NIGHT SCHOOL; tras los muros de Cimmeria.

Autor: Honey
Género: Misterio
Fecha Creación: 29/04/2013
Fecha Actualización: 29/10/2013
Finalizado: SI
Votos: 16
Comentarios: 40
Visitas: 46955
Capítulos: 31

El mundo de Bella se viene abajo: odia su escuela, su hermano ha desaparecido y ella ha sido arrestada. Otra vez.

No puede creer que sus padres hayan decidido enviarla a un internado. Aunque Cimmeria no es una escuela normal: no permiten ordenadores ni teléfonos móviles, y sus alumnos son superdotados, o de familias muy influyentes. Pero hay algo más: Bella se da cuenta de que Cimmeria esconde un oscuro secreto, un secreto que solo comparten algunos profesores y los alumnos de las misteriosas clases nocturnas de la Night School.

A pesar de todo, Bella parece feliz. Ha hecho nuevos amigos y uno de los chicos más atractivos de la escuela le dedica toda su atención. Y, claro, también está su relación con Edward, ese chico solitario con el que siente una inmediata conexión.

Todo parece ir bien hasta el momento en que Cimmeria se convierte en un lugar terriblemente peligroso donde nadie parece a salvo. Bella tendrá que elegir en quién confiar mientras descubre los secretos de la escuela.

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La historia es de C. J. Daugherty y los personajes pertenecen a Stephenie Meyer.

Definitivamente, esta historia no me pertenece. Es una adaptación de un libro y recien saga llamada Nigth School. Este es el primer libro y pronto saldrá el segundo. La adaptación la hago por simple ocio, intercambiando los nombres de los personajes de la obra original por los de la Saga Crepusculo.Si hay algun problema de verdad avisenme, ya vere como me las arreglo o si se deberá eliminar.

Chicas y chicos; si la historia les gusta, por favor no duden en dejar su voto y su comentario. Sus comentarios son muy importantes ya que así sabre lo que opinan ¿De acuerdo?

 **ACTUALIZARE TODOS LOS LUNES**

Los capitulos son largos, esa es la razón.

 

Por cierto, debo aclarar que elimine mi ultimo FanFic llamado: El Silencio de la Luna, por favor disculpenme si lo estaban leyendo, les prometo que despues lo subire, solo que ahorita no estoy muy entregada al cien por ciento al fic y sinceramente no me siento bien dejarlos abandonados mucho tiempo.

Tengo mi primer FanFic en proceso, se llama UNA VIDA DISTINTA y si le das click en el siguiente link [http://www.lunanuevameyer.com/sala-cullen?id_relato=3612] te llevara en directo a el.

Bueno pues espero que la adaptación sea de su agrado. :)

 

 

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Capítulo 19: Aclarando mal entendidos.

PROXIMAMENTE: Claro de Luna

Mi nuevo fan fic. En la proxima actualización subire un adelanto.

CLARO DE LUNA by HONEY

 

__________

Bella y Edward recorrieron el pasillo flanqueados por Tanya y Benjamin. Ella tuvo la sensación de que los escoltaban. Ninguno de los dos había dicho ni pío. La directora se había limitado a ordenar:

«Edward, Bella. Acompañadnos, por favor», y habían echado a andar.

 

Caminaron a paso vivo hacia la oficina de Tanya. Ella les cedió el paso y entró en último lugar antes de sentarse en la silla de detrás del escritorio. Benjamin se quedó a su lado con una mano apoyada en el respaldo. La directora no hizo presentaciones.

—Os he hecho venir porque quiero saber si he cometido un error —Tanya clavó los ojos en Bella.

 

—¿A qué… a qué te refieres? —preguntó ella con pies de plomo.

 

—Me salté muchas reglas al dejarte venir a este colegio —hablaba con una voz entrecortada de furia—. ¿Me equivoqué?

 

Justo cuando Bella empezaba a notar que se le hacía un nudo en el estómago, alguien llamó a la puerta.

 

—Pasa —ordenó Tanya.

Jacob entró en la sala. Miró a su alrededor, evitando los ojos de Bella, antes de cerrar la puerta y apoyarse contra la hoja.

 

Con el corazón en un puño, Bella volvió a mirar al frente.

—No te entiendo —insistió—. ¿Qué he hecho?

 

—Di instrucciones explícitas de que los alumnos permanecieran en el edificio, y no solo he descubierto que has estado bebiendo con Alice Brandon en el tejado sino que también has ido a la capilla sin permiso. Ahora te pregunto, ¿qué debo pensar, Bella, salvo que me has desobedecido?

