Sr. y Sra. Cullen. (One Shot)

Autor: PrincessCullen
Género: Romance
Fecha Creación: 02/08/2012
Fecha Actualización: 03/08/2012
Finalizado: SI
Votos: 3
Comentarios: 1
Visitas: 3500
Capítulos: 1

-Ese día fue uno de los mejores de toda mi vida Esme… -Le contesto el muy convencido. –Fue el día en que conocí a la mujer de mi vida, a mi media mitad, mi todo… -Su esposo le tomo la mano sobre la mesa, y le dio un leve apretón. Ella sonrio asintiendo.

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Capítulo 1: Capitulo 1

POV Narrador.

La señora Esme se encontraba en la cocina, preparando una deliciosa cena, asado, ensalada,  papas al vapor y más. En la nevera descansaban las dos botellas de vino que harían de compañía a la gran cena que ella se encontraba preparando con mucha dedicación.  Sus hijos habían salido con sus respectivas parejas. En casa solo se encontraban ella y su amado esposo. El Dr. Cullen.

El mencionado señor, estaba en su estudio, analizando los expedientes de varios de su pacientes, él era un muy reconocido doctor, uno de los mejores en su especialización, cardiología, eran muchas las personas a las que él les había salvado la vida. Pero el dinero y el reconocimiento no eran su pago, sino las sonrisas que le daban sus pacientes al salir de los efectos de la anestesia, y aun seguían con vida gracias a él.

Esme, que ya había terminado su labor, lavo sus manos con delicadeza, y dejo la cena reposar un rato, minutos más, justo pasaba por delante del teléfono cuando este sonó. Lo tomo y se lo llevo al oído.

-Familia Cullen –Su voz era suave, maternal, delicada como la de una caricia del viento.

-Mamá… Soy Edward –La señora sonrió ampliamente al saber que era su hijo el que estaba al otro lado de la línea. –Te llamaba para decirte que posiblemente no lleguemos a la cena, nos agarro un tráfico horrible. Pueden comenzar ustedes sin nosotros. –La sonrisa no se borro de su rostro, a ella le hacía feliz que sus hijos compartieran juntos, aunque sea en un problema tan cotidiano como lo era el trafico.

-Está bien hijo. No hay problema. Les guardaré la cena en el horno, para cuando lleguen ¿Si? –Su hijo, sonrio al otro lado de la línea, le mando un gran beso y le agradeció antes de colgar. La hermosa y dulce mujer, dejo el teléfono en su lugar, y fue a por su esposo, con paso lento, cruzo la sala hacia el estudio.

Toco la puerta suavemente.

-Adelante… -Escucho la voz de su esposo, dejo abrir la puerta, entrando ella luego. –Mi amor… ¿Ya está lista la cena? –Carlisle le sonrio a su esposa, parándose de su silla, acercándose a ella, rodeo su cintura con sus brazos, sin apretarla, solo un simple abrazo.

-Si, a eso venia –Menciono ella, posando sus finas manos sobre los hombros el hombre frente a ella. –Nuestro hijo llamo. No llegaran a la cena, podemos adelantarnos. –La mujer sonrio, su esposo secundo la sonrisa.

-Perfecto entonces. –El se separo, pero tomo la mano de su señora esposa, saliendo del estudio, cerrando la puerta tras ellos, caminaron hacia la cocina, donde entre los dos, tomaron las cosas necesarias, y pusieron una mesa para dos.  La verdad es que la noche estaba hermosísima, preciosa para un momento de a dos. Esto Carlisle lo pudo notar, entonces cuando la mesa estuvo perfectamente arreglada, y con los platillos calientes humeando, y soltando un delicioso aroma, le pidió permiso a su esposa, para levantarse de la mesa, beso su mejilla y se perdió tras la puerta trasera que daba al jardín perfectamente cuidado de la señora Esme.

La interpelada, frunció el ceño un poco confundida, pero su ceño se relajo y una amplia sonrisa se alojo en su rostro cuando vio a su esposo entrar por la misma puerta por la que había salido con un ramo de flores… Flores tomadas del jardín. Le pareció un hermoso gesto.

