Diario de una mente

Autor: FICQUITO
Género: + 18
Fecha Creación: 19/04/2018
Fecha Actualización: 07/05/2018
Finalizado: NO
Votos: 1
Comentarios: 4
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Capítulos: 8

Los Cullen reciben un libro, no saben quién lo ha enviado; sienten curiosidad y deciden leerlo. En Phoenix vive Isabella, una adolescente de 16 años quien vive su vida con mucha dificultad, sin saber que sus pensamientos, están siendo leídos por una familia de vampiros. (Aclaro que el libro NO es crepúsculo)

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Capítulo 8: Sigo sin saber por qué...

Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, son propiedad de Stephenie Meyer.

Texto en negrita: Pensamientos de Isabella, el contenido del libro.

Texo normal: Comentarios de la familia Cullen.


 Habitación de Edward:

El shock que le había provocado lo que había descubierto todavía lo mantenía parado delante del espejo mirando aquel cabello color chocolate que sacara un momento antes de su bolsillo ¿De dónde había salido?

Entonces se le vino a la mente un pequeño segmento "Ya faltaba poco, pero él estaba incluso más cerca, podía sentirlo. Cuando estaba a punto de cruzar la puerta, sentí un tirón muy fuerte en la cabeza, pero no me detuve" ahí estaba la razón por la que ese cabello estaba en su mano ahora. Le había arrancado un mechón de cabello, pensó horrorizado y las marcas de barro en sus caderas, también esa era la razón por la cual había llamado su atención el hecho de que Isabella se percatara de que la… Su polera estuviese levantada de un costado, pero era imposible.

Hace mucho tiempo que debería haber sacado esa palabra de su vocabulario, porque sabía que ya nada era imposible. Tan ensimismado estaba que ni cuenta se había dado de que había dejado caer el cabello. Sus manos temblaban, es que no podía creerlo, no podía ser cierto, pero en el fondo dejando de lado su temor y escepticismo, sabía que todo era real.

No podía explicarse cómo es que no se había dado cuenta de que estaba manchado con barro, ni tampoco que no haya notado la fragancia que desprendía ese cabello. De repente, el aroma se intensificó a tal grado, que tuvo que agarrarse con una mano del lavamanos y con la otra se apretó la garganta, era tanta la quemazón que parecía como si le estuvieran partiendo el cuello con un hacha… Después de haberle vertido ácido. ¡Cielos! Estaba tan sediento, no podía soportarlo y el olor era tan exquisito. Si así era el aroma de su cabello, no quería ni imaginar cómo sería el olor de su sangre... Demonios, si que quería. su boca se llenó de veneno de solo imaginar cómo sería su sabor. Tenía que salir y encontrar esa delicia y cuando lo hiciera su sangre sería toda suya. Gimió con anticipación y se apresuró a salir del baño, le importaba un rábano que estuviera medio desnudo, lo único que había en su mente era imágenes de como mordería ese cuerpo y derramaría su sangre caliente. Cuando estuvo ya a unos pasos del ventanal una ráfaga de aire puro llegó directo a su rostro aclarando su mente en un instante ¿Qué diablos estaba haciendo? O peor ¿Qué era lo que estaba planeando hacer? Matar, reconoció con horror y asco hacia sí mismo. Trató de concentrarse en los diferentes aromas que le llegaban, el musgo, la tierra, las hojas en las zonas húmedas, el romero que no ve pero que sabe que está muy cerca, el humo de hogueras lejanas, la hierba recién cortada, la amalgama de aromas florales, la resina que fluye de una rama recién cortada, e incluso el escaso calor rebotando en la superficie, con eso logró tranquilizarse lo suficiente para saber lo que tenía que hacer.

Se acercó más al ventanal tomando una bocanada de aire manteniéndolo dentro de sí, concentrado en lo que tenía que hacer, pues el recuerdo del aroma de Isabella todavía latía latente en su mente. Se dio la vuelta y se encamino al baño, lo primero que vio fue las hebras de cabello enredados tirados en la cerámica. Apartando la vista se desvistió rápidamente y se duchó, salió del baño secándose y a los pocos segundos ya estaba vestido.

Primero debía de decidir si les contaría a su familia lo que sabía. Dio vueltas por su habitación tratando de decidir lo correcto y lo mejor, no podía, simplemente su mente se negaba a a cooperar y pensar coherentemente, se sintió un poco avergonzado al darse cuenta de que Isabella era capaz de pensar en los pros y contra de una situación aún teniendo miedo o estar siendo presionada. Entonces recordó como es que ella lo hacía, tal vez debería imitarla, se rió sin humor, después de todo parecía que si seguiría el consejo de Emmett.

Si le contaba a su familia

Lo bueno: podrían ayudarlo, le perdonarían lo que había hecho cuando les dijera que no tenía conciencia ni responsabilidades de sus acciones en esos periodos.

Lo malo: podrían odiarlo, rechazarlo por la atrocidad de sus actos y dejarlo solo, más solo.

Pero si se quedaba callado.

Lo bueno es que no tendría que preocuparse si su familia lo rechazaba o no aunque intuía que en el libro tendrían que decirlo en algún momento y entonces allí tendría que dar explicaciones.

Lo malo: es que mientras más solo, encontrar una solución es más difícil.

Debía elegir la opción más conveniente, pero él no quería hacerle daño a Isabella. Suspiró, pero tampoco quería perder a su familia.

Vaya que difícil, de repente sintió que no podía seguir allí, encerrado en su habitación con su familia tan cerca, necesitaba pensar bien así que saltando por el ventanal se dirigió a su prado.

Las sensaciones que recorrían su cuerpo mientras corría eran maravillosas, el viento contra su rostro le daba una sensación de libertad, a los pocos minutos estaba en su hermoso prado, tan tranquilo, era el lugar más pacífico que conocía. Se recostó en el centro y miró el cielo, tan azul, tan diferente a como se veía desde su ventana. Ya estaba más tranquilo y pensándolo bien, no había razón para preocupar de esa forma a su familia.

Si Isabella había logrado pasar por cosas muchos peores sin derrumbarse ni correr a sus padres al primer susto entonces él también podría, claro que sí. Y estaba seguro de que no haría daño a Isabella, lo pensó con tanta firmeza que por un momento creyó que no lo había pensado él, pero que estupidez. Siendo vampiro no podría tener trastorno de identidad, los vampiros no enferman...

... Pero sí enloquecen. En menos de un segundo se encontraba de pie y alerta. Miró alrededor pero no había nada anormal, se dio la vuelta y al hacerlo localizo un sendero, no estaba seguro de si ese era el prado en donde Isabella había tenido su encuentro con ese… Con él. También podía escuchar un riachuelo. Luego de unos segundos de duda decidió que seguiría el caminito hasta donde lo llevara, pero si en el camino se llegaba a encontrar con una puerta roja… No sabía lo que haría.

