NIGHT SCHOOL; tras los muros de Cimmeria.

Autor: Honey
Género: Misterio
Fecha Creación: 29/04/2013
Fecha Actualización: 29/10/2013
Finalizado: SI
Votos: 16
Comentarios: 40
Visitas: 46936
Capítulos: 31

El mundo de Bella se viene abajo: odia su escuela, su hermano ha desaparecido y ella ha sido arrestada. Otra vez.

No puede creer que sus padres hayan decidido enviarla a un internado. Aunque Cimmeria no es una escuela normal: no permiten ordenadores ni teléfonos móviles, y sus alumnos son superdotados, o de familias muy influyentes. Pero hay algo más: Bella se da cuenta de que Cimmeria esconde un oscuro secreto, un secreto que solo comparten algunos profesores y los alumnos de las misteriosas clases nocturnas de la Night School.

A pesar de todo, Bella parece feliz. Ha hecho nuevos amigos y uno de los chicos más atractivos de la escuela le dedica toda su atención. Y, claro, también está su relación con Edward, ese chico solitario con el que siente una inmediata conexión.

Todo parece ir bien hasta el momento en que Cimmeria se convierte en un lugar terriblemente peligroso donde nadie parece a salvo. Bella tendrá que elegir en quién confiar mientras descubre los secretos de la escuela.

_

La historia es de C. J. Daugherty y los personajes pertenecen a Stephenie Meyer.

Definitivamente, esta historia no me pertenece. Es una adaptación de un libro y recien saga llamada Nigth School. Este es el primer libro y pronto saldrá el segundo. La adaptación la hago por simple ocio, intercambiando los nombres de los personajes de la obra original por los de la Saga Crepusculo.Si hay algun problema de verdad avisenme, ya vere como me las arreglo o si se deberá eliminar.

Chicas y chicos; si la historia les gusta, por favor no duden en dejar su voto y su comentario. Sus comentarios son muy importantes ya que así sabre lo que opinan ¿De acuerdo?

 **ACTUALIZARE TODOS LOS LUNES**

Los capitulos son largos, esa es la razón.

 

Por cierto, debo aclarar que elimine mi ultimo FanFic llamado: El Silencio de la Luna, por favor disculpenme si lo estaban leyendo, les prometo que despues lo subire, solo que ahorita no estoy muy entregada al cien por ciento al fic y sinceramente no me siento bien dejarlos abandonados mucho tiempo.

Tengo mi primer FanFic en proceso, se llama UNA VIDA DISTINTA y si le das click en el siguiente link [http://www.lunanuevameyer.com/sala-cullen?id_relato=3612] te llevara en directo a el.

Bueno pues espero que la adaptación sea de su agrado. :)

 

 

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Capítulo 5: Jardín Secreto

Al día siguiente, a las siete, el timbre estridente del despertador sacó a Bella de un sueño profundo. Adormilada, dio varios manotazos antes de encontrar el botón para desconectarlo. Sentada en la cama, se desperezó. Otro sueño raro. ¿A quién pertenecía aquella voz? Le había parecido tan real… Le echó la culpa al Reglamento.

 

Este colegio me está desquiciando.

 

Desayunó rápidamente y se dirigió a clase con unos minutos de margen. Alice ya estaba en su sitio, pero Edward, advirtió Bella, aún no había llegado. Su amiga estaba impaciente por interrogarla.

Apenas pudo esperar a que Bella ocupara su asiento tras el pupitre.

 

— ¿Qué pasó ayer después de que nos fuéramos? Qué mala pata. Mira que llegar Edward justo cuando estábamos hablando de él. A Jasper le supo fatal ponerte en esa situación.

 

Bella se preguntó hasta dónde debía contarle. Recordó la máxima de Edward: «Nunca tengas miedo de decir la verdad».

Ya, pero Edward es un gilipollas.

 

—Charlamos un rato, pero él estaba empeñado en averiguar por qué estoy en Cimmeria —se encogió de hombros—. Me cabreé y me marché.

 

Alice se sorprendió.

— ¿Y por qué te cabreaste?

 

Bella intentó no parecer una adolescente resentida.

