NIGHT SCHOOL; tras los muros de Cimmeria.

Autor: Honey
Género: Misterio
Fecha Creación: 29/04/2013
Fecha Actualización: 29/10/2013
Finalizado: SI
Votos: 16
Comentarios: 40
Visitas: 46944
Capítulos: 31

El mundo de Bella se viene abajo: odia su escuela, su hermano ha desaparecido y ella ha sido arrestada. Otra vez.

No puede creer que sus padres hayan decidido enviarla a un internado. Aunque Cimmeria no es una escuela normal: no permiten ordenadores ni teléfonos móviles, y sus alumnos son superdotados, o de familias muy influyentes. Pero hay algo más: Bella se da cuenta de que Cimmeria esconde un oscuro secreto, un secreto que solo comparten algunos profesores y los alumnos de las misteriosas clases nocturnas de la Night School.

A pesar de todo, Bella parece feliz. Ha hecho nuevos amigos y uno de los chicos más atractivos de la escuela le dedica toda su atención. Y, claro, también está su relación con Edward, ese chico solitario con el que siente una inmediata conexión.

Todo parece ir bien hasta el momento en que Cimmeria se convierte en un lugar terriblemente peligroso donde nadie parece a salvo. Bella tendrá que elegir en quién confiar mientras descubre los secretos de la escuela.

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La historia es de C. J. Daugherty y los personajes pertenecen a Stephenie Meyer.

Definitivamente, esta historia no me pertenece. Es una adaptación de un libro y recien saga llamada Nigth School. Este es el primer libro y pronto saldrá el segundo. La adaptación la hago por simple ocio, intercambiando los nombres de los personajes de la obra original por los de la Saga Crepusculo.Si hay algun problema de verdad avisenme, ya vere como me las arreglo o si se deberá eliminar.

Chicas y chicos; si la historia les gusta, por favor no duden en dejar su voto y su comentario. Sus comentarios son muy importantes ya que así sabre lo que opinan ¿De acuerdo?

 **ACTUALIZARE TODOS LOS LUNES**

Los capitulos son largos, esa es la razón.

 

Por cierto, debo aclarar que elimine mi ultimo FanFic llamado: El Silencio de la Luna, por favor disculpenme si lo estaban leyendo, les prometo que despues lo subire, solo que ahorita no estoy muy entregada al cien por ciento al fic y sinceramente no me siento bien dejarlos abandonados mucho tiempo.

Tengo mi primer FanFic en proceso, se llama UNA VIDA DISTINTA y si le das click en el siguiente link [http://www.lunanuevameyer.com/sala-cullen?id_relato=3612] te llevara en directo a el.

Bueno pues espero que la adaptación sea de su agrado. :)

 

 

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Capítulo 4: Primer día de clases

Cuando abrió los ojos, Bella encontró la habitación inundada en luz. Inmersa en esa región brumosa que separa el sueño de la vigilia pensó que aquel lugar, con las paredes de un blanco inmaculado y la colcha prístina, parecía el cielo.

 

Miró la esfera del despertador que descansaba sobre el escritorio: las seis y media. ¿Alguna vez en su vida había madrugado tanto? Quizá con ocasión del viaje a Francia que había hecho con su familia años atrás, pero nunca por propia voluntad. Jamás para asistir a clase.

 

Mientras se desperezaba, oyó voces en el pasillo. El aire fresco de la mañana había enfriado el cuarto. Se sentó en la cama y descubrió la ventana abierta de par en par. Pero ¿no la había cerrado la noche anterior? Recordaba haberlo hecho, pero ahora estaba tan abierta como cuando se había sentado a mirar la noche horas atrás.

A lo mejor soñé que la cerraba.

 

Se levantó mascullando:

—En marcha, Bella.

 

Después de alisarse el camisón y ponerse las zapatillas, envolvió el champú y el cepillo de dientes en una toalla y recorrió el pasillo con paso enérgico, nerviosa por no saber qué escena le deparaba aquel cuarto de baño compartido.

 

A diferencia del vacío sepulcral de la noche previa, el bullicio y el vapor inundaban la gran habitación, pero encontró una ducha libre. Aliviada al ver que no tenía que compartir «uno de esos horribles cubículos de cemento donde todos se duchan desnudos y revueltos», Bella corrió la cortina a su espalda y descubrió un vestuario privado junto a una espaciosa zona con ducha blanca. Ambos estaban inmaculados.

 

La verdad, aquello no estaba nada mal. Había mucho sitio, un gancho para colgar la ropa e incluso un banco de madera donde dejar las zapatillas a salvo del agua y la suciedad. Bajo la lluvia caliente se sintió mejor casi de inmediato.

 

Más tarde, con el pelo mojado envuelto en una toalla, encontró un lavamanos libre donde lavarse los dientes y ni siquiera le molestó el bullicio que la rodeaba.

Envuelta en un albornoz blanco y grueso como una más, nadie habría podido decir que era  la nueva.

 

De regreso a su cuarto se puso el uniforme rápidamente, se peinó la melena húmeda y se aplicó una fina capa de máscara de pestañas. Su mano vaciló al ir a coger el lápiz de ojos… luego lo dejó en el bolso. En aquel lugar no se llevaba el estilo de los institutos londinenses. Cogió unos cuantos bolis y papel para todo el día y los guardó en la cartera azul que había encontrado en el armario. Se la colgó en bandolera y se encaminó a las escaleras a las siete en punto, mucho antes del límite de las siete y media marcado para el desayuno.

