NIGHT SCHOOL; tras los muros de Cimmeria.

Autor: Honey
Género: Misterio
Fecha Creación: 29/04/2013
Fecha Actualización: 29/10/2013
Finalizado: SI
Votos: 16
Comentarios: 40
Visitas: 46984
Capítulos: 31

El mundo de Bella se viene abajo: odia su escuela, su hermano ha desaparecido y ella ha sido arrestada. Otra vez.

No puede creer que sus padres hayan decidido enviarla a un internado. Aunque Cimmeria no es una escuela normal: no permiten ordenadores ni teléfonos móviles, y sus alumnos son superdotados, o de familias muy influyentes. Pero hay algo más: Bella se da cuenta de que Cimmeria esconde un oscuro secreto, un secreto que solo comparten algunos profesores y los alumnos de las misteriosas clases nocturnas de la Night School.

A pesar de todo, Bella parece feliz. Ha hecho nuevos amigos y uno de los chicos más atractivos de la escuela le dedica toda su atención. Y, claro, también está su relación con Edward, ese chico solitario con el que siente una inmediata conexión.

Todo parece ir bien hasta el momento en que Cimmeria se convierte en un lugar terriblemente peligroso donde nadie parece a salvo. Bella tendrá que elegir en quién confiar mientras descubre los secretos de la escuela.

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La historia es de C. J. Daugherty y los personajes pertenecen a Stephenie Meyer.

Definitivamente, esta historia no me pertenece. Es una adaptación de un libro y recien saga llamada Nigth School. Este es el primer libro y pronto saldrá el segundo. La adaptación la hago por simple ocio, intercambiando los nombres de los personajes de la obra original por los de la Saga Crepusculo.Si hay algun problema de verdad avisenme, ya vere como me las arreglo o si se deberá eliminar.

Chicas y chicos; si la historia les gusta, por favor no duden en dejar su voto y su comentario. Sus comentarios son muy importantes ya que así sabre lo que opinan ¿De acuerdo?

 **ACTUALIZARE TODOS LOS LUNES**

Los capitulos son largos, esa es la razón.

 

Por cierto, debo aclarar que elimine mi ultimo FanFic llamado: El Silencio de la Luna, por favor disculpenme si lo estaban leyendo, les prometo que despues lo subire, solo que ahorita no estoy muy entregada al cien por ciento al fic y sinceramente no me siento bien dejarlos abandonados mucho tiempo.

Tengo mi primer FanFic en proceso, se llama UNA VIDA DISTINTA y si le das click en el siguiente link [http://www.lunanuevameyer.com/sala-cullen?id_relato=3612] te llevara en directo a el.

Bueno pues espero que la adaptación sea de su agrado. :)

 

 

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Capítulo 25: Secreto

Los maestros les llevaban algunos minutos de ventaja, pero Edward conocía un atajo que conducía a la escuela. El camino pasaba por una casita de campo que se erguía discreta en medio de un jardín de flores. Las fragancia de la rosa y el jazmín flotó hasta ellos llevada por la brisa.

 

—¿Quién vive ahí? —susurró Bella.

 

—Bob Ellison —respondió Edward.

 

Ya habían dejado la vivienda muy atrás cuando añadió:

—Yo me crié en esa casa.

 

Bella se detuvo.

—¿Esa era tu casa?

 

—No te pares —repuso Edward sin volver la vista—. Ya hablaremos de eso más tarde.

 

En el bosque, los árboles proyectaban sombras espectrales a la luz de la luna, pero como avanzaban siguiendo el mismo sistema que a la ida —Edward corría tres metros por delante de ella—, Bella se sentía segura. Los sonidos que antes la asustaban —un susurro entre la maleza, el chasquido de una rama que se rompe a lo lejos— ya no le provocaban la menor inquietud.

 

De repente, al oír la voz de Edward, se puso alerta. No hablaba con ella. El chico no solo le llevaba una gran delantera sino que había doblado un recodo del camino. No podía verlo ni tampoco saber con quién hablaba, pero Bella intuyó que algo iba mal. El instinto le dijo que abandonara el sendero y se agazapara tras un árbol rodeado de altos helechos. Una vez allí se arrodilló sobre una pierna y aguardó.

