EL ESCLAVO DEL PLACER.....(+18)

Autor: Monche_T
Género: + 18
Fecha Creación: 06/01/2013
Fecha Actualización: 26/09/2013
Finalizado: SI
Votos: 18
Comentarios: 123
Visitas: 69736
Capítulos: 25

"FINALIZADO"

 

Cuando la anticuaria de Santa Fe Isabella Swan  fue curiosamente dirigida a comprar un abollado joyero, nunca hubiera imaginado que este contendría su propio y personal esclavo para el amor. Especialmente el alto, oscuro, pecaminoso y guapo Edward (un hombre difícil de resistir, decidido a cumplir todos sus deseos). Aunque Edward era un pícaro tanto en la batalla como en el dormitorio, hacer el amor a Bella no se parece a nada qué haya conocido. Sin embargo, revelar la verdad de su corazón podría romper el hechizo de siglos de antigüedad y separarlos para siempre. Y Edward haría lo que fuese por quedarse como amante de Bella..… aún siendo un esclavo por toda la eternidad.

 

Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer y la historia es una adaptacion del libro "The pleasure Slave" de Gena Showalter.

 

Mi otra historia: "No me olvides" http://www.lunanuevameyer.com/sala-cullen?id_relato=3552

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Capítulo 1: EL HECHIZO.

Imperia

La Quinta Estación......hace cientos de años

 

—Te deseo otra vez, Edward.

Las olas se estrellaban contra las sobresalientes rocas, besadas con el rítmico balanceo del mar, y los rayos de la luna se filtraron a través de las arqueadas ventanas. El olor dulce a gartina y elsment llenaban la cámara, un signo palpable de magia que pocos podían comprender o incluso reconocer.

Tanya se inclinó desnuda contra el marco de la ventana, el lugar exacto donde su amante la había tomado hacía unos momentos. Cuando él falló en responder a sus palabras, ella, de manera seductora, arqueó su espalda y deslizó una mano sobre su liso y plano estómago.

— Te deseo otra vez, Edward, —repitió ella, con un borde ronco en sus palabras. Su cuerpo todavía cantureaba por su toque, pero ella necesitaba más de él. Ella siempre necesitaba más de él.

Su oscuro pelo colgó en salvaje desorden sobre sus hombros, mientras él sujetaba sus negros drocs de guerrero alrededor de su cintura. Él la miró divertido.

—Sabes que debo irme, nixa.

—¿Por qué? —molesta, Tanya abandonó su relajada postura y se acercó airadamente a la cama. Ella no se molestó en cubrirse con la blanca y sedosa sábana, sino que dejó sus opulentos y grandes pechos desnudos a la vista.

—¿Por qué me niegas el placer de tu toque?

Él cerró la distancia entre ellos y se tumbó sobre la cama, a pocos centímetros de su alcance.

—Sabes que debo viajar a palacio para la instrucción del Gran Lord Challann. Se avecina una rebelión en Gillirad.

—Pero yo...

—No puedo desobedecer una orden directa de mi rey. Eso también lo sabes.

Sus cejas se fruncieron con irritación. Edward actuaba como si su desnudez ya no lo tentara.

Quizás no lo hacía.

Zarcillos de furia danzaron a lo largo de su columna. Antes ella había besado y lamido un camino descendente por todo su cuerpo y lo había tomado profundamente en su boca, algo que nunca había hecho por ningún otro hombre. Cuando ella terminó, él se había deslizado en su interior, bombeando y empujando eróticamente, dándole un éxtasis tan completo que ella había implorado por compasión. Pero él había bostezado. ¡Bostezado!

Sus puños se apretaron tan fuertemente que sus nudillos se pusieron blancos, y sus largas y ovaladas uñas se clavaron en sus palmas, cortando profundamente la piel. Le había dado a Edward todo lo que tenía para dar, y aún así ella, una sacerdotisa del Druinn, había fallado en satisfacerlo. Y debido a su fracaso, pronto sería desechada como un pedazo de carne sin valor.

Aquella imagen quemó en su mente, y le impulsó a hacerle daño, a destruirlo de algún modo, como él hacía con ella. Durante ocho ciclos él había venido a su cama, dándole un placer incomparable, y durante cada una de aquellas ocho noches, él la había abandonado después, sola en el enorme vacío de su cama, desesperada por más de él. Muriendo por más de él.

Debe sufrir como yo sufro, pensó ella. Pero…

La necesidad de su afecto surgió como un vehemente dolor que ella no pudo ignorar, y se encontró extendiendo la mano, agarrando su musculoso antebrazo. Incluso ahora, con sus rasgos tensos y la expresión molesta, él exudaba el erotismo y la sensualidad de un hombre que existía sólo para el placer de su mujer. Ella quería, necesitaba, ser la que obtuviera su devoción eterna. Quizás entonces el constante vacío de su corazón se llenaría.

—Unámonos —dijo ella, sus palabras surgieron como un soplo etéreo de aliento—. Une tu vida conmigo y te daré más placer carnal del que ninguna otra mujer pueda darte.

Él ni siquiera lo pensó.

—Riquezas. Te daré más riquezas de las que puedas imaginar. —Con un rápido y desesperado movimiento de muñeca, ella agarró el largo pelo negro que le caía sobre un hombro—. Incluso, si lo deseas, un planeta propio para gobernar.

