Sálvame (+18)

Autor: PrincessCullen
Género: Romance
Fecha Creación: 06/08/2013
Fecha Actualización: 25/05/2018
Finalizado: SI
Votos: 16
Comentarios: 51
Visitas: 47456
Capítulos: 15

-¡¡¡Tú me engañas!!! - Gritó acercándose a mí, con sus ojos llenos de furia.

- Claro que no, por favor... Sabes que jamás lo haría. Yo te quiero. - Lágrimas corrían por mis mejillas. Dios… ¿cuánto más tendría que aguantar esto? 

- Mentira... ¡Me engañas!... ¡Te revuelcas con el primero que se te aparece! - Volvió a gritar empujándome contra la pared. Mis músculos no reaccionaban, estaba asustada, no era la primera vez que lo veía así, pero hoy estaba peor. Mucho más enfadado que las veces anteriores.

- Eso no es cierto... - Lloré, las palabras salían entrecortadas de mi boca. Casi forzadas.

- ¡¡¡Eres una cualquiera!!! – Gritó de nuevo y estampó su puño contra mi mejilla. Lo último que sentí fue la sangre saliendo de mis labios.

Nota: Los recuerdos y los sueños de los personajes, los podrán encontrar en letra Cursiva. Mensajes de texto y llamadas telefónicas en Negrita. 

-

 

Declaimer: Todos los personajes pertenecen a Stephenie Meyer, pero la trama es de mi autoría. (Fic protegido por SafeCreative)

 

+ Añadir a Favoritos
Leer Comentarios
 


Capítulo 12: Edward Cullen.

SÁLVAME.

Capítulo 12: Edward Cullen.

 

PoV Bella.

 

Un zumbido… Un tonto y fastidioso zumbido fue el que me sacó de mi profundo sueño, Dios, estaba tan agotada. ¿Cuánto había dormido? ¿Horas? ¿Días? No lo sé.

 

No quería abrir los ojos, no, no. Me niego.

 

Me intenté mover y fue el peor error de mi vida. Todo, absolutamente todo me dolía, sobre todo los costados y la cabeza, sentía que me explotaría en cualquier momento, en cualquier instante. ¿Qué demonios…?

 

Entonces poco a poco los recuerdos me asaltaron la mente. Mis ojos se llenaron de lágrimas, aun cerrados. Golpes, gritos, insultos, más golpes. Dios… Paul, su furia, todo él rondaba mi cabeza, llenándome de dolor. Pero entonces mi bálsamo también estaba ahí: Anthony.

 

Me removí, ¿dónde estaba él? Intenté poco a poco abrir los ojos. Al lograrlo parpadeé un par de veces, acostumbrándome a la molesta luz blanca que me rodeaba. Encima de mi cabeza más luz. Molesta por cierto. Miré a mí alrededor, pronto supe donde estaba, la habitación de un hospital. Arrugué la nariz.

 

Intenté moverme de nuevo y un quejido salió de mis labios. Las costillas me dolían a morir, parecía como si un camión me hubiese pasado por encima a toda velocidad. Gemí de dolor, Dios mi cabeza, era lo peor de todo, me dolía a horrores. Cuando pensaba en intentar moverme de nuevo, la puerta de la habitación se abrió.  Anthony.

 

La felicidad que me embargó en ese momento fue enorme, ahí estaba, delante de mí, con una barba naciente cubriéndole el rostro, vestidos con unos jeans y una camisa blanca. Le sonreí y él me devolvió la sonrisa, mientras a paso seguro se acercaba a mí, al estar a mi lado, me tomó de la mano.

 

-Qué bueno que ya despiertas, me tenías muy preocupado. –afirma con pesar, antes de besarme el dorso de la mano. Me mira, me mira y me mira. ¿Tan mal aspecto tengo? Sonríe y se acerca a besarme en la frente. Lo miro.

 

-¿Qué pasó? Con Paul, quiero decir. –necesito saber que está tras las rejas, segura de que ya no podrá lastimarme. Pero algo en el rostro de Anthony me afirma que no es así. Se descompone.

 

-Bella, yo lo siento mucho. Paul ha escapado y no se sabe dónde está. –admite y mi mundo se tiñe entre tinieblas de nuevo. Dios no, ¿y ahora qué? ¿Esconderme? Sé que algún día Paul vendrá por mí. A reclamarme como suya o… a matarme. Dios… ¿por qué?

