Un Verano En Paris.

Autor: Nataliarendon2121
Género: Romance
Fecha Creación: 21/01/2013
Fecha Actualización: 07/03/2014
Finalizado: SI
Votos: 13
Comentarios: 53
Visitas: 38761
Capítulos: 24

Tras la muerte de su madre, Isabella no encuentra otra solución que pedir ayuda al único familiar que tiene. Su tía, Rene -como le dicen de cariño- es un duquesa viuda. Su tía reside en París desde su juventud.

 

Entre el glamour y las fiesta de principios del siglo XX; Isabella, es cortejada por El ilustre Jasper Whitlock... pero no con buenas intenciones....

 

Isabella se ve envuelta en un drama de amor y espionaje, intrigas y malas decisiones.

 

Los personaje pertenecen a Stephenie Meyer.   = )

 


Estos son mis otros fics:

 


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Capítulo 23: Isabella se paso la noche llorando. . .

Hola niñas, no tengo perdon lo se. Pero ya saque tiempo y aqui esta la actualizacion. Solo queda un capitulo.

Gracias por esperarme. Besos.


 

Isabella se paso la noche llorando. Después que llevo a la duquesa a la suite que compartían en el hotel, su tía se derrumbo por completo y tubo que desvestirla y meterla en la cama. A causa de la champaña que bebió y a la impresión sufrida cuando lo perdió todo a las cartas, era ya incapaz de articular palabra.


Isabella hizo su trabajo sin decir nada y luego se retiro a su habitación y serró la puerta. Vio el pequeño estuche de terciopelo y recordó hombre de dientes amarillos y espejuelos, por curiosidad lo destapo para encontrar un joya y una nota.

Después de desvestirse y descorre las cortinas para ver el mar, las lágrimas rodaron por su rostro y lloro con el abandono de una niña.

Lloraba, se dijo, por la desesperada citación en que se encontraba ahora su tía, por el miedo al futuro y las desastrosas circunstancias que de todo derivaban. Pero en el fondo de su alma suspiraba por aquel amor que resulto tan breve; un amor que le fue arrebatado cuando apenas abrió los brazos para recibirlo.

Aun desde las profundidades de su desesperación, podía revivir aquel maravilloso momento en que amo y creyó ser amada, cuando el mundo entero le pareció sumergido en una luz áurea por que supuso que los sentimientos de Lord Cullen eran tan profundos como los de ella.

"Tonta! Tonta!", se repetía, odiándose por ser tan ingenua y por su falta de experiencia; pero ni aun así lograba calmar el doloroso vació de su alma y al pensar en ello, llegaba a enfermase físicamente.

Lloro durante horas, pero se recobro después. Solo ella podía ayudar a su tía, y debía hacer planes al efecto.

Isabella, al escuchar las confidencias de su tía, había sentido surgir dentro de si la madures de una mujer adulta. Y ahora, aquel débil, dependiente criatura de antes, se convertía en un ser lleno de firmeza y decisión.

Se aparto de la ventana. Huyo de la romántica belleza del mar y en su lugar, camino por la mullida alfombra de un lado a otro de la habitación.

Tenia que hacer algo, y de prisa! Calculo mentalmente a cuanto ascendería el capital que a ambas les restaba; los pocos diamantes que aun conservaba su tía en el estuche, barios broches, un par de aretes, y uno o dos anillos. Obtendría algo por ellos, aunque mucho menos que su verdadero valor. Todo Montecarlo conocería ahora el gesto atrevido de su tía al arrojar el collar de diamantes a la mesa de juego, y con la astucia de un lobo al oler sangre, percibirían que algo andaba mal en las finanzas de la duquesa pues, de lo contrario, habría tratado de conseguir dinero para continuar jugando en forma menos espectacular.

 

A la mañana siguiente, el gerente haría indagaciones. Mañana, tal vez, circulará el rumor de lo ocurrido en París, en cuyo caso les pedirían que se marcharan.

Pensó en todas las cosas que tía Rene dejo atrás; las magnificas pinturas que colgaban de las paredes de la Casa Forks, el mobiliario, los floreros de Sevres, la colección de cajas de rape de oro y piedras preciosas en el pequeño recibidor, el juego de tocador de oro y diamantes en la habitación de su tía. Todo valdría sin duda miles de francos y quizás ahora ya había sido confiscado por el gobierno francés, sin posibilidad de recuperarlo.

Recordó sin proponérselo la estola de chinchila, y a pesar de que desconocía su valor, se alegro de que no la hubiera traído, pues era un símbolo de la traición. Tal vez la duquesa tomara las cosas a la ligera, pero ella nunca había podido volver a mirarla sin sentir repugnancia.