—No sé. Me pareció que pensaba que no doy la talla. Que no encajo en este lugar.

Alice se acercó a ella y bajó la voz para hablarle en susurros.

—Bella, no soy fan de Edward, como ya sabes, pero no me parece propio de él. Es la persona menos esnob del mundo. La gente de por aquí le parece demasiado estirada. Siempre lo está diciendo. Es una de las razones por las que no cae bien.

 

Eleazar pidió silencio a la clase. De mala gana, ambas miraron al frente. Alice sacó una hoja de papel y se puso a garabatear con furia. Mientras el profesor dibujaba pulmones en la superficie blanca de la pizarra, se abrió la puerta y entró Edward.

 

Alice deslizó el papel hacia el pupitre de Bella. Decía: «Debes de haberlo entendido mal. Te lo prometo».

 

Ella alzó la vista del papel y sorprendió a Edward mirándola al pasar. Bajó los ojos al instante y tapó la hoja con la mano.

 

Bella suspiró y sacudió la cabeza, como si quisiera sacudir las ideas absurdas de su pensamiento. Luego hizo girar el boli entre los dedos.

Una, dos, tres veces.

A continuación, escribió al final de la nota: « Vale, te creo», y se la pasó a Alice, que sonrió complacida.

 

Tras eso, Bella intentó concentrarse en las explicaciones de Eleazar. No podía permitir que Edward Cullen la distrajera en todas y cada una de las clases.

 

 

—Es que se pasa la vida lanzándome miradas raras —dijo Bella—. Siempre me está observando.

 

El bullicio del mediodía empezaba a remitir, pero Alice y Bella seguían sentadas en el comedor jugueteando con las hojas de lechuga del plato y hablando de Edward.

Alice frunció su naricilla respingona.

—Solo pretende que te fijes en él. En realidad, quiere que todo el mundo esté pendiente de él.

 

—Pues conmigo lo tiene claro —respondió Bella—. Dios, ¿te das cuenta de la energía que estamos malgastando hablando de un chico que ni siquiera nos cae bien? Háblame de Jasper. ¿Cuánto tiempo lleváis juntos?

 

El semblante de Alice se iluminó.

—Veamos. Ya llevamos juntos más de un año. Cuando llegué empecé a salir con un chico llamado Paul, pero entonces conocí a Jasper y fue como… olvida todo lo demás. Es el tío más guay que he conocido en la vida. El más divertido. El más sexy. El más… todo.

Se rio de su propia efusividad.

 

—No puedo creer que llevéis juntos un año entero —se sorprendió Bella—. No conozco a nadie que haya durado tanto tiempo.

 

Alice dejó el tenedor en el plato.

—Cimmeria es un sitio raro en ese sentido. Las parejas tienden a durar. Por eso la gente se mete tanto con Edward. Los rollos de una sola noche no están bien vistos aquí. No sé por qué. Quizás porque pasamos mucho tiempo en Cimmeria. O sea, algunos de los alumnos de esta escuela, pues, nunca van a casa. Están siempre aquí. Como si este fuera su hogar. Y nosotros somos su familia.

 

— ¿Como quién? —preguntó Bella con curiosidad.

 

—Pues Edward. Y Jasper. Y, bueno, yo, supongo.

 

Bella no pudo ocultar su sorpresa.

— ¿Me estás diciendo que nunca vas a casa?

 

—Es una larga historia —respondió Alice encogiéndose de hombros. Luego echó un vistazo a la sala, que estaba casi vacía—. ¡Oh, mierda! ¿Qué hora es?

 

Tras coger las carteras a toda prisa, volaron hacia la puerta, atravesaron el pasillo y subieron las escaleras como una exhalación. Al llegar al rellano del primer piso, ambas se reían histéricas.

 

— ¡Otra vez tarde! —dijo Bella mientras corrían por el pasillo y se separaban para acudir a sus clases respectivas.

 

— ¡Típico de nosotras! —dijo Alice con lágrimas en los ojos.

 

Bella se detuvo un momento ante la puerta cerrada de la clase de Historia para recuperar el aliento. Luego abrió despacio. En el aula se hizo un horrible silencio cuando todos los alumnos se volvieron a mirarla.