 

-Bella, te prometo que no se acercará a ti, yo estaré contigo en todo momento. Te protegeré. –quería creer sus palabras. Juro que sí, pero Dios, era tan difícil. Le sonreí.

 

Hablamos un poco más, me aclaró mis lagunas mentales con respecto esa noche, y casi me ahogo cuando me dijo que llevaba una semana dormida. Al parecer tengo una contusión en la cabeza y una que otra costilla lesionada. Sin mencionar mi mapa de moretones esparcidos sobre mi cuerpo. Lo oigo hablar  con la voz cargada de ira y rencor. Impotencia más que nada.

 

-Anthony, no fue tu culpa. Tranquilo, más bien, debo agradecerte por ayudarme. Sin ti, seguro estaría… bueno. Ya sabes.

 

Él asiente y me besa de nuevo la frente.

 

Me doy cuenta de algo que había pasado por alto antes. Por toda la habitación hay flores, peluches, incluso globos. Eso me llena de alegría. Anthony me explica que mi familia, o bueno, Emmett y Rosalie, han venido todos los días a verme. Le pregunto que si les dijo algo de lo ocurrido y el asiente. Suspiro.

 

Mis padres no dan señales de vida, aun cuando Emmett les informa de mi estado.

 

Las pesadas cortinas azul mar, me impiden ver afuera. No sé qué hora es.

 

-Anthony, ¿qué horas son?

 

Él mira su reloj.

 

-Son las siete de la mañana. ¿Por qué?

 

Meneo la cabeza y le sonrío. Seguimos hablando por un rato más, hasta que una enfermera entra, trayendo mi desayuno consigo, veo la gloria. Muero de hambre. Como rápidamente, mientras la enfermera que se identificó como Nora, revolotea a mí alrededor, checando mis signos vitales y el montón de máquinas que me rodean, yo la ignoro monumentalmente, pues toda mi atención la tiene Anthony.

 

Pasan las horas y como a eso del medio día, por la puerta entran mi hermano y mi cuñada, mi alegría al verlos roza el júbilo. Los abrazo con entusiasmo aunque mi cuerpo protesta, y Anthony gruñe. Odia saber que siento dolor. Hablamos y hablamos, Emmett me forma el lío del año por lo haberle dicho lo de Paul, casi dos años siendo golpeada por él, y nunca se lo había dicho. Está enojadísimo.

 

Sin embargo, el lío que me forma Rosalie cuando quedamos solas en la habitación es colosal, peor que mi hermano, me riñe como si fuera mi madre y me acusa de estar loca al no abrir la boca. Yo me río y ella me mira con el gesto serio, cruzada de brazos. Sigue y sigue regañándome y yo me dejo, porque en parte tiene razón. Incluso llora, cuando lo hace, nos abrazamos. Lloro yo también.

 

-Ay Bella, cuando Edward nos ha llamado para decirnos que estabas aquí, creí morir. Al llegar nos contó todo, todo. Yo no lo podía creer, te quería matar, en serio. ¿Cómo es que no has dicho nada? Aún no lo entiendo.

 

Ella habla y parlotea, pero entonces capto su atención. Frunzo el ceño.

 

-Espera, has dicho Edward. ¿Quién es Edward?

 

En eso la puerta se abre. Entra Anthony con gesto serio y mira a Rosalie.

 

-¿Nos das un momento?

 

Mi cuñada asiente, con la disculpa en el rostro y se marcha. Yo no entiendo nada.

 

-Bella… Edward, soy yo.

 

¿Qué? Mi mente colapsa, no entiendo nada. ¿Edward? ¿Qué no se llama Anthony? Lo miro con la duda plantada en los ojos.

 

-Bella, mi nombre real es Edward Anthony Cullen Masen, soy un agente encubierto de la policía. Desde hacía un tiempo venimos siguiendo los pasos de Paul, pero llegó un momento en que se nos hizo imposible seguir adelante, entonces tuvimos que encontrar una forma más segura de acercarnos a él. Tú.

 

Abrí mi boca para decir algo, pero él me calló con un gesto.