...

No tuvo suerte, si a no encontrarse con ninguna puerta roja e Isabella se refiere. Al llegar al prado tuvo la imperiosa necesidad de limpiar el centro de este, no solo las piedras y las pequeñas ramitas regados por el lugar si no que también cortó la flores dejando sólo el corto y fino pasto. Al alejarse un poco observó detenidamente lo que había hecho, había formado un circulo de unos dos metros de diámetro, las rocas más grandes las había apilado en el borde. No sabía por qué lo había hecho, simplemente… Lo hizo. Consideró la posibilidad de desarmar todo aquello pero se sorprendió al darse cuenta de que no quería. Bien, entonces lo dejaría así, al demonio si su comportamiento era extraño, decidió que le importaba un carajo aquello, y que no diría que él era realmente un acosador…Inconscientemente.

Al tomar estas decisiones se sintió mucho más tranquilo. Todo saldría bien, no había razones para creer lo contrario ¿O sí? Pensó que lo mejor que podía hacer en ese momento era aprovechar esas horas e ir de caza.

Cuando regresó a casa faltaba poca más de una hora para el anochecer y en unos cuantos minutos llegaría Carlisle. Se fue a su habitación y antes de hacer nada fue al baño (conteniendo la respiración) sacó un pañuelo y envolvió los cabellos con él. Luego fue a su armario, sacó una pequeña mochila del fondo y dejó el pañuelo dentro. No se le ocurría otra lugar para ocultarlos. Sabía que debía deshacerse de ellos, pero no quería, comportamiento irracional la verdad, si su familia lo pillaba…

Al final decidió que rociar con su colonia el interior de la mochila sería suficiente para camuflar el otro aroma, pero luego se sintió algo paranoico, así que encima puso un montón de sus pautas de piano, la cerró y dejó en medio de un montón de chaquetas. Cuando estuvo satisfecho con eso salió asegurándose de dejar bien ordenado el interior, dejando cada cosa en su lugar para que no se notara que había ocultado algo. Terminaba de asegurarse de cerrar bien el armario, cuando a los segundos después escuchó unos pasitos bailarines, que se detuvieron justo fuera de su habitación.

Alice.

Mierda, ni siquiera se había acordado de que su hermana podría haber visto las consecuencias de sus decisiones. ¡Diablos! trató de tranquilizarse, nada sacaba angustiándose si no sabía si Alice había visto algo del prado o no. No debía ponerse el parche antes de la herida, en eso escuchó unos suaves pero rítmicos golpecitos en la puerta.

- Adelante - dijo tratando de que su voz no transparentara nada. Alice entró y al verlo sonrió pero luego su sonrisa decayó un poco.

- Hola ¿Estás bien? - preguntó preocupada, Edward sonrió lo más natural que pudo, se adentró en su mente y no encontrando nada que lo delatara respondió más relajado.

- Claro, estoy bien ¿Por qué lo preguntas duende? - preguntó jovial, Alice frunció un poco el ceño, claro signo de confusión, pero luego se relajó y sonrió.

- Nop, por nada ¿Acaso no tengo derecho a preguntar cómo está mi hermano?

- Sí, por supuesto.

- Bueno, venía a decirte que vamos a continuar con la lectura, ya todos están listos.

- ¿Y Carlisle? - preguntó Edward confundido, no sabía que no iban a esperar a Carlisle para leer, Alice subió sus cejas con sorpresa.

- Pero… Si llegó hace rato ¿No lo escuchaste? - preguntó entrecerrando los ojos imperceptiblemente, sospechando. Oh no, eso era lo que menos quería Edward. Así que se encogió de hombros indiferente al tono de Alice.

- Estaba distraído organizando mis pautas - respondió con naturalidad, señalando con su mano su sofá que estaba lleno de ellos. Alice puso cara de entendimiento.

- Ah, está bien entonces ¿Bajamos?

- Sí.

Cuando llegaron a la sala, ya todos estaban sentados en los mismos lugares que antes, esperándolo. Edward le devolvió la sonrisa que Esme le dedicaba. Cuando estuvo sentado en su lugar con Alice a su lado derecho, Esme quien tenía el libro en ese momento preguntó.

- ¿Quién leerá?

- Supongo que yo - respondió Jasper.

- Ten cariño - le pasó el libro Esme sonriéndole maternalmente.

Capítulo 7: Sigo sin saber por qué… Leyó Jasper.

Estaba en mi habitación, sentada en la orilla de mi cama, tratando de darle sentido a lo que había visto en la pantalla del ordenador y la verdad es que no podía llegar a ninguna conclusión.

Edward cerró los ojos por un momento, sabía exactamente como se estaba sintiendo ella, y no le gustaba porque la sensación de angustia era… Asfixiante.

Recordé entonces la conversación que se dio luego de que mi padre apagara el computador...

- Entonces Isabella ¿Qué puedes decirnos de lo que acabas de ver? - preguntó Johnson, a los pocos segundos de terminar de ver aquello. Lo miré ceñuda ¿Qué acaso no podía darme unos minutos para procesarlo? ¿Qué venía ahora? ¿Un estúpido test de contesta-con-lo-primero-que-se-te-venga-a-la-cabeza?

- Wow sí que la agarró fuerte contra el poli - dijo Emmett soltando una carcajada

- Es un inconsciente, quienquiera que viera aquello necesitaría unos momentos para recuperarse del shock - Alice movía la cabeza negativamente, disgustada.

Pero antes de que pudiera responderle con lo que tenía en mente mi padre dijo.

- Cielo, lo que recuerdes está bien, tómate tu tiempo - " salvado por la campana" pensé en dirección al policía, pero mi padre me recordó lo que era verdaderamente importante, lo que había pasado en el restaurante.

- Es que no recuerdo, o sea recuerdo cuando entramos y pedimos nuestra comida. Después mamá dijo que quería volver a la tienda de ropa y me hizo prometerle que me quedaría allí hasta que volviera. Recuerdo cuando me pregunto si quería "esa" ropa y yo le contesté que no. Pero después de eso yo no saqué inmediatamente mi celular ni apreté las teclas haciendo… No sé qué, supongo que adelanté la hora, por lo que vi en mi celular.

Dije levantándolo, mi padre me lo arrebató con suavidad e inspeccionó la pantalla, luego se los mostró a mi madre y al policía, los dos asintieron.

- Yo creí que había pasado mucho tiempo y me sentí aburrida, así que saqué el celular, chequé la hora y lo guardé. Después recuerdo estar al lado de una cajas y volví a sacar el celular y me di cuenta de que había pasado como tres horas, es lo que creí yo, entonces decidí ir a casa, es todo.