 

—Señorita Swan —el señor Banner, que se empeñaba en usar una pizarra a la vieja usanza, estaba de pie ante la misma fulminándola con la mirada—. La clase ha comenzado hace dos minutos. Ya sé que es nueva, pero supongo que conoce la normativa referente a la puntualidad.

 

Bella asintió en silencio.

— ¿Sí? Bien. Pues venga a verme después de clase.

 

Ella se dirigió hacia su sitio, cabizbaja.

Todo me sale mal.

 

Por mucho que se esforzase en cambiar, jamás lo conseguiría. Como si andar metida en líos fuera su estado por defecto.

 

Al final de la clase, Bella aguardó a que todos se fueran mientras fingía ordenar sus libros hasta que apenas quedó nadie en el aula. Entonces se acercó a la mesa del señor Banner. Él, que estaba escribiendo, al principio no alzó la vista. Bella carraspeó con timidez. Al cabo de un momento, el profesor levantó la cabeza y clavó en ella una mirada gélida.

 

—Siento mucho tener que llamarle la atención respecto a la puntualidad por segunda vez en su primera semana. Su actitud dice muy poco en favor de su futuro como alumna de la Academia Cimmeria. Sé que los otros profesores la consideran una gran promesa, pero por mi parte no he visto el menor indicio que corrobore esa impresión.

 

Una ola de rabia fluyó hasta las mejillas de Bella, pero se mordió el labio y no dijo nada. Él le tendió un papel escrito a mano.

 

—Este es su volante de castigo. Mañana por la mañana, a las seis y media, reúnase con el grupo que encontrará a la puerta de la capilla y entregue esto al profesor a cargo.

 

Bella no podía dar crédito.

— ¿A las seis y media de la mañana? ¡Pero si mañana es sábado!

 

La expresión de frío desdén del rostro de Banner no se alteró.

—La he castigado solo durante un día, señorita Swan. Si la infracción se repite, el castigo durará una semana.

 

 

Cuando Bella entró en el aula de Literatura, desprendía un aire de frustración casi visible. Tanya la interrogó con la mirada, pero la muchacha clavó los ojos en el libro y, mientras la directora daba comienzo a la clase, se instaló aliviada en el agradable territorio de la autocompasión hasta la llegada de Edward, cinco minutos después.

 

Tanya interrumpió su discurso.

—Edward, sueles llegar un poco tarde y estoy dispuesta a pasar por alto cierto retraso, pero esto pasa de castaño oscuro. ¿Tienes alguna excusa?

 

—Me he despistado, Tanya —Edward se encogió de hombros—. Son cosas que pasan.

 

La directora suspiró y escribió una nota a mano.

—Ya conoces el reglamento, Edward. Por favor, ven a hablar conmigo después de clase.

 

Cuando la charla sobre T. S. Eliot se reanudó, Bella desconectó. Inquieta, trató de conjeturar qué entrañaría un arresto y se preguntó (de hecho ansió en secreto) si también habrían castigado a Alice, porque así no estaría sola.

De inmediato la invadieron los remordimientos por haber deseado que le pasara algo malo a su única amiga en Cimmeria.

Súbitamente, devolvió la atención a la lección de aquel día, hipnotizada por la combinación de palabras y aquella voz tan familiar que las leía. Siempre había odiado la poesía, pero en verdad nunca había oído un poema como aquel.

 

Y yo te mostraré algo diferente de tu sombra

Que a zancadas te sigue en la mañana

O de tu sombra que en la tarde se levanta para verse contigo.

En un puñado de polvo te mostraré el espanto.

 

Paseó la mirada por el corro para observar a Edward. Él no volvió la vista hacia ella, pero Bella tuvo la sensación de que se sabía observado.

 

—Bueno, ¿qué nos está diciendo el poeta? ¿A qué se refiere cuando habla de «el espanto en un puñado de polvo»?

 

Tanya señaló a Bella con un movimiento de la cabeza.

