía discusión, y en cuanto hubo pronunciado la última palabra todos se pusieron en movimiento a la vez. Eleazar y Jacob ayudaron a Sam a levantarse pasándole los brazos por debajo de los hombros, y Banner echó a andar el primero. Como si alguien la hubiera zarandeado, Alice se volvió hacia Jasper y lo abrazó.

 

Bella se acercó a Edward y le ofreció apoyo con su propio cuerpo, pero él lo rehusó.

—Estoy bien —insistió en tono brusco.

 

Ruborizada, Bella se apartó.

—Si llamas a eso estar bien, será mejor que no te vea cuando estés mal —murmuró.

 

Él resopló con sorna, pero siguió andando junto a ella, a medio metro de distancia.

— ¿De qué demonios iba todo eso, Edward? —preguntó Bella en cuanto los demás no pudieron oírlos—. ¿Por qué todos se han puesto en plan ninja de repente? Ha sido rarísimo.

 

—No ha sido nada —replicó él—. Un accidente. Cosas que pasan.

 

— ¿Cosas que pasan? —Repitió ella con incredulidad—. ¿Un accidente en el bosque, en plena tormenta, que casi acaba con la mitad de la población estudiantil… son cosas que pasan?

 

Edward le dirigió una mirada torva, aún más siniestra por culpa de la sangre que le caía por la cara. — ¿Alguna vez te han dicho que eres una exagerada? —le preguntó.

 

—No —replicó Bella—. ¿Alguna vez te han dicho que eres un gilipollas?

Tras ese intercambio, guardaron silencio.

 

Bajo aquella lluvia torrencial, Bella miró a Edward a hurtadillas por debajo de unas pestañas tan empapadas que se sintió como si mirara a través de una catarata. Él tenía la vista fija al frente y los dientes apretados.

Al llegar al colegio, divisaron a Tanya en lo alto de la escalinata, protegida de la lluvia por un impermeable blanco. Las gotas rebotaban sordas contra el plástico de la capucha.

 

—Edward. Bella. ¿Os encontráis bien? Edward, tienes un aspecto horrible.

 

—Estoy bien —insistió Edward—. Solo necesito un par de puntos.

 

Tanya lo escudriñó un momento y luego se volvió a mirar a Bella.

— ¿Y tú? ¿Te has hecho daño?

 

Bella negó con la cabeza y el agua le inundó la nariz.

—Dios mío, Edward, ve a la enfermería. Bella, ¿puedes acompañarme, por favor?

 

Sin aguardar respuesta, entró en el edificio con paso vivo.

Cuando Bella se disponía a seguirla, Edward la cogió por el codo. Parecía la víctima de un crimen en una película de terror.

 

—Reúnete conmigo antes del toque de queda —le dijo—. Estaré en el salón de actos.

 

A continuación entró chapoteando en la escuela, dejando una estela de agua a su paso.

Con el ceño fruncido, Bella lo siguió con la mirada por el vestíbulo.

—Lo tienes claro —musitó antes de echar a correr tras Tanya.

 

Dejaron atrás la sala común y franquearon una puerta tan bien camuflada en el revestimiento de la pared, en la que Bella nunca antes había reparado. Cedía el paso a un despacho amplio, sin ventanas y con chimenea, cuya repisa tallada estaba decorada con unas velas apagadas. Un gran tapiz cubría una de las paredes casi por completo: representaba un caballero blandiendo una espada y una doncella junto a un caballo blanco. Tanya le tendió a Bella una toalla nívea y suave, y ella se secó el pelo antes de echársela sobre los hombros, temblando. Ahora que por fin estaba a cubierto tenía frío.

 

—Por favor, siéntate.

Tanya le indicó con un gesto las dos butacas de piel que descansaban delante del escritorio. Se apoyó en el borde de la mesa y se quedó mirando a Bella. De unos altavoces ocultos surgían los acordes graves de una melodía clásica.

 

— ¿Seguro que te encuentras bien? —preguntó Tanya. Cuando Bella asintió, continuó—: Bien. Solo quiero hablar contigo un momento, después te dejaré ir a cambiarte de ropa. No te preocupes, no voy a reñirte, solo necesito saber qué ha pasado esta noche.

 

Bella se la quedó mirando, perpleja.

—Pero yo no…

 

—Me refiero a qué hacíais Alice y tú en el cenador. Cuéntame qué ha pasado, desde el principio.