 

Al entrar en el comedor se paró un momento; otra vez estaba transformada. La luz del sol entraba a raudales por enormes ventanales alineados a lo largo de una de las paredes, algo amortiguada por las persianas blancas. Las velas titilantes y los vasos resplandecientes habían desaparecido. No había servicios sobre las mesas, cubiertas tan solo por un sencillo mantel blanco. La comida estaba expuesta en una mesa de bufé: diez tipos de cereales, una fuente de gachas recién hechas y rebanadas de pan listas para tostar. Bandejas de plata precalentadas ofrecían huevos, beicon y embutidos.

 

Al oler la comida, Bella descubrió que volvía a estar hambrienta, así que se sirvió tostadas, queso y huevos revueltos, además de un vaso de zumo de manzana, antes de sentarse a una mesa vacía. No reconoció a nadie de los presentes, lo cual era agradable en parte. Untó mantequilla y mermelada de arándanos en una tostada y dio un gran bocado.

 

— ¿Está libre este sitio?

 

Procurando no masticar con la boca abierta, Bella se volvió a mirar y vio a Jacob de pie a su lado. Sin pronunciar palabra, hizo un gesto negativo con la cabeza intentando al mismo tiempo tragar con delicadeza. No lo consiguió.  Frunció el ceño cuando la comida atravesó su garganta. Por primera vez, creyó advertir una sonrisa en aquellos ojos extraordinarios.

 

—No… O sea, puedes sentarte. Por favor. Hazlo…

 

Sentado junto a ella sin el menor amago de incomodidad, el chico mordió un trozo de beicon.

 

— ¿Qué tal tu primera noche? Te busqué en la sala común pero no te vi.

 

A Bella le dio un brinco el corazón. Clavó la mirada en el queso para que Jacob no advirtiera hasta qué punto se sentía halagada.

 

—Anoche tenía mucha lectura pendiente. Pensé que sería mejor aprender cuanto pudiera para que hoy no me pillaran… ya sabes… desprevenida. El primer día y tal.

 

Él asintió al mismo tiempo que daba un mordisco discreto a su tostada.

 

—Recuerdo haberme sentido así el primer día. Es como si pretendieran que aprendieras de golpe todos los misterios de Cimmeria. Creo que la información que te dan es… —con un gesto adorable, buscó la palabra en inglés—, tan grande como esta escuela. ¿Me explico?

 

Encantada, esbozó una sonrisa espontánea.

 

—Entiendo muy bien lo que quieres decir. Es desmesurada.

 

—Sí. Desmesurada.

 

El muchacho le devolvió la sonrisa y el corazón de Bella volvió a brincar. Basta ya, se dijo con firmeza. Solo trata de ser educado. Comieron en un silencio amistoso durante un rato.

 

—Bueno —empezó a decir ella—. ¿Vais a menudo a la sala común? Tiene buena pinta.

 

Excelente conversación, Bella. Muy ocurrente.

 

Jacob no pareció extrañado mientras daba un sorbo a su café con leche.

—Casi todas las noches nos reunimos allí o en la biblioteca. En verano, cuando hace más calor, muchos preferimos salir al jardín. Ayer por la noche estuve fuera, jugando al cróquet nocturno. Por eso te buscaba. Pensé que a lo mejor te apetecía jugar.

 

El tenedor de Bella se detuvo a medio camino de su boca.

 

— ¿Jugasteis a cróquet por la noche? ¿En la oscuridad?

 

—Así es más divertido. Verás, he descubierto que muchos juegos son más interesantes si los practicas por la noche.

Jacob le sostuvo la mirada un momento más de la cuenta.

 

Y así, por las buenas, Bella perdió el apetito. Desvió los ojos y paseó la vista por la sala. Silla, mesa, chica con coleta, ventana, otra silla…

 

Notó que las mejillas le ardían. Cuando volvió a mirarlo, una sonrisa jugueteaba en la comisura de sus labios mientras aplastaba una esquina de la tostada entre unos dedos largos, sin apartar la vista de Bella.

 

Está coqueteando conmigo. No hay duda.

 

—El béisbol, por ejemplo —siguió hablando él con ademán pensativo—. Y el fútbol a oscuras, aunque resulta un poco… brusco.

 

Con la punta de los dedos, sostuvo un trozo de beicon en equilibrio mientras sopesaba las posibilidades.

 

—El tenis con raquetas fosforescentes en una noche sin luna es increíble. Creo que te encantará. Prometo encontrarte la próxima vez que juguemos… dondequiera que estés.

 

Ella lo miraba como hipnotizada mientras Jacob se metía el beicon en la boca.

 

—Bella, qué agradable volver a verte —Rosalie separó una silla de la mesa y la ocupó. Llevaba en el plato una abigarrada combinación de rodajas de fruta—. Y Jacob. Qué sorpresa.

 

El brillo de su melena rubia y rizada contrastaba con la tez lechosa y translúcida. A aquella luz suave, parecía resplandecer. La rodeaba un grupo de chicas estilosas que observaban a Bella con expresión socarrona.

Impávido, Jacob se volvió a mirar a la recién llegada.

 

—En realidad ya me iba.

 

Se giró hacia Bella y sostuvo su mirada.

—Vamos juntos a Literatura inglesa, según creo. Esta semana estamos estudiando a Robert Browning, por si quieres leer algo antes de clase. Te veo allí.

 

Jacob se alejó antes de que ella pudiera preguntarle cómo sabía a qué clases iba, pero al llegar al umbral se dio media vuelta un segundo y, cuando las miradas de ambos se encontraron, Bella se sintió como si le hubieran dejado caer una cálida manta sobre los hombros. Sonrió a su zumo de manzana mientras él se marchaba.