Lo único que quedaba, aparte de las joyas, eran sus vestidos y las mantas siberianas. Ignoraba cuanto valían, pero tenia la certeza de que obtendría poco por ellos por ser ropa de segunda mano. Las actrices o las prostitutas de baja categoría no disponían de los medios para pagar una suma adecuada por los modelos de Brandon, Y quien mas estaría dispuesta a degradarse usando la ropa de la duquesa?  En cuanto a la mujeres pobres, las gasas, los encajes, los brocados y los vestidos de noche bordados les serian tan útiles como una escoba para alfombras en el desierto.

Que podría hacer entonces?

Se cubrió la cara con las manos y le pareció escuchar la voz de Lord Cullen diciéndole que la protegería y la cuidaría. Si tan solo el estuviera aquí, pensó, pero desde luego odio su debilidad.

Apenas despunto el día, se vistió y se dirigió a la oficina de embarques. Un policía le tubo que indicar el lugar exacto y tubo que esperar largo rato hasta que un hombre de edad mediana, con la cara sin rasurar, abrió la puerta.

El empleado fue muy amable con ella, hasta que comprendió que Isabela solicitaba informes sobre el costo mas bajo para embarcarse a Inglaterra. Entonces se comporto con atrevimiento y descortesía y termino invitándola a cenar. A pesar de tal impertinencia, ella se las arreglo para informarse de que "La Golondrina", un pequeño y antiguo barco de carga, zarpaba a la mañana siguiente. Llevará seis pasajeros y aunque no pudo evitar el sobresalto al pensar en las incomodidades a las que estaría sometida su tía, se dijo que era un desatino reservar pasaje en un barco caro, y agotar por completo los escasos fondos que les quedaban.

Reservo la cabina y le indico al empleado que le traía el dinero esa misma mañana, un poco mas tarde.

-Confiare en usted -dijo el mirándola de soslayo-, hasta que me diga donde nos veremos esta noche.

-Tendrá que averiguarlo y se lo haré saber -repuso ella.
Era inútil pelear con el y por otro lado, el perder el barco significaba una espera de tres o cuatro días.

No podían quedarse mas tiempo en Montecarlo, no solo por la falta de medios, sino porque no era posible confiar en que su tía no jugara mas, teniendo el casino tan cerca.

Regreso deprisa al hotel. La duquesa dormía aun. Se sentó en la lujosa sala. Sintió hambre, pero temió tocar el timbre por no gastar dinero que no poseían. Recordó la nota y la joya y se apuro para esconderla la nota solo contenía una invitación para compañía durante la cena del día siguiente en el restaurante del hotel, rápidamente la tiro a la chimenea sin preocuparse por mirar el nombre del individuo.

Las horas pasaron interminables y tía Rene no despertó hasta el mediodía. Estaba en un estado deplorable a causa de la jaqueca y se le veía pálida y avejentada.

Isabella le dio las inevitables píldoras, pero negó con la cabeza cuando ella le pidió coñac.

-No podemos realizar ese gasto, tía Rene.
La duquesa iba a empezar a protestar cuando recordó lo ocurrido la noche anterior.

-Mi . . . collar -tartamudeo-, mi collar de . . . diamantes.
Se coloco una mano sobre la garganta como si por algún milagro pudiera restituirlo en su cuello.

-Como pude hacerlo? Oh Isabella! Como pude hacerlo? -se lamento.

-Temo que perdiste todo, tía Rene. -Le dijo con suavidad-. No nos queda nada, nada.

-Mis joyas, aun las tenemos -dijo la Duquesa con un tono de esperanza en la voz.

-No son muchas. Tía Rene, escúchame. Debemos ir a Inglaterra. No podemos permanecer aquí, no tienes los recursos. Aun dudo que tengamos lo suficiente para pagar la cuenta del hotel.

Tía Rene comenzó a quejarse y después se dejo caer sobre los cojines.

-Sioba debió recibir mi telegrama ayer en la noche, o a mas tardar esta mañana -dijo al fin.

-Tal vez no esta en Alemania y aunque así fuera, no hay una razón para pensar que estará en su casa en Rusia.

-No, desde luego. Tendremos que esperar uno o dos días.

Seguiré telegrafiando. El estará aquí para el fin de semana.

-Tía Rene, no podemos arriesgarnos. No podemos seguir endeudándonos. Piensa en lo que cuesta la suite.

Hizo una pausa para observar el efecto que producía sus palabras y agrego.

-En Inglaterra seria fácil vivir con sencillez y yo conseguiría algún trabajo. Podrías visitar a tus antiguas amistades. Con seguridad tienes amigos en Inglaterra.

