EL AFFAIRE CULLEN

Autor: kdekrizia
Género: + 18
Fecha Creación: 03/03/2013
Fecha Actualización: 14/02/2014
Finalizado: SI
Votos: 47
Comentarios: 89
Visitas: 95098
Capítulos: 26

Edward Cullen es un hombre rico, sexy y protector. Dirige su propia compañía de seguridad privada y ahora está inmerso en la organización de los Juegos Olímpicos 2012.

Isabella es una chica americana con un pasado que la sigue aterrorizando en sus pesadillas y por el que recibe tratamiento psicológico. Vive en Londres, donde intenta empezar de nuevo mientras compagina sus estudios de arte con su trabajo como modelo.

Ambos se encuentran de manera fortuita en una exposición de fotografía en la que ella participa. Entre los dos surge de inmediato una atracción magnética que los acerca de forma peligrosa.

Pero en esta relación se esconden secretos. Secretos que oprimen el alma y que dejan profundas cicatrices. ¿Será Edward capaz de liberar a Isabella del pasado que la estigmatiza? ¿Cederá Isabella a sus encantos, o los espectros que la atormentan volverán a resurgir y acabarán con la oportunidad de forjar un futuro en común…?

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Capítulo 25: CAPÍTULO 12

Capítulo 12

La Galería Nacional de Retratos es un lugar magnífico para celebrar eventos y con el que estoy muy familiarizado, puesto que he estado allí en muchas ocasiones encargándome de la seguridad, algunas veces como invitado y una o dos con una cita.

Pero nunca así.

Bella le daba un nuevo significado al concepto de posesión. Al menos para mí lo hacía. Pensé que no iba a poder sobrevivir hasta el final de la noche por tener que aguantar a toda la gente que quería hablar con ella.

Estaba preciosa y perfecta con su vestido violeta de encaje y sus zapatos plateados; por fuera era la pura imagen de una modelo, pero por dentro esa mente artística suya era brillante y respetada por el trabajo que hacía en su campo. Mi chica era famosa esa noche. También me ayudaba mucho ver mi regalo alrededor de su cuello. ¡Es mía, gente! ¡Mía! ¡Y que no se os olvide, joder!

La decisión de exponer a lady Perceval fue efectivamente un éxito. La habían puesto como ejemplo en la explicación del proceso de conservación dado que su restauración solo estaba parcialmente completa. Y Bella, por supuesto, era la conservadora a cargo del proyecto. Cuando entramos a sentarnos para cenar, se hizo una mención a su descubrimiento en el discurso de bienvenida. La expresión de orgullo en su cara fue algo que no creo que pueda olvidar nunca. Todos los beneficios del evento de esa noche se destinaron a apoyar a la Fundación Rothvale para el Avance de las Artes, y cuando miré alrededor de la sala, pude ver mucha pasta y apellidos de renombre entre los invitados. Parecía que Mallerton estaba experimentando una especie de renacimiento, y la revelación de Bella de lo que había pintado había ayudado a generar interés por su trabajo y, en consecuencia, por la organización benéfica Rothvale.

—Bella, tu lady Perceval es excepcional —dijo Alice—. La he mirado con detenimiento cuando he llegado. Me encanta cómo la tienen expuesta para enseñar los métodos de conservación y el proceso al que se somete un tesoro como ese. Y, Edward, he oído que

tú también jugaste un papel decisivo en la resolución del misterio.

—Nada decisivo. Solo en la traducción de algunas palabras, pero gracias, Alice. Me alegré de poder ayudar a mi chica con un poco de francés. —Le guiñé un ojo a Bella—. Se puso muy contenta cuando lo entendió todo.

—Estaba eufórica. Ese cuadro ha sido un gran salto en mi carrera. Y todo te lo debo a ti, amor. —Se acercó y cubrió mi mano con la suya.

Dios, me encantaba cuando me hacía pequeños gestos de afecto como ese. Puse su mano en mis labios y no me importó lo más mínimo quién lo vio. Me daba igual.

—Me pregunto dónde está Jasper. ¿Crees que llegará pronto? —preguntó Bella

Mis sentimientos de alegría se convirtieron en puros celos en aproximadamente dos coma cinco segundos y estoy seguro de que puse mala cara, aunque enseguida me di cuenta de lo que estaba haciendo y entendí que Bella solo trataba de ser amable. Recordé que le tenía que hablar de las fotos de hoy, pero, joder, a Jasper se le iba a caer la baba con Bella cuando viese lo guapa que estaba esta noche.

Bella se giró hacia su amiga y empezó a decir entusiasmada:

—Aly, de verdad espero que venga esta noche, quiero que conozcas al primo de Edward. Tiene una casa llena de Mallertons que necesita catalogar y Dios sabe qué más. Tienes que conocer a ese hombre. Quiero decir, en serio, tienes que conocerlo.

