La Lista del Odio (+18)

Autor: NalaMatter
Género: Drama
Fecha Creación: 31/03/2013
Fecha Actualización: 22/09/2013
Finalizado: NO
Votos: 16
Comentarios: 18
Visitas: 12048
Capítulos: 11

Hace cinco meses, el novio de Isabella Swan, Edward, abrió fuego en la cafetería escolar. Al lanzarse para detenerlo, Isabella inadvertidamente salvó la vida de una compañera de clases, pero se vio implicada en el tiroteo por la lista que ella ayudo a crear. Una lista de las personas y cosas que ella y Edward odiaban. La lista que él usó para elegir a sus objetivos.

+ Añadir a Favoritos
Leer Comentarios
 


Capítulo 4: Capítulo 3

DISCLAIMER: Los personajes pertenecen a Stephanie Meyer. La historia es de Jennifer Brown.

Capítulo 3

[DESDE EL CONDADO DE FORKS RAIN-TRIBUNE

3 DE MAYO, 2008. REPORTERA ZAFRINA DASH]

 

Leah Clearwater, 16 años. Capitana del equipo de softbol de la preparatoria de Forks, fue la primera víctima y pareció ser un objetivo directo. "Él la golpeó en el hombro", dijo Sue Clearwater, la madre de la víctima. "Y otra de las chicas que estuvieron ahí nos dijeron que cuando Leah volteó él le dijo: "Tú has estado en la lista por un largo tiempo", y ella dijo: "¿Qué lista?" y luego él le disparo." Clearwater a quien le dispararon en el estómago es descrita por los doctores como "Malditamente suertuda de estar con vida". En efecto, la investigación confirmo eso. El nombre de Clearwater era el primero de la ahora muy conocida "LISTA DEL ODIO". Un cuaderno rojo en espiral confiscado de la casa de Edward Masen sólo unas horas después del tiroteo.


                                          *******

- ¿Estás nerviosa?

Agarré la goma que se estaba pelando de la suela de mis zapatos y me encogí de hombros. Había tantas emociones pasando por mí, que pensé que bajaría gritando por la calle. Pero por alguna razón no puede más que encogerme de hombros. Lo que ahora que lo pienso, fue algo bueno. Mi madre me estaba mirando de cerca está mañana. Algún movimiento en falso y ella correría donde el Dr. Cullen y lo sacaría todo de proporción, como era usual, y luego volveríamos a tener La conversación.

El Dr. Cullen y yo teníamos La conversación al menos una vez por semana desde Mayo. Venía siendo algo como esto:

Él preguntaría:

-¿Estás a salvo?

- No me voy a suicidar si eso es lo que preguntas. – Le respondería.

- Lo estoy haciendo. – Diría

- Bueno, no voy hacerlo. Ella sólo está loca - seguiría.

- Ella sólo está preocupada por ti – diría y entonces, amablemente, seguiríamos con otro tema. Pero luego en mi casa me metería en mi cama y empezaría a pensar en eso. Sobre lo del suicidio. ¿Estaba a salvo? ¿Realmente hubo un tiempo en el que pude haber sido suicida y ni siquiera lo había sabido? Y luego estaría como una hora, con la habitación oscureciéndose alrededor de mí, preguntándome qué diablos pasaba para que me sintiera tan insegura incluso acerca de quién era.

Porque quién eres, se supone que es la pregunta más fácil de responder, ¿verdad? Sólo que para mí no había sido fácil desde hace un buen tiempo. Tal vez nunca lo fue.

A veces, en mi mundo donde los padres se odiaban el uno al otro y la escuela era un campo de batalla, apestaba ser yo. Edward había sido mi escape. La única persona que entendía. Era genial ser parte de un "nosotros", con los mismos pensamientos, mismos sentimientos, misma miseria. Pero ahora la otra parte del "nosotros" no estaba, y estando allí en mi sombría habitación, estaba siendo golpeada con esta realidad en la que no tenía ni idea de cómo volver a ser sólo yo.

Me voltearía y miraría a los oscuros caballos que salpicaban el papel tapiz de la pared y desearía que cobraran vida y me tomaran de la manera en la que me imaginaba que ellos lo hacían cuando era niña, así nunca tendría que volver a pensar en eso. Porque no tener idea de quién eres duele demasiado. Y algo de lo que estaba segura era que estaba cansada de sufrir.

Mamá se estiro a través del asiento delantero y me palmeó la rodilla.

