Love Me (+18)

Autor: Lily_cullen
Género: + 18
Fecha Creación: 07/08/2015
Fecha Actualización: 25/10/2015
Finalizado: SI
Votos: 2
Comentarios: 45
Visitas: 84489
Capítulos: 47

 

Edward Cullen: modelo profesional con un status muy alto y maravillosamente guapo.

Isabella Swan: asistente personal de Tanya Denali de Status Model Management. Y como no enamorada de Edward Cullen.

Edward Cullen tiene una vida muy complicada tanto por sus constantes viajes de trabajo como por su vida personal. Por eso y por otros motivos no está dispuesto a complicarse más la vida empezando una relación con nadie. No está dispuesto a estar en una relación ni a comprometerse. Pero cuando se encuentra con Isabella Swan instantáneamente siente una atracción hacia ella, pero con el tiempo se convierte en algo más. ¿Se dará la oportunidad de amar y de ser amado?  

Isabella Swan ama y odia su trabajo, lo ama porque siempre se puede recrear la vista con los exquisitos especímenes con los que trabaja. Y lo odia porque le toco una jefa de lo más irritante, difícil, y aparte criticona. Pero aparte de eso, cuando conoce a Edward Cullen se siente inevitablemente atraída por él, pero ella sabe que no es conveniente sentirse atraída por un modelo y mucho menos enamorarse, y menos especialmente de él, pero la atracción entre ambos es simplemente inevitable.

 

 

Lo persoajes le pertenecen a Stephanie Meyer, esta historia esta adaptada en el libro Working it de kendall Ryan, yo solo lo adapte con los prsonajes de Edward & Bella 

Espero les guste :)

           

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Capítulo 26: Volverte A Ver

 

Hola chicas!! Lo siento ayer no pude actualizar, la escuela me tiene atrapada yendo de aquí para allá, y con esta lluvia no se puede hacer nada. Aparte de que me ha tocado cuidar de mi primito =D ando de niñera ^^; Pero aquí les traigo el capítulo. Un poco corto, pero para no fallarles hoy también aunque sea cortito lo subo.  :D

 

 

 

 

 

 

 

 

Bella

 

 

 

Sin estar dispuesta a salir de la cama por el momento, me acurruqué contra las sábanas, recordando la manera en que las manos de Edward harían un túnel por debajo de las mantas hasta encontrar mi cuerpo dormido. Tiraría de mí hasta ponerme más cerca, arrastrando mi cuerpo a través de la cama hasta poner su cuerpo en forma de cucharita alrededor del mío. Sonreí adormilada ante el recuerdo. Sus palmas cálidas acariciarían mi piel. Con una mano descansando en mi vientre plano, enterraría su rostro en mi cuello e inhalaría contra mi piel.

En la cama por las noches en la oscuridad silenciosa, los recuerdos se negaban a desaparecer, de alguna manera aumentando su intensidad cada día que no estaba con él. No sabía cuándo mi cerebro dejaría de reproducir nuestros momentos íntimos. Pero esperaba que cuando eso sucediera, también se llevara el profundo dolor en mi pecho.

— Isabella Marie Swan, sal de esa cama —dijo mi mamá, arrastrando las palabras, quitando las mantas de mis piernas.

— Ugh. —Gemí, dándome vuelta y acurrucándome en una bola. Salir de la cama se había convertido en algo sorpresivamente difícil en las siguientes semanas después de mi ruptura con Edward. Había huido hacia Tennessee, abandonando mi trabajo en Status, sin previo aviso, y empaqué solamente una maleta pequeña.

Me sentía mal porque Rose estaba manteniendo mi habitación desocupada, pagando la mitad de la renta con la esperanza de que pronto regresaría a Nueva York. No tenía planes de hacer eso. No había nada allí para mí.

— Vamos. Suficiente de esto. Hice tus bollos de nueces favoritos con salsa de caramelo y café. No más depresión.