 

Bella se arrebujó la toalla sobre los hombros y pensó con rapidez. ¿Habría metido alguien la pata? ¿Habré metido yo la pata?

 

—Solo estábamos… buscando a Jasper —empezó a decir con pies de plomo—. Alice quería darle un susto pero no lo encontrábamos por ninguna parte. Nos hemos refugiado de la lluvia en el cenador y entonces hemos visto a los chicos saliendo del bosque…

 

La incomodaba mentirle a Tanya, pero sabía que algo no andaba del todo bien. Cuando Leah había ido a buscarlas parecía asustada. Estaba blanca como una sábana. El instinto le dijo a Bella que la encubriera, sin saber muy bien por qué. Se suponía que Leah no tenía que decirnos nada.

 

Tanya la observaba atentamente.

— ¿Y entonces qué ha pasado?

 

—Enseguida nos hemos dado cuenta de que algo andaba mal, pero nadie nos explicaba nada.

 

Aquella última parte había sonado un poco lastimosa, pero en verdad, ¿por qué todo el mundo se había mostrado tan reservado?

 

— ¿Eso es todo?

Nada indicaba que la directora hubiera dudado de su palabra, de modo que Bella creyó llegado el momento de hacer sus propias preguntas.

 

— ¿Tú sabes qué ha pasado? —indagó—. Edward se niega a decírmelo y todo el mundo se comporta como si yo hubiera hecho algo malo.

 

Tanya se acercó a ella.

—Lo siento mucho, Bella. No deberían comportarse así. Eres nueva y no podías saber qué era lo más adecuado. Aún no estoy muy segura de lo que sucedió ni de cómo se lastimaron Edward y Sam, pero tengo la intención de averiguarlo.

 

—El caso es —siguió hablando Bella— que parecía algo muy grave.

La directora se puso en pie.

—No creo que haya sido para tanto. Me han dicho que ninguno de los dos está herido de gravedad, y a veces los chicos juegan de manera algo brusca. No te preocupes por nada. Hablaré con todos los implicados.

 

Tanya posó la mano en el hombro de Bella y se lo apretó con suavidad mientras ambas se dirigían a la puerta, que la directora mantuvo abierta.

 

—Gracias, Bella. Me alegro de que estés bien. No tienes que preocuparte por Sam; el personal médico ya se ha hecho cargo de él. Y no tengo la menor duda de que la herida de Edward es superficial.

 

Bella tenía la sensación de que debería haber preguntado más, pero la explicación de Tanya tenía lógica. Los chicos siempre se metían en líos; había visto a Seth y a Embry hacerse daño un montón de veces. Ambos habían acabado en urgencias en más de una ocasión cuando salían a hacer pintadas y la cosa se descontrolaba. Pero ¿qué habrá pasado esta noche en los bosques? ¿Y por qué nadie me lo cuenta?

 

Ya en su habitación, se puso una falda y un jersey limpios y dejó las prendas mojadas en el suelo. Quería volver a bajar antes del toque de queda para averiguar qué andaban haciendo los demás. Se estaba aplicando brillo de labios rosado frente al espejo cuando, de repente, se detuvo en mitad de un movimiento. ¿Debería acudir al encuentro de Edward?

 

En realidad, no tenía ganas de verlo; se había comportado como un completo idiota. Por otra parte sentía curiosidad. ¿Por qué quería hablar con ella a solas? ¿Y por qué en el salón de actos? Bella no había vuelto a estar allí desde que Tanya se lo mostrara el día de su llegada. Echó un vistazo al reloj. Solo eran las diez. Tenía tiempo de sobra hasta el toque de queda.

 

Bajó las escaleras a toda prisa y cruzó el pasillo de puntillas en dirección al salón.

—Bella —la voz aterciopelada de Jacob pronunció su nombre como una caricia. Cuando se dio media vuelta lo encontró justo a su espalda—. Tenía la esperanza de tropezarme contigo. Estaba preocupado. ¿Te encuentras bien?

 

La abrazó y Bella, sin saber muy bien qué hacer, le devolvió el abrazo. Los dedos de Jacob le acariciaron la espalda hasta llegar a la cintura.

Escalofríos.

 

Luego se echó hacia atrás para verla mejor.

 

—Aún estás mojada. Me alegro tanto de que no te haya pasado nada.

 

—Estoy bien.

Bella necesitaba encontrar una excusa para escabullirse. A Jacob no le haría ninguna gracia saber que iba a reunirse con Edward. Pero lo que él no supiera, razonó, no la heriría a ella.