Terminé relatando en un susurro.

- Dices entonces ¿Que no recuerdas haber sacado dos veces tu celular en el restaurante? - preguntó Johnson.

- No creo que sea bueno, hacerle preguntas de esa forma - dijo Rosalie

- Sí, eso es lo que dije - le contesté con el tono más cortés que pude.

- ¿Ni tampoco haber adelantado la hora, ni que te hayas escondido al lado de unas cajas? - preguntó y por sus preguntas y esa expresión de incredulidad en los ojos, supe que no me creía.

- Ya la cagó - dijo Emmett.

- Emmett - regañó Esme.

- Por supuesto que no lo recuerdo - contesté groseramente, es que ya no lo aguantaba - ¿Acaso está suponiendo que lo hice a propósito?

Iba a contestar pero no lo dejé.

Me estaba alterando y yo sabía que eso no era bueno. Pero qué diablos, me levanté del sofá cuando se me vino a la mente otra pregunta que hacerle - ¡¿Acaso crees que yo quería que trataran de violarme por segunda vez?!

Mis padres se levantaron, tratando de calmarme, mi madre contenía las lágrimas. Mierda, estaba haciéndola llorar y todo por culpa de ese inepto policía.

- Estúpido - dijo Edward sin poder evitarlo ni darse cuenta de que lo había dicho en voz alta, pero nadie dijo nada.

- Hija, cálmate. Él no cree eso, ni nosotros tampoco pero es necesario preguntar - dijo papá abrazándome, pero más me parecía que estaba conteniéndome ¿Qué creía? ¿Qué me iba a ir encima del policía y golpearlo hasta cansarme? Mmm pues... No es mala idea.

Edward sonrió, no sabía por qué le causaba tanta gracia que Isabella pensara en agredir a una persona.

- Yo no creo que mientas - dijo Johnson, pero volví a ver en sus ojos que mis palabras no le convencían.

- ¡Es usted el que miente! - le grité ya harta, me miró boquiabierto - ¡No me cree!

- Isabella.

- ¡Yo no me escondía!

- ¡Isabella!

- ¡No estoy tratando…

- Cielo...

- … De llamar la atención! - seguí sin prestarles atención a mis padres, siempre han tenido mucha paciencia, pero creo que ya había agotado la de papá, ya que me tomó de los brazos y me hizo voltear para mirarlo de frente.

- Ya basta Isabella - su voz no era brusca pero su tono autoritario bastó para calmarme lo suficiente para darme cuenta de que estaba teniendo un arranque de furia. Volví a mirar al policía Johnson y lo único que vi en sus ojos y rostro fue consternación… Pero también comprensión, como si mi arranque fuera de lo más normal dado los acontecimientos. Mierda, sólo estaba viendo lo que quería ver. Oh por todos los demonios, que insensata soy.

- Bueno, después de lo que ha visto es normal que reaccione de esa forma ¿No? - preguntó Emmett.

- Supongo que sí - le contestó Carlisle.

- Lo siento - le susurré, pero el hombre sólo sonrió un poco y negó con la cabeza quitándole importancia.

- Bien cielo, puedes subir a tu habitación. Te llamaremos para la cena cuando esté lista ¿Si amor? - preguntó mamá con suavidad a mis espaldas.

- Está bien - contesté sonrojándome, de pronto sentí una gran vergüenza. Papá sonrió y besó mi frente.

- Ve - dijo soltando mis brazos, me di la vuelta pasando al lado de mamá y subí con rapidés a mi habitación.

Y ahora allí estaba, tratando de descubrir qué diablos pasaba conmigo, pero no tuve demasiado tiempo para analizar mis opciones. Escuché que tocaban suavemente la puerta.

- Adelante - contesté, al instante tenia a mi madre a mi lado acariciando mi cabello, calmando mis nervios y temores al instante.

- Ya está lista la cena - me informó, la miré indecisa sobre si preguntar o no. Al final me decidí.

- ¿El policía Johnson ya se fue?

- Sí, corazón.

- Madre, siento mucho haber reaccionado así, no fue justo.

Esme suspiró con anhelo - Eso es lo que les falta a ustedes.

- ¿Qué? - preguntó Emmett a la defensiva ¿Su madre estaba diciendo acaso que a él le faltaba algo? Imposible ¡Él era perfecto! Edward se río negando con la cabeza.

- Pues la habilidad de reconocer sus errores - dijo Esme mirando directamente a Emmett.

- Ah - dijo este como si realmente eso no fuese importante.

- No te preocupes hija, todo está bien y ahora vamos a comer antes de que tu padre se impaciente y nos deje sin comida - dijo con su alegría de siempre. Sonreí, esa era la despreocupada de Reneé y la amaba.

Cuando llegamos a la cocina vimos a mi padre ya sentado y esperando impaciente por nosotras para comer su cena.

Comí en silencio, disfrutando de la voz constante de mi madre y una que otra frase de mi padre. Fue agradable, como siempre.

En cuando terminamos papá ayudó a mamá a sacar los platos de la mesa. Normalmente me hubieran mandado a acostarme apenas terminar, pero esta vez me pidieron que por favor esperara un momento porque debían decirme algo y eso, francamente, no sonó para nada bien.

- Que pesimista es - dijo Emmett.

- Pero la mayoría de las veces tiene razón - dijo Rosalie con indiferencia.

Se sentaron frente a mí y me miraron serios.

- Cielo, si analizamos lo que vimos hoy y lo que ha pasado en los últimos años, creo que deberíamos pedir ayuda profesional - comentó papá con tono muy calmado.

- Ya voy a psicólogo, no comprendo.

- Pero aparte de eso creemos que sería bueno consultar con otros profesionales - dijo mamá eligiendo cuidadosamente sus palabras.

- ¿Quieres decir que iré con un... Psiquiatra? - logré preguntar. Ay no, esto definitivamente no suena bien.

- Bueno, esa es mi intención... - comenzó papá pero lo interrumpí.

- ¡No estoy loca! - dije, subiendo un poco el tono de voz.

- Cálmate, nadie está diciendo que estás loca, cariño - habló mi madre como si yo tuviese cinco años y fuera idiota. Eso me enfureció.

- Pero si nadie le está hablando así - dijo Emmett.

- Tal vez tendrá otro arranque de furia - dijo Carlisle.

- ¡¿Entonces por qué quieren enviarme allí?! - les pregunté con enojo - ¿Ya se aburrieron de mí? - murmuré lastimeramente y de repente gruesas lagrimas caían por mis majillas y los sollozos escapaban de mi pecho sin que pudiera evitarlo, sentía tanta pena e impotencia, pero luego sintiendo otra ola de furia les grité - ¡¿Es que quieren deshacerse de mí y encerrarme en un maldito manicomio?!