Alice se rio, estaba contenta y preciosa a su manera; llevaba un vestido ajustado verde que hacía maravillas al hacer juego con el color de sus ojos. Esta podía ser una buena solución, comprendí. Si Jaspe se distraía con Alice, sería excelente para evitar que flirtease con  Bella. Y algo me decía que Jasper iba a estar encima de Alice en cuanto la viera. Apostaría pasta. Y ganaría.

—Difícil de decir, nena. Jasper ve el tiempo según sus propios parámetros y siempre ha sido así. Es terriblemente irritante… —Mis palabras se fueron apagando cuando la vi al otro lado de la mesa. La madre que me parió. Rubia Rojiza a las tres, toda engalanada y a la caza. Desastre.

Aparté la vista con rapidez y me centré en Bella. Ella miró hacia donde acababan de enfocar mis ojos y luego otra vez hacia mí. Le estaba dando vueltas a la cabeza, estoy seguro. Bella es una chica lista. Intenté tomármelo con calma y recé para que Pamela o

Penelope no se acordase mucho más que yo, pero no tenía muchas esperanzas. Era amiga de Jasper y sabía que terminaría acercándose antes de que acabara la noche. ¿Dónde está el libro de instrucciones para manejar estas situaciones incómodas? ¿No era muy vulgar presentarle a la última chica que te tiraste a la persona que te estabas tirando ahora? Puf.

— ¿Va todo bien? —preguntó Bella.

—Sí. —Alcancé mi copa de vino y puse el brazo en el respaldo de la silla de Bella—. Perfecto. —Sonreí.

—Oh, mira, ahí está Paul. —Sonrió y saludó con la mano a mi enemigo, que levantó su copa en nuestra dirección. Sabía que estaría aquí porque lo dijo aquella mañana cuando quise que viera de cerca el bordillo—. Sé amable. Ni se te ocurra tener otro arrebato delante de él —me pidió entre dientes.

—Muy bien —repuse, levantando mi copa y deseando mentalmente tener conocimientos de magia negra para poder echarle una maldición y convertirlo en un sapo. Un momento, él ya era un sapo; tendría que ser otra cosa… ¿Una cucaracha tal vez?

— ¿En qué estás pensando?

—En lo mucho que desprecio a ciertos insectos —contesté, y le di un trago al vino.

Ella puso los ojos en blanco.

— ¿En serio?

—Ajá. No es broma. Las cucarachas son bichos asquerosos, se cuelan con sigilo en sitios que definitivamente no les pertenecen.

Se rio de mí.

—Eres muy mono cuando te pones celoso. —Entrecerró los ojos y se inclinó hacia mí—. Pero si vuelves a avergonzarme delante de él como aquella mañana comprando café, te haré daño, Cullen. Y habrá mucho dolor insoportable de por medio. —Miró debajo de mi cintura.

Me reí también y solo porque era gracioso y no dudaba de su amenaza ni por un segundo, y por el hecho de que La Cucaracha nos estaba mirando desde el otro lado de la sala.

—Seré un perfecto caballero… siempre y cuando no saque las pinzas.

Ella me puso los ojos en blanco otra vez y me di cuenta de lo azules que se veían en contraste con su vestido.

Después de cenar, tuve el placer de ser presentado a la muy femenina y muy elegante Alex Craven, del Museo Victoria and Albert.

Le recé a mi madre en agradecimiento por no haberle enviado nunca a la señorita Craven el mensaje tóxico de «Edward y su gran cuchillo» y pensé que mi madre debía de estar cuidando de mí ese día. Nunca doy mi suerte por sentada.

No pasó mucho tiempo hasta que unos mecenas se llevaron a Bella para que les explicase con pelos y señales el proceso de conservación de lady Perceval. Me resigné a esa eventualidad y me dirigí a pedir otra copa. Noté unos ojos que me miraban y me di la vuelta para encontrarme a Rubia Rojiza centrando el objetivo rápidamente. Mierda. Sabía que esto iba a pasar.

—Hola, Edward. Me alegro de verte aquí esta noche. Justo el otro día le pregunté a Jasper por ti.

—Ah, ¿sí? —Asentí con la cabeza y deseé con desesperación recordar su nombre—. ¿Una copa…, esto…? —Miré hacia abajo, me sentí como un gilipollas y deseé estar en cualquier otra parte en ese momento.

—Priscilla.

Bueno, acertaste con la primera letra. Chasqueé los dedos y señalé al techo.

—Eso, Priscilla, ¿quieres una copa? Estoy a punto de volver a la Galería Victoriana. —Por favor di que no.

— ¡Sí! Me encantaría un Cosmo —dijo entusiasmada, y sus ojos se iluminaron cuando percibió algo de interés por mi parte. Me miró de arriba abajo y me pareció más que incómodo. Esto era algo que había tenido que aguantar de las mujeres durante años. Lo hacía por el sexo, claro. Es decir, ¿quién se va a acostar contigo si no finges al menos que te halaga su interés? Pero, en realidad, no me gustaba, y para mí no había sido más que un juego. Antes de Bella, muchas de las cosas que hacía eran juegos. Era un canalla.

— ¿Y qué te dijo Jasper de mí?