 

—Estaba buscando a Alice… —explicó.

 

—Creo que está con Jasper.

 

Con los dedos en la barbilla de Bella, Jacob la obligó a mirarlo. Sintió su aliento en la mejilla. Despedía un aroma a enebro fresco.

 

—De todos modos, ¿qué estabais haciendo tú y Alice en el cenador? —lo dijo como sin darle importancia, aunque algo en su actitud la puso en guardia—. A Banner le ha molestado mucho veros allí.

 

¿Me está sonsacando?

—Pero si ha sido antes del toque de queda —replicó Bella—. No entiendo por qué a todo el mundo le ha molestado tanto que estuviéramos fuera. Nos apetecía dar un paseo. Y hemos salido.

 

—En pleno chaparrón.

 

Bella estaba harta de que la pusieran en entredicho.

—Pensamos que sería divertido —explicó—. Y, ¿sabes qué? Yo podría hacerte la misma pregunta. ¿Qué hacías tú ahí fuera en pleno chaparrón?

 

Él la miró con curiosidad, como si acabara de ver algo en ella que hasta entonces no había advertido.

—Un punto para ti, ma belle.

 

Por primera vez Bella notó cierta frialdad en su tono de voz. Se había puesto a la defensiva.

— ¿Cómo está Sam? —preguntó Bella con la intención de pisar terreno más seguro.

 

—Se recuperará… pero ha perdido bastante sangre, así que tendrá que descansar un par de días. Ha sido una mala caída.

 

Cuando Bella iba a abrir la boca para preguntar qué había pasado en el bosque, Jacob siguió hablando.

 

—Deberías tomar algo caliente —sugirió—. Ven conmigo. Hay chocolate en la cocina.

 

—No —Bella respondió en un tono aterrado que no venía al caso y Jacob enarcó una ceja sorprendido mientras ella buscaba una excusa a toda prisa—. Yo… Tengo que hacer una cosa. Mañana hablaremos. He de…

 

Incapaz de dar con una explicación convincente, entró a toda prisa en la biblioteca. Estaba desierta. Incluso la mesa de la bibliotecaria estaba vacía.

 

Corriendo sobre las suaves alfombras en dirección a la zona de los libros, Bella se escabulló entre las sombras de dos altas estanterías. Oyó cómo la puerta se abría y volvía a cerrarse. Jacob la llamó dos veces, en voz baja. Al cabo de un minuto, la puerta se abrió y se cerró una vez más. Bella aguardó unos instantes en el mismo sitio, para estar segura. Contó despacio hasta doscientos y, como seguía sin oír nada, salió de puntillas de su escondrijo y abrió la puerta de la biblioteca para echar un vistazo al pasillo. No vio a Jacob por ninguna parte. Suspiró aliviada.

 

La puerta del salón de actos se abrió sin hacer el menor ruido cuando Bella la empujó. Las luces estaban apagadas, pero distinguió un leve centelleo al otro extremo de la gran estancia, que por lo demás parecía desierta. Caminó en dirección al resplandor con suma cautela.

 

— ¿Edward? —susurró.

 

Un lamento lúgubre resonó en la sala:

—Uuuuh…

 

—Corta ya, Cullen.

Él se rio por lo bajo.

 

Cuando se acercó más a la luz, lo vio arrellanado en una butaca con los pies apoyados sobre una mesa, entre dos velas encendidas. Llevaba un vendaje en la frente y tenía un libro en las manos, que dejó caer al suelo con suavidad.

 

Había una segunda butaca junto a la mesa, y él se la señaló con un gesto.

 

—Siéntate.

 

—No me digas lo que tengo que hacer —masculló ella mientras tomaba asiento.

 

Edward sonrió sin alegría.

—Perdona, solo quería ser amable.

 

Ella ignoró el comentario.

— ¿Qué tal tu cabeza?

 

Edward quitó importancia a la herida con un gesto.

—Estoy bien.

 

Por un momento reinó el silencio.

— ¿Y bien? —Preguntó Bella para romper el mutismo—. ¿Por qué querías verme aquí? No sé bailar, por si te habías hecho ilusiones.

 

Él se encogió de hombros.

—Me gusta estar aquí. Vengo a menudo. Nadie entra nunca, no sé por qué.

 

Bajando los pies de la mesa, Edward se volvió a mirarla.

