Mi última voluntad

Autor: MafeLovesTwilight
Género: Romance
Fecha Creación: 11/08/2009
Fecha Actualización: 30/06/2012
Finalizado: SI
Votos: 59
Comentarios: 253
Visitas: 255630
Capítulos: 44

¡FIC FINALIZADO!

 

Mi vista se volvía nítida de nuevo y me encontraba en una habitación llena de mucha claridad.

Noté la aparición de una luz blanca. Un quirófano. Edward entraba con una bata azul y con dolor en su rostro. Caminaba lentamente hacia mí, viendo a la altura de mi cintura, pero no parecía verme a mí, parecía ver algo más… Algo a través de mí.

-Bella…-Habló entrecortadamente. Suspiró en manera de intento de tranquilizarse.

-¿Qué pasa?-Le pregunté dulcemente. Traté de acercarme, pero no podía, y no sabía por qué. Aunque estaba a menos de un paso de mí, no me veía.

Tomó una silla y se sentó a mi lado. Lo que no entendía es que me hablaba, pero estaba lateral a mí y viendo a mis espaldas.

-Bella, bella… mi amor, despierta.-Alzó su mano y la colocó sobre una camilla que estaba detrás de mí. Alguien reposaba en ella.

-Estoy aquí, Edward-Susurré sin voltear totalmente, evitando encontrarme con el ser que nos acompañaba.

-Tú sólo estás dormida.-Inquirió dudoso.- Ya te extraño amor mío, tienes una vida que seguir, tienes a muchas personas que te aman, y a muchas que debes cuidar-Estaba sollozando y su voz se trancaba. – ¿Cómo me haces esto? ¿Cómo te atreves a dejarme? Tú me habías prometido, tú te quedarías… tu me prometiste que nunca me ibas a dejar.

No sabía si lo que veía era posible, pero lo que estaba viendo era algo más que real, sobrepasaba los límites de mis creencias. Edward lloraba a mi lado, y yo me rehusaba a voltear mi mirada.

No podía contener las ganas de gritarle que ahí estaba, que yo me quedaría con él. Salté a sus brazos, pero no conseguí más que caer al suelo. Me levanté quedando de la misma manera en la que se sentaba él, mirando hacia lo mismo que veía él.

Yo descansaba sobre esa camilla. Mis ojos estaban cerrados… y estaba sin vida.

-Bella, mi amor mírame, aquí estoy…-No paraba de llorar, su respiración se cortaba entre los sollozos.-Bella, levántate mi vida, párate por favor.-Apoyó su rostro sobre mí pecho y no dejó de llorar jamás mientras esa dolorosa imagen se oscurecía.

Tenía el corazón hecho pedazos.

Desde hacía cinco años, mi vida no era normal, yo no era normal, algo había hecho esto, había cambiado mi propósito y la visión de la vida.  No sabía que me esperaba en Forks, pero algo en mí, me decía que, algo iba a ser diferente.

Mejor…

Me llamo Isabella Swan, y ésta es mi historia…

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Capítulo 26: Escalas

Como de costumbre, en los vuelos desde New York, generalmente, por problemas climáticos o de tráfico aéreo, los vuelos se retrasan unas cuantas horas. Edward recorrió todas las tiendas del “Duty free” más de cinco veces. Estaba agotada de ese día que se extendía cada vez más. La voz de la anunciadora de los vuelos y los retrasos se reproducía en mi mente, una y otra vez cada que cerraba mis ojos. El frío era incómodo. Llovía a cantaros del otro lado de las grandes ventanas que daban el paisaje gris de los concurrentes despegues y aterrizajes.

Edward me retaba una y otra vez a jugar ajedrez –Un juego que había adquirido después de pasar por tercera vez por la tienda de regalos- y por supuesto, siempre me ganaba.

-Tenemos tareas que hacer al llegar a Forks.-Dijo fingiendo concentración en el tablero. Yo sabía que no era así porque estaba a punto de darme el jaque mate más fácil de todos.