-No iré a Inglaterra, ni a ningún otro sitio, hasta que hable con el Barón. -Declaro la Duquesa con sorprendente firmeza-. Me escribirá, lo se. No estés tan desanimada Isabella. No lo comprendes? El me ama. Vendrá a mi en cuanto sepa donde me encuentro.

Isabella suspiro. Hubiera deseado compartir la opinión de su tía pero, conociendo al Barón presentía que, en alguna forma, el trataría de librarse de su responsabilidad. Tenia la seguridad de que en el caso de que la ayudara, no lo aria con la cantidad suficiente para proporcionarle las comodidades a que ella estaba acostumbrada.

-Seria mucho mejor que partiéramos a Inglaterra -musito-. El Barón podrá visitarte aya con la misma facilidad que aquí. En realidad, esta mas cerca! Manan por la mañana, zarpara un barco. Tía Rene, considere que si lo tomábamos, al menos evitaríamos la enorme cuenta que ya debemos.

La duquesa la miro.

-Quieres decir que temes verme cerca del casino? Quizá tienes razón. Creo que enloquezco un poco cuando empiezo a jugar.

Siempre estoy plenamente segura de que la próxima vez ganare. Oh mi collar, mi hermoso collar!

Isabella no sabia ya que decir, pero estaba decidida a persuadir a su tía a partir.

-Creo que debemos vestirnos para salir a comer algo -le dijo persuasiva-. Debe haber algún sitio barato en la ciudad. No podemos darnos el lujo de comer aquí. Ayer vi. la cuenta que firmaste. El costo del almuerzo y de la cena nos alcanzaría para vivir una semana en Inglaterra.

-No deseo comer nada -contesto la duquesa de mal humor.

-Creo que te sentirás mejor, aunque solo tomes café -respondió Isabella.

-Entonces toca el timbre . . - empezó a decir la duquesa y al ver la expresión de Isabella se detuvo-. Esta bien -admitió-, caminaremos por la ciudad en busca de algún inmundo cafesucho. Jamás me había visto obligada a hacer una cosa así!
Isabela olvido comentar que había recibido una invitación a comer junto con el despampanante collar que su querida tía perdido la noche anterior. Al final de un largo debate decidió guardar el secreto por unos días y guardar la valiosa joya en caso de que necesitasen el dinero.

Mientras la ayudo a vestirse, comprendía el sufrimiento de la duquesa. La ayudo a vestirse con una de las elegantes y costosas creaciones de Brandon y cuando estuvieron listas, pensó que sin duda parecían unas millonarias, no dos pobres mujeres que solo poseían unos cuantos diamantes para no morirse de hambre.

-Tráeme el broche de diamantes -dijo la duquesa-. Veremos cuanto nos puede dar uno de los joyeros de la calle principal -vacilo y después continuo-. Tal vez sea imprudente volver con Mounsieur Jacques, no crees?

-Lo considere antes -repuso Isabella-. Creo que no debemos permitir que en el hotel, o cualquier otro sitio, se enteren del verdadero estado de nuestras finanzas.

-A pesar de que me conocen hace mucho tiempo, sospecho que tienes razón. No hay sentimientos en Montecarlo cuando de dinero se trata. Han tenido demasiadas deudas, demasiadas quiebras, demasiados suicidios. Los he escuchado hablar y jamás oí una palabra amistosa o comprensiva hacia quienes perdieron todo su dinero en las mesas de juego.

-Eso imagine. Vamos tía Rene, quizá nos sentiremos mejor cuando hayamos comido algo.

La duquesa uso los cosméticos de costumbre para ocultar las marcas de tristeza y desilusión de su rostro y cuando llegaron al vestíbulo del hotel, Isabella se sorprendió de ver como se las ingeniaba para controlarse y sonreírle a los empleados que le dieron los buenos días. Saludo con un inclinación de cabeza y el agito la mano al verla cruzar la puerta giratoria y bajar los escalones hacia el soleado día.

-No son otra cosa que chacales -le dijo a Isabella-. Si supiera la verdad estarían arrancándonos la carne de los huesos.

-Lo se -musito Isabella con tristeza. Le parecía estar tomando parte de una mala obra de teatro. Me pregunto que harías tu, tía Rene, si te dijera de aquel desagradable hombre y del collar. pensó Isabella.

Atravesó los jardines con su tía, llenos de policromas flores y del susurro de los pequeños arroyos plateados. Las hojas de las palmas crujían bajo la tenue brisa marina. Hacia mucho calor y la duquesa jadeaba un poco cuando llegaron a la calle principal de los comercios.

Encontraron un cafetín y tomaron café y panecillos recién horneados. La duquesa contemplaba con añoranza la botella detrás del bar, pero haciendo un tremendo esfuerzo que Isabela pudo apreciar, se abstuvo de pedir una copa.

