Sálvame (+18)

Autor: PrincessCullen
Género: Romance
Fecha Creación: 06/08/2013
Fecha Actualización: 25/05/2018
Finalizado: SI
Votos: 16
Comentarios: 51
Visitas: 47469
Capítulos: 15

-¡¡¡Tú me engañas!!! - Gritó acercándose a mí, con sus ojos llenos de furia.

- Claro que no, por favor... Sabes que jamás lo haría. Yo te quiero. - Lágrimas corrían por mis mejillas. Dios… ¿cuánto más tendría que aguantar esto? 

- Mentira... ¡Me engañas!... ¡Te revuelcas con el primero que se te aparece! - Volvió a gritar empujándome contra la pared. Mis músculos no reaccionaban, estaba asustada, no era la primera vez que lo veía así, pero hoy estaba peor. Mucho más enfadado que las veces anteriores.

- Eso no es cierto... - Lloré, las palabras salían entrecortadas de mi boca. Casi forzadas.

- ¡¡¡Eres una cualquiera!!! – Gritó de nuevo y estampó su puño contra mi mejilla. Lo último que sentí fue la sangre saliendo de mis labios.

Nota: Los recuerdos y los sueños de los personajes, los podrán encontrar en letra Cursiva. Mensajes de texto y llamadas telefónicas en Negrita. 

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Declaimer: Todos los personajes pertenecen a Stephenie Meyer, pero la trama es de mi autoría. (Fic protegido por SafeCreative)

 

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Capítulo 5: Un Óscar para Paul.

SÁLVAME

Capítulo 5: Un Óscar para Paul.

 

Bella PoV

 

No superaba lo de las fotos aún. Ya había pasado un día y aún pensaba en ello como si acabase de suceder. Mi hermano Emmett ya me había llamado la atención varias veces en lo que iba de mañana.  Y lo volvía a hacer ahora.

 

—   ¡Te estoy oyendo, Em! —exclamé enojada de que moviera su gran manota frente a mi rostro. Simplemente sonrió de lado y se encogió de hombros, gesto que ambos usábamos muy a menudo.

 

—Pero enana, llevas distraída toda la mañana. ¿Te sucede algo? ¿Algún problema? —así era mi hermano, un completo inmaduro, pero no podía saber que algo me incomodara porque sacaba su lado maduro e inteligente para poder ayudarme. Por eso y otras razones, lo adoraba.

 

—No Em, no te preocupes. Sólo que ha sido una semana dura. —que excusa más estúpida pude haber dado. Él no muy convencido asintió y seguimos con nuestro camino. Nos encontrábamos en el Central Park, esperando a que Rose se nos uniera, Emmett me había ido a buscar hoy en la mañana y después de intercambiar unas cuentas palabras con Paul que también iba de salida, nos fuimos. ¿Dónde iría Paul un sábado por la mañana? Quién sabe…

 

—Oye, quiero pedirte un favor… —sonrió mi hermano alegre, llamando mi atención para que lo mirase, así lo hice instándolo a continuar— He conseguido cuatro entradas para una obra de teatro mañana y pensé en ustedes dos. Paul y tú. ¿Te gustaría asistir? Yo no pretendía ir, puesto que esas cosas me aburren, pero ya sabes cómo es Rose… —alzó ambas cejas sugestivo— ¿Irán?

 

Lo pensé unos segundos, ¿ir con Paul a una obra de teatro? Veamos, sola con él sería un suicidio de los mil demonios, de seguro no llegaría viva a la casa, sin embargo mi hermano ofrecía ir con él y con su esposa. Era una buena opción, iríamos acompañados, no tendría chance a soltar uno de sus comentarios impropios, ningún insulto, mucho menos un golpe. Podría ser… Además me moría por hacer otra cosa fuera de la rutina, ¿por qué no?

 

—   ¿Bella?

 

Parpadeé varias veces fijándome en Emmett. Le sonreí.

