La Lista del Odio (+18)

Autor: NalaMatter
Género: Drama
Fecha Creación: 31/03/2013
Fecha Actualización: 22/09/2013
Finalizado: NO
Votos: 16
Comentarios: 18
Visitas: 12047
Capítulos: 11

Hace cinco meses, el novio de Isabella Swan, Edward, abrió fuego en la cafetería escolar. Al lanzarse para detenerlo, Isabella inadvertidamente salvó la vida de una compañera de clases, pero se vio implicada en el tiroteo por la lista que ella ayudo a crear. Una lista de las personas y cosas que ella y Edward odiaban. La lista que él usó para elegir a sus objetivos.

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Capítulo 2: Capítulo 1

PARTE UNO

Capítulo 1

 

[DESDE EL CONDADO DE FORKS RAIN-TRIBUNE

3 DE MAYO, 2008. REPORTERA ZAFRINA DASH]

 

La escena en la cafetería de la preparatoria Forks, conocida como el cafetín, ha sido descrita como "nefasta" por los investigadores que se encuentran trabajando en la identificación de las víctimas de un tiroteo que estalló en la mañana del viernes.

"Tenemos equipos revisando cada detalle", dijo el sargento Aro Vulturi. "Estamos formándonos una imagen bastante clara de lo que sucedió en la mañana del día de ayer. No ha sido fácil. Incluso algunos de nuestros oficiales más veteranos se han conmocionado cuando entraron al lugar. Es una tremenda tragedia."

El tiroteo que comenzó justo cuando los estudiantes se estaban preparando para su primera clase, dejó por lo menos seis muertos e incontables heridos.

Isabella Swan, de 16 años, fue la última víctima de los disparos antes de que Edward Masen, el presunto homicida, según los informes, se disparase a sí mismo.

Con un disparo en el muslo a corta distancia, Swan requirió una extensa cirugía para reparar sus heridas. Los representantes del hospital general de Forks la han puesto en la lista de "condición crítica."

"Había mucha sangre", dijo un paramédico a los reporteros de la escena. "Debió haberle disparado justo en la arteria."

"Es muy afortunada", confirmó la enfermera de turno de la sala de emergencias. "Tiene una gran posibilidad de sobrevivir, estamos siendo muy cuidadosos con ella. Especialmente por el gran número de personas que quiere hablar con ella".

Los reportes de los testigos de la escena del tiroteo varían, algunos afirman que Swan fue una víctima, otros dicen que fue una heroína. Sin embargo, otros alegan que estaba involucrada con Masen en un plan para disparar a los estudiantes que no eran de su agrado.

De acuerdo con Jane Keller, una estudiante que fue testigo del tiroteo, el disparo a Swan pareció ser accidental.

"Parecía como si ella se hubiera tropezado y cayera encima de él o algo por el estilo, pero no podría asegurarlo", dijo Keller a los reporteros de la escena. "Lo único que sé es que todo había terminado rápidamente después de que eso sucediera. Y que cuando ella cayó encima de él se dio la oportunidad para que algunas personas escaparan."

Pero la policía se está preguntando si el disparo que derribo a Swan fue accidental o fue un doble suicidio que salió mal.

Los primeros reportes indican que Swan y Masen habían discutido sobre el suicidio de una manera detallada, y algunas fuentes cercanas a la pareja insinúan que ellos también platicaban sobre el homicidio, dejando a la policía preguntándose si hay mas en el tiroteo de la preparatoria Forks de lo que ellos inicialmente pensaron.

"Hablaban bastante sobre la muerte", dijo Jasper Whitlock, amigo cercano de Masen y Swan. "Edward hablaba más de eso que Isabella, pero sí, Isabella también hablaba sobre ello. Todos pesamos que era algún tipo de juego, pero supongo que era de verdad. No puedo creer que hablaran en serio. Quiero decir, justo estaba hablando con Edward hace como tres horas, y jamás dijo nada. Nada sobre esto."

Así sea las heridas de Swan intencionadas o accidentales, hay poca duda por parte de la policía sobre el intento de suicidio de Edward Masen después de masacrar casi media docena de los estudiantes de la preparatoria Forks.