- Bueno, si llegas a la mitad del día y me necesitas, estoy a una llamada de distancia, ¿Está bien?

No respondí. El bulto en mi garganta era muy grande. Parecía irreal que estuviera a punto de caminar por los mismos pasillos con aquellos chicos que conocía tan bien, pero que parecían completos extraños. Chicos como Mike Newton, a quien había visto mirar directamente a la cámara y decir: "Espero que encierren a Isabella de por vida por lo que hizo". Y Tanya Denali, a quien había citado diciendo: "No sé porque mi nombre estaba en la lista. Ni siquiera sabía quiénes eran Edward e Isabella antes de ese día".

Podía verla ignorando quién era Edward. Cuando se mudo a Forks como estudiante de primer año. Sólo era un chico callado y delgado, con ropa fea y cabello sucio. Pero Tanya y yo habíamos cursado juntas la primaria. Ella estaba mintiendo cuando dijo que no me conocía. Y dado que ella fue amiga de Emmett McCarty. El señor mariscal de campo durante todo el segundo año, y dado que Emmett McCarty odiaba a Edward y tomaría cada oportunidad que tenía para hacerlo sentir miserable, dejando a fuera que todo los amigos de Emmett pensaran que era gracioso que él atormentara a Edward, encontré muy sospechoso que no lo conociera, tampoco.

¿Mike y Tanya estarían allí hoy? ¿Me estaría buscando? ¿Estarían deseando que no apareciera?

- Y sabes el número del Dr. Cullen – me dijo mi madre, volviéndome a sobar la rodilla.

Asentí.

- Lo sé.

Bajamos por Oak Street. Podría haber conducido por aquí aun estando dormida. Derecho en Oak Street. A la izquierda en Fouldling Avenue. A la izquierda en Starling. Y de ahí a la derecha justo en el aparcadero. La preparatoria Forks estaba justo enfrente. No me podía perderme.

Sólo que esta mañana todo se veía diferente para mí. La preparatoria Forks nunca podría volver a tener ese aspecto excitante e intimidante que tenía cuando yo era nueva. Nunca más lo podría equiparar con un alucinante romance, con la euforia, la risa, un trabajo bien hecho. La mayoría de las personas no piensa en ninguna de estas cosas cuando se imaginaba sus preparatorias. Era otra cosa que me había robado Edward, a todos nosotros ese día. No sólo se robó nuestra inocencia y nuestro sentido de bienestar. De alguna forma también logró robarnos nuestros recuerdos.

- Estarás bien – me dijo mamá. Volteé mi cabeza mire a fuera de la ventana. Vi a Emily Young caminando por el campo de futbol agarrada del brazo de Sam Uley. No tenía ni idea que estuvieran juntos, y de repente me sentí como si me hubiera perdido toda una vida en vez de sólo un verano. Si las cosas hubieran sido normales, hubiera pasado mi tiempo en el lago, en el bowling, en una estación de gasolina o en los lugares de comida rápida, recogiendo chismes, enterándome sobre los nuevos romances. En vez de eso, estuve encerrada en mi habitación, asustada y enferma del estómago ante el mero pensamiento de ir al supermercado con mi madre.

- El Dr. Cullen se siente seguro de que podrás manejar todo con gran éxito.

- Lo sé – le digo. Me inclino hacia adelante y mi estómago se aprieta. Alice y Seth estaban sentados en las graderías como siempre, junto con Jasper, Peter, Mía y Rebecca.

Normalmente estaría allí sentada con ellos. Y con Edward. Comparando horarios, quejándome de las aulas que nos dieron, hablando sobre ir a una fiesta loca juntos. Mis manos empezaron a sudar. Alice se estaba riendo sobre algo que Seth había dicho, y me sentí más intrusa que nunca.

Giramos en la calle e inmediatamente noté a dos patrullas de policías estacionadas al lado del colegio. Debí haber hecho ruido o haber tenido una mala expresión, porque mi mamá dijo:

- Ahora es algo normal. Seguridad. Porque… tú sabes. Ellos no quieren ningún crimen de imitación. Te hace estar más segura, Isabella.

Mamá se detuvo en la zona de descenso. Sus manos cayeron del volante y me miro. Trate de no notar que las comisuras de sus labios temblaban y estaba picoteándose distraídamente la uña de su pulgar. Me planté una sonrisa temblorosa por ella.

- Te veo aquí a las dos y cincuenta – me dijo – estaré esperando por ti.