 

—Nada en absoluto —estaba diciendo Edward.

 

Oyó una segunda voz, perteneciente a Jasper:

—¿De modo que has salido a patrullar por tu cuenta, aunque hoy no te tocaba?

 

Era evidente que no creía a Edward.

—Pues sí, ¿cuál es el problema? Lo hago constantemente.

 

—Pero esta noche no podías —replicó Jasper—. ¿No has oído a Banner? Después del toque de queda, solo los que tenían guardia podían estar fuera. Será mejor que vayas a hablar con él. Se va a poner hecho una furia.

 

—Muy bien —aceptó Edward—. Luego te veo.

 

Bella oyó los pasos de su chico perderse en la distancia. A continuación, otras pisadas y unas voces que se encaminaban hacia ella. Eran varias personas, pensó.

 

Se asomó por detrás del árbol para echar un vistazo. A la luz de la luna, vio a Jasper hablando con alguien, pero este tapaba al interlocutor con su propio cuerpo.

 

—… tan plasta a veces, ¿sabes? —Se quejaba Jasper—. Tendría que espabilarse. No sé cómo Banner se lo consiente.

 

—¿Tú le has creído? —preguntó el otro; Bella no pudo ver quién era y tampoco reconoció la voz.

 

—La verdad, me da igual —repuso Jasper—. Como siga metiendo la pata, no importará si dice la verdad o no —echó a andar por el camino—. Para empezar, no entiendo por qué Tanya nos obligó a admitirle en la Night School.

 

En aquel momento, un chasquido procedente del bosque sobresaltó a Bella. Volvió a ocultarse bajo las hojas de los helechos.

 

—¿Quién anda ahí? —preguntó Jasper.

 

La voz sonaba muy cerca, y Bella se quedó inmóvil, oyendo su propio corazón latir con desenfreno. Al fulgor de la luna, atisbó a Jasper al borde del camino, mirando en su dirección. Incluso podía oír el jadeo de su respiración.

 

Conocía bien a Jasper. Siempre habían sido más o menos amigos. Sin embargo, algo en su actitud la asustó. Parecía distinto. Enfadado. Amenazador tal vez. El instinto le gritaba que permaneciera oculta.

 

La voz de Paul surgió de entre los bosques.

—Soy yo, tío.

 

—Dios mío —Jasper parecía furioso—. Sé más discreto.

 

—¡Lo siento! He tropezado con un maldito tronco. El bosque está muy oscuro.

 

—Da igual —Jasper había regresado al camino—. Sigamos avanzando.

Cuando volvió a reinar el silencio y Bella no tuvo duda de que la patrulla se había alejado, regresó al camino con cautela y echó a correr hacia el colegio como alma que lleva el diablo.

 

Casi había alcanzado el lindero del bosque cuando una figura surgida de la maleza le interceptó el paso. Bella dio un salto hacia atrás al tiempo que abría la boca para gritar, pero alguien se la tapó con una mano mientras con la otra le estrujaba el brazo con fuerza para impedirle escapar.

 

—Bella —susurró Edward—. Soy yo. Deja de forcejear.

 

—Dios mío —Bella se relajó en los brazos del chico—. Me has dado un susto de muerte, Edward.

 

—¿Te ha visto Jasper? —susurró él.            

 

Ella negó con la cabeza.

—Me he escondido.

 

Visiblemente aliviado, Edward señaló hacia la derecha.

—Por aquí.

 

Pegados a las sombras que bordeaban el césped, doblaron hacia la puerta trasera. Desde allí les sería más fácil entrar. La franquearon furtivamente, aunque tanto sigilo resultó innecesario; todos los pasillos estaban vacíos. Oyeron voces alzadas en el despacho de Tanya, pero no se pararon a escuchar sino que subieron las escaleras a toda prisa.

 

—¿Qué demonios está pasando?

 

Edward recorría la habitación de Bella de un lado a otro.