Era fácil para ella decirlo. Su corazón no había sido puesto en una licuadora. Para empeorar las cosas, mi hermano Jasper, estaba viviendo de nuevo en casa después de poner fin a su contrato de arrendamiento con un compañero de cuarto. Cómo si necesitara más espectadores de mi muerte. Mi mamá no nos había tenido bajo el mismo techo en años. Jasper ahora tenía veinte años y aunque ya había determinado su dirección en la vida, mi madre apreciaba tenerlo cerca. Y estaba medio preocupada de que Jasper fuera a conducir hasta Manhattan en su vieja camioneta destartalada y cazara a Edward dándole una patada en el culo. Puede que no pusiera ninguna objeción.

Edward había llamado y me enviaba mensajes sin parar hasta que cambié mi número. No podía dejarme atrapar de nuevo en su mundo. No pertenecía a él desde el principio. Era una simple chica sureña. No estaba hecha para el nivel de drama que lo seguía a todas partes. Y si fuera el padre del bebé de Tanya, ellos estarían unidos para toda la vida. Incluso si no lo era, dudaba que alguna vez cortara los lazos con ella. No veía las cosas claramente cuando se trataba de mi antigua jefa. No podía estar con alguien que no me ponía a mí y a nuestra relación en primer lugar.

Sólo me quedaba lamentar la pérdida de él en mi vida, sabiendo que el dolor que sentía nunca sanaría por completo. Pero no podía esconderme en Tennessee para siempre. Necesitaba regresar a Nueva York, si no para quedarme, al menos para ver a Rose y recoger el resto de mis cosas. 

 

 

 

 

Edward

 

 

 

 

Ver a Bella de pie en la acera del aeropuerto fue surrealista. La había estado viendo en todas partes imaginando que cada morena de cabello largo era ella  por lo que me tomó un segundo darme cuenta que esta vez era real. Realmente estaba aquí.

Me tomó cada onza de moderación que tenía para evitar tirar de ella en mis brazos, sostenerla contra mí, presionando besos por toda su boca enfurruñada. Su expresión era cansada precavida. Y odiaba la forma en que parecía estar en estado de alerta a mí alrededor. Quería abrazarla, consolarla, pero sabía que había perdido ese derecho.

— Bella. . .

Miró al frente, luciendo determinada a ignorarme. Observé la manera en que el viento levantaba los mechones de cabello que se habían escapado de su cola de caballo. Quería enterrar mi cara en su cuello y besar ese lugar justo debajo de su oreja.

Mis sentimientos por ella no habían cambiado. Ni siquiera un poco. La amaba. Con lo más profundo de mí ser. La necesitaba en mi vida. Sabía que lo había echado a perder y otra vez con Tanya, pero necesitaba que Bella me escuchara.

Ignorándome, levantó su mano, agitándola para detener un taxi. Fue un acercamiento al pasado.

— Bells, espera. —Llegué a ella, pero me contuve. No era mía para tocarla nunca más. El pensamiento fue aleccionador. Estar cerca de ella y no tener el derecho de alcanzarla y tomarla en mis brazos fue una realización extraña. No me gustó.

— ¿Cómo está el bebé? —preguntó, su voz fría y sin emoción.

Eso era lo que quería explicarle. —Debemos hablar, Bella.

— ¿Mas? O mejor dicho yo no tengo nada que decirte.

— Bueno, yo sí. Hay algunas cosas que debes saber.

— ¿Cuánto más Edward? —dijo de manera despectiva.

Cuando se dio la vuelta para mirarme, todo el veneno en su expresión se disolvió. Había estado sufriendo tanto como yo. Cerró los ojos por un momento y tomó un respiro inestable. Me pregunté si estaba siendo golpeada por un aluvión de recuerdos como yo. Su risa suave, compartiendo una copa de vino en una cafetería con terraza, enseñando sus malas palabras en francés, alimentándonos el uno al otro en la cama por las noches. Y, por supuesto, hacer el amor. 