- Voy a estar bien – le digo, mi voz suena pequeña. Jalé la manilla de la puerta. Mis manos no parecen tener la fuerza suficiente para abrirla, pero eventualmente lo hace. Lo que me decepcionó porque eso significaba que iba a tener que salir.

- Tal vez mañana puedas usar un poco de labial o algo parecido – dice mamá mientras me empujo fuera del auto. Qué cosa tan rara para decir, pensé, pero cerré los labios uno contra el otro, perdiendo la costumbre. Cierro la puerta y le doy a mi madre un medio saludo. Se despide, buscándome con los ojos hasta que el carro de atrás toca la corneta y se aleja.

Por un minuto me quedo pegada en mi puesto sobre la acera, insegura de si caminar o no al edificio. Me duele el muslo y la cabeza me empieza a zumbar. Pero todo a mí alrededor parece completamente normal. Un par de estudiantes de segundo año pasan a mi lado, hablando emocionados sobre el baile de bienvenida. Una chica se ríe mientras su novio empuja con sus dedos a uno de sus costados. Los profesores se para en la acera, apurando a los niños para que lleguen a clases. Todas esas cosas me recuerdan a la última vez que estuve aquí. Extraño.

Empiezo a caminar pero una voz detrás de mí me hace parar en seco.

- No puedo creerlo. – Parece como si alguien hubiera apretado el botón de "silencio" justo después de esa palabra. Me volteo para mirar. Alice y Jasper estaban allá, tomados de la mano.

La boca de Alice está abierta, la de Jasper se ha vuelto un pequeño nudo.

- ¿Bella? – pregunta Alice, no como si no creyera que fuera yo, sino como si no creyera que yo estuviera allí.

- Hey – le digo.

Seth rodea a Alice y me abraza. Su abrazo fue rígido y me soltó de inmediato, dando un paso atrás en línea con respecto al grupo, poniendo sus ojos en el pasto enfrente de él.

- No sabía que ibas a venir hoy – dijo Alice. Sus ojos se movían brevemente de lado a lado, evaluando la cara de Jasper, y yo pude ver en ese mismo instante como ella se estaba moldeando para ser una copia de él. Su sonrisa adquirió un sesgo superior que era muy incómodo en su rostro.

Me encogí de hombros. Alice y yo habíamos sido amigas casi desde siempre. Éramos del mismo tamaño, nos gustaban las mismas películas, nos vestíamos del mismo modo, decíamos las mismas mentiras. Había veranos en los que fuimos prácticamente inseparables.

Pero había una gran diferencia entre Alice y yo. Alice no tenía enemigos, probablemente porque era muy ansiosa por complacer a todo el mundo. Ella era completamente moldeable: tan sólo le decías quién era ella y ella se convertía en ello, así de fácil. Ella definitivamente no era una chica popular, pero tampoco era una perdedora como yo. Alice siempre estuvo en la delgada línea de en medio, totalmente abajo del radar.

Luego del "incidente" como a mi padre le gustaba llamarlo, Alice vino a visitarme dos veces. La primera, en el hospital, antes de que yo le hablara a alguien. Y una en mi casa cuando había sido liberada, y le dije a Jake que le dijera que estaba dormida. Realmente nunca volvió a tratar de ponerse en contacto conmigo, ni yo tampoco lo hice. Tal vez había una parte de mí que se sentía como si ya no merecía ninguna amistad. Como si se mereciera una mejor amiga que yo.

De alguna manera me sentía apenada por ella. Casi podía verlo en su cara – su deseo de volver a lo que éramos antes del tiroteo, la culpa que sentía por haber mantenido la distancia – pero también ver de que ella era consciente de cómo ser mi amiga la haría ver. Si yo era culpable porque amaba a Edward, ¿sería ella culpable por quererme a mí? Ser mi amiga sería un gran riesgo a tomar… un suicidio social para cualquiera en Forks. Y Alice podría no ser lo suficientemente fuerte para tomar ese riesgo.

- ¿Te duele la pierna? – me preguntó.

- A veces – le digo mirándola – al menos no tengo que tomar educación física, pero lo más probable es que nunca llegue a tiempo a clase con esta cosa.

- ¿Has estado en la tumba de Edward? – me preguntó Jasper. Lo mire con dureza. Me estaba mirando con un duro desdén en sus ojos. – ¿Has ido a la tumba de alguien?

Alice le dio un codazo.