 

Sentada en el escritorio, ella no supo qué contestarle.

—¿Quién es James? —Masculló Edward para sí—. ¿Por qué está haciendo esto?

 

—¡Un perro! —dijo Bella como alelada.

 

Edward la interrogó con la mirada y ella se explicó.

—Fue un perro lo que oímos Alice y yo aquella noche en el jardín vallado. James debía de estar allí.

 

—Tiene lógica —repuso Edward—, pero sigo sin entender qué está pasando. ¿Quién es?

—Vale, recapitulemos lo que hemos oído. Ha hablado del claustro de profesores —empezó a decir Bella—. Le ha dicho a Tanya que acudiera al claustro.

 

Edward le dirigió una mirada interrogativa.

 

—Quiero decir, ¿y por qué no acude él mismo? —siguió razonando—. O sea, si es tan poderoso. Y si no puede hablar con el claustro, tiene que haber una razón.

 

—Claro —se hizo la luz en el rostro de Edward—. O bien tiene problemas con el resto de los profesores o bien no goza de su simpatía.

 

—O quizás no lo conozcan —Bella torció la boca con ademán pensativo—. Podría ser un completo extraño, pero he tenido la sensación que Tanya y él se conocían muy bien. Como dos viejos amigos que se hubieran peleado o dos familiares que hubieran interrumpido el contacto.

 

—Ya. O dos ex amantes —añadió Edward.

 

Las miradas de ambos se encontraron.

—Ya lo creo —dijo ella.

 

Consideraron la idea durante un minuto, Bella columpiando el pie, Edward caminando de un lado a otro. —Y Esme —rompió ella el silencio—. Tanya ha dicho: «Esme sabrá que has sido tú».

 

—Lo he oído.

 

Edward giró sobre sus talones y continuó caminando.

—Otra vez Esme… —murmuró Bella mientras lo seguía con los ojos—. ¿Le has creído? A James, me refiero. ¿Crees que no mató a Leah?

 

—No lo sé —el tono de Edward delataba su frustración.

 

—A mí me parece que Tanya sí le ha creído.

 

—Genial —masculló él—. Lo que faltaba.

 

—Y eso significaría… —la voz de Bella se apagó. No quería pensar en lo que significaba aquello —Recogió los pies sobre el escritorio y se abrazó las rodillas—Dios mío, esto es una pesadilla… ¿Qué es lo que sabemos?

 

Él dejó de caminar.

—No tengo ni idea.

 

Durante el resto de la semana, Bella se sintió aislada. Los alumnos acudían a las clases de costumbre y los profesores continuaban con sus lecciones como si tal cosa, pero ella sabía que todo había cambiado. Algo terrible estaba a punto de suceder —James iba a hacer «algo» — y de todos los alumnos que había en el colegio, solo Edward y ella lo sabían.

 

Por si fuera poco, muchos alumnos la seguían tratando como si fuera invisible. La ignoraban cuando pasaba por los pasillos, cuando se cruzaba con alguien en las escaleras, cuando se lavaba los dientes junto a las chicas. Y aunque no pensaba admitirlo ante nadie, aquello empezaba a afectarla.

 

Que te traten como si no estuvieras provoca una extraña sensación de despersonalización. El miércoles por la mañana, a una chica que no recordaba haber visto nunca se le cayó el boli cerca de Bella en clase de Francés, y cuando ella lo recogió y se lo tendió, la muchacha se comportó como si no pudiera verla, aunque ella agitaba el bolígrafo en sus narices. Al final, lo volvió a tirar al suelo. —A la porra —masculló Bella, y se volvió a concentrar en su cuaderno.

 

El jueves, Kate la llevó aparte y le dijo que estaba haciendo todo lo posible por obligar a Rosalie a poner fin a aquella campaña de desprestigio.

 

—Lo estoy intentando, Bella, de verdad que sí —le dijo—, pero es muy cabezota. He intentado hablar con Tanya del tema pero jamás la había visto tan ocupada.

 

Bella sabía muy bien qué tenía tan absorta a la directora, aunque no podía contárselo a Kate.