 

-Me mandaron aquí, con la misión de acercarme a ti, y de esa manera dar con Paul. La casa que “compré” es sólo una fachada. Mi “asistente” en realidad es mi compañera. Experta en armas, por cierto. Teníamos la esperanza de agarrar a Paul con las manos en la masa en uno de sus actos de tráfico ilegal, pero no teníamos fechas, lugares, nada. Fue por eso que me gané tu confianza, me metí en tu casa y saqué la información que necesitaba.

 

Cada palabra que dice me resquebraja por dentro. ¿Cómo?… ¿Cómo ha podido engañarme así?  Antes de que diga cualquier cosa, se acerca y me toma de la mano. No me alejo, no puedo. Estoy en shock. ¿Tan seco y frío me dice   que me ha estado mentido todo este tiempo? Lo miro, lo miro y lo miro.

 

-Bella, lo siento, de verdad, pero no había otra manera. Te juro que todo lo que te he dicho es cierto, sobre todo mis sentimientos hacía ti, en eso nunca te he mentido. Lo juro por mi vida…

 

No le dejo seguir. Me suelto de su agarre, mientras siento mi corazón bombear más fuerte que nunca. Siento mi cara ponerse roja, pero de ira.

 

-¿Cómo? ¡¿Cómo has sido capaz de engañarme así?! ¡Por Dios, creí que lo nuestro era real, todas tus palabras me las tragué, me las creí como la tonta que soy! Dios… Yo creí que… que estabas en verdad enamorado de mí.

 

-Bella, y lo estoy. Lo juro, Bella, con mis sentimientos jamás te mentí. Si estoy enamorado de ti, si me gustas… Por favor, perdóname.

 

-¡NO, NO, NO! ¡VETE, QUIERO QUE TE VAYAS! –mis gritos resonaban por toda la habitación. Anthony… emh, Edward, ¡Ahs, quien sea! Se puso de pie y me miró con ojos suplicantes. Las lágrimas ya desbordaban de mis ojos y surcaban mis mejillas. El dolor que sentía en el corazón superaba cualquier que me acongojara en el cuerpo.

 

-Bella, por favor…

 

-POR FAVOR NADA, ANTHONY, EDWARD, ¡QUIEN SEAS! ¡QUIERO QUE TE VAYAS! ¡ERES UN MENTIROSO Y UN FARSANTE! Por Dios… Yo confié en ti… -esto último salió como un susurro agónico.

 

No sé si fue por mis gritos, pero pronto la habitación se vio llena con mi hermano, mi cuñada, la enfermera Nora y otra chica, menuda ella, con el pelo negro corto. No la conocía.

 

Nora, se acercó a mí, y con gesto serio miró a los demás. –Necesito que se vayan por favor, ella necesita dormir, descansar. –Las protestas iban a comenzar pero Nora con voz firme, les cortó el rollo.- Es por su bien. -  Poco a poco la habitación se vació. Solo quedamos la enfermera y yo, le sonreí con desgana, luego de calmarme e indicarme dormir, se fue.

 

Dormir se me hizo imposible, incluso cerrar los ojos era tarea difícil. No podía dejar de pensar en cómo Anthony me había engañado así. Fuesen cual fuesen sus excusas, no tenía derecho a ganarse mi confianza, mi amor, y luego confesarme a corazón de hielo, que todo había sido un engaño. ¿Por qué? Trabajo. Encima el muy descarado, es policía. Dios, todo se había ido a la mierda, me sentía engañada, traicionada, pero por sobre todo, usada. Sí, usada… Así me sentía.

 

Estuve todo lo que restó de la tarde y por el resto de la noche, llorando. Nora venía a verme de tanto en tanto, me miraba con ojos tristes, incluso llegó a abrazarme. Le agradecí, eso era lo que necesitaba ahora. Alguien que no me hubiera mentido a mi lado, dándome apoyo mientras lloraba y sufría por alguien que sí me había engañado.

 

Y fuera de todo eso, más me dolía que mi cuñada y estoy segura de que mi hermano, lo sabían y ninguno de los dos fue digno de decirme la verdad. No, tuve que enterarme por una metida de pata de Rosalie. Dios, que mierda… ¿por qué a mí?

 

Mirando el reloj de la pared blanca de mi habitación me quedé dormida como a eso de las seis de mañana del día siguiente.