"Los testigos en la escena dijieron que después de haberle disparado a Swan, él apuntó el arma a su cabeza y jaló el gatillo", dice Vulturi. Masen fue declarado muerto en la escena.

"Fue un alivio", dice Keller. "Algunos de los chicos incluso aclamaron, lo que supongo estuvo mal hecho. Pero creo entender porqué lo hicieron. Fue realmente escalofriante."

La participación de Swan en el tiroteo está bajo la investigación de la policía de Forks. No se pudo dar con la familia de Swan para que comentaran al respecto, y la policía sólo divulgan que en este momento están "muy interesados" en hablar con ella.


                                         *******

Tras haber ignorado por tercera vez la alarma, mi mamá empezó a golpear la puerta, tratando de levantarme de la cama. Justo como cualquier otra mañana. Sólo que está mañana no era como cualquier otra. Ésta era la mañana en la que se suponía que yo me repusiera y continuara con mi vida. Pero que supongo que con las mamás, los viejos hábitos nunca mueren… si la alarma no lo consigue, empiezan a golpear la puerta y a gritar, sea la mañana que sea.

Aunque, en lugar de sólo gritarme, su voz comienza a adquirir ese sonido tembloroso atemorizante que últimamente tiene tan seguido. Ése que dice que no está del todo segura si es sólo que se me está dificultando salir de la cama o si debería prepararse para llamar al 911.

-¡Isabella!- Sigue suplicando- ¡Tienes que levantarte, ahora! La escuela ha sido muy indulgente al recibirte de vuelta. ¡No lo arruines el primer día!

Como si fuera a estar feliz de regresar a la escuela. De regresar a esos embrujados corredores. Al cafetín, donde el mundo tal como lo conocía se había terminado el pasado mayo. Como si no hubiera estado teniendo pesadillas sobre ese lugar cada noche, levantándome sudada, llorando, totalmente alivia de estar en mi cuarto donde todo estaba seguro.

Me rehusé a ir a la ceremonia. Le dije a mi mamá que mi pierna me estaba doliendo demasiado y que necesitaba dormir un poco y de que de todas formas, era una idea estúpida. "Es típico de la escuela", le dije, "hacer algo tan tonto como eso. No iría una cosa tan estúpida como esa ni aunque me pagaran".

Pero la verdad es que tenía miedo de ir a la ceremonia. Tenía miedo de enfrentarme a todas esas personas. Tenía miedo de que creyeran todo lo que habían leído de mí en el periódico y lo que había visto en la TV, que había sido una asesina. De verlo en sus ojos – Deberías haberte suicidado justo como lo hizo él – incluso si no lo decían en voz alta. O aun peor, que me imaginaran como una persona valiente y desinteresada, lo cual sólo me haría sentir pero de lo que ya me sentía, dado que fue mi novio el que mató a todos esos chicos y aparentemente le había dado a entender que yo también los quería muertos. Sin mencionar que era la idiota que no tenía la menor de que el tipo al que amaba iba a acribillar a la escuela, a pesar de que me lo había dicho, como, cada día. Pero cada vez que había abierto la boca para decirle a mamá todas esas cosas, todo lo que salía era: Es algo tonto. No iría una cosa tan estúpida como esa ni aunque me pagaran". Supongo que los viejos hábitos nunca mueren para nadie.

En vez de eso, el Sr. Banner, director de la escuela, terminó viniendo a casa esa noche. Se sentó en la mesa de mi cocina y habló con mamá sobre… no lo sé… Dios, el destino, los traumas, lo que sea. Estoy segura que estaba esperando a que yo saliera de mi cuarto y sonriera y le dijera lo orgullosa que estaba de mi escuela y de que estaba más contenta de servir como sacrificio humano para la SEÑORITA PERFECTA ROSALIE HALE. Tal vez también estaba esperando que me disculpara. Lo cual haría si supiera cómo hacerlo. Pero hasta ahora, no había dado con las palabras lo suficientes grandes para algo tan difícil como esto.

Mientras el Sr. Banner estaba en la cocina esperándome, yo subí el volumen de la música y me enterré aún más profundamente entre mis sabanas y le dejé quedarse allí sentado. Nunca salí, ni siquiera cuando mi mamá empezó a llamar a la puerta, suplicando en "voz de visita" que fuera educada y bajara.