—Tanya, —Edward la regañó suavemente. Mirándola, él holgazaneó sobre la cama y apoyó su peso sobre un codo—. Sería mejor que recordaras las palabras que te dije antes de que aceptara ser tu amante. Te dije que nunca podría ser más que un entretenimiento pasajero para ti.

—Sí, lo recuerdo, —admitió ella a través de los dientes apretados. Pero eso no la había detenido para poseerlo. Una mirada a la perfección masculina de Edward, al modo en que sus pálidos ojos violetas prometían la pasión indecible, a la forma en que su duro y musculoso cuerpo se movía con gracia nervuda, y ella había estado perdida. Perdida como si su mente y corazón fueran entidades separadas.

—Nada ha cambiado, —dijo él. Con un toque tan apacible como su tono, acarició con el dedo su mejilla—. Y nunca lo hará. Tú eres una Druinn, y atarte permanentemente a un mortal está prohibido. Lo siento.

Otra vez, la furia ardió en ella, caliente y hambrienta. Nadie la trataba de esa forma. Nadie

—Sólo te daré una oportunidad más para que me unas a ti.

Él se puso de pie, pronunciando una ronca risita que por lo general hacía que temblara de placer. Ahora el sonido sólo enardeció su cólera.

—¿O qué, nixa? ¿Hervirás mis globos oculares en agua? ¿Dejarás mi virilidad flácida para siempre?

—Ah, no, mi buen guerrero. Haré algo mucho, mucho peor.

Sin afectarle en absoluto su siniestra advertencia, él levantó su brillante y plateada espada que estaba apoyada contra la pared y la enganchó a la funda metálica de su cinturón. Se inclinó y le dio un rápido beso en la mejilla.

—Tal vez más tarde nos deshagamos de esta energía que pareces abrigar, ¿¡um!?

Sin esperar una respuesta, él giró sobre sus talones y se dirigió a zancadas hacía la puerta.

—Por encima de todas las cosas, tú deseas a las mujeres, Edward —dijo ella—, y ahora te haré su esclavo. —Frunciendo el ceño, ella agarró con rapidez el joyero de baratijas que él le había regalado hacía apenas unas horas y se lo lanzó. Este pasó justo al lado de su oreja y se estrelló en el suelo, ileso. Ella saltó sobre él.

—Te haré mi esclavo.

Edward la hizo girar y la afrontó. Su expresión ya no reflejaba confianza sino incredulidad y, sólo un poco, de miedo.

—¿Qué haces, Tanya?

Una especie de excitación se reunió entre sus piernas, ya que ella había hecho que este poderoso guerrero se asustara.

—Nadie me rechaza, —le dijo ella, con su glorioso y desnudo cuerpo tenso, con la furia y la indignación como único paño—. Y tú, mi hermoso mortal, pagarás por hacerlo.

—Los mortales juraron que nunca destruirían el Cristal Kyi-en-Tra de tu gente, y a cambio el Druinn juró que nunca usarían sus poderes contra nosotros. Tú misma estuviste de acuerdo a eso. Si rompes tu juramento romperás la Alianza entre nuestra gente y la guerra estallará. Honrarás tu palabra. Nada de brujería. Lo prohíbo.

—¿Tú, un mortal? ¿Prohibirme? Creo que no. —Ella se rió, pero el sonido careció de humor—. ¿Cómo descubrirá alguna vez tu Gran Lord lo que te he hecho, si tú no puedes decírselo?

—Tanya...

—Ruégame que sea tu compañera de vida, y juro que nunca te haré daño.

El fuego ardió al instante en sus ojos lavanda.

—Nunca suplico, por nada, ni a nadie.

—Entonces tú eres el culpable de esto, Edward ar Malik. —Sus oscuras cejas se arquearon en un saludo burlón y ella levantó las manos en el aire, con las palmas hacía arriba.

Edward gruñó por lo bajo y avanzó, con la evidente intención de inmovilizarla a cada paso. Una simple ondulación de su mano congeló sus pies en el lugar.

La sorpresa surcó sus rasgos una fracción de segundo antes de que él la mirara airadamente, con tanta hostilidad que ella tembló. Ella rechazó el permitir que un mortal la asustara. Cerrando los ojos, extendió los dedos ampliamente y comenzó a cantar.

—A partir de ahora, hasta que encuentres el amor verdadero, esclavo de una mujer serás.

El viento aulló, arremolinándose, golpeando y derribando todo en la espaciosa cámara. Azotando las blancas cortinas que cubrían las ventanas, incluso agitando los cimientos del suelo. La energía estalló e iluminó todo alrededor, golpeando como flechas y lanzas de guerra. Un creciente retumbar se repitió en sus oídos. Ella levantó los brazos más alto.

—En un jorero descansarás, respondiendo a cada llamada como mejor satisfaga. Yo te ato. Yo te hechizo. Voluntad propia no tendrás. Lo que te digan, dirás. Lo que te ordenen, harás.

En un segundo Edward era un hombre fuerte y viril frente a ella, y al siguiente había desaparecido. Sólo la pequeña caja incrustada con joyas que ella le había lanzado descansaba en el suelo. Sonriendo lenta y ampliamente, ella saltó de la cama, se inclinó y sostuvo la caja entre sus manos. Una ola de vértigo barrió su interior. Edward ahora le pertenecía... sólo a ella. Y durante los próximos mil años o más, disfrutaría dejándole compensar su mal comportamiento de hoy. Él aprendería bien la lección de rechazar a una sacerdotisa del Druinn.

Capítulo 2: ESTO NO ESTA PASANDO.

 
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