Mi jefe, mi amante (+18)

Autor: aNi_cUlLeNpattz
Género: Ciencia Ficción
Fecha Creación: 19/04/2012
Fecha Actualización: 25/04/2012
Finalizado: NO
Votos: 2
Comentarios: 8
Visitas: 17050
Capítulos: 3

Prefacio

¿Quien no ha sentido alguna vez ese deseo tan intenso aun sabiendo que es prohibido? Eso le pasaba a Isabella sabia que lo que sentia por Edward era algo prohibido pero era un deseo que consumia a ambos y no lo podian ignorar.

Ni los personajes ni la historia me pertenecen yo solo juego y adapt.

los invito a mis demas fics

EXCESOS: la llegada y la primera habitación (+18)

http://www.lunanuevameyer.com/sala-cullen?id_relato=2846

Need you now (+18)

http://www.lunanuevameyer.com/sala-cullen?id_relato=1921

Mi jefe, mi amante (+18)

http://www.lunanuevameyer.com/sala-cullen?id_relato=2847

amar una vez (+18)

http://www.lunanuevameyer.com/sala-cullen?id_relato=2858

Y los sueños, sueños son….(+18)

http://www.lunanuevameyer.com/sala-cullen?id_relato=2859


+ Añadir a Favoritos
Leer Comentarios
 


Capítulo 1: un dia de trabajo como cualquiera

one shot

Bella pov.

Nunca pensé que una chica como yo pudiera resultar deseable, por más que me miraba al espejo no lograba concebir la idea de que le resultara deseable a un hombre tan atractivo como lo era mi jefe. Yo me miraba al espejo solo podía ver una chica de veintipocos años, delgaducha, con curvas solo donde debía haber, bajita, con gafas, y un pelolargo de colos chocolate he indomable. 

Como cada mañana me levante para ir a la oficina a trabajar, ocultaba mi figura detrás de un traje negro, e intentaba dominar mi pelo en un moño austero; daba la sensación de ser una rígida institutriz. Sabía que era la única forma de ocultar mi figura.

Cuando caminaba por la calle tenía la seguridad en mi misma de que ningún hombre se fijaría dos veces en una institutriz recia. Así que mi paso era seguro, siempre estaba en un segundo plano. Sabía que mi jefe no me había contratado por mi físico sino por mi coeficiente intelectual, no tenía un hermoso cuerpo pero mi cerebro era el mejor.

Llegue a la recepción de la oficina apenas había nadie y llegaba temprano de modo que me daba tiempo a subir en ascensor. Esperé, cuando el ascensor se abrió me llevé un sorpresa no sabía si decir agradable o no; pero era mi jefe, no sabía cómo responder.

 ─ Buenos días Isabella. —Dijo con voz ronca y un escalofrío recorrió todo mi cuerpo. — ¿Piensas subir?

 ─ Si señor. —Respondí como si su pregunta hubiese sido una orden.

Subí al ascensor junto con él, millones de imágenes lascivas cruzaron por mi mente, mi traicionero cuerpo no respondía a mi cerebro cuando estaba cerca de él. Su aroma a hombre recién duchado con la loción después del afeitado, su perfume mezclado con su aroma personal invadía mis sentidos, mi cerebro ya no tomaba parte en ello, era mi cuerpo el que mandaba. ¿Cómo controlar aquello que estaba sintiendo?

De pronto el ascensor se detuvo, y se me escapo un suave chillido del susto, era lo que faltaba quedarme encerrada con él en un sitio tan estrecho. A veces el destino jugaba malas pasadas o buenas, depende de la forma de pensar de cada uno. La luz se apagó y se encendió la de emergencia.

 ─ ¿Te encuentras bien Isabella?—Preguntó acercándose a mi, tocándome.

 ─ Sí, sí estoy bien. ¿Y usted?—Le pregunté apartándome de él.

 ─ Si estoy bien. —Se acercó a mí lentamente intimidándome, yo camine hacia atras hasta topar con la pared del ascensor. — ¿No crees Isabella que deberías tutearme dado que llevamos tiempo conociéndonos?