 

—Jacob es encantador, ¿verdad? —un fuerte acento del oeste de Washington interrumpió el ensueño de Bella. Cuando alzó la vista, descubrió que Rosalie la miraba con complicidad—. Esos ojos soñadores y ese acento delicioso. Su novia también es encantadora, ¿verdad? —se volvió a mirar a la morenita que tenía al lado, que asintió y se rio por lo bajo—. Ahora vive en París, por lo que he oído.

Rosalie mordió con delicadeza un trozo de pomelo mientras el globo emocional de Bella se deshinchaba.

 

Vaya, su novia. Ya. Olvídalo, entonces.

 

No le sorprendió en absoluto que la inevitable decepción hubiera mandado a paseo sus esperanzas de un romance incipiente. Sinceramente, estaba acostumbrada.

 

Al principio de conocer a Seth pensó que podía haber algo entre ellos. Durante dos semanas fue evidente para todo el mundo que se llevaban de maravilla. Hasta que una noche apareció con una simpática rubita llamada Charlotte que tenía debilidad por las minifaldas y la laca de uñas de color rosa fucsia.

Después de aquello, se hicieron colegas.

 

—Qué suerte para él —repuso Bella con resignación—. Bueno… Tengo que irme.

 

Se levantó y se alejó rápidamente, pero se detuvo en el último momento buscando un sitio donde dejar el plato y el vaso. Al oír risillas a su espalda, se irguió y salió con la cabeza bien alta.

 

Dejando atrás el comedor, Bella se reunió con los alumnos que atravesaban el gran vestíbulo con frisos de roble en dirección a las aulas del ala este. Imponentes óleos decoraban las paredes, casi todos enormes retratos de hombres y mujeres del siglo XIX que parecían mirarla con desdén desde sus trajes de gala. Algunas de aquellas pinturas reproducían el caserón de Cimmeria desde distintas perspectivas, la mayoría desde la colina, con los frondosos bosques retratados al fondo. En una de ellas, el edificio aparecía mucho más pequeño que en la actualidad; había sido pintada antes de la ampliación de la que le había hablado Tanya.

 

 A primera hora a Bella le tocaba clase de Biología en el aula 112, de modo que subió al primer piso, donde encontró la sala a pocos pasos de la escalera. Los alumnos más puntuales aguardaban ya sentados en parejas tras los pupitres dispuestos en largas hileras, mientras que un hombre alto de aspecto distraído y rebelde pelo castaño hojeaba papeles ante la mesa del profesor a través de sus gafas de montura metálica.

Bella se acercó a él.

 

—Hola. Soy Isabella Swan. Soy nueva.

 

Él la miró por encima de las gafas y luego siguió revolviendo papeles un buen rato antes de extraer uno en concreto, que agitó con ademán triunfal.

 

—Claro que sí. Te has cambiado de colegio, qué maravilla. Pero te tengo inscrita como «Bella». ¿Qué nombre prefieres?

 

—Bella —repuso ella sorprendida. En los colegios solían conocerla como Isabella. Allí, sin embargo, todo el mundo la llamaba Bella antes incluso de que se presentara.

 

—Pues que sea Bella —había empezado otra vez a remover documentos con aire distraído—. Soy Eleazar Denali. Los alumnos me llaman por mi nombre. Por favor, siéntate allí, en el segundo asiento a la derecha, al lado de Alice.

 

Bella miró hacia el lugar que el profesor señalaba, donde la chica menuda con la que había coincidido a la entrada del comedor el día anterior le hacía alegres señas.

 

—Me alegro de que te hayan puesto a mi lado. Espero que se te dé bien la biología —dijo en cuanto Bella se acercó—. Las ciencias me parecen algo diabólico. Tanto parásito y tanto feto muerto… ¿Qué pretenden decirnos? Caray, ayer por la noche nos metimos en un buen lío, ¿eh? ¿Te pasa a menudo?

 

Tenía una sonrisa contagiosa —la dentadura blanca y regular, simpáticos hoyuelos en las mejillas y pequeñas arrugas en torno a una nariz minúscula—, además de un acento impecable. Bella esbozó una sonrisa antes siquiera de saber que quería hacerlo.

 

—Constantemente me pasan cosas así. Si andas cerca de mí, puedes estar segura de que volverá a suceder —respondió sonriendo con malicia.

 

Alice  la miró alborozada.

 

— ¡Genial! Lo vamos a pasar de miedo.

 

Mientras Bella sacaba el cuaderno, Alice susurró:

— ¿No te parece que Eleazar está bastante bueno para ser un tío mayor? En primero, me pasé todo el año colada por él.

 

Bella observó al profesor. Podría haber sido el padre de un amigo suyo. Un padre agradable, pero padre al fin y al cabo.

 

—Me encanta eso de llamar a los profesores por su nombre —se escabulló—. Mi último colegio era tan estricto que prácticamente teníamos que llamarlos «agente».

 

Alice se rio, como si no supiera si creerla o no.

 

—Me tendrás que contar más cosas de tu vida —le propuso—. Suena mucho más interesante que la mía.

 

No cuentes con ello, pensó Bella, pero se limitó a sonreír.

 

Su nueva amiga le indicó en el libro la lección por la que iban.

—Qué asco —comentó tan campante—. Creo que hoy nos toca disección.

 

Como obedeciendo a una señal, Eleazar pidió silencio. —Hoy estudiaremos la constitución interna de los anfibios, gracias al sacrificio de este amiguito.