—Dijo que estabas muy ocupado con tu trabajo y los Juegos Olímpicos… y con tu nueva novia.

—Ahhh…, bueno, al menos te contó la verdad —contesté, buscando una forma de salir de la sala sin ser cruel—. Sí que tengo novia. — ¡Y necesito alejarme de ti ahora mismo!

—La he visto antes en la cena. Es muy jovencita, ¿verdad? —Priscilla dio un paso hacia mí y me puso la mano en el brazo; en su voz había suficiente veneno como para matarme.

—No es tan joven. —Di un trago al vodka y recé para que algún milagro me sacase de esa puta situación tan incómoda cuando entró

La Cucaracha con Bella a su lado.

Ahí tienes tu milagro, gilipollas.

—Nena. —Me separé de Priscilla y fui hacia Bella—. Justo iba a pedir una copa y me he encontrado con… esto…, Priscilla… — ¡Hostias, tampoco sabía su apellido! Esto era un asco, y yo ya no tenía la habilidad para manejar esta mierda; tampoco es que la hubiese tenido nunca, pero esto era incómodo de narices.

—Cullen. —Paul Langley me echó una mirada acusatoria—. Bella estaba un poco mareada y necesitaba descansar.

Le cogí la mano y la besé.

— ¿Estás bien?

—Creo que solo necesito un poco de agua —dijo—. De repente me ha entrado mucho calor y me he sentido rara.

—Ven, quiero que te sientes y te traeré agua. —Pero antes de que me pudiera mover, ahí estaba el bueno de Langley poniendo un vaso de cristal en sus manos. Intenté comunicarme con él telepáticamente. Ya puedes irte, Langley.

No funcionó.

—Gracias, Paul. —Bella le dedicó una sonrisa de agradecimiento y empezó a beber.

—Un placer, reina —ronroneó La Cucaracha.

Joder…, esperaba que te hubieses ido. Langley, que en apariencia era la personificación de los modales, le ofreció la mano a Priscilla y se presentó.

—Paul Langley.

—Priscilla Banks. Encantada de conocerte.

Maravilloso. Ahora ¿podéis iros los dos juntos a echar un polvo en el baño o a criticarnos o algo? Cualquiera de esas cosas sería perfecta, joder.

Para mi buena suerte, sí que se apartaron y entablaron una conversación. Volví a mirar a Bella y le pregunté:

— ¿Te encuentras mejor?

—Sí, mucho. —Miró a Paul y a Priscilla y luego a mí otra vez—. ¿Quién es esa, Edward? —susurró.

—Una amiga de Jasper.

No se lo estaba creyendo y me echó una mirada que anunciaba cierta condena si no me sinceraba.

— ¿Era amiga tuya también?

—En realidad no —repliqué.

— ¿Qué significa «en realidad no»?

Hice una pausa, no estaba seguro de cómo llevar esta situación tan desagradable. Un evento público de una organización benéfica no era el lugar, pero no siempre he sabido separar mis pensamientos de lo que sale por mi boca, por lo que seguí adelante de todas formas.

—Significa que salimos juntos una vez y que no somos amigos en ningún sentido de la palabra. No somos amigos como tú y Langley. —Arqueé una ceja.

—Vale. Está bien —dijo ella, mirando pensativa a Priscilla. Acto seguido volvió a dirigir sus ojos hacia mí, antes de terminarse el resto del agua.

Hummm…, así que parecía que estaba dispuesta a dejarlo estar por el momento. Gracias a Dios. Ahora, si nos pudiésemos escapar de La Cucaracha y Rubia Rojiza todo sería perfecto.

— ¿Volvemos a la galería? Debes de tener legiones de fans esperando para hablar contigo.

—Claro… —Se rio y negó con la cabeza—. Pero sí, deberíamos volver. Quiero que lady Perceval reciba la atención que se merece esta noche. Ha estado escondido en la oscuridad demasiado tiempo.

Mientras llevaba a Bella a la Galería Victoriana, no pude evitar pensar que se estaba refiriendo a ella misma metafóricamente con la última parte: Ha estado escondida en la oscuridad demasiado tiempo. Me alegró por alguna razón.

En solo un momento, Bella ya estaba envuelta en otra ronda de entrevistas y yo casi desaparecí en un segundo plano y la dejé a lo suyo. Apenas estaba empezando en su carrera y quería que tuviese éxito por unas cuantas razones. Una, era su sueño, y dos, un buen trabajo en su campo la mantendría en Londres conmigo. Yo estaba tan motivado como mi chica.

— ¿Disfrutando del espectáculo? —La voz de Jasper en mi hombro.

—Me alegro de que hayas podido venir esta noche. Nos preguntábamos si nos honrarías con tu presencia. Bella quiere presentarte a su amiga. —Miré alrededor buscando a Alice con su vestido verde pero no la vi.

—Parece que Bella está muy ocupada ahora mismo. —Miró a mi chica con admiración—. Tal vez después.