- Déjala en paz. Es su primer día de vuelta – dijo ella, pero sin mucha convicción.

- Sí, vamos – murmuró Seth.- Me alegra que estés bien, Bella. ¿En qué salón tienes matemáticas?

Jasper interrumpió.

- ¿Qué? Ella puede caminar. ¿Cómo es que nunca fue a la tumba de nadie? Quiero decir, si yo fuera quien hubiera escrito todos esos nombres de gente que quería muerta al menos iría a sus tumbas.

- Yo no quería que nadie muriera. – casi susurré. Jasper me dio una de esas miradas de ceja levantada. – Sabes, él también era tu mejor amigo.

Había silencio entre nosotros, y comencé a notar que alrededor de nosotros había espectadores curiosos. Sólo que ellos no tenían curiosidad por la confrontación. Tenían curiosidad por mí, como si repentinamente se hubiesen dado cuenta de quién era yo. Caminaban lentamente por mi lado, susurrándose unos a otros, mirándome fijamente.

Alice también se había comenzado a darse cuenta. Se movió un poco y luego miró más allá de mí.

- Debo irme a clases – dijo – me alegro que estés de regreso, Bella.- Ella ya estaba alejándose de mí, con Seth, Peter y los otros siguiéndola.

Jasper fue el último en moverse, golpeando mi hombro al pasar, murmurando.

- Claro, es realmente genial.

Permanecí en la acera, sintiéndome abandonada en esta marea de chicos moviéndose a mi alrededor, empujándome hacia adelante y atrás con su caminar, pero nunca liberándome al océano como tal. Me pregunté si podría quedarme en este punto en específico hasta que mamá viniera por mí a las 2:50.

Una mano se posó en mi hombro.

- ¿Por qué no vienes conmigo? – dijo una voz en mi oreja. Volteé y me encontré observando el rostro de la Sra. Carmen, la consejera. Ella envolvió su brazo alrededor de mis hombros y me hizo avanzar, ambas dirigiéndonos valientemente a través de las olas de chicos alrededor de nosotras, dejando los susurros atrás.

- Es bueno verte hoy aquí – dijo la Sra. Carmen – Estoy segura de que estás algo temerosa al respecto, ¿cierto?

- Un poco – dije, pero no pude decir nada más porque ella me estaba moviendo tan rápido que lo único que podía hacer era concentrarme en caminar. Irrumpimos en el vestíbulo antes de que el pánico en mi pecho pudiera aparecer, y de alguna manera me sentí engañada. Como si al menos debería tener el derecho de tener miedo al entrar a mi escuela de nuevo, si eso es lo que quería.

El vestíbulo era un completo bullicio. Un policía estaba en la puerta de entrada, agitando un detector de metal sobre las mochilas y chaquetas de los estudiantes.

La Sra. Carmen sacudió su mano hacia uno de ellos y me condujo a través de ellos sin detenernos.

Parecía como si el vestíbulo estuviera escaso de estudiantes, con muchos chicos faltantes. Sin embargo, era como si nada hubiese cambiado. Frente a mis ojos, los chicos estaban hablando, chillando, los zapatos rozaban los brillantes azulejos, las paredes hacían el eco de los ¡wham! ¡wham! De los golpes de las puertas de los casilleros cerrándose más allá del alcance de mis ojos.

La Sra. Carmen y yo caminamos a través del vestíbulo con un propósito, y luego giramos en la esquina hacia el cafetín. Esta vez el pánico aumento tan violentamente que llegó hasta mi garganta antes de que la consejera pudiera empujarme hacia la amplia habitación. Ella debió haber sentido mi miedo, porque apretó mis hombros con más fuerza y me apresuro más.

El cafetín, el único lugar para estar en las mañanas, generalmente lleno en su totalidad, hoy estaba vacío, excepto por un grupo de mesas y sillas. En el extremo más lejano, donde Leah Clearwater había caído, alguien había instalado un tablón de anuncios. En la parte superior había cartas hechas de cartulina de construcción que decían NOSOTROS LOS RECORDAREMOS, y la cartelera estaba cubierta con notas, cartas, lazos, fotos, pancartas y flores. Un par de chicas, no podían distinguir quienes eran debido a la distancia, estaban pegando una nota y una fotografía al tablón de anuncios.