 

Ella se la quedó mirando de hito en hito. ¿Cómo sabe lo de la capilla?

Edward dio un paso adelante.

—Un momento, Tanya. Bella fue a la capilla porque yo se lo pedí. La acompañé durante todo el camino. No corrió peligro.

 

—Y Alice estaba muy alterada —intervino Bella—. Tenía miedo de que se hiciera daño. Solo intentaba ayudarla.

 

La mirada de Tanya era gélida.

—Una botella ha caído del tejado a pocos centímetros de un alumno. De haber resultado herido, el colegio habría sido responsable. Hay cristales dispersos y, debo añadir, vodka derramado junto a la puerta principal.

 

Bella estaba tan perpleja y enfadada que tuvo que bajar la vista para que Tanya no advirtiera la rabia que la embargaba. Leah ha muerto, el colegio se ha incendiado ¿y le preocupa que la denuncienpor unos cristales rotos?

 

Tanya se volvió a mirar a Edward.

—¿Y por qué, si se puede saber, la acompañaste todo el camino? Ya conoces el Reglamento.

 

—Después de lo que pasó con Leah y Ángela, Bella estaba disgustada. Se estaba planteando dejar el colegio —aclaró Edward—. Quería que se sintiera libre para hablar sin miedo de que alguien pudiera estar escuchando.

 

Impresionada por la habilidad que Edward acababa de demostrar recurriendo a la verdad para…, bueno, mentir, Bella miró a la directora para ver cómo se lo tomaba. No pareció impresionada.

 

—Comprendo que Bella esté disgustada, pero hay lugares donde mantener ese tipo de conversaciones en el interior del edificio, Edward —lo reprendió—. Y no me gusta que se ignoren las reglas de manera tan flagrante, sobre todo cuando han sido expresadas en términos tan explícitos y en momentos tan recientes.

 

Edward mostró las palmas de las manos en un gesto de humildad.

—En ese caso debo ser yo el que se disculpe, no Bella. Fui yo quien insistió en ir a la capilla. Al principio ella se negó porque no quería saltarse el Reglamento, pero la convencí. Si alguien puede ser acusado de desobediencia, soy yo. Pero lo hice movido por lo que consideré buenas razones.

 

La voz de Edward transmitía una seguridad sorprendente, pensó Bella. Hablaba más en el tono de un hijo que trata de apaciguar a una madre enfadada que en el de un alumno que se dirige a la directora.

 

—¿Puedo intervenir, Tanya? —Jacob la interrogó con la mirada y ella asintió con un breve cabeceo—. Edward, no solo desobedeciste las instrucciones de Tanya, sino también las mías —dijo con aquel elegante acento francés que parecía enroscarse en cada palabra—. Y al hacerlo, pusiste a Bella en peligro, lo cual es inaceptable.

 

Por primera vez en el transcurso de la conversación, Edward se puso tenso. Bella lo vio apretar los puños y esforzarse poco después por relajarlos. Guardó silencio.

Tanya suspiró.

—Es suficiente. Edward, Bella, habéis quebrantado gravemente las normas que decreté ayer por la noche. Comprendo que seguís alterados por lo sucedido durante el baile; de no ser así, ambos os enfrentaríais a castigos y amonestaciones por escrito. Por el contrario, me limitaré a advertiros de que no toleraré ninguna otra infracción por vuestra parte de ahora en adelante.

 

—¿Y qué le va a pasar a Alice?

La pregunta brotó de los labios de Bella sin que pudiera contenerse.

 

Tanya le dirigió una mirada torva.

—Empecemos por determinar qué ha sucedido exactamente en el tejado esta mañana, Bella, ¿te parece?

 

Esta le contó que había encontrado una nota y que, al ver la ventana abierta, había trepado para reunirse con Alice en el tejado, así como todo lo sucedido finalmente.

 

—No sabía qué otra cosa hacer, de verdad, salvo ayudarla —aclaró—. ¿He hecho mal?

 

— Alice se ha arrancado cuatro uñas —dijo Tanya—, y se ha hecho un corte muy profundo en una mano, además de numerosas magulladuras. Es de suponer que sufrió todas esas lesiones al caer. Puesto que son superficiales y que su estado de embriaguez es temporal, las enfermeras se han hecho cargo de ella y le han administrado un tranquilizante. Se quedará en la enfermería hasta que determinemos el castigo pertinente. Se lo notificaremos a sus padres.