-Debo tener aquí algunos amigos que podrían invitarnos a cenar -dijo-. No hay nadie interesante en el hotel de Paris, pero puede haberlo en el Splendide, o en el Alexander. Le diré al portero que llame por teléfono, explicándole que estoy tratando de organizar una cena; sin duda lo entenderá.

-Aun creo que debemos partir mañana -repuso Isabella.
Vio como su tía oprimía los labios, pero agrego:

-El barco no saldrá hasta mañana por la tarde. Podemos hacer un pacto? Si no recibes noticias del Barón por la mañana, le enviaras un telegrama diciéndole que nos fuimos a Inglaterra?

Tía Rene se coloco los guantes.

-Lo pensare -dijo con frialdad-. Supón que llega cuando ya nos hallamos ido. Y también que tus amigos en Paris, Lord Cullen y el señor Witlock han reportado a Inglaterra lo que saben.

Que ocurriría entonces?

Isabella se sobresalto.

-No había pensado en eso -respondió.

-Inglaterra y Francia son como uña y carne contra los Alemanes -dijo su tía cortante-. Devi imaginar que los secretos diplomáticos se intercambian. Por todo eso, Isabella, el ir a Inglaterra no es una idea tan brillante como piensas.

-En ese caso, donde iremos? -pregunto Isabella desesperada.

-Yo pienso en el presente; será mejor permanecer aquí.

-Pero tía Rene, debes comprender que no podemos pagar la estancia en el hotel Paris. Solamente la suite nos cuesta cada día mas de lo que podríamos gastar durante quince días o un mes en Inglaterra; debemos ser razonables.

-Querida niña, te pareces mucho a tu madre -dijo la Duquesa condescendiente-. Siempre se preocupo por bagatelas. Algo ocurrirá, siempre sucede así. Ahora, regresemos al hotel y pidamos al portero que llame para averiguar quien se hospeda en este lugar. Conocí a un anciano que tenia una villa, cruzando la frontera Italiana. Me pregunto si todavía vivirá.

La duquesa pidió la cuenta y dejo una propina exorbitante al camarero, agradecido, solo atino a murmurar incoherencias.

Cuando la duquesa salio, dejo tras si una estela de perfume fino.

Isabella le siguió sintiéndose miserable y con la temible convicción de que si su tía se enterase que ya tenia invitación a cenar, no duraría en aceptarla aun y cuando a Isabella le desagradase la idea.

-Q Haremos acerca del joyero? -pregunto.

-Te diré lo que vamos a hacer. Regresares al hotel y después puedes escabullirte de nuevo para ir al joyero por tu cuenta.

Considero, querida, que resultaría indiscreto que yo misma lleve mis propias joyas Estoy segura de que comprenderás.

Isabella entendía demasiado bien; la duquesa trataba de evadir lo que le molestaba. Pero no tenia objeto discutir y cuando su tía detuvo un carruaje de alquiler para que las llevara al hotel, ni siquiera protesto.

-En verdad no podía dar un paso mas -le explico-. Fue poco considerado de tu parte, Isabella, el llevarme hasta esa colina con tanta premura. Mis médicos siempre dijeron que debo tener cuidado con el corazón. Además, hace demasiado calor para caminar.

-Hay que pagar el carruaje -murmuro Isabella.

-Lo pagara el hotel.

Hicieron el regreso en silencio. Isabela hubiera deseado disfrutar del sol y de las flores y del azul del mar, que se vislumbraba al otro lado de la gran roca donde se levantaba el palacio del príncipe de Mónaco, pero le era difícil pensar en otra cosa que su caída así un abismo sin fondo.

El carruaje se detuvo frente al hotel de Paris. La duquesa se preparaba para decender cuando, a través de as puertas giratorias, salio un hombre acompañado de una hermosa mujer cuyo sombrero de plumas se agitaba con la brisa.
Isabella fue la primera en reconocer al Barón y después la duquesa lo vio al llegar a la acera y mirar hacia arriba.

Lanzo un pequeño grito de desenfrenado jubilo.

-Sioba!

Parecía como si le costara trabajo pronunciar el nombre. Se le ilumino el rostro y avanzo impulsiva hacia el, con las manos extendidas.

El barón se detuvo, mirando a ambas. Llevaba puesto el uniforme y se cubría la cabeza calva con el casco puntiagudo.

Se llevo una mano hacia el monóculo, colocándoselo en el ojo.

-Sioba! -grito la duquesa de nuevo.

 

Continuara. . . 

 

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Capítulo 22: Lo peor ya había pasado. . . Capítulo 24: -Sioba! -grito la duquesa de nuevo.

 
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