Bella corrió a su dormitorio. Calculaba de cuanto tiempo disponía. Su ausencia en los rezos no seria notada. Por que ella? Y por que ahora cuando, finalmente, se había resignado à la vida en el convento? No poseía la paciencia necesaria para la vida religiosa, pero, allí encontraba alimento, afecto y seguridad.
Bella había conocido bien el frío , la desgracia y otros horrores ..
Sentía la falta de aire que la acometía cuando estaba asustada. Hacia tanto tiempo que no había de luchar para respirar? Intentó calmarse. Ahora, seria diferente. Era mayor y más experimentada . Podría trabajar como criada para una familia respetable. No, pensó, estremeciéndose. EN la ciudad encontraría otro trabajo que la mantuviese fuera de peligro.
Recogió sus escasas pertenencias y abandono el dormitorio. Debería llevar algún alimento, pero no se atrevía a ir a la cocina. Varias monjas debían estar alertas por su situación y percibirían su intento de fuga.
Las puertas estaban custodiadas y bella se dirigió a una ventana. La altura era grande, pero no había otra manera de escapar. No había tiempo que perder. Precisaba escapar.
Mucho tiempo atrás, había pensando en constituir una familia, con un marido que no desperdiciase las monedas como su padre. Tal vez un comerciante, o un caballero. Pero jamás había aspirado tan alto como un de Cullen Masen famoso en su país por su fortuna.–
Bella mal podía creer que ella, la hija de un hombre fracasado, estuviese de novia con el propietario de Volterran. Si no hubiese desistido de casarse hace mucho tiempo, podría haber cambiado de idea si el hombre se hubiese se mostrado bondadoso en vez de amedrentarla con su brutalidad.
Estremecedor, aquel rostro - atrayente, pero inflexible - y aquellos ojos sombríos y llenos de rabia. Se Decidió. No podría seguir allí. Ignoraba porque el la despreciaba. Tal vez no quisiese casarse, o tuviese alguna diferencia con su tío. Ella había sobrevivido una vez y volvería a hacerlo. Mejor que someterse a un tipo como aquel. Paso las piernas por la ventana.
Quedó tirada en el suelo. Bella respiro profundamente. Su posición estaba lejos de ser la de una dama. El hábito levantado mostraba sus piernas abiertas y la sotana torcida la pintaba como una irreverente. No importaba. Sus días de decoro rígido habían llegado a su fin, pensó, sonriendo.
El estaba a un paso de su cabeza. Si Extendía la mano, podría tocarle las botas que aparecían sobre la túnica de tejido fino. Levantó su mirada.
- Si intentaba matarse, debería haber escogido una ventana mas alta – comentó Edward.
Perpleja y sin palabras, Bella continuó pensando. Que tipo de monstruo seria ese hombre para decir tal cosa?
– Voy a mandar a agrandar las ventanas de su cuarto en Volterran - aviso el.
bella se sentó abruptamente y enderezo sus ropas. En una actitud decidida, encaro a su enemigo.
- Confórmese con su destino, puesto que mañana, nos casaremos – le aconsejo el.
Ninguna mujer, ni la misma Isabella Swan, conseguirían pasar por entre sus hombres. Yaciendo en una cama dura, en una de las celdas reservadas para visitantes, el se sentía satisfecho. Al día siguiente, Isabella seria suya.
Se trataba de una criatura extraña. Edward no podía entender por que ella intentaría fugarse para no casarse.
Y saltar de una ventana? Podría haberse quebrado el cuello, robándolo de la oportunidad de venganza.
Isabella precisaba de mano firme, pensó al recordarla desparramada por le suelo tras su absurda caída . Como el fuego crepitante, algunos de sus cabellos se habían escapado de la toca blanca. Eran marrones y brillantes y edward los imagino sueltos. Había tenido también la oportunidad de apreciarle las piernas. Bien torneadas. Precisaba examinar su novia con mas detenimiento.
Edward rodó a un costado y respiro profundamente. ! Que le importaba el color de los cabellos de Isabella o las formas de su cuerpo? Finalmente, ella no seria otra cosa que el instrumento para ejecutar su venganza.
Cuando estuvieran casados, Edward no quería nada con el cuerpo de Isabella. Jamás se dejaría dominar por la pasión de la sobrina de james no lo subyugaría de esa forma, o de cualquier otra.
Ella podría haber hecho los votos perpetuos, puesto que no llegaría a conocer las caricias, de ningún hombre. Y esa privación seria apenas el inicio de...
- Mi señor?
En la oscuridad, una voz le interrumpió sus pensamientos. Sin ruido alguno, Edward aseguro el cabo de la daga en la cintura. Había tirado la túnica, pero conservaba el arma. Como aprendiera mucho tiempo atrás, ningún lugar era seguro y no se podía confiar en nadie, ni en las mismas monjas.