—Parece como si… —titubeó, pero la profesora aguardaba con paciencia. Bella reflexionó y volvió a empezar—: O sea, a mí me suena como una advertencia. Como si dijera: «Harás bien en tenerme miedo. A mi lado, sufrirás».

 

La directora asintió.

—Creo que has captado la sensación; evidentemente las palabras contienen una advertencia o una amenaza. ¿Alguien más tiene alguna idea?

 

—Habla de la muerte —Edward no aguardó a que le dieran la palabra.

 

El corazón de Bella se aceleró.

—Está hablando de algo imparable… inevitable. ¿Y qué teme todo el mundo, más que a nada? La muerte.

 

Bella clavó la vista en la superficie de su pupitre, pero supo sin alzar los ojos que Edward la contemplaba fijamente.

 

 

— ¡Banner es un cerdo! —Alice estaba furiosa—. Pero si habrás llegado un par de minutos tarde como mucho. No me explico cómo ha podido hacerte eso, en tu primera semana aquí.

 

Al parecer, el profesor de Francés de Alice ni siquiera había reparado en el retraso. Estaba comentando un inminente viaje a París con algunos alumnos avanzados y se le había pasado la hora del comienzo de la clase. De modo que Bella iba a afrontar el castigo a solas. Y Alice ni siquiera le sirvió de consuelo.

 

—Me han castigado tantas veces que he perdido la cuenta. Es muy frecuente porque las normas son muy estrictas y a la que te desvías un milímetro… —simuló la forma de una pistola con los dedos y fingió disparar al aire—. Siempre hay al menos diez alumnos arrestados. Eso sí, el trabajo es duro, así que prepárate.

 

Bella estaba perpleja.

— ¿Cómo? ¿No te castigan a quedarte leyendo o estudiando?

 

Alice adoptó un tono irónico.

—Ah, no. En Cimmeria, no. Aquí te ponen a hacer trabajos pesados. Te tocará pintar una tapia, quitar malas hierbas, plantar o limpiar algo. A saber. Sea lo que sea, sudarás la gota gorda. Los castigos duran un par de horas a lo sumo, pero si tienes mala suerte, te vas a morir de asco. La parte buena es que conocerás a los gamberros.

 

Bella puso los ojos en blanco.

—Genial. Qué suerte tengo. Como si no conociera ya bastantes gamberros.

 

Estaban sentadas a una mesa, después de la cena, en la tranquilidad del comedor; casi todos los alumnos se habían marchado ya. Alice paseó la vista por la sala medio vacía.

 

—Salgamos de aquí. ¿Ya has explorado los terrenos de la escuela? ¿O te has pasado todo el tiempo aquí metida, conmigo y con un montón de libros polvorientos?

 

Tomó a Bella del brazo y juntas abandonaron el comedor con paso decidido. Delante de ellas, un torbellino de alumnos se arremolinaba en distintas direcciones; siguieron la corriente que fluía hacia la puerta principal.

 

Enfilaron por la avenida de entrada, que a la luz del ocaso había perdido el esplendor marfileño que Bella recordaba de su llegada, dos días atrás. En aquel momento parecía un camino de grava gris normal y corriente. Grandes extensiones de césped se desplegaban en todas direcciones, y las largas sombras de los árboles las engulleron cuando Alice la guió hacia la hierba.

 

— ¿Dónde está Jasper esta noche? —preguntó Bella.

 

—Está trabajando en un proyecto especial que seguramente lo tendrá ocupado hasta el toque de queda —Alice sonrió con condescendencia—. Mira, para tu información… ¿Ves ese camino que discurre entre los árboles, por allí? —señaló unos pinos que se agrupaban más allá de la extensión de césped del ala este. Bella distinguió apenas un sendero que se internaba en los bosques—. Conduce a la capilla. Acuérdate de tomarlo mañana.

 

A continuación señaló en la dirección opuesta, hacia un camino que serpenteaba desde el ala oeste del edificio hasta el principio del bosque.

 

—Por allí —siguió diciendo— hay un cenador, pasado el lindero. A veces vamos a merendar allí.

 

— ¿Y qué hay más allá?

 

Alice la miró con expresión burlona.

— ¿Árboles?