- ¡Isabella por favor! – siseó, abriendo un poco la puerta y metiendo su cabeza en mi habitación.

No conteste. En vez de eso halé las sabanas sobre mi cabeza. No es que no quisiera hacerlo; es que sólo no podía hacerlo. Pero mamá jamás lo entendería. De la forma en la que ella lo veía, entre más personas me "perdonaran", menos culpable tendría que sentirme al respecto. De la forma en la que yo lo veía… era justo lo contrario.

Después de un rato, vi unas farolas reflejándose en la ventana de mi cuarto. Me senté y mire a la entrada. El Sr. Banner estaba retrocediendo. Unos minutos más tarde, mamá volvió a llamar a la puerta.

- ¿Qué?- dije.

Abrió la puerta y entro, luciendo indecisa como un bebé de venado o algo por el estilo. Su rostro estaba todo rojo y manchando y su nariz estaba seriamente tapada. Sostenía una medalla en su mano, junto con la carta de "agradecimiento" de la escuela.

- Ellos no te culpan – dijo – Quieren que lo sepas. Quieren que regreses. Están muy agradecidos por lo que hiciste. – puso la medalla y la carta en mis manos. Le eché un vistazo a la carta y vi que sólo como diez profesores habían firmado. Noté que desde luego, el señor Black no era uno de ellos. Por como millonésima vez desde el tiroteo sentí una enorme punzada de culpa: el Sr. Black era exactamente el tipo de profesor que hubiera firmado esa carta, pero no podía hacerlo, porque estaba muerto.

Nos miramos la una a la otra durante un minuto. Sabía que mi mamá estaba esperando algún tipo de gratitud de mi parte. Alguna sensación de que si la escuela estaba saliendo adelante, tal vez yo también podía hacerlo. Tal vez todos podríamos hacerlo.

- Um, si, mamá - dije, devolviéndole la medalla y la carta a ella – Eso es, um… genial. – Traté de esbozar una sonrisa para tranquilizarla, pero me di cuenta de que no podía hacerlo. ¿Qué si todavía no quería seguir adelante? ¿Qué si la medalla me recordaba que el chico en el que más confiaba en el mundo le disparó a personas, me disparó a mí, se disparó a sí mismo? ¿Por qué no podía ver que aceptar "los agradecimientos" de la escuela, desde esa perspectiva, era doloroso para mí? Como si la gratitud fuera la única emoción posible que pudiera sentir en este momento. Gratitud de estar viva. Gratitud por haber sido perdonada. Gratitud porque ellos reconocieran que había salvado la vida de otros estudiantes de Forks.

La verdad era que la mayoría de los días no podía sentirme agradecida sin importar con cuanta fuerza lo intentara. La mayoría de los días no podía precisar cómo me sentía. Algunas veces tristes, otras aliviada, otras veces confundida, algunas incomprendida. Y muchas veces enojada. Y, lo que es peor, no sabía con quién estaba más enojada: conmigo misma, con Edward, mis padres, la escuela, el mundo entero. Y entonces estaba la rabia que se sentía peor: la rabia con los estudiantes que murieron.

- Bella – dijo, sus ojos rogando.

- No, de verdad – dije – Está bien. Sólo estoy realmente cansada, eso es todo mamá. De verdad. Mi pierna…

Metí mi cabeza profundamente en mi almohada y me volvía enrollar entre las sabanas.

Mamá encorvó la cabeza y salió de la habitación, se detuvo. Sabía que ella trataría que el Dr. Cullen trabajara en mi "reacción" en nuestra próxima visita. Podía imaginarlo sentado en su silla: "Entonces, Bella, probablemente deberíamos hablar sobre esa medalla…"

Sabía que mamá más tarde pondría la medalla y la carta en una caja de recuerdos con toda la otra basura de niños que había recolectado durante los años. Obras de arte del preescolar, reportes de calificaciones de séptimo grado, una carta de la escuela agradeciéndome por detener un tiroteo en la escuela. Para mamá, de alguna forma, todas esas cosas encajaban.