- Hubiésemos prohibidos las reuniones en El cafetín en las mañanas de ser necesario – dijo la Sra. Carmen, como si pudiera leer lo que yo estaba pensando – Sólo como medida de seguridad. Pero de todas maneras, parece que nadie quiere estar aquí. Ahora sólo lo utilizamos durante el almuerzo.

Caminamos a través del cafetín. Traté de hacer caso omiso a mi imaginación, que figuraba de mis pies deslizándose en la pegajosa sangre sobre el suelo. Intenté enfocarme en el sonido de los zapatos de la Sra. Carmen, golpeando los azulejos, tratando de recordarme a mi misma lo de "respirar y concentrarme" que el Dr. Cullen había pasado tanto tiempo enseñándome. En ese momento, no podía recordar ni una sola cosa.

Pasamos a través de la puerta en el otro extremo del cafetín donde estaban las oficinas administrativas. Técnicamente, éste era el frente del edificio. Más policías estaban revisando mochilas y pasando detectores de metales sobre las ropas de los chicos.

- Me temo que tanta seguridad causará que nuestras mañanas comiencen con retrasos. – La Sra. Carmen suspiró – Pero, por supuesto, de esta manera todos nos sentimos más seguros.

Ella me hizo pasar a través de los policías y hacia las oficinas. Las secretarias nos miraron con educadas sonrisas, pero no dijeron nada. Mantuve mi cabeza inclinada hacia el suelo mientras seguía a la Sra. Carmen hasta su oficina. Esperaba que me dejara permanecer allí durante un largo tiempo.

La oficina de la Sra. Carmen era lo opuesto a la del Dr. Cullen. Donde él tenía filas y filas de libros ordenados y limpios, la Sra. Carmen tenía una descuidada aglomeración de papeles y herramientas educativas, como si su oficina fuera en parte para aconsejar, y en parte para almacenar objetos. Había libros apilados casi en todas las superficies planas, y había fotos de ella con sus hijos y perros por todos lados.

La mayoría de los niños venían a la oficina de la Sra. Carmen para quejarse de sus profesores o para ver catálogos de universidades, y eso era todo. Si la Sra. Carmen había ido a la universidad esperando aconsejar montones de problemáticos adolescentes, probablemente estaba muy decepcionada. Si es que se puede llamar decepción a no tener suficientes personas problemáticas en tu vida.

Me indicó con un gesto que me sentara en la silla con un cojín de vinilo desgarrado, mientras ella rodeaba un pequeño gabinete y se sentaba en la silla detrás de su escritorio, viéndose empequeñecida por las pilas de papeles y de notitas delante de ella. Se inclino hacia adelante a través del desastre y enrollo sus manos justo en el medio de un envoltorio viejo de comida rápida.

- Te estaba observando esta mañana – dijo- Estoy contenta de que hayas regresado a la escuela. Demuestra valentía.

- Estoy intentándolo – murmuré, frotando mi muslo inconsciente – No puedo prometer que me quedaré. – ochenta y tres y contando, repetí en mi cabeza.

- Bueno, espero que lo hagas. Eres una buena estudiante – dijo- ¡Ah! – exclamó, subiendo un dedo. Se inclinó hacia adelante y abrió una gaveta del archivador que estaba junto a su escritorio. Una foto enmarcada de un gato blanco y negro aruñando algo se tambaleó cuando el cajón se abría, y me la imaginé, varias veces al día, teniendo que enderezar la foto después de que se caía. Sacó una carpeta marrón y la abrió sobre el escritorio, frente a ella, dejando la gaveta del archivador entreabierta.

– Eso me recuerda: universidades. Así es. Tú estabas considerando… - Pasó algunas páginas -, la universidad de Kansas, si no me equivoco. – Continuó pasando las páginas, y luego movió su dedo sobre una página. – Si. Aquí está. La universidad de Kansas y la universidad del Noreste del Estado de Missouri. – Ella cerró la carpeta y sonrió - Recibí los requisitos de ambas justo la semana pasada. Es un poco tarde para estar apenas comenzando este proceso, pero no debería ser un problema. Bueno, tal vez tengas que explicar algunas cosas para tu registro permanente, pero como en realidad tú… nunca fuiste acusada de… bueno, sabes a lo que me refiero.

Asentí. Sabía a lo que se refería. No es que fuera necesario en mi registro, porque de verdad me costaba pensar en alguien en el país que no hubiese escuchado de mí hasta ahora. Era como la mejor amiga del mundo. O tal vez la peor enemiga.

- Cambié de opinión – dije.