 

Bella se echó a reír.

—No, quiero decir si hay casas o algo interesante.

 

—Creo que hay algunas viviendas para el personal de la escuela o los profesores, pero no estoy segura. En realidad no vamos mucho por allí. Nos aconsejan que evitemos esa zona, por seguridad o algo así. Sin embargo, la capilla te gustará. Es muy antigua.

 

Rodearon el ala oeste del edificio hasta llegar a la parte trasera del colegio, donde unos peldaños de piedra bajaban por una serie de bancales de césped bordeados por flores de mil colores. Más allá de la última extensión de hierba, el terreno ascendía por una montaña escarpada salpicada de vegetación silvestre.

 

—En lo alto de la montaña hay una torre —Alice señaló al lugar indicado y Bella intuyó una estructura—. Parece ser que allí hubo un castillo o algo así en otro tiempo pero únicamente quedan las ruinas. La torre no está mal. Puedes subir a lo más alto y otear toda la zona. Algunos dicen que es posible divisar el camino entero que discurre desde aquí hasta Forks pero yo solo he visto árboles y campos.

 

Bordearon el pie de la colina y llegaron a un largo muro de piedra.

— ¿Qué es esto? —preguntó Bella.

 

—Espera y verás.

 

Transcurridos unos minutos alcanzaron un viejo portillo de madera asegurado con un incongruente candado de combinación. Con la destreza que proporciona la práctica, Alice hizo girar las tres ruedas numeradas hasta que el mecanismo cedió con un chasquido.

 

Abrió la puerta y cruzó la entrada, agachándose para evitar el bajo dintel. Bella la siguió. Tras guardarse el candado en el bolsillo, Alice cerró la puerta tras ellas con cuidado.

 

— ¡Guau! —se admiró Bella al descubrir el enorme vergel que crecía al otro lado de la tapia.

 

Ocupaban el centro diversas hortalizas plantadas en hileras de precisión militar, rectas como el cañón de una escopeta. Al fondo crecían árboles frutales, que se erguían por encima del muro hacia el sol del ocaso. En las orillas rebosaban macizos de flores en rosa fucsia, blanco y violeta.

 

Alice echó a andar por el camino empedrado que bordeaba el jardín.

—Bienvenida a mi rincón favorito de Cimmeria.

 

— ¡Es alucinante! ¿Cómo diste con este lugar? ¿Y por qué conoces la combinación?

 

—Pues… cosas del azar. El primer año, me castigaron a trabajar aquí. Al principio odiaba este lugar, tener que levantarme a las seis para venir a trabajar cada día… pero al final de la semana me di cuenta de que iba a echarlo de menos. No sé por qué. Las plantas se me dan muy bien y este sitio inspira… paz.

 

Bella se preguntó qué habría hecho su amiga para merecer un castigo de una semana, pero puesto que Alice no le había dado ninguna explicación, prefirió no indagar. Además, los castigos parecían algo bastante habitual por allí.

 

Alice giró a la izquierda por un caminito que atravesaba el jardín por el centro, bordeando una fuente clásica con una joven de túnica vaporosa y nariz rota que derramaba por los siglos de los siglos el agua de un cántaro sobre las rocas. Luego rodeó una mata de arándanos y alcanzó el camino empedrado del otro lado.

 

—Ahora trabajo aquí como voluntaria, después de las clases y los fines de semana. También vengo de vez en cuando en busca de intimidad.

 

Alice se encaramó al banco que asomaba entre la exuberante glicina violeta que bordeaba los muros, e indicó a Bella por gestos que hiciera lo mismo. Esta recogió los pies y se abrazó las rodillas al tiempo que aspiraba la fragancia fresca de las flores.

—Aquí podemos hablar —dijo Alice—. De hecho, quizá sea el único lugar de Cimmeria donde nadie va a oír nuestras conversaciones. Como habrás advertido, es un colegio muy bullicioso. ¿Qué tal te va, por cierto? Debes de sentirte la mar de rara aquí. Recuerdo los primeros días que pasé en el colegio… este lugar me ponía histérica.

 

—Te parecerá una locura. Odio estar aquí. Y me encanta al mismo tiempo.