—Mira, Jasper, hoy me han mandado una seudoamenaza a mi oficina. No estoy demasiado preocupado pero quiero que sepas los detalles. —Le entregué el sobre de las fotos, que me había traído puesto que sabía que vendría. Siempre había creído que todo el mundo debía conocer las amenazas que existen hacia ellos, por muy insignificantes que sean. Los locos nunca parecen recuperarse, así que todo el mundo merece saber lo que puede que sea un problema potencial en el futuro.

Jasper y yo habíamos hecho esto muchas veces, así que no era nada nuevo. Él gruñó al ver las fotos mientras las ojeaba y un minuto después me devolvió todo el taco.

—Gracias, E, por estar atento. Estoy seguro de que todo se calmará cuando las Olimpiadas no sean más que un recuerdo. —Miró la bebida que yo sostenía—. Al menos, puedo tener esa esperanza, ¿verdad?

—Es lo único que podemos hacer, tío. —Asentí con la cabeza y le di una palmadita en la espalda con una mano.

—Necesito tomarme algo parecido a lo que te estás tomando tú. —Me dijo adiós con la mano y se fue a la barra.

Mantuve el vodka unos cuantos minutos más antes de decidir que un cigarrillo me vendría de perlas. Bella aún estaba demasiado ocupada como para interrumpirla, así que busqué a Emmett y le expliqué adónde iba. Localicé una puerta de salida a nivel de la calle, la dejé abierta solo lo justo para poder volver a entrar por donde había salido y me recibió la fresca y fría noche.

El clavo sabía tan bien que creo que me empalmé un poco. Solo unas horitas más y estaríamos saliendo de Londres y tendría a Bella toda para mí. Los sonidos y las luces de la ciudad eran un consuelo arremolinados con el humo perfumado que me envolvía como una capa. Mientras me hallaba allí de pie dándome el capricho de otro cigarrillo y cavando a su vez mi propia tumba, me preguntaba cómo podría dejar el tabaco del todo. Lo cierto era que estaba intentando limitar mi consumo, pero llevaba haciéndolo mucho tiempo y no sabía cómo dejarlo por completo. La adicción era un poderoso componente del cuerpo y el espíritu. Y el ritual de fumar me tenía más enganchado que la nicotina en sí. Supuse que necesitaba algo de ayuda profesional y tiempo para enfrentarme a esa realidad, así como a algunas otras.

Noté la vibración contra mi pecho y me dio un susto porque tardé un momento en darme cuenta de lo que era: el móvil viejo de Bella en el bolsillo frontal de mi chaqueta. La cosa había estado en silencio tanto tiempo que casi me había olvidado de traerlo esta noche, pero seguía cargándolo y encendiéndolo por costumbre.

Lo saqué y vi la alerta de mensaje multimedia. Eso significaba que era una foto. Sentí cómo me iba tensando y la aterradora cuchilla

del miedo me rajó las entrañas. Le di a abrir y traté de respirar.

ArmyOps le ha mandado a Bella un vídeo en Spotify.

¡Oh, joder, no! Esto no está pasando en este momento. Pulsé aceptar consciente de que era un error, pero estaba obligado a mirar. El profesional en mí tenía que ver exactamente lo que era. Reconocí la canción en el instante en que empezó a sonar. Closer, de Nine Inch Nails. La misma que utilizaron en el vídeo con Bella. La dejé terminar porque tenía que hacerlo, pero la canción me puso enfermo. Y solo era el videoclip oficial, no el de Bella.

Gracias. A. Dios.

Imágenes de un mono en una cruz, la cabeza de un cerdo girando en algo, Trent Reznor con una máscara de cuero balanceándose en unos grilletes, una bola puesta en la boca como mordaza y un diagrama médico del sexo femenino…

Aguanté la respiración en el momento en que terminó y me quedé mirando a la pantalla. ¿ArmyOps? ¿Quién coño había mandado esto? ¿Oakley? La información que tenía sobre él era del todo fiable. Lance Oakley estaba en Irak y no iba a ir a ninguna parte pronto, a no ser que fuese metido en una bolsa para cadáveres de vuelta a San Francisco si tenía esa suerte. Podría pasar, pensé.

El mensaje llegó un momento después: Bella, ayúdame; me he destrozado las entrañas. Bella, ayúdame; no tengo alma que vender. Bella, ayúdame a escapar de mí mismo. Bella, ayúdame a destrozar mi razón. Bella, ayúdame a ser otra persona. Bella, AYÚDAME!!

Definitivamente me temblaron los dedos al contestar a esas extrañas palabras: Quién eres y q quieres d mí?

La respuesta fue instantánea: De ti no, Cullen. Quiero a Bella. Apaga el cigarrillo y vuelve dentro a darle mi mensaje.

Mi cabeza se despejó de golpe y escudriñé el perímetro y luego los tejados. ¡¿Este hijo de puta me estaba vigilando ahora mismo?! No creo que me hubiese movido tan rápido en mi vida, pero tenía un propósito y solo uno: encontrar a Bella y sacarla de ahí cagando leches.

Me agaché para volver a entrar y me puse a correr. Llamé a Emmett con el manos libres y le dije de forma resumida que dejara lo que estuviera haciendo en ese instante.