-¿Tareas?-Pregunté mientras movía mi última pieza, un inocente peón.

-Si, aunque no son las mismas. Las tuyas son escolares, las mías son un poco más… personales.-Sentenció con un ágil movimiento de piezas. –Jaque mate.

-Es quinta vez que me ganas. Refuté. -¿Qué clase de asuntos personales debes resolver tú?-Inquirí alzando una ceja.

-¿No recuerdas? Tengo unos asuntos pendientes con el noviecito de Stanley. Para que aprenda la lección y no vuelva a
meterse contigo. –Habló con furia, apretando los dientes.

-No quiero que mates a nadie Edward, de verdad. Aprecio mucho tus intenciones de hacerme sentir bien, pero preferiría que no corriera sangre por los pasillos de colegio.

-Jamás dije que le haría daño. Será sólo una simple amenaza.-Habló con voz macabra y me dio una media sonrisa.-Te parecerá divertido.

-Bueno, si tú lo dices.-Entorné los ojos.

Pasaron unos minutos y empecé a sentirme soñolienta.

-Pasajeros del vuelo número 8872, con destino a Phoenix, por favor embarcar por la puerta doce.-Dijo la anunciadora por altavoz.

Suspiré de alivio y Edward me tomó entre brazos para ayudar a levantarme.


Llegamos a Forks, con un clima poco común, aunque era de noche, no hacía tanto frío. Alice nos hablaba de que había preparado un almuerzo para el día siguiente de manera de celebración y que ya había informado a mis padres, me tomó de sorpresa cuando dijo que Charlie había accedido sin ningún “pero”. Por supuesto, Charlie ya había tomado cariño de la pequeña Vampiro. Sólo escuché esa primera parte de la conversación y ya me estaba cayendo a pedazos. Los ojos se cerraban y se abrían lentamente.

-Ya estamos por llegar, tranquila. –Me susurró Edward al oído. Estaba sentado en la parte trasera del auto conmigo. Jasper acompañaba a Alice adelante sin decir una sola palabra.

Después de tener unos minutos de silencio, mi mente estaba llena de una negrura.

Escuché unas cuantas gotas golpeando al piso. Edward me levantó entre sus brazos y me llevó debajo del arco de la puerta de mi casa mientras iba en busca de mis cosas.

Con mucho esfuerzo me erguí y toqué la puerta. De un salto, se incorporó a mi lado. Una gota caía por su mejilla, su mirada se posaba en mí con nostalgia. A simple vista podría suponerse que estaba llorando.

Quité ese pensamiento de mi mente, así como hice con la gota de su perfecta piel.

-¡Bella, hija!-Gritó con satisfacción mi madre.

-Hola.-Alcancé a decir con pocas fuerzas.

-Disculpe, pero si no le molesta, Bella está muy cansada. Hemos hecho todo en un sólo día y apenas puede mantenerse en pie.-Sugirió Edward sosteniéndome.

-Ah.-Suspiró escondiendo el júbilo y me besó en la frente.-Tranquilo. Llévala arriba. Charlie tuvo que salir de emergencia hacia La Push, debe estar por volver pronto.

La noticia me sacó cualquiera que fueran las ganas de dormir. Edward crispó la mirada y trago lentamente sin volverse hacia mí.

-¿La Push? ¿Tiene que ver con los Black?-Pregunté alterada.

-Bella, Bella.-Mi madre alzó los brazos y me acarició por los hombros en señal para que me calmara.-Mañana te cuento todo.

Están bien.-La última palabra no me sonó tan convincente.

Hice un mohín pero Edward me volteó hacia las escaleras. Iba a alzarme de nuevo pero paré sus brazos con debilidad, me miró con duda.

-No te preocupes, ya puedo, gracias.

-Pero…

-Hablamos mañana. ¿Sí? -Intenté no sonar tan pedante, lo que me hizo parecer hipócrita.