 

—Será un placer, Em. Sólo que tú debes decirle a Paul, de seguro a ti no se te negará. —eso era verdad. Paul era un gran actor y prefería faltar a una junta de trabajo o a un juego de golf con sus amigos, que perderse una salida con mi familia. Condenado mentiroso… Sólo para aparentar ser el esposo perfecto.

 

Luego de nuestra pequeña conversación, Rose llegó con nosotros y no supe más de fotos o de Paul, solamente éramos tres amigos riéndose de sus ocurrencias y chistes malos. Estuvimos mucho rato en el parque, caminando, sentados, acostados en la grama, por culpa de mi hermano había comido algodón de azúcar, palomitas, manzanas acarameladas, dulces por montón y para terminar un gran pero gran hot dog. Aunque el terminó comiéndose tres…

 

Para terminar la tarde pasamos por una heladería donde nos cansamos de comer montones y montones de helado de todos los sabores, Rose se quejaba de perder la figura pero en ningún momento dejó de comer de su bote de helado, mi hermano reía cual niño al llevarse una bola de su helado de limón a la boca y ensuciarse los labios, yo los veía enternecida y fascinada.

 

Me daba tristeza e incluso un poco de envidia verlos así, ambos riendo, Rose quitando los restos del helado de los labios de mi hermano con besos, yo me sentía un poco fuera de lugar, pero bueno… Ellos eran mi única familia, la única además de mi mejor amiga Leah, hija del amigo de infancia de mi papá. Habíamos crecido juntas, pero ahora ella se encontraba en Forks, un pueblito de Washington, cuidando de su padre, Harry, el pobre había enfermado. Leah sin duda era la hermana que nunca había tenido.

 

No sé en qué momento de la velada Anthony vino a mi mente, sus ojos tan verdes como la esmeralda, ese cabello broncíneo rebelde que aquella noche se movía junto con la brisa. Su aroma… Dios, su aroma era el de los Dioses, olía tan bien que incluso llegué a pensar que era irreal, pero no. Era su olor propio, ligado con alguna colonia costosa. Lo que sí he de admitir, es que me causaba gran fascinación saber quién era él. ¿Alguien importante? ¿Algún empresario? ¿Extranjero? Mi mente me reprendió, ¿qué hacía yo pensando en mi vecino? De seguro tenía una novia hermosa, posiblemente una modelo, que iba del brazo con él a grandes eventos. Esos a los que Paul no me dejaba ir…

 

¿Será posible? No, no. No puede gustarme ese hombre, soy una mujer casada, tengo un esposo que aunque no es el mejor del mundo, es mi esposo y punto, mi compañero. «Bella, ¿a quién engañas? ‘Tu marido’ es un cerdo imbécil »Susurró esa vocecilla dentro de mi cabeza, fruncí un poco el ceño, ella tenía razón, pero yo quería negarme a creerlo. ¿De qué me valdría? No podía librarme de él… Creo que jamás lograría quitármelo de encima.

 

[…]

 

Llegó el día de la obra de teatro y como había previsto, un día antes mi hermano había invitado a Paul y este sin pensárselo dos veces aceptó encantando. Menudo actor que era mi esposo, eh. Se metía a todos en el bolsillo con esa sonrisita santurrona y sus chistes, que al fin y al cabo por ser más malos que buenos, hacían reír a la gente, sin mencionar que aunque quiera negarlo, tenía presencia ante las personas. Menudo condenado.

 

Mientras terminaba de arreglarme, veía a través del espejo del tocador a mi marido que se encontraba al otro lado de la habitación en la misma situación que yo. Me sonrió cuando se percató de mi mirada, y yo con un poco de dificultad se la respondí con igual espontaneidad. Eso pareció complacerlo, porque me lanzó un beso y yo casi me caigo de la silla. Bipolar… Susurró mi mente.