 

—¿Será… expulsada?

Bella apretó los brazos de la butaca con tanta fuerza que se le pusieron pálidos los nudillos.

 

Tanya le dirigió una mirada de desaprobación.

—No comentaré contigo las medidas disciplinarias que atañen a otros alumnos, Bella.

 

Benjamin se acercó a la directora para susurrarle algo al oído. Cuando acabó de hablar, Tanya se volvió hacia Bella.

 

—Puedes marcharte. Ahora, si nos disculpas, me gustaría hablar con Edward en privado.

 

Bella miró a Edward a hurtadillas, pero este mantuvo la mirada al frente mientras ella abandonaba el despacho. Advirtió que Jacob y Benjamin se quedaban atrás.

 

No tan en privado, pues.                

 

Al cerrar la puerta se apoyó contra la hoja por si alcanzaba a oír algo, pero el grosor de la madera se lo impidió. Dio media vuelta y se dirigió a los dormitorios de las chicas, donde se detuvo en el 335. Retrocedió asustada cuando la puerta se abrió al primer golpe.

 

Kate iba tan inmaculada como de costumbre, con el uniforme perfecto y ni un cabello fuera de lugar. —Bella, ¿qué puedo hacer por ti?

 

Si la visita la sorprendía, procuró no demostrarlo.

—Me gustaría ir a ver a Ángela —repuso Bella—, pero no sé dónde está la enfermería y pensé que tú lo sabrías.

 

—He oído que al fin ha despertado —la informó Kate—. Ve a la planta baja y sigue después hasta el ala donde están las aulas. Al final del pasillo verás una escalera. Sube al primer piso y la encontrarás.

 

Bella titubeó, deseando en su fuero interno poder confiar en Kate lo suficiente como para hablar de verdad con ella. Al ver que no hacía ademán de marcharse, la prefecta enarcó unas cejas impecables y preguntó:

—¿Algo más?

 

—Yo solo… —Bella se enroscó la orilla de la falda en un dedo—. Edward me ha dicho que le diste el mensaje ayer por la noche. Y quería darte las gracias por ello. No tenías que hacerlo.

 

Kate cruzó los brazos con desenfado.

—De nada, Bella. Aunque me habría sentido mejor si me hubieses dicho por qué querías verlo en realidad. Y ahora, después de todo lo que ha pasado con Alice Brandon, me pregunto si hice bien.

 

—¡Pero si lo único que he hecho ha sido ayudar a Alice! —protestó Bella—. Yo no le he dado el vodka ni la he llevado al tejado. Solo he intentado salvarle la vida. No entiendo qué tiene eso de malo.

 

—Ya, ¿y por qué no has venido a buscarme primero? —quiso saber Kate.

 

—¿Y por qué iba a hacerlo? —le espetó Bella—. Tú solo quieres crearle problemas.

Kate pareció exasperada pero también, pensó Bella, un poco dolida.

—Mientras permanezcáis en esta planta, Bella, Alice y tú estáis bajo mi responsabilidad. Nunca deberías ponerte en peligro como has hecho hoy. Y Edward me ha hablado de tus ataques de pánico… ¿Por qué nunca me lo has contado? Yo no estoy aquí para hacer que te castiguen ni para echarte la bronca. Estoy aquí para ayudarte. Pero haga lo que haga, tú siempre me tratas como si fuera tu enemiga.

 

Las palabras de Kate pillaron a Bella tan de sorpresa que por un momento se quedó sin habla.

—Pero si yo… yo creía que me odiabas —acabó diciendo.

 

—No te odio —objetó Kate—. Siempre pareces intimidada y enfadada en mi presencia y yo no sé cómo hacerte comprender que estoy de tu lado.

 

—Pero eres amiga de Rosalie Hale y ella sí me detesta.

 

Para sorpresa de Bella, Kate lanzó una breve carcajada. Levantó las manos en ademán de disculpa.

—Soy amiga de Rosalie y, sí, le caes mal, pero solo porque te tiene celos. Le gusta Jacob, y Jacob se ha fijado en ti, algo que hiere sus sentimientos y la empuja a comportarse mal. Está acostumbrada a salirse con la suya. Ahora bien, todo eso no tiene nada que ver conmigo. Siempre le estoy diciendo que madure, que te deje en paz pero —se encogió de hombros— ya es mayorcita para saber lo que hace.