 

Introdujo una mano bajo la mesa para sacar una cubeta de disección donde yacía una rana muerta, despatarrada e inmovilizada, que exponía su vientre pálido y vulnerable al conjunto de la clase.

 

—Oh, mierda —se horrorizó Alice.

 

— ¿Quién me puede decir por qué diseccionamos un batracio y no cualquier otro animalillo? — Preguntó Eleazar, que miraba a la clase por encima de las gafas—. ¿Por qué torturamos a este inocente morador de la charca? ¿Qué me dices, Bella? ¿Lo sabes?

 

Ella palideció.

—Pues… supongo que…

 

—Porque la anatomía de la rana se parece mucho a la humana.

 

La voz, profunda y seductora, procedía de algún lugar situado a su espalda.

—El señor Cullen —dijo Eleazar mirando con frialdad al propietario de la voz— tiene razón como de costumbre, aunque debería aguardar su turno. La anatomía de la rana se parece hasta cierto punto a la humana.

 

Bella se dio la vuelta en el asiento para averiguar quién la había rescatado, y de inmediato reconoció al muchacho que había visto el día anterior en la sala común.

 

La estaba mirando con aquellos ojos grandes y verdes, pero descubrió en ellos una expresión que la sobresaltó; parecía casi resentido. Con un ceño de perplejidad, Bella volvió a mirar al frente.

 

Las ciencias no eran su fuerte, de modo que intentó no volver a pensar en «el señor Cullen» y concentrarse en cambio en las explicaciones que Eleazar le ofrecía sobre los batracios. No volvió a mirar atrás.

—Has tomado muchos apuntes —observó Alice mientras salían de clase—. Tengo el presentimiento de que te van las ciencias. Necesito una amiga que sea un hacha en ciencias.

 

—A mí no se me dan muy bien —reconoció Bella con franqueza—. Es que tengo que esforzarme para ponerme al día. Esta clase va mucho más adelantada que la de mi antiguo colegio.

 

—En este son muy exigentes —confirmó la otra—. Pero también es un sitio muy divertido. Aunque hay un montón de reglas raras.

 

—Ya lo creo —asintió Bella.

 

Fingiendo ajustar la tira de la Cartera, preguntó como quien no quiere la cosa:

—Oye, ¿quién era ese chico que me ha echado un cable con la pregunta de la rana? Eleazar le ha llamado «señor Cullen».

 

Con una mirada de complicidad, Alice le dijo en confianza:

 

—Edward Cullen —susurró—. Está buenísimo. Pero es un caso. Así que olvídate de él.

 

A Bella le intrigó tanto el comentario que ni siquiera se molestó en disimular.

 

— ¿En qué sentido es un caso?

 

—Siempre está castigado. Cree saberlo todo y desprecia a la humanidad. Es exasperante. La mitad de los profesores lo odia y la otra mitad lo trata, no sé, como a un hijo o algo así. Tiene fama de conquistador. Toma lo que quiere y luego pierde el interés. Te recomiendo que te concentres en ese rollo que tienes con Jacob.

 

Bella se sonrojó. —No tengo nada con Jacob.

 

— ¿Ah, no? Pues yo creo que le gustas —Alice le dio un codazo amistoso.

 

—En realidad, he oído que tiene novia en París.

 

—Primera noticia —la sorpresa de su amiga parecía genuina—. ¿Quién te lo ha dicho?

 

—La chica rubia. ¿Cómo se llamaba… Rosalie?

 

—Ah, Rosalie —Alice resopló con desdén—. Dios, es una arpía. No creas ni una palabra de lo que te diga. Va siempre detrás de Jacob y él no le hace ni caso. Seguro que le da muchísima rabia que se haya fijado en ti.

 

Bella fingió indiferencia pero por dentro estaba hecha un flan. De manera que Rosalie había mentido. Todo estaba claro, pues.

Empieza el juego.

 

 

El día transcurrió en una vorágine de clases nuevas, profesores desconocidos y compañeros recientes. Bella averiguó también que nadie mentía sobre el volumen de trabajo que debían realizar a diario. Banner le daba Historia, y aunque la idea le producía escalofríos, descubrió aliviada que, aparte de dirigirle una mirada torva al entrar en el aula, la trató como a los demás.

 

La siguiente clase era el seminario de Literatura inglesa de Tanya. Al entrar en el aula, la primera persona que vio fue a Jacob, repantingado ante el pupitre en una postura elegante, con las piernas extendidas ante sí. Estaba hablando con el compañero de al lado, pero al verla enmudeció al instante e incluso la siguió con los ojos cuando Bella se acercó a Tanya.

 

—Hola, Bella —la directora sonrió—. ¿Qué tal tu primer día?

 

—De momento muy bien —respondió ella mintiendo solo a medias.

 

—Estupendo —la profesora le tendió un programa del curso—. Hoy vamos a leer a Robert Browning. ¿Estás familiarizada con su obra?

 

Durante el descanso del almuerzo, Bella había leído un poema de Browning en el libro de texto.

 

—He leído La vida en un amor —respondió.

— ¿Qué te ha parecido?

 

Bella se sintió incómoda.

—Bien.

 

Tanya inclinó la cabeza a un lado con ademán escéptico.

— ¿Eso es todo lo que puedes decir?

 

Bella detestaba la poesía, pero no creyó que fuese el momento oportuno para mencionarlo. Se apoyó en el borde de un pupitre tratando de encontrar las palabras adecuadas.

 

—A decir verdad… me ha parecido un poco… ya sabes, rancio.