 ─ Señor, usted es mi jefe no debo tutearlo bajo ningún concepto.

Estaba nerviosa y se me notaba mucho porque no podía dejar de pasar la lengua por mis labios.

 ─ Sabes que me deseas Isabella y yo te deseo que más puedes pedir.

Tocó mis mejillas con suavidad, mirando mis ojos; en ellos pude ver que me deseaba de verdad que no era mentira, me miraba como un hombre mira a una mujer. Bajo la mirada a mis labios, yo cerré los ojos esperando ansiosa su beso, bajo sus labios a los míos y con una suave beso rozó mis labios, fue algo suave para no intimidarme. Acarició mi espalda y profundizó el beso más aun volviéndolo más sensual y caliente. Mi respiración se alteró en suaves jadeos haciendo que mi pecho subiese y bajase como un fuelle. Él respiraba rápido también por los besos.

 ─ No debemos hacer esto. No está bien. —Dije apartándolo.

 ─ ¿A caso no me deseas Isabella?—Me preguntó tocándome la barbilla para que lo mirase a los ojos.

No sabía que decir, ni donde me iba a meter.

 ─ No puedes mentirme Isabella, noto como responde tu cuerpo eres una mujer pasional, cada vez que te toco reaccionas ante mí desatándote como un volcán a punto de estallar; puedo ver en tu mirada el deseo, en tu respiración agitada.

En ese instante el ascensor se abrió, Apareciendo un técnico. Me aparté de él dejando una distancia respetuosa.

 ─ Disculpen las molestias, pusimos un cartel como que estábamos reparado este ascensor pero por lo visto se ha caído y nadie se molesto en volverlo a poner.

Salí corriendo a mi mesa de trabajo, no podía estar cerca de ese hombre mucho tiempo o mi traicionero cuerpo volvería a mandar sobre mi cerebro.

Espera que aquel percance no volviera a ocurrir, pues estaba empezando a sentir cosas extrañas desde hacía tiempo. Me fascinaba él, como hombre, su forma de ser. Era elegante, educado, respetuoso y en ningún momento había tenido una conversación desagradable conmigo o una voz más alta que otra. Siempre me había respetado y me había tratado como una igual. Pero el hecho de que era realmente atractivo le añadía un plus. No soy una mujer que me decante por el físico. Eso solo es una fachada que con los años puede cambiar, pero los sentimientos no cambian nunca. Pero debía de reconocer que aquel hombre era tan atractivo como un adonis. Alto debía de medir el metro noventa y cinco por lo menos, cuerpo atlético, piel blanca, una mata de pelo castaño sedoso que me daban ganas de acariciar una y otra vez; muchas veces me había descubierto a mí misma mirándolo con fijeza con ganas de tocarlo; sus ojos color verde esmeralda, astutos, siempre estaba serio pero cuando sonreía parecía más hermoso aun.

Necesitaba concentrarme en mi trabajo y dejar de pensar en él. Solté el bolso y la chaqueta, encendí el ordenador. Cuando me disponía a redactar una carta pasó mi jefe a su oficina y me miró.

 ─ Isabella pasa a mi despacho por favor necesito que tomes nota.

 ─ Si señor. —Respondí como siempre.

La oficina era grande pero a medida que me acercaba a su mesa parecía hacerse más pequeña, todo era más reducido.

Cerró la puerta cuando pasé junto a él. Se puso delante y me miró a los ojos.

 ─ Ahora estamos en horario de trabajo y aquí soy tu jefe pero ten por cuenta de que cuando se termine tú horario laboral hablaremos de nosotros.

 ─ Señor creo que se está tomando muchas libertades, entre nosotros nunca ha habido nada, ni lo habrá. —Le respondí con altivez, aunque me moría de ganas porque pasara algo.

 ─ Me deseas no lo puedes negar, y pronto serás mía, no es una orden, ni acoso, tú vendrás porque lo deseas.