Esa era la forma en que mamá demostraba su persistente esperanza. Su esperanza de que las cosas algún día volvieran a estar "bien", aunque probablemente, no podía recordar la última vez en que yo había estado "bien". Pensando en eso, yo tampoco podía. ¿Había sido antes del tiroteo? ¿Antes de que James entrara a la vida de Edward? ¿Antes de que papá y mamá se empezaran a odiarse el uno al otro y yo comenzara a buscar a alguien, a alguien que me alejara de la desdicha? ¿Antes cuando tenía frenillos y usaba suéteres de color pastel y escuchaba a los cuarenta principales y pensaba que la vida seria fácil?

La alarma volvió a sonar y le di un zarpazo, tirando accidentalmente el reloj al piso.

- ¡Vamos Bella! – gritó. Imagine que ya tenía el teléfono inalámbrico en la mano, su dedo listo sobre el 9 – La escuela comienza en una hora. ¡Levántate!

Me gire sobre la almohada y me quedé mirando a los caballos de mi papel tapiz. Desde que era pequeña, cada vez que me metía en problemas, me tiraba en la cama y miraba a esos caballos y me imaginaba montándome encima de uno de ellos para irme lejos. Tan sólo cabalgando, cabalgando, mi cabello moviéndose detrás de mí, mi caballo jamás se cansaría o tendría hambre, nunca encontraría otra alma en la tierra. Sólo la posibilidad de dirigirme hasta la eternidad.

Ahora los caballos solo se veían como un papel tapiz de mierda para niños. No me llevaban a ninguna parte. No podían hacerlo. Ahora sabía que nunca podrían hacerlo, lo cual pensé que era tan triste. Como si toda mi vida hubiera sido un tonto sueño.

Sentí un chasquido contra la perilla de la puerta y gemí. Por supuesto… la llave. En cierto punto, el Dr. Cullen, que usualmente estaba de mi parte, autorizó a mi mamá de usar una llave y entrar a mi cuarto cuando quisiera. Ya sabes, sólo por si acaso. Ya sabes, como precaución. Ya sabes, todo el asunto suicida. Así que ahora, cada vez que no respondía cuando llamaba a la puerta, ella tan sólo entraría, con el teléfono en la mano en caso de que entrara y yo estuviera acostada en una piscina de sangre y cuchillas de afeitar encima de mi alfombra con formas de margaritas.

Observé la perilla girar. No había nada que pudiera hacer al respecto, excepto mirar. Ella entró. Yo tenía razón. Tenía el teléfono en la mano.

- Qué bueno que estés despierta – dijo. Sonrió y fue hasta la ventana se estiró y abrió las persianas. Yo bizqueé ante la luz del sol.

- Tienes puesto un traje - dije, tapándome de la luz con el antebrazo.

Estiró su mano libre y alisó la falda de color beige en sus caderas. Fue un movimiento indeciso, como si fuera la primera vez que se hubiera puesto un traje. Por un segundo lucía tan insegura como yo lo estaba, lo que me hizo sentir triste por ella.

- Si – Dijo, usando la misma mano para acariciar la parte de atrás de su cabello – Me imaginé que ya que tú estabas volviendo a la escuela, debería, ya sabes, tratar de volver tiempo completo a la oficina.

Me levante quedando en una posición sentada. Mi cabeza se sentía de alguna forma plana en la parte de atrás por estar tanto tiempo acostada y mi pierna punzó un poco. Ausentemente acaricié la abolladura en mi muslo por debajo de las sábanas.

- ¿En mi primer día de vuelta?

Caminó en tropezones hacia mí, caminando a través de la pila de ropa sucia en sus tacones beige.

- Pues… sí. Han sido un par de meses. El doctor Cullen piensa que es bueno que regrese. Y estaré allí para recogerte después de la escuela. – Se sentó a mi lado en la cama y acarició mi cabello – Vas a estar bien.

- ¿Cómo puedes estar tan segura? – Pregunté - ¿Cómo sabes que todo va a estar bien? No puedes saberlo. Yo no estaba bien en Mayo y eso no lo sabías. – Salí de la cama. Mi pecho se sintió apretado y no estaba segura de que no fuera a llorar.

Se quedo sentada, agarrando el teléfono inalámbrico enfrente de ella.

- Sólo lo sé, Isabella. Cariño ese día no va a volver a pasar. Edward… se ha ido. Ahora trata de no alterarte…

Demasiado tarde. Ya estaba alterada. Entre más tiempo pasaba en mi cama acariciándome el cabello en la forma en la que solía hacerlo cuando era pequeña y olfateaba el perfume que pensaba que era su "perfume de trabajo", más real se volvía. Iba a regresar a la escuela.