 

Su expresión mudó a otra más seria.

—No me juzgues a mí por su conducta. Júzgame por mis propios actos.

 

Avergonzada, Bella se frotó un pie con la punta del otro.

—Lo siento mucho, Kate, me he comportado como una auténtica cretina.

 

—No pasa nada —la tranquilizó ella—. Tendría que haberme sentado a hablar contigo mucho antes. Soy la prefecta y debería saber cómo afrontar este tipo de situaciones. En cualquier caso, me gustaría mucho que volviéramos a empezar.

 

Le tendió la mano al tiempo que la miraba a los ojos.

—¿Amigas?

 

Bella titubeó una milésima de segundo antes de estrechársela.

—Amigas.

 

—Muy bien, ahora ve con Ángela… Seguramente se sentirá muy sola allí arriba sin nadie con quien hablar —se despidió Kate, que al entrar en su habitación añadió en el tono oficial que solía adoptar—: Y nada de excursiones al tejado, por favor.

 

Mientras recorría la ruta descrita por Kate de camino a la enfermería, Bella repasaba mentalmente toda la conversación.

 

¿Cómo es posible que me haya equivocado tanto con ella? ¿Y de verdad estaba tan equivocada?

Recordó que tanto Edward como Jacob se reían de ella cuando les decía que Kate no le caía bien; por lo visto ambos la consideraban fantástica, aunque Jacob había admitido que podía ser un poco especial.

 

Pero ser especial no es nada malo.

 

Siempre le había molestado que defendieran a la prefecta y, siendo sincera, si la había juzgado mal, todo cobraba sentido. Se esforzó por recordar qué cosas había dicho Kate para molestarla, pero solo le vino al pensamiento la expresión perpleja de la chica cada vez que Bella se enfadaba o se disgustaba.

 

Pese a todo… ¿no era curioso que de repente Kate quisiera ser su amiga? Las palabras pronunciadas por Alice en plena borrachera resonaban en sus oídos: «No les caes bien… Te consideran peligrosa» .

 

Las luces estaban apagadas en la zona de las aulas y Bella palpó la pared en busca de un interruptor. Al no poder encontrarlo siguió andando a toda prisa. Oía el eco de sus propios pasos mientras iba dejando atrás, casi a la carrera, puertas y puertas que dejaban entrever clases desiertas, donde sillas desocupadas y pupitres vacíos aguardaban en filas y corros fantasmales.

Al final de la antesala vio una puerta sin número, por cuyo cristal esmerilado se filtraba la luz del sol.

 

Debe de ser esa.

 

La empujó para abrirla. Divisó los peldaños ascendentes de una angosta escalera de servicio, cuyos amplios ventanales cedían el paso a la luz del sol en cada planta. Ascendió hasta el primer nivel, un entresuelo entre la planta baja y el primer piso. De la escalera  partía un pasillo de techos bajos y suelos de linóleo que contrastaba con los vastos espacios y la madera bruñida que prevalecía en el resto del edificio. A un lado del pasillo vio una hilera de puertas cerradas, cuyas superficies blancas incluían ventanas de cristal esmerilado, divididas por un crucifijo azul cuidadosamente pintado. Al otro lado se abrían grandes ventanales que dejaban pasar la luz y el aire fresco.

—¿Hola? —probó Bella.

Su voz resonó en el pasillo desierto.

 

El silencio era tan absoluto que sintió crecer su nerviosismo mientras avanzaba por el corredor soleado. Fue llamando a cada una de las puertas al pasar, probando cada uno de los pomos. Nadie le respondió, y encontró cerradas las tres primeras. La cuarta, sin embargo, se abrió.

 

La habitación estaba a oscuras, con las cortinas echadas. Era un cuarto diminuto donde solo cabía una cama.

 

Bella apenas alcanzó a atisbar una nube de brillante pelo negro sobre la almohada.

—¿ Alice? —susurró introduciendo al mismo tiempo un pie en la habitación con ademán indeciso—. ¿Te encuentras bien?

 

No obtuvo respuesta, pero algo le dijo que su amiga estaba despierta. Dejando la puerta abierta a su espalda, avanzó de puntillas hasta agacharse junto a la cama de Alice, que tenía los ojos cerrados pero la respiración agitada.

 

—Eh —musitó Bella—. ¿Cómo estás?

 

Una lágrima escapó del ojo de su amiga para caer por un costado de su cara. Se la enjugó con una mano completamente vendada.