—Solo quiero saber cómo habéis ido a parar Alice y tú al cenador justo cuando todo se ha venido abajo. Jasper os ha dejado tan tranquilas en la sala común enfrascadas en la típica conversación femenina sobre… zapatos o pintalabios o lo que sea de lo que hablen las chicas. Quince minutos después, estáis en el cenador en mitad de un aguacero vendando heridas. ¿Qué ha pasado entretanto, Bella?

 

Ella rehuyó su mirada.

— Alice quería ir a buscar…

 

Él la interrumpió.

—Venga ya, Bella, no me vengas con rollos. Yo no soy Tanya.

 

Sorprendida de tanta vehemencia, Bella buscó algo que decir.

—Yo… Bueno… Verás…

 

Edward estaba alerta, con la mirada clavada en ella. El mismo temor intuitivo que le había impedido revelarle la verdad a Tanya le dijo que no le contara nada a Edward. Sin embargo, tenía que averiguar qué estaba pasando allí, y si alguien estaba al corriente sin duda era Edward.

 

—Leah. Ha venido a buscarnos.

 

Edward la observaba con una expresión indescifrable. Bella se lo quedó mirando un largo instante, en silencio, buscando una reacción en sus ojos, pero no pudo encontrarla.

 

Cuando Edward habló por fin, lo hizo en un tono frío.

— ¿Qué dijo?

 

Bella se cruzó de brazos con desenfado mientras trataba de visualizar a Leah ante ella tal como la había visto unas horas antes, empapada, con un charco a los pies. Y miedo en el semblante.

 

—Dijo que Jasper y tú estabais malheridos. Y algo raro. Creo que dijo: « Ha salido mal».

 

Edward se levantó tan deprisa que más tarde Bella no podría recordar haber visto el movimiento. Cuando la agarró por los hombros, tuvo la sensación de que él se hacía más grande ante sus ojos.

 

Bella retrocedió.

Con los labios a pocos centímetros de los suyos, Edward le espetó con un susurro áspero:

—Nunca le cuentes a nadie más lo que ha hecho Leah. Júralo.

 

Bella se lo quedó mirando, y movió los labios un instante antes de proferir sonido alguno.

—Sí, claro. Vale, no se lo diré a nadie. Por Dios, Edward.

 

Como si acabara de reparar en lo que estaba haciendo, el chico la soltó.

—Me estás asustando —lo reprendió Bella mientras se frotaba el hombro—. ¿Qué mosca te ha picado?

 

Procurando aparentar indiferencia, Edward se apoyó contra una columna.

—Lo siento. Pero Leah no debería haber hecho eso y algunas personas podrían enfadarse si llegaran a enterarse. No quiero meterla en un lío, de modo que no debes decir nada.

 

—Eh —replicó ella, molesta—. Tranquilo, tío. Y ya que hablamos de sinceridad, ¿por qué no me cuentas de qué iba el numerito de esta noche? ¿Cómo habéis acabado todos cortados en pedazos en mitad del bosque?

 

Cruzando los brazos, él la miró con frialdad. Se hizo un largo silencio.

—Bueno, pues gracias por el interrogatorio, por las amenazas y por todo. Ha sido genial, de verdad. Pero voy a tener que irme.

 

Bella adoptó la expresión más hastiada que pudo encontrar.

Edward la observó como si quisiera decir algo más. De hecho, Bella casi pudo identificar en qué preciso instante decidió no hacerlo.

 

—Sabes vendar muy bien —comentó en cambio—. ¿Dónde aprendiste? ¿En Forks?

 

Ella estuvo a punto de levantarse y dejarlo allí plantado, pero se quedó. No supo bien por qué. Curiosidad, quizá.

 

—En Forks —contestó—. Clases de primeros auxilios. Con las Girl Guides.

 

Edward enarcó una ceja con sorna.

— ¿Pertenecías a las Girl Guides? No.

 

Aunque Bella no alcanzaba a comprender por qué estaban manteniendo aquella conversación intrascendente poco después de que él se hubiera transformado en Hannibal Lecter ante sus ojos, decidió seguir adelante.

 

—Ya lo creo. Era una cría, pero esas cosas no se olvidan. Poner vendas. Cazar mariposas. Hacer mermelada. Lo domino todo.

 

Él profirió una carcajada breve pero Bella no sonrió.

— ¿Qué está pasando aquí, Edward? Quiero decir, ¿qué te ha pasado esta noche? ¿Os habéis peleado? La cosa tenía muy mala pinta.