Asintió una sola vez y se volteó dubitativamente.

Empecé a subir las escaleras sin ver, sólo pensando en lo que pudo haber pasado en mi ausencia en la reserva.

-No tenías porque tratarlo así, pareció dolido.-Dijo Reneé en lo más bajo de las escaleras.

Me volteé hacia ella, sin expresión alguna.

-Ten. –Me alzó la maleta hasta el primer escalón. –Deberías buscar tu neceser, tienes aspecto de que hubieras revivido.

-Avísale a Charlie cuando llegue que estaré esperándolo arriba. Ya que tú no quieres contarme. –Bajé el par de escalones que había subido, tomé la maleta y le propicié una indirecta con la mirada a mi madre. Ésta no pareció percatarse, y de haberlo hecho, me ignoró.

Abrí la maleta y saqué mi neceser. Tal cual como lo había dicho Reneé: Estaba hecha un desastre. No presté mucha atención a mi cabello, sólo lavé mi cara y cepillé mis dientes. Mi reflejo en el espejo no significaba nada en comparación a como me sentía. ¿Qué habrá hecho Jacob cuando yo no estuve? Hasta ahora, de lo que conocía de Jake, sabía que era un chico que no andaba en nada malo ni con gente mala. Ninguna posibilidad de peligro me venía a la mente, de sólo recordar el corpulento cuerpo de mi amigo, era aterrador. Nadie pudo haberse metido con el, tuvo que haber sido otra cosa. Durante más pensaba, más trabajaba mi cerebro, lo cual me hacía bostezar repetidas veces por la falta de oxígeno allá arriba. Cuando iba a sacar mis shorts de dormir, me percaté de algo que me dejó un poco confundida.

La ropa de Edward seguía en la maleta, doblada de manera perfecta. Saqué una de las camisas que más me gustaban, aunque casi todas me gustaban, pocas veces tenía la suerte de ver su ropa de manera repetida. Alice era una compradora compulsiva y no gastaba el dinero en tiendas sólo para ella y para Jasper, lo hacía con toda la familia, menos con Rosalie, que se molestaba generalmente cuando, al principio, Alice le compraba vestidos de colores pasteles. Una historia que nos hizo matar el tiempo en el aeropuerto.

Me reí ante el recuerdo de mi historia, pero después sentí nostalgia. Arrugué la camisa con mi puño y la pegué a mi pecho.
Ahora lamentaba dos cosas: El haberme ido, y el haber regresado. La primera, haber dejado a Jake, ahora tenía unas consecuencias que no se siquiera si tendrían que ver conmigo, pero de alguna manera, a lo mejor yo hubiera evitado ese accidente que desconocía. La segunda era porque ahora estaría planeando con los Cullen, el tema de mi transformación, de no ser porque volvía para sentenciar mi vida como humana, para siempre, por culpa de alguien que prefirió donar su corazón al morir.

Sin apartar la camisa de mi pecho, llevé la esencia de Edward conmigo a la cama.

Antes de tener contacto alguno con la cama, miré la ventana… Estaba cerrada. Empezó a llover y sin importarme el horrible frío que haría, la abrí completamente, cosa que no solía hacer, siempre la abría un poco. Ésta noche tenía que recibir mi merecido, si no venía, me moriría del frío, sola…

Pero otra cosa, además del frío, me impedía irme a dormir. Faltaba que Charlie llegara con noticias, y si Reneé no me lo dijo, él sería sometido a una seria amenaza.

Me acosté apoyándome en la cabecera de la cama para no quedarme dormida.

Poco a poco me fui resbalando involuntariamente hasta quedar acostada. Una corta siesta no me haría daño, además sería ayudante para mis fuerzas si quería amenazar a Charlie con un grito o algo por el estilo.

Empecé a contar las gotas que sonaban contra mi ventana y me quedé dormida a la tercera.