 

Alice esbozó una sonrisa comprensiva.

—Te entiendo perfectamente.

 

—Es un lugar muy distinto a los centros a los que había asistido hasta ahora, ¿sabes? Y te hacen trabajar muchísimo. Pero es… —Bella ordenó sus pensamientos—. No se parece en nada a mi vida habitual. Y eso es lo que me gusta. El día a día es totalmente distinto a lo que he vivido a lo largo de estos dos últimos años, y nada puede ser mejor que eso.

 

Alice trató de entenderla.

—Cuando llegué aquí —empezó a decir, como dudando de las palabras—, acababan de expulsarme de mi último colegio después de que nos pillaran a mi ex novio y a mí inconscientes en el tejado. Habíamos bebido algo de vodka y… Bueno, da igual, mis padres estaban furiosos. El caso es que se suponía que aquella escuela era fantástica pero a mí me parecía… un rollo. Las clases eran demasiado fáciles, no había nada que hacer y estaba llena de niños bien que hacían tiempo antes de ingresar en Oxford o Cambridge.

 

Dejó caer una pierna y columpió el pie adelante y atrás.

—Después de eso, mis padres me mandaron a Cimmeria. Creo que pensaron que lo pasaría fatal, pero la verdad es que en cuanto me acostumbré a las rarezas, me encantó. Adoro que sean tan exigentes y tan suyos. Lo excéntricos que son algunos profesores. Sencillamente, me parece un colegio ideal. Desde entonces, todo ha ido bien. En realidad, ha ido de maravilla. Es como si hubiera encontrado mi lugar.

 

Bella apoyó la barbilla en las rodillas y se quedó un momento pensativa.

—Últimamente mi vida ha sido… una locura —guardó silencio un momento, luego decidió proseguir—: Creo que mi vida era perfecta hasta hace un año y medio. Era la hija ideal, sacaba unas notas excelentes, mis padres me querían. Y de repente, un día… todo terminó.

 

Se interrumpió y alzó la vista para mirar a Alice.

—Sabes, no le he contado esta historia a nadie… Nunca.

 

Su amiga asintió y aguardó.

Bella inspiró hondo; luego siguió hablando con precipitación.

—Un día llegué a casa del colegio y la policía estaba allí. Mi madre estaba llorando y mi padre les gritaba a los polis, aunque también parecía a punto de echarse a llorar. Un caos. Mi hermano había desaparecido. Y nunca lo encontraron.

 

Alice la cogió del brazo.

— ¡Dios mío, Bella! ¡Es horrible! ¿Qué pasó? ¿Se…?

 

— ¿Murió? ¿Quién sabe? No hemos vuelto a saber de él.

 

—Pero no lo entiendo. ¿Cómo fue?

 

Bella prosiguió en un tono más tranquilo y firme.

—Verás, Emmett y yo estábamos súper unidos. Toda la vida había sido mi mejor amigo. Otros hermanos se pelean, pero nosotros no. Siempre estábamos juntos. Es dos años mayor que yo pero tuvo siempre muchísima paciencia conmigo. A diferencia de otros hermanos mayores, que se hartan de los pequeños, él nunca se cansaba de mí. Cuando era niña me esperaba a la salida de clase y me acompañaba a casa. Me ayudaba a hacer los deberes, veía la tele conmigo. Mis padres trabajan mucho, pero nunca me importó porque Emmett estaba ahí. Incluso cuando me hice mayor, se aseguraba de que todo fuera bien. Sin entrometerse; aparecía después de clase, como si pasara por allí o algo así. Y hacía los deberes al mismo tiempo que yo, para poder ayudarme si no entendía algo.

“Unos seis meses antes de su desaparición, sin embargo, empezó a comportarse de un modo extraño. Salía hasta muy tarde, se peleaba con mis padres… Nunca estaba en casa y, cuando venía, no decía gran cosa. Yo tenía la sensación de que lo estaba perdiendo. Cuando le preguntaba qué le pasaba o si todo andaba bien, se marchaba. O sea, literalmente se levantaba, se iba y no volvía hasta muchas horas después. Aunque siempre había sido un gran estudiante, empezó a sacar unas notas pésimas. Mis padres estaban histéricos, pero no podían hacer nada por ayudarle. Él no les dejaba.