El rubio hombre se acerco a su sorprendida esposa, entregándole el ramo, esta lo tomo encantada, se llevo el ramo a  la nariz y disfruto del maravilloso olor que este emanaba.  El se inclino y ella estiro un poco el cuello, uniendo sus labios es un delicado y tierno beso. De esos que es vez de ser un beso desesperado, son como una caricia. Una linda y suave caricia entre los labios de dos personas que se aman.

Después de separarse, se sonrieron el uno al otro,  ella dejo el ramo a un lado sobre la mesa, mientras el retomaba su asiento, comenzaron a servirse, ella le servía a él y él a ella.  El momento se estaba tornando mágico, incluso no habían notado de las únicas luces encendidas eran las de la cocina y las del comedor, pero eran muy tenues, daban un aire encantado.

Comieron en silencio, pero entre besos y caricias, el corazón de ella latía desesperado, porque ese hombre a su lado, era el amor de su vida, la luz de sus ojos, su protector, su ángel guardián, no sabía que sería de ella sin él, pensó mientras lo observaba.

Suspiró al ver las fracciones de su rostro, no había cambiado mucho desde aquella vez que se vieron por primera vez, cuando apenas estudiaban el primer semestre de sus carreras en la universidad, ella iba corriendo por uno de los corredores, iba tarde a su clase, justo cuando daba vuelta en la esquina del pasillo, la puerta de uno de los salones se abrió rápidamente, y ella choco contra ella cayendo al suelo.

Mientras ella yacía en el suelo, él chico que había salido del salón, se agacho a su lado, pidiendo su perdón, cuando sus ojos se toparon, todo dejo de existir a su alrededor, eran solo ellos dos, había sido amor a primera vista. Están juntos desde entonces, cuando ambos se graduaron decidieron casarse, y dos años después llego su primer hijo. Emmett.

-¿En qué piensas mi amor? –Le pregunto con tono dulce su esposo, al notar que lo observaba sin parpadear si quiera.

La interpelada, parpadeo varias veces, sonrojándose, pocas veces le sucedía eso, pero en presencia del amor de su vida, era muy común. Aun más cuando estaban solos.

-Yo, estaba recordando el día en que nos conocimos… -Murmuro apenada, aunque era un recuerdo hermoso, ella se sentía avergonzada por la forma en cómo había sucedido.

-Ese día fue uno de los mejores de toda mi vida Esme… -Le contesto el muy convencido. –Fue el día en que conocí a la mujer de mi vida, a mi media mitad, mi todo… -Su esposo le tomo la mano sobre la mesa, y le dio un leve apretón. Ella sonrio asintiendo.

Cuando terminaron de comer, entre los dos, levantaron y lavaron los tratos usados y sucios, una vez la tarea terminada, se quedaron viendo el uno al otro. Ambos sonrieron, él le tomo la mano, salieron de la cocina, de camino a las escaleras, ella tomo su ramo de flores, la mayoría rosas rojas.

Una vez en el interior de su habitación, su amado esposo la tomo en brazos, y la deposito con cuidado en la cama. Ellos no estaban en intimidad desde hacía mucho, no porque no les gustara, sino más bien, que les gustaba era hacerlo, cuando el momento era realmente especial. Nada parecido a sus hijos.

Se miraron a los ojos, profesándose así el amor, que hacia latir sus corazón con fuerza dentro de sus pechos, el miro el ramo y sonrio, lo tomo, y desprendió varias rosas de sus tallos, entonces comenzó a esparcirlos, sobre su esposa en una especie de lluvia de pétalos.

Ella observaba los pétalos rojo carmesí caer a sus lados, incluso sobre ella misma, la ventana estaba abierta, y la luna en todo lo alto, ofreciéndoles su luz, podían mirarse sin ningún problema, sin tener que forzar sus vistas.

Comenzaron a besarse, suavemente, apenas rozando sus labios, si algo les gustaba era disfrutar del otro no con prisas, sino con la lentitud que les permitiera explorarse mutuamente sin agotar energías.

Las manos de aquel hombre de ojos grises, comenzaron a acariciar los costados de su esposa, suavemente, hasta que sus dedos toparon con el borde de su delicado vestido, el cual fue subiendo, acariciando sus piernas. Ella por su lado, acariciaba sus hombros, sus brazos, mientras de sus labios salían suspiros casi inaudibles.

Con lentitud, él comenzó a besar su cuello, exhalando su caliente aliento sobre la piel de esa zona, mientras los dedos de ella, iban soltando los botones de la camisa de su esposo, que con agilidad, logro, bajar el cierre del vestido de su señora, que se encontraba a uno de los costados del vestido.