—La seguridad del edificio acaba de recibir una amenaza de bomba. Van a evacuar las instalaciones, E.

¿Qué? Mi mente daba vueltas intentando hacer conexiones pero

no había tiempo para jugar a ser Sherlock.

— ¡Vigila a Bella y espérame! —espeté.

Emmett hizo una pausa antes de responder. Mala señal.

— ¡No me jodas que no la estás vigilando ahora mismo!

—Creo que ha ido al baño, y un empleado se me ha acercado… Voy ahora mismo a buscarla.

— ¡Joder!

Cambié de dirección y saltó el sistema de alarma. Realmente muy alto. Todas las salidas se iluminaron y las puertas empezaron a abrirse. Alice apareció por una puerta justo delante de mí y corría como si estuviese en una carrera, lo cual era extraordinario teniendo en cuenta los tacones que se había puesto esta noche. Su pelo estaba completamente descolocado al igual que su vestido verde mientras escapaba.

Pero no tenía tiempo de preguntar qué le había pasado; debía encontrar a mi chica. Escuché unos fuertes pasos detrás de mí y me di la vuelta. Jasper. No tenía mucho mejor aspecto que Alice, con el pelo alborotado y la camisa a medio meter. Me pregunté si habrían estado juntos ahí detrás… ¡En serio, no tengo tiempo para esto!

—Amenaza de bomba. Eso es lo que pasa. —Hice un gesto hacia las luces parpadeantes—. Están evacuando a todo el mundo.

— ¡¿Estás de puta coña?! ¡¿Todo esto es por mí?! —exclamó Jasper.

—No conozco los detalles. Estaba fuera fumándome un cigarro cuando saltó la alarma. Emmett ha dicho que la seguridad interna ha recibido una amenaza de bomba y que lo van a cerrar todo. Lo averiguaremos después. ¡Ahora sal de aquí cagando leches!

Dejé a Jasper y corrí hacia la Galería Victoriana. El lugar era una completa aglomeración de locura. La gente gritaba y corría presa del pánico. Como yo.

¡Bella, ¿dónde estás?!

Busqué un destello violeta entre la multitud pero no lo vi. Y se me cayó el alma a los pies.

— ¿La tienes? —Volví a llamar a Emmett con el manos libres.

—Todavía no. He registrado dos aseos diferentes en ese piso. Vacíos. Le he dicho a Rose que la traiga si la ve de camino a la calle, adonde están conduciendo a la gente en manada. Seguiré buscando.

En mi desesperación creo que habría hecho un trato con el mismo diablo solo para poder encontrar a mi chica sana y salva. Me dirigí de vuelta al ala donde estaba expuesta lady Perceval, esperando

que me pudiera ofrecer una pista. Recordé que Bella dijo algo de un cuarto interior donde había estado ayudando cuando trasladaron a lady Perceval del Rothvale hasta aquí para la exposición de esta noche. Busqué una puerta y ahí estaba, a menos de tres metros, camuflada en la pared, con un cartelito de «Privado» pegado a ella.

¡Bingo!

Giré el picaporte y la empujé para entrar a una gran sala de trabajo que tenía más puertas; en una de ellas ponía «Aseos».

— ¡¿Bella?! —grité su nombre y le di un golpe fuerte a la puerta con la mano. Intenté abrir pero estaba cerrada con llave.

—Estoy aquí —Llegó una respuesta débil, pero, gracias al cielo, ¡era ella!

— ¡Nena! Gracias a Dios… —Intenté abrir otra vez—. Déjame pasar. ¡Tenemos que irnos!

El seguro de la puerta hizo clic y no perdí un segundo en abrir de un tirón la última barrera que nos separaba a mi chica y a mí. La habría arrancado y tirado abajo si hubiese podido.

Ella estaba ahí de pie con su precioso vestido violeta, pálida, con la mano sobre la boca y el sudor salpicándole la frente. ¡Ahora mismo el color más bonito del maldito mundo! No creo que olvide nunca cómo me sentí en ese momento. El profundo alivio al encontrarla casi hizo que me pusiera de rodillas en señal de agradecimiento.

— ¿Qué pasa con la alarma de incendios? —inquirió.

— ¿Estás bien? —La estreché entre mis brazos pero ella me puso la mano en el pecho para mantener las distancias.

—Acabo de vomitar, Edward. No te acerques demasiado. —Mantuvo una mano sobre la boca—. No sé lo que me pasa. Menos mal que me he acordado de que este baño estaba tan cerca. Estaba aquí dentro agachada encima del váter y entonces saltaron las alarmas…

—Oh, nena. —Le besé la frente—. ¡Nos tenemos que ir ya! No es un incendio, sino una amenaza de bomba. —Le cogí la otra mano y empecé a tirar—. ¿Puedes andar?

Su cara palideció aún más pero de algún modo se reanimó.

— ¡Sí!

Hice una llamada a Emmett mientras salíamos del edificio.