Edward miró hacia la entrada de la celda, que no había puerta, o cortina. A pesar de las sombras, distinguió una silueta curvada. Ningún movimiento brusco, se sentó.
- No! Quédese donde está, por favor. Soy yo, la Madre superiora Wright. – Su voz era baja. - Quiero intercambiar unas palabras con usted.
A esa hora? Si no fuese por la edad avanzada de la superiora, Edward desconfiaría de sus intenciones.
– De que se trata?
- De un asunto muy delicado, mi señor. Yo no lo hablaría si pudiésemos vernos à luz del día.
- Está bien. Hable pues - insistió edward, irritado.
- Es sobre bella, mi señor. Le pido que no la trate mal.
La irritación crecía.
- Ella va ser mi mujer.
- Se bien, mi señor. Pero no me gustaría que se impusiese sobre ella.
Por todos los diablos. Estaría la madre superiora queriendo aconsejarlo sobre asuntos matrimoniales?
- La señora no quiere que el casamiento se consume? - indago, incrédulo.
- No hasta que su corazón se pacifique, mi señor.
-Usted me confunde, madre superiora. La iglesia no exige que los votos matrimoniales sean consumados? - preguntó Edward con un sarcasmo.
– Quiero recordarle que la violación es pecado – dijo la moja
- No existe violación entre marido y mujer - protesto el.
No dejaba de ser gracioso estar en una celda de un convento, discutiendo de sexo con un una monja.
- Dios ve y conoce todo. El lo juzgará de acuerdo con su intención.
- madre superiora, que la llevo a pensar que yo violaría a mi mujer? - Edward preguntó, intentando controlarse.
- Vi su expresión de odio cuando la miró.
El no preciso negar la acusación. Perplejo ante tal comportamiento, fijo su mirada en la entrada de la celda. Las monjas de otros conventos serian tan extrañas como las de este?
Maldiciendo contra la insensatez de las mujeres se volvió a acostar. Si la monja vieja no hubiese tenido la audacia de advertirlo, tal vez le hubiese confesado que no había intención de llevar a su mujer a la cama.
Planeaba algo mucho peor para ella.
Edward se vio dominado por una sensación de triunfo que no sentía desde que había destruido al ejército de James. Pero ahora, Edward y la sobrina del desgraciado se encontrarían- ante un sacerdote que los convertiría en marido y mujer.
Bella usaba un hábito negro de monja. Probablemente no había otras ropas. Poco importaba.
La novia no era tan alta como había calculado. La parte superior de su cabeza le alcanzaba su cara. Observo e imagino los cabellos escondidos bajo la toca. Le Estudio las facciones: cejas bien arqueadas, pestañas largas y espesas y labios rosados. Estaban medio curvados. Él vio que bella dudaba al hacer los votos matrimoniales. Aproximándose la amenazo en silencio.
Aunque Edward esperaba que la novia se acobardase con su actitud, ella elevó los ojos con aire de desafío. No importaba tanto orgullo, pues él seria el vencedor. La idea lo llevo a sonreír. Bella desvío la mirada y, con voz trémula, hizo el juramento.
Su coraje lo sorprendió. Esa era una cualidad que Edward valoraba por encima de todas. Extraño de encontrarla en la heredera de james.
Después de que el padre terminó la ceremonia, Edward anuncio:
- Partimos inmediatamente. Vamos, mujer, despídase de las compañeras.
Una vez más, Isabella lo sorprendió. Callada y sin lágrimas, paso ante las monjas. Por Dios, que mujer fuera de lo común!
Por un instante, Edward la siguió con la mirada , pero después se dirigió a la madre superiora:
- No se preocupe, yo no la tocaré –le prometio. La monja no parecía aliviada pero si consternada, entonces le dijo:
- Oiga, mi señor, se que Bella no es tan hermosa como muchas mujeres, pero la orden divina es crecer y multiplicarse.
- No fue eso lo que me dijo anoche.
– Anoche?! - repitío la monja con una mirada confusa. La sospecha domino a Edward y fue hacia la puerta. Isabella ya estaba afuera. Había sido ella, sin una sombra de duda, quien se presentara la noche anterior. Y lo había convencido de que se trataba de la madre.
La sangre de Edward hervía. La criatura era de una audacia increíble. Aconsejándolo respecto a la consumación del casamiento! Seria ella capaz?
La guerra acaba de empezar– reflexionó Edward intentando controlarse.
Nicholas forzó a la comitiva a cabalgar hasta el anochecer y sintió placer al ver que Sophie no conseguía dejar de deslizarse de la montura. Ella no estaba acostumbrada a largos viajes como el y sus hombres
Ahora, ella iba con cabeza baja, señal de extremo cansancio. En otra mujer, Edward asumiría que se trataba de una muestra de sumisión, pero no en Sophie.
