LOS HERMANOS MACMASEN (+18)

Autor: lololitas
Género: Aventura
Fecha Creación: 27/08/2013
Fecha Actualización: 17/11/2013
Finalizado: SI
Votos: 24
Comentarios: 390
Visitas: 103348
Capítulos: 57

"FANFIC TERMINADO"

 

Tres hermanos, tres guerreros, unidos no solo por sangre sino  por una fuerza más poderosa, por culpa de una malvada hechicera, Durante trescientos años, han permanecidos alejados del mundo, ocultando al vengativo dios que llevan prisionero en sus almas, pero muy pronto las cosas cambiaran, una épica guerra entre el bien y el mal se avecina, Edward, Emmett y Jasper deberán luchar no solo contra el mal que los ha asechado toda su vida, sino también contra el amor y la pasión que se encontraran en el camino

Todo el poder, la pasión y la magia de los legendarios guerreros de Escocia atados al juramento de luchar por la victoria en la batalla y en el amor.

 

 

adaptacion de los personajes de crepusculo con el libro "Serie Highlander la espada negra de Donna Grant"

 

 

 

 

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Capítulo 32: NUEVE

Tanya dio golpecitos con las uñas en las paredes de piedra de su montaña. Había estado esperando impacientemente a James y a Broc para que le trajeran a la guerrera.

Sonrió. Una mujer... ¿Quién hubiera podido imaginarse que los dioses hubiesen elegido a una mujer? Tanya desde luego no. Se preguntaba si habría más guerreras. Enviaría mensajes a sus espías de inmediato y haría que empezaran a buscar.

Tanya miró a su derecha y observó a una de las druidas que había seleccionado para dejarla con vida. Isla estaba en pie, inmóvil en la esquina, tan quieta que podía confundirse con una estatua.

La muchacha y su hermana eran tan inocentes cuando Tanya las capturó... Isla tenía unos ojos que podían atravesar a una persona, y su color, un azul tan pálido que parecían no ser de ningún color, dejaba a los hombres sin habla.

Había utilizado a Isla muchas veces para hacer que los hombres se doblegasen. Y para matar a otros. Por otro lado, la hermana de Isla había resultado ser muy útil como vidente. Tanya había estado pensando en enviarle a Isla a Jasper, pero se lo pensó mejor. Jasper era suyo. No quería a ninguna otra mujer cerca de él.

Solo el hecho de pensar en él hizo que el deseo ardiera en su interior y se le humedeciera el sexo entre las piernas. Desde el primer instante en que Tanya había visto a Jasper, lo había deseado. Había vislumbrado el ilimitado poder que existía en el interior de Jasper, había visto la ira que lo consumía. Él era el compañero perfecto para gobernar a su lado y cumplir la profecía.

Y ella lo convencería de ello.

Tanya posó su rostro sobre las frías rocas y cerró los ojos.

—Habladme —les pidió a las piedras.

—Somos tuyas. Estamos bajo tus órdenes.

Relajó los hombros, no se había dado cuenta de lo tensos que los tenía. Las piedras tenían la capacidad de calmarla como nada más podía hacerlo.

Esa era una de las razones por las que nunca abandonaba su montaña. ¿Por qué tenía que hacerlo si tenía todo su reino a su alrededor?

—Vienen los guerreros con las manos vacías.

Tanya se apartó de las piedras y se quedó mirando fijamente a la entrada. Esta era la segunda vez que sus guerreros regresaban sin su presa. Primero había sido Isabella, y ahora Rosalie Hale.

El alto y esbelto cuerpo de James apareció en la puerta. Se detuvo y le hizo una reverencia con la cabeza antes de ponerse bajo la luz. Las velas de la lámpara de araña que colgaba del techo derramaban su luz dorada sobre la pálida piel verde del guerrero.

—¿Dónde está? —preguntó Tanya.

—Preguntadle a James —sugirió Broc entrando en la habitación.

Tanya desvió la mirada hacia el guerrero de piel azulada. Deseaba acariciarle las alas mientras su miembro la penetraba. Puede que esa misma noche lo tuviera en su cama.