Me aguante las ganas de tirarme sobre su cuello, besarlo y rogarle que me hiciera suya. Salí del despacho con la altivez de una reina y me fui a mi mesa a trabajar. No pude sacarme a ese hombre de la cabeza en toda la tarde, hacía las cosas automáticamente. Llegó las ocho de la tarde, se supone que debería irme, pero ese día me quedaría un poco más para terminar lo que me quedaba. La puerta de la oficina de mi jefe se abrió y salió él con su cartera y su chaqueta en las manos.

 ─ Hasta mañana Isabella. —Me dijo, había un brillo perverso en sus ojos, pero mi suerte era que se iba que esa charla se quedaba en el olvido.

Cuando terminé eran casi las once de la noche, no había nadie en la oficina todos se habían marchado solo quedaba el guardia de seguridad y las limpiadoras. Recogí mi bolso y me puse la chaqueta, me giré y me tope con un muro duro, caliente; se me escapó un grito de sorpresa pero fue amortiguado por la mano que tenía sobre la boca, abrí los ojos desmesuradamente cuando vi quien era.

 ─ Shh Isabella, soy yo.

Me separé de él, poniendo espacio para lograr pensar.

 ─ Dios, que susto me ha dado.

 ─ Dije que tendríamos esa conversación y pienso cumplir mi palabra.

 ─ Mire señor esto es una tontería, olvidémoslo yo me iré a mi casa y fingiré que nada de esto pasó, usted seguirá con su vida y yo con la mía. –Le dije apartándome más aun.

 ─ Llámame Edward y tutéame.

Se acercó a mí, yo ya no tenía fuerzas para apartarme el deseo que sentía era tan grande que apenas podía decir que no. Él era el único que me hacía sentir así. Por una vez me dejé  llevar, sabía que no estaba bien pero lo iba a hacer.

“Edward” su nombre me sonaba a gloria. Me agarro de las caderas, yo ya no retrocedí más me quedé donde estaba.

Me agarró por la cintura y me besó con suavidad, despacio un beso hecho para excitar. Me apoyé sobre su cuerpo, como dándole a entender que podía seguir.

 ─ Amor, si quieres que paré, pídemelo. —Me dijo mirándome a los ojos.

 ─ No Edward. —Susurre con voz ronca. –No pares, ahora no y dime Bella.

Le escuché gemir cuando pronuncie su nombre, eso me dio más fuerzas para saber que Edward me deseaba de verdad.

 ─ No sabes cuánto tiempo llevo esperando este momento, siempre te miré como algo inalcanzable, tú, siempre tan hermosa. Solo deseaba arrancarte esta ropa oscura que no te favorece nada, descubrir tus curvas, tu cuerpo, deshacerte ese moño tan recatado. Ver la pantera que escondes debajo de ese aspecto austero.

Me sonrojé antes sus palabras, solo tome sus mejillas y lo besé como siempre había deseado hacerlo, con un beso de película. Agarró mis caderas con suavidad, llevó las manos a mi trasero y empezó a masajeármelo, haciendo que su entrepierna se rozara con mi pubis en una caliente, dulce danza erótica. Le quité la chaqueta y la corbata, desabotonando los primeros botones de la camisa. Me quitó la chaqueta y la camisa dejándome con el sostén, con un diestro movimiento soltó mi pelo y me quitó las gafas.

 ─ Hermosa. —Susurro junto a mis labios, sellando sus palabras con un beso.

Besándome caminamos hasta un sofá que tenía en su oficina me tumbó delicadamente como si fuera la belleza más delicada. No podía esperar mucho más para sentirlo entre mis brazos, así que como una gata salvaje me lancé sobre él; le arranque la camisa a tirones los pocos botones que quedaban salieron disparados. Era el hombre más hermoso que jamás visto, toqué su torso ancho y musculoso y lo observé como si fuera la maravilla más preciada del mundo. Había deseado hacer aquello tantas veces que me parecía un sueño más.

 ─ Eres hermoso. –Susurré, no sé cómo pero se me escapó.