Fue tan rápido como me sumí en mis sueños. Aunque no visualizaba nada, podía escuchar la voz de Jacob. Gritaba con dolor y nostalgia… gritaba mi nombre. Yo no lo podía ver, pero lo podía sentir, se acercaba poco a poco a mí. De un momento a otro su voz se volvió lejana. Trataba de gritar pero sonaba tan baja como la de el. Subía mis brazos para poder encontrarme con los de él, tan musculosos y cálidos como siempre. Pero en respuesta a mi intento, me encontré con unos no tan forzudos, pero no dejaban de ser protectores, sin embargo, eran de esa temperatura tan gélida que ya conocía. Me abrazó y empezó a tararear mi dulce melodía en el oído. Cuando ya me resigné de buscar su polo opuesto, recosté mi mejilla en el vacío, pero yo sentía que era su pétreo pecho. Nos quedamos en silencio y su piel empezó a calentarse. “Bella, aquí estoy” susurró Jacob con nostalgia. “No te vayas” le respondí. “Tengo que hacerlo, quiero lo mejor para ti” sentenció.

Me levanté rápidamente. Los ronquidos de Charlie perturbaban la paz de la noche desde el otro extremo del segundo piso.

-¡Demonios! –Exclamé apretando los dientes.

Por curiosidad, examiné la habitación en busca de algún indicio de visita. Mi maleta tenía casi toda la ropa afuera, pero era
sólo mi ropa… Se había llevado la de él, cosa que me decepcionó muchísimo. Deliberé que no regresaría más ésta noche, así que me acerqué a cerrar la ventana cuando me percaté de algo.

Del otro lado de la calle había un auto. No era ni el de Alice, ni el de Carlisle… el de ninguno de los carros de los Cullen.
La camioneta de los Black se posaba debajo de la llovizna… Con alguien en su interior.

Solté la camisa y me apoyé más hacia la ventana. Era Jacob sentado en el asiento del piloto, con la frente pegada al volante, no se movía.

Dudé en gritar hacia el, porque llamaría la atención de Reneé, de Charlie, o de los dos.

Siseé con cuidado de no hacerlo muy alto. Pero todo estilo de señal fue en vano. Jacob parecía dormido, como si hubiera estado esperando algo.

Yo, por supuesto. Seguramente habrá hecho la misma maniobra de intento de llamar la atención pero yo estaba soñando con el en ese momento.

Dejé de escuchar los ronquidos de Charlie. Ahora eso significaba que no tendría oportunidad de bajar por las ruidosas escaleras. El chirrido los despertaría.

Miré hacia abajo para calcular la altura de una débil caída por mi ventana, pero definitivamente el árbol se veía muy lejos y no tenía tanta agilidad para caer completa. Me las ingenié y saque tres sábanas blancas de mi clóset, las anudé en los extremos. Dudé en buscar algo pesado donde amarrar la cuerda de emergencia y lo hice en la pata de la cama. Lancé el otro extremo hacia abajo y miré de nuevo hacia la camioneta para cerciorarme de que Jacob seguía ahí y que mi plan de casi suicidio seguía en pie. No parecía ni siquiera que respiraba, lo que me desesperó mucho más. Se me olvidó cambiarme, pero ¿Qué importaba? Sentía esa necesidad insaciable de llegar a los brazos de Jacob.

Enrollé mi mano a la sábana, y con cuidado apoyé mis rodillas en el marco de la ventana. No era lo más cómodo del mundo, en realidad, me estaba haciendo daño pero apartaba mi mente del dolor y lo suplantaba por las ganas de llegar abajo.


-Bella, recuerda que haces esto por Jacob.-Me dije a mi misma mientras bajaba lentamente una pierna.

Recordé a esos increíbles acróbatas que pasaban en las publicidades de televisores en el aeropuerto, de esas que se repetían una y otra vez. Usaban éstos actos por las brillantes rojas telas, en las que estos tipos se balanceaban con tanta agilidad y equilibrio, mientras que yo no podía ni siquiera guindarme. Ya de por sí, yo no mantenía el equilibrio ni cuando caminaba.