Su disposición a experimentar sexualmente y la química que compartíamos era fuera de lo normal. Había demasiadas cosas que extrañaba de ella, y me preguntaba si me extrañaba también. ¿O si solamente recordaba la forma amarga en que terminaron las cosas entre nosotros?

— Por favor. Mi chofer está aquí. —Señalé al sedan negro estacionado en la acera—. Déjame llevarte a casa y explicarte. —No tenía ni una puta idea por donde comenzar, pero no podía dejar que se alejara, por temor a nunca volverla a ver. Cogí su bolso sin esperar por su respuesta.

Enderezó su boca en una línea cortes y dejó que la ayudara a entrar al coche.

 

 

 

 


Bella

 

 

 

 

 

Nunca había estado en el departamento de Edward, y aunque sabía que visitarlo era una mala idea, no pude decirle que no. Parte de mí estaba curiosa sobre conocer dónde vivía, y toda yo estaba curiosa por saber qué me quería decir.

 

El auto se detuvo en frente de un hermoso edificio de ladrillos en una calle bordeada de árboles. El portero lo saludó y me sonrió cálidamente. No pude evitar pensar en si Edward usualmente traía a mujeres aquí. Sin duda Tanya había estado aquí. Me estremecí, sacudiendo el pensamiento.

 

Tomando el elevador hacia el piso de Edward, me encontré a mí misma queriendo golpearme contra la pared. No había estado a solas con él desde que descubrí lo del bebé, y no tenía deseos de compartir el mismo pequeño espacio, el mismo pequeño aire con el hombre que había roto mi corazón completamente.

 

Silenciosamente Edward me evaluó con sus intensos ojos color verde que siempre veían demasiado.

 

Cuando alcanzamos el noveno piso, salió del elevador, aun sosteniendo mi maleta, y yo lo seguí obedientemente.

 

Abriendo la cerradura de la puerta, Edward la mantuvo abierta para mí y pasé delante de él. Su departamento era espacioso y abierto. La cocina estaba a mi derecha, y al frente estaban combinados la sala de estar con el comedor. Estaba limpio y ordenado, aunque un poco mal ventilado, con olor rancio.

 

No estaba segura de dónde venía, pero parecía que no había estado en casa por un tiempo. Rebuscó entre un montón de correos amontonados que le habían sido entregados por el portero, y me hizo una seña para que siguiera y miré alrededor.

 

El comedor tenía una redonda mesa de caoba y cuatro sillas de cuero tapizado de color crema. Continué hacia la sala de estar y el gran ventanal con la vista de la ciudad. La habitación tenía un sofá de color chocolate, moderno y pulcro en su diseño, y dos sillones. No había mucha decoración, sólo un par de fotografías de arquitectura en blanco y negro, colgadas en la pared y una chimenea de ladrillos llena de altas velas blancas. Era simple pero lindo. Clásico y elegante, sin ser pretencioso. Daba con su estilo.

 

Edward colocó nuestras maletas cerca de la entrada y me preguntó si quería algo de beber. Sacó un par de botellas de agua mineral del refrigerador, y yo asentí.

 

Algo para distraerme sería bueno. Jugueteé con la helada botella una vez que me la dio, tomando pequeños sorbos.

 

Edward se sentó en uno de los sillones al otro lado del sofá. —Siéntate, Bella.

 

Mi cuerpo, acostumbrado a complacerlo, inmediatamente se colocó en el sofá. No pude mirar a  sus ojos así que miré abajo, hacia mis manos. Era muy doloroso mirarlo. Muchos recuerdos. Tan rápido como empezamos nuestra relación, había sido arrebatada. Tan solo estar sentada frente a él era como lanzarme una repetición de lo sucedido.