Solo podían verme allí sentados, con expresiones de asombro pintado en la cara, mi madre pareció reaccionar.

- ¡No! Calma cielo, claro que no queremos nada de eso ¿Cómo puedes pensar algo así? Te amamos, queremos lo mejor para ti, escúchanos - me rogó, pero la rabia todavía cegaba mi mente. Los sollozos habían desaparecido pero mis mejillas seguían totalmente empapadas.

- ¡No me hables como si fuera una niña! - exclamé levantándome y dándoles la espalda, sabía que estaba siendo grosera, pero no podía evitarlo, en el momento en que deje de verles mi furia desapareció.

- Cielo, solo queremos que nos escuches - habló papá.

- ¡Pero ustedes están…! - me detuve. Ya no estaba enfadada, así que no sabía por qué me comportaba así. Respiré profundo varias veces tratando de calmarme - Está bien, escucharé.

Me di la vuelta y me senté… Después de recoger la silla que no me había dado cuenta que había tirado. En ningún momento levanté la vista, sentía mis mejillas arder. De repente una mano con un pañuelo aparecieron ante mi vista, lo tomé murmurando unas casi inaudibles gracias, limpié mi rostro, hasta no dejar rastro de lágrimas.

- Está bien, cielo, todo está bien - susurró mamá.

- Sí. Escucharé, pero quiero que vayan al grano, no se anden con rodeos por favor.

- Bien, queremos que vayas con un psicólogo hipnoterapeuta - dijo con voz suave y tranquila, fruncí el ceño.

- Pero… Ya antes habíamos probado con hipnosis y no funcionó - dije con calma.

- Sí, amor lo sabemos. Pero eso que me dijiste la otra noche, me hizo pensar que tal vez ahora sí se pueda, lograste recordar aquel… Episodio, tal vez ahora… Funcione - dijo Reneé esperanzada. Le di un vistazo a mi papá.

- Crees que es una pérdida de tiempo ¿Verdad?

- No - contestó - Pero si esto no funciona o si de todas formas funciona, quisiera que fuéramos con otros especialistas ¿Si a ti te parece bien?

Papá estaba dándome la opción de decidir, si me oponía yo sabía que ellos no me obligarían. Ah, qué diablos. Eso de la hipnosis no suena mal, sin embargo, lo del manicomio… ¡Um! Me dio un escalofrío.

- Está bien creo… Que lo de la hipnosis no suena tan mal.

Cuando murmuré aquello, mi madre se mostró contenta y satisfecha, pero mi padre me miraba esperando que dijera algo con respecto a lo que él había dicho.

- No lo sé, papá. Tengo… - dudé, sentía una angustia tan grande y estaba tan asustada, pero era la primera vez que lo admitiría en voz alta - … Miedo.

Papá se levantó y se sentó en la silla que estaba a mi lado, me abrazó haciendo que mi rostro quedara en su cálido y protector pecho, allí me sentía segura, sentí a mi madre tomar mi mano.

- No dejaremos que te hagan daño, cielo, eres lo más importante para nosotros, daríamos nuestra vida por ti, mi pequeña - besó mi frente - Saldremos de esta.

Todavía con él abrazándome le pedí.

- Por favor papá, déjame pensar sobre lo del psiquiatra. Prometo hacer todo lo posible para que lo de la hipnosis funcione y también me comprometo a cooperar más con la psicóloga Sanders. Pero por favor, por favor, dame un poco de tiempo ¿Sí? - terminé suplicándole con angustia. En respuesta él me abrazó un poco más fuerte y el dolor que eso produjo en mis cortes y moretones no me molestó, al contrario, era un alivio poder distraerme de esa maldita angustia que me carcomía por dentro.

- Oh oh, eso no es para nada bueno - dijo Carlisle negando con la cabeza.

- ¿Por qué no? - preguntó Emmett

- ¿Cómo que por qué? Si encuentra alivio en el dolor, lo más probable es que empiece a cortarse cuando una emoción la sobrepase - le dijo Rosalie perdiendo la paciencia.

- Ah chuta, que mal.

- Está bien corazón, claro que puedes tomarte ese tiempo, recuerda que estamos aquí para protegerte, amarte, no te dejaremos sola.

Eso me reconfortó, pero no era suficiente, esa noche me sentía particularmente vulnerable y el miedo aún me consumía así que con timidez y no poco temor pregunté.

- Mamá, papá ¿Puedo dormir con ustedes?

Me sorprendió verlos sonreír ampliamente y los dos al mismo tiempo dijeron.

- Claro que sí - luego mamá agregó - Será mejor que nos vayamos a acostar, necesitamos estar descansados porque mañana a las nueve de la mañana en punto tenemos la cita con el psicólogo hipnoterapeuta.

Suspiré y asentí con resignación.

A la mañana siguiente, me desperté con más energías que nunca. Al dormir entremedio de mis padres, con ellos abrazándome, sintiéndome protegida, pude dormir tranquila y sin sobresaltos. No me había dado cuenta del constante cansancio con el que vivía.

- Ella no se da cuenta de nada - dijo Emmett, Edward le fulmino con la mirada sin saber por qué se sentía tan molesto.

Aunque la tensión era tal que creí que me aplastaría y no podría caminar.

- Creo que inconscientemente está diciendo que no quiere ir - dijo Alice.

Estaba un poco asustada, pero había prometido que pondría de mi parte para que esto funcionara, así que iba con la mejor disposición.

Cuando llegamos a la consulta, mi madre nos dijo a mi padre y a mí que la esperáramos sentados en unas sillas plegables mientras que ella se encargaba de hablar con una señorita que tecleaba furiosamente en su computador detrás del mostrador.

Cuando mamá volvió vagamente le escuche decir que debíamos esperar unos minutos, pero no seguí escuchándola. En vez de eso, preferí imaginarme qué sería lo que me esperaría allí dentro, nunca había visto mucha televisión y era poco lo que se hablada de hipnosis, pero lo poco que había visto y oído sobre ellas, no dictaba nada bueno, por eso antes de salir, cuando mis padres se preparaban, me había dedicado a investigar un poco sobre el tema.

- Eso es bueno, una buena manera de distraerse - alabó Carlisle.

