Un Verano En Paris.

Autor: Nataliarendon2121
Género: Romance
Fecha Creación: 21/01/2013
Fecha Actualización: 07/03/2014
Finalizado: SI
Votos: 13
Comentarios: 53
Visitas: 37684
Capítulos: 24

Tras la muerte de su madre, Isabella no encuentra otra solución que pedir ayuda al único familiar que tiene. Su tía, Rene -como le dicen de cariño- es un duquesa viuda. Su tía reside en París desde su juventud.

 

Entre el glamour y las fiesta de principios del siglo XX; Isabella, es cortejada por El ilustre Jasper Whitlock... pero no con buenas intenciones....

 

Isabella se ve envuelta en un drama de amor y espionaje, intrigas y malas decisiones.

 

Los personaje pertenecen a Stephenie Meyer.   = )

 


Estos son mis otros fics:

 


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Capítulo 1: Esta es la casa? ...

-Esta es la casa? -pregunto Isabela en francés algo nerviosa, mientras el viejo fiacre(*) disminuía la velocidad al llegar frente al portal de una enorme mansión, situada a la orilla del camino que corría paralelo a los Campos Eliseos.

-Si, mademoiselle -respondió el cochero-. Este es el lugar; seria difícil equivocarse- al hablar detuvo el caballo y luego dio una violenta palmada al otro lado del carruaje.

Isabela sintió un escalofrío. Le aterraba tanto los modales insolentes del hombre, como el hecho de que la casa fuera una llamarada de luces y se estuviera celebrando una fiesta.

Era muy difícil acercarse a la puerta principal. Lo impedían las relucientes automóviles estacionados en el camino de graba y las elegantes berlinas cuyos caballos llevaban freno de plata. A su cuidado se encontraba todo un ejercito de chóferes de elegantes polainas, uniformes cruzados y anteojos colocados sobre la parte alta de gorras; Cocheros que llevaban escarapela y capas sobre los abrigos de viaje; Pajes con uniforme color vino que para los inexpertos ojos de Isabela resultaban extravagantes.

El cochero descendió por la parte delantera de su anticuado vehículo, sin esforzarse mucho por enganchar las riendas ya que su caballo, cuyos huesos asomaban bajo la piel, estaba demasiado cansado para moverse.

-Esta es el lugar que me indico, mademoiselle-dijo-, a no ser por supuesto, que haya cambiado de idea.

De nuevo un destello en sus ojos y algo en el tono de su voz hicieron que Isabela se pusiera instintivamente rígida.

- No, creo que me trajo a la dirección correcta- replico cortante- Por favor dígame cuanto le debo.

El cochero le pido una cantidad que le pareció exorbitante. Titubeo pero era vergonzoso discutir delante de tanta gente. Muchos de los cochero y chóferes la miraban curiosos, sin el menor disimulo. Le alegro que llevara suficiente dinero en la bolsa y aunque le llevo casi todo lo que poseía, entrego una pequeña propina como un gesto cortesía, aunque no creyó que el hombre se lo mereciera.

-Puede traer mi equipaje por favor? -Dijo con voz tranquila y educada, logrando que el hombre obedeciera sin añadir mas comentarios e Isabela camino delante de el por los anchos escalones de piedra. Por la puerta principal que estaba entre serrada podía escucharse ahora la alegre y exquisita música de violines, la que se ahogaba sin embargo con el ruido de las voces chillonas y las risas groseras y desbordadas.

Pero había poco tiempo para observar detalles. La puerta era abierta y serrada por un reluciente lacayo vestido con la misma librea color vino que los pajes, el abrigo adornado con innumerables botones y bandas de cordones dorados. Llevaba en la cabeza una peluca empolvada, pantalones hasta la rodilla y guantes blancos que parecían quedarle grandes. Estaba parado atento y rígido, el mentón hacia arriba y ojos que miraban sobre la cabeza de isabela quien descubrió que su voz temblaba inesperadamente al decir:

-Deseo ver a la duquesa de Forks.