 

— Le he pedido a Tanya que hagamos el examen de paternidad —dijo, cortando directo al grano. El aire de mis pulmones se contrajo dolorosamente, hincando en mi pecho—. Dijo que el examen dentro del útero tiene algunos riesgos asociados. También me dio un discurso sobre lo mucho que quería éste bebé. . . soñó con esto por dos años y no haría nada para ponerlo en peligro. Acordó hacer el examen apenas los doctores digan que es seguro, que será luego de dar a luz.

 

— Oh. —Debí sentir algo. . . ¿preocupación? ¿Alivio? Pero, extrañamente, estaba vacía de toda emoción. Casi ocho meses más de no saber—. ¿Aún estás trabajando con ella?

 

— Lo estoy —replicó, casualmente.

 

— Ya veo —No entendía porque simplemente no podía cortarlo. Claramente ella era tóxica para él. . . para nosotros. . . no, ya no hay ningún nosotros. Pensar eso era doloroso.   

 

— Tengo un contrato con ella. No expira hasta la próxima primavera —agregó.

 

Y como si no fuera a levantar cargos por aprovecharse de él, estaba deseando apostar dinero a que él no la llevaría tampoco a la corte para terminar antes su contrato.

 

Edward se inclinó hacia adelante, recostando sus codos en sus rodillas y fijando una caliente mirada en mí. 

 

— Bella. . . te extraño. — Su voz se rompió en ese tono ronco y profundo.

 

— Estás semanas sin ti han sido una mierda. Me haces falta, no puedo dejar de pensar en ti. Te extraño, te necesito. 

 

Sentí su angustia. Era la misma angustia que me había atormentado durante los últimos dos meses. También lo extrañaba. No podía negarlo. Pero me preocupaba estar cometiendo un error entre nosotros. Mucho drama. No había suficiente normalidad.

 

— Edward, ¿realmente crees que una relación entre los dos hubiese funcionado? Somos de dos mundos distintos. 

 

— Claro que sí. Sé que sí.

 

— ¿Y aún crees eso después de haber pasado por los niveles catastróficos de drama que Tanya nos puso en el camino? —Alcé mi cabeza; no podía soportar ver la esperanza en sus ojos brillantes—. No puedo volver a hacer esto. —No podía colocar mi corazón a través de los desgarradores sentimientos que se habían adueñado de mí las últimas semanas. Cuando estuviera lista para volver a salir, me prometí a mí misma escoger a alguien seguro. Un chico normal y lindo, con un trabajo normal. No un hombre insanamente sexy e intenso que descolocó mi vida. Había estado indefensa ante Edward. Eso no podía suceder de nuevo. Con el tiempo para reflexionar, sabía que la forma en que me había vuelto totalmente obsesionada con todo lo que él decía, no era saludable. Cada pequeña emoción que me hacía sentir. . . y no olvidemos la respuesta de mi cuerpo hacia él. Nunca había tenido una relación tan intensa. Cuando estuviera lista, sabía que necesitaría algo cómo lo que tuvieron mis padres. Lento y estable. Algo estable y seguro.

 

— No tienes que verla. No tienes que hablarle. Seré representado por su agencia por los próximos meses, pero eso es todo. He cortado todo lazo personal. No más citas con el doctor, no más salidas. . . Tenías razón. Ella quería más conmigo. Probablemente siempre lo quiso. Era momento de terminarlo.

 

— Edward, se aprovechó de ti mientras estabas dormido. Podrías dejar de trabajar para ella.

 

Soltó un profundo suspiró y rozó una mano en la parte de atrás de su cuello.

 

— No es tan simple. Sólo confía en mí, ¿de acuerdo?

 

Sonreí con aire de suficiencia. —Lo intenté. No funcionó muy bien para mí.

 

Frunció el ceño. —Mierda, Bella. Lo siento. Estaba intentando hacer lo correcto, comprometerme en esta relación contigo. . . ser un amigo para Tanya. Mierda—. Retorció sus manos en su pelo.

 

— Dime que no es demasiado tarde, dime que todavía podemos recuperar lo nuestro, Bella. Te necesito en mi vida, no puedo vivir sin ti.