- Oh. ¿Una universidad diferente? No debería ser un problema. Con tus calificaciones…

- No, me refiero que no iré. A la universidad.

La Sra. Carmen se inclino hacia adelante, apoyando su mano en el envoltorio de nuevo. Me estaba frunciendo el ceño.

- ¿No irás?

- Así es. Ya no quiero ir.

Ella habló suavemente.

- Escúchame, Isabella. Sé que te culpas por lo que ocurrió. Sé que crees que eres como él. Pero no es así.

Me enderece en la silla y traté de sonreír con confianza. Ésta no era una conversación que quisiera especialmente hoy, de entre todos los días.

- De verdad Sra. Carmen, no es necesario que diga eso – le dije. Toque mi bolsillo trasero, donde tenía la fotografía de Edward y yo en el Lago Azul, para ganar confianza – Digo, estoy bien y todo.

La Sra. Carmen levanto su mano y me miro directamente a los ojos.

- La mayoría de los días, pasaba la mayoría de los días con Edward que con mi propio hijo –dijo– Era tan indagador. Siempre tan furioso. Estaba tan consumido por el odio. Se regía por él, de hecho.

No, quería gritarle. No lo era. Edward era bueno. Yo lo vi.

Estaba atrapada en el recuerdo de la noche en la que Edward fue a mi casa inesperadamente, mientras papá y mamá comenzaban a prepararse para su usual festival de quejas después de la cena.

Podía sentir que se acercaba: mamá tirando los platos en el fregadero, murmurando, y papá caminando entre la sala y la cocina, observando a mamá y sacudiendo su cabeza. La tensión estaba creciendo y comencé a hartarme del sentimiento que tenía tan a menudo, deseando poder irme a la cama y despertar en una casa diferente, con una vida diferente. Jake ya había desaparecido en su habitación, y me pregunté si él también se había cansado de ese sentimiento.

Estaba subiendo las escaleras para ir a mi habitación cuando el timbre sonó. Podía ver a Edward a través de la ventana al lado de la puerta, apoyándose en un pie y luego en el otro.

- ¡Yo abro! – les grite a mis padres mientras bajaba corriendo las escaleras, pero ya la discusión había comenzado y ni siquiera se dieron cuenta.

- Hola – dije, saliendo al porche delantero -¿Qué hay de nuevo?

- Hola – me respondió. Me entrego un CD – Te traje esto – dijo – lo quemé para ti esta tarde. Son todas las canciones que me hacen pensar en ti.

- Eso es tan dulce – dije, leyendo la parte de atrás de la caja, donde él había escrito cuidadosamente los nombres de las canciones y sus autores – Me encanta.

En el otro lado de la puerta, se podía escuchar la voz de mi padre acercándose.

- Sabes, tal vez algún día no regrese a casa, Renée, ésa es una excelente idea. – Él estaba gruñendo.

Edward observó la puerta, y podría jurar que vi vergüenza atravesar su rostro. Y algo más. ¿Lastima, tal vez? ¿O quizás ese mismo hastío que sentía yo?

- ¿Quieres salir de aquí? – Me preguntó, metiendo sus manos en los bolsillos – No se escucha muy bien allá adentro. Podemos estar juntos por un rato.

Asentí, abriendo un poco la puerta y dejando el CD en la mesa del vestíbulo. Edward se estiró y sujeto mi mano, guiándome al campo detrás de mi casa. Encontramos un claro y nos tendimos en la hierba, mirando las estrellas, hablando de nada y a la vez de todo.

- ¿Sabes por qué nos llevamos tan bien Bells? – Preguntó después de un rato – Porque pensamos exactamente igual. Es como si tuviésemos el mismo cerebro. Es genial.

Me estiré enrollando mi pierna alrededor de la suya.

- Totalmente – dije – al demonio nuestros padres, y sus estúpidas peleas. Al demonio todo el mundo. ¿A quién le importa una mierda ellos?

- No a mi – dijo. Se rasco su hombro – Por un largo tiempo pensé que nadie me entendería jamás, pero tú de verdad lo haces.

- Claro que sí. – voltee mi cabeza y besé su hombro – Y tu también me entiendes. Es un poco espeluznante el hecho de que seamos tan parecidos.

- Espeluznante en el buen sentido.

- Exacto, en el buen sentido.

Se volteo para verme, apoyándose en un codo.