 

—Eleazar ha hablado con los chicos y les ha dicho que, si no abandonan esa actitud, los castigará a todos, así que al menos ya no te tienes que preocupar por ellos. Aunque también es posible que algunos tengan más miedo a Rosalie que a Eleazar —Kate parecía incómoda—. Ya verás, con el tiempo todo volverá a la normalidad. El trimestre finaliza dentro de pocas semanas, y al siguiente todo irá mejor.

 

O no. En el peor de los casos, el trimestre que viene Rosalie pondrá aún a más gente contra mí. Y entonces la situación será insostenible, pensó Bella.

 

Alice seguía evitando a sus viejos amigos. A la hora de las comidas, se sentaba con Jasper o con Rosalie y su legión de secuaces lo más lejos posible de su antigua mesa.

Bella pensó que no parecía contenta, pero seguramente solo estoy proyectando en ella lo que me pasa a mí. Hacia el viernes, se dijo que ya estaba bien. En cuanto acabó la última clase, se dirigió sin más a la habitación de Alice, donde entró con un breve golpe de aviso.

 

Alice estaba sentada en la cama leyendo una revista de moda.

—Podrías llamar —le espetó.

 

—Lo he hecho. Y tú podrías no ser una zorra —replicó Bella.

 

Alice exhaló un profundo suspiro y siguió leyendo la revista. Cuando pasó la página, sonó un chasquido brusco e irritado.

 

—Mira, Alice —empezó a decir Bella, apoyada contra el escritorio—, tenemos que hablar. Ahora.

 

—Muy bien, pues habla.

 

Alice continuaba hojeando la publicación.

Crac. Crac. Crac.

 

—¿Qué recuerdas de aquel día en el tejado? —quiso saber Bella.

 

Los ojos caramelo de Alice, casi siempre más resplandecientes que el sol, parecían en aquel momento dos trozos de hielo.

 

—No recuerdo gran cosa, pero sé que, por alguna razón, estuve a punto de morir.

 

Involuntariamente, Bella dirigió la vista a las manos de Alice, cuyos dedos seguían vendados.

 

—El problema no es si te acuerdas o no —prosiguió enfadada—. Porque yo sí me acuerdo. Yo me acuerdo de todo. Lo que no puedo entender es por qué jamás nos has preguntado a Edward o a mí qué pasó en realidad.

 

Alice cerró la revista con una expresión de infinita paciencia y la miró.

—No te lo pregunté porque no confío en ti, Bella —repuso—. Verás, resulta que, durante la semana que pasé tendida en la cama con las manos vendadas, tuve muchísimo tiempo para reflexionar. Y me di cuenta de que en realidad no sabía quién eras ni de dónde habías salido. Solo sé lo que tú me has contado. Y también sé que desde que te conozco todo se está viniendo abajo.

 

Bella sintió que enrojecía mientras contemplaba a Alice con incredulidad.

—¿Me estás diciendo que crees que todo esto ha pasado por mi culpa?

 

—Piénsalo bien, Bella —replicó ella—. ¿Acaso no es culpa tuya, al menos en parte? A mí me parece que llevas la mala suerte allá donde vas. Quizá Rosalie tenga razón y en realidad estés loca.

 

El tono de Alice era tan venenoso y sus palabras tan hirientes que por un instante Bella se quedó sin habla.

 

Se suponía que Alice era mi amiga.

 

Pese a todo, tuvo las fuerzas de levantar la barbilla y clavar en ella una mirada implacable.

 

—¿Quieres saber lo que pasó en el tejado, Alice? Muy bien, pues yo te lo diré. Te mamaste media botella de vodka y te pusiste a bailar como una loca. A bailar. Allí arriba. De un lado a otro, como una peonza. No sabías ni dónde estabas y te daba igual caerte o llevarte a alguien contigo. Edward y yo arriesgamos el culo para salvarte aquel día. Y hoy día, si te soy sincera, estoy empezando a arrepentirme — Alice trató de responder pero Bella se lo impidió—. Y si no confías en mí, pregúntale a Edward, por el amor de Dios. Hace años que lo conoces. O pregúntale a Kate, que lleva días intentando hablar contigo. O, como mínimo, no creas a la gente que te está utilizando para hacerme daño. Porque eso es penoso por tu parte.