 

—No me apetece hablar ahora mismo, Bella.

Tenía la voz ronca y apagada.

 

Herida, Bella se sintió tentada a discutir, pero decidió marcharse. Mientras cruzaba el umbral se volvió a mirar; tendida de espaldas, Alice contemplaba el techo como si ya estuviera sola.

 

De nuevo en el pasillo, Bella siguió probando puertas. Al llegar a la tercera después de la habitación de Alice, atisbó un espacio blanco y soleado donde se alineaban dos filas de camas de hospital, separadas por prístinas cortinas ondeantes a la suave brisa que susurraba desde las ventanas entreabiertas. Solo había una cama ocupada.

 

Tendida sobre una colcha blanca, en un lecho blanco contra una pared también blanca, yacía Ángela con los ojos cerrados como si fuera la palidez personificada; sus pestañas espesas proyectaban sombras que oscurecían su piel. La melena larga y sedosa se extendía sobre las almohadas mientras que un gran apósito le cubría parte de la cara. Llevaba un brazo en cabestrillo.

A Bella se le encogió el corazón al advertir lo delgada que estaba. ¿Acaso nunca comía? Parecía tan… frágil.

 

Al sentarse en una silla junto a la cama, la madera emitió un crujido y Ángela abrió los ojos.

Esbozó una sonrisa adormilada.

—Bella.

 

Ella sonrió también, pero unas arrugas de preocupación ensombrecían su ceño.

—Eh. ¿Cómo estás? ¿Te encuentras bien? Me han dicho que estabas despierta.

Ángela se incorporó con ayuda de las almohadas. Le habían conectado una vía a la muñeca enyesada y tenía magulladuras violáceas en la parte superior de los brazos.

 

—Estoy bien. Bastante colocada, creo. Ni siquiera sé cuánto tiempo llevo aquí.

La fragilidad que la envolvía agrandaba sus ojos al punto de darles un aire infantil, y Bella sintió el impulso irresistible de protegerla.

 

—No mucho —Bella tuvo que pararse a pensar—. Bueno, hoy es… ¿qué día es hoy? Domingo, creo.

 

Se sonrojó ante su propia confusión, pero Ángela se dio por satisfecha.

—Bien. Pensaba que llevaba más tiempo —miró hacia la ventana y su rostro se ensombreció—. Pero pronto se va a hacer de noche, ¿verdad?

 

Se la veía tan asustada que Bella le apretó la mano.

—No te preocupes. Aquí estás totalmente a salvo.

 

Ángela no parecía convencida, pero por lo visto los medicamentos alteraban su capacidad de concentración y al poco volvió a relajarse.

 

—Ángela, ¿qué te pasó? —preguntó Bella—. Alice dice que te perdió de vista cuando se fue la luz, y que no volvió a verte hasta que te encontramos… bueno, ya sabes, en el vestíbulo de entrada.

 

Los ojos de su amiga se nublaron mientras trataba de recordar.

—Lo recuerdo todo muy borroso. Me acuerdo de que Paul y yo estábamos bailando. Decidimos ir a dar una vuelta para tomar el aire. Pensábamos salir por la puerta principal porque la trasera estaba atestada. Pero entonces las luces se apagaron. Al principio no le dimos importancia, de hecho hasta nos pareció divertido. Había velas encendidas en el vestíbulo de entrada, de modo que veíamos y tal. Pero entonces la gente empezó a gritar.

 

»Paul me dijo que no me moviera, que enseguida volvería a buscarme, y se fue corriendo para averiguar qué pasaba.

 

Dejó de hablar para mirar a Bella con ojos inexpresivos.

—Y ya está. No recuerdo nada más. Solo una inmensa oscuridad.

 

Bella le dio unos golpecitos en la mano.

—Tanya dice que no tienes nada grave. ¿Has sufrido una conmoción cerebral o algo así? Mi hermano sufrió una hace tiempo y no pudo recordar la caída hasta dos semanas después.

 

—Sí, la enfermera dice que me golpeé la cabeza al caer y que me corté con algo punzante. Me han puesto doce puntos —se tocó la gasa con aire ausente.

 

—¿Y qué te pasó en los brazos? —Bella se acercó más y le subió las mangas cortas de la bata hospitalaria con suavidad para examinarle la piel—. Esos cardenales parecen… marcas de dedos.