- Todos acordamos que esto era lo mejor, ¿lo recuerdas Isabella? – Dijo – Sentados en la oficina del Dr. Cullen decidimos que salir corriendo no era una buena opción para nuestra familia. Tú estuviste de acuerdo. Dijiste que no querías que Jake sufriera por lo que había sucedido. Y tu papá tiene su firma… dejar todo eso y volver a empezar sería tan difícil para nosotros financieramente… - Se encogió de hombros, sacudiendo la cabeza.

- Mamá – dije, pero no podía pensar en un buen argumento. Ella tenía razón. Yo había sido la que había dicho que Jake no tenía que porqué dejar a sus amigos. Que sólo por ser mi hermano pequeño, no significaba que tuviera que cambiar de ciudad, cambiar de escuela. Que papá, cuya mandíbula se tensaba con enfado cada vez que alguien mencionaba la posibilidad de que nuestra familia se tuviera que mudar a otra ciudad, no tenia porqué crear una nueva firma de abogados después del trabajo tan duro que le había costado construir la suya. Que ya no debería tener que estar atascada en casa con un tutor o aun peor, tener que cambiarme de escuela en mi último año. Que estaría maldita si me escabullía como una criminal cuando no había hecho nada malo.

- De todas formas, no es como si todo el mundo en el planeta no supiera quién soy – dije, corriendo mis dedos por el brazo del sofá del Dr. Cullen – No es como si pudiera encontrar una escuela donde nadie hubiera escuchado sobre mí. ¿Se imaginan que tan marginada sería en una nueva escuela? Al menos en Forks sé que esperar. Además, si huyo de Forks, todo el mundo estará aún más seguro de que era culpable.

- Va a ser duro. – El Dr. Cullen había advertido – Tendrás que enfrentar muchos dragones.

Me había encogido de hombros.

- ¿Algo qué no sepa? Puedo manejarlos.

-¿Estás segura? – El Dr. Cullen había preguntado, sus ojos entrecerrándose con escepticismo.

Asentí.

- No es justo que tenga que irme. Puedo hacerlo. Si es horrible, puedo transferirme al final del semestre. Pero voy hacerlo. No tengo miedo.

Pero eso fue hace tiempo, cuando el verano se extendía enfrente de nosotros, imposiblemente largo. Hace tiempo cuando "regresar" era sólo una idea, no una realidad. Como una idea, seguía creyendo en ella. No era culpable de nada excepto de amar a Edward y odiar a la gente que nos atormentaba, y no había forma de que yo me escabullera y me escondiera de la gente que creía que era culpable de algo más. Pero ahora que tenía que poner mi idea en práctica, no sólo estaba asustada; estaba aterrorizada.

- Tuviste todo el verano para cambiar de opinión- Dijo mamá, seguía sentada en mi cama.

Cerré mi boca y me dirigía hacia mi armario. Agarré ropa interior limpia y un sostén, luego hurgué en el piso por unos jeans y una camisa.

- Bien. Voy a alistarme – Dije.

No puedo decir que ella sonrió en ese momento. Hizo algo que se parecía a un sonrisa, sólo que parecía algo dolorosa. Hizo unos cuantos intentos de dirigirse a la puerta y luego aparentemente decidió que era una buena decisión y se fue hacia ella del todo, agarrando el teléfono con las dos manos. Me pregunté si se llevaría accidentalmente el teléfono al trabajo con ella, con el pulgar todavía posicionado en el 9.

- Bien. Te voy a esperar abajo.

Me vestí, colocándome los arrugados jeans y la camisa al azar, sin siquiera importarme el modo en el que me veía. No es como si vestirme bien fuera a hacerme sentir mejor o menos sobresaliente. Cojeé hasta el baño y corrí un cepillo por mi cabello, que no había lavado hace cuatro días. Tampoco me moleste en ponerme maquillaje. Realmente no sabía en donde estaba. No es como si hubiera ido a un montón de bailes durante el verano. La mayor parte del tiempo ni siquiera había podido caminar.