 

Puso su rostro entre las manos.

 

Y de repente. La realidad me estrujó como un golpe en la cabeza. Realmente Edward no había hecho nada mal. Tanya le pidió mantener sus problemas de fertilidad como un secreto. Y él había honrado eso. No me había engañado. . . bueno, no a propósito de todos modos. Ella se había aprovechado de él. Tal vez estaba siendo muy dura con él. Dios, esto era confuso. Mi cabeza era un desastre.

 

Cuando alcé mi mirada y encontré sus ojos, vi que me estaba diciendo la verdad. Él quería que esto funcionara. Él me quería.

 

Cada vez que lo veía, era como si fuese la primera vez. Su fuerte línea de la mandíbula, su definido pecho, sus hombros anchos, y su boca llena, eran una combinación muy sensual, destruía la idea de mantenerme alejada. Incluso si terminaba destruyéndome, no podía mantenerme alejada de él. No lo haría.  

 

— ¿Qué harás si es tuyo?

 

— Honestamente, no lo sé.

 

— ¿Querrás. . . estar con ella? ¿Criar al bebé? —Contuve la respiración.

 

— No. Estoy contigo. Te quiero a ti. Aunque ella y yo estuvimos sexualmente involucrados en el pasado, nunca consideré estar con ella. No es como lo que sucede entre nosotros.

 

— De acuerdo. Supongo que nosotros. . . lo descubriremos juntos. . .

 

— Sí. Juntos —Su mano se estiró para alcanzar la mía. Se veía lo suficientemente inocente. Pero cuando el peso caliente de su palma se deslizó contra mi piel, un toque fue todo lo que se necesitó. Me di cuenta en un instante que, incluso sin saber si el bebé era suyo, estaba dispuesta a aceptarlo a él y toda su carga.

 

Recuerdos que se rehusaban a desvanecerse se presentaron, abrumando mi sentido de claridad. Su toque apartó el dolor y el engaño, y me llenó de calidez y conocimiento. Siempre habíamos tenido esta química y cruda reacción. El tiempo no había cambiado eso. No sabía por qué pensaba que sería seguro venir aquí con él. De ninguna manera era inmune a éste hombre. Y su casa era muy parecida a él. Su ligero aroma masculino se aferraban al espacio, y el interior derrochaba su sexy y confidente encanto.

 

Edward entrelazó sus dedos entre los míos, su movimiento posesivo y seguro. Todo mi cuerpo se contrajo, se apretó. . . mi respiración empezó a convertirse en jadeos. Edward leyó mi reacción en un simple latido de corazón, y yo también pude ver lo afectado que él estaba por mí. Mis labios temblaron. Sabía que debía decir algo hacia su revelación. Que era el motivo del que estuviéramos aquí, para hablar, pero de algún modo todo en lo que podía pensar era que la puerta de su habitación estaba a menos de veinte pasos, y cómo la increíble presión de su grueso pene empujando en mí siempre me quitaba el aliento.

 

— ¿Qué quieres? —preguntó, su voz en un susurro.

 

— Yo. . . yo no sé —murmuré. Quería regresar el tiempo para decirle a Tanya que se meta la promoción por su culo, y quedarme con Edward en París. Desafortunadamente, la vida no funcionaba de esa manera. 

 

Edward se movió para sentarse a mi lado en el sofá. Una mano agarró mi cintura mientras la otra pasaba por mi pelo. Había pasado tanto tiempo desde que me había tocado y mi cuerpo estaba ardiendo con deseo. Deseo por éste sexy y hermoso hombre que me había destruido por dentro y por fuera.

 

— Bella. . . —Mi nombre fue un susurro roto; su voz, ronca y tosca. —No puedes mirarme así con esos bonitos ojos chocolate. —Su pulgar acarició mi mejilla—. Trae muchos recuerdos. —Se inclinó más cerca, sus labios rozando el exterior de mi oreja—. Hace que desee llevarte a la cama y te coja hasta que grites mi nombre.