—Dime —le pidió a James.

—Ella se defendió.

Tanya arqueó una ceja.

—¿Creías que no lo haría? Os dije que era una guerrera. ¿Acaso no se transformó delante de vosotros?

James se encogió de hombros indiferente.

—Es rápida.

Tanya soltó un sonoro suspiro y se giró hacia Broc.

—Dime lo que ha sucedido.

—James la hirió con sus garras que había mojado en sangre de drough.

La ira la consumía. ¿Cómo podía haber sido tan estúpido James? Tanya levantó la mano, la magia crepitaba a su alrededor, y lanzó a James contra las rocas con toda la fuerza de su poder. Nadie sabía exactamente qué tipo de magia negra poseía. Y puede que aquel fuera el momento de descubrirlo.

—¡Átalo! —le ordenó a la montaña

James empezó a gritar mientras las rocas se movían para encadenarle los brazos, las piernas y la cabeza. Cuando ya estaba inmóvil, Tanya se acercó a él. Estaba colgando a unos centímetros del suelo y seguía intentando liberarse del abrazo de las rocas.

—Solo podrás liberarte si Rosalie vive. Si muere, James, la tortura que te espera durará siglos.

El guerrero tragó saliva y bajó los ojos al suelo. Tanya se dio media vuelta y trató de calmar su ira. Los guerreros eran suyos porque no podían controlar la ira que había en su interior y esa rabia a veces hacía que no pudiera conseguir lo que quería.

—Broc, ¿dónde está Rosalie ahora?

El guerrero alado se encogió de hombros y cruzó los brazos sobre el pecho.

—Sabemos que Rosalie y Emmett han estado pasando tiempo juntos. Existe la posibilidad de que la llevara a su castillo.

—Averígualo —requirió—. Necesito saber si Rosalie sigue viva. La necesito en mi ejército, Broc. ¿Lo entiendes?

Él hizo una reverencia con la cabeza.

—Sí, mi señora. Partiré de inmediato.

Broc dejó a Tanya, pero en lugar de tomar las escaleras de la derecha, giró a la izquierda y siguió adelante por el largo pasillo antes de encontrarse con otras escaleras que descendían hacia la oscuridad. Una vez había intentado contar los escalones, pero lo había dejado al llegar a los cuatrocientos. Broc no estaba seguro de hasta qué profundidad descendían las escaleras, pero sabía que eran varios kilómetros bajo tierra.

Se detuvo cuando llegó al final y escuchó. Había multitud de pequeñas celdas separadas por barrotes. Aquella era una de las mazmorras de Tanya. Aquel era el lugar donde encerraba a los hombres para que se doblegaran. Ninguno de los que entraba en aquella oscuridad salía de una pieza.

Broc oyó los lúgubres gritos de una mujer y movió los hombros, sus alas se abrieron de par en par. Druidas, supuso. Nunca había entendido cómo Tanya seguía encontrándolos, pero así era. Era su magia negra y su relación con el diablo, seguro. Sin embargo, parte de él se preguntaba a sí mismo si los rumores sobre que Tanya tenía una vidente eran ciertos.

Todos los druidas luchaban contra ella, pero al final, Tanya siempre ganaba. Igual que con Isla. Aquella diminuta druida de cabellos negros era simplemente otra de las marionetas de Tanya. Pero al fin y al cabo, todos ellos lo eran.

Los hombres en las celdas eran o bien druidas o bien hombres que ella pensaba que podían convertirse en guerreros. Solo había uno que ya era un guerrero.

Broc giró a la derecha y siguió caminando por el pasadizo. Ninguno de los prisioneros se acercó a los barrotes. Se mantenían en la oscuridad, pero Broc podía sentir sus ojos posados sobre él, podía sentir su odio hacia él por ser lo que era.

Él sabía muy bien lo que era sentir odio y repugnancia.

Casi a mitad de camino encontró lo que estaba buscando. Jasper MacMasen. El guerrero se negaba a transformarse para Tanya. Ella lo había golpeado una y otra vez y lo tenía encadenado contra la pared. Las cadenas lo mantenían en el aire, y si Jasper no podía tocar el suelo, era más que seguro que sus brazos y sus hombros lo abrasarían de dolor.