La hipnosis no es peligrosa siempre y cuando sea realizada por una persona cualificada y por supuesto tenga la ética suficiente para no someter a su cliente a ninguna práctica que en estado vigil no permitiría. Las únicas contraindicaciones absolutas de la hipnosis son en los casos de padecer Epilepsia o Esquizofrenia. Epilepsia porque podría suceder que en pleno trance hipnótico sobreviniera una crisis. En eso no me preocupo, estoy segura de no padecer aquella enfermedad. Y la Esquizofrenia porque aparte de ser muy difícil de hipnotizar a un esquizofrénico podrían empeorarle su enfermedad. Eso si me preocupa un poco, hace bastante tiempo mi madre ya me había traído a un lugar parecido a este, pero no habían logrado hipnotizarme, ni siquiera me adormecí. Me había hecho una pequeña nota mental de los síntomas de la Esquizofrenia como por ejemplo:

Los síntomas negativos:

Falta de energía y motivación: un poco de ambas.

Trastornos emocionales: ya lo creo.

Retraimiento social: más que comprobado.

Los síntomas positivos:

Alucinaciones: no podría estar segura.

Ideas delirantes: me parece que no.

Trastorno del pensamiento: espero que no.

Trastorno de autopercepción: eso sí que no.

Después de eso ya estaba más tranquila, ya que al no encontrar razones sólidas que afirmaran con firmeza los síntomas positivos eso significaba que lo más probable es que no sea esquizofrénica.

La hipnosis también es útil para curar o mejorar enfermedades o las condiciones físicas o mentales de las personas. También para tratar todo tipo de trastornos mentales o psicológicos: fobias, miedos, traumas, depresión, angustia, nerviosismo, estrés, neurosis nocturno, timidez, etc. Como también erupciones cutáneas, con las hipnosis se puede tratar cualquiera de las enfermedades llamadas psicógenas o psicosomáticas, es decir las que tienen origen de un conflicto emocional o psíquico, también ayuda a dejar adicciones, pero en mi caso estábamos aquí para una hipnosis regresiva. Estaba tan concentrada en recordar aquella información que al momento de volver al presente me di cuenta de que ya estaba acostada en un cómodo sofá negro.

Miércale, ni siquiera había tenido tiempo de prepararme mentalmente. Frente a mí un hombre ya un poco mayor, con barba y bigote, estaba sentado en un sillón gris, estudiando muy interesado unos documentos, era un poco rechoncho. Me di cuenta de que desprendía un cierto aire de tranquilidad que hizo que inconscientemente me relajara.

- Ahora entiendo por qué eres tan buen psicólogo, Jasper - dijo Emmett con burla.

- Oye, mi don no tiene nada que ver - protestó Jasper ofendido.

- Ya, claro.

Jasper gruñó pero siguió leyendo.

Levantó la cabeza cuando se dio cuenta de que lo estaba observando, me sonrió, todavía muy tranquilo, como cuando un padre quiere hacerle ver a su hijo chiquito que no hay nada de que temer. Y así lo creí.

La hipnosis es una técnica que consigue que pasemos a un estado psicofisiológico diferente al estado de vigilia normal.

Ese estado se caracteriza por una gran sugestionabilidad. Es decir que mientras más sugestionable es la mente de una persona más fácil será de hipnotizar.

Ya que la capacidad de raciocino y autoconciencia disminuye notablemente, cualquier sugerencia por parte del hipnotizador será admitido como un hecho real. Entonces si me decía que existían cerdos azules voladores, en cerdos azules voladores iba a creer.

- No creo que haya entendido muy bien el concepto - dijo Jasper frunciendo el ceño.

- O puede que solo se esté burlando o intentando distraerse del miedo que debe de sentir - dijo Emmett

Pero si esto no funcionaba siempre le quedaba a mi madre la posibilidad de llevarme a Egipto, a los templos del sueño.

- Hola Isabella, me llamo Harold Marshall y para calmar los posibles miedos y dudas debo decir… - y se enfrascó en un discurso con toda la información que yo ya sabía. Agradecía que quisiera mantenerme informada y tranquila pero yo ya no estaba asustada si no ansiosa.

Al cabo de un rato terminó y preguntó.

- ¿Estás lista?

- Lo estoy - le contesté con calma.

- Bien - se levantó y bajó la intensidad de las luces, pero no lo suficiente como para que me incomodara, al contrario aquello hizo que me entraran enormes ganas de cerrar los ojos, pero no lo hice, se volvió a sentar sin quitarme la vista de encima y comenzó a susurrar con voz suave y relajante.

- Ahora cierra los ojos lentamente - susurró muy suavemente, así lo hice - Eso es, relájate, siente cada parte de tu cuerpo, tu respiración está acompasada y tu mente tranquila y en blanco... Sentirás como si tu cuerpo no pesara nada y estuvieras a punto de entrar en un profundo sueño.

Su voz dejó de oírse por unos segundos. Supe que en esta ocasión era diferente a la anterior, mi mente y cuerpo reaccionaban y obedecían a sus palabras con precisión, eso me sorprendió un poco, no creí que fuese tan fácil.

- ¿Puedes escucharme? - preguntó.

- Ajá.

- Bien, quiero que busques en tu mente, ahora regresaras a la edad de cinco años.

Mi mente obedeció o yo lo hice, ya no estaba segura de nada.

De repente, pude ver con suma claridad una imagen: mi fiesta de cumpleaños, al creer que tendría que volver a pasar por lo aquello otra vez, mi corazón empezó a latir muy rápido acelerando mi respiración.

- Shh tranquila - susurró - Dime que ves.

- Una habitación con niños y adultos, es mi fiesta de cumpleaños.

- Bien, ahora te adelantarás unas cuantas horas, mas específicamente segundos después del incidente en el baño. Dime que ves.

- No mucho, mi madre llora. Tengo mucho miedo. Escucho a mi padre gritar y golpear a alguien, lo reconozco.

- ¿Sabes quién es?

- ... Lo sé.

- Bien, no te concentres en él, concéntrate en lo que sientes o ves en ese momento.

- Puedo sentí unos brazos apretándome, pequeñas gotas caen en mi cara, estoy segura de que es mi madre - aspiré - Puedo sentir su aroma, pero ya no estoy en el baño.

- ¿Dónde estás?

- No lo sé, es extraño, estoy… Volando.

- Describe la sensación.

- No tengo cuerpo, no siento mi cuerpo.

- ¿Puedes ver algo?

- Sí.

- Dime que es.

- Un bosque.

- ¿Estás en medio de él?

- No, lo veo desde arriba.

- Prosigue.

- Estoy moviéndome, es como flotar. Alguien está llamándome, pero no es una voz… Es… No sé cómo explicarlo.

- Inténtalo.

- Creo… Que soy mi mente, mi mente se salió de mi cuerpo, estoy buscando eso, es como una llama, siento el calor, pero no es físico, se hace más grande y caliente conforme me acerco.

- ¿Lo encontraste?

- Sí.

- ¿Qué es?