Cuando empecé a bajar la otra pierna, la tela empezó a estirar muy fuertemente, y la cama se rodó, lo que ocasionó un ruidoso chirrido contra el piso de madera. Quedé petrificada, agarrada del intento de cuerda, con las piernas cruzadas.

-¿Ahora cómo se supone que me debo bajar?-Me pregunté exasperada.

Quité una pierna y empecé a deslizarme poco a poco hacia abajo. Lo estaba haciendo bastante bien como para lo que había pensado que pasaría.

Ya iba por la mitad del camino cuando otro sonido, peor que el chirrido arriba, me quitó las ilusiones del prefecto escape.

La el nudo de la primera con la segunda sábana empezó a zafarse de manera audaz.

-¡Demonios!-Exclamé para mis adentros.

Aquí fue. Hasta aquí llegué.

Me aferré mucho más fuerte con los puños y los ojos cerrados a la sábana.

En menos de dos segundos, las sabanas terminaron de desanudarse y ya estaba cayendo a más de dos metros, hacia abajo…


Nada se interpuso en mi camino, ni en mi caída. Mi único instrumento de aterrizaje fueron mis manos y la parte posterior de mi cuerpo. Sentí un fuerte dolor en toda la columna, que comenzó desde abajo hasta llegar a mi cuello. Mis manos estaban rotas por el impacto, que, aunque fue contra el pasto de la entrada de mi casa, fue fuerte. Tenía unos cuantos raspones por todas las piernas, los más críticos eran en mis rodillas. En vez de agonizar de dolor, tirada en el suelo, con un esfuerzo inhumano, sin ayuda de ningún vampiro, ni de ningún licántropo, me arrastré con mis antebrazos y las rodillas hacia la carretera. El esfuerzo hubiera sido mucho peor si la grama y el asfalto hubieran estado secos, para mi suerte, aún caían unas cuantas gotas. El dolor era paralizante. Si llegaba a mover alguna de mis articulaciones de la espalda, me quedaría a mitad del camino.

Con todo el esfuerzo del mundo subí mi vista para admirar la meta. Jacob seguía apoyado contra el volante y ahora que lo veía más de cerca, tenía un aspecto desgastado. Las sombras moradas en sus párpados y debajo de sus ojos eran alarmantes. Nada de eso se comparaba con la sensación de miedo y temor que sentí cuando vi la parte izquierda de su frente cubierta con una gasa. Había tenido un accidente en La Push. Pero, seguía sin entender. ¿A qué se debía tanto misterio por parte de Reneé y Charlie?

Aceleré el paso, pero me faltaba el aire por el golpe de la espalda. Hice unas cuantas respiraciones, pero seguía doliéndome. Por un momento decidí que debía quedarme quieta unos pocos segundos, para recuperarme y seguir. Cuando lo hice, me acerqué a la puerta del piloto y lo menos que imaginé es que se ocurriera pensar en Edward en ese momento. ¿Cómo es que no se le había ocurrido pasar por ahí? Tan sólo para cerciorarse de que mi caída no hubiera sido tan grave, no lo sé.

Aparté todo cuando coloqué mi mano sobre la manilla y lentamente me fui levantándome, gemía de dolor y agonizaba con mis ojos cerrados. Abrí la camioneta y empecé a despertar a Jacob.

-Jacob, Jacob. Vamos, despierta.-Empecé a darle palmadas en las mejillas, pero además de ser un intento en vano, se las manché de sangre.

Aún respiraba y eso me hacía sentir bien.

Empezó a decir unas cuantas blasfemias y cosas inentendibles. Suspiré de alivio y lo abracé con fuerza.

-Jake, Jake, gracias a dios que estás bien. Pensé que estabas inconsciente.-Dije con un hilo de voz.

-¿Qué haces aquí?-Habló con voz severa.