 

Se calló mientras recordaba las discusiones interminables y los portazos. Un ave nocturna entonó una complicada melodía.

 

Cuando volvió a hablar, la voz de Bella carecía de emoción.

—Dejó una nota. Mis padres no quisieron decirme lo que ponía, pero oí a mi madre un día contárselo a alguien por teléfono. Se la sabía de memoria. Era lo más ruin que he oído nunca. Decía:

«Me voy. No me pasa nada ni ando metido en drogas. Es solo que ya no quiero formar parte de esta familia. No os quiero. A ninguno de vosotros. No me sigáis. No intentéis dar conmigo. No necesito vuestra ayuda. Nunca volveréis a verme».

 

—Oh, Dios mío —susurró Alice. Bella tenía los ojos bañados en lágrimas, que se enjugó con el dorso de la mano—. Oh, Bella.

 

Ella se concentró en distanciarse del relato que estaba narrando, fingiendo, como hacía a veces, que le había sucedido a otra persona.

 

—Entonces todo se vino abajo. Supongo que sufrí una depresión nerviosa. No podía ni hablar. Me quedaba días y días sentada en el cuarto de Emmett. Pasé meses sin ir al colegio. Me enviaron a un psicoterapeuta, pero me caía fatal. Mis padres se peleaban y yo me convertí en un… estorbo que debían aguantar.

“ Fue como si mi hermano, al marcharse, hubiera desconectado el interruptor de nuestras vidas y las hubiera vaciado de todo lo bueno. Mis padres ya no me querían. Y yo no sentía nada en absoluto.

 

Exhaló un suspiro tembloroso.

—Sentir algo se convirtió en una prioridad para mí. Así que bebía mucho, aunque en realidad es lo contrario a sentir algo, ¿sabes?

 

Alice asintió.

 

—Empecé a frecuentar malas compañías. Me metí en un montón de líos. Da mucho miedo que te arresten, así que me las ingenié para que me arrestaran unas cuantas veces. Y… —tendió el brazo izquierdo para mostrar las delgadas cicatrices blancas que se le perfilaban en el brazo, entre la muñeca y la parte interior del codo— en una época me dio por autolesionarme. Y me dolía, lo cual era agradable. Pero fue también una tontería. Además, tenía la sensación de que me engañaba a mí misma. Como si el dolor, al ser auto infligido, fuera menos auténtico. Ya no lo hago.

 

Contó el resto de la historia a toda prisa, como si estuviera impaciente por concluir.

—En fin, la última vez que me arrestaron, mis padres se hartaron de mí. De manera que aquí estoy. Ahora tienen una casa vacía. Y yo ni siquiera tengo eso.

 

Obedeciendo a un impulso, Alice la rodeó con los brazos y la abrazó con fuerza. Luego se echó hacia atrás y, sin separar las manos de sus hombros, la miró a los ojos.

 

—Muy bien. Todo eso es una gran putada. Pero ahora estás aquí. Y estás viva. Acabo de conocerte, Bella, pero te aseguro que me pareces una persona increíble. Y tal vez tengas una familia horrible, pero lo que te pase de ahora en adelante depende de ti. Quiero que me prometas que darás una oportunidad a este lugar. Cimmeria me devolvió al buen camino. Ahora es mi hogar, y esta gente es mi familia. Puede hacer lo mismo por ti.

 

Bella le devolvió el abrazo y se esforzó por contener las lágrimas.

—Vale —susurró con voz temblorosa—. Te lo prometo.

 

Alice atrajo a Bella hacia sí para que apoyara la cabeza en su hombro, y ambas permanecieron sentadas en silencio unos instantes, cada cual sumida en sus propios pensamientos. Bella se sentía rara, abatida. Cansada.

 

—Este sitio es extraño —musitó—. El tiempo parece comprimido. No puedo creer que solo lleve aquí dos días. Esta será mi tercera noche. Pero me siento como si llevara aquí semanas.