—¿Qué quieres? —Preguntó una voz apagada desde la oscuridad.

La penetrante mirada de Broc se encontró con los ojos de Jasper en la oscuridad. El guerrero tenía sangre goteándole por el rostro, le caía de un corte que tenía en la frente. Parecía como si tuviera uno de los brazos desencajados y una pierna rota.

—Han hecho un buen trabajo contigo —comentó Broc.

Jasper soltó una carcajada.

—¿Has venido para seguir con el trabajo?

—Esta vez no, aunque estoy convencido de que Tanya pronto me enviará de vuelta.

—Entonces, ¿qué quieres? —La voz de Jasper rezumaba resentimiento.

Broc se preguntó lo cerca que estaría Jasper de transformarse. Todos sabían que la ira de Jasper había podido con él durante trescientos años hasta tal punto que no había sido capaz de controlar a su dios. Sin embargo, ahora, en la cárcel de Tanya, mantenía ese odio bajo control, para la desesperación de su carcelera.

—¿Crees que vas a poder seguir resistiéndote a ella?

Jasper abrió las aletas de la nariz mientras observaba a Broc.

—Puedo y lo haré.

Broc se quedó observando al guerrero un instante más.

—Es posible que puedas, MacMasen, es posible.

Emmett se despertó con un dolor en el pecho como nunca había sentido antes, y no era por ninguna herida. Era por la traición. Ni siquiera podía alegrarse por estar de nuevo en casa. De algún modo había conseguido quedarse dormido sobreponiéndose a la necesidad de vino que sentía en su interior.

Se sentó y dejó caer las piernas al lado de la cama, se sujetaba la cabeza con las manos. Sentía un dolor punzante en la cabeza que no tenía nada que ver con el vino, aunque hubiera deseado que así fuera.

La oscuridad de la habitación le reveló que era de noche, pero no sabía cuánto tiempo había estado durmiendo. Su extremo cansancio y la pérdida de sangre lo habían conducido a un profundo sueño a pesar del hecho de que su mente no pudiera dejar de pensar en Rosalie y lo que le había escondido.

Se frotó el pecho preguntándose por qué le dolía tanto. Cuanto más pensaba en Rosalie, más fuerte se hacía el dolor.

No es que él no entendiera la razón por la que ella no le había dicho nada. Lo que le dolía era que ella no hubiera confiado lo suficiente en él, ni siquiera para decirle que lo tenía. ¿Acaso pensaría que iba a quitárselo? Debería conocerlo mejor que eso.

Solo estuvimos juntos unas cuantas horas.

Emmett suspiró. Parecía como si conociera a Rosalie desde hacía siglos en lugar de horas. Ella había confiado en él lo bastante como para mostrarle que era una guerrera, pero aparentemente no lo suficiente como para hablarle del Pergamino.

Así era todo en su vida. Nunca nada era suficiente.

Se levantó. Estaba cansado de sentir pena de sí mismo. Su autocompasión lo había mantenido en pie durante trescientos años. Ya no permitiría nunca más que siguiera gobernando su vida.

Escuchó cómo llamaban a la puerta suavemente antes de que Isabella abriera y asomara la cabeza. Ella sonrió al verlo en pie.

—Edward estaba preocupado por ti —reveló mientras terminaba de abrir la puerta.

—¿Cuánto tiempo he estado durmiendo?

—Unas cuantas horas. He conseguido dejar aparte un plato con comida para ti pese a que Jacob ha intentado devorarlo.

Emmett se dio cuenta de que estaba intentando sonreír.

—Me imagino que Jacob está acabando con todas las provisiones del castillo.

—Casi —dijo Isabella en una carcajada—. Su apetito parece no tener fin. Hago dos barras de pan extra al día solo para él. Al mediodía, ya han desaparecido.

Emmett observó a su cuñada.

—¿Cómo han ido las cosas?

—Todo ha ido muy bien. Edward te ha echado mucho de menos, más de lo que está dispuesto a reconocer, pero yo lo noto. Durante un par de días estuvo completamente perdido sin ti ni Jasper a su lado, pero supo salir adelante.