 

Por un instante la directora pareció a punto de contradecirla, pero renunció a la idea y le tendió el programa.

 

—Está bien. Siéntate donde quieras.

 

Los pupitres estaban dispuestos en corro, lo cual, por algún motivo, dificultaba la elección. Tras vacilar un momento, Bella escogió un sitio al azar. Cuando se sentó advirtió que Jacob la seguía mirando. Lo saludó insegura con la mano y él le dirigió una sonrisa antes de continuar hablando con el chico que tenía al lado.

 

Tanya se situó en el interior del corro apoyada contra un pupitre vacío.

 

—Espero que todo el mundo leyera algo de Browning ayer por la noche. Siento curiosidad por saber qué os ha parecido. Poseía un estilo único que desafiaba todas las convenciones poéticas de su época, y pensé que algunos de vosotros conectaríais con su enfoque. Supongo que todos habéis tenido la oportunidad de conocer a nuestra nueva alumna, Bella. Bella, no quiero que te sientas incómoda pero ¿podrías leer los primeros versos?

 

Oh, maldita sea.

 

Azorada, Bella se puso en pie con el libro en alto y se aclaró la voz.

 

¿Escaparme yo?

Nunca.

¡Bienamada!

Mientras yo sea yo, y tú seas tú, siempre que el mundo nos contenga a ambos, yo el amante y

tú la esquiva.

Mientras uno se evada, que el otro persiga.

 

En cuanto Tanya hizo un gesto de asentimiento, Bella volvió a su sitio aliviada.

 

—Y bien, ¿qué está diciendo Browning en estos versos?

 

La clase la contemplaba en silencio. Bella estaba segura de saberlo, pero bajo ningún concepto pensaba ponerse a hablar de ello en aquel momento.

 

—Trata de la obsesión.

 

No había visto entrar a Edward Cullen, pero allí estaba, sentado a pocos pupitres de ella.

Tanya asintió.

 

— ¿Te importaría desarrollar la idea?

 

—Mientras ambos existan en el mismo planeta, el poeta estará pendiente de ella —aclaró Edward —. Está enamorado, pero su sentimiento supera el amor. Lo abarca todo. Él cree que están hechos el uno para el otro y ella no. De modo que el poeta dedica la vida entera a tratar de convencerla.

 

—Interesante teoría —Tanya echó un vistazo en dirección a Bella—. ¿Alguien más?

 

Ella se encogió en el asiento.

 

—Ángela —dijo la directora, que se había vuelto a mirar a una morenita que Bella conocía de vista—. ¿Te importa leer los versos siguientes?

 

Bella espió a Edward a hurtadillas, pero apartó la vista a toda prisa. El chico tenía los ojos clavados en ella.

 

 

 

— ¿Qué les pasa a los chicos de este colegio?

Bella y Alice se dirigían a la biblioteca. Concluidas las clases por aquel día, Alice había pasado a buscarla de camino a su cuarto y le había propuesto que estudiaran juntas.

 

— ¿A qué te refieres? —quiso saber Alice.

 

—Me miran —aclaró Bella—. Mucho.

 

Su amiga sonrió.

 

—Eres guapa. Y nueva. Los chicos miran a las chicas nuevas, sobre todo si son guapas.

 

—No soy tan guapa. En Forks los chicos no me miraban tanto.

 

—Pues a mí me pareces guapa —insistió Alice—. Quizá solo quieran… —se encogió de hombros— que te fijes en ellos.

 

Ambas se rieron por lo bajo. Bella fingió doblarse bajo el peso de la Cartera—No puedo creer que nos pongan tantos deberes.

Alice asintió.

—En verano se explayan a gusto, porque si estás aquí durante el trimestre estival quiere decir que tienes, qué sé yo, talento.

 

— ¿Talento?

Bella enarcó las cejas.

 

—Ya sabes, potencial — Alice se encogió de hombros—. Llámalo como quieras. La escuela divide a los alumnos en varios grupos, según creo. Algunos acuden a este centro porque tienen mucho dinero. Otros por derecho de sucesión. Pero unos pocos estudian aquí porque son superlistos. Pasan en el colegio la mayor parte del año, mientras que los demás se van a casa en verano. Creo que nos están educando para que gobernemos el mundo o algo así.

 

Bella se maravilló de que se pudiera decir algo así sin que sonara pretencioso.

 

—Por eso no me importa pasar aquí el verano —Alice empujó la puerta de la biblioteca y bajó la voz hasta un susurro—. Tenemos el edificio para nosotros solos y la gente que anda por aquí en estas fechas mola un montón.

 

Una voz en la cabeza de Bella se lamentó: Yo no estoy aquí porque sea superlista. Mientras penetraban juntas en el silencio de la biblioteca, Bella aspiró la mezcla de olores, a piel, a libros viejos y a abrillantador de muebles al limón. La sala se extendía hasta donde se perdía la vista, como un bosque de estanterías oscuras cuya altura alcanzaba los casi cinco metros del techo.

 

Cada sección poseía su propia escala desplazable para acceder a los estantes más elevados. Gruesas alfombras orientales cubrían el suelo amortiguando así el ruido de los pasos.

 

Antiguas lámparas de hierro forjado, que albergaron velas en un pasado lejano, pendían de gruesas cadenas a más de un metro del techo, de tal modo que los libros de los últimos estantes se perdían en las sombras. Vio también sólidas mesas de madera iluminadas por lámparas verdes y rodeadas de butacas de piel, muchas de ellas ocupadas por estudiantes enfrascados en sus libros como pequeñas figuras abandonadas entre los montones de tomos que los rodeaban.