-Bueno, te vi desde mi ventana y vi que estabas como dormido, pero me preocupé cuando me acerqué y te vi con esa venda.-La acaricié con cuidado y volteó la cara.- ¿Qué te paso?

-Nada.-Contestó con indiferencia. Seguía contra el volante, sin verme.

Me sentí ofendida y triste con su trato hacia mí.

-Ok, discúlpame Jacob Black, pero por si no lo sabes, estoy en pijamas, escapada de mi casa porque quise venir a verte después de que me dijeron que algo te había pasado en La Push. Me lancé por la ventana, con unas sábanas amarradas, las cuales en realidad no lo estaban, ya que a mitad de camino, se desanudaron y caí de más de dos metros.-Tomé una bocanada de aire para seguir hablando y Jacob se volteó consternado.-Aparte de eso, me di un fuerte golpe, que casi me hizo imposible llegar aquí. No me importo ninguna clase de dolor, y me arrastré por el asfalto. Mis manos y mis piernas están ensangrentadas, ¿y tú piensas tratarme de éste modo?-Pregunté con recelo y después de no recibir respuesta de su parte, bufé de manera perceptible.

Mordió su labio inferior y sus cejas se juntaron. Su expresión era desolada y sus pestañas estaban mojadas. Jacob estaba aguantando el llanto.

Después de eso, volví a sentirme mal por el.

-Disculpa, no quise hablarte así. De verdad estaba preocupada por ti.-Confesé con pena.

-No, no, no, no tenías por qué. Me lo merezco. ¿Estás bien?-Dijo llorando e inspeccionándome de arriba para abajo.

-Ya se me pasará. Ahora me puedes decir, ¿Qué pasó en La Push?

-Tuve un accidente con el Volkswagen.-Admitió en voz baja.

Sentí un pánico recorriendo mis venas. Tragué con dificultad y le pregunté.

-¿Cómo pasó?

-Me estrellé contra un árbol.

-¿Estás loco? ¿En qué estabas pensando?-Exclamé molesta.

-En ti…

Solté una audible carcajada después de escucharlo diciéndome la cosa más estúpida del planeta.

-Esto es en serio, Jacob. No estoy jugando.-Dije seria, de nuevo, después de darme cuenta de que no estaba jugando.

-Yo jamás dije que era mentira, en verdad, te traía conmigo… en mis pensamientos.-Dijo con dificultad.

-¿Y por eso chocaste?

-Bella –Se acercó más a mí –Tenía demasiadas cosas en la cabeza y no tenía noticias de ti, ni lo que te habían dicho allá. De sólo imaginar que te dirían que no… -Se estremeció ante tal idea.

-¿Cómo fuiste capaz? –Pregunté apretando los dientes –Ni siquiera sabías lo que me podrían decir y estuviste…

-Nada malo me iba a pasar, o por lo menos, nada peor de lo que me pasó –Me aclaró con naturalidad.

Lo analicé de pies a cabeza, buscando el máximo rastro de algún daño en su musculoso cuerpo, pero sólo encontré esa venda que, desde afuera, me había asustado demasiado.

Después reflexioné que cuando me había dicho lo de su accidente, había hecho hincapié en la palabra “estrellé”. Podría hacerme una idea de lo que la magnitud de la palabra traía como consecuencia. En mi mente se iba perfilando la imagen del viejo Volkswagen de Jacob, en forma de acordeón estampado contra un árbol, pero lo que no me hacía idea era como había salido ileso.

Por esa razón, Jake había venido en la camioneta de su padre.

-¿Qué pasó con tu auto? –Le pregunté para rectificar mis suposiciones.

-Te voy a explicar, pero no sin que antes subas al auto, tengo que curarte esas heridas y, además, afuera está haciendo
mucho frío para ti.

Me ayudó a subir a la cabina del auto y definitivamente ahí adentro me sentía más cómoda, había olvidado lo mucho que me ardían las manos y las rodillas y lo poco de ropa que cargaba encima.