 

En tanto nos encontrábamos en la fila para entrar al teatro, mensajeaba a mi hermano para preguntarle dónde andaba. Él muy tonto me había contestado que necesitaba un momento a solas con Rose; eso me sacó una carcajada. Mi hermano era así, un conejo, y Rose ni muerta ni perezosa se había puesto igual a él.  Veinte minutos después estábamos los cuatro en las puertas del reconocido teatro; verificamos nuestras entradas y nos dejaron entrar. Todo estaba hermoso, la decoración de pies a cabeza era de tonalidades rojas y negras, con algunos detalles en plateado y dorado. Precioso.

 

Mi cuñada parecía una niña pequeña, a ella siempre le habían gustado las artes escénicas y no paraba de hablar de la decoración, además de ir sacando conclusiones a través del programa que nos habían entregado al entrar. Yo sólo sonreía, a pesar de estar muy nerviosa por el hecho de que Paul me tomara de la mano. Una vez mientras íbamos al cine, vio a unos tipos mirándome y como me tenía sujeta de la mano, la apretó tanto que el dolor fue horrible, incluso recuerdo que los huesos me tronaron. Sacudí la cabeza sacando esos pensamientos de mi mente, pasamos a nuestros asientos y nos acomodamos, la obra empezó.

 

Debo admitir que mientras más veía de la obra más me gustaba, trataba de una chica humana que se muda a vivir con su padre para no causar incomodidades a su mamá, que está recién casada con un beisbolista. Cuando la chica llega al pueblito, lo que menos se imagina es que será la protagonista de la vida de un obsesionado vampiro, al principio, este la trata muy pero muy mal, pero luego de ciertos acontecimientos él se rinde al sentimiento que experimenta por la chica humana. Juro que lloré en la escena donde él muy romántico y hermoso le dice a ella: “Ahora tú eres mi vida…”  Ojalá a mi Paul una vez me hubiese dicho eso.

 

Cuando la obra finalizó, todo el mundo estalló en aplausos, yo incluida. Incluso algunos nos pusimos de pie para alabar tal belleza, Paul se quedó sentado.

 

—Necesito ir al baño, chicos, nos vemos en la salida. —le avisé a mis acompañantes. Con dificultad logré liberarme del agarre corta circulación de Paul. Antes de darles la espalda, pude ver su mirada de advertencia. Entré al baño y respiré aire de libertad, Dios, aun estando en público la cercanía de Paul me hacía sentir sofocada, sin aire, atrapada.

 

Después de hacer mis necesidades y lavarme las manos, salí. No vi a mi hermano, tampoco a Rose y ni por ahí a Paul, fruncí el ceño. En eso me llegó un mensaje. Emmett.

 

Estamos en la cafetería de enfrente. Rose tiene hambre.

 

Reí. Esa cuñada mía hacia que mi hermano hiciera lo que ella quería. Negué. Mientras me encaminaba a la salida pensaba en cómo era posible que Paul se fuera con mi hermano, o sea, ¿parte de su actuación del cuñado superestrella? Pues vaya que era bueno entonces. Antes de salir me proparé a ver una pintura que adornaba una de las paredes del pasillo. Era hermosa, una manzana cortada a la mitad y en su centro se podía vislumbrar una mariposa. Me entretuve admirándola, me cautivó.

 

—Muy hermosa, ¿verdad? —esa voz…  Debo estar soñando. Me giré y ahí estaba él, con su mejor sonrisa mirándome, me sonrojé al instante— Hola de nuevo, Bella.

 

Juro que iba a morir, no estaba prepara para lo que vino después de eso, se inclinó y con toda la dulzura del mundo, depositó un beso suave y cálido en mi mejilla derecha, yo parpadee sin poder creerlo, tenía un revoloteo en el estómago, sentía que me faltaba el aire de una manera divina. Inhalé su aroma y él se retiró. Me sonreía todavía.

 

—Debo admitir que volver a verte es mucha mejor experiencia que ver esa obra de hace un rato, aunque doy crédito al director, fue buena. — ¿Cómo podía parecer tan normal, tan tranquilo, cuándo yo me sentía desfallecer por su cercanía?