 

Intimidada ante tanta dedicación al estudio y tantos recursos para ello, Bella intentó ahuyentar la sensación de inseguridad que empezaba a embargarla. Iba muy atrasada respecto al grupo; ¿cómo conseguiría ponerse al día? Por primera vez en mucho tiempo tuvo miedo de suspender.

 

Siguió a Alice, que zigzagueaba entre las mesas con desenvoltura buscando el sitio idóneo para disfrutar de buenas vistas de la zona de estudio sin quedar expuestas a la vigilancia de la bibliotecaria.

 

Amontonaron los libros sobre la mesa y se acomodaron en las grandes butacas. Estaban enfrascadas en un tema de Historia cuando dos brazos musculosos envolvieron a Alice por detrás y la apresaron contra el asiento. Ella dio un respingo sobresaltada, pero soltó una risilla al identificar a un chico rubio, muy atractivo, que asomado por encima de su hombro le plantaba un besito en el cuello.

 

— ¡Jasper, basta! Todavía no has conocido a Bella. Y tienes que hacerlo, porque Bella es una diosa.

 

Alice estaba tan resplandeciente que Bella sintió una punzada de envidia, seguida de un ligero sentimiento de culpa por haberla experimentado.

 

Los ojos castaños de Jasper chispearon a la luz de la lámpara cuando le dedicó a Bella una sonrisa de bienvenida. Luego, estirándose por encima de Alice, le tendió una mano fuerte de uñas cuadradas y bien arregladas.

 

—Hola, Bella. Nunca antes había conocido a una diosa. —Ella sonrió también, al tiempo que le estrechaba la mano.

 

—Para todo hay una primera vez.

 

Tras depositar un beso en la coronilla de Alice, el chico se sentó al otro lado de la mesa y le cogió el cuaderno para echarle un vistazo.

 

— ¿Qué estáis estudiando? Ah, Historia. Me encanta verte tan aplicada.

Volviéndose hacia Bella, Alice puso los ojos en blanco.

 

—Jasper nos lleva un año de ventaja. A veces se pone un poco pedante.

Él se rio y acarició el brazo de Alice con la punta del boli.

 

—Pedante, no. Es que tengo más experiencia.

Ella volvió a reír pero Jasper ya se volvía hacia Bella.

 

—Así que tú eres la famosa Bella Swan de la que habla todo el mundo.

Ella se quedó de una pieza.

 

— ¿Cómo que todo el mundo habla de mí? ¿Y por qué, si se puede saber?

Jasper sonrió.

—Tranquila. Solo porque eres nueva. Carne fresca. Cuando llevas aquí encerrado un año entero empiezas a sentirte un poco aislado del resto del mundo. De manera que una alumna nueva en mitad del verano es todo un acontecimiento. Además, está ese rollo con Jacob…

 

Dejó la frase en suspenso con un tono cargado de intención. Alice y él miraron a Bella como si estuvieran contemplando un prodigio.

 

—Oh, por el amor de Dios —Bella empezaba a estar harta de «ese rollo con Jacob» —. Siento decepcionarte, pero no hay nada de «ese rollo con Jacob».

 

Alice se inclinó hacia Jasper.

—Bella está en fase de negación. Creo que están hechos el uno para el otro.

La aludida se sonrojó.

 

—No estoy en fase de negación.

 

—Sea como sea —prosiguió Jasper con delicadeza—, todo el mundo se ha dado cuenta de que le interesas. Y estamos intrigados.

 

— ¿Y qué es lo que os intriga tanto?

 

Jasper miró a Alice. Esta asintió levemente.

 

—Jacob es bastante… especial. Sus padres son personas muy importantes; procede de un linaje muy antiguo. Y él también es un tipo interesante de por sí.

Montones de chicas a lo largo de los años han intentado conquistarlo, pero ninguna ha llegado a conseguirlo.

 

En aquel momento intervino Alice.

 

—Pero entonces apareces tú y Jacob se queda flipado.

 

Bella se sentía presionada, una sensación que siempre había detestado.

—Bueno, siento decepcionar a todo el mundo, pero no sé si me interesa.

 

Alice parecía exasperada.

—Creo que le gusta otro.

 

Jasper la interrogó con los ojos y ella le respondió con una mirada cargada de significado.

—Edward —dijo arrugando la nariz.

 

—Oh, no —Jasper se inclinó hacia Bella con vehemencia—. En serio. No puedes. Cullen no. Es de lo peorcito que encontrarás por aquí.

 

—Gracias, Jasper. No sabía que me tuvieras tanto cariño.

 

Bella reconoció al instante aquella voz profunda y sonora. Se quedó petrificada, rogando que la tragara la tierra y nadie volviera a verla nunca. Jasper siguió en sus trece.

 

—Oh, pasa de mí, Edward. Ya sabes que es verdad. No te has esforzado mucho en ganarte la fama de ser un tío legal por aquí.

 

Mirando a Bella con expresión consternada, Alice amontonó sus libros con movimientos enérgicos.

 

—Estaba a punto de ir a la sala común a descansar un rato antes de la cena. ¿Venís?

 

Jasper y Alice se levantaron, pero Bella estaba tan avergonzada que no podía ni moverse. Además, marcharse en esas circunstancias habría sido un gesto de cobardía.

 

Alzó la barbilla apenas.

—No, gracias. Voy a repasar un poco más antes de tomarme un descanso.

 

Por encima del hombro de Edward, Alice articuló con los labios un «lo siento» antes de echar a andar hacia la puerta con Jasper.