—Con tu ayuda.

Isabella se encogió de hombros.

—Yo hago todo lo que puedo, pero Edward es muy orgulloso. Todos nos alegramos de que hayas vuelto.

—No he conseguido nada. El rey no estaba en Edimburgo. Prefiere gobernar Escocia desde su palacio de Londres. ¿En qué se ha convertido nuestro país?

Ella se acercó a él y le puso una mano sobre el brazo.

—El mundo cambia constantemente, Emmett. Tú y tus hermanos no lo habéis visto como lo he visto yo. Os costará tiempo acostumbraros a todo esto.

—Temo que algún día Escocia se abandone por completo a las manos de Inglaterra.

—No mientras haya hombres como tú y como Edward.

Emmett rodeó a Isabella con los brazos y la abrazó.

—Gracias por todo, pero especialmente, gracias por amar a mi hermano.

Ella levantó la cabeza y le dio un beso en la mejilla.

—Amar a Edward es la parte fácil. —Ella se apartó de sus brazos y se dirigió hacia la puerta—. ¿Vas a bajar?

—Sí.

—Por cierto, ella está mucho mejor, aunque todavía no se ha despertado.

Emmett asintió con la cabeza antes de que Isabella saliera de la habitación. Había querido saber cómo iba la recuperación de Rosalie, pero no se había atrevido a preguntar. Como era habitual, su cuñada había sido capaz de leerle la mente.

No se sorprendió al encontrar su túnica y sus pantalones encima de la cama. Edward lo conocía demasiado bien. Emmett se cambió la falda escocesa y se dirigió hacia el salón.

Se detuvo ante las escaleras que llevaban al salón y echó un vistazo general. Edward había hecho una mesa más grande. La otra todavía estaba en el salón y un guerrero rubio estaba allí sentado. Vladimir estaba sentado con ambas piernas estiradas ante él ocupando todo el banco.

—Emmett —dijo Riley mientras salía de la cocina y se sentaba en el banco justo enfrente de Vladimir.

Emmett saludó al guerrero más joven del grupo. El pelo castaño de Riley estaba húmedo, como si acabara de tomar un baño.

—Por fin —dijo Edward mientras le hacía un gesto a Emmett—. Isabella ha podido apartar algo de comida del insaciable estómago de Jacob.

Emmett bajó los escalones mientras los hombres bromeaban sobre Jacob. Se detuvo a la cabeza de la mesa, donde había una silla vacía. Su silla. A su izquierda había otro lugar vacío donde debería haber estado Jasper. Miró a su derecha donde estaba sentado Edward.

Al lado de Edward estaba Isabella. Al otro lado de Isabella estaba Jacob Shaw. Sus oscuros ojos azules se encontraron con los de Emmett mientras le hacía un gesto con la cabeza. Delante de Jacob estaba Alistair MacDonald. Alistair era hombre de pocas palabras, pero su aguda perspicacia era útil.

Alistair le ofreció a Emmett una amable sonrisa de bienvenida, entornando sus ojos grises. Al lado de Alistair estaba Sonya, la druida de pelo rojo que había llegado al castillo hacía solo unas semanas. Luego Emmett saludó con la cabeza a Vladimir y a Riley, que estaban sentados en la otra mesa, antes de sentarse él mismo.

—Ya veo que has hecho una mesa más grande —comentó Emmett a su hermano. Se habían hecho muchas cosas mientras él había estado fuera y estaba ansioso por ver todos los avances que se habían realizado en el castillo.

Edward se rió y observó a Vladimir y a Riley.

—Hay suficiente espacio en la mesa para esos dos también, pero prefieren comer solos.

—No podría dejar que Vladimir se sentara a comer solo —respondió Riley—. Además, me pasaría más tiempo protegiendo mi comida de las garras de Jacob que comiendo.

Todos rompieron a reír. Emmett observó a Vladimir. El gran guerrero rubio sentía tal odio por los drough que incluso había amenazado con matar a Isabella a pesar de que Isabella nunca se había sometido al ritual de sangre que la convertiría en drough. Vladimir e Isabella se mantenían alejados el uno del otro, pero todos sabían que llegaría un día en que sucedería algo.