- ... Veo una casa, es grande, color blanca, pero no puedo verla con detalle porque es de noche. Quien me llama está dentro.

- ¿Ves personas cerca?

- No, pero siento sus presencias, son muchas y una de ellas es la que me está esperando. Puedo sentirlo.

- Bien, sigue.

- Rodeo la casa, cerca del tercer piso, hay una ventana muy grande y en el centro mismo de la habitación… Hay… Un muchacho.

Edward se inclinó un poco hacia adelante, totalmente atento a cada palabra ¿Ese muchacho sería él?

- ¿Un muchacho?

- Es un joven, está triste y al parecer se siente muy sólo. Está abrazado a sus piernas y me parece que quiere gritar y llorar.

Edward muchas veces se había sentido así, pero era difícil saber de cuál de todas esas veces estaba hablando Isabella.

- ¿Lo habías visto antes?

- ... No estoy segura.

- ¿Puedes sentir todavía las otras presencias?

- Sí, están en pares y en diferentes partes de la casa, algo pasa.

- ¿Puedes identificar qué es?

- No escucho nada, pero el muchacho parece muy molesto ahora. Está tirando de su cabello y tiene las palmas presionando sus oídos. Se levanta, camina hacia el ventanal… Y se lanza.

- ¿Se lanzó? - su voz sonando sorprendida.

- Sí, pero no se ha hecho daño, comienza a correr, cada vez mas rápido atravesando el espeso bosque, estoy siguiéndolo, él no puede sentirme.

- ¿Tirarse de un tercer piso y no hacerse daño? - se preguntó Alice incrédula.

- Eso increíble para un humano - dijo Emmett.

- ¿Quién dice que sea un humano? - le preguntó Rosalie - Puede ser un vampiro.

- O un simple delirio - dijo Edward que no le convenía para nada el rumbo de la conversación.

- Talvez.

- ¿Puedes escuchar algo ahora?

- No.

- Continúa.

- Ya se detuvo... En un acantilado. Se sienta en el borde donde el agua no pasa.

- ¿Y qué hace?

- Todavía está triste, él no lo sabe, pero ya no quiere existir.

- ¿Dices que no quiere vivir?

- No, él no vive. Yo vivo, pero él sólo existe.

- ¿Sientes algo más?

- Está tumbado y tratando de calmarse. Su mente está muy vulnerable. Estoy frente a él, justo encima de él, no puedo tocarlo pero lo siento, abre sus ojos… y…

- ¿Y?

- Estoy dentro.

- ¿Dentro de qué?

- De él. Mi mente se cerró, pero la de él se abrió.

- ¿Él sabe que estás dentro?

- No, pero ya no se siente sólo, está preguntándose por qué.

Edward sabía que hablaba de él, porque todo eso estaba grabado a fuego en su memoria, ese fue un día particularmente malo, había discutido con Carlisle por una tontería, aparte de sus constantes pelas con Emmett y Rosalie, se sentía tan sólo y vacío. Veía a su familia, sus hermanos todos emparejados, a las personas que quería como padres tan felices y él estaba siempre de mal humor, tan amargado y triste. Sabía que en más de una ocasión a lo largo de su existencia había pensado que sería mejor no llevar esa vida, muchas veces se había preguntado si lo que decía Carlisle sería cierto, eso de que después de morir empiezas otra vez. Le asaltaban esas dudas sobre todo en las noches cuando las parejas en su familia decidían demostrarse afecto físicamente, y gracias a su oído vampírico tenía que escuchar más de lo que él quería. En esas ocasiones su prado, las montañas o acantilados se convertían en sus lugares favoritos en el mundo.

- ¿Crees que tal vez esa pregunta va dirigida a ti? ¿A pesar de no sentirte?

- Tal vez, no lo sé.

- ¿Sigue tumbado?

- Sí.

- ¿Tú que sientes estando dentro de él?

- Es extraño, a pesar del calor que sentí fuera, dentro de él siento frío, mucho frío.

- ¿Hay alguien más aparte de ti?

- Sí, creo que sí, pero están reprimidos o apagados.

- ¿Tú te refieres a que están dormidos?

- No, están despiertos, pero reprimidos; él los reprime, los encierra, nunca los deja salir.

¿Yo reprimirlos? ¿Qué diablos quiere decir? Pensó Edward más que confundido.

- ¿Sabes por qué?

- No… Estoy segura, pero quiero ayudarlos y a él también.

- ¿Cómo podrías ayudarlos?

- Ya lo hice, están libres.

- ¿Cómo lo hiciste?

- No lo sé, simplemente lo desee y estuvo hecho.

- ¿Cómo lo sabes?

- Simplemente lo sé, están en la superficie, están esperando… Algo.

- ¿A ti?

- No.

- ¿Cómo son ellos? ¿Puedes describirlos?

- No, sólo veo sombras. Hay una particularmente inquieta.

- ¿Sabes que esperan?

- Salir, pero aún no pueden.

- ¿Por qué no?

- Él no está lo suficientemente distraído, cuando esté vulnerable otra vez, yo saldré y ellos también.

- ¿Estás atrapada allí?

- No, yo puedo salir pero no quiero.

- ¿Por qué?

- Porque allí es seguro.

- Entiendo ¿Pasa algo más? ¿Sientes algo más?

- No, él sólo se limita a existir.

¿O sea que tuve la mente de una niña de cinco años metida en mi cabeza por dos años y yo sin enterarme? Se preguntaba Edward, increíble.

- Bien, quiero que vayas al momento en el cual abandonas su mente ¿Qué es lo que ves?

- Mi cuerpo ha crecido.

- ¿Tu mente no?

- No, sigue teniendo cinco años.

- ¿Cómo te sientes al volver a tu cuerpo?

- Extraña.

- Descríbelo.

- Me siento… Acompañada.

- ¿Alguna de esas sombras se vino contigo?

- No, aquella presencia apareció en el momento en que yo me salí de mi cuerpo.

- ¿Puedes comunicarte con esa presencia?

- No, pero de alguna manera sé que ha estado cuidando de mí.

- ¿La presencia te lo dijo?

- No, sólo… sólo lo sé.

- Ahora, al estar en tu cuerpo ¿Qué ves?

- Estoy en un hospital.

- ¿Y no que había estado cuidando de ella? - preguntó Emmett con su tono burlón característico.

- Ya cállate Emmett, seguro hay una explicación - le dijo Rosalie y no aguantándose las ganas le pegó en la cabeza.

- Uy mujer, ya cásate - le dijo Emmett, Rosalie le gruñó.

- Lo estoy y por las tres leyes.

- ¿Cuáles tres leyes osita?

- Por la iglesia, por el civil y por idiota. Y con el más bestia.