Ella no demostraría la menor señal de flaqueza si supiese que el, escondido entre los árboles, la observaba.
Criatura extraña, mas una oponente de valor, Edward reflexionó. En la corta convivencia de ambos, ella había mostrado mucho más coraje que su tío. Su visita, durante la noche en el convento, probaba que era tan traicionera como james. Precisaba descubrir lo que la motivaba.
Isabella ya se había alimentado muy bien y el se preguntaba a donde iría a parar toda aquella comida. A pesar de ser alta, no era gorda. Él había terminado de comer hacia un rato y ella continuaba comiendo. Tal vez intentase establecer conversación con el. La idea lo estimulo parar hacer a un lado su actitud intimidadora.
- Ya estás satisfecha, mujer? Isabelaa levantó los hombros pero, mas no lo miraba.
- No - respondió ella en tono brusco mientras engullía otro pedazo de pan.
La petulancia lo irrito.
– Quieras o no, yo soy tu marido ahora y yo digo que vos ya comiste lo suficiente.
Ella, levantó sus ojos marrones .
- Desea mantenerme conforme, mi señor? - preguntó ella con la rapidez de quien profería un insulto.
- Imposible, tanto como que vos dejes de comer. Tal vez haces todo esto para no agradarme
Isabella no respondió como edward esperaba y en vez de eso, desvió la mirada como si lo ignorase. El no toleraría eso. Coloco su dedo debajo de la mandíbula de Isabella, forzándola a mirarlo.El antagonismo de los ojos marrones era evidente, pero el percibió algo.
Miedo.Edward podía casi palparlo. Sus fosas nasales se dilataron y su respiración se torno dificultosa. A pesar de las demostraciones de coraje, Isabella estaba aterrorizada. Por que?, Él conjeturó antes de calcular la respuesta “La cama”. Esta criatura temeraria, que había enfrentado a la madrer superiora, se había lanzado desde una ventana alta, le temía al cumplimiento de los deberes matrimoniales. Lo que hizo en el convento durante la noche, no fue para hacerlo pasar por tonto, sino porque le temía a la lujuria.
Edward se sintió insultado. Jamás había precisado esforzarse para agradar a las mujeres. Su apariencia atrayente le garantizaba la atención femenina mas de lo que él deseaba.
Podía sentir la vena de Isabella latir sobre su dedo. Por que se ofendía? Había la intención de atormentarla y ya estaba consiguiéndolo
Le quito el dedo de su barbilla. Por más que ella se esforzase para no mostrarlo, su pose arrogante había desaparecido. Las manos apretadas con tanta fuerza que los nudillos se habían emblanquecido. Su derrota lo afectaba de manera extraña.
Isabella se estremeció, pero él comenzó a pasarle los pulgares por las palmas de las manos. Estas tenían las marcas profundas de las uñas. Mientras las acariciaba, el pensó cuanto hacia que otra persona la había tocado por última vez. No recordaba que jamás haber curado las manos de una mujer. Las de Isabella eran magras, pero fuertes, con dedos largos y marcados por el trabajo. Fascinado continuó la caricia hasta que oyó un jadeo. Levantó la mirada, sorprendido, con una expresión atónita, le soltó las manos.
– Váyase a descansar, mujer - ordeno con voz insípida. Se levantó y fue hacia los árboles, sin mirar para atrás. Un ruido le avisó que Isabella se había refugiado en la tienda.
Qué estaba pasando?, se preguntó. Los esfuerzos por maltratar a su esposa habían fallado y algo muy diferente había ocurrido. Ella era su enemiga! No podía olvidarse de eso. Intento concentrarse en su rabia alimentada hacia tanto tiempo, pero sentía su miembro dolorosamente rígido. A pesar de su voluntad de relajarlo, permanecía erecto.
- Por que no violarla?–
Las palabras, mas que la voz de Jacob, hicieron girar a Edward. El sirio estaba sentado en un tronco entremezclado con las sombras de la noche . Una voz profunda, continuó:
- Sin duda, ese es el mayor temor de la joven, en caso contrario, por que habría hecho lo de anoche?
- Vos la oíste ?
- Ella no fue muy silenciosa. También vi la expresión de la madre superiora cuando conversaba con ella hoy a la mañana. La pobre no sabia de nada, no?
- Fue Isabella haciéndose pasar por la superiora - respondió Edward mientras se sentaba en el suelo, con la intención de aliviar su dolor.