 

Mientras Edward se sentaba al otro lado de la mesa, Bella fingió anotar algo en el cuaderno de Historia. En realidad, la cabeza le daba vueltas.

 

Genial. Ahora cree que estoy loca por él. ¿Y qué? Que piense lo que quiera.

Contó dos inspiraciones y dos exhalaciones.

 

—Eh —dijo él.

 

Al levantar la vista del cuaderno, Bella lo vio inclinado hacia ella. Tenía su cara muy cerca…, aquellos ojos verdes clavados en los suyos. Se fijó como una tonta en sus largas pestañas, en sus cejas finas y rectas…

 

De algún modo se las ingenió para aparentar indiferencia, pensando que el rubor de las mejillas debía de traicionarla en cualquier caso.

 

—Creo que no hemos sido debidamente presentados —dijo él—. Soy Edward Cullen.

—Yo soy Bella Swan —se esforzó por dar a su voz un tono resuelto, y por una vez lo consiguió.

Sostuvo la mirada del chico con expresión altiva. O cuando menos lo intentó.

 

—Ya lo sé —dijo Edward, que se había arrellanado en la butaca. Esbozó una sonrisa burlona y Bella desconfió de él al instante—. Deberíamos hablar.

 

— ¿Deberíamos? —Preguntó ella con frialdad—. ¿De qué?

 

—De ti.

 

—Genial —dijo Bella—. Bueno, mi color favorito es el azul y me encantan los cachorros de perro. Te toca.

 

—Muy graciosa —respondió él con expresión hosca.

 

—Oh, sí —prosiguió ella—. Y soy muy graciosa. Lo siento. Olvidé mencionarlo antes.

 

Él empezaba a parecer exasperado.

—Esa información es muy útil, gracias. Pero yo te preguntaba qué estás haciendo en Cimmeria. No es frecuente que acudan alumnos nuevos en pleno trimestre de verano.

 

Molesta por aquel tono inquisitivo, Bella se echó hacia atrás y cruzó los brazos. ¿De modo que quería saber la verdad? Pues ella no iba a ser tan tonta como para entregarle tanta munición a un desconocido.

Hizo girar el boli entre los dedos.

 

— ¿Gané un concurso?

 

—Qué divertido —respondió él con una expresión que contradecía sus palabras—. En serio. Nunca tengas miedo de decir la verdad. ¿Qué te ha traído aquí?

 

No va a rendirse. Muy bien, pues.

Levantó la barbilla y lo miró directamente a los ojos.

 

—La policía me detuvo.

 

Él se encogió de hombros.

 

— ¿Y?

 

—Tres veces.

 

—Oh.

 

—En un año.

 

Edward lanzó un silbido por lo bajo.

—Bien. Pero que te detengan no te abre las puertas de Cimmeria. Esto no es un reformatorio. ¿Por qué estás aquí?

 

Molesta, Bella notó cómo la ira pugnaba por salir de su interior, aunque se contuvo.

—Para serte sincera, no tengo ni la menor idea. Mis padres me dijeron que me iban a mandar interna, y a los pocos días me trajeron aquí. Al parecer, este lugar está especializado en adolescentes como yo. A saber qué significa eso.

 

—Interesante.

Edward la contemplaba con extrañeza, como si ella fuera una curiosidad expuesta en un museo.

 

Bella le devolvió la mirada con cara de pocos amigos.

— ¿Qué te parece interesante?

 

—A este colegio asisten algunos chicos con problemas, pero no en verano. En verano solo acuden los alumnos más dotados.

 

¿Acaso llevo «demasiado tonta para estudiar aquí» tatuado en la frente?

Bella empezó a amontonar los libros con furia.

—Supongo que es imposible contemplar siquiera la idea de que pueda ser inteligente. Y problemática —escupió la última palabra—. Bueno, en ese caso será mejor que siga estudiando, ¿verdad? Tendré que esforzarme mucho si quiero estar a la altura de unos genios como vosotros.

 

—Eh —Edward parecía sorprendido—. No seas tan susceptible. Solo quería entender mejor quién eres.

 

Y aquello fue la gota que colmó el vaso. Después de Rosalie, Kate y Banner, de sus padres y de la policía, Bella estaba harta. Metió los libros en la Cartera y se encaró con él.

 

—Pues no hace ninguna falta, ¿vale? No necesito que te intereses por mí. No trates de analizarme. Y, puestos a ello, deja de insultarme. Quizá me hayas visto en clase o hayas escuchado una conversación a hurtadillas y ahora creas conocerme. Pero, créeme, no sabes nada de nada.

 

Salió de la biblioteca hecha una furia y corrió hacia las escaleras.

… treinta y dos, treinta y tres, treinta y cuatro peldaños…

 

Apenas había llegado a su habitación cuando rompió en llanto. La Cartera se le cayó de los dedos exangües, y apoyada contra la puerta, se dejó resbalar al suelo. Con la cara enterrada entre las manos, lloró en silencio.

¿Por qué estaba allí? Todo el mundo la trataba como la tonta del pueblo que se hubiera colado cuando el portero estaba de espaldas.

 

Al notarque le faltaba el aliento, bregó por evitar el ataque de pánico, pero los extremos de su campo devisión empezaban ya a emborronarse. Contó sus propias respiraciones, los tablones del suelo, los libros de las estanterías y los cristales de las ventanas hasta notar que recuperaba el control y su visión volvía a la normalidad.