 

No respondí. No podía. Mi voz me había fallado. También había fallado el pensamiento cognitivo. Actuando por instinto, coloqué mi palma contra su mejilla, rozando mis dedos ligeramente a través de su rasposa piel. 

 

Su respiración se cortó.

 

No estaba diciendo que no. No estaba diciendo que sí.

 

Los ojos de Edward recorrieron mi boca.

 

Quería besarme.

 

Yo quería olvidar todas las malditas cosas que habían sucedido y recuperar lo que habíamos perdido. Me mordí el labio inferior, dejando que mis dientes empujaran contra la carne sensible. Edward gruñó y su boca chocó con la mía. Su beso fue frenético, su lengua frotando la mía de una forma desesperada.

 

Su boca dejó la mía sólo para viajar por mi garganta, su lengua dejando besos húmedos a lo largo de mi piel sensible. Su mano viajó hacia el norte desde mi cintura, moviéndose debajo de mi blusa para presionar contra mi lado. Su pulgar se deslizó a lo largo del envés de mi corpiño, pero no fue más allá. Mi corazón retumbaba en mi pecho, esperando que él hiciera contacto con mis dolorosos senos.

 

— Nena. . . dime que esto está bien. . . necesito estar dentro de ti, bebé, con tantas ganas. . .

 

Mi sexo se apretó con su admisión. No sabía dónde estábamos, no me importaba. Yo también lo deseaba. Quería que apartar todo el dolor y los sentimientos confusos, y nada haría mejor eso que sentir su cuerpo tomar el mío que la lujuria y la sensación.

 

Sus ojos verdes quemaban con pasión. —Si quieres que me detenga, dímelo ahora.

 

Me mantuve en silencio, con miedo de lo que podría decir.

 

Edward me alzó como si no pesara nada, asegurando un brazo debajo de mis piernas y el otro alrededor de mi espalda, y me cargó hacia su habitación.

 

Su habitación era espaciosa con una cama tamaño King en el centro, vestida con sábanas grises con bastantes almohadas de plumas. Lo que quedaba del sol estaba desvaneciéndose, dándole a la habitación una bonita y rosada luz.

 

Un sillón de cuero que se veía acogedor, fue empujado hacia la esquina y tenía varias copias de Vogue¹⁴ dispersas alrededor de este en el suelo. Pero lo mejor de todo es que olía como el fresco y masculino aroma de su colonia. 

 

Me bajó cuidadosamente hacia la cama y se sentó al borde. Sus dedos tiraron del dobladillo de mi blusa y yo obedientemente alcé mis brazos, así podía quitarla. Después de un chasquido del broche en mi espalda, deslizó las tiras de mi corpiño por mis brazos, depositándolo en el suelo, al pie de la cama.

 

Los ojos de Edward dejaron los míos para recorrer mi pecho desnudo. Se hundió sobre sus rodillas en frente de mí y presionó un beso suave en mi estómago. Luego sus ojos se alzaron hacia los míos y empezó a quitar mis pantalones de yoga por mis caderas, llevándose con él mis bragas. Me alcé apenas de la cama, y lentamente él deslizó la ropa por mis piernas, removiéndola completamente. Estaba expuesta y vulnerable, pero no me sentía de esa forma. Su oscura mirada me observó hambrienta, me hizo sentir hermosa y deseada. Quería que me tocara, que colocara su boca y manos sobre mí, pero justo se arrodilló enfrente de mí, observando mis ojos con su hambrienta mirada.

 

— Edward —susurré, insegura de cómo pedirle lo que quería. Sus manos capturaron mis caderas y me forzó a recostarme contra la cama, pero yo me soporté en mis codos, insegura de lo que estaba por hacer. Edward se arrastró hasta mi cuerpo, quitándose su camisa rápidamente. Su piel caliente se presionó contra la mía y yo me agarré de sus fuertes hombros. Sus labios presionaron contra mi clavícula, lo alto de mi pecho, mi brazo más alto. Trazó gentiles besos sobre mi piel, mis senos hincando en espera.