 

Si Edward le hubiera cerrado una puerta en las narices, no habría sido más explícito. Su rostro había abandonado cualquier expresión.

 

—Déjalo ya —le espetó—. Y no le preguntes a nadie más. Nadie te contará nada y la gente se enfadará si se enteran de que vas por ahí haciendo preguntas —miró el reloj—. Son casi las once. Tenemos que irnos.

 

Apagó las velas con sendos soplidos y la sala se sumió en tinieblas. Mientras caminaba hacia el lugar donde creía que estaba la puerta, Bella tropezó con algo en la oscuridad. Edward la ayudó a recuperar el equilibrio y, por un segundo, sus rostros casi se tocaron.

 

Aunque estaban envueltos en sombras, Bella creyó ver en su rostro una expresión consternada.

Pero seguramente me equivoco.

—Por aquí —la guió de la mano por la oscuridad de la sala con la seguridad de alguien que ha hecho el mismo camino muchas veces. Los dedos de Edward eran cálidos y fuertes al tacto, pero a ella no le apetecía su contacto en aquel preciso instante; caminaba a su lado con rigidez.

 

Cuando salieron al pasillo desierto, deslumbrados por el contraste de luz, el semblante de Edward era premeditadamente inexpresivo.

 

—Son las once, Swan. Deberías darte prisa. No querrás que vuelvan a castigarte.

 

—Sí, claro —se burló ella—. Que corra la sangre, que cuelguen las tripas, pero ¿Bella levantada después del toque de queda? Eso sería una tragedia.

 

—Buenas noches, Swan —replicó él con firmeza.

Ella se dirigió a las escaleras.

 

—Lo que tú digas, Edward.

 

—Tienes que confiar en mí, Bella.

 

Edward la miraba con intensidad, pero ella se resistía.

— ¿Por qué iba a confiar en ti? Tú no confías en mí.

 

 

 

Estaban de pie en el salón de actos, que resplandecía con el brillo de mil velas encendidas; en las repisas, en las mesas y en enormes candelabros de pie.

Desprendían un calor intenso.

 

Los ojos de Edward reflejaban la luz que los rodeaba.

—Pero yo puedo ayudarte…

 

Alguien golpeó la puerta con fuerza. Unos golpes amenazadores. Bella sintió que el corazón se le iba a salir del pecho.

 

—Están aquí —dijo él.

La llamada se repitió, más insistente esta vez. El ruido era casi ensordecedor y Bella se tapó las orejas.

 

— ¿Quién es? ¿Quién viene, Edward?

 

La voz del chico sonó apremiante.

—Tienes que confiar en mí. ¿Confías en mí?

 

Por encima del hombro, Bella vio que la puerta se agrietaba por la fuerza de los golpes.

— ¡Sí! —gritó Bella aferrándose a él—. ¡Sí! Confío en ti.

 

Dando un respingo, Bella despertó en la cama con la colcha apretada entre los puños.

Un fuerte golpe la asustó, pero solo era la contraventana que azotaba la pared impulsada por la recia brisa que se colaba por la ventana abierta.

 

Al encaramarse al escritorio para cerrarla, Bella descubrió que la tormenta había amainado durante la noche; los árboles se agitaban, y las hojas, liberadas, cabalgaban a lomos del viento.

 

El aire olía a limpio cuando pasó la aldaba y volvió a meterse en la cama.

Mientras se tapaba, murmuró en voz alta:

—Sal de mi cabeza, Edward Cullen.

 

___

Hola bonitas :)

Aquí un capitulo de Night School ;) ¿Que les parecio? Sinceramente lo unico que les puedo decir es que este capitulo es relevante, despues de como trato Edward a Bella en las aulas de la Night School y lo que ocurrio en el cenador, definitivamente oculta algo y no solo él. TODOS LE OCULTAN ALGO! ¿Quieres descubrirlo? Solo sigue leyendo capitulo tras capitulo :)

 

Dejen sus comentarios, criticas, felicitaciones, quejas, sugerencias o incluso recomendaciones de sus FANFICS cuidense mucho chicas y el proximo viernes nuevo capitulo. No actualizaré UNA VIDA DISTINTA, lo haré mañana pero si gustan leerlo son bienvenidas.

Capítulo 7: Ajedrez Capítulo 9: Claustrofobia

 
14447519 visitas C C L - Web no oficial de la saga Crepúsculo. Esta obra está bajo licencia de Creative Commons -
 10762 usuarios