 

Mirándose los brazos, Ángela repuso:

—¿Ah, sí? No tengo la menor idea de cómo han llegado ahí. Y supongo que me hice un esguince en la muñeca al caer.

 

—¿Te han…? —cuando le falló la voz, Bella volvió a intentarlo—: Supongo que te han contado lo de Leah.

 

Ángela asintió a punto de echarse a llorar.

—Pero no me lo creo —susurró—. ¿Cómo iba a… suicidarse? Nunca la vi triste o deprimida. Y había hecho un montón de planes de futuro. Quería viajar por el mundo, ¿sabes? No entiendo por qué iba a hacer algo así.

 

Bella consideró la idea de expresar sus recelos respecto a la versión oficial que rodeaba la muerte de Leah, pero creyó que Ángela no era la persona apropiada para compartir dudas. No porque no confiara en ella, sino más bien porque no quería preocuparla.

 

Guardaron silencio un rato, durante el cual Ángela se adormiló, pero cuando Bella se removió, un crujido de la silla la despertó.

 

—Sigues ahí —la voz soñolienta sonó complacida.

 

—Claro que sí —repuso Bella—. No deberías pasar tanto tiempo sola. Es demasiado aburrido. Por cierto, ¿dónde están las enfermeras?

 

Ángela miró a su alrededor como si esperar a verlas aparecer por detrás de un armario.

—No lo sé. Es muy raro. Ayer venían mucho por aquí pero hoy apenas las he visto. Cuéntame cosas del mundo real. ¿Qué está pasando?

 

Bella se preguntó cuánto debería contarle, pero luego comprendió que Ángela conocía a Alice incluso mejor que ella misma.

 

—No gran cosa. Todo el mundo está un poco raro. Y… Ángela, a Alice se le ha ido la olla esta mañana y ahora está malherida.

 

Ángela pareció despabilarse.

—¿A qué te refieres? ¿Es que se ha metido en un lío?

 

Bella le contó lo sucedido por la mañana en el tejado. Cuando hubo terminado, pensó que Ángela se quedaría conmocionada, pero esta se limitó a negar con la cabeza.

 

—Oh, pobre Alice. Debe de estar muy alterada. Ojalá pudiera hablar con ella.

 

—Ángela, Edward me dijo que ya había hecho antes este tipo de cosas…

 

La otra asintió.

—Ya conoces a Alice —comentó—. Es encantadora, pero sus padres pasan de ella. Siempre lo han hecho. Creo que empezó a hacer cosas así para llamar la atención y al final se convirtió en una especie de costumbre, supongo. Se hartaron y la enviaron aquí. Sin embargo, es feliz en el colegio y llevaba mucho tiempo sin hacer cosas raras. Supongo que lo sucedido en el baile la ha superado — adoptó una expresión consternada—. Quería mucho a Leah, ¿sabes?

 

Bella asintió.

—Debe de haber sido por eso. Es que nunca la había visto así. No sabía qué hacer.

 

Ángela le cogió la mano y se la apretó.

—Pobrecita. Debes de pensar que Cimmeria es un manicomio. En realidad, no lo es, ¿sabes? No siempre.

 

—No pasa nada —Bella puso la otra mano sobre la de Ángela—. ¿Cuándo te dejarán salir?

 

Su amiga se encogió de hombros.

—No me lo han dicho.

Echando un vistazo al reloj, Bella se levantó.

—Será mejor que vaya a ver qué está pasando ahí fuera. Todo es tan raro… Tengo la sensación de que si yo no estoy, el colegio entero podría… estallar en pedazos. Es escalofriante.

 

Al coger a Ángela para abrazarla, la notó tan delgada que apenas se atrevió a estrecharla.

 

Ella le dirigió una sonrisa.

—Gracias por venir a verme.

 

—Volveré —prometió Bella—. Si te sientes con fuerzas, Alice está a dos puertas de aquí. Pero espera a que se le pase la mona primero.

 

Mientras cerraba la puerta, oyó a Ángela decir:

—No te olvides de mí… 

 

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Chicas, lamento los retrasos y así. Pero ya tengo un capitulo más. :) Espero que sigan leyendo y agradezco sus comentarios y sus votos, muchas muchas gracias. Por cierto ya tengo la segunda parte del fic. Si ustedes desean que la continue, por favor avisenme sí? 

Hoy subire dos capitulos. Cuidense chicas y no dejen de leer.

Capítulo 18: Accidente Capítulo 20: Nueva amiga.

 
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