 

¿Y qué demonios estaba pasando conmigo, por qué tenía éstos pensamientos y éstas sensaciones? Tenía que decir algo, parecía tarada.

 

—Sí, sí… La obra, estuvo genial. A mí me encantó. —murmuré con nerviosismo, di un vistazo tras él y efectivamente había una cafetería allí, eso me asustó, si no me daba prisa, Paul vendría y…

 

Vibró mi celular. Emmett.

 

Ah sí, Paul se devolvió, al parecer se le quedó el celular en el asiento. Que despistado, ¿no?

 

Sentí la tierra bajo mis pies abrirse, justo cuando terminaba de leer el mensaje, un carraspeo tras mi espalda hizo que muriera diez mil veces ahí donde me encontraba de pie. Nadie podría adivinar si quiera, las mil imágenes mentales que corrieron por mi cabeza, cerré los ojos dos segundos y respiré de nuevo. Mi marido ya se encontraba a mi lado, tomándome de la cintura con más fuerza de la necesaria y miraba a Anthony con fingida sonrisa.

 

—   ¿No nos presentas, amor?

 

Tragué y formé en mis labios la mejor sonrisa que pude. Asentí.

 

—Claro. Paul, él es Anthony Masen, nuestro vecino. —Anthony nos miraba con el ceño levemente fruncid— Anthony, él es mi esposo, Paul McGregor.

 

Se saludaron por cortesía, cuando se estrecharon las manos, las piernas me temblaban horriblemente, mi respiración estaba un poco alterada, ¿por qué estas cosas sólo me sucedían a mí? Lo que me espera en casa…

 

—   ¿Bella? —alcé la vista, Anthony me observaba ¿preocupado? Se acercó e ignorando olímpicamente a Paul, posó su mano derecha sobre mi hombro, me quise morir ahí mismo. No, no, no, ¡Anthony ya déjame en paz! ¡Por favor! Dios, mañana no podré ni abrir los ojos. ¡No me toques!— ¿En serio estás bien?

 

—   ¡Sí! —asentí frenéticamente.— Ya nos tenemos que ir, nos están esperando. —sonreí nerviosa, Paul tiró de mi cuerpo hacía la salida, al pasar a un lado del chico de cabello cobrizo, le di una media sonrisa.—Adiós, Anthony.

 

Al salir del lugar, Paul acercó su boca a mi oído, cualquiera que nos viera pensaría que me estaba susurrando palabras de amor o algo así, pero la realidad era otra: «Ya verás cuando lleguemos a casa… Lamentarás lo que ocurrió hoy »Yo ya estaba resignada, suspiré asintiendo y nos acercamos a la cafetería, mi hermano nos recibió con sus bromas. Rose estaba comiéndose un pastelito de queso y jamón, yo solo pedí un café.

 

Cuando nos despedimos de mi hermano y mi cuñada, eran pasadas las siete de la noche, cada quien en su auto, yo ya sentía mis huesos débiles, hechos gelatina y eso que Paul ni siquiera me había tocado.

 

El transcurso a casa fue entre insultos y golpes al volante.

 

Zorra.

 

Cualquiera.

 

Perra.

 

Mujerzuela.

 

Y una infinidad más de vulgaridades salían de la boca de Paul hacía mi persona. Sentía que cada vez me hacía más pequeña en el asiento, más insignificante. Cuando aparcó el auto, me sacó a empujones de él, me tomó con tanta fuerza del brazo que comencé a llorar de inmediato. Miré alrededor… No había nadie. 

 

Una vez en el interior de nuestra casa, comenzó mi tortura, golpes iban y golpes venían, lágrimas recorrían mis mejillas libres, sin ningún tipo de restricciones, el dolor taladraba mi cabeza amenazando con que explotaría de un momento a otro. Podía oler la sangre que cubría mi nariz y boca, mi mejilla mallugada y cuando pensé que no podría más se detuvo.

 

No me levanté del suelo de la cocina, no podía… 

Capítulo 4: Preocupaciones. Capítulo 6: ¿Amigos?

 
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