Emmett esperó hasta que finalizaron las bromas antes de hablar.

—Supongo que a estas alturas ya sabéis todos lo de Rosalie.

—Yo se lo dije —respondió Jacob.

Vladimir apoyó un codo sobre la mesa.

—¿Es realmente una guerrera? ¿La viste transformarse?

—La vi —respondió Emmett—. Tiene a una diosa en su interior, no a un dios, que es por lo que supongo que la diosa eligió a una mujer en lugar de a un hombre.

—¿Sabes el nombre de la diosa? —preguntó Alistair.

Emmett asintió.

—Lelomai, la diosa de la defensa.

—Vaya... —suspiró Jacob—. ¿Qué tipo de poderes posee?

Emmett recordó la primera vez que la había visto desaparecer. Se había quedado estupefacto al ver lo que podía hacer con sus poderes. Definitivamente sería muy útil en la batalla.

—Tiene los poderes habituales de la vista y el oído, pero además puede hacer que nadie la vea.

—¿Quieres decir que puede hacerse invisible? —Preguntó Edward.

—Sí. No sé mucho sobre su diosa, pero aparentemente hay algunas diferencias. Puede que sea porque Rosalie es una mujer, o porque tiene a una diosa en su interior. Cuando se transforma, no cambian simplemente su piel y sus ojos. A Rosalie le cambia hasta el pelo.

—¿Cómo? —Preguntó Riley.

—Brilla. —Fue el mejor modo que Emmett encontró para explicarlo—. Puedes ver cualquier color imaginable en su cuerpo, pero son colores apagados.

Isabella sonrió y posó la mano sobre la de Edward en la mesa.

—Suena muy hermoso.

—Lo es. —Las palabras habían salido de la boca de Emmett antes de que él pudiera detenerlas.

—¿Qué sucedió en Edimburgo? —Quiso saber Alistair.

Emmett se removió en su silla.

—El rey no estaba en el castillo. Aparentemente gobierna desde Londres, así que no pude hablar con él. Sin embargo, el primo de Rosalie goza de la simpatía del rey y le ha enviado una misiva. Espero tener noticias pronto. Si no es así, tendré que hacer un viaje a Londres.

Vladimir golpeó con el dedo sobre la mesa para llamar la atención de Emmett.

—¿Y el Pergamino? ¿Has averiguado si es real o no?

Pese a que él y Edward no iban a quitarle el anillo a Rosalie del dedo, no estaba dispuesto a arriesgarse a que los otros descubrieran su secreto. Al menos todavía no.

—No he averiguado nada en especial.

Por el rabillo del ojo Emmett vio cómo Edward fruncía el ceño. Se giró para observar a su hermano y le sostuvo la mirada.

—Conseguiremos liberar a Jasper.

—No tengo ninguna duda —expuso Edward.

Pero Emmett sabía que sí la tenía. Lo llevaba escrito en el rostro.

Emmett caminaba entre las almenas. El viento constante hacía que se le levantara el cabello. Miró hacia el mar que se agitaba en la oscuridad, mientras el agua reflejaba el brillo de la luna.

Era una noche hermosa, una noche que le hubiera gustado compartir con Rosalie. Emmett sabía que no debía sentirse traicionado, pero sí que se sentía traicionado. Entendía muy bien la necesidad de guardar secretos. Sin embargo, él se había imaginado que entre él y Rosalie las cosas serían diferentes ya que ambos eran guerreros. ¿Cómo podía haber sido tan estúpido?

Fueron sus besos.

Era todo lo que tenía que ver con Rosalie, desde su astuta mente y el elegante modo en que se movía hasta el sentimiento de tener sus piernas alrededor de su cintura mientras él la penetraba.

Puede que hubiera sido por haber visto a Edward e Isabella enamorarse ante sus ojos, pero Emmett había sentido algo muy profundo por Rosalie y algo realmente fuerte, especial. Él había pensado que ella también lo había sentido.