Emmett en respuesta simplemente se rió sin tomárselo a mal.

- ¿Sabes por qué estas allí?

- Aún no, hay una maquina extraña puesta en mi cabeza y yo estoy acostada.

- ¿Puedes escuchar algo?

- Sí, hay doctores alrededor hablando y una doctora está haciéndome preguntas.

- ¿Qué tipo de preguntas?

- Cómo me llamo, si puedo entenderla, le contesto, me pregunta si recuerdo algo, le contesto que no, suspira, me dice que estuve en coma por dos días, que tuve un accidente, sé que está mintiendo.

- ¿En que miente?

- En lo del accidente.

- ¿Cómo lo sabes?

- No sé, sólo lo sé.

- ¿Y los dos días en coma, son una mentira también?

- No, la otra presencia hizo que mi cuerpo cayera en coma para que yo pudiera regresar.

- ¿Tardaste dos días en regresar a tu cuerpo?

- Sí.

- ¿Cuántas veces has salido de tu cuerpo?

- Sólo una.

- De acuerdo. Ahora relájate, eso es, regresa, estas en trance todavía, totalmente tranquila, dime ¿Cómo te llamas?

- Isabella Marie swan.

- ¿Qué edad tienes?

- ¿Mi mente o mi cuerpo?

Una pequeña pausa.

- ¿Tu mente y tu cuerpo tienen diferente edad?

- Sí.

- ¿Qué edad tiene tu cuerpo?

- Dieciseis.

- ¿Y tu mente?

- Catorce años.

- ¿Cómo es eso posible? - preguntó Jasper bastante intrigado.

- Tal vez estar fuera de su mente ocasionó que su mente no creciera - contestó Carlisle. Edward pensaba que podía ser por otra razón y era que cuando una humano se convierte en vampiro todo se congela, no envejece ni el cuerpo ni la mente y si la mente de Isabella realmente estuvo dentro de la suya (que le costaba mucho creer pero sabía que podía ser cierto) eso significaba que tal vez su mente también se había congelado por esos dos años.

- ¿Sabes qué edad tiene la otra presencia que te acompaña?

- No.

- ¿Puedes comunicarte con ella en estos momentos?

- No.

- ¿Por qué no? ¿Isabella? ¡Isabella! Despierta.

Pero yo ya estaba profundamente dormida.

- Vaya, la agotó mentalmente - comentó jasper

Al despertar me encontré en la misma habitación pero totalmente iluminada, vi al psicólogo hablando con mis padres en la otra punta de la habitación, estrecharon sus manos. El psicólogo algo le dijo a mi madre y ella asintió suspirando con alivio y viéndose muy tranquila.

Me senté, consciente de que ya había pasado la sesión, traté de recordar. Ni siquiera me di cuenta de cuándo me quede dormida ¡Cielos! Y en mitad de la sesión ¡Qué vergüenza! Podía recordar vagamente lo que había visto. Lo último que recuerdo es al psicólogo preguntándome mi nombre y luego nada.

Cavilé un momento sobre lo que sabía ahora sobre mí misma, pero decidí que después lo analizaría con detalles, ahora estaba agotada, a pesar de haber dormido.

Nos despedimos, pero mañana volveríamos, íbamos a seguir pero al ver que yo no daba para más decidieron esperar a mañana.

Desde que llegamos a casa he estado dando vueltas por el jardín. Es que no podía hallarle una explicación ¿Volar? ¿Por dos años estuve fuera de mi cuerpo? Cielos, esto gritaba ¡Locura! por todos lados.

...

- Bien, cierra los ojos muy lentamente. Los sientes tan pesados... Relájate. Muy bien. Pon tu mente en blanco, estás en trance ¿Puedes escucharme?

- Sí.

- Excelente. Quiero que retrocedas cuatro días, en el momento en que entras con tu madre en el restaurante ¿Qué es lo que ves?

- Hay mucha gente y está muy iluminado. Mi madre está guiándome a una de las mesas vacías al lado del ventanal. Nos sentamos, mi madre habla de ropa, está quejándose porque no la deje comprarme vestidos.

- ¿Sientes algo extraño?

- No, me siento normal

- ¿Ves algo fuera de lo común?

- No, mi madre sigue hablando.

- Bien, ahora vas a vislumbrar el momento en que tu madre se va del restaurante.

- Estoy sentada, me siento…. Extraña.

- ¿Ves algo?

- Sí,, veo la mesa frente a mí y a las demás personas comiendo, estoy moviendo mis manos pero no soy yo quien lo hace. Yo no he decidido moverlas.

- ¿Sabes quién las mueve?

- Mmm...N-no

- ¿Es la otra presencia?

- ...

- ¿Isabella?

- No lo sé.

- ¿Qué hacen tus manos?

- Han sacado mi celular, no he decidido inclinar la cabeza, pero aún así se inclina hacia abajo. Puedo ver la pantalla del celular, está cambiando la hora, adelantando veinte minutos. Lo guarda, estoy dentro otra vez, me siento normal, pero muy aburrida.

- Prosigue.

- He sacado mi celular y veo que han pasado veinte minutos. Me levanto y pongo todo el dinero que me queda para pagar la comida, salgo del restaurante y…

- ¿Y?

- Estoy flotando otra vez, sigo dentro de mi cuerpo, pero me siento como despegada o no sé cómo explicarlo.

- Dime lo que ves.

- Camino hacia la derecha, mi cuerpo se coloca al lado de unas cajas, estoy mirando hacia el frente, la calle es muy ancha y un montón de autos van y vienen.

- ¿Estás mirando algo en específico?

- Creo… Justo al frente al otro lado de la calle hay un bar, las ventanas están tapadas y la puerta cerrada.

- ¿Está cerrado?

- No, está abierto, alcanzo a leer el cartel que cuelga en la puerta, pero la puerta está cerrada y ni entra ni sale nadie.

- ¿Conoces el bar? ¿Habías pasado por allí antes?

- Sí, he pasado por allí, pero no me había fijado en él, no había llamado mi atención, bueno, nada lo hace.

- Comprendo. Relájate más, despeja tu mente. Muy bien, regresa. Quédate allí un momento, descansa.

Le escuché levantarse y colocar papeles encima de su escritorio, luego volvió y tocó mi frente.

- Abre los ojos, despacio ¿Te sientes bien?

- Sí.

- Bien, puedes sentarte, iré a buscar a tus padres.

Lo vi marcharse y me quedé pensando en qué podía hacer para quedarme, ya que sabía que una vez mis padres entraran me pedirían que saliera. Tenía una ligera idea de lo que podía padecer, pero necesitaba que alguien me lo confirmara, no podía ni quería quedarme con la duda. Quizás si ahora fingiera no prestar atención, estar distraída como si no me enterara de nada, podría quedarme, sabía que no era correcto, pero necesitaba saber.