 

 

Abrí los ojos, quejándome del dolor horroroso de la cabeza. Como un ángel Nora apareció con mi desayuno y algunos calmantes. Acompañándola, un doctor, lo decía su bata. Más o menos alto, delgado, de cabello rubio y sincera sonrisa.

 

-Buenos días, Isabella. Mi nombre es Carlisle Cullen, tu médico tratante. –se presentó y le sonreí. Pero pronto la sonrisa se me fue de los labios. ¿Cullen?

 

¿Será posible….?

 

El doctor a ver la duda reflejada en mi rostro, asiente.

 

-Sí, Bella. Soy el padre de Edward. Mi hijo te trajo aquí hace unos días con múltiples golpes y lesiones. Te tuvimos que atender de emergencia, no reaccionabas. Sí, estabas viva, pero inconsciente. Y así estuviste hasta ayer.

 

Asentí, él continuó.

 

-Tienes una contusión leve. Sanará por sí sola, sin embargo en los próximos días, posiblemente te duela la cabeza; para eso le he dicho a Nora que medicamentos debe darte. A demás, tienes un par de lesiones importantes en las costillas, no hay fisuras ni nada por el estilo, pero si están un poco maltratadas. ¿Te sientes incómoda al respirar, cierto?

 

Yo asiento.

 

-Bueno. Y con respecto a tu rostro, ya habrás notado que tienes el labio roto, sanará solo. Los moretones desaparecerán solos también, te recomendaré una pomada para acelerar el proceso. Por lo demás, estás muy bien, gracias a Dios. Eres una chica muy fuerte y muy valiente. He tenido chicas que llegan aquí con menos que tú, y no lo cuentan.

 

¿Eso debería hacerme sentir mejor? Sólo lo miro y asiento. Le doy las gracias y él se va junto con la enfermera. Me quedo sola, con mi desayuno. Pero de repente no tengo apetito. Sólo puedo pensar en él. En Edward Anthony Cullen Masen. En cómo me engañó. En cómo jugó con mis sentimientos. En cómo se ganó mi confianza, obtuvo lo que quería y luego me suelta la verdad así de golpe, sin pensar en cómo me sentiría yo.

 

Trato de dormir, lo intento. Cuando por fin lo consigo, su rostro me persigue en sueños.

 

Paul. Me grita, me empuja, me golpea. No para de insultarme, me dice lo muy zorra que soy y yo lloro enfurruñada contra una esquina en la que él me tiene atrapada. Golpe tras golpe, lloro más y él se enfurece. Me golpea más duro… Siento que no paso de esta noche. Le suplico. Él sonríe con ánimo oscuro y me golpea más. Yo grito, no lo puedo evitar.

 

-¡Bella! ¡Bella, despierta!

 

Lo intento, lo intento.

 

-¡Bella, por Dios!

 

Abro los ojos.

 

Aturdida miro a mi alrededor en busca de mi atacante, no hay nadie… Salvo Rosalie. La miro con los ojos entrecerrados.

 

-¿Qué haces aquí? –escupo.

 

-Bella, por el amor de Dios. ¿Sigues enfadada conmigo? Te juro que yo no sabía nada de Edward. El día que llegaste aquí, él nos llamó. Cuando llegamos le preguntamos qué había pasado y fue cuando él nos explicó todo. Te juro que me enojé muchísimo, le recrimine. Incluso lo abofeteé…

 

Abro los ojos como platos. ¿Qué ella hizo qué?

 

-¿Lo golpeaste?

 

Ella se encogió de hombros. –Es que estaba muy cabreada. ¡Nos mintió! Pero bueno, después de pensarlo mucho, él no tenía otra opción, es su trabajo. A demás, sólo es su nombre y unos cuantos detalles. Del resto, se puede decir que lo conocemos bastante bien. ¿No?

 

Negué. ¿Ella estaba loca?

 

-No, Rosalie. No es sólo eso. Me mintió, jugó conmigo, me utilizó. ¿Cómo pretendes que venga así no más y lo perdone? ¡No lo haré!

 

-Pero Bella, ¿cómo iba a hacer el pobre? No podía llegar diciéndote: “Hola, Isabella, sé todo sobre ti y tu familia. Estoy aquí porque pretendo usarte para llegar a tu marido y así poder meterlo tras las rejas” –ella alza una ceja y yo resoplo.