—Sabía que iba a encontrarte aquí —dijo Edward mientras se acercaba a él.

—Quería ver el agua y sentir la sal en el viento.

Aunque Emmett había echado mucho de menos a su hermano, no estaba de humor para una conversación en aquel instante. Pero, si conocía bien a Edward, Emmett no podría evitar ninguna de sus preguntas.

Edward se quedó en silencio durante un instante como si estuviera poniendo en orden sus pensamientos.

—¿Te resultó difícil tu estancia en Edimburgo?

Emmett asintió con la cabeza recordando.

—Odiaba cada momento que pasaba allí. No se puede confiar en nadie y las habladurías son constantes. Todos están allí para conseguir algo para ellos mismos.

—Pero lograste sobrevivir.

Emmett soltó un profundo suspiro y apoyó las manos en la pared de piedra que había ante él.

—Apenas. No estuve tampoco mucho tiempo.

—Rosalie te ayudó, ¿no es así?

—Sí. —No tenía ningún sentido mentirle a su hermano.

Edward se giró de espaldas a la pared y se apoyó contra ella mientras su cabeza se inclinaba hacia Emmett.

—Te dijo lo que era. Debió de confiar mucho en ti para hacerlo.

—Me lo dijo porque quería que la trajera aquí para ayudarla a protegerse de Tanya. Me gustaría creer que confió en mí, pero creo que el miedo le pudo más que cualquier otra cosa. —Incluso mientras lo decía, Emmett sabía que estaba mintiéndose a sí mismo. Rosalie tenía que haberse armado de un gran valor para mostrarle lo que realmente era.

—¿Qué sucedió allí, Emmett? Has vuelto convertido en un hombre nuevo.

Emmett miró a Edward y sonrió irónicamente.

—¿Peor?

—Mejor. Creo que ha sido la influencia de Rosalie.

—Puede —admitió Emmett—. La vi y la quise para mí. Nunca había sentido un deseo igual antes. Todos los hombres de Edimburgo la deseaban.

—¿Qué estaba haciendo allí?

Emmett sonrió de oreja a oreja.

—Ella y su primo, Randall, habían ido a recabar información sobre Tanya. Ella era tenaz y se enfrentó a mí en mi propia habitación cuando supo quién era yo.

Entonces Edward echó a reír.

—La hermosa mujer que no creías poder tener se metió en tu habitación. Me imagino que no pudiste resistirte a ella.

—Lo intenté, pero en realidad tampoco quería.

—Madre siempre nos decía que todo en este mundo sucede por una razón.

Emmett volvió a mirar al mar. Podía oír las olas rompiendo contra los acantilados. ¿Cuántas veces había estado en pie en aquel mismo lugar observando el mar? Muchas veces, y siempre le había provocado una sensación indescriptible. Pero aquella noche era diferente.

—¿Cuántos años tiene Rosalie? —preguntó Edward.

—Un centenar más o menos.

—Me pregunto cómo Tanya no ha sabido de su existencia hasta ahora —irrumpió Edward en el silencio.

Emmett le contó a Edward la historia de Rosalie y cuando hubo terminado, Edward se quedó silbando un buen rato.

—Ha estado sola la mayor parte del tiempo —refirió Emmett—. Ha sobrevivido gracias a su fuerza y valentía y a desconfiar de todo el mundo. Solo en los últimos años la ha acompañado Randall.

—Randall se ha puesto a sí mismo en un gran peligro.

—Es un buen hombre. Te gustaría. Es una auténtica lástima que no sea un guerrero. Me hubiera gustado verlo luchar con nosotros.

Edward cruzó los brazos sobre su pecho.

—Estoy convencido de que me gustará. ¿Dónde está?

Emmett también se lo preguntaba.

—No tengo ni idea. No tenía ninguna razón para permanecer en Edimburgo, así que supongo que habrá regresado con su clan. Le dije que aquí sería siempre bienvenido.

—Todavía no entiendo por qué los guerreros intentaron matar a Rosalie en lugar de llevársela a Tanya. Tanya habría querido utilizar a Rosalie a su favor, no verla muerta.

Emmett se pasó una mano por el pelo.