 

Con la cara roja de rabia, Alice le tiró la revista. Bella la cazó con facilidad en el aire cuando llegó hasta ella revoloteando por la habitación.

 

—De lo que yo me arrepiento es de haber pensado alguna vez que eras mi amiga —le escupió Alice —. Ahora márchate.

 

Mientras trataba de contener las lágrimas, Bella salió tambaleándose al pasillo en busca de la seguridad de su propio cuarto.

 

No voy a dejar que me vean llorar.

 

Por desgracia, en aquel justo instante Carmen apareció delante de ella cargada con un montón de libros. Reparó en la expresión de Bella y la cogió de la mano.

 

—Ven conmigo —le dijo con firmeza mientras la arrastraba a su propia habitación.

 

Después de dejar los libros sobre el escritorio, se sentó en la cama junto a Bella.

—¿Qué ha pasado?

 

No hizo falta ni una palabra más. Entre sollozos y temblores, Bella le contó su enfrentamiento con Jo y la reacción de esta. Le reveló también lo que había oído decir a Rosalie (aunque se guardó de confesar que estaba espiando en el alféizar exterior de la ventana).

 

Carmen la escuchó sin soltarle la mano, expresando su compasión con exclamaciones de tanto en tanto, pero sobre todo dejando que se desahogara.

 

—No puedo entender cómo ha podido decirme esas cosas… ni tampoco que haya hablado así de mí —concluyó Bella cuando, por fin, el llanto amainó.

 

Carmen aguardó a que las lágrimas cesaran antes de responder.

— Alice tiene… problemas —empezó a decir con diplomacia—. Es frágil. Su vida familiar deja mucho que desear. Pero en el fondo es buena. Todos lo sabemos. Rosalie y su grupo de arpías la han manipulado para que crea toda esa basura acerca de ti. Ya sé que esto no te sirve de consuelo. Es doloroso… Ojalá pudiera hacer algo más por ti —le tendió a Bella una caja de pañuelos de papel— antes o después, querrá volver a ser tu amiga. Y cuando eso suceda lamentará muchísimo todo eso que te ha dicho.

 

—¿Por eso nunca te has relacionado con Alice y con Ángela? —preguntó Bella, secándose los ojos al mismo tiempo—. Porque Alice es un poco… ¿cómo la has llamado? ¿Frágil?

 

Carmen titubeó antes de contestar.

—Yo tuve mi propio… encontronazo con el grupo de Alice hace mucho tiempo. ¿Te acuerdas de que una vez te dije que Paul era el típico colega con el que nunca tendrías una cita?

 

Bella asintió.

 

—Bueno, pues no fui del todo sincera —Carmen se miró las manos—. Estuve colada por Paul al principio de llegar aquí, hace dos años. Él me tomó bajo su tutela. Por aquí no hay demasiados orientales y yo era bastante tímida. Sin embargo, él me hizo sentir como en casa. Solo era una cría y, bueno, ya sabes lo que pasa cuando un tío mono y divertido te adopta… Me enamoré de la cabeza a los pies —Bella la miró sorprendida y ella se encogió de hombros—. Pocas semanas después, llegó una duende guapita en mitad del trimestre, Paul le echó un vistazo y… —dio una palmada y dejó caer las manos—. Se convirtió en mi mejor amigo para siempre jamás.

 

Bella se la quedó mirando confundida.

—Pero… rompieron, ¿no?

 

—Ah, sí —Carmen puso los ojos en blanco—. Rompieron. Después de que a ella se le cruzaran los cables —suspiró—. Pero supongo que una parte de mí nunca ha perdonado a Paul por haberla preferido a ella. Y otra parte de mí nunca ha perdonado a Alice por haberlo obligado a elegir. O quizá ambas sean la misma parte.

 

—Vaya mierda —dijo Bella.

 

Carmen sonrió con tristeza.

—Pues sí.