 

Ironía.

 

-No, pero al menos pudo habérmelo dicho tiempo después y así yo no hacía papel de tonta…

 

-Bella, él no…

 

-¡Rosalie, tu no fuiste la que te enamoraste de él! –grité exasperada. Ella me miró sorprendida y se calló. Yo aparté la mirada mientras mis dedos jugaban con las costuras de la sábana.

 

Estuvimos un rato en silencio, ninguna de las dos dijo nada. Alcé el rostro para verla y ella me miraba fijamente, con cariño. Me sonrió y le devolví la sonrisa, o eso creo, más bien, una mueca.

 

-Debes perdonarlo y aceptarlo, Bella. –Murmuró con voz suave, me vio negar con la cabeza y prosiguió.- Has dicho que estás enamorada de él ¿no? Pues tonta, él lo está de ti, no más había que verlo ayer cuando lo echaste, estaba perdido.

 

-Rosalie, no. –la miré con seriedad. Ella suspiró y asistió.

 

-Está bien, no hablemos más de él. Ahora, dime, ¿cómo es que jamás nos hablaste de Paul?

 

Estuvimos hablando por largo rato, en el que ella me regañó, gritó y demás. Yo me dejé pues ella tenía toda la razón, aunque claro, yo tuve mis motivos, aunque a ella esos motivos le valieron. Me prometió al salir de aquí llevarme  aún spa, y a demás me inscribiría en clases de defensa personal. Le supliqué que no, pero fue imposible hacerla cambiar de idea.

 

Más tarde, mi hermano entró a la habitación, me echó un sermón, pero antes de que lo mandara a la mierda, se le humedecieron los ojos y se afirmó como un mal hermano. Le hice venir hasta mí, y lo abracé diciéndole al oído que jamás había sido un mal hermano. Después de eso, nos quedamos los tres, hablando tonterías, de vez en cuando entraba Nora para saber cómo estaba y se iba con una sonrisa.

 

Por la noche, después de que se llevaran los restos de mi cena, entró el Dr. Cullen a revisarme y luego de cruzar un par de palabras, me avisó que mañana mismo podría irme, con la promesa de volver si llegaba a sentir cualquier molestia. Yo asentí.

 

La mañana siguiente fue movida, obligué a Nora a salirse del baño, asegurándole que podía ducharme yo sola, me tardé un poco, pero después de media hora salí con una gran sonrisa en mis labios. Rosalie me ayudó a vestirme, aunque estaba horrorizada por cómo tenía marcas en todo el cuerpo. Yo sólo le aseguraba estar bien.

 

Al medio día, mi hermano vio por nosotras. Salí caminando sobre mis dos pies de la habitación, estaba feliz, por fin saldría de esta prisión blanca y azul. En recepción Nora me pilló y me abrazó con cariño, ella había sido tan adorable conmigo que le devolví el abrazo y le di las gracias. Ella me prometió estar siempre ahí para mí. Firmé mi salida y el Dr. Cullen dio su visto bueno, me despedí y salí de allí en compañía de mi hermano y mi cuñada.

 

Camino a casa, me recriminaba el sentirme mal por no ver a Edward Anthony, Dios, aun no sabía ni cómo llamarlo. Edward era su primer nombre, sí, pero yo me había acostumbrado a Anthony. Suspiré.

 

Entrando a la zona residencial, fruncí el ceño y le pregunté a Emmett qué hacíamos allí, pues tenía entendido que me iría con ellos por algunas semanas. Mi hermano aseguró que sólo veníamos a buscar algunas de mis cosas. Llegando al parking, mi vista por inercia viajó a la casa de enfrente. Mi corazón se hundió cuando leí el letrero que citaba: Se Vende.

 

Quise llorar, pero me negué a hacerlo. Yo quise que él se fuera y ahora debía asumir las consecuencias. A demás, debía concentrarme en empezar mi nueva vida, una vida libre de Paul. 

Capítulo 11: No puedes salvarme. Capítulo 13: Te Odio pero Te Quiero.

 
14439158 visitas C C L - Web no oficial de la saga Crepúsculo. Esta obra está bajo licencia de Creative Commons -
 10756 usuarios