Me deslicé en un par de zapatos de lona y agarré mi mochila… una nueva que mamá había comprado hace días y que había estado vacía en cada lugar en el que ella la había dejado hasta que finalmente la lleno con suministros ella misma. La vieja mochila, la ensangrentada… bueno, esa probablemente había terminado en la basura, junto con la camiseta de Edward de los Flogging Molly, la cual había encontrado en mi closet y la había tirado mientras yo estaba atascada en el hospital. Yo había llorado y la había llamado perra cuando había vuelto a casa y vi que la camiseta no estaba. Ella realmente no lo entendía… esa camiseta no pertenecía a Edward el Asesino. Pertenecía a Edward, el chico que me había sorprendido con boletos para los Flogging Molly cuando habían venido a Forks. Edward, el chico que me había dejado subirme a sus hombros mientras cantaban factory girls. Edward, el chico que tuvo la idea de hacer un fondo común para comprar una camiseta y compartirla. Edward, el chico que se había puesto la camiseta hasta llegar a su casa y se la había quitado, dándomela y nunca la había pedido de vuelta.

Ella alegó que tirar la camiseta había sido idea del Dr. Cullen, pero no le creí. Algunas veces tenía la sensación de que ella culpaba de todas sus ideas al Dr. Cullen para que yo le siguiera la corriente. El Dr. Cullen entendería que Edward el Asesino no había usado esa camiseta. Yo ni siquiera sabía quién era Edward el Asesino. El Dr. Cullen entendía eso.

Completamente vestida, fui golpeada con la sensación de estar demasiado nerviosa para pasar por ello. Mis piernas se sentían casi demasiado débiles para pasar por la puerta y una ligera capa de sudor cubrió la parte trasera de mi cuello. No podía ir. No podía enfrentar a esas personas, esos lugares. Tan sólo no era lo suficiente fuerte.

Con manos temblorosas, saqué el celular de uno de mis bolsillos y marqué el número telefónico de celular del Dr. Cullen. Contesto al primer timbre.

- Lamento molestarlo – dije, hundiéndome en mi cama.

- No, yo te dije que llamaras. ¿Recuerdas? Estaba esperando que lo hicieras.

- No creo que pueda hacer esto – dije – No estoy lista. No creo que alguna vez llegue a estar lista. Creo que fue una mala idea…

- Detente, Bella – interrumpió – Puedes hacerlo. Estás lista. Ya hemos hablado de ello. Va a ser duro, pero puedes manejarlo. Has manejado peores cosas en los últimos meses, ¿verdad? Eres muy fuerte.

Las lágrimas saltaron de mis ojos y las limpie con mi dedo pulgar.

- Sólo concéntrate en el momento – dijo- No intérpretes las cosas. Mira lo que realmente está allí, ¿de acuerdo? Llámame cuando llegues esta tarde a tu casa. Haré que Stephanie te pase así este en sesión, ¿de acuerdo?

- De acuerdo.

- Y si necesitas hablar durante el día…

- Lo sé, puedo llamar.

- ¿Y recuerdas lo que dijimos? Incluso si logras hacerlo por medio día, ya es una victoria, ¿verdad?

- Mamá va a volver al trabajo. Jornada completa.

- Eso es porque cree en ti. Pero vendrá a casa si tú la necesitas. Aunque, mi predicción es que no lo harás. Y sabes que siempre tengo la razón. – Había una sonrisa en su voz.

Me reí, y sorbí las lágrimas. Volví a limpiarme los ojos.

- Cierto. Como sea. Tengo que irme.

- Vas a estar bien.

- Eso espero.

- Yo lo sé. Y recuerda lo que dijimos: siempre puedes transferirte al final del semestre si no funciona. ¿Eso es qué? ¿Setenta y cinco días o algo por el estilo?

- Ochenta y tres.- Dije.

- ¿Lo ves? Es pan comido. Podrás con ello. Llámame más tarde.

- Lo haré.

Colgué y recogí la mochila. Empecé a salir del cuarto, pero me detuve. Me faltaba algo. Busqué bajo el estante de la gaveta del tocador y hurgué hasta encontrarla, metida entre el marco de la gaveta, fuera del alcance investigativo de mamá. La saqué y la mire por millonésima vez.