La adrenalina tiene increíbles poderes en el cuerpo humano. Hay muchas pequeñas cosas por las que estar agradecido, pero la más grande de todas se encontraba a salvo en mis brazos.

Las últimas horas habían sido un completo caos. Cavilé sobre lo que había sucedido mientras conducía de noche. Cambio de planes, lo había decidido en cuanto llegamos a casa. Llamé a Hannah y le dije que íbamos a salir para Somerset esa misma noche. Pareció sorprendida pero dijo que se alegraba de que llegáramos antes y que la casa estaría abierta para que pudiésemos entrar cuando llegáramos.

Bella fue un hueso más duro de roer. No se encontraba bien por una parte y además estaba preocupada por la amenaza de bomba y por todos los cuadros. Hasta ahora no había habido ninguna explosión, pero todo este lío estaba en todos y cada uno de los canales de noticias y lo catalogaban como un posible atentado terrorista. Yo haría que mi gente investigase la amenaza de bomba como una medida obligatoria, pero lo que más me preocupaba eran los mensajes a su móvil de esta noche. Quienquiera que los mandara estaba cerca. Tan cerca como para verme fumando detrás de la Galería Nacional. Y si se encontraba lo suficientemente cerca para eso, entonces estaba demasiado cerca de mi chica. Tampoco podía apenas entender el mensaje, solo era la letra de la canción escrita con el nombre de Bella intercalado. Me daba escalofríos, y tomar la decisión de sacarla de la ciudad fue muy fácil.

La observé cómo dormía en el asiento delantero; tenía la cabeza inclinada contra la almohada que se había traído. La saqué a toda prisa de la ciudad, y sabía que tendría que explicárselo más tarde, pero afortunadamente no estaba de humor para cuestionarme y había accedido a todo. Nos cambiamos de ropa, cogí las maletas y salí a la M-4 para conducir durante tres o cuatro horas hasta la costa.

Aproximadamente a las dos horas de viaje se despertó con una pregunta directa.

—Entonces ¿me vas a decir por qué me has sacado a rastras de la ciudad esta noche cuando el plan desde hace semanas era irnos por la mañana?

—No quiero decírtelo porque saberlo no será agradable para ti y ya te encuentras lo bastante mal. —Le cogí la mano—. ¿Podemos esperar hasta mañana para hablar de ello?

Negó con la cabeza.

—No.

—Nena…, por favor, estás agotada y…

—Recuerda nuestro trato, Edward —me cortó—. Tengo que

saberlo todo o no puedo confiar en ti.

El tono de su voz era muy serio y me aterró. Oh, recordaba nuestro trato muy bien y no me gustaba nada lo que sabía. Pero también era consciente de lo que había acordado con Bella. Y si ocultarle información nos separaba, entonces el precio no valía la pena para mí.

—Sí, recuerdo nuestro trato. —Saqué su móvil del bolsillo—. Llegó un mensaje a tu móvil mientras estaba en la parte de atrás fumando. Por eso no sabía dónde te encontrabas. Salí un momento y la amenaza de bomba ocurrió casi al mismo tiempo que ese mensaje de texto en tu móvil.

Alargó su mano temblorosa y me lo quitó.

—Edward, ¿qué es?

—Primero un videoclip y luego un mensaje de texto de alguien que se hace llamar ArmyOps. —Le puse la mano en el brazo—. No tienes que escucharlo. De verdad que no…

Su cara estaba totalmente asolada por el miedo, pero hizo la pregunta de todas formas:

— ¿Es… el vídeo…, es el… mío?

— ¡No! Solo es el videoclip de la canción de Nine Inch Nails… Mira, ¡no tienes que hacer esto, Bella!

— ¡Sí! ¡Este mensaje es para mí! ¿No? —Asentí con la cabeza—. Y si no estuviésemos juntos me lo habrían mandado de todas formas, ¿verdad?

—Supongo. Pero estamos juntos y quiero evitar que tengas que preocuparte por esta mierda. Me mata, Bella. ¡Me mata verte así, joder!

Se puso a llorar. Era el tipo de llanto silencioso. Tal y como solía hacer, pero de algún modo el silencio de sus lágrimas parecía un terrible estruendo que se erigía entre nosotros en el coche.

—Esa es una de las razones por las que te quiero, Edward. —Se sorbió la nariz—. Quieres protegerme porque te importo de verdad.

—Me importas, nena. Te quiero mucho. No quiero que tengas que ver esa mier…

Pulsó empezar y la canción resonó cuando reprodujo el vídeo. La observé y aguanté la respiración.

Bella mantuvo la compostura durante todo el vídeo, lo vio hasta el amargo final, con toda esa temática de mierda de científico loco. Pero no obtuve ningún indicio de cómo se sentía al verlo. Al menos no en apariencia. No podía saberlo.

Aunque sabía cómo me sentía yo al verla a ella. Totalmente impotente.

Entonces llegó a la parte del mensaje de texto.

— ¿Estaba allí? ¡¿Viéndote fumar?! ¡Oh, mierda! —Se tapó la boca con la mano otra vez y le dieron arcadas—. ¡Para!