- Es por una buena causa - dijo Emmett al ver como Esme fruncía el ceño con desaprobación.

Me quedé mirando un punto fijo del piso. Limpié cualquier expresión de mi rostro y esperé. No mucho tiempo después escuché la puerta abrirse y pasos acercándose. Traté de no pestañar demasiado, no sabía cómo me veía cuando estaba metida hasta el fondo en mis pensamiento así que esperaba estar haciéndolo bien. Por el rabillo del ojo pude ver al psicólogo yendo a su escritorio y luego acercarse a mí.

- Isabella, tus padres están aquí ¿Te importaría salir un momento para poder hablar con ellos?

Claro que me importaba, ni estando más loca salía de allí.

- ¿Isabella?

- ¿Lo ve doctor? Eso ya es normal en ella, está tan concentrada pensando que no escucha ni reacciona, a menos que la zarandee un poco - esa era la voz de mi madre.

- Bien, entonces no será necesario pedirle que salga. Tomen asiento por favor. Muy bien, la verdad es que con dos sesiones no podría decirles con certeza lo que padece pero, hay una alta probabilidad de que todo esto se deba a un Trastorno de Identidad aunque también es posible que sea el principio de una Esquizofrenia.

- Oh Dios mío - oí a mamá decir.

- ¿Está seguro? - preguntó papá.

- No, la verdad no, estas enfermedades son realmente difíciles de diagnosticar, por eso es necesario que esté en observación por lo menos seis meses.

¡Diablos! Traté de no cambiar mi expresión, pero estaba asustada ¿No me enviarían a un manicomio verdad?

- ¿Qué es lo que haremos ahora?

- Por lo pronto, pedirán cita con un psiquiatra.

Oh no no no no no no no no no, no quiero, no quiero, no pueden hacerme esto.

- ¿Por qué tendrá tanto pánico de ir al psiquiatra? de lo que va del libro no ha mencionado que la hubieran llevado a uno - comentó Emmett.

- Lo que pasa es que en la televisión no dejan muy bien parados a los psiquiatras - le dijo Jasper con una mueca - Es normal que las personas les tengan cierto temor.

- ¿Hay que internarla? - preguntó mamá con pánico.

- Aún no, hay que estar cien por ciento seguros. Si es Trastorno de Identidad o Esquizofrenia es necesario tratamiento.

- Está bien, haremos lo que sea mejor para ella.

- Bien, seguirá los viernes con su psicóloga de siempre, eso es una constante en su vida y quitar aquello podría provocar efectos negativos. Deberán pedir cita con un psiquiatra lo antes posible, les recomendaré uno. Me contactaré con él para comunicarle de todos los detalles, además de que es bueno y necesario que estemos en contacto entre nosotros. Otra medida a tomar es que vendrá tres veces a la semana, para psicoterapia, pero eso sólo lo haremos una vez que el psiquiatra nos confirme su enfermedad.

- Entonces ¿Lo que sí es seguro es que está enferma? - preguntó mamá tratando de controlar sus lágrimas.

- Me temo que sí. No se preocupe, tanto una enfermedad como la otra tienen tratamiento. Lo mejor que pueden hacer ahora es estar más pendientes de ella y apoyarla en todo lo que puedan, si se llegara a presentar cualquier eventualidad no duden en acudir con el mismo psiquiatra ¿Está bien?

- Sí - dijeron mis padres.

O sea que si me ponía difícil o violenta, tendrían que llevarme a un manicomio sin pensarlo demasiado. Que genial, mis propios padres me encerrarán en un loquero. Que bien.

- No debería de pensar así, sólo quieren ayudarla - dijo Esme.

- Muchas veces las personas creen que llevándote a un lugar para que te encierren allí junto con un montón de especialistas es el mejor remedio para tus males, sobre todo si están relacionados con la mente, pero muchas veces esa no es la mejor decisión - dijo Alice con tono seco, no recordaba nada de su pasado como humana pero sabía que su familia la había dejado en uno de esos lugares porque pensaban que estaba loca y eso… Dolía.

Esme se sintió un poco culpable por haberle provocado que recordara aquello, así que no comentó nada.

Luego me desconecté otra vez, lo siguiente que supe es que estaba acostada en mi cama, vi a mi madre salir de mi habitación dejándola a oscuras, ella estaba llorando, al parecer estaba tan ida (ella lo sabía) que ni se preocupaba de que no la viera llorar, como usualmente lo hacía. Me sentía tan mal, no podía creer que todo esto estuviese pasando. ¿Por qué a mí? ¿Por qué pasaba todo esto? A pesar de todo lo que había visto y oído de mis propios labios estaba consciente de que en realidad no sabía nada, estaba tan confundida, no sabía ni una mierda de lo que pasaba.

De repente sentí la necesidad de levantarme. Busqué debajo de mi cama hasta encontrar lo que estaba buscando y luego volví a la cama. Si, totalmente estúpido lo que estaba haciendo pero ¿Qué más da?

Sentía mi cuerpo tan cansado, no quería dormirme, pero mis ojos se cerraron sin que pudiera evitarlo, como cuando estaba entrando en trance. Escuché vagamente el sonido una puerta abrirse a mi derecha y mi último pensamiento fue "Tengo que despertar"

Jasper se detuvo y levantó la cabeza.

- Ya acabó el capítulo - dijo - Pobre chica, pero no sé, sus síntomas no coinciden específicamente con la Esquizofrenia.

- Mmm, sí, también pienso lo mismo - contestó Carlisle

- Edward ¿Estás bien? - preguntó de repente Esme, Edward la miró confundido ¿Ahora que había hecho?

- Claro ¿Por qué?

- Has estado muy callado querido - le dijo. Edward solo se encogió de hombros sin saber que decir.

- No tengo nada que decir - le contestó y luego le sonrió para hacerle saber que realmente estaba bien, aún estaba un poco choqueado por lo que había descubierto y más ahora al escuchar como terminó el capítulo ¿Es que acaso él había hecho algo más durante la tarde? Esperaba que no hubiese hecho nada demasiado malo, miró sus ropas, gesto innecesario ya que por su nariz lo hubiese sabido, pero le fue inevitable no inspeccionarse buscando manchas de sangre.

- Está bien - dijo Esme no demasiado convencida. Jasper estaba sintiendo la molestia de Edward así que para no darle la oportunidad de enfadarse preguntó.

- ¿Quién lee el próximo capítulo?

- ¡Me toca! - gritó Emmett con entusiasmo.

- Toma.

Capítulo 7: Tiempo perdido

 


 


 
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