El lacayo no respondió. otro individuo mas reluciente aun que portaba un bastón de mando, propio de un mayordomo o un sirviente de mayor categoría se aproximo.

-Milady la espera, mademoiselle? - pregunto con un tono que demostraba a las claras sus dudas al respecto.

-Me temo que no -repuso-, pero si le menciona a milady mi nombre se que me recibirá.

-Milady esta ocupada esta tarde -añadió el mayordomo con altivez-. si desea regresar mañana...- dejo de hablar y volteo la vista escandalizado hacia el cochero que subía con dificultad los escalones portando un gastado baúl de cuero sobre la espalda. Observo como el hombre con dificultad lo bajaba, lo estrellaba contra el piso de mármol dando luego un paso hacia adelante.

-Imbécil!- Le espeto en un patois que ha isabela le costo trabajo comprender- Te imaginas que puedes traer esa basura aquí? Sacala de inmediato! Llevátela!

-Hice lo que me ordeno- Replico el cochero de mal humor- "Sube el equipaje"  Dice la dama y es lo que hice.

-Entonces vuélvelo a sacar!- Ordeno el mayordomo lleno de furia-. Obstruye la entrada, interrumpe el paso de los invitados. Crees que toleraremos a gentuza como tu?

El cochero lanzo un juramento que retumbó en todo el vestíbulo.

Isabela dio un paso hacia adelante.

-El hombre obedece mis instrucciones -dijo-; No le hable de ese modo. Tenga la bondad de anunciarme de inmediato a mi tía.


Hubo un momento de estupor.

-Su tía mademoiselle? -La voz del mayordomo ahora era mas baja; Hablaba con incredulidad mezclada con cierto respeto.

-Soy la sobrina de milady. Le informara por favor que he llegado y despedirá al coche? Ya no lo necesito.

El cochero no se hizo repetir la orden.

-A votre service, mademoiselle -Replico llevándose la mano al derecho sombrero y con una mueca se marcho arrastrando los pies hacia su coche.

El mayordomo titubeo.

-Madame tiene una fiesta, como puede ver mademoiselle.

-Como puedo ver y escuchar, pero estoy segura de que cuando le explique por que estoy aquí milady comprenderá.

El mayordomo se dirigió hacia la ancha escalera recubierta por gruesa alfombra que recubría el primer piso, de donde provenía la música. Algunos invitados vestidos con traje de etiqueta, descendían por la escalera a un enorme salón al final del vestíbulo lleno de mesas cubiertas con manteles blancos y servicio de plata.

Isabela se sintió turbada al quedarse sola en el vestíbulo. El mayordomo no le había ofrecido otro sitio para esperar ni le ofreció una silla. El vestíbulo estaba ahora desierto, con la única excepción del rígido lacayo parado en la puerta que se encontraba parcialmente abierta. Pudo parecer valiente al lidiar con la pelea que estuvo a punto de estallar entre el mayordomo y el cochero pero el esfuerzo la hizo latir alterado su corazón y se le secaron los labios.

"-Por que? -se pregunto- no le había enviado una carta a su tía antes de llegar o mando un telegrama? " Sabia la respuesta: No podía permitirse esperar y no tenia dinero para un telegrama.

No había comido desde que salio de Dover una mañana muy temprano por lo que la música y el ruido le hacían sentirse mareada. Temerosa de ser mal recibida en aquella extraña y aterradora casa, se sentó en la orilla del baúl, reparando de pronto en el gastado cuero en las orillas maltratadas. Ella misma después de viajar todo el día, necesitaba con urgencia un buen baño. Hizo lo que pudo para lavarse en el tren, pero los servicios sanitarios eran muy deficientes y no quiso esperar en la estación por temor de perder su baúl cuando lo descargaban del camión de equipaje.