- Es bueno que nos tengamos el uno al otro – dijo – Es como si, tú sabes, aunque el mundo te odiara, tienes alguien en el que puedes confiar. Sólo nosotros dos en contra de todo del mundo. Sólo tú y yo.

En ese momento, como mis pensamientos hubiesen estado sumidos en las incesantes discusiones de mis padres, asumí que estábamos hablando de ellos. Edward sabía perfectamente por lo que yo estaba pasando; él llamaba a su padrastro su "paso de día"* y hablaba de la cambiante vida amorosa de su madre como si fuera un gran chiste. No había tenido idea de que él se refería a nosotros contra… todos.

- Claro. Sólo nosotros – le respondí – Sólo tú y yo.

Mire la carpeta en la oficina de la Sra. Carmen, una vez más embargada por la sensación de que nunca conocí a Edward en absoluto. Todo eso de "almas gemelas", de todo lo que habíamos hablado había sido pura mierda. Porque cuando se trata de leer a las personas, soy una estudiante aplazada.

Sentí un nudo en mi garganta. ¿Qué tan indulgente fue eso? La paria de la escuela llora por todos los recuerdos de su novio, el asesino. Incluso yo me odiaría. Trague y forcé a que el nudo por mi garganta bajara.

La Sra. Carmen se había sentado en su silla, pero aun seguía hablando.

- Isabella, tú tenía un futuro. Estabas escogiendo universidades. Tenías buenas calificaciones. Edward nunca tuvo un futuro. Su futuro era… esto.

Una lágrima se me escapó. Trague y trague pero no mejoró. ¿Cómo podía ella saber sobre el futuro de Edward? No se puede predecir el futuro. Dios, si hubiese podido predecir lo que ocurrió, lo hubiese detenido. Lo hubiese hecho irse. Pero no lo hice. No pude. Y debí haberlo hecho. Y eso es lo que me afecta. Debí haberlo hecho. Y ahora mi futuro no tiene una universidad en él. Mi futuro se basa en ser conocida alrededor del mundo como "La chica que odia a todos". Así fue como la prensa me llamó: La chica que odia a todos.

Quería decirle a la Sra. Carmen todas estas cosas. Pero era tan complicado, y pensar en ello hacía que mi pierna temblara y que mi corazón doliera. Me levanté y me coloqué la mochila. Sequé mis mejillas con el dorso de mi mano.

- Será mejor que me vaya a clases – dije –, no quiero llegar tarde el primer día de clases. Lo pensaré. Lo de la universidad. Pero como ya le dije, no puedo hacer ninguna promesa, ¿de acuerdo?

La Sra. Carmen suspiró y se levantó. Cerró la gaveta del archivador, pero no se movió alrededor de éste.

- Isabella – dijo, luego se detuvo y pareció considerarlo – Intenta tener un buen día, ¿está bien? Me alegro de que estés de regreso. Y conservaré estos requisitos para ti.

Comencé a caminar hacia la puerta. Pero justo cuando sujete la manilla, me volteé.

- ¿Sra. Carmen? ¿Las cosas han cambiado mucho? – Le pregunté –Digo, ¿Son diferentes las personas?

No sabía cuál esperaba que fuera su respuesta. Sí, todos han aprendido su lección y ahora somos una gran y feliz familia, justo como lo dicen los periódicos. O no, no había abusadores, todo estaba en tu cabeza justo como lo dicen los demás. Edward estaba loco y tú te lo creíste todo. Estabas molesta sin razón alguna. Tan furiosa, pero todo está en tu imaginación.

La Sra. Carmen mordió su labio inferior y pareció pensar muy bien la pregunta.

- Las personas son personas – dijo finalmente, volteando sus manos en un triste y desesperado encogimiento de hombros.

Creo que ésa era la última respuesta que quería escuchar.


hola! ¿Qué les parecio? ¿ha que edward no es una monada?

En fin espero que les guste, es muy triste, cada vez que reescribo los capítulos deseo con todo mi corazón que Edward no hubiese muerto aaaah :'(

**Mandar un review es tan genial como que Edward te grabe un Cd con las canciones que le recuerdan a ti :3**

Nos vemos en una nueva actualizacion cambio y fuera.

Nala ¬‿¬

Capítulo 3: "¿Nos vemos en el cafetín?" Capítulo 5: Ella podría lanzarte un hechizo, Leah

 
14439133 visitas C C L - Web no oficial de la saga Crepúsculo. Esta obra está bajo licencia de Creative Commons -
 10756 usuarios