¡Joder! Desafié las leyes de la física y la carretera y de algún modo conseguí apartarme a un lado. En el instante en que los neumáticos se detuvieron, abrió la puerta y se puso a vomitar en los arbustos. Le aparté el pelo y le froté la espalda. ¿Podía esta noche seguir empeorando?

— ¿Qué demonios me pasa? —jadeó—. ¿Puedes traerme una servilleta o algo?

Saqué unas toallitas de la guantera y cogí una botella de agua para que se pudiera enjuagar la boca. Y mantuve la boca cerrada, completamente seguro de que todo esto era surrealista. Esto no podía estar pasando ahora mismo.

—Ya estoy mejor —dijo resoplando—. Sea lo que sea lo que me ha sucedido esta noche parece que ya se me ha pasado. —Se enderezó despacio y levantó la cabeza hacia el cielo nocturno—. ¡Dios!

—Lo siento, nena. Estás enferma y te he traído a rastras a un viaje en coche cuando todo está tan jodido…

—Pero estás aquí conmigo —espetó—, y me vas a ayudar con lo que quiera que sea esa mierda de mi teléfono, ¿no? —Me miró fijamente, sus ojos aún vidriosos, su pecho todavía jadeante de haber estado vomitando a la intemperie, y absolutamente increíble para mí por su valentía.

—Sí, Bella. —Di el par de pasos que nos separaban y la acerqué a mí. Se acomodó entre mis brazos y apoyó la mejilla en mi pecho—. Voy a estar siempre contigo para mantenerte a salvo. Lo he apostado todo, ¿recuerdas?

Ella asintió con la cabeza.

—Yo también lo he apostado todo, Edward.

—Bien. Todo saldrá bien, nena. —Le froté la espalda arriba y abajo y noté cómo se relajaba un poco.

—Sí que me encuentro mejor…, aunque huela a vómito —dijo—. Lo siento.

—Está bien que te encuentres mejor. Y solo hueles un poco a vómito. —La besé en la cabeza y ella me estrujó por las costillas—. Pero tenemos que apartarnos del borde de la carretera. No falta

mucho y quiero que te metas en la cama para que puedas descansar. Freddy es médico. Puede examinarte mañana después de que hayas descansado.

—Está bien. Menuda noche, ¿eh?

—Es muy divertido salir contigo, señorita Swan. —La dejé en su asiento—. Aunque no sé si prefiero quedarme en casa a salir contigo. —La besé en la frente antes de cerrar la puerta.

Se rio y me alegré de poder hacerla sonreír después del desastre de noche que habíamos pasado.

— ¿Hueles el océano? —pregunté cuando habíamos avanzado un poco más hacia la costa.

—Sí. Me recuerda a mi casa. Crecí con el olor del mar. —Miró por la ventanilla—. Háblame de Hannah y su familia.

Me pregunté si el hecho de que le recordara a su casa era un recuerdo triste que le acababa de traer a la cabeza, pero decidí no entrometerme. Quizá en otro momento.

—Bueno, Hannah tiene cinco años más que yo y es mandona a más no poder, pero quiere mucho a su hermanito. Estamos muy unidos…, probablemente por haber perdido a nuestra madre a una edad tan temprana. Todos nos mantuvimos muy unidos cuando se nos fue. Nuestro padre, Hannah y yo.

—Suena muy bonito, Edward, lo mucho que cuidáis los unos de los otros.

—Estoy deseando que te conozcan. Freddy es un buen tío. Es médico, como te he dicho antes, y tiene una consulta en el pueblo, en Kilve. Su casa se llama Halborough y es una antigua propiedad de la familia de Freddy, los Greymont. Estas casas grandes que son parte del patrimonio histórico son difíciles de mantener, así que la han convertido en una casa rural de semilujo que lleva mi hermana, además de criar a tres niños fabulosos.

— ¿Cómo se llaman y cuántos años tienen?

—Colin cumplirá trece en noviembre. Jordan acaba de cumplir once, y mi princesa de las hadas, la pequeña Zara, fue una gran sorpresa para todos cuando llegó hace solo cinco años. —No pude evitar sonreír de oreja a oreja al pensar en Zara. Las niñas pequeñas eran mi debilidad—. Es muy especial, te lo aseguro. Esa señorita les da mil vueltas a sus hermanos.

—Entonces estoy deseando conocer a Zara. Es bueno ver a una mujer que puede controlar a todos los hombres de su vida, y además a una edad tan temprana.

—Bueno, tendrás la oportunidad por la mañana, porque ya hemos llegado.

Aparqué en el camino de gravilla de la entrada, que, con su forma de medio círculo, llegaba hasta la casa georgiana de piedra de color claro. Combinaba una serie de influencias arquitectónicas después de las diversas reformas que había sufrido a través de los siglos. Las ventanas y los elementos góticos le otorgaban un buen toque si te gustaba lo histórico. Seguía siendo una casa muy bonita en la costa; nada mal para tratarse de una casita junto al mar. Siempre me partía de risa con eso. Según Freddy, Halborough había sido la casita de verano de su familia hacía doscientos años, cuando necesitaban alejarse de la ciudad. Si esto era una casita, entonces ¿qué consideraba esa gente una casa?