-Aja, ahora, explícate –Le dije animándolo a seguir.

-Bueno, ya sabes la causa…

-Pero yo quiero que me cuentes todo, con lujos y detalles, desde el principio, quiero saber si voy a ahorcarte o no.

Mi chiste no pareció hacerle gracia y fijó la vista en la carretera.

-Desde el momento que dejaste mi casa, hace tres días… me empecé a comportar de un modo extraño. Una sensación fuerte y
dolorosa invadía mi pecho y cada vez que cerraba mis ojos me venía una imagen tuya, pero eso era lo malo, en mi mente tenías un aspecto poco normal, te parecías a los Cullen.

-¿Quieres decir que me veías como un vampiro?-Pregunté asombrada.

-No, quiero decir que te veía… muerta.

Abrí la boca pero al instante el colocó su grueso dedo sobre mis labios para impedir que lo hiciera.

-No digas nada, no quiero recordarlo, sólo… déjame seguir –Suplicó con dolor.

Asentí lentamente y suspiró.

-Por supuesto que Billy notó la diferencia en mi estado de ánimo y empezó a sospechar, me preguntaba muchas veces si tenía
algún problema y yo obviamente le respondía que no ya que no quería preocuparlo. Después dejé de salir con los de la banda quileute y ellos parecieron consternados, de hecho, ahora siguen molestos por mi actitud. Hoy más temprano hice el salto de acantilado solo, pero como el clima no ha estado muy bueno últimamente Billy se preocupó y mandó a buscarme con Paul.
Había escogido al peor de todos para hablar conmigo, porque tanto él, como yo, somos los más tercos y reacios del grupo. Empezó a regañarme y no quería irme de ahí, quería estar solo.-Suspiró y ladeó la cabeza de un lado a otro.

-¿Y entonces? ¿Qué pasó después?

-El se molestó al igual que yo y peleamos… de forma lobuna.

Mis ojos se abrieron como platos y pensé que se me iba a estallar el corazón.

-Al final dejé que el me rasguñara solo un poco y le dije que no quería pelear más. Esa era la única forma de que pudiera salir de ahí, pendiente de que el ego y el orgullo no se le subiera mucho. Cuando llegué a la casa Billy estaba que estallaba y tampoco quise contradecirlo demasiado, así que decidí entrar a mi cuarto y encerrarme toda la noche.

-Espera, espera, espera. ¿No hiciste nada con tus heridas?

Soltó una risa rápida pero volvió a la expresión de antes.

-Bella, ¿se te ha olvidado que soy un licántropo?

-No, pero ¿eso significa que no te haces ningún daño?

-No, no, no… Significa que puedo hacerme daño, pero me curo de forma casi inmediata, dependiendo de la gravedad de la herida. Como esa no era muy profunda, se curó unos treinta minutos después.

Abrí mi boca en forma de una “o” perfecta. Jacob usó su mano debajo de mi mentón para cerrar mi boca y seguir hablando.

-Cuando empezaba a caer rendido en mi cama, Billy llamó a mi puerta. Me regañó y me botó de la casa. “Piensa antes de
hacer las cosas” –Imitó su voz de manera perfecta.

-¿Te echó de la casa? ¿Hasta cuando?

-No lo sé, Bella, déjame acabar. Me pregunté si ya habrías llegado, pero también quería saber lo que te habían dicho allá. Dudé un par de veces en aparecerme en casa de los Cullen, donde posiblemente te encontrarías, pero no me pareció una buena idea, ya que sólo me llevo bien con Edward. Cuando venía camino a visitarte, empecé a hacerme demasiadas ideas de lo que me dirías y me despisté de la carretera. Fue ahí cuando estampé el auto contra un árbol, cerca de la reserva. En el impacto pegué la cabeza contra el volante y me la rompí. Después de volver a estar consciente, llamé a Charlie porque era el único que podría ayudarme con el auto, o por lo menos llamar a una grúa para remolcarlo y llevarme a casa, pero me ayudó más de lo que requería… -Su voz me pareció distinta al referirse a mi padre –Le contó a Billy, antes que yo. Cuando regresé a la casa no quería ni verme, así que tomé las llaves de la camioneta y vine acá.