 

Alice asintió.

—Es como si la vida se concentrara. Pasan más cosas en Cimmeria en una semana que a lo largo de todo un mes en el exterior.

 

Acurrucadas en el banco charlaron de todo y de nada mientras la luz del día se esfumaba y las sombras empezaban a poblar el jardín.

 

—Entiendo que te guste estar aquí —dijo Bella desperezándose—. Este sitio tiene un aire mágico. Como aquella historia que leía de pequeña… El jardín secreto. ¿Lo has leído?

 

Alice asintió.

—Siempre he…

 

Un sonido inesperado, como una especie de choque al otro lado del jardín, la interrumpió.

 

Ahogaron un grito.

— ¿Qué diablos ha sido eso? —preguntó Bella mientras escudriñaba la penumbra y reparaba, por primera vez, en lo oscuro que estaba todo.

 

—No lo sé —susurró Alice. Echó una ojeada al reloj—. ¡Oh, mierda! Casi es la hora del toque de queda. Tenemos que volver.

 

Se levantó y le tendió la mano a Bella, pero de inmediato volvieron a oír aquel chasquido. Luego unos pasos.

—Pero ¿qué…? —cuchicheó Alice. Alzó la voz acto seguido para preguntar—: ¿Quién anda ahí?

 

Las pisadas se interrumpieron.

Las dos amigas se quedaron petrificadas, escuchando los latidos de su propio corazón.

 

—Alice —susurró Bella—. ¿No podría ser…?

 

En aquel momento oyeron un gruñido.

Bella cogió a su amiga por el brazo.

 

—Alice, ¿qué demonios es eso? —preguntó en voz baja.

—No lo sé.

 

— ¿No deberíamos…?

 

— ¿Correr?

 

—Sí.

 

—A la cuenta de tres. Uno. Dos…

 

Un chasquido surgido de las sombras, a pocos centímetros de ellas, quebró el silencio. Ambas gritaron y echaron a correr por el sendero. Alice sujetaba la mano de Bella con fuerza.

 

—No te separes de mí —le dijo entre jadeos mientras se internaban en el jardín vallado como alma que lleva el diablo. Zigzaguearon entre los árboles envueltos en sombras, y Bella notó cómo los frutos reventaban pegajosos bajo sus pies. Intentó discernir si oía pasos que no fueran los suyos, pero corrían demasiado… Era imposible saberlo.

 

En aquel momento, algo le rozó la cabeza. Bella gritó manoteando al mismo tiempo en el vacío. Alice la arrastró hacia la izquierda, al otro lado de las matas de arándanos, hacia un rosal. Las espinas les arañaron las manos y la ropa. Las ramillas crujían bajo sus pies.

 

De repente, algo agarró a Alice y la levantó en vilo arrastrándola a una cámara oculta en el muro. Bella oía cómo trataba de gritar, pero una mano le había tapado la boca para impedírselo.

 

—Chist —Jasper se llevó un dedo a los labios mientras clavaba la vista en los ojos de Alice. Ella lo rodeó con los brazos y enterró la cara en su cuello.

El chico intentó rescatar a Bella también, pero alguien la había agarrado por el otro lado. Alzó la vista frenética y descubrió que los ojos negros de Jacob la miraban fijamente desde la oscuridad mientras la arrastraba a aquella sala en tinieblas.

 

El chico articuló con los labios una única palabra:

—Silencio.

 

 

____

 

Wow! que intenso ¿No creen? ¿Que será eso? Pobre de Bella y Alice, estaban super espantadas. Bueno chicas aqui un nuevo capi de esta historia tan misteriosa y llena de secretos. ¿Que les parece? Cuentenme que opinan y que creen que va a suceder. Si recien empiezan a leer el fic dejen su votito, claro si les gusto. :)

Espero sus comentarios.

 

Por otro lado las invito a leer mi otro fic se llama UNA VIDA DISTINTA. Estan en la pagina 14 de populares :) Dejen sus comentarios y votos ;L

 

Hasta el lunes; NUEVO CAPITULO ♥

Capítulo 4: Primer día de clases Capítulo 6: Castigados

 
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