- Entonces, por que no violarla? Vos dijiste que descubrirías lo que más temía para hacer que lo enfrente. Para que perder el tiempo? Estamos lejos de cualquier ayuda y nosotros los hombres no reaccionaremos con sus gritos.
Horrorizado, Edwars frunció la cara. No entendía esta sugestión fría de Jacob. Su compañero no aprobaba sus planes para con su esposa.
- Yo no la quiero.
- Por qué? Ella no tendrá la belleza de l as mujeres de mi tierra, pero...
Recordó sus ojos marrones y sus manos entre las de el, Edward lo interrumpió.
- Ella es lo suficientemente bonita.
– Entonces , por qué? Por que no hacer un esfuerzo para engendrar un heredero?
- No quiero hijo alguno! Menos que menos con la sangre de James No cederé parte alguna de mi cuerpo a esa mujer irascible. Ni yo ni mi semen!
Rehusándose a continuar la discusión, Edward silencio a Jacob con una mirada fulminante. El sirio tenía una vasta experiencia con mujeres. Las Amaba libremente pero jamás se dejaba prender por ninguna de ellas. Edward entretanto, conocía hombres, aparentemente inteligentes y sensatos, que sucumbían a los placeres proporcionados por una mujer. El cuerpo de un hombre podía dominar su cabeza. El no dejaría que eso le pasase.
No queriendo exponer sus pensamientos a quien no los entendería, Edward apenas dijo:
- Seria un tormento mayor hacerla esperar aterrorizada como esta.
Casado hacia apenas un día y ya había encontrado una manera de forzar a su esposa y dominar su arrogancia. Edward busco el efecto embriagador de la victoria, pero no lo encontró. Apenas sintió el ardor entre sus muslos que terminaba de pasar.
bella intento respirar y henchir sus pulmones de aire. No era mas que una cobarde por estar allí inmovilizada por el miedo. Y todo a causa de algo que las otras mujeres hacían con facilidad.
Naturalmente, sabía lo que estaba por acontecer. Su patrón, Mike newton, le había explicado en detalle cuando mas de una vez había intentado agarrarla.
Si Newton decía la verdad, su marido vendría a buscarla. Y no seria precisamente para conversación. Bella intento imaginar a Edward Cullen Masen desnudándose para ella. Un escalofrío le recorrió el cuerpo. Cerró sus ojos con fuerza a fin de bloquear la imagen tan horrible y bella al mismo tiempo.
Ella no podía ignorar la sensualidad de su marido. Aunque Edward actuase como un demonio sin corazón, no había nada áspero en sus facciones. La cabellera cobriza le llegaba a los hombros en contraste con la rebeldía de sus cabellos marrones. Las espesas cejas se arqueaban sobre los ojos verde y su nariz, pese a no ser aquilina, estaba bien formada dándole un toque de virilidad.
Desde la manera de mover su cuerpo alto y fuerte hasta el timbre de voz suave y firme, Edward Cullen era marcadamente viril. En verdad, el poseía mas atractivos sensuales de los que bella imaginaba posibles. Sin duda, un gran número de mujeres soñaba con la posibilidad de satisfacerlo en la cama.
Cuando le agarro las muñecas, ella temió que la atara, pero Edward había apenas acariciado sus manos con sus pulgares, provocándole una reacción extraña. Simplemente con recordarlo se estremecía.
bella apretó sus brazos contra su pecho. La dulzura de Edward había desaparecido tan deprisa como había surgido. El se reservaría para otras mujeres, mostrándole apenas las garras de un odio atroz. Su marido no se limitaría a violarle el cuerpo esa noche, sino que también intentaría destruirle el alma con una maldad escondida en su atractivo físico.
Se sentía exhausta por la cabalgata forzada del día entero, pero no conseguía dormir. Respiraba con dificultad e intentaba controlarse cuando oyó una voz que le decía:
- Clámese, mi señora. Su marido ya está durmiendo y no vendrá a buscarla.
Asustada, bella irguió su cabeza. No había oído el ruido de pasos aproximándose. De quien seria esa voz? Del sirio, sin duda. Quien mas le traería la buena noticia?
Que personas extrañas eran los hombres...
Ninguno era tan terrible y tan hermoso como su marido.
_____________________________________________________________________________________________________________-hola!! aqui otro nuevo capi de la esposa virgen espero que lo disfrunten y saludos y gracia a: aliceaglaecullen, alexa_pattinson, marie ann cullen, yohis23 y todos los demas x sus votos y las visitas .
P.D: en unos minutos sube el prologo de Un deseo de cumpleaños pase por hay y dejeme su opinio ese va a ser el regalo de todas mi seguidora en esas historia q he tenido un poco olvidada y el mio ya q mañana cumplo año no puedo creer q el 12 de septiembre ya halla llegado pero bueno no las aburro mas y saludos bye
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