-¿Y por qué no tocaste a mi puerta? Mira que debe haber una muy buena razón para que esté orgullosa de mis heridas.

-De poder, lo hubiera hecho, y de saber que eras capaz, más aún… pero Billy le dijo a Charlie que no me aceptara en su casa, que yo tenía que aprender –Hizo un mohín y entornó los ojos.

-Pero estabas aquí dormido, ¿Qué esperabas? ¿Qué me lanzara por la ventana?-Insinué con duda.

-Esperaba a que Edward saliera de tu habitación, para yo poder subir. En ese transcurso de tiempo, me quedé dormido.

-Edward nunca estuvo en mi habitación.-Afirmé sin estar segura.

-Definitivamente estuvo ahí. No estoy loco ni nada –Me aseguró.

Quedé un poco pensativa ante la idea, y de verdad, había estado ahí, pero no había tenido ninguna clase de intercambio
verbal, ni física, con él.

-Ah, con razón. Se llevó su ropa de la maleta y se fue –Dije con tristeza.

Jacob quedó mirándome, pensativo también.

-Ahí no llegué, sólo hablé con el antes de que subiera.

-¿Hablaste con el?-Reaccioné.

-Si, el vio la camioneta y se acercó hasta acá. Me bajé y lo saludé. Le pregunté cuando habían llegado y dijo que hoy en la tarde-noche. Después me enserié un poco y le pregunté acerca del pronóstico de tu salud, el me sonrió, pero la alegría no le llegó a los ojos y me dijo, muy orgullosamente, que habían conseguido un donante. Me sentí tan aliviado que no podía decirle lo feliz que estaba. Antes de que pudiera hablar de nuevo, el golpeó unas cuantas veces mi espalda y dijo que no tardaría mucho, que sólo estaría un rato –Me explicó.

-Y fue entonces cuando te quedaste dormido…

Asintió dos veces y se ruborizó un poco.

-Bella, no quiero que pienses que te estoy acosando ni nada por el estilo, sabes que respeto mucho tu relación con Edward.
Pero lo que yo siento por ti no es más que una enorme amistad, que es demasiado profunda. Yo te aprecio mucho, y la idea de perderte era aterradora…-Me confesó entre sollozos.

-Tranquilo, Jake. Me quedaré contigo hasta que el destino decida que es mi hora de partir, por lo menos aplazó la hora.

-Estoy más tranquilo ahora.

-Pues yo no. Me siento tan mal. No sabes… -Se me hacia difícil expresarlo.

-¿Qué ha pasado? ¿Han peleado?

-Lo he tratado demasiado mal cuando llegamos, es que… estaba muy preocupada por ti y no pensé en nada más, casi lo ignoré.-Dije con arrepentimiento.

-Espera, ¿Estás diciendo que pelearon por mi culpa?-Preguntó Jacob preocupado.

-No por tu culpa, por la mía. Soy una desconsiderada.-Bajé mi mirada intentando ocultar mi dolor.

-Bueno… ¿Quieres que te lleve a su casa? Así vas con Carlisle para cur…

-¡No!-Grité ahogada.-Tranquilo, ya se me pasó el dolor. Además, de seguro mañana me levantó y voy a su casa. De todas formas, gracias, Jake.

-Que conste que te ofrecí.-Me señaló sonriendo.-Ahora voy a llevarte arriba, no vaya a ser que aparezca tu chupasangre y me arranque la cabeza por tenerte aquí conmigo.

-El no sería capaz.-Inquirí mientras bajaba del auto.

Capítulo 25: El Veredicto Final Capítulo 27: El Reencuentro Familiar

 


 


 
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