 

Cuando se sintió mejor, se puso en pie. Abrió la puerta y comprobó que el pasillo estuviera vacío antes de ir corriendo al cuarto de baño para refrescarse la cara con agua fría. Mientras se estaba alisando el pelo, la puerta se abrió y cedió el paso a Kate. Cuando la prefecta reparó en las lágrimas que ensuciaban las mejillas de Bella, la miró con preocupación.

 

—Hola, Bella. ¿Qué tal te estás adaptando?

Ella no se sentía con fuerzas para fingir. Y tampoco tenía ganas de hablar de ello. Solo quería estar en cualquier otra parte.

 

—Todo va de maravilla, Kate —las palabras rebosaron sarcasmo, pero no pudo evitarlo—. Todo el mundo es muy agradable. Todo va… genial.

 

Antes de que Kate pudiera reaccionar, Bella abrió la puerta y corrió por el pasillo. Jamás en la vida se había sentido tan sola.

 

 

Bella despertó con un sobresalto y se incorporó en la silla de madera. Le dolía la espalda y la lamparilla del escritorio estaba encendida.

¿Qué hora es?

Aturdida, dio la vuelta al despertador para mirar la esfera. Las dos de la mañana. Debo de haberme dormido reclinada en el escritorio.

 

Estaba sentada frente a la ventana abierta, con un montón de papeles desparramados ante ella. La crisis le había quitado el apetito, así que se había saltado la cena y se había quedado en el cuarto para echar un vistazo a la documentación. Lo último que recordaba era haber leído el Reglamento.

 

Al acabar los deberes, había pensado que en realidad nunca había llegado a leerlo y lo había sacado del cajón para reparar su descuido. Las reglas le parecieron tan excéntricas y restrictivas que al principio no podía dar crédito a lo que tenía delante.

 

Bienvenida, Bella.

La Academia Cimmeria ofrece un entorno de aprendizaje único, y nos alegramos mucho de tenerte entre nosotros. Desde hace muchos años, el colegio funciona a partir de una serie de normas que instauraron nuestros padres fundadores tiempo atrás.

 

Sigue estas reglas al pie de la letra y algún día recordarás tu vida en Cimmeria como una época memorable y feliz. Si, por el contrario, no las acatas, tus días aquí estarán contados.

 

Reglamento académico de Cimmeria:

 

1. El día empieza a las siete de la mañana y termina, como máximo, a las once de la noche. Fuera de este horario debes permanecer en tu dormitorio.

 

2. Los bosques que rodean la escuela pueden ser peligrosos. Los alumnos tienen prohibido internarse en los mismos a solas o después del ocaso.

 

3. Ningún alumno puede abandonar las instalaciones del colegio sin permiso.

 

4. El ala de los profesores es zona restringida.

 

5. Los estudiantes de ciertas materias avanzadas toman parte en la Night School. Un número muy restringido de alumnos disfruta de ese privilegio. Si no te encuentras entre ellos, abstente de interferir u observar la Night School.

Cualquiera que lo intente será expulsado.

 

6. Las identidades de los alumnos que forman parte de la Night School serán secretas. Si alguien intenta descubrirlas, será castigado.

 

7. TODAS las actividades de la Night School son secretas. Cualquier miembro de la Night School que divulgue sus detalles será castigado con severidad.

 

De repente, volvió a oír el ruido que con toda seguridad la había despertado. Sonaba como si alguien estuviera escarbando en el tejado. Apagó la lamparilla y empujó los papeles a un lado para poder encaramarse al escritorio y mirar por la ventana.

Al principio no escuchó nada, pero enseguida oyó un grito a lo lejos. Luego, apenas unos segundos después, un chillido amortiguado. Bella se echó hacia delante para escudriñar la oscuridad.

 

Aquella noche no había luna y las nubes tapaban las estrellas. Únicamente alcanzaba a ver tinieblas. De repente, muy cerca, sonó otro ruido; una especie de crujido, como pasos sobre madera vieja.

 

¿Qué demonios ha sido eso? Fuera lo que fuese, procedía del tejado.

Allá abajo, Bella creyó ver algo que corría por el césped hacia los bosques. Contuvo el aliento para oír mejor. ¿Era… una risa?

 

Al cabo de unos minutos, oyó un susurro tan quedo que bien pudo ser fruto de su imaginación.

«Ya basta, Bella. Vete a dormir».

 

Miró a su alrededor. Estaba sola en el cuarto. Sacudió la cabeza con fuerza, tratando de determinar si se encontraba despierta o dormida.

 

—Me estoy volviendo loca —murmuró, y cerró la ventana, asegurándola bien antes de meterse en la cama.

 

Mientras se dormía, habría jurado escuchar aquella misma voz riéndose muy por lo bajo.

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Hola Chicas :3

Bien pues aqui un capitulo más de esta adaptación, no olviden que esta historia NO ES MIA, es un libro y solo la estoy adaptando ¿Ok?

¿Que les parecio este capitulo? ¿Que onda con las reglas raras? ¿Que piensan de Jacob? Es un lindo ¿Verdad? y de ¿Edward? 

Espero que les este gustando este fic por favor escriban sus comentarios y diganme que piensan y si apenas empiezas a leer la historia deja tu votito, no te costará nada, lo prometo :)

Chicas: Entre mas visitas y comentarios/votos tenga esta historia mas actualizaciones habrá, estoy pensando en quiza actualizar dos veces por semana, ustedes ¿que opinan? 

Espero poder actualizar pronto y que la espera no sea de una semana. Cuidense mucho :) Besos.

 

 

Capítulo 3: Cimmeria Capítulo 5: Jardín Secreto

 
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