—Dios, Edward, esto es increíble. —Miró hacia arriba a la fachada y pareció debidamente impresionada—. Es preciosa y estoy deseando que me la enseñes.

—Mañana. —Saqué nuestras maletas de la parte de atrás y cerré el coche—. Es hora de meterse en la cama. Necesitas dormir.

Me siguió hasta la puerta de la entrada lateral, que estaba abierta, tal y como Hannah me había prometido.

—Lo que necesito es una ducha —murmuró detrás de mí.

—Puedes darte un baño si quieres. Las habitaciones están muy equipadas —susurré mientras la conducía hacia arriba por la escalera principal. Tenía claro la suite que quería para nosotros cuando llamé a Hannah. La azul de la esquina del ala oeste, con vistas al océano e incluso de la costa galesa, al otro lado de la bahía.

Bella se quedó impresionada cuando abrí la puerta y la hice pasar. Lo podía ver en su cara. Creo que se quedó sin palabras cuando sus ojos recorrieron la habitación.

—¡Edward! Esto es… simplemente impresionante. —Me sonrió y parecía muy contenta—. Gracias por traerme aquí. —Pero entonces miró hacia abajo y negó ligeramente con la cabeza—. Siento que esta noche haya sido un desastre.

—Ven aquí, nena. —Extendí los brazos y esperé a que se acercara.

Ella prácticamente me saltó encima y yo la recogí, dejando que me rodeara con las piernas de esa manera que tanto me gustaba. Traté de besarla en los labios pero se giró y me mostró el cuello en su lugar.

—Necesito darme una ducha y lavarme los dientes antes de que

hagamos nada —farfulló contra mi oreja.

—No vamos a hacer nada. Vas a dormir después de darte la ducha o el baño o lo que te apetezca darte.

—Eh. —Levantó la cabeza y me echó una mirada—. ¿Me estás negando tu cuerpo, señor Cullen?

No tengo ninguna duda de que eso era lo último que esperaba que me preguntara.

—Esto…, por qué…, eh…, no, señorita Swan. Nunca haría algo tan estúpido como negarte mi cuerpo si es tan obvio que mueres por él.

—Bien, porque ya me encuentro mucho mejor. Mucho mejor… —Me cogió la cara con las dos manos y esbozó una sonrisa preciosa.

—Ahhh, ya veo que sí. —Se pegó a mi sexo y enrolló las piernas a mí alrededor, acercándonos más.

—Y noto que tú estás completamente de acuerdo con mi plan, señor Cullen.

Bueno, por supuesto que lo estoy cuando tengo tus piernas alrededor de mi culo y la polla contra una parte muy bonita tuya.

Caminé hasta el baño con cuidado y la dejé de pie en el suelo. Encontré el interruptor de la luz y disfruté de su segundo grito ahogado cuando vio la bañera y las vistas.

— ¿Eso que se ve por la ventana es el mar? ¡Dios mío! Esto es tan hermoso que no lo puedo soportar.

Me reí.

—Ahora ya no estoy tan seguro de si estás más interesada en esa bañera o en violarme.

—Pero puedo hacer varias cosas a la vez igual de bien que tú, amor —dijo, al tiempo que se quitaba la sudadera por encima de la cabeza y la dejaba caer.

— ¿Te he dicho alguna vez lo mucho que me gusta que me llames amor?

Su striptease iba a ser tan bueno que notaba cómo empezaba a bullir mi cuerpo.

—Puede que me lo hayas dicho una vez o dos.

Se quitó la camiseta y ahí es cuando lo vi.

—Te has dejado el collar.

Asintió con la cabeza, ahí de pie con un sujetador azul de encaje y el colgante en forma de corazón que yo le había regalado al comienzo de nuestra velada infernal.

—Cuando nos cambiamos de ropa no quise quitármelo. —Me

miró a los ojos y toqueteó el corazón.

— ¿Por qué? —pregunté.

—Porque me lo regalaste tú, y me dijiste que me querías y…

—No quiero que te lo quites —espeté en mitad de su frase.

—… porque dijiste que lo apostabas todo.

—Lo hago. Contigo, Bella, lo hago, y lo he hecho desde el principio.

Y decía en serio cada palabra. Sabía lo que quería. Lo entendía perfectamente y ya no había vuelta atrás con ella.

Lo apuesto todo para siempre, nena…

Cuando acaricié a mi chica para demostrarle lo mucho que de verdad la necesitaba y a continuación se lo dije con palabras, supe que la mejor apuesta de mi vida no me la había jugado a las cartas, sino aquella noche en una calle de Londres, cuando una preciosa chica americana intentó alejarse en la oscuridad y yo jugué la mano más importante de mi vida, y lo aposté… todo.

 

 

CONTINUARA...

 

Capítulo 24: CAPÍTULO 11 Capítulo 26: GRACIAS

 
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