Escogió el fiacre mas corriente y maltratado que encontró, pensando que seria mas barato que un carruaje de alquiler mas barato que un carruaje de alquiler bien equipado.

Arriba se escucharon súbitas risotadas e Isabela interrumpió sus pensamientos para mirar asombrada a una mujer que elegantemente vestida, el desnudo cuello cubierto de diamantes, bajaba a toda prisa levantándose la falda de encajes por encima de los tobillos. La seguían tres hombres jóvenes de almidonadas camisas  blancas y altos cuellos que llevaban los faldones de su traje de etiqueta  oscilando tras ellos, mientras la perseguían. La alcanzaron al pie de la escalera en medio del alboroto de ásperas risas y fuertes protestas casi histéricas.

Era difícil comprender lo que decían, pero Isabela pescó al velo la palabra "escoger", mencionada varias veces por los caballeros, seguida de una respuesta que lo hizo reír aun mas. Finalmente tomándose a la dama en brazos la subieron de nuevo.
Isabela los miro incrédula. No estaba habituada a las costumbres del mundo elegante. El hecho de que un caballero llevara a la dama por los pies y otros dos la sostuvieran por los hombros, le parecía atrevido y hasta escandaloso, estaba tan atenta a lo que sucedía que le sorprendió oír la voz de un hombre que decía:

-Mon Dieu! Quien es esta preciosidad que Rene nos a traído? Levantando la vista vio a dos hombres que la observaban. El que hablo era obviamente francés: Moreno, joven, bien parecido, y sus ojos parecían fijarse en cada detalles de su arrugado vestido negro de algodón y en el sencillo sombrero también negro volteado hacia arriba, en el cual su pelo debido a los azares del viaje escapaba en pequeños rizos.

-Pero si es encantadora!- Dijo el francés, hablando en ingles.

Isabela sintiendo el color que subía a sus mejillas miro al otro hombre, quien decidió, era sin duda ingles. También era apuesto pero había una profunda reserva en su severo casi cínico rostro que la hizo estar segura de que se trataba de un compatriota. Curiosamente algo en esos ojos le hizo bajar los suyos, le pareció que eran despreciativos o, se equivocaría?

-Debe ser una nueva diversión- Dijo el francés dirigiéndose al otro caballero-. No podemos irnos todavía Lord Cullen. Esto será divertido.

-Lo dudo- musito el joven ingles en voz baja y casi lenta- y de cualquier modo mi querido Conde. La fiesta ya ha durado demasiado.

-No, no, se equivoca- replico el conde para sorpresa de Isabela, tomo una mano de ella entre las suyas.

-Vous etes charmante -dijo- Que role jouez-vous?

-Temo, señor, que no le comprendo.

-Veo que es usted inglesa -interrumpió Lord Cullen-. Mi amigo esta ansioso por saber cual es su actuación. El viejo baúl en que esta sentada. Contiene juegos de magia o toca algún instrumento?

Isabella abrió los labios para hablar, pero antes de poder decir nada el francés la interrumpió.

-No, no me diga nada! Déjeme adivinar. Trata de parecer un jeune fille salida de un convento; Se mete al baúl vestida como esta y cuando sale, Pouff!! -beso sus propios dedos en el aire- lleva poco, muy poco puesto y lo que lleva es oro brillante, Estoy en lo cierto? Isabela retira la mano y se puso de pie.

-Debo ser muy tonta -Replico- pero no imagino de que habla. Estoy esperando que le lleven un mensaje a mi tía diciéndole que acabo de llegar inesperadamente

-contuvo la respiración en la ultima palabra y lanzo una mirada implorante, no al conde sino a Lord Cullen.

El conde echo la cabeza hacia atrás y se rió.

-Maravilloso! Magnifico! -dijo- Usted será la comidilla de Paris. Vaya, la visitare mañana. En que otro lugar actuá? En el Mayol? O en el Moulin Rodge? Donde quiera que sea, es usted la chica mas linda que he visto en  mucho tiempo y quiero ser el primero en darle la bienvenida a esta casa.