 

Finalmente su boca presionó a lo largo de mis pechos hinchados, sus dedos haciendo ligeros toques alrededor de mis pezones. Presionó y juntó mis pechos, admirando la generosa hendidura que se creaba, y bajó su cabeza para lamer y pellizcar mis sensibles pezones. Solté un chillido. No sabía cómo esto podía sentirse tan bien. 

 

Me retorcí debajo de él, desesperada por presionar mi centro contra él. Pero Edward estaba implacable. Lamió y succionó mis senos hasta que estuve retorciéndome y gimiendo su nombre. Luego alzó su cabeza y una pequeña sonrisa bailó en sus ojos, como si de algún modo el sonido de mí gimiendo su nombre fuese su meta. Cómo si de algún modo hubiera hecho el momento más real.

 

Me senté y tiré rudamente de su cinturón, peleando por quitarle sus pantalones. Edward, viéndose sin ningún apuro, se alzó sobre sus rodillas. Así me quedé al nivel de su ingle. Mis dedos temblorosos finalmente lograron deshacer sus pantalones, los tiré junto con las tiras de su bóxer por su cadera. Estaba duro e hinchado. E incluso más grande de lo que recordaba. Su dura longitud se mantenía firme y esperándome. Inclinándome hacia adelante, lo tomé en mi boca, succionándolo ávidamente con ambas manos. Apenas mi boca se cerró a su alrededor, ambos gruñimos. Las palmas de Edward rozaron mis mejillas mientras él me observaba trabajar, sus ojos entrecerrados y llenos de deseo.

 

— Mierda, bebé. Das un buen sexo oral. —Lamí a lo largo de su cañón, dejando que observara la forma sexy en que besaba su parte más sensible. Sentí como si estuviera haciendo algo bien porque gruñó bajo en su garganta, su cuerpo haciendo pequeños empujes dentro de mi boca—. Bella, ah. . . mierda. . . mierda. . . —Presionó profundamente hacia la parte de atrás de mi garganta y sentí una cálida corriente de agua, señalando su liberación. 

 

Aún de rodillas, se colocó encima de mí, presionando mi espalda contra la sábana una vez más. 

 

Incluso después de que se vino, aún estaba duro y lo sentí empujando contra la parte baja de mi estómago.

 

Sus dedos de la mano ligeramente circulaban mi sensible clítoris mientras susurraba cosas dulces y sucias en mi oído. 

 

— Estás tan mojada para mí, bebé. . . Buena chica. . . Me muero por estar dentro de ti. . .

 

Gemí mientras el placer se construía dentro de mí. Tomándolo en mi mano, lo guie hacia mi entrada. Edward soltó un gruñido mientras la cabeza de su pene encontraba mi calidez. Me congelé y luego me revolví hacia la cabecera de la cama y lejos de él.

 

Sus ojos se ampliaron. — ¿Nena?

 

Sacudí mi cabeza lentamente. —Condón. . . tienes que usar uno.

 

Frunció sus cejas en confusión. No habíamos usado condones en meses, nunca desde que habíamos tenido la charla.

 

— No he estado con nadie más, bebé. ¿Tú sí?

 

Sacudí mi cabeza. Por supuesto que no. Pero él sí. —Edward estuviste con Tanya. No confío. Necesito que uses uno.

 

Sus ojos dejaron los míos y cayeron hacia las sábanas arrugadas. —Mierda. —maldijo por lo bajo. Después de un largo silencio, Edward entró al baño, dejándome sola en la cama, dándome tiempo para enfriarme y pensar. Ninguno de los dos era bueno. Sólo quería perderme en el momento y no recordar todas las cagadas de los últimos meses.

 

 

 

Capítulo 25: No Todo Dura Para Siempre Capítulo 27: De vuelta en mis brazos

 


 


 
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