Apenas me di cuenta de lo que estaba pasando estaba como drogada por la pasión. Me besaba con sensualidad, besos hechos para excitar, jugaba con mi lengua haciendo que una espiral de sensaciones recorriera mi cuerpo buscando el suyo para que ambos se unieran en el calor del deseo. Arrancó mi sostén mientras besaba mi cuello con pequeños mordiscos de amor, acarició mis pechos pellizcando mis pezones haciéndome gemir, pidiéndole más y más. Besó mis pechos, mordisqueo mis pezones con la pericia de un gran amante, una dulce locura me invadía por momentos; jamás había sentido aquel éxtasis tan bueno con un hombre. Me quitó la falda poco a poco, despacio; empezó a acariciarme por encima de las braguitas, nunca había probado nada tan exquisito, ni siquiera cuando lo hice con mi primer chico. Ningún hombre me había sabido tocar como lo hacia él en aquel momento. No sabía cómo pero mis braguitas habían desaparecido, estaba completamente desnuda ante él; abrió mis piernas, separó con delicadeza mis labios vaginales y mirándome a los ojos oscuros, brillantes por el deseo, pasó la lengua muy despacio por mi clítoris. Aquel toque tan bueno y excitante me hizo elevar las caderas en busca de más. Volvió a repetir la acción pero con lametazos más rápidos, yo  ya no gemía, jadeaba. Estaba tan mojada que me resbalaba en el sofá. Ya no podía aguantar mucho más necesitaba que penetrara ya en mí. Pero también podría divertirme un poco yo haciéndole sufrir un poco de placer.

 ─ Ahora es mi turno. –Le dije con voz ronca, mirándolo como una gatita traviesa.

Lo tumbé en el sofá y le mordí el cuello, lamiendo luego la zona mordida, bajé por su torso besándole suave despacio hasta llegar a sus pezones, los mordisquee pasándole la lengua luego, hasta dejárselos duros. Lo escuchaba respirar fuerte y mi deseo aumentaba, el ritmo de mi corazón se aceleraba cada vez más rápido. Con besos húmedos y cálidos bajé hasta rodear su ombligo con mi lengua lamiendo cada poro de su piel. Desaté el cinturón y le quité el pantalón dejándolo totalmente desnudo y expuesto a mi mirada. Mirándolo a los ojos lo masturbe despacio me aguanto la mirada como un desafío caliente, pasé la lengua por su glande con un lametazo lento, entonces él hecho la cabeza hacia atrás dejando escapar un ronco gemido. Me sentía sensual poderosa como una diosa. Seguí con mi tortura placentera, tome su miembro y lo lamia como si fuera el más dulce de los helados, él levantaba las caderas como si quisiera introducirse más y más en mi boca.

 ─ Dios mío Bella, eres toda una sorpresa quien pensaría que eres toda una gata salvaje.  –Dijo acariciando mis cabellos.

Me agarró de mis manos y me hizo ponerme sobre él, hizo que me penetrase y lo cabalgase, cuando lo sentí entrar fue un dulce tormento desesperante que ansiaba mucho más. Moví mis caderas en círculos primero suave, a medida que nuestras respiraciones aumentaban también lo hacía mis movimientos. Moví las caderas más rápido, él besaba mis pechos, acariciaba mi trasero con glotonería. Ambos jadeábamos en un esfuerzo por respirar en la pasión que nos consumía hasta reducirnos a cenizas. Noté como mi orgasmo llegaba tan fuerte como nunca lo había sido, apreté la vagina con los espasmos del orgasmo alrededor del miembro de él echando mi cabeza hacia atrás mientras una espiral de sensaciones subía por mi cuerpo haciéndome gritar, él llegaba al orgasmo dándome la visión más bella que jamás había visto en un hombre, echo la cabeza hacia atrás de placer gritando y subiendo las caderas como si quisiese entrar mucho más en mí. Caí exhausta sobre su pecho, besando donde quedaba su corazón.

 ─ Nunca me había sentido tan bien, gracias por este momento tan feliz que me diste. —Le dije.

Acarició mi pelo besándome.

 

continuara...................

Capítulo 2: Solo quería decirte que eres el único para mi

 


 


 
14439600 visitas C C L - Web no oficial de la saga Crepúsculo. Esta obra está bajo licencia de Creative Commons -
 10757 usuarios