 

Durante varias semanas, Carmen había sido el salvavidas de Bella. Parecía tan sabia y madura para su edad… Se moría por contarle lo que Edward y ella habían descubierto. Si alguien en el colegio podía saber qué hacer, sin duda era Carmen. Y si aún no se había ido de la lengua era únicamente porque le había prometido a Edward que guardaría el secreto. Sin embargo, mantener aquella información para sí se le hacía cada vez más difícil. Y no tenía a nadie más con quien hablar. Y por si fuera poco, quizá Carmen pudiera ayudarlos. Se la quedó mirando mientras libraba aquella batalla interna.

 

—¿Qué pasa? —le preguntó Carmen, perpleja.

 

Bella se enjugó las últimas lágrimas.

—Tengo que contarte una cosa.

 

 

 

—¿Que has hecho qué?

La voz incrédula de Edward resonó en el silencio del cenador. Habían cenado ya, y el sol, muy bajo en el cielo, cubría de oro los árboles que los rodeaban. Estaban sentados en un banco de piedra, bañados por la cálida luz. Bella levantó la barbilla con ademán obstinado.

 

—Confío en ella, Edward. Y no podemos enfrentarnos solos a todo esto.

 

—No, pero deberíamos haber decidido juntos con quién lo compartíamos, Bella. Si empezamos a contárselo a las personas en las que supuestamente podemos confiar sin hablarlo primero entre nosotros, no podremos mantener el secreto mucho tiempo —arguyó él—. ¿No lo ves? Yo no he corrido a contárselo a Paul.

 

Bella recordó a Paul saliendo de los bosques.

—No lo hagas —le suplicó.

 

Edward posó en ella una mirada exasperada.

—En serio, Bella, ¿qué sabes de ella? ¿Alguna vez te has preguntado, por ejemplo, si fue ella quien hizo correr la voz de que tú habías encontrado el cadáver de Leah?

 

A Bella le dio un vuelco el corazón.

—¿Qué? ¿Me estás diciendo que fue Carmen? —preguntó, a punto de perder los nervios.

 

—No, solo te digo que no lo sé, y que tú tampoco —repuso Edward—. Lo único que digo es que adora los cotilleos. Y que es una curiosa coincidencia que tú se lo contaras y de repente todo el mundo lo supiera.

 

—Pero ella no… —Bella guardó silencio. ¿Cómo saber de quién se podía fiar? ¿Por qué Carmen tenía que ser distinta a Alice o a Jacob? Había confiado en ellos, y ambos habían traicionado su confianza.

 

—Tú apenas la conoces, Bella —ahora Edward le hablaba con más amabilidad—. Y yo no sé lo suficiente de ella como para decirte si merece o no nuestra confianza. Siempre ha ido a la suya.

 

—Como tú —le señaló Bella.

 

—Como yo —convino él de mala gana—. Pero su padre tiene mucha influencia en la Night School. Se encarga de la seguridad de grandes empresas, asesora gobiernos. Forma parte del sistema, Bella.

 

—Ya lo sé. Carmen me dijo que su padre era un mandamás del consejo directivo —reconoció—. Pero ella no forma parte de la Night School, ¿verdad?

 

—No, y es raro.

 

—De modo que tal vez no sea uno de ellos, como su padre —insistió Bella.

 

—Sí, pero ese «tal vez» supone un riesgo de mil demonios —repuso Edward.

 

Ella comprendió la lógica del argumento.

—Tienes razón. Lo siento. Tendré más cuidado.

 

Más tranquilo, Edward se sumió un instante en sus pensamientos.

—¿Qué ha dicho cuando se lo has contado? —quiso saber.

 

—No sabía qué pensar. Sin embargo, estaba bastante segura de haber oído a su padre hablar de un tal James que estaba causando problemas —lo miró con pies de plomo—. Ha comentado que quizá debería preguntarle a su padre por él.

 

—¿Qué? —bramó Edward mientras Bella se encogía ante él.

 

—No lo hará —lo tranquilizó rápidamente—. Solo quería que consideráramos la posibilidad. Cree que podemos confiar en él.