Esme logro quitarle la camisa a su señor esposo, la cual dejo caer a un lado, mientras él con cuidado retiraba el vestido del cuerpo de su esposa. Se miraron a los ojos, ambos sonrieron cómplices de lo que estaba sucediendo entre ellos.

Minutos después los dos estaban completamente desnudos, arrodillados uno frente al otro, con sus manos entrelazadas, se miraban a los ojos, como teniendo una conversación silenciosa, en la que se estaban diciendo, cuanto se amaban.

Comenzaron a besarse, acariciarse mutuamente, hasta el punto en fundirse en uno solo, los movimientos de él dentro del cuerpo de ella eran suaves, para nada rudos, eran lentos pero certeros. El ambiente estaba cargado de sus gemidos y jadeos, que aunque eran en tono bajo, se podían oír en el pasillo.

Por otro lado, sus hijos no estaban en mejor situación, la llamada de Edward no era más que una excusa, para ganar tiempo para ellos hacer lo mismo que sus padres estaban haciendo en este momento.

Sin imaginarse aquello, los líderes de la familia Cullen estaban amándose entre sí, con sutileza, amor, cariño, respeto… De sus bocas salían palabras de amor, a veces distorsionadas por el placer que experimentaban sus cuerpos.  Nadie pudiese imaginar en este momento, que ellos estaban haciendo el amor.

Para cuando los dos estallaron de placer, mezclándose uno con el otro, sus cuerpos estaban cubiertos por una fina capa de sudor, sus labios estaban unidos en un apasionado beso, pero sin dejar de lado la ternura que los caracterizaba. 

Minutos más tarde, con la respiración ya acompasada, Carlisle tomo a su esposa en brazos, caminando hacia el baño. Ella le pregunto qué hacía a lo que él respondió con una sonrisa y un beso en la mejilla.

La deposito dentro de la tina y tomo asiento detrás de ella, acomodándola entre sus piernas, sin segundas intensiones, abrió la llave de la tina, esta comenzó a llenarse, sus labios recorriendo la espalda, los hombros y el cuello de Esme, que mantenía sus ojos cerrados, y sus dedos entrelazados a los de su esposo.

Cuando el agua llego a un nivel considerable, cerro la llave, tomo una esponja, comenzó a frotar suavemente la espalda de su mujer, mientras ella, apoyaba su rostro de sus rodillas que estaban fuera del agua. Ambos sonreían enamorados.

Cuando fue el turno de ella, se giro, agitando un poco el agua, froto el cuerpo de su amado con a esponja, sin ejercer mucha presión, simplemente deslizándola sobre la piel de este, que le sonreía ampliamente, y acariciaba sus mejillas de su cabello de tanto en tanto.

Para cuando los dos estuvieron perfectamente enjabonados, ella volvió a su posición inicial, en la rodeo con sus brazos, ambos sonrieron, ante tan hermoso momento, ella recostada de su pecho, y el rodeándola con sus brazos, comenzaron a recordar momentos especiales en sus vidas.

El día en que se conocieron, su compromiso, su boba, su luna de miel, el nacimiento de sus hijos, todos y cada uno de los momentos que estuvieron juntos sin que nadie los viera. Todos eran recuerdos hermosos, tan hermosos, que de los ojos de Esme comenzaron a brotar lagrimas, gotas de alegría y melancolía que el recogía con sus labios.

Para cuando su baño termino, tomaron sus toallas, secándose entre sí, la verdad es que entre ellos las palabras sobraban, con solo una mirada ellos podían expresar todo el amor que contenían uno por el otro.

Justo cuando se enfundaban en sus pijamas, la puerta de la entrada sonó anunciando la llegada de sus hijos a la casa, ambos sonrieron cómplices, escucharon a sus hijos llamar, pero decidieron guardar silencio, Carlisle cerró la puerta de la habitación con seguro, mientras su señora se metía bajo las sabanas, el regreso a su lado, imitando su acción y abrazadora, así, los dos abrazados, se dieron un tierno beso.  Se dijeron lo mucho que se amaban y se entregaron a los brazos de Morfeo que los cubrió con su manto de ensueño rápidamente.

 

 

 

 


 


 


 
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