Era un foto mía y de Edward en el Lago Azul el último día de escuela, en el segundo año de bachillerato. Él sostenía una cerveza y yo me estaba riendo tan fuerte que juro que se me podían ver las amígdalas en la fotografía, y estábamos sentados en una roca gigante al lado del lago. Creo que fue Jasper el que tomó la foto. No podría recordar que era tan gracioso aunque mi vida dependiera de ello, sin importar cuantas noches me pasara en vela tratando de acordarme.

Nos veíamos tan felices. Y lo éramos. Sin importar los E-mails, las notas suicidas o la Lista del odio dijera. Éramos felices.

Toqué la risa congelada en el rostro de Edward con mi dedo. Todavía podía escuchar su voz fuerte y clara. Todavía podía escucharlo invitándome a salir en ese serio modo de Edward, al mismo tiempo atrevido, enojado, romántico, tímido.

- Bells - Él había dicho, levantándose de la roca e inclinándose para recoger su botella de cerveza. Levantó una roca plana con su mano libre y dio varios pasos al frente y la tiró dando saltos en el agua. Salto, una, dos, tres, veces antes de zambullirse dentro del agua y quedarse quieta. Alice se rió desde alguna parte cerca del bosque. Jasper se rió justo después de ella. Estaba empezando a caer la noche y una rana empezó a croar desde algún lugar de mi izquierda - ¿Alguna vez piensas en dejarlo todo atrás?

Levante mis tacones contra la roca y agarré mis rodillas. Pensé en la pelea de papá y mamá la noche anterior. En la voz de mamá subiendo las escaleras desde la sala, las palabras poco claras, pero el tono venenoso. Acerca de papá yéndose de la casa a eso de la media noche, cerrando la puerta suavemente detrás de él.

- ¿Quieres decir algo como huir? Definitivamente.

Edward estuvo callado por un largo tiempo. Levantó la otra roca y la tiró al lago. Salto dos veces y se cayó.

- Seguro – dijo – O, ya sabes, manejar hacia un barranco y nunca mirar atrás.

Mire al sol poniéndose y pensé sobre ello.

- Si – dije – Todo el mundo lo hace. Muy Thelma y Louise.

Se giro y medio rió, tomó el último tragó de su cerveza y dejó la botella en el piso.

- Nunca la vi – dijo - ¿Recuerdas cuando leímos Romeo y Julieta el año pasado en inglés?

- Sí.

Se inclinó hacia mí.

- ¿Crees que podamos ser como ellos?

Arrugué la nariz.

- No lo sé. Supongo que sí. Seguro.

Se giró y fijo su mirada en el lago.

- Sí, podríamos serlo. Realmente podríamos serlo.

Me levanté, sacudí la parte de atrás de mis muslos, que se sentían como hueco por la textura de la roca en la que habíamos estado sentados.

- ¿Me estás invitando a salir?

Se giró, se tambaleo hacía mí, y me agarró alrededor de la cintura. Me levantó hasta que mis píes pendían sobre la tierra y no puede evitarlo… deje salir un chillido que se convirtió en una risita. Me besó y mi cuerpo se sintió tan eléctrico contra el suyo que hasta los dedos de mis pies cosquillaron. Parecía que hubiera esperado por siempre a que él lo hiciera.

- ¿Dirías que no si lo hiciera? – preguntó.

- Claro que no, Romeo – dije. Le devolví el beso.

- Entonces supongo que lo estoy haciendo, Julieta – Dijo, y juro que cuando tocaba su rostro en la foto podía volver a escucharlo. Podía sentirlo en el cuarto conmigo. A pesar de haberse convertido en un monstro en Mayo a los ojos del mundo, a mis ojos seguía siendo ese chico que me alzaba sobre el suelo, besándome y llamando Julieta.

Metí la foto en mi bolsillo trasero.

- Ochenta y tres y contando – dije en voz alta, tomando un profundo aliento dirigiéndome hacia las escaleras.


Hola :3 ¿Qué les parececio? personalmente este es uno de los capítulos que más me hizo llorar y al escribirlo en word fue un caos :'( pero bueno espero que les guste y me digan que les parecio ¿siiiiiii?

saludos!

Capítulo 1: Introducción Capítulo 3: "¿Nos vemos en el cafetín?"

 
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