 

—Oh, maldita sea —el chico enterró la cabeza entre las manos.

 

—¿Qué? —preguntó Bella con inocencia.

 

—¿Es así como guardas un secreto, Bella? ¿En serio?

 

—No… o sea, sí —lo miró enfadada—. Solo se lo he dicho a una persona, Edward. Me parece que estás exagerando.

 

—Bells, nos podemos meter en un lío tremendo.

 

—Ya lo sé —repuso ella a la defensiva.

 

—¿Y entonces qué? —insistió él—. ¿Harás el favor de no contarle a nadie más nuestros secretos?

 

Bella entornó los ojos.

—Supongo que querrás que le pida a Carmen que no le cuente nada a su padre.

 

—Sí, Bella. Eso es lo que quiero.       

 

—Perfecto —replicó ella en tono gélido.

 

—Genial.

 

Permanecieron en silencio durante un minuto.

 

—¿Acabamos de tener nuestra primera pelea? —preguntó Edward mirándola con aquella sonrisa torcida que la hacía enloquecer.

 

—No —dijo Bella—. Estoy segura de que nos hemos peleado muchas veces antes.

 

—Es verdad —reconoció él.

 

—Sea como sea —prosiguió ella—, te guste o no, ahora tenemos a una persona a la que recurrir si alguna vez necesitamos ayuda. Y resulta que es muy lista.

 

—Tal vez nos venga bien —concedió él a regañadientes.

 

—Sí —asintió ella—. Eso mismo he pensado yo.         

 

Edward le dio un puñetazo suave en el hombro. Ella le respondió haciéndole cosquillas y pronto estaban riendo como si nada. Él la estrechó con un brazo y le besó la sien.

 

—Lo siento —le dijo—. No debería haberme cabreado tanto. Todo irá bien.

 

—Todo irá bien —convino ella— si conseguimos que todo vaya bien. De algún modo.

 

—Lo cual me recuerda que quería contarte algo —interrumpió Edward.

 

Aunque se había puesto muy serio, a Bella le costaba concentrarse en sus palabras teniendo delante aquellos ojos grandes y verdes.

 

—Vale —accedió, mientras por dentro se decía embelesada: «Es mío… ¡Y voluntariamente!».

 

—Bella, esto es importante.

 

—Lo siento —se apartó de él e irguió la barbilla dispuesta a escucharle—. Soy toda oídos.

 

—La Night School ha reiniciado las maniobras de medianoche.

 

Ella frunció el ceño.

—¿Y eso qué significa?

 

—Significa que nos están dando unas instrucciones muy extrañas. Debemos patrullar los terrenos del colegio por turnos durante toda la noche, cada día de la semana. Un rato cada uno, para que tengamos tiempo de echar una cabezadita —miró en dirección a los árboles—. Hemos patrullado los jardines otras veces como parte del entrenamiento, pero esto es distinto. Va muy en serio. Nos han dicho que forma parte de un nuevo plan de entrenamiento para enseñarnos lo que llaman «protección y defensa» . Van a simular ataques falsos que tendremos que rechazar. Incluso nos han dicho que podemos faltar a alguna clase de la mañana si por la noche nos ha tocado guardia. Nunca jamás había pasado algo así. Empezaremos hoy mismo y nos harán entrenar todo el fin de semana.

 

Viendo su expresión, Bella comprendió que Edward estaba preocupado de veras.

 

—Se están preparando por si James intenta algo —apuntó.

 

Él hizo un gesto de asentimiento.

—Supongo que no se puede contemplar la posibilidad de pedir ayuda a la policía.

 

—Ja.

 

—Así pues… Se acabó lo de escabullirse en plena noche —concluyó Bella.

 

—Ya lo creo —asintió Edward—. La vigilancia va a ser intensa por aquí.

 

—Vaya —dijo ella con voz queda—. Se está acercando.

 

—Ya lo creo que sí —los ojos de Edward escudriñaron el horizonte—. Se está acercando.

Capítulo 24: Parlamento Capítulo 26: Derecho de Sucesión

 
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