Puso la mano bajo la barbilla de Isabela y ella noto horrorizada, que estaba a punto de besarla. Alejando la cabeza justo a tiempo, lo empujo con las dos manos y lucho para liberarse de el.

-No,no! -exclamo- Esta usted equivocado. No comprende.

-Es encantadora!. -agrego de nuevo el francés. Indefensa, Isabela se dio cuenta que los brazos de el la rodeaban estrechándola cada vez mas.

-No, no! Por favor escúcheme! - Lo golpeo en vano y se percato por el aliento sobre su  mejilla, que estaba borracho y que al oponerse lo exacerbaba aun mas

-Por favor! Por favor! -grito.

De pronto una calmada voz inglesa dijo.

-Espere un momento Conde. Creo que esta cometiendo un error -para su sorpresa, Isabela se libero cuando Lord Cullen se interpuso entre ella y el francés.

-Hágalo entender- le suplico temblorosa.

Luego sintió que las palabras se apagaban en sus labio y el vestíbulo daba vuelta. Comprendió que iba a desmayarse. Trato de buscar apoyo, sintió el brazo de un hombre a su alrededor, pero esta vez le proporciono una instintiva seguridad al deslizarse en una oscuridad que parecía surgir del suelo y que la rodeaba por completo.

Al despertar, se encontró recostada en el sofá de una habitación desconocida. Estaba sin el sombrero puesto que su cabeza descansaba sobre un montón de cojines de satén. Alguien acerco una copa a sus labios.

-Beba esto -le ordeno una voz.

Tomo un sorbo y se estremeció.

-No tomo alcohol -trato de decir, pero sintió mas cerca la presión del cristal.

-Beba un poco -dijo la misma voz-. Le hará bien.

Obedeció pues no tenia otra alternativa. Cuando el cálido cognac llego a su garganta, se le aclararon los ojos y mirando hacia arriba vio que el ingles le sostenía la copa. Recordaba su nombre: Lord Cullen.

-Lo siento -musito enrojecida de pena al comprender que la había llevado en brazos al sofá.

-Esta usted bien -replico el-. Me imagino que le canso el viaje. Cuando fue la ultima vez que comió?

-Hace mucho. No pude pagar los alimentos del tren y no quise bajarme en ninguna estación.

-Lo supe -añadió Lord Cullen con voz seca. Separando la copa de los labios de Isabela, abrió la puerta y ella lo escucho hablar con alguien afuera. Miro en torno suyo, y supuso que aquella debía ser la sala de estar o la biblioteca que daba al vestíbulo.

Haciendo un esfuerzo se sentó llevándose instintivamente las manos al despeinado cabello.

-No se mueva. He ordenado algo de comer.

-No puedo quedarme aquí -respondió Isabela con voz débil. Debo encontrar a mi tía y explicarle el motivo de mi llegada.

-Es realmente sobrina de la Duquesa? -pregunto Lord Cullen.

-Si, aunque su amigo no me crea. Por que se comportó de una manera tan extraña? supongo que estuvo bromeando.

-Supongo que si. Estas cosas suceden con mucha frecuencia en las fiestas.

-Si por supuesto. -continuo Isabela recordando que había asistido a muy pocas fiestas y en ninguna que los caballeros se emborracharan y que las damas tuvieran que ser subidas acuesta.

-Le hizo saber a su tía que vendría. -pregunto Lord Cullen.

-Me fue imposible, ver.... -se arrepintió de lo que iba a decir y añadió-; Tuve razones para venirme de inmediato. No hubo tiempo de avisarle.

-Me atrevo a decirle que se sorprenderá al verla.

 


(*)Denominación usada en Francia a comienzos de siglo para designar los coches de servicio público.

Capítulo 2: Me atrevo a decirle ...

 
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