—Estoy de acuerdo. Supongo que sabremos lo que sucedió cuando Rosalie se despierte.

—Estoy impaciente por saberlo.

También lo estaba Emmett.

—No vas a preguntarle por el anillo, ¿verdad? —preguntó Edward.

—Le dije que estábamos buscando el Pergamino y la razón por la que lo estábamos buscando. Ella eligió esconderme información.

—Pregúntaselo, Emmett. Cuéntale nuestro plan. Le salvaste la vida, te lo debe.

Él sacudió la cabeza.

—No me debe nada. ¿Cómo puedo pedirle que ponga en peligro tantas vidas solo por Jasper? No nos conoce, Edward, así que no puede confiar en que lo que digamos sea cierto. Encontraremos otro modo. Utilizar el Pergamino como cebo siempre fue un plan bastante peligroso.

Edward lo miró durante un largo rato antes de darse la vuelta y alejarse de la pared.

—La respuesta a todo está justo delante de nuestros ojos. Creo que deberíamos hablar con Rosalie, explicarle nuestro plan y pedirle que confíe en nosotros. ¡Por todos los dioses! No puedo dormir pensando en lo que puede estar haciéndole Tanya a Jasper.

Emmett contempló las colinas y las montañas bajo la oscuridad. Había sido un egoísta durante mucho tiempo y ahora estaba volviendo a serlo.

Jasper lo necesitaba y él se había prometido a sí mismo y a Edward que sacarían a su hermano pequeño de las garras de Tanya. Ya había pasado demasiado tiempo.

—Lo sé —dijo Emmett—. Sacaremos a Jasper de la prisión de Tanya. Puedo hablar con Rosalie, pero es decisión suya. Si dice que no es que no.

Edward le golpeó con una mano en el hombro.

—De acuerdo. Es posible que te hubiera contado lo del Pergamino más adelante.

—Puede. Eso ya no importa ahora.

Edward empezó a marcharse. Los talones de sus botas golpeaban las rocas. De pronto se detuvo y se giró sobre su hombro.

—Si te importa, Emmett, lucha por ella.

Emmett se quedó pensando en las palabras de Edward mucho rato después de que este se hubiera marchado. No se merecía a una mujer como Rosalie y ella no debería estar con un hombre que no era capaz de proteger ni a su familia ni a sus amigos.

Él siguió paseando entre las almenas, feliz de estar solo. Los otros debieron notarlo también, pues no le dijeron nada cuando pasó por delante de ellos mientras hacían guardia.

Lo único que no podía negar era que Rosalie le importaba. La quería de vuelta en su cama. Quería besar sus suaves labios y sentir su sedosa piel bajo sus manos. Quería oírla gritar su nombre mientras él la llevaba hasta el éxtasis y quería penetrarla una y otra vez.

Si estuviera en sus manos, se encerraría con ella en una habitación durante días y le haría el amor interminablemente, solo parando para comer. Quería que su cabeza estuviera tan llena de él como ella había consumido la suya.

Sí, la quería. Y lucharía por ella.

 

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GGGGGRRRRRRRRR NO SE USTEDES PERO CADA QUE TANYA APARECE EN LA HISTORIA SE ME ESTRUJA EL ESTOMAGO GRRRRR MALDITA BRUJA DESGRACIADA, POBRE JASPER POR TODO LO QUE TIENE QUE SOPORTAR ¿RESITIRA HASTA QUE LLEGUEN SUS HERMANOS? ¿CREEN QUE BROC ES EL ESPIA? AAAAAAAAAAAA NO SE USTEDES PERO ME ENCANTA EL BUEN ROLLO ENTRE ISABELLA Y EMMETT, Y ESPEREMOS QUE DESPUES DE LA PLATICA CON EDWARD A EMMETT SE LE DESPABILE UN POCO EL CEREBRO Y CUMPLA LO QUE DIJO "QUE LUCHE POR ROSALIE" AAAAAAA QUE EMOCION

 

LAS VEO MAÑANA CHICAS. BESITOS.

Capítulo 31: OCHO Capítulo 33: DIEZ

 
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